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Antonio del Camino

Poeta talaverano, accésit del premio Adonais de poesía de 1984, acude más que puntual a la cita y es él quien me espera en la cafetería en la que habíamos acordado para la entrevista. Ya lleva tomado un café y no le apetece un segundo. Es una mañana muy plácida, es lunes; y le hago la observación de que es un bonito lunes. Para él todos los días son bonitos, dice, porque quiere exprimir tiempo a los días. La luz de esta mañana le acompaña y espera, apoyada en el ventanal de la cafetería, a su salida. Llevo preparadas dos tipos de entrevistas y en el último minuto me decanto por hacerle preguntas sobre algunos de sus poemas. Invito al lector a que lea sus libros Para saber de mí y Paso a paso, la vida.

C.B.: Vd ha dicho que escribe lejos de pirotecnias y artificios y esto lo podemos encontrar en su poema A modo de poética, ¿es así? A.D.C.: Sí. Hoy en día la poesía que se hace, y que además es lícito hacerlo, no cuida la rima. Se puede hacer lírica en forma de prosa y se pueden hacer grandes poemas de este modo. Lo que nunca puede faltarle a la poesía es el ritmo.

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C.B.: En su obra podemos encontrar una inclinación hacia el verso endecasílabo y por los sonetos… A.D.C.: Así es, el endecasílabo es una constante que se repite en mis versos…

C.B.: ¿Recuerda cómo recibió la noticia de quedar finalista del premio Adonais de poesía? A.D.C.: Sí, claro. Perfectamente, recuerdo que me lo dijo mi amigo, Agustín Yanel, que me habían llamado por teléfono. En aquel entonces no era como hoy en día que todos tenemos móvil y estamos localizados permanentemente. En aquel tiempo para contactar tenía que ser por el teléfono fijo y tampoco todo el mundo tenía. Si te llamaban a una hora podía que no estuvieras. Era difícil. Eso fue en el año 1984 con el libro Del verbo y la penumbra.

C.B.: ¿Qué queda del Antonio del Camino que fue accésit del Premio Adonais? ¿Se reconoce hoy en día? A.D.C.: La verdad es que reconozco mi voz desde Del verbo y la penumbra, aunque hoy en día no me gustan del todo. Unos años antes con el libro Segunda soledad, con el que recibí el Premio Rafael Morales, ya había algo bueno que salvaría, pero es con Del verbo y la penumbra desde que empiezo a reconocer mi voz.

C.B.: Vd. en su obra hace una referencia constante a la luz. ¿Qué es la luz para Antonio del Camino? A.D.C.: La luz es una metáfora socorrida, es una aspiración, un objetivo alcanzable. A parte confieso que me gusta madrugar para escribir, ver amanecer y ver la luz de la mañana.

C.B.: Quiero detenerme en dos de sus últimos libros: Para saber de mí y Paso a paso, la vida. En ellos la portada y los poemas llaman la atención del lec... A.D.C.: Las portadas son obra de Felipe Comendador y respecto al título del primero; se empeñó Paco Castaño en que tenía que ser este título. No me parece mal, pero ya había un título parecido de José Hierro, Cuanto sé de mí. La verdad es que es un libro en el que me desnudo ante todos y hago de la poesía una necesidad.

C.B.: En su poema Primer apunte dice: «los versos son huellas, voces y memoria del que va conmigo». A.D.C.: Mira, si te das cuenta, para un poeta sus versos, los versos son huellas de lo vivido. Es muy difícil para un joven sin experiencia vital, escribir, dejar huellas. La memoria necesita tiempo y desde la distancia del tiempo se tiende a escribir de otra manera más alejada y a la vez más lírica. «Somos consecuencia de las huellas / que el tiempo va dejando / nuestras voces / también serán huella».

C.B.: En su poema A modo de poética Vd. dice que escribir es pan, ser alimento que sacie las ganas de saber. A.D.C.: Eso es, es que para mí escribir es pan y lo necesito igual que necesito conocer; no puedo quedarme quieto, sin saber, cuando hay algo que desconozco. Lo necesito.

C.B.: También hace referencia a estas huellas en el poema Otra vez el otoño y dice que sus primeros versos los plagiaba de otros autores. A.D.C.: Claro, digo plagiados porque es normal, porque no hay experiencia vital y un joven al no tener experiencias necesita un referente, un modelo en el que fijarse, repetir y reproducir. «Donde la vida escribe paso a paso / los primeros poemas, tan plagados».

PASO A PASO, LA VIDA

“Pedro Tenorio dijo de él que domina todos los palos de la métrica, que escri

be con soltura y perfección cualquier

estrofa ;y de manera muy brillante los

sonetos”.

C.B.: Encontramos la figura de su padre en muchos versos. A.D.C.: Mi padre con quince años comenzó a trabajar de chapista, trabajaba con las manos. Recuerdo cuando se iba a trabajar. En su poema Las manos de mi padre dice: «dejó de ser niño a causa de la guerra» y sobre sus manos: «sé que viven conmigo». En el poema La del alba sería, recuerda cuando su padre se iba a trabajar y dice: «hoy la luz es otra y no hay corral ni higuera». También le dedica el poema Obras son amores.

C.B.: En su poema Las palabras que escribo dice: «son para los que me guardan y guardo». A.D.C.: Y así es, yo no escribo para ser famoso, para tener reconocimiento, para editar un libro. Escribo para aquellos que están cerca de mí. Primero escribo para mí y luego quiero compartirlo con los que están cerca de mí. Lorca decía «escribo para que me quieran». Y yo algo parecido, escribo para los que me quieren y yo quiero. Que me lee más gente, como tú y les gusta, pues yo encantado.

C.B.: Ya para terminar, solo una pregunta, ¿y al final la nada? A.D.C.: Yo no soy creyente y creo que es así, que al final la nada y el olvido. Hemos venido a esta vida, estamos de paso y hay que vivir el día a día porque paso a paso es nuestro camino, es el tránsito que realizamos. En su poema Tiempo dice que el tiempo nos arrastra hasta la nada y en el poema Pidamos la utopía: «Nos iremos de aquí con nuestra duda a cuestas, nos iremos sin nada».

Carmen Manzaneque es una mujer que a raíz del Premio Planeta de 2014 salta a los medios de comunicación quedando finalista en dicho premio con su primera novela Donde brotan las violetas.

C.B:¿Cómo recibió la noticia?, ¿cuál fue su reacción?, ¿cómo vivió la gala de entrega de los premios en Barcelona? C.M.: La noticia no la recibí directamente de Planeta, la encontré tres días antes de la gala buscando en internet quiénes eran los finalistas. Por supuesto no esperaba encontrarme entre ellos, era mi primera novela… ¡Cómo imaginar que iba a llegar hasta allí! Me volví loca, ese momento está en mi memoria como uno de los más emocionantes de mi vida. Ten en cuenta que yo, desde jovencita, había mantenido sujeto y oculto ese sueño de escribir -por diferentes circunstancias, cosas de la vida…- en fin, eso es otro capítulo. Por eso, siempre digo que lo de Planeta fue un sueño cumplido. La gala fue una experiencia increíble. Yo, ingenuamente, esperaba ese segundo milagro, ya puestos… te confieso que hasta me preparé unas palabras de agradecimiento. Me sentía como si me hubiera colado en una fiesta que no me correspondía. Escritores consagrados, periodistas, directores de cine, políticos… y allí estaba yo, junto a mi marido y mi hermano, que me acompañaron, disfrutando de aquel momento y por derecho propio. Fue muy bonito, sí, muy bonito.

C.B.: Vd. ha dicho que de pequeña leía poesía. ¿Recuerda cómo fue su primer acercamiento a la poesía? y ¿qué lectura o escritor/a le marcó? C.M.: Primero fueron las poesías que mi madre me recitaba. Entonces yo tendría tres o cuatro años. A partir de ahí, cuando aprendí a leer, todo mi afán era buscar en los libros del colegio de mis hermanos mayores esos pequeños poemas que, adornaban, a mi modo de ver, las lecciones de lengua. Todo me valía, no sé, de esas primeras lecturas no recuerdo los autores, luego, un poco más tarde, sí recuerdo por ejemplo un poema de Rubén Darío que me encantaba: “Margarita está linda la mar y el viento…” eso de niña, en la adolescencia fue Bécquer quien me enamoró.

C.B.: A Vd. le invitan muchas bibliotecas a presentar sus novelas. ¿Qué relación establece en estos encuentros con sus lectores? C.M.: El encuentro con los lectores es uno de los momentos más gratificantes para mí. Escucharles hablar de mis personajes, discutir sus reacciones, condenarles o justificarles como si fueran reales, hacen que sienta que el trabajo ha merecido la pena. Cuando creo un personaje le doy unas características que le hacen comportarse de una manera acorde a esa forma de ser, si al final el lector lo llega a sentir tan real, tan creíble, como para reír, llorar, vibrar con él, siento que he conseguido mi propósito.

C.B.: Vd. es una poeta a la que podemos ver invitada en múltiples encuentros de poesía y creo que nunca dice no, ¿qué es para Vd. la poesía? y ¿qué siente en estos encuentros? C.M.: La poesía me emociona. Es sentimiento puro, descarnado. Escuchar la poesía de otros me enriquece. Recitar la mía es un ejercicio de responsabilidad que me abruma, luego, si el ambiente es propicio, me libera y me hace sentir en paz con mis sentimientos.

C.B.: También la podemos ver de forma muy activa en las redes sociales y más concretamente en Facebook, donde Vd. recomienda lecturas de otros autores; un gesto que la honra y que no todos los escritores hacen. ¿Cuál es la última novela que está leyendo? y ¿qué recomendación nos haría? C.M.: Creo que cuando descubres una lectura que te gusta es deber del lector recomendarla para que los demás la disfruten. Ahora estoy leyendo “Loba negra” de Juan Gómez-Jurado. Después de leer su “Reina Roja” decidí seguirle. Me gusta mucho su estilo. Antes de esta he estado leyendo “La sonrisa etrusca” de José Luis Sampedro, una verdadera joya. Como ves son dos autores muy diferentes y, sin embargo, cada uno de ellos me ha hecho vibrar y me ha tenido enganchada a sus páginas hasta el final.

C.B.: Vd. ha dedicado el libro Donde brotan las violetas a sus abuelas y a la vez da voz a otras abuelas (estas en la residencia) y da voz al pasado. ¿qué debemos aprender de estas mujeres? y ¿qué tienen que contarnos del pasado?

C.M.: Siempre me ha fascinado escuchar a los mayores. Mis abuelas fueron un referente muy importante en mi vida. Ellas sembraron en mí, quizá sin saberlo, el germen del inconformismo, sin embargo, esa semilla

“El mundo está lleno de historias bellas,

de vidas complicadas, de pequeñas trage

dias, cuando rascas un poquito encuen

tras algo que merece la pena ser conta

do. ”.

DONDE BROTAN LAS VIOLETAS

no brotó hasta que no lo hicieron las violetas. Las vidas de Celeste, Manuela, Elena… cada uno de los personajes del libro, fueron para mí un escape, una manera de dar salida a esos sentimientos que percibí en aquellas mujeres que cuidaron mi niñez y me trasmitieron tanto desde su sencilla grandeza. Fueron mujeres muy fuertes dedicadas por completo a cuidar de su familia. A mí siempre me quedó la impresión, es algo mío muy personal, como una añoranza de saber qué hubieran podido hacer con otras oportunidades.

C.B.: Manuela y Celesta, Violeta y Elena son personajes que parecen de carne y hueso. ¿Qué tienen de reales? C.M.: Real, real, solo es Amelia. Ella está sacada de una persona muy querida y, aunque no cuento su vida, sí me apropié de su carácter para dárselo a mi personaje. El resto, aunque no son reales, podrían serlo. Ellas reencarnan a muchas mujeres que han sufrido esas mismas situaciones, yo me he limitado a darles vida en mi novela. Quizá Celeste, con su peculiaridad, sea la que se sale un poco de ese mundo real que he intentado recrear en la novela. Eso sí, reconozco que me ha gustado mucho meterme en la piel de Celeste.

C.B.: Su padre fue fotógrafo y Vd. lo ayudó en su adolescencia. ¿Cree que la mirada de un fotógrafo es especial? y ¿Vd. cómo utiliza esa mirada de fotógrafo para escribir? C.M.: La mirada del fotógrafo es de observación constante. Mi padre decía que el fotógrafo siempre debe llevar encima la cámara porque nunca sabes dónde puedes encontrar una buena foto. Y, por supuesto, esa costumbre de observar hace que a veces descubras cosas que con una mirada más ligera nunca apreciarías.

C.B.: Vd. también tiene otra novela, publicada este mismo año, Junio amaneció nublado, que es una novela durísima. ¿Le han dicho que produce emociones tales como la impotencia, que hacen al lector encogerse y llorar? C.M.: Soy consciente de que “Junio amaneció nublado” puede llegar a doler. Esa es la intención. Si lo he conseguido, perfecto. Es un tema que es necesario sentir con la intensidad con la que lo siente Marta, la protagonista, para poder empatizar con ella y entender la impotencia con la que vive la agresión del “escorpión”, el chantaje, la soledad. Es tan complicado… Y lo peor de todo es que esta realidad existe más de lo que se admite. La indefensión de la víctima hace que esta calle, que no levante la voz, y, paradójicamente eso le da más fuerza al agresor.

Alfredo J. Ramos nació en Talavera de la Reina en 1954, de familia gallega. Fue el primero de su familia que no nació en Galicia, aunque se siente gallego, sin dejar de ser talabricense, y ya a estas alturas, tras 45 años de residencia en la capital, sobre todo madrileño, de La Prospe por más señas. Se licenció en periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, ha sido colaborador en prensa y crítico teatral, divulgador literario, participó en la creación de las tres últimas grandes enciclopedias editadas en papel en España. AJR, licenciado en CC. de la Información, es poeta, editor, accésit del premio de poesía Adonáis, autor de un amplio número de guías de turismo y de cuatro antologías de textos literarios infantiles para educación primaria junto a su mujer, Sagrario Pinto, hombre activo en redes sociales (blogspot y Facebook), ha trabajado con las principales editoriales del país (Salvat, Anaya, Espasa, Edelvives, Bruño, Alianza, Santillana, Vicens Vives).

ESQUINAS DEL DESTIERRO

C.B.: ¿Recuerda cómo le informaron que había obtenido un accésit del Adonáis en 1975? A.J.R.: Fue de un modo curioso. Aunque sé que me mandaron el habitual telegrama, el caso es que nunca llegó a mi poder. Me enteré al día siguiente de la concesión, en el Colegio Mayor San Juan Evangelista de Madrid, donde residía. Un amigo vino corriendo a despertarme por la mañana, con el diario Ya en la mano, abierto por la página donde aparecía la noticia de la concesión del Adonáis y los accésits. Así me enteré. Lo curioso es que el principal premiado de ese año fue Ángel Sánchez Pascual, que también era residente del mismo colegio mayor, el famoso Johnny. No creo que, en la larga historia del Adonáis, se haya repetido el hecho de que dos premiados vivieran bajo el mismo techo. Y el caso es que Ángel y yo no nos conocíamos, aunque a raíz del premio entramos en contacto e incluso organizamos de forma conjunta un Aula de Poesía en el San Juan.

C.B.: Vd. es una persona que ha manifestado no tener una obsesión por publicar poesía, de hecho, lleva décadas sin publicar un libro de poemas, pero recientemente ha editado junto a su amigo Antonio del Camino Mudanza y vuelo, un libro de poemas escrito a dos voces o dos manos. ¿Cómo surgió la idea? A.J.R.: Fue una propuesta que el escritor Hilario Barrero, nuestro editor neoyorkino, le hizo a Antonio para componer un libro de sonetos mano a mano. Antonio y yo lo hablamos, él me envió una selección de sus sonetos, por temas, yo hice una selección de los míos, armé un diálogo buscando afinidades y asuntos o imágenes compartidas y, entre idas y venidas, y siempre con Antonio como laborioso y eficaz maquetista, fuimos organizando el libro (más bien, una plaquette). El título fue decidido, y creo que con gran olfato, por Hilario Barrero, que con Jesús Nariño, es el valiente editor de esa artesana y casi heroica colección que son los «Cuadernos de Humo». Además, el profesor Ángel Ballesteros, nos prestó su bendición con un generoso prólogo.

C.B.: En este libro hay un soneto suyo titulado Non serviam, el cual comienza diciendo que «el soneto es un refugio de cobardes» para terminar aclarando que no lo es, siempre y cuando «en él, queme la lumbre en la que uno arde». Ud. hace metaliteratura en este poema; en otros, habla del oficio de poeta, del arte de escribir. ¿A Vd. que le da el escribir? A.J.R.: Ese soneto es uno de una serie en apariencia “contra el soneto”, de ahí el título de Non serviam, que es la frase que dice Luzbel, el ángel rebelde. El verso que parafraseas tienen algo de truco, pues lo que dice, mediante un intencionado encabalgamiento, es que el soneto es «refugio de cobardes / palabras que no logran estar vivas…», de modo que no es tanto la actitud del poeta como la caída del poema (de las palabras) lo que se tacha de cobardía. En todo caso, sí es escritura sobre la escritura, metaliteratura; algo que me parece un rasgo distintivo e insoslayable de la poesía contemporánea. Tiene que ver con la conciencia del lenguaje, una perspectiva o posición que la poesía, no sólo no debe olvidar, sino que acaso constituya su principal tarea: darle a las palabras el valor que tienen por sí mismas, sin coartadas, sin otras “utilidades”. A veces parece que puede ser algo alambicado, pedante o incluso frívolo; por ejemplo, si se mira desde la perspectiva social. Pero es algo esencial y para mí constituye la clave de la experiencia poética. Precisamente, lo que me da el escribir es eso: palabras, nombres exactos para todas las cosas.

C.B.: ¿Qué le permiten las redes sociales para poder editar cada día? A.J.R.: Pues eso: poder editar cada día, publicar sin casi intermediarios, dar salida a ocurrencias o reflexiones, cauce a proyectos, un campo de pruebas inmediato para experiencias muy particulares. Internet es fantástico, un verdadero sueño cumplido de la tecnología de la información y del espíritu enciclopedista, el nuevo tam-tam global y la nueva imprenta. Ahora bien, las redes sociales multiplican hasta el infinito algunos de los problemas de la comunicación: la falta de contexto, los malentendidos, la multiplicación de la basura... Creo que estamos más interconectados que nunca, pero eso no siempre significa una buena comunicación. Es un tema complejo. Y una cuestión palpitante.

C.B.: Los palíndromos, ¿son una obsesión en su vida? A.J.R.: Sí, aunque va por rachas. Recuerdo que una vez Luis Eduardo Aute, gran amante de los bumeranes y otros juegos verbales, nos decía a un grupo de amigos que le resultaba cada vez más difícil leer un texto sin “buscarle las vueltas”, sin leerlo al revés. A mí la palindromía, y en general el uso lúdico del lenguaje, hace tiempo que me fascina y es un interés permanente. En cierto modo, es una extensión lógica de la atención a la conciencia del lenguaje de la que hablaba antes. Sin menospre

ciar, sino todo lo contrario, los aspectos puramente divertidos: el placer de jugar. Por eso a veces, más que como poeta, me gusta definirme como “ludópata verbal”, en el sentido no letal de esa enfermedad.

C.B.: Consiguió un accésit del premio Adonais de poesía con su libro Esquinas del destierro en 1976. ¿Qué queda del Alfredo J. Ramos poeta de aquel año?, ¿cómo ha evolucionado? A.J.R.: Permanece, creo, el “animal de fondo”; quiero decir, el mismo ser que en aquellos momentos asistía, entre animoso y perplejo, a un mundo tan apasionante como complicado y finalmente fascinante y trágico. Creo que, si bien la vida me ha ido desvelando un cúmulo de realidades que son de difícil aceptación y carentes en el fondo de sentido, aún no he perdido ni el entusiasmo ni cierta capacidad de rebeldía. Como dice un verso de Dylan Thomas, me resisto a «entrar dócilmente en esa buena noche». Aunque todo depende cada vez más del humor, del estado anímico, de cada día. Que la lucidez –o lo que considero como tal–no me prive de la alegría es mi mayor reto. Y en cuanto a lo de cómo he evolucionado o cómo he llegado hasta mi estado actual…, se me ocurre contestar con una broma: degenerando, amigo, degenerando.

C.B.: Vd. tiene un blog titulado La posada del sol de medianoche que toma su nombre de su poemario El sol de medianoche, con el que obtuvo el premio internacional de poesía de Castilla-La Mancha. Desde entonces, la mayor parte de su creación lírica permanece inédita, ¿por qué? A.J.R.: La verdadera razón sólo estoy dispuesto a confesarla en presencia de mi abogado, ja, ja... No, en serio, aunque es probable que en el trasfondo de esa renuencia haya motivos psicoanalizables y hasta inanes, lo cierto es que no he publicado más porque no he encontrado ninguna forma razonable, accesible y gustosa de hacerlo. Y en parte porque la necesidad de ver cosas mías y mi nombre impreso la he resuelto con abundancia por otros medios. Bien como autor, editor, redactor, coordinador y a menudo con una mezcla de todos esos papeles, he participado en la edición de unas 350 obras. De modo que el “temblorcillo” estimulante de esperar la aparición de algo publicado la he mantenido “sin solución de continuidad” durante todo este tiempo. En todo caso, nunca he dejado de escribir y aspiro a que mi obra de creación inédita deje de serlo en los próximos años. Veremos.

C.B.: La poesía traducida de otros idiomas, obviamente, pierde la rima, pero el ritmo… ¿qué tiene que tener un poema para no perder el ritmo? A.J.R.: La (buena) traducción es una herramienta imprescindible, decisiva para el desarrollo cultural, y algo básico para la poesía. Los aspectos rítmicos, musicales, son en efecto algo consustancial al ser del poema; la rima tiene también su importancia, pero puede ser una sima. En las traducciones de poesía, intentar mantener una y otra es muy difícil, incluso imposible, pero en ocasiones se prescinde con demasiada facilidad de los aspectos formales en aras del salvar el supuesto “sentido”. No es del todo descabellada esa broma que afirma que la poesía es, precisamente, lo que se pierde en la traducción (lost in traslation). En todo caso, creo que traducir poesía exige que el traductor sea poeta. Y de hecho, todo buen traductor de poesía, haya destacado en su idioma propio como poeta o no, se plantea su tarea como un reto poético. Es un asunto tan complejo como apasionante.

C.B.: En su faceta de autor de guías de turismo, ¿qué recuerda que le llamara más la atención descubrir… un monumento, un paisaje, una calle?, ¿dónde? A.J.R.: He tenido grandes satisfacciones de ese tipo en mis viajes de campo, que me han llevado a recorrer a fondo muchas zonas de España. Eso es lo que hace tan gratificante ese trabajo, por otro lado muy exigente y algo latoso desde el punto de vista de la escritura. Una de las experiencias de las que guardo mejor recuerdo es el descubrimiento de las ruinas del monasterio cisterciense de la Granja de Moreruela, en la provincia de Zamora, al atardecer, en solitario y después de salvar algunas barreras complicadas.

C.B.: En su faceta de editor, ¿ha editado a un autor desconocido, ya sea de narrativa o poesía, por el que apostó y que el tiempo le dio la razón? A.J.R.: Mi tarea como editor, salvo alguna pequeña excepción, ha estado orientada a obras de divulgación y conocimiento. En ese sentido, mi participación en la Colección Temas Clave, que tuvo gran resonancia en su momento, fue una escuela privilegiada y me permitió entrar en contacto con autores muy destacados. Por otro lado, en «La Troje», que fue una experiencia editorial colectiva modesta pero interesante, comenzaron a publicar sus obras autores que después han seguido escribiendo y publicando con normalidad: Antonio del Camino, Ervigio Díaz Marrero, Antonio Rubio, Sagrario Pinto… Creo que todos ellos, aunque lejos de los grandes focos, han sido “apuestas ganadoras”.

C.B.: Como editor, ¿qué obra espera que le llegue y aún no ha recibido? A.J.R.: Me encantaría —aunque muy por encima de mis posibilidades, en todos los sentidos— ser el editor de los papeles inéditos de Rafael Sánchez Ferlosio. Al parecer, unas 200.000 páginas manuscritas. Un tesoro capaz de competir, en extensión y acaso en calidad, con el famoso baúl de Pessoa.

C.B.: Vd. ha trabajado con grandes editoriales del país: Vicens Vives, Edelvives, Anaya, Espasa, Salvat, pero hay una, Letraclara, ¿para Vd. qué es Letraclara? A.J.R.: Letraclara Editor es una pequeña empresa de servicios editoriales; la creamos Sagrario Pinto y yo cuando tuve que contratar a un equipo de colaboradores para la actualización definitiva de la Enciclopedia Universal Espasa, un proyecto cuya complejidad exigía una mínima estructura empresarial para llevarla a cabo de forma adecuada, sobre todo desde el punto de vista administrativo y fiscal. Después fue el cauce para nuestras actividades como editores free-lance. Alguna vez hemos fantaseado con convertirla en un sello editorial. Pero no corren buenos tiempos para… la edición.

C.B.: También tiene publicadas varias antologías de textos infantiles junto a su mujer, la escritora Sagrario Pinto, para la editorial Edelvives. ¿Cómo fue esa aventura? A.J.R.: Divertida, exigente, complicada, y sometida, como ya todo en todas partes, a una desmesurada celeridad. Pero fue un trabajo, mezcla de creatividad y pesquisa, en el que tuvimos gran comprensión y apoyo por parte de las editoras y un trato exquisito por parte de la firma. De hecho, seguimos colaborando con ella y Sagrario ha publicado varias de sus últimas obras en sus colecciones.

C.B.: Tiene publicados dos ensayos: uno sobre Don Quijote y otro sobre El lazarillo. Para Vd., ¿qué tiene El Quijote que le hace una obra única? Se puede decir que las claves de El Quijote son: el narrador, la intención inicial, la originalidad, el uso de diversos registros, el dominio de todos los géneros hasta la fecha de su publicación, la importancia de los diálogos, el empleo del humor… ¿Qué más tiene? A.J.R.: El Quijote, en efecto, tiene todo eso que dices y, sobre todo, una nueva concepción de la capacidad creativa del ingenio humano para contar una historia. Y, en sentido estricto, una gran humanidad: puede que sea, en este sentido, el mayor logro literario del humanismo renacentista, la culminación literaria de esa nueva mirada sobre el mundo que empezó a fraguarse desde mediados del siglo XV y a la que el pensamiento, la creatividad y al arte barroco español aportaron una impronta decisiva. Es una obra inagotable. Y, junto con el Lazarillo, marca el verdadero inicio de la novela moderna: por primera vez los personajes de una historia de ficción están “vivos”, cambian y evolucionan en función de lo que les ocurre.

C.B.: En su último libro hay poemas que hablan de amor, del oficio del poeta, de la poesía, la aceptación y comprensión de la propia muerte, del desencuentro amoroso, de la brevedad de la vida o paso del tiempo, de la soledad, del silencio. ¿Qué poemas le gustaría que nuestros lectores conocieran de Vd? ¿Y por qué? A.J.R.: Mis (S)obras completas, estaría bien. No, en serio: todas las semanas publico algún nuevo poema en mi blog; quienes tengan curiosidad pueden acercarse y elegir. El lector decide, elige y, de hecho, completa el poema: que sólo se cumple en la lectura. Pero si hay que elegir uno…

La rosa

Escribe lo que creas oportuno sin pensar que este o aquel van a leerte. Vana es la presunción. Sólo la muerte espera de verdad. Sin miedo alguno

al qué dirán —ya sabes, esa antigua rémora vil que todo lo corroe con su diente cobarde—, tú, con Poe, mantén firme la duda que atestigua

la llama vigilante: tu conciencia. Y, a trasmano del mundo, no te apures si vuelve a florecer la indiferencia.

La luz es siempre un don. Y hasta la rosa, que tanto brillo alcanza en los albures de su aurora feliz, se calla en prosa.

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