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La frustrada revolución del treinta
crea dificultades más graves, corremos el peligro de que las buenas relaciones de dos pueblos amigos se rompan, porque mi gobierno no aceptará, ni tolerara, ni permitirá otra intervención norteamericana en Cuba.”12
En medio de las intensas gestiones conciliatorias del enviado diplomático de Estados Unidos, estalló una huelga general unos días después, reprimida brutalmente por Machado. A pesar de ello, las protestas populares culminaron con la caída del dictador, después que el ejército, presionado por Welles, le retirara su apoyo el día 12 de agosto de 1933.13
La frustrada revolución del treinta
Tras la huida de Machado y sus principales personeros -cuyas propiedades fueron saqueadas por turbas que también ajusticiaban a conocidos represores-, buques de guerra norteamericanos se presentaron en la bahía de La Habana. A duras penas se establecía un débil gobierno, conformado a toda velocidad por los participantes en la mediación entre el régimen defenestrado y una parte de la oposición, que quedó encabezado por Carlos Manuel de Céspedes, hijo del Padre de la Patria, tras el fracasado intento de dejar en el poder al jefe del ejército, general Alberto Herrera.
Pero el mandato de Céspedes, que contaba con el respaldo de Estados Unidos, la oligarquía y los políticos que habían participado en la mediación de Sumner Welles, no llegó al mes, pues fue derrocado el 4 de septiembre de 1933 por los sargentos, cabos y alistados encabezados por Fulgencio Batista, quedando atrás el breve “intermezzo wellesiano” como lo bautizara Carlos Rafael Rodríguez.14 La sublevación militar de Columbia, la principal fortaleza militar del país, enfilada inicialmente a simples demandas castrenses, fue aprovechada por algunos sectores revolucionarios, entre ellos los estudiantes del DEU, descontentos con la injerencia norteamericana y la continuación del machadato sin Machado, para deponer al presidente Céspedes.
El inoperante gobierno colegiado que le sucedió -la Pentarquíaapenas duró unos días, pues se disolvió después de que uno de sus integrantes, Sergio Carbó, de manera inconsulta, designara al sargento Batista como jefe del ejército, con el grado de coronel, ante el desacato
12 Citado por Jorge Renato Ibarra Guitart: La mediación del 33, ocaso del machadato, La Habana, Editroial de Ciencias Sociales, 1999, pp. 50-51. 13 Los detalles en Rolando Rodríguez: Rebelión en la República. Auge y caída de Gerardo Machado, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 2013, dos tomos. 14 Carlos Rafael Rodríguez: “La misión Welles”, loc. cit., tomo I, p. 213.
de la vieja oficialidad a aceptar el nuevo orden. Por la misma razón, todos los jefes y mandos del ejército, muchos de ellos desprestigiados por su apoyo a la dictadura de Machado, fueron sustituidos por sargentos, cabos y soldados.
En lugar de la efímera Pentarquía ocupó la presidencia, desde el 10 de septiembre de 1933, el prestigioso profesor universitario Ramón Grau San Martín, quien en su toma de posesión se negó a jurar la restablecida carta magna de 1901 en rechazo a la Enmienda Platt. En su gabinete, auto titulado Gobierno Revolucionario, actuaba un ala antimperialista, encabezada por el ministro de gobernación Antonio Guiteras, impulsor de medidas nacionalistas y de corte social.
Entre las disposiciones de este sector de izquierda, que el presidente Grau refrendó, merecen destacarse la jornada laboral de ocho horas, el reconocimiento de la sindicalización, la autonomía universitaria, la ley de nacionalización de trabajo, y la convocatoria de una constituyente para mayo de 1934. Entre los decretos estaba también la suspensión del pago al Chase National Bank y la rebaja de las tarifas eléctricas, que llevó a la intervención por el gobierno de la Electric Bond and Share Company, así como el derecho de tanteo en los remates de las grandes propiedades agrícolas. También hay que anotar en su haber una política exterior independiente, como demostró la postura anti-intervencionista de la delegación cubana, encabezada por Carlos Prío Socarrás, en la Conferencia Panamericana de Montevideo en diciembre de 1933.15
Combatido por la oligarquía y los Estados Unidos -que no otorgó su reconocimiento diplomático y mantuvo la Isla rodeada con sus barcos de guerra- e incomprendido por el Partido Comunista y otras fuerzas de izquierda, el Gobierno Revolucionario de Grau no logró consolidarse. A esta falta de sintonía contribuyó en forma decisiva, en opinión de la historiadora Caridad Massón, las orientaciones de la Internacional Comunista de Moscú, pues “Durante la etapa comprendida entre las huelgas de agosto del 33 y marzo del 35 […] desempeñaron un rol preponderante en las valoraciones negativas que hacia el Gobierno de los Cien Días se pusieron de manifiesto, al concluir que aquel gobierno tenía un carácter burgués-terrateniente y proimperialista e impulsar la consigna extrapolada de la toma del poder a través de los soviets. De ambas se derivó la orientación de no concertar ningún tipo de acuerdo con el régimen, ni siquiera con su vertiente nacionalista más revolucionaria.”16
15 Véase Oscar Zanetti: Historia mínima de Cuba, op. cit., pp. 230-237. 16 Caridad Massón Sena: “Comunismo y nacionalismo: una relación conflictiva durante la revolución del 30”, en Comunismo, socialismo y nacionalismo en Cuba (1920-1958). Compilación de Caridad Massón Sena, La Habana, Instituto Cubano de Invstigación Cultural Juan Marinello, 2013, pp. 134 y 135. La postura del Partido Comunista se