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El “quinquenio gris” La constitución de 1976 y la efímera distensión con Estados Unidos
operaciones de cultivo y la mayor parte del transporte durante la zafra. El creciente índice de mecanización posibilitó un considerable ahorro de fuerza de trabajo en la cosecha, en el cual el número de trabajadores manuales descendería hasta poco menos de 60 000 en la campaña de 1990”.365 El propio Zanetti ha calificado a la década del ochenta como “[...] la etapa de mayor expansión en la historia de la economía azucarera cubana.”366
Por otra parte, en este mismo periodo, como parte del proceso de institucionalización del país, fueron fortalecidas las organizaciones de masas, como la FEU, y creada una nueva, la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media (FEEM), en diciembre de 1970. Además, se restablecía e incrementaba el flujo de asesores soviéticos hacia la Isla y volvían los becarios cubanos a la URSS y otros países socialistas de Europa, de donde habían sido retirados en la segunda mitad de los sesenta.
Desde los mismos inicios de la década del setenta se desarrolló una oleada constructiva sin precedentes en todo el país. Ante la falta de suficientes albañiles y obreros especializados se organizaron las llamadas “microbrigadas”, integradas por algunos trabajadores de los centros productivos y de servicios que se dedicaron a tiempo completo a la edificación de sus propias viviendas, así como de diferentes obras sociales. Al mismo tiempo, se tendieron nuevas autopistas, como la de circunvalación de La Habana y la “ocho vías”, para enlazar la capital con las demás provincias del país.
También se levantaron hoteles, restoranes, parques -como el Lenin, en las afueras de la capital, con zoológico, acuario, jardín botánico, rodeo, parque de diversiones, piscinas, salón de exposiciones, anfiteatro y otras instalaciones-, nuevas fábricas, termoeléctricas, centros de investigación, universidades, escuelas especiales y obras diversas de beneficio social. Un plan singular fue el de la construcción de casas para los “médicos de la familia” con sus consultorios adjuntos, destinados a que muchos de estos profesionales pudieran vivir en los propios barrios, para la atención directa a la población.
El “quinquenio gris”
El notable crecimiento económico vino acompañado de una amplia reproducción del modelo soviético de socialismo en casi todas las esferas de la vida del país, en algunos casos con sus negativas secuelas de dogmatismo e intolerancia hacia todas las creencias religiosas, la
365 Zanetti: Esplendor y decadencia del azúcar en las Antillas Hispanas, op. cit., p. 400. 366 Ibid., p. 398.
homosexualidad, catalogada de patología, y de algunas de las actividades artísticas, consideradas elitistas. Al parecer, las primeras señales en esta última dirección se vislumbraron en 1968 con la sustitución de Jesús Díaz al frente de la revista cultural Caimán Barbudo, fundada dos años antes, por el dirigente de la UJC Félix Sautié, quien en el primer editorial de esta misma publicación ya a su cargo había considerado que “La expresión trabajadores intelectuales o jóvenes intelectuales reduce y enmarca el campo de la actividad cultural a un estrecho comportamiento, [...] lo desvincula de la práctica, la aleja de la Revolución.”367
Esa política discriminatoria, enfilada también contra el espíritu crítico, fue instaurada oficialmente a partir de la celebración del I Congreso Nacional de Educación y Cultura, inaugurado el 23 de abril de 1971. Para aplicar sus acuerdos, Luis Pavón, hasta entonces segundo jefe de la Dirección Política de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y director de la revista Verde Olivo, fue designado presidente del Consejo Nacional de Cultura.
A Pavón se le atribuían los artículos aparecidos con anterioridad, desde noviembre de 1968, en la revista Verde Olivo, enfilados contra algunos escritores cubanos como Guillermo Cabrera Infante -radicado en Inglaterra desde mediados de la década anterior-, Antón Arrufat y Heberto Padilla. Este último, que había sido corresponsal de Prensa Latina hasta 1965 y obtenido el Premio UNEAC tres años después con su poemario de cierto tono antisoviético Fuera de Juego, fue arrestado en marzo de 1971, unos días antes de la inauguración del mencionado Congreso Nacional de Educación y Cultura, acusado de actividades contrarrevolucionarias. En esos mismos días, el diplomático y escritor chileno Jorge Edwards, quien estaba en La Habana encargado de abrir la sede de la embajada de su país, era declarado persona non grata por inmiscuirse en asuntos internos del país.
Estos acontecimientos desataron una intensa campaña internacional contra la Revolución Cubana, iniciada el 9 de abril de 1971, con la publicación en el periódico francés Le Monde de una carta pública de 34 intelectuales occidentales opuestos a estas decisiones del gobierno de la Isla y que siguió desarrollándose después de la autocrítica de Padilla en una sesión de la UNEAC el 17 de ese mismo mes, tras ser liberado de su breve encarcelamiento. Este fue el contexto de la ruptura de algunos intelectuales que hasta entonces habían apoyado a la Revolución Cubana, aunque siempre habían sido muy críticos del socialismo soviético y que
367 Editorial de El Caiman Barbudo, La Habana, época II, no 18, [enero], 1968. Citado por Rodríguez Rivera, op. cit., 151.
aprovechaban la oportunidad para expresar su rechazo al acercamiento de Cuba a la URSS.
El escritor cubano Ambrosio Fornet, en alusión a algunas de las dañinas consecuencias derivadas del I Congreso Nacional de Educación y Cultura, calificó a esos primeros años de la década del setenta, en que la política cultural se apartó de la proclamada en 1961, como el “quinquenio gris”, aunque otros la denominaron “La década oscura”, por la pobreza de la producción literaria publicada y la prolongación de las medidas excluyentes contra algunos intelectuales y artistas. 368 Para este autor: “A juzgar por sus acciones, el pavonato fue eso justamente: un intento de disputarles el poder, o mejor dicho, de despojar del poder a aquellos grupos que hasta entonces habían impuesto su predominio en el campo de la cultura y que por lo visto no eran, salvo excepciones, políticamente confiables. Únicamente se salvaron -aunque con facultades bastante reducidas- los que pertenecían a instituciones autónomas encabezadas por figuras prestigiosas, como los casos ya citados de la Casa de las Américas y el ICAIC.” 369
Estas dos significativas instituciones creadas en 1959, eran dirigidas desde entonces por dos figuras históricas de la Revolución: Haydeé Santamaría y Alfredo Guevara. También el comandante Manuel Piñeiro, desde la jefatura del Departamento América del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, surgido a mediados de los setenta, ofreció su respaldo a algunos cientistas sociales que habían salido del disuelto Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana, en particular en el Centro de Estudios de América (1978-1996). Según la conocida tesis de Fornet, esa nefasta etapa fue cerrada con la creación en 1976 del Ministerio de Cultura, puesto bajo la dirección de Armando Hart,370 que ya había sido sustituido en la secretaría de organización del Partido Comunista por Jesús Montané.
En un estudio sobre el mismo tema del llamado “quinquenio gris”, que sin duda representó un desacertado paréntesis en la política cultural de la Revolución Cubana, Jorge Fornet advirtió en un libro de su autoría que en las conclusiones del I Congreso Nacional de Educación y Cultura del 30 de abril de 1971: “Especialmente virulenta fue la impugnación de las creencias religiosas y, sobre todo, la institucionalización de la homofobia [...]”, pues en el fondo “Se estaba fraguando, en cambio, toda
368 Guillermo Rodríguez Rivera, op. cit., p. 18. 369 Ibid., p. 394. 370 Ambrosio Fornet, op. cit., p.379 y ss.
una estrategia vinculada a las cuestiones ideológicas y culturales, así como un reposicionamiento geopolítico.” 371
De la crítica al modelo soviético, en boga en la segunda mitad de los sesenta, se pasó a un desenfrenado afán mimético de aquel sistema, al extremo de llegarse a copiar hasta cierta terminología rusa en el vocabulario administrativo y académico. Como bien ha escrito Guillermo Rodríguez Rivera: “La dogmatizante política del Quinquenio abarcó no sólo el marco de la cultura artística y literaria, sino todas las esferas de la ideología nacional.” 372 Prueba de ello es que simultáneamente se impulsaron nuevos planes de estudio y de enseñanza más rígidos -que incluían asignaturas como Ateísmo, Comunismo Científico, Historia del Movimiento Obrero y Comunista y otras, calcados de las metodologías, programas y valores de la pedagogía soviética, adoptados en forma acrítica por el Ministerio de Educación y el recién creado para la Educación Superior (1976).
Como comentó Fernando Martínez: “A partir de la implantación del sistema dogmático, la filosofía soviética comprendía siete especialidades. Una de ellas era el llamado Ateísmo Científico […] fue introducido en las universidades como parte de una rígida campaña de adoctrinamiento en la educación, los medios de comunicación, el PCC y otros sectores. Se formaron profesores de ateísmo, se publicaban divulgaciones y se llegó a estimar que ser creyente religioso era un demérito político y un indicador de potencial desafección a la Revolución”.373 Esta concepción predominante condujo a considerar a las creencias religiosas como rémoras de un pasado capitalista que debía ser superado.
A pesar de ello, bajo la directa influencia de Fidel Castro, desde los años ochenta se fue abandonando el ateísmo y suprimido esta materia en la enseñanza, mientras se iba produciendo una paulatina colaboración entre las iglesias, incluida la católica, y el Estado socialista cubano. Después de la desaparición del muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética, se restableció oficialmente el laicismo en la constitución nacional, en un proceso paralelo a la recuperación lenta, pero sostenida, de la religiosidad en la población cubana.
En el contexto marcado por la sovietización, la carrera de Sociología fue cerrada, pues se entendía que sus contenidos correspondían a la Filosofía Marxista-Leninista, cuya licenciatura se abrió por primera vez. Como signo de los tiempos que corrían, la revista Pensamiento Crítico, que daba espacio “[...] a las más disímiles tendencias y a nombres que escapan
371 Jorge Fornet: El 71. Anatomía de una crisis, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 2013, p. 173. 372 Rodríguez Rivera, op. cit., p. 230. 373 Luis Suárez Salazar: “Entrevista a Fernando Martínez Heredia”, loc. cit., p.91.
a la ortodoxia soviética”,374 dejó de publicarse -casi al mismo tiempo fue disuelto, en noviembre de 1971, el Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana que la cobijaba-, pues su último número salió en junio de ese año. Para su director: “Fue inevitable que muchos relacionaran de un modo u otro el cierre de Pensamiento Crítico con el acercamiento que por aquellos años se produjo en las relaciones entre Cuba y la URSS.”375 Poco tiempo después reapareció Cuba Socialista. 376
La constitución de 1976 y la efímera distensión con Estados Unidos
La institucionalización de la Revolución se formalizó a partir del I Congreso del Partido Comunista celebrado en diciembre de 1975, que “[...] se ajustaba ahora al patrón típico de dichas instituciones en los países de la Europa socialista”.377 En ese cónclave fueron incorporados al Buró Político antiguos dirigentes del PSP, como Blas Roca, Carlos Rafael Rodríguez y Arnaldo Milian, junto a los comandantes del Ejército Rebelde Pedro Miret y José Ramón Machado Ventura, este último encargado posteriormente de la secretaría de organización.
Después de la aprobación por el voto popular masivo -95,7% del electorado-, en un referéndum celebrado el 15 de febrero de 1976, fue puesta en vigor una nueva constitución de carácter socialista. A renglón seguido, el 5 de julio de 1976, se adoptó otra división político administrativa del país -la Isla pasó de seis a catorce provincias- y fueron elegidos entre octubre y noviembre de ese año representantes a los gobiernos municipal, provincial y nacional, por primera vez desde el triunfo de la Revolución.
La culminación de este proceso de institucionalización se alcanzó con la inauguración, el 2 de diciembre de 1976, de la Asamblea Nacional del Poder Popular, donde el comandante Fidel Castro resultó elegido presidente del recién creado Consejo de Estado y de Ministros -a diferencia de otros países socialistas y siguiendo la tradición americana se unificaba en un solo cargo la jefatura del Estado y el gobierno-, posición para la cual fue ratificado en cinco elecciones posteriores. Al frente de la Asamblea Nacional quedaron Blas Roca, ex secretario general del desaparecido Partido Socialista Popular (Comunista), quien había presidido
374 Ibid, p. 255. 375 Luis Suárez Salazar: “Entrevista a Fernando Martínez Heredia”, loc. cit., p.88. 376 Mas detalles en Fernando Martínez Heredia: “Conversación sobre los años sesenta”, en A viva voz, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 2007 y “A cuarenta años de Pensamiento Crítico”, en La crítica en tiempos de Revolución, Santiago de Cuba, Editorial Oriente, 2007. 377 Oscar Zanetti: Historia mínima de Cuba, op. cit., p. 300. Véase también el análisis de Antoni Kapcia, op. cit., p. 166.
la comisión que redactó la nueva carta magna, y como vicepresidente Raúl Roa García. El conocido Canciller de la Dignidad, que antes del triunfo de la Revolución había sido muy crítico de la Unión Soviética, fue remplazado en el Ministerio de Relaciones Exteriores por Isidoro Malmierca Peoli, que procedía del PSP.378
El férreo bloqueo norteamericano a Cuba fue fugazmente atenuado durante el gobierno de James E. Carter (1977-1981), aunque en realidad los primeros pasos en esta dirección se habían iniciado en las postrimerías de la administración Nixon y, sobre todo, en el interregno de Gerald Ford (1974-1977), quien autorizó ciertas modificaciones, entre otras la autorización para que empresas subsidiarias de Estados Unidos en terceros países hicieran negocios con la isla. Luego fueron estableciéndose contactos oficiales entre los gobiernos de La Habana y Washington.
En marzo de 1977 se levantó la prohibición para que ciudadanos estadounidenses viajaran a Cuba, en abril fue firmado un convenio pesquero entre las dos naciones y en junio se acordó la apertura de sendas oficinas de intereses. Con anterioridad, se había logrado un acuerdo para impedir los secuestros de aviones (febrero de 1973), el que el gobierno cubano abandonó por el mencionado criminal ataque terrorista contra un avión en Barbados. En julio de 1975 Estados Unidos votó en la OEA por el levantamiento de sanciones contra la Isla. En este ambiente, Cuba logró restablecer relaciones diplomáticas con la mayoría de las naciones del continente.
Como parte de esta limitada distensión entre La Habana y Washington, el gobierno de la Isla puso en libertad a más de tres mil presos contrarrevolucionarios, reduciéndose la población penal de este tipo a unos pocos centenares de terroristas, de los cuales en 1987 sólo quedaban en las cárceles apenas varias decenas. Como ha señalado Arboleya: “De hecho, hasta 1979, se desarrolló un clima que apuntaba a la normalización, a pesar de que el tema de los derechos humanos, los vínculos de Cuba con la URSS y el apoyo cubano a los gobiernos de Etiopia y Angola, fueron causa de frecuentes conflictos.”379
Además, el prestigio ganado por Cuba en la arena internacional le permitió presidir en 1979 el Movimiento de los Países No Alineados (NOAL), del que era fundador, pues nunca se incorporó al Pacto militar de Varsovia, a pesar de que se habían reconstruido a plenitud las relaciones con la Unión Soviética y los demás países socialistas. Pero el
378 Estos cambios estaban en consonancia con el ascenso en las esferas de poder estatal y partidista de otros antiguos dirigentes del PSP, además de Roca y Malmierca, pueden mencionarse a Antonio Pérez Herrero, Jorge Risquet, Arnaldo Milian, Raúl García Peláez, Raúl Valdés Vivó y Carlos Rafael Rodríguez. Kapcia, op. cit., p. 136. 379 Arboleya, op. cit., p. 171.
respaldo cubano a la intervención soviética en Afganistán en 1980 tuvo un costo político, pues limitó las posibilidades cubanas de mayor acción en la arena internacional al frente de los no alineados.
En todos estos años el gobierno cubano siguió, como ya se ha mencionado, actuando de manera independiente en apoyo de los movimientos armados de liberación nacional. Muestra de ello fue el respaldo a los combatientes revolucionarios nicaragüenses, contribuyendo en forma decisiva al triunfo de la revolución sandinista en Nicaragua en 1979. También Cuba dio su espaldarazo al gobierno de Maurice Bishop, a las guerrillas de El Salvador y Guatemala y al avance de las luchas revolucionarias en África.
Entre otros acontecimientos significativos de esta etapa figuran el inicio de las conversaciones del gobierno cubano con la emigración de Miami (noviembre de 1978) -que permitieron por primera vez las visitas masivas de familiares a Cuba procedentes de Estados Unidos- y los sucesos de la embajada del Perú, que fue ocupada en abril de 1980 por cientos de personas que deseaban abandonar el país. En respuesta, Fidel Castro dispuso la apertura del puerto de Mariel, por donde se embarcaron hacia La Florida más de ciento veinte mil emigrantes en unas pocas semanas.
Las salidas, autorizadas en forma unilateral por Cuba, pusieron otra vez en jaque las relaciones con Estados Unidos. En este plano, los resultados fueron los acuerdos de 1984, para reabrir la entrada legal, que llevó a Estados Unidos hasta 1990 poco más de siete mil personas, mientras las salidas clandestinas llegaron a los niveles más bajos de todo el periodo de la Revolución: solo unos mil emigrantes en el quinquenio.380
El recrudecimiento de las amenazas de agresión a la mayor de las Antillas con el arribo a la Casa Blanca de Ronald Reagan en 1981, cuyo mandato se prolongó hasta 1989, que puso fin a la efímera etapa de relativa distensión en las relaciones entre los dos países durante el mandato de Carter, obligó al gobierno cubano a destinar cuantiosos recursos a la defensa del país y a organizar las Milicias de Tropas Territoriales (MTT). Las mismas formaban parte de la aplicación de una nueva doctrina militar defensiva basada en la denominada “guerra de todo el pueblo”, que incluyó todo un plan de contingencia en caso de una invasión militar norteamericana denominado “periodo especial”, que incluía la “opción cero” en caso de un bloqueo total y la construcción de túneles para proteger a la población y las tropas con su armamento.
La adopción de este esquema militar en Cuba respondía a la existencia de planes concretos de Estados Unidos para invadir con sus fuerzas armadas a la Isla, pero también tenía que ver con la postura asumida por el