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Adopción del modelo soviético
Unión Soviética como lo quería presentar la propaganda norteamericana. En la lucha contra el colonialismo y la dominación imperialista en el Tercer Mundo, Cuba seguía llevando la iniciativa y distaba mucho de ser un simple instrumento de la política soviética, a la que en cierta forma comprometía con sus acciones inconsultas.
Esto, sin duda marcaba alguna distancia de la Unión Soviética en los momentos que comenzaba un mayor acercamiento a su modelo de sociedad. Según Fernando Martínez: “Fue una etapa muy contradictoria. Entre los aspectos que no cedieron ante la influencia soviética y la burocratización estuvo la política internacionalista irreductible de la Revolución, que redobló sus esfuerzos en esa etapa a un grado colosal. Brindó vivencias y educó a cientos de miles de cubanos en valores muy superiores, y fortaleció el socialismo a escala de todo el pueblo.”357 a presencia militar cubana en Angola, extendida de 1975 a 1991 unos trescientos cincuenta mil soldados cubanos estuvieron en este país durante esos años- no sólo permitió la consolidación de la independencia de esta nación africana, sino fue el origen de profundas transformaciones en la región. Ese resultado se consiguió por las indiscutibles victorias militares obtenidas por los soldados cubanos, desde los primeros combates defensivos en las afueras de Luanda en Quifangondo (1975), pasando por los de los cerros de Medunda y Ebbo (1976), hasta las decisivas batallas posteriores de Cangamba (1983), Sumbe (1984), Cuito Cuanavale (1987-88) y la ofensiva por el frente suroeste (1988), que determinaron el curso de la contienda.
Adopción del modelo soviético
Poco a poco Cuba fue abandonando la política económica implantada en la segunda mitad de la década anterior para aplicar el hasta entonces muy criticado modelo socialista soviético.358 La recuperación que el nuevo sistema de dirección de la economía trajo aparejado se vio favorecido en sus inicios por una sensible alza en los precios del azúcar, pues en los mercados internacionales la cotización pasó de 3,68 centavos por libra en 1970 a 29,60 centavos en 1974, alcanzando incluso su más elevada cota en todo el siglo XX: 65 centavos.359
Además, desde el 12 de julio de 1972 Cuba ingresó al Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME), el mercado común de los países socialistas, decisión que implicaba aceptar una serie de normas económicas y políticas comunes. Esta vinculación, unida a la
357 Luis Suárez Salazar: “Entrevista a Fernando Martínez Heredia”, loc. cit., p. 94. 358 Véase Kapcia, op.cit, p. 132 y ss. 359 Zanetti: Historia Mínima de Cuba, op.cit., p. 302.
consiguiente reorganización de la economía, posibilitó el acceso a nuevos créditos y financiamientos que disminuyó el impacto del bloqueo norteamericano y permitió enmendar muchos de los problemas creados por la política económica vigente a fines de la década anterior.360
Para entender la verdadera naturaleza de esta relación económica, que trajo beneficios mutuos a todos los miembros del CAME -como ocurría también con los países capitalistas integrantes de la Unión Europea con diferente nivel de desarrollo-, que ha sido manipulada desde entonces al calificarla de “subsidios soviéticos” a Cuba, conviene tener presente las consideraciones de un especialista en historia económica. Según Oscar Zanetti, el comercio azucarero de Cuba y la URSS, lo que vale en cierta forma para los restantes países del CAME, no constituía un absurdo en término económicos, “[...] si se tiene en cuenta que la industria remolachera soviética, de bajísimos rendimientos, operaba con costos estimados en los 900 dólares por tonelada, por lo cual la compra del dulce cubano que en la década del 1980 osciló entre $ 600 y $ 700 por tm, representaba un ahorro sustancial. Claro está que los soviéticos hubiesen podido importar ese azúcar a un precio muy inferior en el mercado libre, pero de hacerlo, por una parte los precios en esa plaza habrían subido y, por otra, hubiesen tenido que pagar en moneda convertible, mientras que su comercio con Cuba, prácticamente de trueque, les permitía colocar en la Isla mercaderías muy por debajo de los estándares mundiales de calidad.”361
Casi al mismo tiempo, en diciembre de 1972, se firmó un importante acuerdo con la URSS, como resultado del encuentro en Moscú entre Fidel Castro y Leonid Brezhniev -quien reciprocó la visita en enero de 1974-, que aplazó hasta 1986 el pago de los intereses y el principal sobre todos los créditos soviéticos entregados a Cuba antes de 1973, aunque luego los proyectados reembolsos se prolongaron hasta el siglo siguiente. Ello hizo que el intercambio con la URSS llegara en los ochenta a representar más del 60% -85% si se incluye a los restantes miembros del CAME- de todo el comercio exterior de la Isla: 63% en alimentos, 86% en materias primas, 80% en maquinaria y equipos, 98% en combustibles, 57% en productos químicos y 75% en manufacturas. Como resultado la economía prosperó a un ritmo extraordinario.
En poco tiempo se restableció también la planificación central y un presupuesto general, basado en el cálculo económico, a la vez que se
360 Julio Carranza y Aurelio Alonso: Economía cubana: ajustes con el socialismo, La Habana, Editorial de Ciencias, 1994, p. 4 361 Oscar Zanetti: Esplendor y decadencia del azúcar en las Antillas Hispanas, op. cit., nota 7, p. 441. Véase tambien Cary Torres Vila; Las exportaciones de azúcar cubano ante la nueva realidad de los mercados soviéticos”, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1996, pp. 1822.
diseñaba el primer plan quinquenal (1976-1980), que incluía la adopción de estímulos materiales para elevar la productividad, la autorización de actividades por cuenta propia (julio de 1978), la compra venta y alquileres de casas, la apertura de mercados campesinos (abril de 1980) y artesanales etc. Pero estas últimas actividades se autorizaron no sin cierta reticencia de las autoridades, como probaron las publicitadas operaciones policiales en los años ochenta contra vendedores privados acusados de enriquecerse, como las denominadas “Pitirre en el Alambre”, en el mercado agropecuario de Mariano, y la llamada “Adoquín” efectuada en la céntrica Plaza de la Catedral.
Desde fines de la década del setenta y, sobre todo, en la primera mitad de los ochenta, los casi diez millones de habitantes de la isla elevaron sustancialmente los índices de su nivel de vida: no había prácticamente desempleo (3,4%), una dieta sana y equilibrada que garantizaba a toda la población cubana un promedio de 2848 calorías per cápita diarias, mientras hacia 1985 el 85% de las viviendas estaban electrificadas, el 91% de ellas tenía televisión, el 50% refrigeradores, el 59% lavadoras y un 69% ventiladores.362
Con razón un profesor norteamericano escribió que en este periodo “Cuba prosperó en muchos aspectos, manteniendo niveles de crecimiento económicos superiores a casi todo el resto de Latinoamérica y logrando niveles de vida muy por encima de las naciones equiparables de la región. Aunque el azúcar siguió siendo la principal exportación cubana, gran parte de la cosecha se hacía mecánicamente y se modernizaron las plantas procesadoras. La producción lechera fue transformada con técnicas de ingeniería genética y nuevos forrajes que aumentaron los rendimientos. En esas condiciones, Cuba pudo desarrollar una fuerza laboral altamente educada y capacitada, junto a una avanzada capacidad científica y tecnológica, incluyendo modernas industrias de biotecnología, equipamiento médico y farmacéuticas.”363
Además, se fueron mecanizando las duras tareas del corte de la caña de azúcar, que todavía en 1970 era de apenas del 2% de la cosecha y que pasó al 52% en 1983 y al 63% en 1988. 364 Para Oscar Zanetti: “La incorporación a la zafra de algo más de 8 000 combinadas cañeras a lo largo de estos años permitió elevar hasta 71% la proporción de la caña cosechada mecánicamente, al tiempo que 85% de la gramínea se limpiaba en centros de acopio antes de ser molida; la disponibilidad de más de 100 000 tractores permitía mecanizar la preparación de tierras, varias de las
362 Los datos en La Economía Cubana en los Noventa, Cienfuegos, Universidad de Cienfuegos, 1995, p. 2. 363 McCaughan, op. cit., pp. 192-193. 364 García Reyes, op. cit., p. 67