![](https://static.isu.pub/fe/default-story-images/news.jpg?width=720&quality=85%2C50)
7 minute read
Oposición de los partidos tradicionales
Uno de los negocios más lucrativos estimulados por la dictadura de Batista fue el de los casinos de apuestas, en contubernio con la mafia norteamericana, que aspiraba a transformar el malecón habanero en una gran franja de juego, con la pretensión de superar incluso a Las Vegas. Para ello, el propio Meyer Lansky, jefe de la mafia en el sur de Estados Unidos, se entrevistó con Batista y obtuvo licencias gratuitas para abrir casinos a todo inversionista que construyera un hotel de más de un millón de dólares, el cual sería respaldado por otra cantidad equivalente aportada por el gobierno cubano. Según Alzugaray: “La licencia para operar un casino de juego era de $25,000 y se debía pagar al fisco solamente $2,000 mensuales para operarlos. Se eximía de pagar impuestos a los hoteles con casinos y a los casinos por diez años. Se les permitía importar los productos que vendrían libres de impuestos. Los croupiers y demás especialistas recibirían permisos especiales de trabajo por dos años en lugar de seis meses, que era lo que preveía la ley.”84
Oposición de los partidos tradicionales
A contrapelo de su enorme impopularidad, Batista logró consolidarse en el poder gracias al abierto apoyo del gobierno de Estados y la complicidad de la burguesía, los terratenientes y otros sectores. Entre ellos la dirigencia de la Confederación de Trabajadores de Cuba (CTC), controlada desde la expulsión de los comunistas por un antiguo partidario de Prío y ex trotskista, el catalán Eusebio Mujal.
A ello también contribuyó la incapacidad de los partidos y líderes tradicionales de la oposición para vertebrar una resistencia seria. El Partido Revolucionario Cubano (PRC) Auténtico, que había estado en el poder hasta el golpe de Batista, se dividió, pues una parte de su dirigencia aceptó de hecho la nueva situación -como el ex presidente Grau San Martín- y otra adoptó las tácticas del “abstencionismo” o la “insurreccional”.
La línea proclive a la oposición violenta a los golpitas dentro del PRC tuvo en Aureliano Sánchez Arango, ex ministro del gobierno de Carlos Prío, uno de sus principales exponentes a través de la Acción Armada Auténtica (Triple A), donde agrupó a sus viejos compañeros de los años treinta del Ala Izquierda Estudiantil, entre ellos Raúl Roa, Salvador Vilaseca, Carlos Alfara y Mario Fortuny. 85 A su vez, los seguidores más allegados al propio Prio terminarían por crear la
84 Carlos Alzugaray: La política de Estados Unidos hacia Cuba durante 1958 y la caída de la dictadura de Batista, La Habana, Universidad de La Habana, 1997 [Tesis de Maestría], p. 22.. 85 Julio A. García Oliveras: Contra Batista. Memorias de un estudiante cubano, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 2013, p. 153.
Organización Auténtica (OA) que encabezaría Manuel Antonio (Tony) Varona.
Por otro lado, el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo), sin su líder Eduardo Chibás, que se había suicidado en agosto de 1951, al no poder probar la corrupción del ministro de Educación de Prío -el mencionado Sánchez Arango-, también se fragmentó frente a la nueva situación creada por los golpistas. Algunos de sus dirigentes decidieron concurrir a las elecciones de 1954 -convocadas por Batista para legitimar su régimen- encabezados por el rico propietario Federico Fernández Casas, mientras otros, liderados por Roberto Agramonte y Raúl Chibás, se pronunciaban por el “abstencionismo”, sin pactos con otras organizaciones siguiendo la tradición de su desaparecido fundador.
Un tercer grupo, encabezado por Emilio (Millo) Ochoa y José Pardo Llada, se inclinó a buscar un acuerdo de unidad en contra de Batista. En consecuencia, estos últimos firmaron en Canadá, el 2 de junio de 1953, con los auténticos Prío, Carlos Hevia y Tony Varona, el Pacto de Montreal, el que según Darushenko estaba “dirigido formalmente a crear la unidad patriótica, no señalaba de hecho ninguna vía concreta de lucha contra la dictadura, sino que por el contrario sólo perseguía el restablecimiento de la situación existente antes del 10 de marzo de 1952.” 86 Al pacto antibatistiano de Montreal también se sumó el vicepresidente derrocado por Batista, Guillermo Alonso Pujol, ex jefe del Partido Republicano.87
En medio de la confusión y las rencillas de sus opositores tradicionales, el 1 de noviembre de 1954 Batista se “eligió” presidente, al adjudicarse una mayoría simple del 40% del electorado que votó. Para esos amañados comicios se valió de una alianza de minúsculos partidos denominada Coalición Progresista Nacional (Partido de Acción Unitaria, Unión Progresista, Partido Liberal y el Partido Unión Radical Demócrata) que lo postuló junto al liberal Rafael Guas Inclán. Durante las elecciones el dictador aparentó entregar la presidencia a su ministro de Gobernación Andrés Domingo Morales del Castillo.
En esos comicios los principales partidos tradicionales finalmente se negaron a participar -aunque algunos llamaron a la “votación negativa”, entre ellos el Partido Socialista Popular (PSP)- y el único candidato de oposición (Grau) se retiró en víspera de las elecciones por falta de garantías. No obstante, algunos auténticos se mantuvieron en la contienda electoral para obtener puestos parlamentarios, consiguiendo
86 Darushenkov, op. cit., p. 59. La firma de este acuerdo, que rompía con el principio establecido por Eduardo Chibás de no pactar con otros partidos, consolidó la división de los ortodoxos. 87 El documento en Mencia: El Grito del Moncada, op. cit., t. II, pp. 619-621.
18 senadores y 16 representantes.88 Según afirma Silito Tabernilla en la entrevista ya citada: “Este partido político tenía profundas y serias divisiones pero ya Batista había socavado sus bases, haciendo pactos secretos con los dirigentes provinciales, de espaldas a Grau San Martín, su líder máximo. No era extraño ver en Kuquine, su finca privada, a los principales dirigentes de los Auténticos [...]. También eran asiduos visitantes los contribuyentes de su campaña, representantes de las grandes empresas, industriales extranjeros, cubanos del azúcar, y comerciantes de distinta naturaleza [...].”89 El 24 de febrero de 1955 Batista reasumió la presidencia, que en realidad nunca había abandonado, y teóricamente restableció la constitución de 1940, proceso convalidado previamente por Estados Unidos con la visita a La Habana del vicepresidente Richard M. Nixon el día 6 de ese propio mes.
En tales condiciones se agudizaron las pugnas entre los partidos opositores -dejados fuera en los comicios de 1954-, que exigían nuevas elecciones generales. Para buscar una componenda política, salió a la palestra la Sociedad de Amigos de la República (SAR), fundada el 28 de abril de 1948 por un grupo de personalidades -entre ellas el general del Ejército Libertador Enrique Loynaz y el escritor Jorge Mañach- y que encabezaban un veterano combatiente de la guerra de independencia y experimentado diplomático, el ex coronel Cosme de la Torriente, y el conocido abogado José Miró Cardona. Su objetivo era en definitiva evitar una guerra civil y por eso consideraban necesario conseguir “por medios pacíficos” la realización de nuevas elecciones “para arribar cuanto antes al reordenamiento democrático de las instituciones de la República”.90
Los principales dirigentes de los partidos de oposición -el PSP fue ilegalizado inmediatamente después del golpe de Estado y marginado de estas negociaciones-, entre ellos los auténticos Tony de Varona y el ex presidente Grau, Raúl Chibás, líder del Partido Ortodoxo, José R. Andreu del Partido Demócrata, Amalio Fiallo del Movimiento de Liberación Radical y José Pardo Llada del emergente Partido Nacionalista Revolucionario (PNR), respondieron positivamente al llamado del SAR para un “Diálogo Cívico” e incluso en diciembre de 1955 lograron formar un efímero frente opositor legal. Pero Batista, como pronto se comprobó, no estaba dispuesto a realizar ninguna concesión y finalmente canceló las conversaciones con la oposición (13 de febrero de
88 Ibid., p. 91. 89 En Taborda, op. cit., p.84. 90 Citado por Nydia Sarabia: Antecedentes de la lucha de liberación en Cuba, 1955-1956. Apuntes para una historia de la Revolución Cubana, [inédito], pp. 24-25.
1956), que terminaron en un estruendoso fracaso ante la intransigencia del régimen.91
En ese contexto, se conoció que la oposición al dictador también se extendía a sectores militares -vinculados a los partidos tradicionales-, pues Batista había reincorporado al ejército a muchos de sus viejos compañeros de armas en la asonada de septiembre de 1933, pasados a retiro durante los gobiernos auténticos iniciados en 1944. El 4 de abril de 1956 fue abortada la primera de las conspiraciones militares -por su lealtad a la constitución de 1940 los involucrados fueron llamados “los puros”-, encabezada por el coronel Ramón Barquín y en la que figuraban el comandante Enrique Borbonet y el teniente José Ramón Fernández junto a una decena de oficiales.
Como el propio Barquín declaró en el Consejo de Guerra Sumarísimo “Nos proponíamos nombrar un presidente provisional, que fuera apolítico, para que convocara elecciones.”92 Durante la represión que este complot trajo aparejado, unos cuatro mil soldados y oficiales fueron sacados del ejército o enviados a otros destinos. Barquín fue condenado a seis años de cárcel y los demás involucrados a penas algo menores.
A esta altura, como se verá en el capítulo siguiente, ya se habían producido las primeras acciones armadas contra la dictadura, al quedar anulada toda alternativa para expulsar al régimen de Batista y sanear al país en forma negociada y pacífica. Era evidente que sólo quedaba el lenguaje de las armas.
91 Más detalles en Jorge Renato Ibarra Guitart: La SAR: dictadura, mediación y revolución, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1994. 92 En “Conspiración del 3 de abril”, Bohemia, 15 de abril de 1956, pp. 63 y 64. Citado por Nydia Sarabia, op. cit., p.79. Al parecer, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos pudo estar detrás del frustrado complot militar, según ha afirmado Silito Tabernilla. Véase Taborda, op.cit., p.90.