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La huida de Batista
La huida de Batista
Desde mediados de noviembre, la ofensiva rebelde, con unos tres mil hombres, se hizo incontenible en las tres provincias centro-orientales (Las Villas, Camagüey y Oriente), donde el tránsito por ferrocarril o carreteras solo era posible por convoyes fuertemente custodiados. Cualquier plan del ejército para retomar la iniciativa se estrellaba ante la extendida corrupción, el desprestigio de la oficialidad y la desmoralización de la tropa, lo que explica se ordenara la ejecución de los desertores. En estas condiciones, sólo la fuerza aérea, que disponía de bombarderos B-26, así como cazas F47 y Sea Fury, actuaba con cierta impunidad, pues la doctrina militar batistiana menospreciaba la marina de guerra, que solo cañoneaba las costas o trasladaba tropas y medios.
El 30 de noviembre la columna de Fidel Castro se impuso en la batalla de Guisa, importante pueblo cerca de Charco Redondo, contra las fuerzas elites de Bayamo, que tuvieron unas doscientas bajas.183 Unos días más tarde, el 8 de diciembre, en un avión bimotor C-46 enviado por el gobierno de Venezuela, encabezado por el contralmirante Wolfgang Larrazábal, llegaba a los rebeldes un valioso cargamento de armas y varios viajeros, entre ellos Luis Orlando Rodríguez, Luis Buch y el dominicano Enrique Jiménez Moya.184
En la misma nave aérea que aterrizó en Cieneguilla, cerca de la fábrica de azúcar Estrada Palma, también llegó el magistrado Manuel Urrutia, designado presidente provisional de la república por la mayoría de las fuerzas opositoras, a propuesta de Fidel Castro. Diez días después, en la finca La Rinconada, donde estaba ahora la máxima jefatura rebelde, se efectuó una reunión de la dirección del Movimiento 26 de Julio para ir conformando el gabinete de Urrutia, que debería tomar posesión en Baire el 24 de febrero de 1959.
Casi al mismo tiempo se registraban otras victorias rebeldes. El 7 de diciembre, tras dos semanas de cerco, fue ocupado el cuartel de La Maya en Oriente, aprovechando la cobertura de la incipiente fuerza aérea de Raúl Castro.185 Como resultado de diversas acciones del II Frente Oriental, que determinaron la rendición de catorce cuarteles enemigos y el asedio a Sagua de Tánamo, fueron hechos casi trescientos prisioneros y ocupadas más de doscientas armas. Por su parte, las columnas del III Frente incursionaban en las proximidades de Santiago de Cuba, de lo que fue muestra el ataque a un convoy militar en Puerto Moya.
183 Fidel Castro: La contraofensiva estratégica, op. cit., pp. 297-303 184 Buch: Más allá de los códigos, op. cit., p.168. 185 Más información en Comisión de Historia de las FAR: Alas para el Segundo Frente, La Habana, Editorial Verde Olivo, 2007.
Pero la esperada ofensiva rebelde sobre la capital oriental del I y III frentes, comandados por Fidel Castro, en una verdadera guerra de movimientos, fue retrasada por la enconada resistencia de las guarniciones de Palma Soriano y Maffo.186 Una caravana militar, enviada desde Santiago de Cuba en auxilio del asediado cuartel de Palma Soriano, cayó en una emboscada (15 de diciembre), dejando sesenta bajas y veinte muertos.
No muy lejos de allí, las columnas de Almeida y Guillermo García, a las órdenes del propio Castro, liberaban Jiguaní (19 de diciembre) e impedían la retirada a Bayamo de las tropas enemigas. Al día siguiente, en Camagüey, se propinaba el golpe más fuerte al ejército en esa provincia cuando dos camiones repletos de soldados eran sorprendidos por la columna de Víctor Mora en el puente de Sevilla, en la carretera a Guáimaro, con saldo de treinta y ocho bajas, entre ellos trece muertos. Paralelamente, otras fuerzas rebeldes liberaban Baire, Caimanera y aislaban otros poblados orientales.
En la provincia de Las Villas, los insurgentes encabezados por el Che se apoderaron el 18 de diciembre de Fomento, primer municipio completamente liberado de todo el país. Aquí fueron capturados más de un centenar de soldados batistianos -hubo tres muertos y nueve heridos- y dos jeeps, tres camiones, uno de ellos blindado y diversas armas con abundante parque, mientras los rebeldes tenían cuatro muertos.187
A continuación, entre el 23 y el 26 de diciembre, eran tomadas en la propia provincia central las poblaciones de Cabaiguán, Placetas, Manicaragua, Sancti Spíritus y Remedios. Esta espectacular ofensiva de las fuerzas del Che y las del Directorio no sólo facilitó el cerco a la ciudad de Santa Clara, la tercera del país, sino también la ocupación de Zulueta por Camilo Cienfuegos -quien puso sitio al cuartel de Yaguajay-, así como el expedito avance del II Frente del Escambray sobre Cumanayagua, Cruces, Santa Isabel de Las Lajas y San Fernando de Camarones; pueblos abandonados sin resistencia por el ejército, despejando su acceso a Cienfuegos y la base naval de Cayo Loco.
Fue en ese clima que el dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo, uno de los abastecedores de armamento al régimen de Batista -con miles de carabinas San Cristóbal, municiones, así como morteros ligeros-, ofreció el desembarco en Las Villas y Oriente de seis batallones de su ejército regular, unos cinco mil hombres, con todo su equipamiento. La propuesta,
186 Véase el análisis del propio Fidel Castro Ruz: La contraofensiva estratégica, op.cit. 187 Antonio Núñez Jiménez: El Che en combate, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1996, p. 149 y ss.
confirmada después en La Habana por el general dominicano Arturo Espaillat, sería considerada inviable por su homólogo cubano.188
El 27 de diciembre el cuartel de Palma Soriano finalmente capituló. Allí se hicieron más de doscientos cincuenta prisioneros y se obtuvieron centenares de armas, considerado el más grande botín de guerra obtenido hasta entonces en una sola batalla. Ese mismo día se rendían las guarniciones enemigas de Cayo Mambí y Cueto, obligando al ejército a replegarse a Holguín. Tras la liberación de estos poblados, así como de Sagua de Tánamo -con ayuda de un avión rebelde-, la columna del comandante Belarmino Castilla enfiló su ofensiva a Mayarí, rendida el 31 de diciembre.189
En Camagüey, el enemigo tuvo que enviar refuerzos desde Ciego de Ávila y la capital provincial para socorrer la plaza de Jatibonico, asediada por la columna del comandante Ramiro Valdés, mientras las tropas de Gómez Ochoa conquistaban Puerto Padre y las de Víctor Mora y Eduardo Sardiñas Jobabo. Otras populosas ciudades orientales, como Holguín, Tunas y Guantánamo, quedaban cercadas, las dos primeras por las fuerzas del IV Frente de Gómez Ochoa y la segunda por las del II de Raúl Castro.
Por fin, el 30 de diciembre, tras veinte días de tenaz resistencia, digna de mejor causa, se rindió la fuerza batistiana acantonada en Maffo. Aquí fueron hechos más de un centenar de prisioneros y ocupadas decenas de armas y municiones de diversos calibres, por lo que pudo cerrarse el cerco a Santiago de Cuba, donde se esperaba un cruento enfrentamiento contra los más de cinco mil soldados gubernamentales.190
Sin duda, el punto culminante de la exitosa ofensiva rebelde fue la batalla por la ciudad de Santa Clara. Defendida por el Regimiento 3 -su jefe el general Alberto del Rio Chaviano había sido destituido y remplazado el 26 de diciembre por el general (r) José Eleuterio Pedraza-, disponía de más de mil efectivos y una compañía de tanques ligeros. Además, contaba con trescientos hombres de la Guardia Rural y una cifra similar de policías, estos últimos acuartelados en su jefatura, con dos tanques y dos tanquetas. A ellos se agregaban los soldados evacuados del resto de la provincia ante el empuje insurgente y algunos refuerzos llegados por vía aérea.
El 29 de diciembre, las tropas del Che, que ocuparon la Universidad Central de Las Villas, penetraron por el noroeste de Santa Clara, mientras las fuerzas del Directorio, tras liberar Trinidad, lo hacían por el sur, bajo el azote de la aviación enemiga. Ante la irrupción rebelde a la capital villareña,
188 Padrón y Betancourt, Batista, últimos días en el poder, op. cit., p. 262 189 Véase Belarmino Castilla Más: Recuerdos imborrables, La Habana, Editorial Verde Olivo, 1999. 190 Más detalles en Rolando Dávila Rodríguez: Lucharemos hasta el final. Cronología 1958, La Habana, Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, 2015.
los batistianos se refugiaron en la estación de policía, varios edificios públicos, además del Gran Hotel, así como en el propio cuartel del Regimiento 3.
Ese mismo día, los asaltantes propinaron un golpe demoledor al descarrilar un tren blindado artillado -dos locomotoras con casi treinta vagones- que transportaba cerca de cuatrocientos soldados y treinta y seis oficiales, enviado apresuradamente desde La Habana para reforzar la estratégica plaza de Santa Clara. Su rendición proporcionó el más formidable armamento de toda la guerra. Los numerosos prisioneros fueron entregados a la marina para que los trasladara de Caibarién a La Habana, lo que finalmente se hizo a Isabela de Sagua, no sin reticencia del mando enemigo, temeroso de seguir minando la moral de sus tropas.191
En definitiva, el Che logró el 1 de enero de 1959 la capitulación del último jefe del regimiento batistiano en Santa Clara, coronel Cándido Hernández, pues los anteriores habían huido. En la propia provincia, el comandante Camilo Cienfuegos había conseguido la víspera rendir al cuartel de Yaguajay, al que tenía cercado desde hacía más de diez días, demorada por la terca resistencia de un joven capitán de ancestros chinos: Alfredo Abon Lee.
Desde el 22 de diciembre el jefe del Estado Mayor Conjunto de Batista -jefatura suprema de todas las instituciones armadas creada en 1958, general Francisco Tabernilla Dolz, había informado en una reunión de los altos mandos militares “que consideraba perdida nuestra causa”,192 por lo que era necesario negociar con el Ejército Rebelde. Aunque en su versión de estos acontecimientos Batista ha señalado que estas conversaciones se hicieron a sus espaldas, para Luis Buch “La actuación posterior de Cantillo no dejó lugar a dudas de que la solicitud había sido hecha con la anuencia de Batista.”193
Prueba de ello es que una semana antes de la huida de Batista el propio general Tabernilla Dolz se entrevistó con el embajador norteamericano Smith para comunicarle el plan de formar una junta militar e impedir el triunfo de la Revolución. Según relata el diplomático en sus memorias: “El general Tabernilla quería dar escolta a Batista para que saliera de Cuba. No debería parecer que Batista se iba como fugitivo, sino que la junta lo obligaba a irse.”194
191 Un buen relato en Paco Taibo II: La batalla del Che en Santa Clara, La Habana, Editora Política, 1989. 192 Tomado de Castillo Bernal, op. cit., p. 335. 193 Consúltese Luis M. Buch Rodríguez: Gobierno Revolucionario Cubano: génesis y primeros pasos, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1999, p. 32. 194 Smith, op. cit., p. 179.
En consecuencia, en las ruinas de un viejo ingenio azucarero, se produjo una entrevista secreta del general Eulogio Cantillo, jefe de operaciones del Ejército Nacional, con Fidel Castro. En la reunión se acordó que los militares se sublevarían contra Batista el 31 de diciembre a las tres de la tarde e impedirían un golpe de Estado y la fuga del dictador.
Cantillo incumplió todo lo pactado con Fidel Castro. El 1 de enero de 1959, en horas de la madrugada, este general -nombrado por Batista antes de huir jefe supremo de todas las fuerzas armadas- no sólo permitió la fuga del dictador y los principales personeros del régimen -aunque algunos se asilaron en embajadas latinoamericanas, como Anselmo Alliegro y Gastón Godoy, presidentes respectivos del Senado y la Cámara, refugiados en la de Chile-, sino que en contubernio con diplomáticos de Estados Unidos nombró presidente provisional a Carlos M. Piedra, el juez más antiguo del Tribunal Supremo. Pero este magistrado nunca pudo ocupar el cargo al no conseguir el quorum requerido de ese mismo órgano para que le tomara el juramento de rigor.195
En respuesta a la maniobra golpista de Cantillo, Fidel Castro lo desconoció, exigió la rendición incondicional de todos los efectivos enemigos y convocó a una huelga general. Además, dio instrucciones al Ejército Rebelde para que continuara la ofensiva sobre las guarniciones que no se rindieran incondicionalmente, con la cooperación del pueblo y los militares pundonorosos que aceptaran sumarse a la Revolución. En esas circunstancias, los planes fraguados por Cantillo y la embajada norteamericana, para impedir el triunfo insurgente, se esfumaron.
Ante el ultimátum, el coronel José María Rego Rubido, jefe de la plaza de Santiago de Cuba, aceptó pasarse a los rebeldes en la noche del 1 de enero, lo mismo que hizo el jefe del Distrito Naval comodoro Manuel Carnero, con las tres fragatas y otras naves de guerra ancladas en la bahía santiaguera. Ello evitó una sangrienta batalla por Santiago de Cuba y contribuyó a frustrar el golpe en La Habana, lo que explica que Fidel Castro nombrara a Rego Rubido jefe del Ejército y al capitán de navío Gaspar Brooks al frente de la marina. Horas después se constituía el Gobierno Revolucionario presidido por Urrutia, quien sin dilación designó a Castro al frente de todas las fuerzas armadas.
Fracasada la intentona golpista en la capital, al general Cantillo no le quedó otro remedio que entregar el mando en Columbia, el principal cuartel del país, al coronel Ramón Barquín, liberado de su prisión. Aunque este oficial, encarcelado desde 1956 como líder de una conspiración militar anti batistiana, también intentó maniobrar para preservar al Ejército
Nacional, ofreciendo a Fidel Castro el gobierno, pronto comprobó que tampoco tendría éxito.
Impotente, traspasó su jefatura a Camilo Cienfuegos, quién siguiendo estrictas instrucciones de marchar exclusivamente con sus fuerzas hacia la capital, se presentó el 2 de enero en el campamento de Columbia. Simultáneamente, las tropas del comandante Che Guevara, quien había recibido las mismas indicaciones, ocupaban sin disparar un tiro la fortaleza de La Cabaña.
En la noche del 1 de enero Fidel Castro había entrado en Santiago de Cuba, proclamada capital provisional, en espera de conocer el curso de los acontecimientos en La Habana, donde no descartaba todavía una gran batalla con los restos del ejército batistiano o incluso una intervención militar de Estados Unidos, pues barcos de guerra norteamericanos merodeaban por el horizonte.196 Sin saber todavía el desenlace, el máximo líder rebelde y sus tropas, en tanques y camiones, emprendieron al día siguiente su avance por la carretera central hacia La Habana, que ante el colapso total del enemigo devino en una verdadera marcha triunfal coronada en Columbia una semana después.
Sobre el decisivo papel del comandante Fidel Castro para lograr este desenlace tan favorable a sus fuerzas se ha señalado: “Audaz en su campaña militar y efectivo por sus habilidades políticas, persuasivo e imponente al hablar en público, Fidel Castro se había convertido en el líder del futuro. De forma un tanto inesperada, el poder había pasado a manos de una nueva generación de cubanos”.197 Se abría una nueva época en la historia de Cuba.
196 Nos referimos a los destructores Jack White, Robinson, Peterson, Gilmore y Bushnell. Véase Manuel Graña Eiriz: Clandestinos en prisión, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 2008, pp. 308 y 408. 197 Moya Pons [et. al], op. cit. p. 168.