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El libro de papel y su futuro brillante
Ahora más personas leen en papel, pero también más personas leen en digital. Es decir: no se dividió el pastel, sino que el pastel se hizo muchísimo más grande.
HACE SOLAMENTE DIEZ AÑOS ACUDÍ A UN congreso en San Antonio sobre innovación y tecnologías educativas. En aquél entonces (y desde hacía al menos una década), el “futuro digital” era la palabra de moda, la buzzword y la bandera de todas las nuevas empresas que deseaban ansiosamente vender gadgets y experiencias 2D, 3D y más. Recuerdo haber escuchado en alguna conferencia la expresión 5D. Vaya usted a saber cuál es la quinta dimensión.
La realidad era que desde finales de los 90 y durante todos los 2000, la curva de crecimiento de los libros digitales iba en franco aumento, mientras que los libros físicos sufrían una caída notable: cada vez más gente leía en pantallas y menos en papel. Los futuristas –haciendo lo que hacen–proyectaban esas curvas hacia el futuro, como si el futuro fuera solamente inercia, y nos dijeron desde los escenarios: el futuro es 100% digital.
Muchas escuelas y empresas tomaron nota literal y se deshicieron de acervos valiosísimos. Cambiaron las bibliotecas por iPads y se dijeron a sí mismas que estaban un paso adelante de la competencia. Después pusieron un aparato en las manos de niños de tres, cinco o diez años y les dijeron: “esta es tu nueva ventana al mundo”, empezando con ello uno de los experimentos sociológicos más grandes de la última era.
Años después, los resultados llegan, y no son tan digitales como los futuristas nos hicieron creer. Por una parte, la venta e impresión de libros ha regresado a altos históricos y aún más. Dice Rob Herrera que “los libros de papel, como monstruos de película, se rehúsan a morir”. La novedad ha pasado y la sumatoria es, de hecho, mucho mejor de lo esperado. Ahora más personas leen en papel, pero también más personas leen en digital. Es decir: no se dividió el pastel, sino que el pastel se hizo muchísimo más grande. Estamos en el mundo más alfabetizado y más lector en toda la historia. Y la curva sigue subiendo.
» Los libros de papel, favorecen el aprendizaje multisensorial, son fáciles de compartir, altamente portables.
Los libros digitales tienen muchas ventajas: son más baratos, más fáciles de conseguir, altamente portables (en conjunto) y permiten el acceso remoto. Sobre todo, han abierto el universo a la democratización de la escritura: es verdaderamente más sencillo publicar en digital que en papel, más rápido y menos costoso.
Sin embargo, junto a sus ventajas hemos descubierto una plétora de desventajas: son difíciles (cuando no imposibles) de compartir; abonan a una dependencia adictiva a las pantallas que ya es una pandemia global; facilitan la distracción, reducen la captación cognitiva y limitan la interactividad analógica. Son archivos digitales que no se convierten en bibliotecas reales, sino en discos duros, que nunca exigen protagonismo.
Los libros de papel, por su parte, favorecen el aprendizaje multisensorial, son fáciles de compartir, altamente portables (en lo individual), no requieren batería, se pueden anotar, marcar, personalizar; son amables a los ojos y algunos son tesoros que –a veces–traspasan generaciones.
Se convierten en bibliotecas reales que –como dice Cicerón– son el alma de las casas y las instituciones. Sus costos de impresión y distribución los hacen increíblemente asequibles para la mayoría de las personas y, sobre todo, siguen siendo favoritos en todas las encuestas sobre lectura mundial. La experiencia de leer en papel es preferible para la mayoría de los humanos y, además, científicamente superior para el aprendizaje preescolar y escolar . Hoy es un gran tiempo para ser lector, pero también para ser escritor.
El futuro de la lectura, de la enseñanza o de las relaciones no es 100% digital. Sencillamente, no puede serlo. Como en todo lo demás, el ser humano no es ni está preparado para vivir en metaversos o sumergido en experiencias virtuales. Más bien, las experiencias virtuales y las herramientas digitales se adecuan a nuestras necesidades humanas naturales; a nuestras relaciones y nuestra vida cotidiana. El futuro, a lo más, no es digital, sino mixto. A los humanos, según resulta, nos gusta lo humano. El exceso hacia cualquier frente resulta en patologías que debemos prevenir, no alentar. Las pantallas, cada vez más planas, son menos profundas.
Me encantaría terminar diciendo “el libro de papel ha vuelto”, pero es más correcto afirmar que, sencillamente, nunca se fue.