6 minute read

Niñez migrante: rostro de nuestras crisis

Tonatiuh Guillén López*

Esta situación no requiere de un ejercicio de interpretación pues las cláusulas del contrato establecen claramente el supuesto de terminación en cuanto a los plazos y términos para el cumplimiento de las obligaciones. Incluso, ante un posible escenario de demanda arbitral para cumplimiento forzoso del contrato por parte de la empresa Eólica de Oaxaca o de su matriz EDF, no existe posibilidad de que un panel le dé la razón y obligue a CFESSB a mantener vigente el contrato, ya que el plazo para la entrada en operación de la central y, por ende, la entrega de energía al comprador, feneció el pasado 1 de enero de 2022.

Advertisement

En el caso del proyecto Gunaa Sicarú, ni siquiera los costos por transmisión y operación son cubiertos por la empresa, sumado a que el proyecto ha sido cuestionado por las y los defensores de derechos humanos de Unión Hidalgo, quienes han emprendido acciones jurisdiccionales y no jurisdiccionales, a nivel nacional e internacional, por la serie de violaciones documentadas a sus derechos humanos, así como por una serie de irregularidades en la suscripción de contratos individuales en el usufructo de las tierras que son de propiedad social.

La CFE tiene hoy la oportunidad de dar por terminado un contrato desventajoso que va en detrimento de los bienes de la nación por sus cláusulas abusivas pero, sobre todo, tiene la oportunidad histórica de dar por terminado un proyecto que ha violado de manera reiterada los derechos humanos de la comunidad de Unión Hidalgo.

El debate mundial de las diferentes modalidades de políticas del sector energético no sólo se trata de la “soberanía energética”, sino que también incluye la dimensión urgente de lograr la “justicia energética”, como el caso de Unión Hidalgo lo muestra.

Está en manos de la CFE dar cuenta de ello. L a niñez migrante no acompañada es la población en movimiento desde México y en tránsito por nuestro país bajo las situaciones más vulnerables y dramáticas. De entrada, encontrarse fuera de un hogar, sin el contacto inmediato con padre, madre o familiar cercano; transitar por lugares desconocidos y en condiciones de alto riesgo, utilizando transportes que amontonan personas en forma inhumana; carecer de sitios donde comer, dormir o asearse sin la angustia y amenazas del contexto, entre otros rudos aspectos del tránsito, son condiciones que explican que las niñas y niños migrantes se encuentren en un escenario de extraordinaria amenaza, cursando una experiencia que marcará su vida para siempre.

Más aguda es su vulnerabilidad si se trata de niñez extranjera; más aún si se trata de niñas o de indígenas. En todos los aspectos, el tránsito de niños y niñas de suyo es una problemática humana delicadísima que amerita el mayor de los esfuerzos gubernamentales y de la sociedad civil dirigidos a su protección. Pero la realidad es que hacemos muy poco por atender seriamente tan grave desafío humano.

Es un hecho que grandes números de niñas y niños no acompañados transitan a lo largo del país, en su mayoría procedentes de Guatemala, Honduras y El Salvador. Otros más, también con números importantes, proceden de regiones mexicanas con conocidas problemáticas sociales, como en especial sucede en los estados de Guerrero, Michoacán, Oaxaca, Chiapas, Veracruz, Puebla y Zacatecas.

Desde la perspectiva del marco jurídico vigente, la niñez migrante en su conjunto es tajantemente expropiada de los derechos más elementales, particularmente la no acompañada. El derecho a la familia y a un espacio sano y propicio para una vida adecuada y libre de violencia; el derecho a la alimentación, vestido, vivienda, servicios básicos, educación, salud y recreación, entre otros, son derechos de facto conculcados para la niñez migrante. Imposible ejercerlos, ni siquiera parcialmente durante el tránsito migratorio y quién sabe si puedan lograrlo en el destino. La incertidumbre, los riesgos, la migración y la vida, en su sentido más elemental, se mezclan

Niñez migrante: rostro de nuestras crisis

como una sola realidad durante el tránsito migrante.

Son diversos los factores que determinan la migración no acompañada de la niñez. Pero en cualquier caso algo verdaderamente grave debe estar sucediendo en los espacios de origen para que esa migración pueda suceder, especialmente considerando las evidentes amenazas durante el tránsito que son de todo tipo y nada menores. Por este motivo y dicho en términos generales, entre más graves sean las condiciones sociales en los lugares de origen, cuanto más probable es la emigración no acompañada de su niñez. Se trata así de un claro y duro indicador sobre panoramas sociales extremos, que hacemos muy mal en ignorar.

Conforme a la estadística de la patrulla fronteriza de Estados Unidos, el número de niñas y niños arribando solos a este país se ha multiplicado más de cinco veces entre octubre de 2017 y abril de 2022. De una cifra algo superior a 2 mil “encuentros” mensuales, los últimos datos registran más de 12 mil casos. Durante el periodo aludido, además, hubo meses con cerca de 19 mil “encuentros”, en marzo, julio y agosto de 2021. De ese tamaño es la gravísima situación, que no encuentra solución a la vista y que fluye entre las severas barreras que enfrenta la migración infantil y adolescente. A la anterior estadística debe sumarse la cifra de detenciones y “canalizaciones” que en México realiza el INM de niñas y niños no acompañados, que regularmente terminan repatriados a sus países de origen, en los casos de extranjeros.

En nuestra región, son dos países los que tienen el mayor número de niños y adolescentes migrantes no acompañados: Guatemala y México. Ambos padeciendo agudas problemáticas sociales, determinantes del flujo infantil en esas inaceptables condiciones. El promedio mensual de arribos a la frontera sur de Estados Unidos, entre enero y abril de 2022, es de más de 4 mil 500 niñas y niños en el caso de Guatemala. En cuanto a México, el promedio mensual es de más de 2 mil 600 en el mismo periodo. Ambos países componen 61% del total de la niñez migrante que llega a Estados Unidos. La niñez hondureña agrega otro 22%.

El complejo y duro escenario de la niñez migrante no acompañada –que debe comprenderse persona por persona, rostro por rostro, mirada por mirada– requiere añadir la experiencia de un tránsito en donde intervienen traficantes de personas. La condición “no acompañada” de la niñez migrante no sucede estrictamente conforme al término: un amplio número de casos, probablemente la mayoría, son objeto de explotación por organizaciones criminales y por las redes de complicidad que instrumentan al flujo migrante. Por este motivo, con gran facilidad lo crudo puede convertirse en cruel para la niñez en tránsito. ¿No es tiempo de reconocer que la migración de la niñez es un asunto vital, fundamental, de urgente y prioritaria atención? ¿O simplemente se suma a lo que no se observa y que por lo mismo no se atiende, ni se asumen responsabilidades? Es relativamente sencillo identificar los lugares precisos de origen de esos flujos migrantes y, sobre esa base, implementar las acciones de protección y prevención necesarias. Sólo se requiere voluntad política y compromiso genuino con las niñas y niños que seguramente no tuvieron en su horizonte migrar, menos en condiciones literalmente traumáticas. En primera instancia, los gobiernos de México y Guatemala tienen la responsabilidad más importante en la construcción de soluciones efectivas que protejan a la niñez… con independencia de sus preocupaciones de coyuntura, como si asisten o no a la Cumbre de las Américas, por ejemplo; lo mismo vale para Honduras.

Para el caso de México, el Inegi recientemente informó que “por motivos asociados al covid-19 o por falta de dinero o recursos ‘no se inscribieron 5.2 millones de personas’ (9.6% del total de tres a 29 años) al ciclo escolar 20202021”. Por aquí seguramente está ubicada la niñez migrante no acompañada. Como puede inferirse del alarmante dato, nuestras crisis sociales se expresan simultáneas en diferentes ámbitos públicos y abarcan, sin duda, a los rostros de las niñas y niños tallados por las heridas de la migración y su viacrucis.

*Profesor PUED/UNAM, excomisionado del INM.

This article is from: