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En Tapachula empieza el infierno
ISAÍN MANDUJANO
TUXTLA GUTIÉRREZ, CHIS.— “Creímos que cruzar la selva del Darién, entre Colombia y Panamá, era lo más difícil, pero nunca imaginamos que lo peor estaría por venir: cruzar la frontera sur mexicana ha sido una verdadera pesadilla”, dice el venezolano Jonathan Romero.
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Tiene 28 años y salió de Puerto La Cruz Anzueto, donde dejó a su esposa y a sus padres para migrar hacia el norte. Dejó su natal Venezuela para internarse en Perú y Colombia sin contratiempos. De los siete países que ha cruzado, ninguno fue tan difícil como México.
“Uno va saliendo de Colombia y con lo que sabes que vas a lidiar es con la selva del Darién –conocido como el Tapón del Darién– que marca no sólo el límite geográfico entre Colombia y Panamá; también tiene una cordillera que marca el límite entre la vida y la muerte”, dice el venezolano.
Relata sobre una pareja de migrantes que se colgó de un árbol tras ver morir de hambre a sus dos pequeños, agravada por la neumonía a causa de los torrenciales aguaceros.
“Es una selva donde no hay que comer. De hecho, hay una montaña muy alta, muy empinada que se debe cruzar y con decirte el nombre podrás entender lo complicado que es cruzarla. Se llama La Llorona. Literal: lloras”, dice Jonathan, a quien acompaña un grupo de migrantes que le ayudan a recordarle lo que sufrieron en ese macizo selvático entre Panamá y Colombia.
Superado el tortuoso paso del Darién, Jonathan continuó hacia Panamá; finalmente llegó a Guatemala y de ahí pasó al lado mexicano.
La carestía y el desempleo los obligó a él y a miles de sus paisanos a migrar y dejar todo atrás. En su país la economía se ha dolarizado. Aunque la moneda oficial sea el bolívar, allá todo se compra y se vende en dólares. Mientras muchos de sus connacionales allá ganan 10 dólares al mes, la canasta básica puede elevarse hasta 300 dólares.
“Eso no es tener calidad de vida, eso es realmente una inflación que está expulsando a mis hermanos venezolanos de nuestro país”, dice Jonathan.
Sentado afuera de la Estación Migratoria El Cupapé, en el Libramiento Norte Oriente de Tuxtla, una importante vialidad que estos grupos han bloqueado en los últimos días para exigir atención por parte del Instituto Nacional de Migración (INM) y que regularice su estatus migratorio.
En enero todo cambió
La migración, puntualiza Jonathan, se deriva de los 11 años que Venezuela lleva inmersa en una crisis política, social y económica provocada por los malos gobernantes en su país.
Pero este paso por México era más sencillo porque no se les pedía visa a los vene-
Son varios los migrantes venezolanos que lo dicen: cuando te desplazas por siete países, llegas al sur del territorio mexicano y pisas Tapachula, ahí empieza el infierno. El senador independiente Emilio Álvarez Icaza, quien la semana pasada visitó la entidad con una delegación de organizaciones civiles, sostiene que “México decidió cambiar su política migratoria y abrazar como paradigma la política de seguridad y abandonar la política de solidaridad”, en este caso hacia Venezuela. De ahí las recurrentes violaciones a los derechos humanos en una situación de crisis humanitaria.
zolanos, así que pasaban vía aérea ahorrándose esta pesadilla. Sin embargo, desde el 21 de enero de 2022, a partir de que México les impuso el visado, sus paisanos empezaron a migrar vía terrestre. Y todo cambió.
En la más reciente marcha-caravana de migrantes, el lunes 6, unos 7 mil migrantes salieron de Tapachula por la mañana, como protesta para exigir a las autoridades migratorias celeridad en su proceso de regularización.
El 80% de ellos eran venezolanos, según documentaron activistas como Luis Rey Villagrán, del Centro de Dignificación Humana.
Luego de cuatro días el grupo fue desarticulado por el INM, cuyos agentes les hicieron una oferta de regularización; muchos aceptaron y se quedaron a esperar sus documentos, aunque después el INM reincidió en la dilación, lo que los llevó al bloqueo de carreteras en la costa chiapaneca y de vialidades en Tuxtla.
Muchos venezolanos quedaron dispersos entre Tapachula, Tuxtla, Comitán, Palenque, San Cristóbal de Las Casas y otras ciudades de la entidad, donde todos los días deambulan pidiendo monedas para sobrevivir o bien buscando algún trabajo.
“Estaría yo antes dispuesto a pasar dos veces el Darién que vivir este infierno en el sur de México, porque al menos cruzar el Darién tendría la certeza que en dos o tres días lo pasaba caminando entre ríos y montañas, pero en esta región de México me ha tocado vivir una situación de incertidumbre en la que no se sabe cuándo las autoridades migratorias nos van a permitir regularizarnos”, señala Jonathan.
Pedir ayuda a los consulados de su país en México, dice, es una misión imposible para ellos, pues los diplomáticos de Venezuela de inmediato los califican de “traidores a la patria”.
Como Jonathan Romero, Carlos Santiago salió de Caracas y dice que en su país ya no se puede vivir por el régimen de Maduro, quien gobierna un país donde se incrementa la delincuencia, el sueldo es raquítico, el desempleo crece y la inflación es imparable.
“Ahí ya no se puede vivir, Venezuela es un caos, estamos en un caos. Sí hay comida, pero no se puede comprar; los servicios hospitalarios son pésimos”, dice.
Carlos es técnico en telecomunicaciones y tiene 39 años, siete de los cuales los trabajó en el sistema colectivo del metro de Caracas. Cuando el gobierno nacionalizó ese servicio de transporte, simplemente quebró. Y Carlos se quedó sin trabajo.
Vendió su coche y una motocicleta para obtener dinero y salir de su país, donde dejó a su esposa y sus tres hijas. En todos los países por los que pasó no había tenido restricciones para migrar. Pero después de pasar la frontera sur mexicana y luego llegar a Tapachula, “Ahí empieza el infierno”, sentencia.
“Me apresaron en la Estación Migratoria Siglo XXI y ahí nos quitaron todo, es peor que una cárcel ese lugar. Seis días mi familia en mi país no supo dónde estuve, porque me tuvieron incomunicado en ese lugar. A los migrantes nos tratan peor que a un delincuente.
“Salí de Venezuela desde 2017 y me fui a Perú, donde estuve trabajando cuatro años; regresé porque me dijeron que las cosas habían mejorado. ¡Mentira!, las cosas siguen igual. Y acá tengo ya cuatro meses migrando”, cuenta Yorvin Bolívar, otro joven caraqueño apostado afuera del INM en Tuxtla, donde un grupo vive desde hace varias semanas en casuchas de plástico y tarimas que han improvisado.
En Venezuela también dejó esposa y una hija.
Quien se enferma en su país corre el riesgo de morir, porque no hay medicinas en los hospitales; el sistema educativo y el sistema de salud para poder vivir “están destruidos totalmente”.
Política migratoria bajo la lupa
En este contexto, del martes 21 al jueves 23 se dio la visita de integrantes de organizaciones civiles y el senador Emilio Álvarez Icaza a la estación migratoria Siglo XXI y estancias provisionales dependientes del INM; albergues municipales y estatales del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de las Familias; el albergue de sociedad civil Hospitalidad y Solidaridad, además de instalaciones operadas por la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados.
Entre los principales hallazgos destacaron la situación de vulnerabilidad en la que se encuentran las personas en contexto de movilidad; el impacto que tiene la militarización y presencia de la Guardia Nacional, en contraste con la ausencia de las instituciones responsables de la garantía de derechos en los espacios de control y verificación migratoria, así como la poca disponibilidad de información y los obstáculos para acceder a procesos de regularización migratoria y de reconocimiento de la condición de personas refugiadas.
“Estamos siendo testigos de un cambio de la política migratoria de México con gravísimas regresiones. México decidió cambiar su política migratoria y abrazar como paradigma la política de seguridad y abandonar la política de solidaridad”, dijo Álvarez Icaza en entrevista.
Señaló que hay en esta frontera sur un contexto de crisis de graves violaciones sistemáticas a los derechos humanos.
“No son hechos aislados ni cuestiones esporádicas, es un fenómeno estructural, sistemático y un patrón muy reiterado de graves violaciones a los derechos humanos. Ahora estamos siendo testigos de una política pública que produce recurrentemente graves violaciones a los derechos humanos en una situación de crisis humanitaria”, dijo Álvarez Icaza.
“Se les pide a los migrantes quedarse y acá no hay condiciones para que ellos sobrevivan, pero esa política pública de retenerlos acá ha convertido a Chiapas en una gran estación migratoria. Los obligan a quedarse aquí.
“El gobierno de México y las autoridades migratorias están haciéndole el trabajo sucio al gobierno de Estados Unidos, lo que muchas veces hemos dicho y denunciado”, expuso el senador.
Álvarez Icaza cuestionó el actuar de la Guardia Nacional, que abusa de los migrantes rompiéndoles sus documentos de identidad, y advirtió: “Acá hay una bomba de tiempo que, si no se atiende a tiempo, va a estallar”.
LAASESORÍA DE MORENA EN EL TRIUNFO
DE PETRO
RAFAEL CRODA
BOGOTÁ.— En junio de 2018 Gustavo Petro era candidato presidencial en Colombia y Andrés Manuel López Obrador lo era en México. En ese entonces el político colombiano estaba convencido de que el progresismo ligaría dos triunfos en América Latina, el suyo y el del abanderado de Morena.
“Ya hay que ir pensando en el impacto que va a tener en la región ese hecho político”, dijo Petro entonces a este semanario.
Eso, sin embargo, no ocurrió. Si bien López Obrador ganó los comicios en México, Petro debió esperar cuatro años más, hasta el pasado domingo 19, para ser electo presidente como candidato de la coalición izquierdista Pacto Histórico.
Ese día se impuso en la segunda vuelta electoral al empresario Rodolfo Hernández y con ese triunfo la izquierda colombiana hizo historia pues por primera vez gobernará el país, igual que ocurrió en 2018 en México con López Obrador.
Eso es lo que más identifica a Petro con López Obrador: los dos ganaron los comicios presidenciales hasta la tercera vez que se postularon y luego de enfrentar todo tipo de obstáculos políticos y todo tipo de campañas –algunas lícitas, otras no tanto, y todas ellas con mucho financiamiento de por medio– por parte de las élites políticas y económicas tradicionales.
En la primera vuelta de la campaña electoral, el mes pasado, Petro dijo a Proceso: “A ver si ahora sí me dejan llegar, porque aquí, como le pasó a López Obrador en las elecciones de 2006 (cuando según los resultados oficiales perdió por un estrecho margen ante Felipe Calderón), hemos denunciado muchas irregularidades”.
En ese sentido, aseguró Petro, “para nosotros López Obrador es un referente porque logró llegar (a la Presidencia) desde la izquierda, con el establecimiento en contra y sin el apoyo de los partidos tradicionales… nosotros hemos estado muy pendientes de todo lo que pasa en México”. –¿Cómo sería su relación con López Obrador? –se le preguntó a Petro. –Muy cercana, de unidad, de integración, vamos a trabajar por la unidad latinoamericana. –¿Y ahora sí sería viable ese eje progresista Bogotá-Ciudad de México del que usted habló hace cuatro años? –Sí, no tengo duda –dijo Petro–. Estamos hablando de un nuevo progresismo
/COLOMBIA
Recorrer el país pueblo por pueblo y armar un ejército de testigos electorales para prevenir fraudes fueron los consejos que Morena dio al senador Gustavo Bolívar, del equipo de Gustavo Petro, para asegurar el triunfo de la izquierda en Colombia. Y el resultado fue satisfactorio, pues el domingo 19 el candidato de Pacto Histórico ganó la presidencia. Para el ganador colombiano, Morena y López Obrador son ejemplos a seguir y con quienes aspira a apuntalar un “eje progresista” latinoamericano… las únicas discrepancias entre ambos tienen que ver con las políticas sobre el medio ambiente.
Un ejército de testigos electorales
que dará un nuevo rostro a América Latina y de un eje progresista más amplio, con México, Colombia, Chile, pasando por Argentina, por Bolivia y, quizá, Brasil (donde el izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva encabeza los sondeos para los comicios presidenciales de octubre próximo). Esa es la apuesta que vamos a hacer con López Obrador y con (Gabriel) Boric (el presidente chileno).
Los puentes con López Obrador ya están tendidos. Petro conoce desde hace varios años al canciller mexicano Marcelo Ebrard, con quien coincidió en diversos foros cuando ambos eran alcaldes de las capitales de sus países.
“Estamos analizando una gira al exterior de Petro, antes de que tome posesión (el 7 de agosto próximo), y esa gira incluiría un encuentro con López Obrador”, dijo una fuente del equipo del político colombiano.
Contactos con Morena
Desde hace varios años Petro ha seguido muy de cerca el proceso político mexicano. Incluso ha estudiado la manera en que López Obrador y sus partidos, primero el PRD y luego Morena, enfrentaron campañas adversas.
En 2018 le pidió a uno de sus hombres más cercanos, el senador Gustavo Bolívar, viajar a México para conocer de primera mano las claves del triunfo del líder de Morena en los comicios presidenciales de ese año.
El senador Bolívar lo explica así a Proceso: “Queríamos saber cómo hizo López Obrador para poder tener una certeza de que los resultados electorales fueran transparentes, y nos acercamos mucho a Morena, a congresistas de Morena, para conocer ese proceso”.
El legislador del Pacto Histórico se entrevistó en México con varios dirigentes de Morena y éstos le dijeron que, de acuerdo con su experiencia, hay dos factores centrales para ganar una elección “al establishment”: uno es recorrer el país y acercarse a la gente, y el otro, vigilar los comicios con un ejército de testigos electorales, tantos que a las fuerzas políticas tradicionales les resulte imposible hacer trampa.
“A mí me dijeron: ‘Dígale a Petro que haga lo que hizo Andrés Manuel, que recorrió por completo, año tras año, mucho antes de las elecciones, todos los municipios, más de 2 mil, los pueblos y las comunidades más apartadas del país’, y lo segundo era que Morena había hecho un trabajo muy amplio de búsqueda de testigos electorales, para tener certeza de los resultados cuando llegara el día de la elección”, señala Bolívar.
Recuerda que al regresar a Colombia le dijo a Petro: “Mire, Gustavo, hay que hacer esto, recorrer el país, los pueblos, las veredas y conseguir miles de testigos electorales para tener nosotros resultados paralelos a los que da la Registraduría (Nacional del Estado Civil, la institución encargada de organizar los comicios en este país) y así desmontar cualquier intento de fraude”.
A la luz de los hechos, ambas fórmulas le dieron resultado a Petro: desde que perdió los comicios de 2018 ante el actual presidente, el ultraderechista Iván Duque, el político de izquierda se dedicó a recorrer el país, al tiempo que cumplía sus labores como senador, y comenzó a armar un contingente de testigos electorales en todas las regiones.
Esos testigos fueron determinantes en los comicios legislativos de marzo pasado, pues en el preconteo, el Pacto Histórico había obtenido 16 senadores y 25 representantes a la Cámara, pero sus decenas de miles de delegados en las mesas de votación presentaron pruebas de alteraciones de actas electorales, lo que obligó a la Registraduría a reconocer al partido de Petro 500 mil votos adicionales que se habían esfumado en el conteo inicial.
Así, el Pacto Histórico obtuvo cuatro senadores y siete representantes más, y fue la organización política más votada en los comicios legislativos.
En la segunda vuelta presidencial, del domingo 19, la coalición izquierdista fue la que más testigos acreditó: 83 mil 209, lo que permitió tener presencia en más de 80% de las mesas de votación, una defensa frente a los intentos de fraude que Petro contempló hasta el último momento.
“En todo esto nos ayudó mucho la experiencia de Morena”, afirma Bolívar, quien logró reelegirse como congresista en los comicios legislativos de marzo pasado, cuando encabezó la lista al Senado del Pacto Histórico.
De acuerdo con el político y escritor colombiano –autor de series de televisión como Sin tetas no hay paraíso– para Petro y su movimiento López Obrador “es un referente muy grande, muy potente, porque ha señalado un camino para enfrentar esos poderes añejos, esos poderes tradicionales, y producir un cambio electoral”.
Por eso, indica, México será “una prioridad” en la agenda internacional de Petro, que además tendrá “un sello muy latinoamericanista”.
Bolívar considera que el triunfo electoral del candidato del Pacto Histórico dará un nuevo impulso a la integración latinoamericana, “porque, hasta ahora, Colombia había sido un estorbo para esa integración”.
Aquí, dice, “a los gobiernos de extrema derecha que hemos tenido, como el actual, como el de Álvaro Uribe (2002-2010), no le ha interesado hacer esa integración, pero con la elección de Petro se rompe un dique y creo que esa integración está más que cantada y muy cerca, más ahora que esperamos que Lula Da Silva sea elegido (presidente) este año en Brasil”.
La izquierda fósil
Petro, un economista y exguerrillero del M-19 que ha sido representante en la Cámara, senador y alcalde de Bogotá, considera que el nuevo progresismo latinoamericano se fundamenta en la defensa del medio ambiente, la equidad social, el desarrollo humano, la paz y la erradicación de la violencia.
Petro ha dicho a este semanario que una de las tareas que tiene el nuevo bloque de gobiernos progresistas es “priorizar la lucha contra el cambio climático como la principal estrategia de desarrollo, y eso significa que tenemos que decidir entre las políticas de la vida, que apuntan a proteger nuestros recursos, y las políticas de la muerte, que son depredadoras (como la explotación intensiva del petróleo y el carbón)”.
De acuerdo con el presidente electo de Colombia, la izquierda tradicional latinoamericana “se mueve en otra dirección, en la dirección de lo que yo llamo el progresismo fósil, que se basa en la explotación de recursos naturales, como petróleo, carbón, gas natural y todo tipo de materias primas”.
Consideró que en las últimas dos décadas, con el denominado “giro a la izquierda” en la región, varios gobiernos de esa tendencia aprovecharon el boom de los precios de las materias primas –que se fueron al alza por el acelerado crecimiento chino– y lograron “algunos éxitos sociales sobre esa base económica”. Pero se trató de “un progresismo fósil que, al estar basado en la exportación de combustibles fósiles, no era sostenible”.
Con la “crisis neoliberal” de 2008-2009 y la desaceleración del crecimiento chino cayeron los precios de las materias primas “y eso demostró la inviabilidad de un proceso de disminución de la pobreza basado en la explotación indiscriminada de recursos primarios”, señaló, y dijo que “el caso más claro es el de Venezuela, un país monodependiente del petróleo, que vive una grave crisis económica, política y social”.
Hace unos días Petro habló con el presidente venezolano, Nicolás Maduro, sobre la reapertura total de los pasos fronterizos comunes, en lo que fue el primer paso para la reanudación de relaciones diplomáticas entre los dos países, que se encuentran suspendidas desde febrero de 2019.
AP photo / Fernando Vergara
Semejanzas y discrepancias
Aunque Petro y López Obrador tienen importantes coincidencias políticas, hay aspectos en los que discrepan. Por ejemplo, el colombiano piensa que a Venezuela lo gobierna “una dictadura”, mientras el presidente mexicano pide la no intervención en los asuntos internos de ese país.
Sobre la Cumbre de las Américas que se realizó a principios de este mes en Los Ángeles, y a la que López Obrador no asistió porque no fueron invitados Cuba, Venezuela y Nicaragua, Petro ha dicho que él hubiera acudido para hablar cara a cara con el mandatario estadunidense, Joe Biden, aunque también está en contra de esas exclusiones.
Tal vez lo que más separa al presidente mexicano y al mandatario electo de Colombia es la política ambiental. López Obrador ha sido acusado por ecologistas de destruir áreas selváticas con la construcción del Tren Maya, y es más partidario de las energías fósiles que de las energías limpias, en tanto que Petro es un decidido impulsor de la lucha contra el cambio climático.
En su primer discurso al país tras su victoria del domingo 19, el candidato del Pacto Histórico afirmó que el combate al cambio climático será el centro de su política exterior y pidió a América Latina integrar un bloque con ese tema como punto central.
Bolívar señala que en el tema ambiental “habrá diferencias importantes” entre Petro y López Obrador, pero “eso no va a incidir en la unión política”.
“De pronto”, dice el congresista, “Petro persuade a López Obrador de poner la lucha contra el cambio climático en el centro de la agenda latinoamericana”.