Fátima Nicole Guerrero Gómez Segundo semestre LEPREE BENMAC Referencia 2 En la clase, los tiempos y los lugares están especificados y corresponden, a la vez, a actividades que hay q realizar y a comportamientos esperados claramente identificados. Los alumnos de manera ya tranquila, pueden integrarse a las actividades propuestas por el docente para la elaboración de trabajos en el momento que el profesor se tomó tiempo para realizar previamente preguntas sin respuesta. Los alumnos no pueden pasar de una actividad a otra sin haber comprendido lo que sucede. El docente debe haber comprendido lo que le permite superar cada segmento de la actividad, haber analizado las situaciones de cada uno de ellos, lo que los caracteriza, comportamientos que exigen y herramientas que se necesitan para: Hacerles frente”.
Referencia 3 La articulación de los tiempos y de los lugares es objeto de rituales que permiten que aparezcan las posturas mentales exigidas a los alumnos. Porque en la escuela, ay mucho en juego en la capacidad de pasar de una situación a otra. En primer lugar de la seguridad afectiva familiar con las obligaciones objetivas de la vida escolar. Hace falta un tamiz, se aprenderá a dejar a mamá y a lanzarse a realizar actividades sin ella. También habrá que aprender a cambiar de actitud cuando se pasa del universo del recreo al mundo de la clase: La función antropológica de los rituales es canalizar, regular y alejar las pasiones. Estos rituales deben ser asumidos colectivamente por toda una escuela o centro. Deben ser representados y explicados en un momento muy simbólico en que todos los educadores y resto del personal aparezcan solidarios, con las especificidades inevitables ligadas a la edad de los niños y a las diferentes disciplinas de la enseñanza. Referencia 4 Las posturas mentales exigidas a los alumnos vienen determinadas por el trabajo que se les pide. Postura mental- manera de proyectarse sobre “objetos de trabajo”- antes incluso de que se conviertan en “objetos de saber”- para dedicarse a ello con las máximas posibilidades de comprenderlos, es decir, de “hacérselos suyos”. Es mejor explicar qué tipo de atención se requiere, es decir, que tipo de proyección metal debe ser desarrollada por el alumno. Del mismo modo, no es suficiente con pedir a los alumnos que “estén en silencio”, que “se fijen bien” o que “escuchen atentamente”, también hay que decirles cómo y porque.
Fátima Nicole Guerrero Gómez Segundo semestre LEPREE BENMAC Para el docente, lo esencial es concebir siempre su enseñanza en función de lo que el alumno debe aprender y comprender. Referencia 5 En la clase, el trabajo debe efectuarse sobre objetos. Unos objetos es “objeto de saber” en la medida en que resiste la omnipotencia del imaginario, se constituye como una realidad exterior al sujeto y permite a este expresarse “sobre ella”. Es preciso construir el objeto antes de manipularlo. Hacer existir, en la clase, verdaderos objetos de saber pueden ser captados como tales por todos y sobre los que, a continuación, todos pueden ejercer su criterio. Hacer existir el objeto vamos allá de las emociones que suscita, en cierto modo, hacer existir en la inteligencia de los alumnos como un “objeto de saber” que les reúne y sobre el que, después y aparte, nada impide que cada uno pueda soñar, evoque imágenes de ciencia ficción o recuerde, de golpe, que su padre tiene uno den le sótano. Referencia 6 La presencia ay el arbitraje de los objetos permiten “depsicologizar” la relación pedagógica: lastran los conflictos de opiniones y confieren a la palabra del docente su verdadera autoridad. Las clases se convierten en “ollas exprés” en que la presión afectiva sube rápidamente, en que la exageración en las palabras compromete toda posibilidad de trabajo, donde nada viene a lastrar las relaciones y permite que se estructuren alrededor de un trabajo común. La clase es un lugar en que las relaciones entre las personas deben construirse a partir de objetivos de aprendizaje y no de afinidades o antipatías reciprocas. Conseguir la palabra del docente ya no sea interpretada sistemáticamente como una señal de afecto o de rechazo, como un signo de simpatía o de agresión, si no como la expresión de una exigencia que se impone a todos en una razón de las exigencias de proyecto colectivo.