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LO QUE LA MADERA ESCONDE: EL
Lo que la madera esconde: El código secreto de los árboles chilenos
Víctor Humanes Fuente / Ingeniero de Montes. Becario en el MAPAMA, Subdirección de Política Forestal
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Un país poco conocido pero cargado de una historia que la naturaleza se ha encargado de registrar durante años en un código oculto bajo la corteza de árboles y arbustos, y que poco a poco empezamos a descifrar.
Chile es uno de los países menos explorados del mundo, albergando aún zonas que jamás han sido visitadas por el ser humano. Las que sí lo han sido, llevan habitadas desde hace siglos por tribus indígenas que han convivido en relativa armonía con el medio, como los Mapuches en la zona centro-sur o los Onas en el extremo sur del país. Los últimos en llegar a esta región del Nuevo Mundo fueron los colonos, primero de origen español, y más tarde desde Palestina, Alemania, Italia o la extinta Yugoslavia. La diversidad de condiciones tiene como resultado una extraordinaria variedad de climas (solo está ausente el clima tropical). En ellos, se desarrollaron un sinfín de especies vegetales, habiendo sobrevivido muchos de sus individuos durante siglos, e incluso algunos durante milenios, frente a todas las adversidades de este territorio. La más longeva, el Alerce (Fitzroya cupressoides), lo es también de todo el hemisferio sur, siendo además la segunda más longeva del planeta. Puede alcanzar edades por encima de los 4.000 años, mientras que el Ciprés de la Cordillera (Austrocedrus chilensis) y la Araucaria (Araucaria araucana) pueden superar los 1.000
Esta limitada ocupación y uso del suelo se debe en gran parte a la orografía y climatología extrema que caracterizan buena parte del territorio. Una cadena montañosa, los Andes, que recorre el país de norte a sur, y que alcanza casi los 7.000 metros de altitud en sus cumbres más prominentes. Glaciares que ocupan una superficie de unos 23.000 km 2 . Caudalosos ríos. Innumerables islas. Precipitaciones por encima de los 4.000 mm anuales o zonas en las que nunca se han registrado lluvias. Temperaturas de más de 40ºC o de varias decenas bajo cero. Desiertos y salares. Bosques impenetrables. Volcanes. Terremotos. Tsunamis. Etc.
Barrena de Pressler (herramienta empleada para extraer muestras dendrocronológicas) inserta en un tronco de Araucaria araucana. Debido a la gruesa corteza de esta especie, adaptada a la recurrencia de incendios en su hábitat, es fundamental penetrar el tronco por aquellos lugares donde la corteza es mínima.
Ariel Muñoz Navarro e Isabella Aguilera Betti, del laboratorio de Estudios Ambientales (PUCV), tomando muestras de ejemplares de Araucaria araucana.
años de edad. Aunque no superan el milenio de vida, el Ciprés de las Guaitecas (Pilgerodendron uviferum) el Mañío (Podocarpus nubigenus), el Tineo (Weinmannia trichosperma) y el Coigüe (Nothofagus dombeyi) pueden acercarse a los quinientos años.
Estos árboles, junto con muchos otros, son hoy el objeto de estudio de la dendrocronología en Chile, una ciencia que ofrece posibilidades mucho más amplias que la simple determinación de las edades de los árboles.
En Chile, gracias a una serie de personas conscientes del tesoro que sus árboles guardan en la madera, la dendrocronología viene pisando fuerte desde hace años y así lo recogen los numerosos estudios que existen en esta materia. Diferentes instituciones universitarias como los Laboratorios de Dendrocronología de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (PUCV), y de la Universidad Austral de Chile (UACh), apuestan fuertemente por esta disciplina para obtener información del funcionamiento de los ecosistemas, el clima y la dinámica del paisaje en contextos de cientos o miles años.
La dendrocronología es una pieza fundamental para conocer la historia climática y de otros acontecimientos cuya naturaleza y comportamiento nos afectan intensamente. A través de esta ciencia se pueden reconstruir las precipitaciones o temperaturas de una región, comparando los crecimientos radiales del árbol año tras año, con las precipitaciones o temperaturas para esos mismos años. A partir de la relación existente entre el crecimiento y una variable climática, para los años en que existan datos climáticos registrados, es posible desarrollar un modelo matemático para estimar la variable climática en función del crecimiento del árbol, para tantos años como datos fiables de crecimiento haya. De esta misma forma, se puede calcular el caudal de un río, por ejemplo, o la recurrencia de distintos fenómenos atmosféricos como el Niño o la Niña, que en Chile tienen un especial impacto.
Algunas de las reconstrucciones más importantes realizadas en Chile han sido capaces de reproducir las precipitaciones de los últimos 800 años en el centro del país, los cambios en los caudales de los ríos de los últimos 500 años, así como las temperaturas medias estivales de los últimos 3620 años en el norte de la Patagonia chilena. Estas son sólo algunas de las decenas de reconstrucciones climáticas a lo largo del territorio chileno, siendo esta última la más larga existente en toda Sudamérica.
Su importancia radica en que nos permiten conocer si las actuales condiciones climáticas, que en muchos lugares son de sequía extrema, se deben a condiciones excepcionales nunca antes vistas en tiempos recientes (siglos), o por si el contrario son parte de un ciclo de periodos secos y húmedos recurrentes en el tiempo. Esta circunstancia es aún más acentuada
Anillos de crecimiento de Ciprés de la Cordillera vistos al microscopio. La zona más clara corresponde con la madera temprana, creada al principio del periodo vegetativo, mientras que la zona oscura corresponde a la madera tardía, más densa y creada al final del período.
en el norte de Chile, donde un gran número de poblaciones subsisten en zonas desérticas a través de la ganadería y del cultivo de la tierra. En estas regiones, la actividad agraria es posible gracias a la existencia de ríos que mantienen un caudal suficiente a lo largo del año, a partir de precipitación en forma de lluvia en zonas bajas durante el invierno, y del deshielo de las nieves y hielos de las cumbres durante el verano. A día de hoy, el cambio climático se ha sentido con fuerza en esta zona del planeta. Claras evidencias son la disminución de los caudales de los ríos, los retrocesos glaciares, reducción de la cubierta de nieve, disminución de acuíferos, pérdida de humedales y lagunas secas, entre muchas otras. Por esta razón, un conocimiento sólido del funcionamiento de los sistemas hidrológicos basado en sus dinámicas históricas puede significar un dato clave para anticiparse a los efectos de las condiciones futuras. Lo anterior permitirá planificar el devenir de estas regiones con un margen de tiempo mayor.
La dendrocronología convencional, la que se basa en la observación y medición de los anillos de crecimiento, también es una herramienta muy útil para datar una serie de fenómenos naturales, normalmente de índole catastrófica. El de mayor afección dentro del ámbito forestal es, sin lugar a dudas, el incendio. Debido a la naturaleza de Chile, plagado de volcanes, muchas especies de árboles han evolucionado para sobrevivir a los incendios provocados por los flujos de lava o la emisión de piroclastos incandescentes. Los árboles que sobreviven al paso de las llamas quedan heridos, si el fuego es de severidad moderada. Con el paso del tiempo, la zona herida del tronco es recubierta por el xilema, ocultando a simple vista el trauma. Este trauma es identificable a través de la dendrocronología, aunque en muchos casos
es necesaria la extracción de una cuña de madera, o de una rodaja en árboles muertos, ya que es necesario poder observar la madera que crece no solo sobre la herida, sino también a su alrededor, recubriéndola. Así, es posible datar incendios y saber cuál es su grado de recurrencia y severidad en un determinado lugar. Esto es especialmente importante para determinar cuan alterado está el régimen de incendios en un área determinada, algo elemental para el manejo del fuego a lo largo del tiempo.
Estudios a este respecto indican que los incendios en Chile son algo recurrente, y que ya se producían antes de la llegada de los colonos, como consecuencia tanto de tormentas eléctricas como de la propia mano de los indígenas que poblaban el país.
Otros eventos identificados en Chile mediante esta ciencia son sus fenómenos catastróficos más conocidos a nivel internacional. Los terre
Toma de muestra dendrocronológica de Araucaria araucana. Se puede apreciar la gruesa corteza que ocupa casi la cuarta parte de esta muestra (parte izquierda), así como la diferencia de color entre la albura (parte central) y el duramen (parte derecha) Bosque de Araucaria araucana a los pies del volcán Llaima
motos son habituales en Chile, produciéndose un elevado número de ellos a lo largo de todo el territorio. La mayoría no produce ningún daño, ya que son de baja magnitud. Sin embargo, los grandes terremotos provocan daños que quedan registrados en el arbolado. Por un lado, es frecuente que se den desprendimientos de rocas o avalanchas como consecuencia de los temblores. Estos causan, en el mejor de los casos, heridas en los árboles por el impacto de las piedras, siendo el evento identificable del mismo modo que en los incendios. En otros casos, se puede dar el derribo de una masa de árboles. Si sus restos se preservan en el tiempo, se podrá determinar la fecha del suceso a partir de estos, ya que todos habrán muerto en el mismo año, y la nueva masa que crezca en el lugar tendrá una edad relativamente homogénea. Por último, en zonas en las que se fractura el suelo, este hecho provoca la rotura de las raíces de los árboles. Como consecuencia, estos muestran un crecimiento reducido en los años posteriores al terremoto, ya que el árbol debe recuperarse de este estrés.
Los tsunamis también se dan con cierta frecuencia en Chile. La entrada del mar en la tierra puede provocar el derribo y sepultado de árboles. Algunas especies, como el Alerce, el Ciprés de las Guaitecas, o especies de Myrtaceas, poseen maderas muy resistentes a la pudrición, pudiendo persistir enterradas durante siglos, o por un tiempo indefinido en caso de fosilizarse. A partir de este tipo de depósitos, localizados en zonas donde se sospecha pudo haber un tsunami, es posible datar e identificar dichos eventos.
Por último, las erupciones volcánicas también se repiten cada cierto tiempo en este país andino. Además de provocar daños similares a los provocados por incendios, terremotos y tsunamis, también pueden provocar otro tipo de reacciones en los árboles. La ceniza expulsada puede formar nubes que perduren un tiempo relativamente alto en la atmósfera, minimizando la luz solar que alcanza a los árboles. A esto se suma la deposición de la ceniza sobre las hojas, que impide la fotosíntesis. La combinación de estos eventos provoca una supresión temporal del crecimiento. Desaparecida la nube de ceniza y lavada la capa que recubre las hojas, el árbol puede de nuevo recuperar su actividad fotosintética, con la llegada de las condiciones climáticas favorables. Tras un breve periodo de recuperación, el crecimiento de los árboles se ve potenciado por la fertilización que las cenizas provocan en el suelo, quedando el evento marcado por un patrón de anillos muy pequeños seguido de anillos muy grandes.
Otras líneas de investigación lidian con problemas de máxima actualidad y preocupación social. En este ámbito se encuentra la dendroquímica. Esta técnica permite analizar la composición química de cada anillo de madera. Sus aplicaciones se están centrando en temas relacionados con la contaminación ambiental. Algunos estudios tratan de reconstruir la contaminación en zonas industrializadas, mediante la comparación de las concentraciones de metales encontradas en los anillos de árboles de la zona de estudio con los datos instrumentales de estaciones de calidad del aire, tecnología que por lo general se viene usando desde hace pocos años. Como en el caso del clima, a partir de la relación entre ambas fuentes de información se puede reconstruir la presencia de elementos contaminantes en el pasado, siendo muy útil para saber si las nuevas políticas y medidas han conseguido una reducción real de estos contaminantes emitidos al medio ambiente.
Muestra de Ciprés de la Cordillera vista al microscopio. Tras identificarse y medirse los anillos de crecimiento, estos se seccionan para que su composición, química se analice año a año. Bosque de Araucaria sobre dosel de Nothofagus
Sin embargo, esta técnica es aún difícil de aplicar, pues los mecanismos de movilización de los distintos elementos y compuestos químicos en los árboles no se conocen demasiado bien, siendo posible que algunos de estos compuestos queden inmovilizados en la madera producida en el momento de su absorción, mientras que otros pueden migrar hacia partes más jóvenes del árbol con el paso del tiempo. Esta movilidad podría variar tanto en función de cada compuesto específico, como de cada especie de planta.
A pesar de ello, la dendroquímica se aplica con éxito en numerosos casos. Además del ya citado, también se está empleando para reconstruir la contaminación de grandes ciudades, a partir de árboles plantados en calles, parques y jardines, y el alcance espacial de esta contaminación. Del mismo modo, es posible su uso para hacer seguimientos de la calidad del agua de ríos o embalses, analizando el contenido en determinadas sustancias contaminantes de cada anillo de madera formado, en árboles que obtengan la mayor parte de su agua del río o embalse a analizar.
En una línea distinta, también es posible la determinación de erupciones volcánicas a través de la dendroquímica. Los distintos elementos expulsados tras la erupción quedan disponibles para ser absorbidos por la planta, o modifican la biodisponibilidad de otros en el suelo, por lo que un análisis químico de la madera indicará mayores concentraciones de ciertos elementos en años posteriores a la erupción. Esto puede servir como metodología para datar erupciones de
las que se tienen registros escritos o sospechas de que se produjeron en una determinada fecha, o para corroborar aquellas erupciones que tras el análisis visual de la madera se sospecha podrían haber tenido lugar por seguir el patrón ya mencionado de años con crecimiento suprimido seguidos de años con crecimiento liberado.
Más alejada del medio ambiente y los desastres naturales, la dendrocronología también se viene empleando desde hace tiempo para datar distintas infraestructuras y conocer más en detalle las características de algunas de las construcciones más emblemáticas. En el sur de Chile, la madera fue y aún sigue siendo uno de los principales materiales empleados en la construcción. Las icónicas iglesias de las Isla Grande de Chiloé, construidas hace siglos, están viéndose necesitadas de renovaciones, lo que implica el cambio de sus estructuras dañadas. A partir de ellas, es posible conocer el año en que fueron construidas o restauradas estas iglesias, la zona de procedencia de la madera empleada, e indirectamente nos pueden también ofrecer un testigo de las condiciones climáticas en que crecieron los árboles que dieron origen a la construcción.
En España, la dendrocronología también se presenta como una ciencia importante para evaluar la evolución del medio ambiente. Existen laboratorios en varias universidades, como la Politécnica de Madrid, la de Valladolid, Córdoba, Zaragoza, etc. A pesar de que nuestro medio está mucho más alterado que el chileno, aún quedan árboles longevos que superan
los mil años de edad, tanto en el medio natural como en parques, plazas y jardines. No obstante, debido a que las cronologías de ancho de anillo se sustentan en muestras obtenidas de múltiples árboles que crecen en una misma zona, las cronologías más extensas obtenidas en nuestro país rara vez logran superar los 500 años. Sin embargo, son suficientes para reconstruir eventos importantes ocurridos en los últimos siglos, como episodios de sequía desde 1694, gestión de bosques adehesados durante los últimos 300 años, corrimientos de tierra, eventos climáticos extremos, etc.
Dado el gran potencial que presenta la dendrocronología, un mayor intercambio de profesionales e investigadores entre países es fundamental, para poder implementar las nuevas tendencias y técnicas en nuestro país, así como dar una mayor importancia a esta ciencia en las enseñanzas universitarias en las que pueda resultar de utilidad para que despierten el interés en las nuevas generaciones. >>
Como las iglesias chilenas de Chiloé, silenciosas e inertes, los árboles pasan a menudo desapercibidos, pero son un elemento fundamental y participe del medio en el que se desarrollan, modificándolo y también siendo modificados por este. Registran un amplio espectro de los condicionantes de este medio, por lo que son uno de los elementos clave para poder conocer su pasado.
Con alrededor de 100 años de edad, la dendrocronología se encuentra aún en pleno desarrollo, pero se ha consolidado ya como uno de los medios que mayor cantidad y más sólida información nos pueden aportar acerca del medio ambiente. Por ello, resulta fundamental que esta ciencia se dé a conocer y que todo su potencial sea aplicado, lo que aportará nuevos conocimientos en muchos lugares del mundo, y un valor añadido a los árboles que quizás ayuden a concienciar a la sociedad de la importancia de preservar aquellos bosques e individuos que al igual que nuestros ancianos, más historia tengan que contarnos.