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Repetidores
Mucho se ha hablado acerca de la mala disposición del Presidente frente a los otros poderes de la Unión. Desde su frío saludo a la ruptura del protocolo tradicional que consiste en colocar a los tres poderes en el centro del estrado y no, como se hizo ahora, desplazar al Legislativo y Judicial a un extremo, privilegiando a funcionarios menores, como lo son los secretarios. Peor aún, desde el Ejecutivo se instrumentó una campaña en contra de la ministra presidenta, Norma Piña, acusándola de no pararse a la llegada de López Obrador, momento no protocolario que no ameritaba ese acto. Pero el tirano quiere pleitesía.
No he visto una atención similar al discurso del Presidente, que sin duda fue escrito por sus amanuenses “revolucionarios”. Se trató de una recuperación plena de la historia oficial del régimen de la Revolución, desde el mito del pueblo unido contra la dictadura porfirista, hasta los igualmente míticos resultados de la “primera Constitución social del siglo 20”. A quien esté interesado en una revisión seria de ello, le sugiero Cien años de confusión. México en el siglo 20, que desde su publicación, en 2007, provocó la ira y odio de parte de esos amanuenses que hoy lucran del poder.
La Constitución fue escrita por una parte de los ganadores de las guerras civiles. Aunque la comisionó Carranza, la controlaron los obregonistas, destacadamente Francisco J. Múgica, exseminarista, marxista y mentor de Lázaro Cárdenas. A él se debe la redacción de los artículos 3, 27 y 123, aunque los dos últimos fueron comisionados a Pastor Rouaix. Con base en esos textos, en el gobierno de Cárdenas la educación tuvo una orientación socialista, se repartieron millones de hectáreas y se estableció un férreo control del sindicalismo a favor del partido en el gobierno. De hecho, Cárdenas crea un partido corporativo, el Partido de la Revolución Mexicana, precisamente subordinando a obreros y campesinos a los deseos presidenciales. Lo mismo que había hecho con la Suprema Corte, el Banco de México, los gobernadores y el Poder Legislativo. Un partido totalitario, fascista en su lógica, aunque socialista en su dirección.
Para fines del sexenio de Cárdenas, la economía mexicana era del mismo tamaño que la había dejado Porfirio Díaz. Durante 30 años, el
FUERA DE LA CAJA
Macario
Profesor de la Escuela de Gobierno, Tec de Monterrey
Opine usted: www.macario.mx
Schettino @macariomx crecimiento fue nulo. Aunque después de la II Guerra se logró crecer a un ritmo interesante, eso provino del arreglo financiero internacional (Bretton Woods) y del capitalismo de compadrazgo iniciado por Miguel Alemán y continuado por sus sucesores. Nada resultó de esa “Constitución social”, más allá del control político y el adoctrinamiento escolar.
Para 1970, a la muerte de Cárdenas, Echeverría se erige en su heredero oficial, e intenta repetir en su sexenio las acciones del general, desde inventar empleo público hasta expropiar ranchos, pasando por una reforma educativa, pleitos innecesarios con otros países y un patrioterismo de agua de Jamaica y guayabera, que los viejos deben recordar. A diferencia de Cárdenas, Echeverría no respeta las formas y elige como sucesor a un amigo de juventud, y no a un político de oficio, que compensase sus excesos.
El resultado fue una brutal destrucción de riqueza, que provocó el primer sexenio sin crecimiento desde el de Cárdenas, y que sólo hemos repetido hoy, con López Obrador. Igual que en las otras ocasiones, esto es resultado de no respetar las reglas vigentes. Cárdenas rompió con lo anterior para construir un régimen acorde a su tiempo, autoritario, que dio estabilidad política a cambio de capitalismo de compadrazgo e instituciones extractivas. Echeverría y López Obrador, en su intento de replicar al general, provocaron polarización y destrucción institucional.
Recuperar al país después de la “docena trágica” costó mucho sufrimiento. Ahora será más difícil.