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ESTÍBALIZ URRESOLA Y '20.000 ESPECIES DE ABEJAS'

La ópera prima de la cineasta vasca está protagonizada por una niña de nueve años, Sofía Otero que, con su magnetismo y la complicidad de la directora, da vida de una manera emocionante a un conflicto entre su cuerpo y la identidad que la representa.

si el año pasado carla simón abrió la temporada de premios con el Oso de Oro en Berlín por Alcarràs, este año el protagonismo ha sido para la ópera prima de Estíbaliz Urresola, 20.000 especies de abejas, que llega este mes de abril a la cartelera. Pero, sobre todo, para su actriz protagonista, Sofía Otero, que antes de cumplir diez años levantó el Oso de Plata a la mejor interpretación -la Berlinale fue pionera en no diferenciar entre actrices y actores para conceder su galardón- por su trabajo en la película. “Es verdad que premiar a una niña de nueve años es una decisión controvertida. Y también muy bonita. Pero a mí el trabajo que Sofía hace me parece inconmensurable. Es justo el reconocimiento a su interpretación, y me provoca mucha alegría. Pero ahora es una responsabilidad colectiva, del equipo de producción, de mí como directora, de la familia y de la prensa acompañar bien este premio. Para que no tenga por qué ser algo que deteriore la experiencia de vida de Sofía como niña. A veces infantilizamos mucho a los niños, pensamos que no comprenden las cosas, pero todo el trabajo que he hecho con ellos me demuestra que son personas con las mismas capacidades cognitivas que un adulto, a las que tan solo les pueden faltar las herramientas para expresarse”, reconoce la directora.

Sofía interpreta a Cocó, que es como pide que la llamen. Pero todo el mundo se empeña en dirigirse a ella como Aitor, que es el nombre que se le puso al nacer. Ella no responde a ese nombre, ni se siente representada con su cuerpo, porque tiene clara su identidad. Estíbaliz Urrosola presenta con una mirada cargada de magnética poesía y sensibilidad el verano que Cocó pasa junto a su madre -una deslumbrante, de nuevo, Patricia López Arnaiz, ganadora del Goya por Ane (2021)- y a sus dos hermanos en la casa familiar donde residen su abuela y su tía, que se dedica con laboriosa pasión al cuidado de las abejas. “Cuando escribes tú misma recurres a escenarios que conoces. Me resultaba muy interesante este paisaje en el que he nacido, en el valle vasco de Aira, un lugar muy verde pero atravesado por fábricas que siempre están metiendo ruido”. La cineasta había presentado en el pasado Festival de Cannes su corto Cuerdas (2021), que también estuvo nominado al Goya, pero lo de Berlín tiene otra dimensión. “Aunque hubiéramos estrenado en Cannes, esto es algo a lo que no te acostumbras, y cuando nos dieron la noticia de la Berlinale, de la selección en Sección Oficial, ya estábamos inmensamente sorprendidas. Yo ya iba premiada solo con eso. Y luego todo lo que ha venido después han sido regalos. Ver que la película conecta con el público, con el jurado, exhibidores… es muy emocionante. Has hecho algo que atraviesa distancias, y conecta con las personas”.

Durante el proceso de documentación para el filme descubrió estudios que hablaban de que aquellas personas que no habían sido aceptadas dentro del seno familiar por su identidad de género sentida incurrían hasta en un 40% de intentos de suicidios en la edad adulta. Le interesaba brindar la oportunidad de comprender al espectador una realidad desde una mirada nueva, “porque el relato alrededor de lo trans siempre incide en lo traumático y en lo complejo”. Además, entendió que para muchas de las familias este proceso había supuesto una oportunidad de conocimiento y de unión. “Algo que siempre tuve muy claro es que quería hablar de ello dentro del seno de la familia. Gracias a muchos de los testimonios de las personas a las que entrevisté, me di cuenta de que el tránsito no lo habían hecho las niñas y los niños, sino sus padres… En ese cambio de mirada hacia el otro se producía un cambio de mirada hacia uno mismo”. En 2018 entró en contacto con la Asociación de Menores Transexuales de Euskalerria (Naizen), y cuando las familias le abrieron su intimidad inició el proceso. Ocho meses y una veintena de entrevistas después, Estíbaliz Urresola empieza a escribir las primeras versiones del guion, pero el cambio social que se estaba produciendo la empujó a emprender un nuevo proceso de investigación en 2020. “Cuando empecé a escribir esta historia no estaba, ni en el mejor de los horizontes, la posibilidad de crear un marco jurídico que contemplara los derechos fundamentales de personas que hasta ese momento no estaban protegidas. Y siento que no es casualidad que, al mismo tiempo que yo desarrollo este proyecto durante cinco años, la sociedad viva en paralelo un proceso de evolución, de diálogo y de comprensión. De dar lugar a estas realidades dentro del imaginario colectivo”.

Sin duda, una de las claves de la forma en la que el relato atrapa emocionalmente al espectador se encuentra en el magnetismo de Sofía Otero, una revelación que puede situarse a la altura de la presentación de Ana Torrent en El espíritu de la colmena (1973) de Víctor Erice. Y eso son palabras mayores. Incluso produce cierto respeto, por la magnitud de la referencia, a la hora de elegir el reparto. “La verdad es que fue curioso, porque ella vino al primer proceso de casting. Lo que pasa es que, quizá sugestionada por el hecho de que el personaje es muy exigente y recorre muchos registros, y que Sofía es una niña tremendamente alegre, luminosa y expresiva, no había sido capaz de darme cuenta de que en la primera sesión ya tenía a la persona que buscaba. Por su propia naturaleza, pensé que sería una de las niñas que se reúnen en la película en la piscina, le atribuí ese papel. Vimos hasta quinientas niñas, estaba agotando el tiempo y teníamos que entrar en breve en otra fase, y pensé que quizá ya había aparecido y se me había pasado por alto….”. Entonces sucedió ese componente de milagro profano que suele condicionar este tipo de apariciones tan especiales. “Me puse a revisar las fichas y me di cuenta de que a Sofía nunca le había hecho la prueba específica para el personaje central. Así que la convoqué in extremis, en la última sesión de casting, con escenas que no tienen lugar en la película, y fue tan brillante lo que hizo que trabajé con ella otra prueba que resultó absolutamente abrumadora. Me podía comunicar con ella muy fácilmente. Es una niña muy intuitiva, con un mundo emocional muy rico y nuestro panel de comunicación fue muy limpio y muy fácil”.

20.000 ESPECIES DE ABEJAS (21 abril)

España.

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