editorial
¿El último espacio moderno de la mujer?
e
l enfoque de género ha permitido identificar la desigualdad y exclusión de las mujeres, el que, amparado por la teoría dual del capitalismo y patriarcado, a legitimado las relaciones del poder y con ello la división sexual del trabajo. Que ha decantado en el ámbito de la educación y sus educadoras en una brecha económica, que solo proyecta las grandes diferencias existentes en nuestra constitución. Lo anterior es solo un botón de cómo opera el sistema sexo-género, que amplifica la desigualdad por medio de políticas públicas, económicas y educacionales, que siguen sin permitir abordar esta situación con el tenor que se merece. En ese sentido se siguen observando las diferencias en las oportunidades que tienen hombres y mujeres, como un perpetuo beneficio para el hombre en un sistema social injusto, patriarcal y decimonónico. En nuestra área de acción sabemos que nos encontramos en una singular situación de cómo abordar la cuestión de género en la educación de párvulos. Un nicho que ha sido principalmente femenino, asociado a la labor de cuidadora y de niñez, privativo del género masculino, -ya sea por prejuicios culturales o económicos con relación al salario, entre otros-. La educación de párvulos siempre ha sido relacionada con la mujer. Es
histórica esta relación del cuidado y asistencialidad que ha brindado en la primera infancia relacionada a su condición biológica. No es extraño que hoy sigamos encontrándonos con creencias que hablan de jardines infantiles y salas cunas para cuidar a las niñas y niños por sobre el argumento pedagógico y de aprendizaje. Pero no se puede desconocer el ánimo que ha tenido “la nueva masculinidad”, en cambiar el paradigma de realizar labores que estaban destinadas a mujeres, en particular con aquellas relativas al cuidado de los hijos, haya desarrollado “una inquietud” por abrirse campo en la educación parvularia; por cierto, en nuestro país las tasas de educadores de párvulos que ejercen su profesión varían desde 1% al 4%, y debemos mencionar que ha habido educadores hombres ya hace varios años. Si bien se ha tratado de relevar la figura masculina en la educación parvularia, en Chile la cantidad de educadores es marginal y hasta la fecha, quienes han desarrollado la base de aprendizaje en los primeros años, han sido solo mujeres, por lo cual, sin caer en una crítica radical y ortodoxa, tenemos también el derecho de preguntarnos, si este nicho profesional que ha sido del género femenino, debe ser o no abierto al género masculino ¿De quién es la necesidad de incorporar al hombre como educador de párvulos?
La mujer y lo femenino han sido en la historia relegadas por el hombre y lo masculino. Incluso en algunos ámbitos de la salud, que pertenecían a las mujeres fueron desplazados por el hombre, como ocurrió con el espacio del parto, en donde las parteras eran las que preparaban y ayudaban a nacer a las niñas y niños. Mujeres sabias que ayudaban a sus pares en una situación femenina y matriarcal, quienes fueron relegadas por la ciencia y expulsadas por el médico -conocedor científicoquien se apoderó de esta actividad, hasta nuestros tiempos, en donde es muy difícil encontrar una mujer ginecóloga que atienda partos. La educación parvularia es un dominio social e histórico de la mujer, -de eso no cabe duda-, pero ¿Por qué sucede que en el ámbito de la educación básica - desde primero en adelante-, existen profesores hombres y desde sala cuna hasta transición mayor ocurra lo contrario? Tal vez sea, porque es el último nicho histórico, social y global que no ha podido tocar el cambio de paradigma sexo-género, propio del post modernismo, y sean las mujeres con su sabia práctica y profesionalismo quienes han mantenido con éxito y con mejor futuro este espacio de aprendizaje… A lo mejor la biología aún nos manda
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