El vuelo de la esfinge 08

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Filosofía para un mundo mejor

N.º 8

Lo que la ciencia y la tecnología no pueden darnos Los logros científicos y técnicos del siglo XX hicieron pensar a muchos –siguiendo la línea de otros filósofos y estudiosos de centurias anteriores– que los males de la guerra y sus derivados podrían eliminarse definitivamente.

Una nueva cultura, una nueva forma de enfocar la vida, nuevas posibilidades de distribución de las riquezas en la tierra, nuevos estilos de gobierno más liberales, todo ello debía contribuir eficazmente a alejar el fantasma de las luchas a muerte entre los pueblos. Se daba por sentado que el imperio de los derechos humanos y el amor que todos los seres sienten por la paz nos proporcionarían una época floreciente, en la cual ya no se verían más rastros de violencia. Pero desgraciadamente no es así. Al contrario de lo esperado, si bien no se puede hablar de guerras mundiales que enfrenten grandes bloques de países alineados en una u otra ideología, vivimos el tristísimo espectáculo de las múltiples guerras y guerrillas que asolan a la mayoría de los países del mundo, cuando no es el terrorismo el que se cobra vidas sin miedo ni piedad.

¿Qué es lo que ha fallado? ¿Dónde ha estado el error para que las cosas se dieran de un modo tan diferente al proyectado? ¿Deberemos aceptar acaso que la guerra es un impulso instintivo en el hombre y que,

en todo caso, no bastan los paliativos con que contamos en la actualidad para aplacar ese instinto? ¿Son solamente el hambre y la escasez de medios de vida en general los que empujan a la lucha? ¿O son conflictos sociales y religiosos los que llevan al fanatismo intransigente al que no le importa ni matar ni morir? Nos sentimos inclinados a pensar que en las guerras se mezclan muchos de los factores antes mencionados y que, en la mayoría de los casos, una cara es la que se presenta en los medios de comunicación, y otra es la que se esconde entre los telones de la política internacional. Todos reniegan de las guerras y las muertes inútiles, pero pocos o ninguno pasan más allá de las palabras para detener esta plaga. La repulsa es apenas un grito intelectual y, en cambio, el miedo al compromiso paraliza todas las

Editorial Si queremos cambiar este mundo, no lo vamos a conseguir cambiando solamente las leyes. Necesitamos valores humanos, los cuales se sustentan en unos principios de vida, en una actitud de vida. Si esos valores no nacen de una cosmovisión, si sólo son reglas, no dejan de ser normas morales impuestas. Tenemos que cambiar por dentro. Los valores tienen que surgir como consecuencia de una interpretación del valor de la vida y de la forma entender la relación con los demás, de una interpretación de mi estar en la existencia y en la sociedad. Y en todo esto ¿qué papel juega la filosofía? La filosofía puede jugar un papel muy importante porque, en el terreno de las ideas, representa justamente el amor a la sabiduría. Decía Platón que la filosofía no es sabiduría. Es un giro, una conversión de la mirada hacia la búsqueda del bien. Cuando nosotros empezamos a buscar qué es realmente lo bueno, lo duradero, lo justo, lo bello, entonces empezamos a encontrar y a revolucionar las ideas. Miguel Ángel Padilla

manos, las individuales y las de las grandes potencias. Es evidente que la ciencia no basta para ofrecer una vida digna a los hombres, ni tampoco la tecnología puede llegar a todos; los sistemas políticos son tan abstractos que los problemas siguen siendo los mismos de siempre aunque varíen los actores. La desesperación ante las dificultades de la vida, la falta de afirmación de la propia personalidad, que no tiene bases sólidas en las que apoyarse, desembocan en una agresividad creciente de todos contra todos. A falta de otros bienes materiales y morales, los hombres buscan satisfacción en el hecho de


sentirse únicos y especiales –cada pueblo, cada religión, cada estilo de pensamiento se expresa así–, y ello trae consigo un espíritu fanático de posesión, una furia salvaje por defender lo poco que se tiene: una gota de orgullo mal entendido, el orgullo de los pocos que excluye al conjunto de la Humanidad. La ausencia de verdaderas metas de vida, reales, útiles, con sentido de futuro y evolución integral, obliga a volcar las energías en estas empresas bélicas que tienen la apariencia de un ideal por el cual luchar, por el cual vivir y aun por el cual morir. ¿Cuándo despertaremos al arte y la ciencia que englobe asimismo el sentimiento místico y la aplicación sociopolítica, indispensables para que la vida y la muerte asuman su auténtico valor? Creo que no nos faltan medios para abrir los ojos; tal vez, apenas, la voluntad de hacerlo y la de librarse de todos los escondidos enemigos que nos hacen creer que nunca estuvimos más lúcidos que ahora. Delia Steinberg Guzmán

La técnica nos ha llevado a la Luna...

... toca ahora a la filosofía llevarnos a nosotros mismos

Inteligencia cardiaca: con el corazón en la mano La visión holística del conocimiento nos presenta el corazón como un centro de energía inteligente en nuestro organismo. La ciencia ha podido constatar experimentalmente que existe una inteligencia del corazón de gran influencia en el equilibrio humano; no en vano, el campo electromagnético que genera es 5000 veces más intenso que el campo cerebral. En el lenguaje cotidiano utilizamos numerosas expresiones que hacen referencia al corazón: «con el corazón en la mano», «haz caso a tu corazón», «pon el corazón en todo lo que hagas», «tiene un gran corazón», y podríamos enumerar muchas más… Parece ser que el corazón ocupa un lugar importante en la llamada «sabiduría popular». ¿Qué entrañan de verdad estas afirmaciones? Para contestar a esta pregunta, tenemos que abordar el tema del corazón desde una perspectiva más amplia y no considerarlo meramente como un órgano que bombea sangre a todo nuestro cuerpo. Este tratamiento holístico es llevado a cabo por la psicología transpersonal, que, junto con otras disciplinas científicas, está conformando el «nuevo paradigma científico». Así, en el amanecer de esta nueva «era de la conciencia», comienza a tener relevancia el término «inteligencia cardiaca». La neurocardiología y la biología molecular ya han demostrado que el corazón posee una inteligencia distinta a la del cerebro. Ambas se complementan; sin embargo, la inteligencia cardiaca es mucho más poderosa y, con el trabajo adecuado, puede dirigir la inteligencia mental y establecer un equilibrio a nivel fisiológico y psíquico. Esto es posible porque el corazón tiene su propio cerebro, conformado por un sistema nervioso con neuronas y neurotransmisores. Se estima que un 60% de las células cardiacas son neuronales; de estas, 40.000 son neuronas que enlazan directamente y sin intermediarios el corazón y el cerebro. Vemos entonces que el corazón ya no es una simple máquina de masa muscular cuya función es bombear sangre, sino que integra elementos biológicos similares a los de nuestro cerebro. Gracias a esta estructura física el corazón puede sentir, procesar información, decidir y aprender de manera autónoma; es más, es el corazón quien percibe la información en primer lugar y la transmite después al cerebro, utilizando una capacidad asombrosa: la intuición. Numerosos experimentos acreditan que el corazón es capaz de reaccionar a un estímulo antes de que este aparezca, y esto no es magia, es ciencia que avala esta poderosa cualidad del corazón. Existen cuatro vías principales de conexión entre el «cerebro del corazón» y el «cerebro de la cabeza»; la primera es la conexión neurológica, mediante la transmisión de impulsos nerviosos; la segunda, la transmisión bioquímica, mediante hormonas y neurotransmisores; la conexión biofísica es la tercera, a través de las ondas de presión generadas por su latido; y la cuarta hace

El vuelo de la esfinge Filosofía para un mundo mejor

EDITA: Esfinge: www.revista-esfinge.com

Nº 8. Febrero 2017

Los artículos firmados no expresan forzosamente la opinión de la Redacción de la revista, sino que comprometen exclusivamente a su autor.


referencia a la comunicación energética, a través del campo electromagnético que genera (5000 veces más intenso que el campo cerebral). Coherencia biológica, la clave del equilibrio Vemos que las investigaciones científicas apuntan a configurar el corazón como centro energético e inteligente de nuestro cuerpo. ¿Qué utilidad práctica tiene esta información? ¿De qué manera puede mejorar nuestra vida? ¿Se relaciona con la búsqueda de la felicidad? Si queremos responder a estas cuestiones satisfactoriamente, debemos dar un paso más y abordar el concepto de «coherencia biológica», como aquel estado en el que nuestros sistemas biológicos (respiración, digestión, sistema endocrino…) funcionan correctamente, sintonizados con el ritmo del corazón, proceso denominado también «coherencia cardiaca». Cuando estamos en coherencia, nuestro cuerpo, a nivel físico y psíquico, emite una sinfonía bajo la dirección del corazón. Esta coherencia la podemos observar en la forma e intensidad del campo electromagnético que genera el corazón y que penetra en todo nuestro organismo, proyectándose hacia el exterior envolviendo todo nuestro cuerpo. Este estado de coherencia se manifiesta cuando el campo está formado por un patrón de ondas amplias, fluidas y regulares, generado por un «ritmo cardiaco coherente». Este ritmo se relaciona con emociones positivas como la gratitud, el amor, la bondad y el perdón, produciendo una armonía global que se traduce en estados de bienestar y felicidad. Por el contrario, existe un «ritmo incoherente» del corazón caracterizado por patrones de ondas irregulares y desordenadas, vinculado con emociones negativas como la culpa, la ira o la frustración; como resultado, pasamos a un estado no sincronizado de nuestro organismo, con manifestaciones como el estrés y, en último término, la enfermedad. De esta manera, vemos que el estado emocional en el que nos encontramos es determinante para conformar la calidad de nuestro campo cardiaco, y esto, como hemos dicho anteriormente, no solo afecta a nuestro psicocuerpo, sino que la información que contiene este campo es emitida al exterior, al mundo que nos rodea, determinando así nuestra realidad, porque la información que emitimos atrae información semejante; es decir, en lenguaje cuántico, materializamos las posibilidades con las que resonamos. En otras palabras: «vivimos lo que emitimos», y como el proceso es interactivo con nuestro entorno, «emitimos lo que vivimos», yo creo el mundo y el mundo me crea. Una inteligencia más allá del tiempo y el espacio Esta visión cuántica constata nuestra profunda interconexión con el mundo y, en otra clave, refleja nuestra responsabilidad en la tarea de crear lo que queremos vivir y

de construir un mundo mejor. También convierte el campo generado por el corazón en el portal cuántico de acceso a toda la información de los campos circundantes; en primer lugar, a toda la información del campo magnético de la Tierra, y por extensión, a la del universo entero. Esto es posible porque la información que recibe el corazón no está limitada por el tiempo y el espacio, se trata de información holográfica y cuántica. La versión clásica de esta interconexión corazónuniverso se puede expresar mediante la máxima platónica «Conócete a ti mismo (conecta con tu corazón y construye un campo coherente) y conocerás el mundo y a los dioses» (tendrás acceso a la información del universo). Metafóricamente, podemos decir que el corazón es nuestro sol interior. Cuando su ritmo es armónico y coherente, sintoniza con el campo cerebral. Esta coherencia corazón-mente puede ser medida y tiene un valor de 0.10 Hz. Nuestra mente es dual y sus funciones naturales son analizar, separar, fragmentar…; sin embargo, la inteligencia del corazón busca la síntesis, la unión. Si aprendemos a escuchar al corazón, todo irá bien; él sabe cómo actuar en todo momento, ya que su inteligencia es atemporal e intuitiva. Si atendemos a sus dictados y generamos un campo coherente, cultivando las cualidades del corazón, como el amor, la gratitud, el perdón..., su inteligencia penetra la inteligencia mental transformándola. De esta manera, corazón y mente forman un tándem excelente y emerge el amor inteligente, y entonces la mente, al servicio del corazón, comienza a crear para el amor. En este estado de coherencia todo es posible y los sueños comienzan a percibirse realizables, nos trasladamos en el tiempo transformando utopías en proyectos al servicio de las personas; entonces, como decía Gandhi, «La felicidad se alcanza porque lo que pienso, lo que digo y lo que hago están en armonía», y esta situación personal genera una gran coherencia. Por el contrario, la incoherencia es producto del conflicto interior, que desemboca en estrés, y si este perdura en el tiempo, aparece finalmente la enfermedad. Estrés y enfermedad son reacciones inteligentes de nuestro psicocuerpo para restablecer el equilibrio y la coherencia perdidos. Esta búsqueda de equilibrio también aparece expresada de formas diversas en la sabiduría atemporal, no es sino «transitar el camino del medio» del Buda, o «el justo medio» de Aristóteles, la moderación o templanza como virtud esencial... Luis Llera

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La filosofía, un mapa para transitar por la vida

Dicen que la vida es aquello que sucede mientras nos empeñamos en planificar otras cosas para nuestro futuro. Ella nos depara tristezas, sinsabores y amarguras, pero también nos regala alegrías, momentos plácidos e instantes de verdadera felicidad. En el transcurso de los años, las esforzadas tareas y tensiones psicológicas, los fluctuantes estados de ánimo y las emociones desgarradoras, los vaivenes, miedos, dudas… darán paso, cuando se destile su enseñanza, a la comprensión profunda de nuestro camino. La vida provoca todas las preguntas, pero encierra en sí misma las respuestas. Sin duda, los golpes y magulladuras que nos propina el paso del tiempo no son sino «pruebas» que nos predisponen a la comprensión profunda de la vida. De este modo, la adolescencia, con su inseguridad emocional y sus eternas dudas, no es sino el campo de batalla en que se conquista el asentamiento de nuestra personalidad. Más adelante, se pondrá a prueba la fragilidad de nuestras tibias emociones y la solidez de nuestras ideas y convicciones, aparecerán los sentimientos estables y duraderos, las alegrías y satisfacciones profundas, emprenderemos la lucha ilusionada por la consecución de nuestras metas, y llegarán o no –según encaremos las situaciones– los logros y recompensas. Y nuestro edificio se irá construyendo, poco a poco, con tesón y entusiasmo. Según sea la apuesta realizada será el resultado. Si hemos sabido rehuir aquello que nos emparenta con un mundo de barro, si hemos sabido renunciar a lo mezquino, lo bajo y ruin, a lo superfluo e inútil, a lo seguro e interesado pero mediocre, a lo instintivo y pasional, a los apegos y amores pequeños… y en cambio, hemos apostado por todo aquello que nos eleva hacia las estrellas, llegaremos al lugar que nos está reservado y «en donde deberíamos estar». Pero este es el camino esforzado que requiere valentía, coraje, esfuerzo perseverante, amor y comprensión. Una comprensión profunda de lo que debemos hacer en la vida, basada en un conocimiento que nos permita desenvolvernos en las más variadas situaciones con soltura y seguridad, con fundamento… a lo cual se le ha llamado en toda época Filosofía, porque la filosofía aporta las herramientas para conocernos a nosotros mismos, para educar el carácter y saber afrontar aquello que nos depara la vida. -4-

De este modo, podremos decir, con visos de realidad, «tengo una filosofía de la vida que me permite salir adelante». Sin embargo, muchos hablan de la necesidad de tener una «filosofía» que avale las actuaciones a realizar (en una empresa, en un partido político, en un equipo deportivo, etcétera), pero en realidad carecen de ella –entendida como fundamento inspirador de todas sus acciones–, o tan solo la aplican de modo circunstancial. Pero filosofía es algo más que esa pobre concepción esporádica a la que recurrimos tan solo cuando la vida amenaza tormenta. La filosofía no es un manejo de cuatro ideas o máximas expresadas por algún que otro filósofo en un momento de lucidez, sino la herramienta eficaz que nos permite alcanzar, con garantías de éxito, nuestros fines en la vida. No consiste, tampoco, en tener una fortaleza o cualidad bien desarrollada (por ejemplo, la perseverancia o la amabilidad de un incansable vendedor inmobiliario), pues de nada sirve si está al servicio de una visión interesada y egoísta, encaminada tan solo al lucro o al engaño. Es menester, también, desarrollar nuestras cualidades latentes en servicio de unas ideas más profundas, honestas, rectas, humanas. Es decir: – Que estén encaminadas hacia el bien propio, pero que sepan considerar siempre el bien común (con sentido de la fraternidad, del altruismo, de la solidaridad, de la necesidad de la ayuda humanitaria y del voluntariado inegoísta, etcétera). – Que sirvan para el progreso y el desarrollo material, pero que tengan en cuenta el desarrollo interior de las personas (dirigidas hacia lo justo, lo verdadero, lo bueno, lo bello, etcétera). – Que cuiden del presente, pero tengan visión de futuro, que velen por el momento histórico actual y el desarrollo de nuestro mundo, pero que sepan preservarlo para las generaciones futuras, a fin de que ellas puedan disfrutar de ese legado que es también un derecho que les corresponde.


Cada ser humano tiene un camino en la vida, un sentido que ha de encontrar a lo que le ocurre, y la filosofía es la comprensión profunda de la senda que ha de transitar en la vida. Podemos adentrarnos en el territorio inexplorado de la vida con una pobre «brújula» y una cantimplora, sin saber muy bien qué nos vamos a encontrar; o bien, podemos utilizar un «mapa» en donde aquellos que ya han explorado esos lugares nos indiquen los peligros que existen, las cautelas a tener en cuenta, las herramientas y fortalezas que debemos atesorar para salir de la intrincada selva indemnes, airosos y triunfantes. En el camino de la vida, la filosofía es el mapa que ha de servirnos de guía en esa búsqueda interior que ha de llevarnos a nuestra realización humana. En verdad, la filosofía, entendida según su concepción

clásica y no como un ejercicio meramente intelectual, es «amor al conocimiento», es búsqueda profunda de quienes se hallan enamorados de la vida y pretenden entender todos sus misterios, de quienes valoran el conocimiento por encima de cualquier otro bien, y en consecuencia, se entregan a él. Ella nos ayuda a tener criterios estables, firmes y bien fundamentados, emociones controladas y sentimientos nobles… centra nuestra mente cuando se dispersa y se diluye, traza el rumbo a seguir ante los vaivenes de la vida y nos lleva hacia la cota más alta posible de realización. La filosofía es maestra de vida que nos enseña a conocernos, que aporta las claves para la comprensión real y formada del propio yo, de los seres humanos y de todos aquellos que pueblan la Naturaleza. Ella es… el mapa indispensable para transitar por la vida. Ramón Sanchis

Alégrate en el presente Era el lema que Marsilio Ficino, el admirado neoplatónico f l o r e n t i n o , transmitía a sus pupilos, en sus reuniones de la villa Careggi, cuando redescubrían la Filosofía, como apasionante búsqueda de un saber universal. Laetus in presens era uno de los más apreciados, entonces, cuand o recuperaron tantos otros que figuraban en los escritos de los maestros latinos y que se convertían para aquellos discípulos de Platón en consignas para construir una forma de vida. En este tiempo de slogans banales, que nos condensan las promesas de falsa felicidad que presuntamente nos ofrece el consumo de objetos materiales, este mensaje, de alegrarnos en el momento presente, viene a ser un desafío ante la trivialidad, ante los temores que también nos trae un tiempo convulso, en el que nuestras seguridades se hacen añicos. Alegrarse en el presente significa tomar conciencia de dónde estamos, de hacia dónde queremos ir, hacer balance de lo que henos logrado hasta ahora, de lo que queremos alcanzar. Sentir que el cambio incesante que es en realidad la vida nos trae sorpresas en este preciso momento, de tránsito entre lo que ha ocurrido y lo que va a venir. Cuántos regalos nos puede traer el momento presente, si concentramos la atención en vivirlo, dejando atrás añoranzas de lo pasado, dando de lado a los miedos y las incertidumbres de lo por venir. Significa también buscar los motivos para estar alegres, pensar antes en lo que tenemos que en lo que nos falta, ser capaces de valorar las cualidades, en lugar de insistir tanto en los defectos, propios o ajenos. Alégrate en el presente, porque te ha tocado vivir una época muy interesante, porque tienes a tu lado a tantos idealistas, porque tienes a tu alcance muchos tesoros de sabiduría, esperando que te acerques a ellos, porque intuyes que la vida tiene sentido, que no todo está perdido ni son inútiles los esfuerzos por mejorar el mundo, porque ahora, en este fugaz presente, muchos compartimos esos sueños que algunos llaman utopías.

MªDolores F.-Fígares

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Pilares del Voluntariado

El Voluntariado es una de las manifestaciones más nobles del ser humano. 7 son los pilares sobre los que se sustenta su grandeza:

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Saber que no siempre se ayuda con objetos materiales, sino que el acercamiento humano, la posibilidad de compartir sentimientos e ideas es, hoy por hoy, una de las ayudas más apreciadas en un mundo en que buena parte de la gente se siente sola.

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Saber que para ayudar hay que darse a sí mismo, volcarse íntegramente en lo que hacemos.

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Saber que una ayuda concreta requiere conocimientos concretos y prácticos acerca del buen resultado que queremos obtener. Es decir, que mal podemos colaborar con el que acaba de perder su vivienda si no sabemos reconstruir una vivienda (o conseguir personas que la reconstruyan bajo nuestra responsabilidad). Saber que una ayuda humana requiere conocimientos concretos acerca del ser humano. Consolar, reconfortar, proponer nuevos pasos en la vida, son bienes que solo pueden ofrecer los que se conocen a sí mismos y saben cuáles son las necesidades del alma y los alimentos del alma. Saber que todos tenemos algo para dar. La generosidad no es algo exclusivo de algunos pocos. Cada uno posee algún bien, algún valor concreto o íntimo, alguna característica humana que puede ayudar a quienes carecen de ello. Saber ponerse en el lugar de los demás, sentir lo que sienten, entender lo que piensan, entrar en contacto real y no superficial. Salir de la cáscara del individualismo que nos convierte en centro y eje del mundo. Saber que ayudar es servir con alegría. El entusiasmo multiplica el valor de lo que ofrecemos por muy poderoso y perfecto que sea desde el punto de vista técnico. D.S.G.

La filosofía del compromiso con la vida Hay filósofos y místicos que van por la vida con un halo de pureza y elevación. Tanto es así que en su filosofía y misticismo evitan mezclarse con el común de los mortales, con aquellos que no han alcanzado, como ellos, la profunda comprensión del universo y la vida. Entre ellos los hay que, en la creencia de saberlo todo, se atribuyen experiencias que nadie más ha tenido y el poder de juzgar a otros sin rubores. Son aquellos que hablan y hablan, pero nunca escuchan. También los hay de los que guardan un orgulloso mutis, porque sienten que nadie está capacitado para comprender la altura de sus pensamientos y no quieren echar margaritas a los cerdos. Estos tampoco suelen escuchar a los demás, sencillamente porque poco les importa lo que los otros tengan que decir. No creo que esas personas tengan de filósofos o místicos más que el nombre. Un filósofo no puede nunca esconderse del mundo, ni levantar muros entre la humanidad y él. El objetivo de un filósofo que hace honor a su denominación de amante del conocimiento es, siempre, hacer del mundo un lugar mejor, no vivir al margen del mundo. Podría parecer que el amante del conocimiento es, simplemente, un amante de lo teórico, de las palabras y los pensamientos, pero no de las acciones. Por alguna perversión del tiempo hemos separado en la filosofía la teoría de la práctica, y el conocimiento nos hace imaginar canosos ancianos de largas barbas, que se dejan la vista entre libros y tratados; sabios por los conocimientos que atesoran, e inaccesibles para los que quieran descubrirlos. En la filosofía no existe eso de «yo y el mundo», con un «yo» en el centro de la existencia y un «mundo» externo y ajeno a ese «yo». La filosofía pertenece al mundo y es el mundo. El filósofo nace en el mundo, en él se forma, en él toma sus experiencias y a él debe su servicio. No como una entelequia, sino como una realidad. Si la filosofía se pregunta por la vida, el universo y la humanidad, es porque su objetivo es descubrirse como un actor vivo de ese universo que contempla y de esa humanidad de la que forma parte. Un filósofo no puede, entonces, no sentir que su compromiso es con el mundo y con las gentes que del mundo forman parte. No tenemos más que echar un vistazo a esa gran maestra que es la Historia y encontrar que aquellos a los que llamamos filósofos, siempre han estado implicados en el mundo y la sociedad que les ha tocado vivir. Han participado del gobierno de sus ciudades, han intervenido en los asuntos de su entorno, han combatido en tiempo de guerra y educado en tiempo de paz. Ninguno de ellos vivió en una torre de marfil, ninguno se creyó por encima de los demás, ninguno creyó que el mundo era algo ajeno a él. Un filósofo es, y siempre será, aquel que se esfuerza, día a día, investigando, amando y sirviendo, para que el mundo en el que vive sea un poco mejor. Fátima Gordillo

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Ortega dijo: “yo soy yo y mi circunstancia”, pero olvidó añadir algo muy importante: “yo soy yo y mis potencialidades” Un movimiento filosófico a nivel mundial presente en más de 60 países Nueva Acrópolis es una organización internacional de carácter filosófico, cultural y social, que nacido a mediados del siglo XX, se proyecta en este nuevo milenio. Nueva Acrópolis promueve la Filosofía a la manera clásica como un conocimiento global que aúna Ciencia, Arte, Ética y Metafísica en un Ideal de realización humana, capaz de obrar en el Hombre una armonía entre la forma de pensar y la forma de vivir; que reavive los altos ideales de Belleza, Bondad, Justicia y Concordia.

Principios y Finalidades 1- Fraternidad

2- Conocimiento

3- Desarrollo

Promover un ideal de fraternidad universal, basado en el respeto por la dignidad humana, más allá de las diferencias raciales, de sexo, culturales, religiosas, sociales, etc.

Fomentar el amor por la sabiduría que, a través del estudio comparado de filosofías, religiones, ciencias y artes, promueva el conocimiento del universo, la naturaleza y el ser humano.

Desarrollar lo mejor de nuestro potencial humano, promoviendo la realización plena como individuos y nuestra integración en la naturaleza y la sociedad.

Es necesario promover el respeto por las diversas identidades y tradiciones, y a la vez fortalecer la unión más allá de las diferencias, armonizar personas, ideas y sentimientos en una convivencia enriquecedora y abierta. Este ideal de fraternidad halla su fuerza en lo que nos une más que en lo que nos separa. Se afirma en el reconocimiento de valores universales que, respetando la diversidad, trascienden los propios usos y costumbres locales y confluyen en unos principios éticos comunes, inherentes a la dignidad de todo ser humano. Este ideal promueve el respeto y fomento de los derechos humanos, así como el reconocimiento de unos principios de ética universal.

El amor a la verdad y el conocimiento parte de la legítima aspiración por desarrollar el propio discernimiento y comprensión del mundo y de uno mismo. Entendemos la filosofía como eje relacionador de las diferentes facetas y vertientes del conocimiento humano. La filosofía puede unir las fuentes del pasado y el presente en esa visión global, amplia e integradora, transformándola en un verdadero motor del progreso que busque no solo indagar en los caminos de la vida, sino profundizar en sus finalidades, y que trate de aunar todos los aspectos del saber y de la experiencia.

El ser humano guarda aún un enorme potencial latente. Conocerlo y desarrollarlo supone uno de los pilares fundamentales de la propia vida y una fuente de satisfacción perdurable. El logro de la armonía entre pensamiento, sentimiento y acción es una meta para todo ser humano. Un desarrollo equilibrado y global de uno mismo, la realización de las mejores cualidades y valores de nuestra naturaleza humana, son probablemente la única garantía hacia un mundo mejor.

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Curso de filosofía natural MÓDULO I El ser humano ante si mismo _____________

MÓDULO II La dimensión social del ser humano _______

El ser humano y su naturaleza - Microcosmos y macrocosmos - Planos y dimensiones del universo y del ser humano India milenaria - Poema místico-esotérico del Bhagavad Gita: Dharma y Karma -Teoría de la reencarnación La sabiduría del Tíbet - Antiguos textos tibetanos: “La Voz del Silencio”, “El Libro de los preceptos de oro” Budismo - Vida y enseñanzas del Buda. El Dhammapada - El ser humano frente al sufrimiento y el dolor China - Confucio, vida y pensamiento - Ética y política, las cualidades del buen gobernante Egipto - Ciencia, arte y magia en Egipto - Textos y enseñanzas egipcios Aristóteles - La búsqueda de la felicidad - La Areté: el desarrollo de las excelencias del alma Los neoplatónicos - Las tres vías de acercamiento a la sabiduría: la Belleza, la Música y la Filosofía. El Arte como camino de realización

El ser humano al encuentro de la convivencia - Los problemas del ser humano y el mundo actual. La deshumanización y pérdida de finalidades - Confucio y Platón: un mundo mejor solo es posible con un hombre mejor La tradición platónica - El ideal platónico del hombre y el mundo: lo Justo, lo Bueno, lo Bello y lo Verdadero - La educación y la formación integral humana - Simbolismo del Mito de la Caverna Roma y los ciudadanos del mundo - La filosofía estoica. El valor y la fortaleza frente a la adversidad

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MÓDULO III El ser humano ante la historia ___________ - Filosofía y lógica de la historia. Sentido de la historia y la mitología - Teoría del eterno retorno y los ciclos históricos - La crisis de nuestro tiempo y su proyección en el futuro de nuevas formas civilizatorias

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