El vuelo de la esfinge 10

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Filosofía para un mundo mejor

¿Qué es preferible, lo útil o lo justo?

Transitamos por la vida con unas directrices que nos vienen empujando desde la infancia: hay que estudiar para conseguir un buen trabajo y dedicarnos a «cosas útiles». Pero ¿qué significa esto? ¿Tenemos que rodearnos de cosas útiles, o más bien, tendríamos que preocuparnos de que lo justo predomine sobre lo útil? ¿Esto es una vida útil? Cuando somos pequeños, nos dicen que tenemos que estudiar para sacar buenas notas y, con el tiempo, encontrar un buen puesto de trabajo. Al llegar a la adolescencia, nos increpan recordándonos que debemos ser útiles en casa y no pasar tanto tiempo sin hacer nada de provecho, es decir, perdiendo el tiempo. Ya adultos y embebidos de la religión del beneficio, dejamos de lado la aventura por razones obvias: no tener tiempo para cosas que no dan de comer ni pagan la hipoteca. Y al llegar al invierno de nuestras vidas, jubilados y ociosos, nos apartan en los parques o las residencias de ancianos porque hemos dejado de ser útiles. La utilidad se ha convertido en la gobernanta de la sociedad, en la tirana de las almas, en el azote de la cultura y la civilización, en el opio redentor y en la religión de ateos y creyentes. Desde la Revolución Industrial hemos ido

perdiendo el norte de la vida, sumidos en la ganancia y en el olvido del valor de los seres vivos y las cosas intangibles. Los valores éticos, los sentimientos místicos y estéticos y las ideas filosóficas han sido reducidos a papel impreso. No tienen más utilidad que la de entretener el poco ocio de esas vidas esclavizadas por lo útil. Astuto ardid del nihilismo mercantil para sobrevivir sin ser nada. Porque lo útil no es nada, es ganancia quimérica que se desvanece tan pronto como se produce. Ved el dinero que se gana con el sudor de la frente –si bien algunos sudan menos que otros–, cuán raudo sigue camino sin detenerse en bolsillo alguno. Prestad atención al tiempo que se gana corriendo más rápido, cómo se nos escapa al menor despiste. O las propiedades, casas, coches, frigoríficos, televisores, bicicletas y terminales móviles, ¿acaso tenemos firmado un contrato de permanencia con el destino? No. La más mínima eventualidad nos lo arrebata. ¿Qué es lo útil, realmente? Lo útil es útil y nada más. Una cuchara es útil para comer sopa. Un teléfono, para comunicarse a distancia. Un trabajo, para conseguir dinero. El dinero es útil para comprar cosas útiles y necesarias, como la comida, la habitación y el vestido. De modo que la

N.º 10

Editorial

Decía Unamuno: “De la semilla nace el árbol y este de otra semilla, preparando a la vez la tierra circundante para que la reciba. La semilla contiene en sí el árbol pasado y el futuro, es lo eterno del árbol. Semillas somos los hombres del árbol de la humanidad”. Podemos ser conscientes de la fuerza que late en cada uno de nosotros como seres humanos, del potencial y del patrimonio que hemos heredado del pasado de la humanidad, y de que el futuro espera ser modelado. Esta conciencia de la fuerza interior nos llevaría a ser verdaderos actores de nuestra vida y de nuestra sociedad, de nuestra propia transformación y de nuestra felicidad, pudiendo ser constructores de un mundo que soñamos mejor que se dibuja en el horizonte. En cada uno está ese poder de transformación interno y externo, solo hay que cultivarlo.

utilidad es una vara de medir el uso de las cosas. Es un metro para medir practicidades. Y nada más. ¿Es que en la vida lo más importante es lo práctico? ¿No será lo práctico una justificación para no adentrarse en las aventuras del espíritu? Cuando alguien nos dice que no vayamos por un lugar es porque tiene miedo él mismo de ir por ese lugar. Cuando alguien nos conmina a no pensar, a no amar, a no dar, es porque él mismo no quiere pensar, amar, ni dar. «Solo el necio confunde valor y precio», escribió Machado, dejando en evidencia al necio que es incapaz de hallar el valor de las cosas. Vivimos en una sociedad gobernada por utilísimos y practiquísimos mercaderes que no tienen tiempo para dedicar a su propia alma, ocupados en el Gran Juego del beneficio. No es de extrañar que tengan verdadero pavor a que los ciudadanos se liberen de las cadenas que les han puesto. Esas cadenas de hierro han sido forjadas en la fragua de la utilidad. ¿Qué


pasaría si se las quitaran? Que verían la inutilidad de sus gobernantes para comprender la naturaleza humana, el sentido de la educación, el valor de la salud, la importancia de la cultura, lo imprescindible de la concordia. Es preferible lo justo a lo útil Para revolucionar el presente y mejorar la sociedad en la que vivimos, no es suficiente con tener menos cosas; es necesario cambiar las mentalidades. Mientras sigamos creyendo a pie juntillas que solo lo útil merece la pena, no habrá avance real hacia una sociedad más justa y natural. Para marchar hacia un mundo más justo y natural es imprescindible sembrar justicia y naturalidad. No sirve cualquier medio para llegar a los fines propuestos. Se trata de sustituir lo útil por lo justo. Ganar mucho dinero puede ser útil, pero no será justo en un mundo donde millones de seres humanos no tienen nada. Comprar un lavavajillas insonoro puede ser útil, pero no es justo en un mundo que cae carcomido por la contaminación. Poner pizarras digitales en los colegios puede ser útil, pero no es justo porque antes que la tecnología están los profesores y los alumnos, y en lugar de gastar dinero en esas pizarras convendría pagar el salario que toca al profesorado. Si cuando pequeños nos dicen que ayudemos a otros a estudiar, si cuando adolescentes nos ayudan a comprender el naciente interior dejándonos espacio y tiempo, si ya de adultos mantenemos el entusiasmo por las cosas importantes de la vida y si de mayores nos cuidan para que la experiencia sea un motor de desarrollo humano, entonces, habremos llegado a ese mundo mejor que ansiamos. Francisco Capacete González

La creciente dependencia de la tecnología

Seguramente algunos de nuestros lectores recordarán, durante los años ochenta, una serie de dibujos animados franceses que en 1999 fueron llevados al cine con actores de carne y hueso (con Matthew Broderick de protagonista) por la factoría Disney. Se trataba del «Inspector Gadget», que utilizaba increíbles inventos tecnológicos para los usos más insospechados. El origen de la palabra gadget se remonta a Monsieur Gadget, que fue el primero en hacer reproducciones a escala de la Estatua de la Libertad de Nueva York. A partir de entonces su nombre se utilizó para denominar los «trastos» mecánicos del industrialismo de finales del siglo XIX. Actualmente se utiliza para denominar los aparatos tecnológicos, a veces de dudosa utilidad. Estos objetos, que hace veinte o treinta años nos hubieran parecido innecesarios, se han convertido ahora en imprescindibles. Para muchos de nosotros el ordenador personal, el teléfono móvil o la conexión a Internet nos parecen esenciales en nuestra forma de vida. Volviendo al inspector de los dibujos animados, en cualquier momento este sacaba cualquier «chatarra» de su cuerpo: un helicóptero, patines, esquíes, mazos, herramientas variadas, pistolas de agua, paraguas, y sus piernas y brazos se podían estirar como chicles. Sin embargo, a pesar de tanta tecnología nunca lograba resolver por sí solo ningún caso, debido a su enorme despiste y su escasa inteligencia. Quizás también nuestra sociedad de consumo nos está llenando de «cacharros tecnológicos» de dudosa utilidad, a costa de utilizar cada vez menos nuestro ingenio. Y, a la manera de los fumadores, nos volvemos adictos a estos «juguetes», y ya no sabemos vivir sin su presencia. Entre las últimas adicciones se encuentran los reproductores de audio digital (Mp3), como los iPods, la televisión de plasma o de «película fina» (TFT) y de alta definición, o la televisión digital terrestre (TDT), pasada la moda de la recibida por satélite. También tenemos el «ayudante personal digital» (PDA), que por supuesto debe tener un sistema de posicionamiento global (GPS), para no estar perdidos (¿?). Los más jóvenes están «enganchados» a las consolas de juegos: Playstation, GameCube, PSP, XBox,

El vuelo de la esfinge Filosofía para un mundo mejor

Nº 10. Febrero 2018 EDITA: Esfinge: www.revista-esfinge.com

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GameBoy, etc. En otros países son muy populares los grabadores de vídeo digital como el TiVo. Y en todas partes la mayoría de nosotros ya no sabe qué hacer con tantos CD o DVD, con cientos de horas de música o de películas que nunca tendremos tiempo de ver. Una buena parte de los usuarios dicen que no podrían imaginar una vida sin sus ordenadores, y lo mismo ocurre con los que utilizan teléfonos portátiles: ya no recordamos cómo podíamos antes salir de casa sin llevar un «teléfono móvil». Y nos sentimos más tranquilos si nuestros hijos los usan también: a ellos también les gusta, como vimos en sus peticiones de regalos durante las pasadas Navidades, que, como viene siendo habitual en los últimos años, se inclinan claramente por los aparatos electrónicos. La conexión a Internet, por medio del «email» o del «chat» también crea adicción, y mucha gente no puede dejar pasar unas horas sin consultar si alguien le ha escrito un correo o se ha conectado al foro de charla. Dentro de Internet hay mucha gente «enganchada» a sus contenidos: desde quien ya no sabe qué podría hacer si no existiera el buscador Google, hasta quienes se pasan horas y horas en páginas pornográficas o de juego online, o simplemente comprando impulsivamente en los sitios de subastas como eBay. Según leemos en www.virtual-addiction.com, el psicólogo David Greenfield afirma que nuestra cultura está basada en la distracción, sin oportunidad para la autorreflexión, ni para poder pararse a pensar: es absolutamente agotador. La mayor parte de la gente piensa que todos estos productos mejorarán la calidad de sus vidas. ¿Pero realmente necesitamos estar conectados en cualquier momento y de cualquier forma? Cuando el comerciante le mostró al Principito unas pastillas que calmaban la sed y que permitían ahorrar 53 minutos a la semana tomándolas, este contestó diciendo que ese tiempo lo utilizaría en andar tranquilamente hacia un manantial. Así, todo el tiempo que la tecnología nos proporciona, todo el conocimiento que pone a nuestro alcance, todas las imágenes y música, los utilizaremos para profundizar algo más en ese misterio llamado Hombre. Juan Carlos del Río

Elixir de eterna juventud

Desde tiempo inmemorial, el ser humano ha soñado con alcanzar la eterna juventud, aunque a veces parece haber olvidado el significado mismo de ser joven. Hay una vieja fórmula para constituir el elixir de la eterna juventud. Sus ingredientes, mezclados en la proporción adecuada, obran el prodigio. 1.- Fortalecer el cuerpo con la acción, la moderación en el sueño, en la comida y en el sexo: ser fuerte y estar dispuesto para ayudar, no gimoteando constantemente nuestras necesidades.

2.- Vencer las emociones que nos envejecen: evitar el resentimiento, la ira y el mal genio, que nacen de la frustración.

3.- Desplegar toda nuestra alegría: la jovialidad surge cuando no experimentamos un agobio existencial y aprendemos a apreciar la belleza del momento presente. 4.- Ser útil y sentirse útil. 5.- Liberarse de los prejuicios y dogmatismos. Buscar naturalmente la verdad y aquello que nos hace felices más allá de la opinión de los demás. 6.- Desarrollar una elasticidad que no acuse los temores: la vida no nos dará tirones si no nos aferramos demasiado a las cosas y las formas. 7.- Espíritu de aventura y desprendimiento: sentirse un peregrino de aventura por la vida. Caminar como aprendiz y no como víctima. 8.- Avivar la curiosidad y el afán por conocer. Amar el misterio. 9.- Cultivar la amistad frente al separatismo y la soledad de hoy en día. Valorar el contacto humano frente a la despersonalización. 10.- Sentir la responsabilidad ante los compromisos, no como una pérdida de libertad sino como la mejor expresión de nuestra autenticidad. 11.- Vencer al tiempo: liberarse del pasado asumiendo las lecciones que encierra, pero mirando al futuro como promesa, pensando que todo tiempo futuro traerá nuevas oportunidades. 12.- Avivar los ideales que alimentan el alma: alimentar el alma inmortal con la belleza del arte, con la pasión por la justicia, con la aspiración a la sabiduría y con la bondad de la entrega al bien de la humanidad. 13.- Encender cada día el entusiasmo: tener un ideal, alimentarlo, avivarlo. No dejar jamás morir la capacidad de soñar. 14.- Bañarse todos los días en un poco de sabiduría para el alma: a través de la música que verticalice las emociones, y la reflexión y la meditación que pongan en juego elevados pensamientos.

15.- Y, finalmente, amar, amar con el corazón y la mente; amar una flor, un atardecer; amar una mirada, amar la sabiduría, amar al mundo… El amor es la fórmula de regeneración de la vida, que necesita de la inteligencia para hacerse consciente, y de la voluntad para realizarse.

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De este y otros mundos Al igual que el hombre antiguo, el hombre actual ha empezado a proyectar sus miedos y sus angustias, aunque no las divinice en figuras ideales. En todo caso, diviniza sus vicios y sus debilidades para encontrar una justificación psicológica. Las debilidades del pasado Los que escriben la Historia no siempre han sido justos al valorar a los hombres del pasado; para estos antecesores nuestros en el tiempo son buenas todas las críticas y es corriente atribuirles cuanto infantilismo mental haga falta con tal de resaltar los logros, la inteligencia y la capacidad del hombre moderno. Durante años hemos aprendido la consabida lección de que la mentalidad del hombre antiguo no era racional ni científica; sus formas artísticas eran rígidas y sus religiones eran la pantalla de sus amores y sus temores. Claro está que este hombre prelógico no conocía, ni por lo visto tenía medios para hacerlo, el universo en el que vivía, ni la Tierra que lo albergaba, ni el resto de las estrellas y planetas. Concebía un mundo animado y vitalizado por fuerzas naturales, y del mismo modo que alzaba los ojos al cielo en busca de explicaciones, los hundía en el fondo de la tierra para imaginar infiernos y monstruos indescriptibles. Así, las piedras, los árboles, los animales, el aire, las aguas, todo estaba lleno de dioses terroríficos o hermosos, reflejos de los miedos y los anhelos cotidianos; dioses caprichosos a los cuales había que atribuir el comportamiento de la vida, por cuanto no se concebían las leyes matemáticas y físicas que rigen la existencia. Hablar entonces de este y de otros mundos era absolutamente normal: uno y otros eran ampliamente desconocidos y ampliamente divinizados. La fortaleza del presente se derrumba Los siglos fueron pasando y los avances técnicos y científicos proporcionaron una nueva visión de las cosas. La Tierra pareció más pequeña en cuanto pudo descubrirse y rasurarse en todas direcciones; creció el sentimiento humano del poder, que se extendió a las estrellas. La conquista espacial fue apenas una prolongación del ánimo del hombre, que se sentía en posesión de la llave de la vida. Sin embargo, estos aportes no trajeron la felicidad ni la seguridad interior... ni tampoco la exterior. Al igual que el hombre antiguo, el hombre actual ha empezado a proyectar sus -4-

miedos y sus angustias, aunque no las divinice en figuras ideales. En todo caso, diviniza sus vicios y sus debilidades para encontrar una justificación psicológica. También hoy podrían señalarse muchos errores y tal vez los hombres del futuro sean generosamente despiadados con nosotros, igualando nuestro proceder con las viejas culturas. ¿Qué pensarán de nuestra forma de vida los que vengan dentro de algunos siglos? Que se nos escapa el tiempo aparentando lo que no somos, en parte porque no sabemos con exactitud qué ni quiénes somos, y en parte porque la fuerza de las modas impone de tal manera, que hay que seguirlas aun sin llegar a identificarse con ellas. Que, por vergüenza o inhabilidad, no sublimamos nuestros temores y en cambio estamos llenos de traumas. Que nos hemos liberado de la cárcel de la moralidad para caer en la prisión de la inmoralidad como estilo de comportamiento habitual. Que por fin llegamos a vivir un mundo sin dioses y sin Dios, para glorificar falsos héroes y personajes imaginarios. Que por fin llegamos a prescindir de las jerarquías y de la autoridad, para sentirnos desamparados e incapaces de tomar determinaciones. Que todos los sistemas que se ensayan fallan estrepitosamente más pronto o más tarde, porque fallan los hombres que los encarnan. Que buscando la felicidad a través de la liberalidad, conseguimos expandir la corrupción, hacer desaparecer las diferencias entre hombres y mujeres, niños y ancianos; injertamos odio y venganzas sofisticadas en todos los rincones... La Tierra se queda estrecha e incómoda: hay que volver la mirada hacia otros mundos... Los otros mundos Es evidente que la gente no está satisfecha. Por una razón u otra, que curiosamente no se alcanza a discernir, nadie está contento con lo que tiene ni consigo mismo. ¿Por qué? O de una manera más simple: ¿dónde están los culpables? ¿Podemos acaso reconocer que el error está en nosotros, que hemos equivocado el camino, que escogimos metas inexistentes o que empleamos medios incorrectos? No, hace falta mucho valor para reconocer los errores, y el valor no es precisamente una de las virtudes del presente.


Así, aparecen los culpables extraterrestres o los salvadores extraterrestres. O bien el problema nos llega desde afuera porque nosotros somos buenos, o bien la solución nos llega desde afuera porque nosotros somos incapaces de encontrarla. Es interesante detectar la proliferación de libros, películas, historietas y relatos en que intervienen seres de otros mundos bajo los más diversos aspectos. A veces hombres indefensos, espantados ante el mal y el poder que proviene de lejanos planetas; personajes de horror que sólo buscan la destrucción de la humanidad y la desolación en la Tierra. Personajes inteligentes, sin embargo, capaces de fabricar aparatos voladores que cubren distancias impresionantes, armas letales, ordenadores que todo lo manejan. Personajes que parecen desafiar a la muerte ya que nada les hace daño, o al menos nada de lo que usamos los hombres les afecta. Ellos, en cambio, hacen de los humanos esclavos baboseantes o conejillos de Indias para los más exóticos experimentos. Son perversos y dañinos; encarnan el mal en su más pura expresión. Son el conjunto encarnado de todos los problemas que vivimos a diario y no podemos resolver, aunque les hemos puesto rostros y cuerpos deformes y enormes... igual que nuestros problemas. Otras veces la polaridad se invierte. Los que sufren en la Tierra reciben la posibilidad de salvación de manos de seres extraterrestres que ya han superado nuestros males y están dispuestos a ofrecernos el paraíso constante, con tal de que abandonemos nuestro mundo para viajar al de ellos. Ellos, radiantes y buenos, vienen a buscar a los escogidos, vienen a instruir a unos pocos y ponen sus naves espaciales a disposición de los que quieren y pueden conseguir la liberación. Sin embargo, el hombre sigue siendo una débil marioneta en poder de otras voluntades más fuertes; no tiene inteligencia ni valentía para entender ni decidir; sólo puede ir detrás de los que le señalan un camino, sin preguntar, sin rechistar, sin volver hacia atrás la mirada a riesgo de convertirse en una auténtica mole de piedra. Los dioses salvadores retornan en el presente con las mismas o peores características que en la Antigüedad; se les sigue con temor reverencial, con la docilidad del que se siente culpable en lo más íntimo de su ser. ¿La verdad está aquí o más allá? Como vemos, los siglos corren y muchas cosas cambian a nuestro alrededor, pero el alma humana avanza con pasos más lentos. Por momentos, incluso, parece retroceder, para cobrar nuevo impulso y volver a avanzar, pero siempre con dificultades. Objetivamente considerado, ¿qué diferencia hay entre aquellos antiguos que hablaban de otros mundos y localizaban sus dioses en aquellos misteriosos parajes, y las modernas mentalidades que vuelcan su miedo y su ignorancia en seres extraterrestres dotados de poderes superiores a los humanos?

Apenas diferencias de matiz, debidos a la época y los sitios. En todo caso, los antiguos no siempre dirigieron su mirada al espacio infinito para proyectar su desesperanza. Al contrario, todavía subsisten enseñanzas tradicionales que relacionan inteligente y profundamente el desarrollo de todos los planetas del sistema solar; estableciendo lazos entre unos y otros, y entre los seres vivos de unos y otros. El hecho de pertenecer a un mismo "Cuerpo" o Sistema hizo pensar, y no sin lógica, que podrían existir interrelaciones tales como las hay entre los diferentes órganos de nuestro cuerpo humano. De allí surgieron ciencias tales como la astrología apoyada en la astronomía, la alquimia apoyada en el proceso evolutivo de las transformaciones, y otras del mismo estilo y corte esotérico que hoy duermen más o menos incomprendidas o malamente comprendidas en los anaqueles de oscuras bibliotecas. Pero también vuelven a surgir cantidades de libros y escritos que aunque no siempre coinciden con el espíritu primitivo de estas enseñanzas, al menos intentan recuperarlas. Sin embargo, ni entonces ni ahora estas relaciones entre los mundos fueron ni pueden ser soluciones a nuestros problemas. Hermanos o no de otros seres planetarios, cada cual ha de ganar el dominio de su propia conciencia y el manejo de su propia voluntad. Nadie puede regalar ninguno de estos dones; lo único que se puede hacer es señalar el camino y los medios para recorrerlo, la meta y las ventajas de la meta. Nadie camina ni llega a la meta en el lugar de otro. La solución, pues, está en nosotros, en este mundo, en el nuestro, por muy relacionado que esté con otros mundos y otras formas de vida. Aquí están los malhechores y aquí están los salvadores: basta con mirarnos al espejo. Los teólogos afirman que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza; los menos creyentes sostienen que fue el hombre quien inventó a Dios a su imagen y semejanza. Ya que hoy predomina esa tendencia a liberarse de las creencias y la esclavitud de la fe, no habrá más remedio que aceptar que los hombres han creado los extraterrestres a su imagen y semejanza... Todo consiste ahora en bajarlos, no a la Tierra, sino en situarlos en el punto exacto de la conciencia, allí donde se localizan nuestros dolores, nuestros desconciertos, nuestra angustia y nuestra falta de finalidades. La guerra de las galaxias existe en el interior de cada hombre que esté dispuesto a combatir las sombras y los monstruos del mal; los héroes valientes y decididos viven también en el corazón de quienes, lanzados a la batalla, descubren que pueden hacer más de lo que imaginaban y que nunca habían utilizado el riquísimo caudal de energías y esperanzas que estaba aletargado a la espera de una señal. La verdad está aquí y allá, en éste y en otros mundos; de lo contrario no sería verdad. Pero puede encontrarse aquí en la Tierra, y puede hallarla cada uno de los hombres que inicie la búsqueda y conquista de la sabiduría. Delia Steinberg Guzmán -5-


El necesario reencuentro entre el arte y la belleza La necesidad de las humanidades, y de la cultura en general, como necesario elemento en la configuración de la sociedad, se está poniendo cada día más de relieve, pues la tecnología nos desborda y pone de manifiesto la necesidad del factor humano, que en definitiva es el que ha de dar buenas finalidades y contenido al uso de tantos y tan sofisticados medios. El nombrado factor humano es clave en todos los grandes desafíos que afrontamos. Se trata de nosotros, de cada uno como persona, de su calidad humana, la que se forjaba a través de la amplia cultura que aportaban las humanidades. La necesidad de la formación humanística la pone de relieve el hecho de que cada día hay mayor desconcierto en cuanto a medios y fines. Tenemos una gran proliferación de medios, pero no acabamos de tener claros los fines. Tenemos sistemas de comunicación, sistemas económicos, sistemas productivos, sistemas educativos, sistemas políticos, medios, en definitiva. Pero ¿cuál es la finalidad de la educación, de la economía, de la política? Estas no dejan de ser preguntas importantes. El arte no se libra de este desconcierto. ¿Qué es el arte? ¿Para qué sirve? ¿Es un mero adorno superfluo en las verdaderas e imperiosas necesidades humanas, una vía más de comunicación de nuestras emociones, un objeto mercantil…? Seguramente tendremos tantas respuestas como personas, porque el arte es quizás el que más ha sufrido la ambigüedad y pérdida de identidad de nuestro tiempo. Hoy el arte pone el énfasis esencialmente en la creatividad. Conceptos como innovación, cambio, reinventarse… están constantemente en el objetivo de la mayor parte de los artistas, empresas y proyectos sociales. Ciertamente la creatividad, esa capacidad elástica de la imaginación, es necesaria, pero no deja de ser una herramienta, y como tal, ¿al servicio de qué la ponemos? A veces la llamada obra de arte trata de justificarse únicamente por su propia creatividad, por su capacidad para sorprendernos, por su novedad, sin buscar mayor trascendencia que esa originalidad, que obviamente, al poco tiempo ya tiene poco de original. En otros casos la creatividad está al servicio de un mensaje, una idea o un sentimiento. Sirve como canal de expresión y comunicación entre lo invisible, la imagen interna del artista, y lo

sensible, la obra plasmada. Pero ¿dónde queda la belleza de la que nos hablan los clásicos, y que dio nombre por ejemplo a las llamadas bellas artes? ¿Qué fue de aquellas creaciones donde el contenido y la forma bebían en las mismas fuentes de la belleza? Sin belleza, ya sea en la idea o en la forma, la obra de arte ya nace muerta, es un cadáver en descomposición. El arte sin belleza no es sino un conjunto de formas, como un intento de construir vida con fragmentos de seres muertos. La palabra arte etimológicamente viene del término Ars romano (la Techné griega) y es la habilidad para saber hacer algo. Pero la habilidad de hacer desprovista de belleza se desgaja de la cualidad constructiva de la vida, ya no nos reconstruye, nos destruye, no nos sana, nos enferma. Porque la belleza nos habla de los misterios de la unidad y la armonía que sostiene la vida y cuyo origen, como transmitiera Platón, se halla en los mismos inicios de la creación del universo. Tal vez nos pueda costar mucho tratar de definir la belleza, pues, por su naturaleza irracional, se nos escapa entre los dedos de la mente racional y discursiva. Pero no importa; más allá de esa razón hay una sensibilidad más o menos activa que la reconoce, una sensibilidad ante la belleza, una sensibilidad estética. Lamentablemente no contemplamos una obra de arte desde el corazón, para sentirnos conmovidos o no, sino desde montañas de prejuicios y argumentos. Y así, poco a poco, se va perdiendo la sensibilidad de percibir y vibrar con la belleza, que solo es reconocida por el alma que «habita el corazón». El corazón despierta a la belleza cuando se enamora, ¿o se enamora porque despierta a la belleza? Sea como fuere es el amor lo que va desentumeciendo la sensibilidad estética. ¿Qué sería del ser humano si perdiera la capacidad de percibir y reproducir la belleza? ¿Se alejaría igualmente del amor a la verdad, al bien o a la justicia? ¡Qué maravilloso sería que el arte no solo pusiera alas a nuestra imaginación, sino que se las devolviera a nuestra Alma-Corazón! Miguel Ángel Padilla Moreno

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- La vida no es buena ni mala, sino un lugar para el bien y el mal.

- Cuando te levantes por la mañana, piensa en el privilegio de vivir: respirar, pensar, disfrutar, amar.

- Cada vez que estés a punto de señalar un defecto en otra persona, hazte la siguiente pregunta: ¿qué defecto en mí se parece al que estoy a punto de criticar?

- Tienes poder en tu mente, no afuera. Se consciente de esto y encontrarás las fuerza. - Un hombre no debería tener miedo a la muerte, debería tener miedo a no empezar nunca a vivir.

- La felicidad de los que quieren ser populares depende de los demás. La felicidad de los que buscan placer fluctúa con el humor que está fuera de su control. Sin embargo, la felicidad de los sabios viene de sus actos.

- El que vive en armonía consigo mismo vive en armonía con el Universo. - Todo lo que escuchamos es una opinión, no un hecho. Todo lo que vemos es una perspectiva, no la verdad.

- La dulzura, cuando es sincera, es una fuerza invencible. - Toma sin orgullo; abandona sin esfuerzo.

- Mira dentro de ti. Dentro está la fuente del bien, y volverá a brotar si sigues cavando. - Un hombre noble se compara y estima a sí mismo por una idea que es superior a él; un hombre mezquino, por una inferior a sí mismo. El primero produce aspiración; el otro ambición, que es a lo que un hombre vulgar aspira.

Filosofía Cultura Voluntariado

Marco Aurelio

- Ten fortaleza para aceptar lo que de ti no depende; voluntad para abordar lo que sí está en tus manos transformar; y discernimiento para reconocer una cosa de la otra.

Filosofía para la vida

Una escuela de filosofía a nivel mundial presente en más de 60 países

Nueva Acrópolis es una organización internacional de carácter filosófico, cultural y social que, nacida a mediados del siglo XX, se proyecta en este nuevo milenio. Nueva Acrópolis promueve la Filosofía a la manera clásica como un conocimiento global que aúna ciencia, arte, ética y metafísica en un Ideal de realización humana, capaz de obrar en el ser humano una armonía entre la forma de pensar y la forma de vivir; que reavive los altos ideales de Belleza, Bondad, Justicia y Concordia.

Principios y Finalidades 1- Fraternidad

2- Conocimiento

3- Desarrollo

Promover un ideal de fraternidad universal, basado en el respeto por la dignidad humana, más allá de las diferencias raciales, de sexo, culturales, religiosas, sociales, etc.

Fomentar el amor por la sabiduría que, a través del estudio comparado de filosofías, religiones, ciencias y artes, promueva el conocimiento del universo, la naturaleza y el ser humano.

Desarrollar lo mejor de nuestro potencial humano, promoviendo la realización plena como individuos y nuestra integración en la naturaleza y la sociedad.

Es necesario promover el respeto por las diversas identidades y tradiciones, y a la vez fortalecer la unión más allá de las diferencias, armonizar personas, ideas y sentimientos en una convivencia enriquecedora y abierta. Este ideal de fraternidad halla su fuerza en lo que nos une más que en lo que nos separa. Se afirma en el reconocimiento de valores universales que, respetando la diversidad, trascienden los propios usos y costumbres locales y confluyen en unos principios éticos comunes, inherentes a la dignidad de todo ser humano. Este ideal promueve el respeto y fomento de los derechos humanos, así como el reconocimiento de unos principios de ética universal.

El amor a la verdad y el conocimiento parte de la legítima aspiración por desarrollar el propio discernimiento y comprensión del mundo y de uno mismo. Entendemos la filosofía como eje relacionador de las diferentes facetas y vertientes del conocimiento humano. La filosofía puede unir las fuentes del pasado y el presente en esa visión global, amplia e integradora, transformándola en un verdadero motor del progreso que busque no solo indagar en los caminos de la vida, sino profundizar en sus finalidades, y que trate de aunar todos los aspectos del saber y de la experiencia.

El ser humano guarda aún un enorme potencial latente. Conocerlo y desarrollarlo supone uno de los pilares fundamentales de la propia vida y una fuente de satisfacción perdurable. El logro de la armonía entre pensamiento, sentimiento y acción es una meta para todo ser humano. Un desarrollo equilibrado y global de uno mismo, la realización de las mejores cualidades y valores de nuestra naturaleza humana, son probablemente la única garantía hacia un mundo mejor.

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Curso de Filosofía de Oriente y Occidente «El filósofo no es un sabio, no posee aún el tesoro de la sabiduría, sino que tan solo la busca, va tras ella incansablemente. No se conforma con el variado campo de las opciones intelectuales: a medida que va conociendo, se va transformando; su conocimiento, al llegar al fondo de las cosas, se convierte en un estilo de vida. Vive una filosofía activa, es decir, que piensa, siente y actúa de una manera acorde».

PROGRAMA DEL CURSO MÓDULO I El ser humano ante sí mismo _____________ El ser humano y su naturaleza -Filosofía natural. El arte de aprender a vivir. El enigma de la vida. - Microcosmos y macrocosmos. Planos y dimensiones del universo y del ser humano India milenaria - Poema místico-esotérico del Bhagavad Gita: Dharma y Karma -Teoría de la reencarnación La sabiduría del Tíbet - Antiguos textos tibetanos: La Voz del Silencio, El Libro de los preceptos de oro Budismo - Vida y enseñanzas del Buda. El Dhammapada - El ser humano frente al sufrimiento y el dolor China - Confucio, vida y pensamiento - Ética y política, las cualidades del buen gobernante Egipto - Ciencia, arte y magia en Egipto - Textos y enseñanzas egipcios Aristóteles - La búsqueda de la felicidad - La Areté: el desarrollo de las excelencias del alma Los neoplatónicos

Para más información de convocatorias y horarios

- Las tres vías de acercamiento a la sabiduría: la Belleza, la Música y la Filosofía. El Arte como camino de realización MÓDULO II La dimensión social del ser humano _______ El ser humano al encuentro de la convivencia - Los problemas del ser humano y el mundo actual. La deshumanización y pérdida de finalidades - Confucio y Platón: un mundo mejor solo es posible con un hombre mejor La tradición platónica - El ideal platónico del hombre y el mundo: lo Justo, lo Bueno, lo Bello y lo Verdadero - La educación y la formación integral humana. Simbolismo del Mito de la Caverna Roma y los ciudadanos del mundo - La filosofía estoica. El valor y la fortaleza frente a la adversidad MÓDULO III El ser humano ante la historia ___________ - Filosofía y lógica de la historia. Sentido de la historia y la mitología - Teoría del eterno retorno y los ciclos históricos - La crisis de nuestro tiempo y su proyección en el futuro de nuevas formas civilizatorias

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