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TEMA DE LA SEMANA: Ante reapertura de cultos y “devolver la Misa”, mejor obras de misericordia
1. ¿Misa o vida? ¡La vida sea misa! "De poco servirá la reapertura de los templos si no hay una reapertura radical de la iglesia de cara a la realidad". Mons. Eduardo Garcia. "Me hizo ruido, mucho ruido que en estos días circulara un video dirigido a nosotros, los obispos, con la frase 'devuélvannos la Misa'. En orden al coronavirus, pareciera que la suspensión de actividades, dentro de las que se encuentra el culto, no por el culto en sí mismo sino por la congregación de gente y la posibilidad de contagio, fuera una cuestión arbitraria. Cuando no lo es. Si viviéramos realmente como pueblo deberíamos escuchar también ―devuélvannos la educación, devuélvannos Cáritas, devuélvannos el trabajo, devuélvannos la salud‖, devuélvannos tantas cosas que resignamos en esta cuarentena atendiendo al bien mayor que es la salud de toda la población. De repente y desde afuera, nos quisieron meter dentro de una coyuntura de conflicto como si fuéramos una Iglesia perseguida, situación que ha ocurrido y sigue ocurriendo bajo otros sistemas políticos en varias partes de mundo. Pero no en nuestro país. A este mapeo le faltan unos actores que claman también a los obispos: aquellos que proponen con espíritu de cruzada —que es lo que menos necesitamos en este momento— ―juéguense por la fe, nosotros los acompañamos‖. Lo que define a un cristiano no es el ser virtuoso u observante, sino el vivir confiando en un Dios cercano por el que se siente amado sin condiciones y que prometió su presencia siempre. Con esta certeza, hoy más que nunca, la Iglesia y los cristianos tenemos que dar el testimonio de entrega generosa por amor al que más sufre, creando ambientes de calma, servicio y esperanza. En este tiempo más que nunca se aplican las palabras del papa Francisco: ―la iglesia como hospital de campaña‖. Quizás porque lo estoy mirando desde la realidad social de mi diócesis ubicada en el partido de La Matanza donde, si bien los casos de coronavirus aún son pocos, tenemos que asumir y llevar adelante como se pueda los coletazos de la cuarentena en nuestras barriadas más vulnerables. Primero, el hambre, Si no hay trabajo no hay con qué comprar alimentos. Si no hay escuela no hay comedores escolares funcionando porque no se puede cocinar en la escuela del Estado, solo se les da a los chicos una bolsita con alimentos. Desde los comedores, con la ayuda del Ejército se están repartiendo más de 9.000 viandas; incluso así no alcanzan los insumos para cocinar todos los días. La respuesta de muchos que se acercan a buscar comida en este marco de aislamiento que no se puede cumplir a rajatabla es: ―no sé si me va a agarrar el coronavirus, pero si no como seguro que me muero por hambre‖. Y ahí aparece el otro gran tema de nuestros barrios: no hay dónde cumplir con el aislamiento necesario para evitar los contagios. No siempre las casas son el mejor lugar por el hacinamiento, la falta de higiene… Hemos abierto hogares improvisados para los ―sin techo‖ de modo que mínimamente puedan aislarse: vienen creciendo de 1 en 100. Me animo a proyectar que dejarán de ser momentáneos porque, una vez pasada la pandemia, no los vamos a devolver a la calle. Como pastor y hombre que ama la Eucaristía (misa), de hecho, la celebro todos los días a través de las redes sociales para acompañar el camino de la fe de la gente pero claramente son otras las prioridades para poder vivir la fe en serio, en lo esencial. Pasada la pandemia los templos volverán a abrirse, la eucaristía volverá a ser celebrada, pero de la indignidad, de la falta de futuro, de las secuelas de un virus muchas veces no se vuelve; y de la cerrazón de corazón, menos. Subrayo un pensamiento del gran converso John Henry Newman que anunció esta situación y decía que una fe heredada y no repensada acabaría entre las personas cultas en «indiferencia», y entre las personas sencillas en «superstición». Por eso es bueno recordar algunos aspectos esenciales de la fe. Adorar el cuerpo de Cristo y no comprometerse eficazmente con la vida del hermano no es cristiano. Quizás antes de asegurar los barbijos y el alcohol en gel para nuestras celebraciones en templos abiertos, ¿no tendríamos que asegurarlos para los comedores, las colas de los jubilados, los chicos o abuelos en situación de calle, el personal de salud y luego hacer nuestra acción de gracias? Con asombro leí, y lo respeto, la angustia que en muchos provocaba no poder comulgar, acaso experimentan la misma angustia al no poder salir a ayudar en una salita de primeros auxilios o a un anciano que está aislado.
También escuché que sienten que la fe se les debilita al no poder comulgar y me pregunto: los mártires encarcelados del siglo pasado y de este siglo que no podían acceder a la misa en sus cautiverios y dieron su vida, ¿cómo lo hicieron? Porque su fe fue robusta para aceptar flagelaciones, hambre, humillación y muerte. Dios nunca nos deja solos. Creo firmemente en el Señor presente en la Eucaristía, centro y culmen de la vida cristiana, pero desde una comunidad que celebra y toma la fuerza para vivir jugándose por la vida de los demás, no como un self service de la gracia o un Redoxon de la vida espiritual. De muy poco servirá la reapertura gradual de los templos si no hay una reapertura radical de la Iglesia de cara a la realidad, sin ombliguismos seudo religiosos de autocomplacencia. Insisto: esta experiencia de vivir en cuarentena no nos puede dejar iguales para continuar con más de lo mismo como si nada hubiera pasado. Hasta desde el punto del sostenimiento; muchas de nuestras parroquias sin las celebraciones están al borde del colapso económico. Esto implica sí o sí repensar el modo de participación de toda la comunidad cristiana. Vida religiosa on line. Las muchas maneras de encuentros religiosos en las redes sociales y los medios de comunicación como la televisión y la radio han obrado como antiparalizantes ante la pandemia y la fiesta grande que representa en los fieles la Semana Santa. Claro que faltó la comunidad, el estar juntos. Por eso es fundamental señalar que el trabajo en las redes es importante si no nos lleva a aislarnos y a cambiar virtualidad por humanidad. La vida religiosa digital como recurso nos exige asumirla como una realidad con sus dinamismos y lenguajes propios. No se trata de hacer lo mismo pero frente a un teléfono celular o una tablet. Es un espacio más para repensar y reaprender. Un sacerdote me contaba hace unos días que sus misas habituales de día de semana eran agónicas, con 3 o 4 participantes y ahora tiene más de 60 personas siguiendo la celebración en vivo por una red social. ¿Fruto del encierro? No creo. Analicemos los hechos y capitalicemos la experiencia: eso sí, todavía no sé cómo. Lo que sí sé es que estamos ante el desafío de leer con inteligencia los acontecimientos para saber cómo pararnos de un modo real ante ellos, sin recetarios, como lo hizo Jesús" * Mons. Eduardo Garcia , Obispo de la diócesis de San Justo, asesor de la Acción Católica Argentina y del FIAC (Foro Internacional de Acción Católica). (sentipensaresdc.blogspot.com) 27/04/2020
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2. 'Culto, sí, pero no así': misas como aspirinas y curas convertidos en expendedurías de bendiciones desde los tejados "Parece que no sabemos hacer nada sin el agua bendita de la misa, rociada sobre todo y en cualquier momento" "Ya habrá tiempo para funerales; ahora toca cumplir con el deber solidario de ciudadanos y fajarse contra la pandemia, no tanto con misas (es lo fácil, lo clerical y casi lo único que saben hacer los curas) cuanto con obras de misericordia en favor de 'la carne de Cristo', que son los más pobres y desheredados"
"Pero muchos clérigos sólo saben vivir del rito, que fue para lo que los formatearon. Por eso, pena tanto Francisco para resetear a un clero que no quiere (ni puede) abandonar el clericalismo de los funcionarios de lo sagrado" "La gente seguirá buscando espiritualidad, pero no en una institución carcomida por el clericalismo y por el ritualismo. Con bellas formas externas, pero sin corazón y sin entrañas de misericordia" Creo que, una vez más, como Iglesia estamos metiendo la pata hasta el corbejón. Comenzó el obispo de Alcalá, sumándose a la convocatoria de los ultras, que lo utilizan a él y a la religión con fines cainitas y partidistas. No, monseñor Reig. Ése no es el culto en espíritu y en verdad que quiere el Señor. Ésta es una obscena utilización de la religión. O dicho de otra forma, 'culto, sí, pero no así'. Pero lo peor es que no se trata sólo de un obispo excéntrico, que cada vez que abre la boca suscita el 'odium plebis' y que podría estar a punto de seguir el camino de su colega de El Callao (el despido). Otros obispos se siguen sumando a la iniciativa de las misas en sufragio de los fallecidos por el coronavirus, como el de Albacete, el de Toledo o el de Madrid, entre otros. El cardenal Osoro celebró un funeral por las víctimas madrileñas de la pandemia en La Almudena, en el que estuvieron presentes el alcalde de la ciudad, la presidenta de la Comunidad de Madrid y el delegado del Gobierno. Parece que no sabemos hacer nada sin el agua bendita de la misa, rociada sobre todo y en cualquier momento. Ya habrá tiempo para funerales; ahora toca cumplir con el deber solidario de ciudadanos y fajarse contra la pandemia, no tanto con misas (es lo fácil, lo clerical y casi lo único que saben hacer los curas) cuanto con obras de misericordia en favor de 'la carne de Cristo', que son los más pobres y desheredados. Sacramentalismo a trote y moche. Misas como aspirinas, para tranquilizar la conciencia propia y ajena. Cu-
ras y obispos convertidos en expendedurías de misas y bendiciones desde los tejados. Cuando lo que toca es una Iglesia hospital de campaña y profundamente samaritana. Pero muchos clérigos sólo saben vivir del rito, que fue para lo que los formatearon. Por eso, pena tanto Francisco para resetear a un clero que no quiere (ni puede) abandonar el clericalismo de los funcionarios de lo sagrado. Sin él, no se encuentran, no viven, no se sitúan y pierden su única razón de ser. Tras esta experiencia dolorosa que estamos atravesando o nos transformamos o nos hundimos definitivamente como institución. Espero que de este tiempo de pandemia salga una Iglesia más virtual (Internet salvó el confinamiento eclesial), más laical (los laicos han comprobado que forman parte de un pueblo sacerdotal, aunque la clerecía les niegue el acceso al ministerio), más doméstica (la casa como corazón de la fe) y, por lo tanto, menos clerical, menos sacramentalista, menos ritualista y más centrada en la vida, más austera, más científica y menos milagrera, en definitiva más evangélica. Si no fuese así, se la llevará el río de la historia. Porque la gente seguirá buscando espiritualidad, pero no en una institución carcomida por el clericalismo y por el ritualismo. Con bellas formas externas, pero sin corazón y sin entrañas de misericordia. (religiondigital.org) 26/04/2020
3. Xabier Pikaza: "No quiero misas con público, no las quiso Jesús" Si lo hubiéramos comentado el tema con Jesús, si hubiéramos preguntado a Marcos o Mateo, a Pablo o Juan, a Salomé, María de Nazaret o Magdalena, nos hubieran respondido: Está loca esa gente; las misas no son un espectáculo de público, un partido de fútbol, una corrida o teatro Va a llegar una generación nueva de cristianos, liberados para un tipo de ministerio no jerárquico, a partir de las mismas comunidades, sin condiciones de celibato, sin discriminación de sexo, una generación de servidores del evangelio que no sean sacerdotes en el sentido de ―celebradores separados‖, por encima del público… Sólo ahora, los verdaderos curas y obispos encontrarán su tarea más honda y más gratificante, no la de ser una especie de ―patronos sacrales‖, sino la de actuar como delegados, animadores y testigos de las comunidades He copiado algunos titulares últimos de RD (27.4.20), que aparecen igualmente en la prensa de España, Italia o Argentina… ¿Cuándo volverán las misas abiertas al público en España?... La Junta de Andalucía propone que haya misas con público a partir de este domingo. Los funerales, primer paso en la desescalada que permitirá la vuelta de las misas con público en España... José A. Rosas: "Organizadores del 'Devolvednos la misa' también lanzan campañas negras contra obispos españoles, argentinos o brasileños" 'Culto, sí, pero no así': misas como aspirinas y curas convertidos en expendedurías de bendiciones desde los tejados... Los obispos italianos acusan a Conte de "excluir arbitrariamente" las misas con público en el desconfinamiento del país Iglesias cerradas, misas sin fieles, desescalada... ¿Qué ocurre en ... Esos titulares me han producido gran rabia y tristeza: Las ―misas con público‖ son una aberración cristiana. Si lo hubiéramos comentado con Jesús, si hubiéramos preguntado a Marcos o Mateo, a Pablo o Juan, a Salomé, María de Nazaret o Magdalena, nos hubieran respondido: Está loca esa gente; las misas no son un espectáculo de público, un partido de fútbol, una corrida o teatro. Las misas las celebran todos en el ruedo, no hay tendido para el público, no hay unos que hacen y otros miran, todos son ―con‒celebrantes‖, cuadrilla de Jesús. ‒ ¿Y si viene y se junta mucha gente? Habrá que organizarlas en grupos, como en el caso de las ―comidas‖ de Jesús, cuando alguna vez venían unos 500. ¿Cómo? En grupos de cien o de cincuenta, o más pequeños (cf. Mc 6, 39-41; cf. Mc 8,1 -12). ‒ ¿Y si vienen curiosos a ver, escuchar, como público? ¡Aquí no hay curiosos! A la misa no va nadie a escuchar, a ver el espectáculo; y si alguno viene de público se le dice que aquel no es su sitio. Que se siente si quiere, pero que comparte, que hay palabra y pan para todos que llegan, como dice cuidadosamente San Pablo en 1 Cor 12-14. -- Una misa a la que va la gente de público para ver, escuchar, mirar… no es eucaristía cristiana, es otra cosa… más propia de paganos y del circo o del fútbol teatro que del evangelio. Por eso debe terminar ese lenguaje de la misa con público, y discutiendo sobre el número de gradas o la separación de los curiosos… ‒ ¿Y en caso de virus, no habrá leyes especiales misas...? Las leyes sociales del ministro de turno o de la policía serán las mismas que para otras reuniones de familia o grupo… No tiene que haber diferencia. Si hay normas convenidas para tiempos de virus serán las mismas en las misas y en otras celebraciones de familia: en espacio, en número, con mascarilla o sin ellas, con niños civilizados etc.
San Morales
‒ Pero entonces se destruye la esencia de la misa… que necesita más gente, con profesionales para cada grupo… ¡Eso es una simpleza! Las misas no se hacen o reparten con entrada, como espectáculo de público, sino que se pueden y deben celebrar siempre que haya dos o tres cristianos reunidos en nombre de Jesús. ‒ El número es clave, bastan ¡dos o tres! Así dice con todo cuidado el evangelio de Mt 18, que ofrece la primera ―legislación sobre el tema‖, la más importante de todas, por encima de todo posible Derecho Canónico posterior: Allí donde están reunidos dos o tres en mi nombre allí estoy yo, dice Jesús... Allí está él, la vida de Dios, como palabras, como amor mutuo, como pan… ‒ Pero esa misas de ―dos o tres‖ (o de cinco o de quince…) ¿son misas de verdad? ¡Claro! Tan de verdad y mucho más que la misa de un Papa solo en el Vaticano o la del obispo de Granada en su catedral… Son más misas aún que las misas grandes del espectáculo, no necesitan permiso de nadie, tienen el permiso (mandato) de Jesús… ‒ Pero es que nos quitan la misa… dicen grupos de política más que de cristianismo en España, Argentina, México, Colombia… ¡Esos que dicen así y protestan contra los políticos de turno, que velan por la salud de la población, no quieren la misa de Jesús, ni se interesan por el evangelio, sino que sólo quieren un tipo de poder social o político, como han dicho muy bien los obispos de Argentina
Ciertamente, el tema no es tan simple…
Junto a esa misa de la casa, la primera, la más importante, de dos o tres (o cinco o quince) reunidos en cualquier casa o lugar, como dice Jesús y como hacían Pablo y su gente, yo quiero también la misa que se pueda celebrar en una iglesia más grande, como aquella en la que participo normalmente con Mabel en San Morales, porque nos vemos, nos saludamos, compartimos la fe, y es hermoso escuchar y concelebrar todos con Don Juan Pedro, nuestro ―párroco‖ (¡ojo, parroquia significa casa, comunidad de la casa…!). Y espero que podamos hacerlo pronto. Por eso es normal que mucha gente espere que se puedan celebrar pronto misas públicas, aunque nunca para el público…, pues una misa para el público no es misa, y por más teología que estudio no sé cómo puede estar/ser allí Jesús. Quiero que pueda haber pronto misas más abiertas, en las que participan más cristianos, todos concelebrantes (no para el público…), quiero que se organicen bien, y para eso están las autoridades sanitarias y los obispos… Pero sin olvidar que la primera misa no es esa de la gran gente que puede venir, porque le cae de paso, sino la misa de los grupos de comida y conversación de Mc 6, con unos 50 o 100 en cada corro (¡no más!) o los más pequeños de Mt 18, con dos o tres, que pueden ser los padres y abuelos con el niño, o los hermanos, o tres o cuatro cristianos del bloque de casas.
Reflexiones posteriores
La misa no es cosa de jerarquías, sino de creyentes. Dios no es jerarquía (poder sagrado) sino amor expansivo y comunión gratuita: no se revela en un sistema sacral superior, sino en el amor personal de quienes salen al encuentro de los excluidos y suscitan ámbitos de diálogo afectivo y contemplativo. La autoridad de la iglesia se identifica con el amor mutuo de los creyentes, fundado en la palabra de gracia de los apóstoles de Jesús. Ciertamente, la iglesia es apostólica,pero no clerical ni episcopal en el sentido posterior. La iglesia no la forma la jerarquía, sino los creyentes reunidos… Por eso, allí donde hay un grupo de cristianos reunidos se puede y se debe celebrar la eucaristía. Ciertamente, la función de obispos y presbíteros es muy importante, pero no para celebrar la eucaristía en exclusiva, sino para coordinar la alabanza y vida de los diversos grupos cristianos. No hay una iglesia de jerarcas que celebran y de público que asiste… Jesús no ha querido establecer una nueva estructura social, ni una iglesia especial, junto a las otras, sino un movimiento de reino, que es fermento de vida y esperanza abierta a todos los pueblos de la tierra. Es evidente que, si quiere perdurar, ese movimiento debe estructurarse, con sus comunidades (iglesias) y sus instituciones de autoridad o ministerios, que han de ser transparentes, para que exprese y expanda por ellas la gracia y libertad del evangelio. Pero la iglesia se organizó de un modo romano, convirtiéndose en sistema de poder junto al estado (o en contra del estado).
Pin en para la Gloria de Dios
Pues bien, ese tiempo de poder clerical, con unos que celebran y otros de público, está acabando y la iglesia ha de tornar a lo que era: autoridad y comunión gratuita (de tipo afectivo, gozoso, liberado, al servicio de los pobres). Por eso debe renunciar a sus ventajas anteriores, no para resguardarse en la pura intimidad (una sacristía privada), sino para actuar y expresarse más abiertamente, superando el mimetismo del poder económico y civil, cultural y sacral, judicial y militar que han venido uniéndose con ella. No queremos defender sólo una iglesia invisible, sino todo lo contrario, queremos una iglesia bien visible, presente en todos los caminos de la vida, pero no en línea de poder, sino de animación, no como estructura
sacral objetivada, sino como unión gratuita de amor abierta a todos. Pues bien, da la impresión de que la iglesia jerárquica (no el gran pueblo de Dios que cree en Cristo) tiene miedo: no quiere perder lo que piensa que tiene, desea aferrarse a privilegios (jurídicos, sacrales, culturales...) y dice que lo hace para servicio de los pobres, aunque, en realidad está queriendo mantenerse a sí misma. Por eso, es normal que haya un divorcio cada vez mayor entre la jerarquía eclesial (eso que pudiéramos llamar el ―aparato‖) y el conjunto de los fieles.
Ha terminado un ciclo clerical de poder
Va a llegar una generación nueva de cristianos, liberados para un tipo de ministerio no jerárquico, a partir de las mismas comunidades, sin condiciones de celibato, sin discriminación de sexo, una generación de servidores del evangelio que no sean sacerdotes en el sentido de ―celebradores separados‖, por encima del público… Como saben la carta 1 de Pedro y la carta a los Hebreos, todos los cristianos son sacerdotes, celebrantes de Dios, no público que consume misas en el mercado mejor o peor de la religión cristiana. Según eso, la iglesia es comunidad de celebrantes sacerdotes, de manera que sin que se juntan dos o tres (¡no los diez que mandaba el orden judío de la sinagoga!) los cristianos pueden celebrar. El texto de Mt 18 es taxativo. Los judíos de ley habían establecido un número de diez (y encima machos, varones) para que hubiera celebración judía. En contra de eso, los cristianos de Mateo, siguiendo a Jesús, establecieron que bastaban dos o tres para celebrar, sin necesidad de que fueran varones…
La fe en tiempos del coronavirus y el vino, en casa
Más que de obispos o curas la misa es de los ―pobres‖ de Jesús reunidos…El modelo jerárquico ha pervivido en la visión de conjunto de la iglesia, que ha venido a estructurarse como sistema de sacralidad gradual donde unos (maestros y jerarcas) reciben el don y deber de iluminar y guiar desde arriba a los demás, como si el mismo Dios se expresa a través de su autoridad, sancionando un sistema de poder. En contra de eso, debemos redescubrir el misterio de Dios (es Infinito) y su revelación en los excluidos del sistema: el huérfano-viuda-extranjero de Israel, los enfermos-posesos-prostitutas-publicanos de Jesús, para acentuar, al mismo tiempo, la experiencia esencial de comunión, que supera las gradaciones ontológicas. Sólo allí donde Dios rompe el sistema y supera la lógica de sometimiento sacral se podrá hablar de libertad y comunión igualitaria, con lugar para los pobres y excluidos del sistema. Sólo cuando se supere la lógica de jerarquización sacral se podrá volver a una misa sin público, una misa en la que todos son celebrantes, empezando por los más pobres, como dice de un modo radical la carta de Santiago, cuando pide que los pobres se sienten en el primer asiento (es decir, en el del cura o el obispo).
Dos o tres no uno sólo… Uno a solas puede orar, pero no "decir" misa…
La aberración de cierto cristianismo ha llegado a tal límite que se dice que algunos curas celebran misas solitarias (ellos solos) en el campanario de la iglesia, o en una iglesia vacía… Pues bien, por mucho que digan algunos cánones, eso no es misa, es espectáculo de campanario o rito vacío… Una misa de uno solo, por muy obispo que sea no es misa… Hacen falta por lo menos dos o tres, como los de Emaús, como los de Mt 18… Dos o tres que sean simplemente cristianos, es decir, que se sientan unidos a Jesús, que conversen, que celebren, que den gracias y bendigan, que tomen en honor a Jesús el pan y el vino o los equivalente… Eso es misa, eso va a misa, como se dice en mi tierra.
No hay misa por televisión o a la carta…
No voy en modo alguno en contra de una misa de televisión (sea del canal 13 o del 2, me da lo mismo). Pero lo que se ―hace‖ en televisión para un público no es misa, por más piadosa que sea, por más que la diga el Papa. Y recuerdo que Mabel y yo hemos ―compartido‖ con piedad esas misas pascuales del papa televisivo este año 2020. Pero oír por televisión la misa no es misa, es otra cosa. Para que haya misa de verdad es necesario que estén allí dos o tres reunidos, en el salón o cocina de la casa… Y que no se liten a oír y ver… sino que hablen, se hablen y quieran entre ellos, y que compartan el pan y el vino o sus equivalentes, recordando así a Jesús. La misa verdadera es la de ellos, los dos o quince reunidos en la habitación, dialogando, queriéndose, comiendo juntos, no la de la televisión, que no está mal, pero que es otra cosa.
Sólo así puede volver el cristianismo…
Algunos se lamentan y hablan de la descristianización de occidente. Pues bien, pienso que es hermoso y bueno que haya sido así. No habíamos gozado la gratuidad, sino invertido con técnicas de sistema o mercado. Ciertamente, muchísimas personas de la administración eclesial han sido y son ejemplo de honradez personal y eficacia. Pero el sistema eclesial ha tendido a convertirse en mercado de inversiones y seguridades sacrales, pode-
res e influjos, al servicio de un Dios al que habíamos identificado con un tipo de administración cristiana. Por eso, es bueno que ese sistema esté fallando, desde una perspectiva de evangelio: parece normal que gran parte de los antiguos creyentes de este final del Segundo Milenio estén dejando la estructura eclesial y no quieran ser cristianos en la forma antigua. Esto no lo digo yo, lo está diciendo con mucha más fuerza que yo el Papa Francisco, siendo muy criticado por ello, en muchos lugares Este fallo de las instituciones sociales de la iglesia nos invita a buscar y descubrir su verdad en su plano de gracia y comunión personal, pues sólo así reciben su sentido los signos de la iglesia (oración contemplativa y comunicación de fe, bautismo y perdón, matrimonio y eucaristía...). Lógicamente, estos signos no se pueden realizar por sistema o encargo, sino que han de vivirse en apertura hacia el misterio, en encuentro personal, libre y creador, entre los humanos. Planificar las experiencias eclesiales en forma de mercado, buscando rentabilidad programada y dejando su gestión para una instancia superior, esto es, para unos ministros cristianos que actúan como administradores políticos o sociales del sistema, sería como pedir que otros me sustituyan en el amor del matrimonio o la experiencia familiar de comunión y amistad. Los ciudadanos pueden delegar el uso del dinero o las funciones de administración, en manos de gestores apropiados de la sociedad (del sistema). Pero la iglesia no es sociedad, sino comunión de personas; por eso, ella no puede delegar en nadie la gestión de sus asuntos (oración y comunicación de fe, encuentro personal y fiesta), sino que son los mismos cristianos quienes deben cultivar la fe y amor de un modo autónomo, desde la raíz del evangelio.
El tiempo de una burocracia clerical ha terminado
Esta situación había nacido de la misma riqueza de una iglesia que se ha sentido heredera del orden imperial de Roma. Avanzando en un camino que había sido iniciado, en plano político, jurídico y militar por el imperio romano, ella ha creado una burocracia espléndida, capaz de operar de una manera unitaria en asuntos religiosos, realizando funciones de anticipación y suplencia jurídica y social, que pueden ser buenas, pero no cristianas, pues usurpando la libertad y comunión dialogal de los creyentes. Ese tiempo de anticipación y suplencia de la iglesia clerical superior, por encima de los fieles (tomados como público) ha terminado, porque no era bueno, y porque ya no es necesario. Ella había sido modelo de organización y legalidad, incluso en plano de política. Gracias a Dios, ese estadio ha pasado y el sistema global funciona perfectamente sin ella. Por eso y, sobre todo, por fidelidad al evangelio, debe abandonar sus mediaciones y poderes diplomático-administrativos, para ser lo que es: portadora de gratuidad y encuentro personal, donde cada uno dice su palabra y todos pueden comunicarse, sin intermediarios sacrales o sociales. La misma dinámica de jerarquización y sacralización, antes evocada, había propiciado el surgimiento de una buena racionalidad sacral que conduce en el fondo al ateísmo práctico de las masas Pero esa situación ha terminado. No es que la iglesia se vuelva inoperante y quede relegada a lo privado, como un hobby más entre los muchos de la gente, sino todo lo contrario: ella debe salir del sistema para encontrar su lugar propio y volverse significativa e importante, pero no en política, sino como experiencia de gratuidad compartida.
Comunicación cristiana
La iglesia es una comunidad comunicativa, sin más tarea que el despliegue y apertura del diálogo de amor de Dios en Cristo a todos los humanos. No hay verdad cristiana fuera de la comunión personal de hombres y mujeres que creen en Jesús y expanden su fe-amor a los humanos. Amor mutuo: eso es la verdad. Comunión afectiva y efectiva abierta a todos los humanos: eso es iglesia. Un largo y hermoso camino se abre a los creyentes: itinerario de comunicación, reto humano, invitación cristiana. El Dios de los cristianos no está fuera, sino en la misma comunicación en la comunión de los creyentes, pues por Cristo se ha hecho carne de vida, muerte, entrega y pascua, en el tejido de violencia de la historia (para convertirlo en campo de diálogo humano). No podemos buscarle en una trascendencia resguardada, sino en la misma acción comunicativa de amor entre creyentes. Por eso, los ministerios cristianos son mediaciones comunicativas: no expresan el poder de un dios en sí (principio superior y separado, que se goza imponiendo su dictado), sino la comunicación de Dios en Cristo; mediadores de esa comunicación quieren ser los ministros.
No representación con (para el) público. 2020: Un año bueno
Los que quieren ―misas con público‖ se están equivocando de sitio. Que vayan al circo, al teatro, al fútbol o a los toros. La misa se parece más a un baile donde bailan todos, todos… de forma que la música les salga de dentro, sin necesidad de una orquesta fuera, por encima. Jesús rechazó es tipo de teatro religioso, y precisamente los dueños del teatro le condenaron a muerte, el teatro de Roma, el de un tipo de sacerdotes de templo.
Éste (tiempo del coronavirus, primavera 2020) es un tiempo malo en otros sentidos, pero puede ser muy bueno para replantear el cristianismo, pues Jesús rechazó el culto del sistema (sacrificios, ritos nacionales), para dialogar con Dios desde la vida, en comunión directa con los hombres y mujeres de su entorno. Ciertamente, la iglesia actual habla de oración, pero a veces parece que le tiene miedo. La mayoría de los templos cristianos de occidente se han cerrado o son para turistas. Muchos orantes buscan recetas o modelos orientales, como si la fuente de misterio de la iglesia su hubiera secado: no hay apenas varones contemplativos; las admirables mujeres de las grandes tradiciones monacales (benedictinas, franciscanas, carmelitas) viven cerradas en clausuras legales, bajo el dominio de clérigos no orantes y su influjo no parece grande en el conjunto de la iglesia... Pues bien, este es un tiempo para que los grupos de cristianos sin cura externo se animen a celebrar por sí mismos, desde el evangelio. Los cristianos no son súbditos de un sistema sagrado, no son públicos para un espectáculo u organización, sino valen y son por ellos mismos: son dignos de amor, especialmente si están necesitados; son celebrantes de la fiesta de Jesús, que está presente en cada uno y en la comunidad reunida. Jesús no dice: "Donde haya dos o tres reunidos en mi nombre que vayan donde el obispo y le pida cura...sino que celebren ellos mismo, que él. Jesús, está con ellos". Este es el alfabeto y lenguaje de la iglesia, en una sociedad de espectáculo y planificación. Por encima de todo fingimiento, el fiel acoge y agradece la vida como don (=cree). Por eso vive en libertad: nada le puede dominar, nadie puede dirigirle desde fuera, pues se sabe querido de Dios, elegido, en manos del misterio fundante que es el Padre. Se dice que el budismo nace cuando reconocemos la omnipotencia del dolor y superamos la dictadura del deseo que domina y destruye nuestra vida. Pues bien, el cristianismo nace y se expande allí donde afirmamos sorprendidos, respondiendo a su palabra y presencia de amor, que hay Dios y que él es Padre nuestro y de los expulsados del sistema… y así lo celebramos, reunidos en nombre de Jesús, con su palabra, con su pan compartido.
Ante el siglo XXI y XXII…
Se dijo hace un tiempo que el siglo XXI será místico o no será, pues el sistema corre el riesgo de encerrarse y encerrarnos en su cofre de violencia. Pues bien, más que místico en sentido abstracto, pienso que este siglo XXI del coronavirus ha de ser ser un siglo de gratuidad y comunión, de celebración compartida de la vida, de un modo directo. De lo contrario, nuestra humanidad puede destruirse a sí misma. Parecía en otro tiempo que podíamos vivir por impulso biológico o deseo, dominados por una religión impositiva (temor al infierno) e dirigidos por la búsqueda de un mejor futuro (cielo). Muchos piensan que esos motivos son ya insuficientes. Necesitamos razones y experiencias más hondas, sensaciones y esperanzas para amar de un modo gratuito, pues de lo contrario el sistema acabará por destruirnos. Entre esas sensaciones y esperanzas está, sin duda, el amor mutuo, directo, inmediato, vinculado a la contemplación del misterio (sabernos amados, acogidos), expresado en forma de acción de gracias (eucaristía) y de bendición (eulogía)… en cada grupo, en cada casa…
Nos estamos jugando el futuro, nos estamos jugando el cristianismo
El momento y tema es clave. Por un lado se extiende implacable un sistema económico y político (policial), sin resquicio para la gratuidad y ternura, el perdón y reconciliación, imponiendo sobre todos su "coraza de hierro" de ley necesaria. Por otro lado aumentan las divisiones sociales y el odio: choque entre colectivos nacionales, minorías y mayorías, exilados y emigrantes... Crecen los grupos contrapuestos, la violencia aumenta, muchos se sienten inseguros. En este contexto se vuelve cada vez más necesaria una experiencia contagiosa y creadora de perdón y de la comunión directa... La iglesia actual, desde el Vaticano II hasta el Papa Francisco está hablando de crear comunidades, de una nueva evangelización... pero no hace nada, casi nada... a pesar de los intentos del Papa Francisco. Quizá muchos "jerarcas" no se dan cuenta, ellos mantienen la esquizofrenia. Ellos son parte del problema. No se trata sólo de que ellos cambien, tienen que cambiar las comunidades. Pero sin un cambio radical de la jerarquía, sin una destrucción de la jerarquía como poder sacral, para volver al evangelio, no hay solución posible. El momento es acuciante: nos estamos jugando el futuro de la humanidad, no sólo por el coronavirus, sino por el virus más fuerte del poder por el poder y de la soledad… Mirada en ese fondo, la disputa sobre el ministro autorizado (si es todo cristiano, sólo un presbítero o la comunidad) y las discusiones legales sobre el modelo legal de absolución (individual o comunitaria) se vuelven secundarias, en la línea de las obsesivos rituales. Todo perdón humano es signo y presencia del perdón de Dios en Cristo, por encima de las leyes que impone el sistema; toda celebración cristiana de dos o tres
reunidos en nombre de Jesús, desde su Palabra, ante su Pan es Eucaristía. Más que la manera jurídicamente válida de impartirlo de celebrar el perdón y la mesa de amor de Jesús importa el perdón en cuanto tal, importa la comunión. Según el rito vigente (con su Código de Derecho Canónico), para que esta celebración del perdón y de la vida, la eucaristía, tenga valor "oficial" habrá un presbítero que avale y proclame el perdón y las palabras de la misa. Pero eso es Derecho Canónico (del malo), no es evangelio del bueno, el de Mt 18 donde se dicen: Allí donde os perdonáis (no dice con cura o sin cura) yo os perdono; y allí donde os reunís dos o tres (no dice con cura o sin cura) yo estoy con vosotros, como pan de vida, yo soy eucaristía.
¿Y para qué valen entonces los curas, los presbíteros y obispos, con los diáconos?
Para mucho, para muchísimo. Ahora es cuando valen… Como en todo grupo social (por la misma identidad humana, antes que el evangelio…), todo grupo necesita un tipo de liberados, animadores, no para ―usurpar‖ la autoridad de perdón y de eucaristía de los cristianos que se reúnen en casas o aldeas, en grandes iglesias, en pisos de barrio, o tiempos de coronavirus…, sino para animar a la gentes. El poder del perdón o de la eucaristía no lo tiene un cura ordenado, sino la comunidad de los cristianos que pueden y deben reunirse por gracia de Dios y mandato de Jesús para perdonarse, para celebrar la misa, y así lo hizo la iglesia primitiva a lo largo de dos siglos, por lo menos. Pero es muy bueno que surgieran obispos y curas para animar ese perdón y celebración de todos. Pues bien, tras 17 ó 18 siglos de ―suplencia clerical‖, vuelve ese tiempo primitivo, vuelve la misa sin público, bendito sea. Sólo ahora, los verdaderos curas y obispos encontrarán su tarea más honda y más gratificante, no la de ser una especie de ―patronos sacrales‖, sino la de actuar como delegados, animadores y testigos de las comunidades. Conozco a muchísimos curas que así lo hacen, que lo están haciendo de un modo cristiano, genial, en este tiempo de coronavirus. Ellos, con las comunidades cristianas, son garantes del camino del evangelio. De ellos seguiré tratando en este portal de RD. (religiondigital.org) 28/04/2020
4. Un obispo argentino, a los ultras del 'Devuélvannos la misa': "Adorar el cuerpo de Cristo y no comprometerse eficazmente con la vida del hermano no es cristiano" "Pasada la pandemia los templos volverán a abrirse, la eucaristía volverá a ser celebrada, pero de la indignidad, de la falta de futuro, de las secuelas de un virus muchas veces no se vuelve; y de la cerrazón de corazón, menos" "Escuché que sienten que la fe se les debilita al no poder comulgar y me pregunto: los mártires encarcelados del siglo pasado y de este siglo que no podían acceder a la misa en sus cautiverios y dieron su vida, ¿cómo lo hicieron?"
"Pasada la pandemia los templos volverán a abrirse, la eucaristía volverá a ser celebrada, pero de la indignidad, de la falta de futuro, de las secuelas de un virus muchas veces no se vuelve; y de la cerrazón de corazón, menos". El obispo de San Justo, Eduardo García, ha puesto sobre la mesa las contradicciones de los ultracatólicos que reclaman la vuelta inmediata de las misas y no se preocupan por el sufrimiento de los pobres, los ancianos o los que están enfermos por la pandemia del coronavirus El prelado, antiguo colaborador de Bergolio en Buenos Aires, publica un excelente artículo en Clarín (que reproducimos al final de este texto), titulado '¿Iglesias abiertas en cuarentena?'. Un 'zas en toda la boca' a los grupúsculos ultras que acusan a los obispos de haberse dejado robar la Eucaristía y que exigen el regreso inmediato a la celebración de misas con público, sin hacer caso a las recomendaciones médicas. "Como pastor y hombre que ama la Eucaristía (misa), de hecho, la celebro todos los días a través de las redes sociales para acompañar el camino de la fe de la gente pero claramente son otras las prioridades para poder vivir la fe en serio, en lo esencial" escribe monseñor García, que pide a los artífices de la campaña que "si viviéramos realmente como pueblo deberíamos escuchar también 'devuélvannos la educación, devuélvannos Cáritas, devuélvannos el trabajo, devuélvannos la salud', devuélvannos tantas cosas que resignamos en esta cuarentena atendiendo al bien mayor que es la salud de toda la población".
"Como si fuéramos una Iglesia perseguida"
"De repente y desde afuera, nos quisieron meter dentro de una coyuntura de conflicto como si fuéramos una Iglesia perseguida, situación que ha ocurrido y sigue ocurriendo bajo otros sistemas políticos en varias partes de mundo. Pero no en nuestro país", constata, incidiendo en que "adorar el cuerpo de Cristo y no com-
prometerse eficazmente con la vida del hermano no es cristiano. Quizás antes de asegurar los barbijos y el alcohol en gel para nuestras celebraciones en templos abiertos, ¿no tendríamos que asegurarlos para los comedores, las colas de los jubilados, los chicos o abuelos en situación de calle, el personal de salud y luego hacer nuestra acción de gracias?" "Con asombro leí, y lo respeto, la angustia que en muchos provocaba no poder comulgar, acaso experimentan la misma angustia al no poder salir a ayudar en una salita de primeros auxilios o a un anciano que está aislado. También escuché que sienten que la fe se les debilita al no poder comulgar y me pregunto: los mártires encarcelados del siglo pasado y de este siglo que no podían acceder a la misa en sus cautiverios y dieron su vida, ¿cómo lo hicieron? Porque su fe fue robusta para aceptar flagelaciones, hambre, humillación y muerte. Dios nunca nos deja solos", culmina el prelado. Texto del artículo
¿Iglesias abiertas en cuarentena?
Me hizo ruido, mucho ruido que en estos días circulara un video dirigido a nosotros, los obispos, con la frase ―devuélvannos la Misa‖. En orden al coronavirus, pareciera que la suspensión de actividades, dentro de las que se encuentra el culto, no por el culto en sí mismo sino por la congregación de gente y la posibilidad de contagio, fuera una cuestión arbitraria. Cuando no lo es. Si viviéramos realmente como pueblo deberíamos escuchar también ―devuélvannos la educación, devuélvannos Cáritas, devuélvannos el trabajo, devuélvannos la salud‖, devuélvannos tantas cosas que resignamos en esta cuarentena atendiendo al bien mayor que es la salud de toda la población. De repente y desde afuera, nos quisieron meter dentro de una coyuntura de conflicto como si fuéramos una Iglesia perseguida, situación que ha ocurrido y sigue ocurriendo bajo otros sistemas políticos en varias partes de mundo. Pero no en nuestro país. A este mapeo le faltan unos actores que claman también a los obispos: aquellos que proponen con espíritu de cruzada —que es lo que menos necesitamos en este momento— ―juéguense por la fe, nosotros los acompañamos‖. Lo que define a un cristiano no es el ser virtuoso u observante, sino el vivir confiando en un Dios cercano por el que se siente amado sin condiciones y que prometió su presencia siempre. Con esta certeza, hoy más que nunca, la Iglesia y los cristianos tenemos que dar el testimonio de entrega generosa por amor al que más sufre, creando ambientes de calma, servicio y esperanza. En este tiempo más que nunca se aplican las palabras del papa Francisco: ―la iglesia como hospital de campaña‖. Quizás porque lo estoy mirando desde la realidad social de mi diócesis ubicada en el partido de La Matanza donde, si bien los casos de coronavirus aún son pocos, tenemos que asumir y llevar adelante como se pueda los coletazos de la cuarentena en nuestras barriadas más vulnerables. Primero, el hambre, Si no hay trabajo no hay con qué comprar alimentos. Si no hay escuela no hay comedores escolares funcionando porque no se puede cocinar en la escuela del Estado, solo se les da a los chicos una bolsita con alimentos. Desde los comedores, con la ayuda del Ejército se están repartiendo más de 9.000 viandas; incluso así no alcanzan los insumos para cocinar todos los días. La respuesta de muchos que se acercan a buscar comida en este marco de aislamiento que no se puede cumplir a rajatabla es: ―no sé si me va a agarrar el coronavirus, pero si no como seguro que me muero por hambre‖. Y ahí aparece el otro gran tema de nuestros barrios: no hay dónde cumplir con el aislamiento necesario para evitar los contagios. No siempre las casas son el mejor lugar por el hacinamiento, la falta de higiene… Hemos abierto hogares improvisados para los ―sin techo‖ de modo que mínimamente puedan aislarse: vienen creciendo de 1 en 100. Me animo a proyectar que dejarán de ser momentáneos porque, una vez pasada la pandemia, no los vamos a devolver a la calle. Como pastor y hombre que ama la Eucaristía (misa), de hecho, la celebro todos los días a través de las redes sociales para acompañar el camino de la fe de la gente pero claramente son otras las prioridades para poder vivir la fe en serio, en lo esencial. Pasada la pandemia los templos volverán a abrirse, la eucaristía volverá a ser celebrada, pero de la indignidad, de la falta de futuro, de las secuelas de un virus muchas veces no se vuelve; y de la cerrazón de corazón, menos. Subrayo un pensamiento del gran converso John Henry Newman que anunció esta situación y decía que una fe heredada y no repensada acabaría entre las personas cultas en «indiferencia», y entre las personas sencillas en «superstición». Por eso es bueno recordar algunos aspectos esenciales de la fe. Adorar el cuerpo de Cristo y no comprometerse eficazmente con la vida del hermano no es cristiano. Quizás antes de asegurar los barbijos y el alcohol en gel para
nuestras celebraciones en templos abiertos, ¿no tendríamos que asegurarlos para los comedores, las colas de los jubilados, los chicos o abuelos en situación de calle, el personal de salud y luego hacer nuestra acción de gracias? Con asombro leí, y lo respeto, la angustia que en muchos provocaba no poder comulgar, acaso experimentan la misma angustia al no poder salir a ayudar en una salita de primeros auxilios o a un anciano que está aislado. También escuché que sienten que la fe se les debilita al no poder comulgar y me pregunto: los mártires encarcelados del siglo pasado y de este siglo que no podían acceder a la misa en sus cautiverios y dieron su vida, ¿cómo lo hicieron? Porque su fe fue robusta para aceptar flagelaciones, hambre, humillación y muerte. Dios nunca nos deja solos. Creo firmemente en el Señor presente en la Eucaristía, centro y culmen de la vida cristiana, pero desde una comunidad que celebra y toma la fuerza para vivir jugándose por la vida de los demás, no como un self service de la gracia o un Redoxon de la vida espiritual. De muy poco servirá la reapertura gradual de los templos si no hay una reapertura radical de la Iglesia de cara a la realidad, sin ombliguismos seudo religiosos de autocomplacencia. Insisto: esta experiencia de vivir en cuarentena no nos puede dejar iguales para continuar con más de lo mismo como si nada hubiera pasado. Hasta desde el punto del sostenimiento; muchas de nuestras parroquias sin las celebraciones están al borde del colapso económico. Esto implica sí o sí repensar el modo de participación de toda la comunidad cristiana. Vida religiosa on line. Las muchas maneras de encuentros religiosos en las redes sociales y los medios de comunicación como la televisión y la radio han obrado como antiparalizantes ante la pandemia y la fiesta grande que representa en los fieles la Semana Santa. Claro que faltó la comunidad, el estar juntos. Por eso es fundamental señalar que el trabajo en las redes es importante si no nos lleva a aislarnos y a cambiar virtualidad por humanidad. La vida religiosa digital como recurso nos exige asumirla como una realidad con sus dinamismos y lenguajes propios. No se trata de hacer lo mismo pero frente a un teléfono celular o una tablet. Es un espacio más para repensar y reaprender. Un sacerdote me contaba hace unos días que sus misas habituales de día de semana eran agónicas, con 3 o 4 participantes y ahora tiene más de 60 personas siguiendo la celebración en vivo por una red social. ¿Fruto del encierro? No creo. Analicemos los hechos y capitalicemos la experiencia: eso sí, todavía no sé cómo. Lo que sí sé es que estamos ante el desafío de leer con inteligencia los acontecimientos para saber cómo pararnos de un modo real ante ellos, sin recetarios, como lo hizo Jesús. (religiondigital.org) 27/04/2020
5. Obispo brasileño sobre “nos devuelvan la misa”: “No demos atención a oportunistas que crean conflictos por razones políticas e ideológicas” Los promotores de esa campaña son “personas que no tienen compromiso con la Iglesia, grupos que nunca pisan nuestras Iglesias, pero que toman posiciones contrarias solo para confundir a los fieles y crear división en la Iglesia” El obispo denuncia la situación de Manaos, “que ni siquiera los infectados son llevados a los hospitales porque no hay más plazas, sino que desde las casas ya van directamente a ser enterrados" Que la pandemia, que está provocando “tanto sufrimiento y dolor”, pueda llevar a la Iglesia a vivir “en comunión, en unidad”
La polémica en torno al ―nosdevuelvan las misas‖ está provocando reacciones dentro de la Iglesia, también entre algunos miembros del episcopado. El último ha sido Monseñor Luiz Flávio Cappio, obispo de Barra, en Brasil, que en una carta al clero, religiosos y seminaristas de la diócesis, definía a los promotores de esa campaña como ―personas que no tienen compromiso con la Iglesia, grupos que nunca pisan nuestras Iglesias, pero que toman posiciones contrarias solo para confundir a los fieles y crear división en la Iglesia‖. El obispo brasileño es alguien que nunca ha sido indiferente con aquello que pasa fuera del templo. Años atrás hizo dos huelgas de hambre contra la transposición del Río San Francisco, una obra faraónica que dilapidó millones de dinero público y que perjudicó gravemente a la ribereños y a la conservación del propio río, el más importante de todo el nordeste brasileño. Monseñor Cappio identifica estos grupos con aquellos ―que critican al papa Francisco y a la CNBB (Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil)‖, y por eso advierte sobre la necesidad de ―tener cuidado de no ser engañados‖. Frente a eso, lo importante es darse cuenta de la situación por la que Brasil está pasando, cada día más grave, que el obispo califica como de casi desesperación, lo que se pone de manifiesto en que este 28 de abril,
Brasil, con 474 fallecidos, tuvo el número más alto de muertos durante toda la pandemia. Si los números ya de por sí, son graves, es todavía más preocupante la reacción del presidente brasileño que ante la pregunta de los periodistas por la situación, respondió: ―¿Y qué pasa? Lo lamento. ¿Qué quieren que yo haga? Yo soy Mesías (ese es su segundo nombre), pero no hago milagros‖. La situación más complicada se vive en Manaos, de lo cual hace referencia el obispo en la carta, narrando algunos elementos de una realidad cada vez más dantesca, como muestra el hecho de ―que ni siquiera los infectados son llevados a los hospitales porque no hay más plazas, sino que desde las casas ya van directamente a ser enterrados, después de haber recibido el laudo de médico sin siquiera sacar el cuerpo de los coches funerarios para transportar a los muertos y ser enterrados en fosas comunes‖. Esta situación, que ha producido la reacción del Papa Francisco, que el pasado sábado llamaba al arzobispo local, Monseñor Leonardo Steiner, debería preocupar también a estos grupos, llamados a entender que la Eucaristía, según el obispo de Barra, no como algo personal y sí como algo que debe llevar a ―partir el pan y alimentar al hermano‖. Todo eso se agrava con la situación de hambre que sufre cada vez más gente en Brasil. En esa coyuntura, les pide ―que se pongan a disposición de la Iglesia en Brasil y en el mundo para ayudar a "dar de comer a tantos que tienen hambre", consolar a los que están desesperados, acoger a los que no saben a dónde ir y qué hacer‖. Por eso, pide que no se les de ―atención a estos oportunistas que, en lugar de unirse a nosotros en este momento tan difícil, crean conflictos impulsados más por razones políticas e ideológicas, que por razones verdaderamente religiosas y espirituales‖. De hecho, estos grupos son los que apoyan las políticas del actual gobierno brasileño, el gran negacionista de la pandemia, cada vez más aislado en la esfera internacional, y con constantes respuestas fuera de tono que muestran su talante moral. Finalmente, Monseñor Cappio espera que este momento de pandemia que se está viviendo, provocando ―tanto sufrimiento y dolor‖, pueda llevar a la Iglesia a vivir ―en comunión, en unidad‖, algo cada vez más difícil con este tipo de actitudes, gente que se preocupa con satisfacer su propio ego, inclusive poniendo en riesgo la vida de los otros. El Papa Francisco, a quien ellos condenan como hereje, lo dejaba bien claro en la misa de Santa Marta de este último martes, 28 de abril, pidiendo prudencia y obediencia a las normas para que la pandemia no regrese. Pero ya sabemos que no hay peor sordo que aquel que no quiere escuchar.
Carta del Obispo de Barra, Monseñor Luiz Flávio Cáppio sobre COVID –19
Mis queridos sacerdotes, diáconos, religiosos, seminaristas en formación y seminaristas estudiantes, amigos. Paz y Bien Espero que estén bien de salud y todo su trabajo en estos tiempos difíciles que estamos viviendo. Has sido muchos los artículos en las redes sociales que pueden confundir a los incautos, en términos de "abrir nuestras iglesias". La mayoría de estos grupos que se manifiestan son personas que no tienen compromiso con la Iglesia, grupos que nunca pisan nuestras Iglesias, pero que toman posiciones contrarias solo para confundir a los fieles y crear división en la Iglesia. Ellos son los que critican al papa Francisco y a la CNBB (Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil). Tengamos cuidado de no ser engañados. En este momento de casi desesperación en el que Brasil se está convirtiendo en el epicentro de la pandemia en el mundo (ya hemos tenido más muertes en 24 horas que en Italia), en este momento en que Manaos ya se ha convertido en un caos, en que ni siquiera los infectados son llevados a los hospitales porque no hay más plazas, sino que desde las casas ya van directamente a ser enterrados, después de haber recibido el laudo de médico sin siquiera sacar el cuerpo de los coches funerarios para transportar a los muertos y ser enterrados en fosas comunes. Una locura desesperante hasta el punto de que este último sábado el Papa Francisco llamó a Monseñor Leonardo, arzobispo de Manaos, para preguntar sobre la situación catastrófica, principalmente para saber cómo se trataba a los pobres y a los indios. Y estos graciosillos vienen y ponen en las redes sociales: "devuélvannos la misa". Como si la misa fuera algo personal donde "yo" recibo a Jesús y estoy en paz conmigo mismo y con el mundo. La Misa, como vimos el domingo pasado en el Evangelio de los discípulos en Emaús, es Jesús manifestándose en el "partir el pan". En el gesto comprensivo de partir el pan y alimentar al hermano. No solo pan espiritual, sino pan de comida real del que tantos hoy están privados. En lugar de pedir "devolver la misa", que se pongan a disposición de la Iglesia en Brasil y en el mundo para ayudar a "dar de comer a tantos que tienen hambre", consolar a los que están desesperados, acoger a los que no saben a dónde ir y qué hacer.
No vamos a dar atención a estos oportunistas que, en lugar de unirse a nosotros en este momento tan difícil, crean conflictos impulsados más por razones políticas e ideológicas, que por razones verdaderamente religiosas y espirituales, porque si fueran verdaderos, dirían: "acepten mi solidaridad. Es lo poco que tengo, pero es lo que está a mi alcance para manifestar mi comunión con Jesús y con la Iglesia que sufre". Mis queridos hermanos y hermanas, permaneceremos como estamos. A su debido tiempo, a medida que mejore la situación, proporcionaremos nuevas pautas para toda la Diócesis. Pido que nadie en la Diócesis tome decisiones por su cuenta. Ha llegado el momento adecuado para que vivamos en comunión, en unidad. Que la pandemia que ya nos trae tanto sufrimiento y dolor, al menos sea una gran oportunidad para vivir en UNIDAD. Que Dios los bendiga a todos. Con profunda gratitud y estima, Fray Luiz (religiondigital.org) 29/04/2020
6. Si es así, entonces que los templos sigan cerrados: Adolfo Céspedes Las circunstancias obligaron a millones de templos religiosos a cerrar sus puertas, las iglesias de cualquier denominación, por salud pública, debieron dejar de lado sus congregaciones y la reunión con sus miembros, e ir a casa a confinar su familia, amigos o con quienes vivieran. Aunque no es la primera vez que sucede esto en la historia de la iglesia por una enfermedad a nivel mundial, acatar el aislamiento social es lo más sabio, prudente y amoroso que se puede hacer. Ha sido muy duro verse en la necesidad de cerrar sus puertas en plena «semana santa», sobre todo en la conmemoración de la pasión, muerte y resurrección de Jesús; tener la demanda de tomar el distanciamiento entre unos y otros, dejar los abrazos, la estrechez de manos y el compartir la mesa o el pan en plena Pesaj (pascua) ha sido muy difícil, no solo para los fieles, que firmemente se hacían cita en los lugares más ‗sagrados‘ del mundo, sino para los líderes religiosos que están al frente de estas comunidades. No hay personas que aglomerar, no hay aplausos, no hay palmadas de aliento en la espalda o besos de celebración, se terminaron, por ahora, encuentros o eventos masivos que estaban en la agenda de las iglesias.
Una esperanza mezquina.
Desde luego, las preguntas son muchas, las respuestas muy pocas, algunas de ellas envueltas en la simpleza e indiferencia, pues recaen en la búsqueda absurda de pecados ajenos. Sin embargo, es curioso notar que la esperanza de miembros, líderes y congregantes ha sido que esto en algún momento acabe, pero para volver a congregarse o reunirse. Dicen que necesitan volver a encontrarse en celebración a Dios. Sea cual sea el motivo por el que quieren volver a encontrarse, puede parecer mezquino frente a la realidad que se vive, donde la muerte ronda las calles de las grandes urbes, llevándose consigo hasta dos mil personas por día en un solo país y, digo mezquino, porque reunirse «para volver a la normalidad» no debe ser la esperanza que se debe tener en este momento y eso debe pensarse. Mientras que lo anterior sucede, en la virtualidad se encuentran los feligreses con sus líderes, quienes exponen, comparten textos sagrados y hasta viralizan sus cultos, sus rituales y sus enseñanzas, no solo a sus miembros sino a todos los que pudiesen escucharlos. Los cultos no han parado, a pesar que ya no son presenciales, estos no se han detenido, al contrario, algunos se han convertido en escenarios para engrandecer el miedo con un: «esto también está en la Biblia; vivimos los últimos días; el apocalipsis está por cumplirse y la iglesia será raptada; debemos predicar arrepentimiento y juicio a las naciones», como si no fuera suficiente con la ansiedad que provoca el encierro. Por donde navegues en las redes sociales, si hay algún practicante cristiano o no, hay un post de alguien orando, predicando, opinando y abriendo su Biblia para desplegar sus teologías frente al Covid-19, que no está mal, son las redes de cada quien, pero en su mayoría, no hay una disposición al profundo cambio que urge a nuestra fe. Entonces, es cuando se me ha ocurrido preguntarme, frente a la omnipotencia que alardeaban algunas iglesias o congregantes, y que en gran porcentaje algunas fueron focos de contagio ¿no les deja algunas enseñanzas esto que se está viviendo? Considero que no es posible ser iglesia o profesar una fe y simplemente cerrarse a las cifras con tal de no escuchar «malas noticias», pero sin cuestionarse tan solo un poco sobre qué lugar ocupa mi fe en esta pandemia, sin preguntarnos, frente a la cantidad de muertos que salen de los hospitales ¿dónde está Dios? Porque si, no es posible que lo único que deje este cierre de iglesias sea el manejo adecuado de redes sociales, aplicaciones virtuales y el buen manejo de cámaras y escenario para seguir haciendo y diciendo lo mismo sin ningún cambio de fondo. Si la fe, por lo menos lo digo desde mi fe cristiana, no tiene ningún cambio y alguna idea de reformarse a sí
misma, la fe seguiría asistiendo a su propia muerte. Hay una sola cosa segura, la fe, las religiones y las iglesias no pueden ser las mismas luego de esta desgarradora realidad.
El viejo virus de la iglesia.
Ahora, estamos seguros que Dios no tiene la culpa de lo sucedido, y seguramente esto sea un desafío a tener que afrontar que somos nosotros los culpables y responsables ante el cuidado y muy mala administración de la naturaleza y amor al prójimo. En este sentido, solo queda por afirmar que, si los templos van a seguir igual que antes de su cierre completo, pues que no se vuelvan a abrir, si no hay una configuración de la iglesia dentro de ella misma, pues que se cierren para siempre. Pues eso sí, muy bonitos sus servicios y cultitos virtuales, pero algunos, han mostrado la crisis y virus que las carcome hace mucho tiempo, el virus de poder que las envuelve, ya que si seguimos generando la necesidad del templo como único lugar de reunión y búsqueda de Dios, pues se seguirá desvirtuado por completo las enseñanzas de Jesús frente a lo que significa ser templo o lugar de reunión con Dios. El virus de sentirse únicas e indispensables frente a cualquier crisis, de creer que son las únicas emisoras y que el lugar de reunión es el único lugar para mostrar a Dios a las personas. Hay que descentralizar el encuentro del ser humano con Dios y la forma de acercarnos a éste. Está claro que, ahora que todas están cerradas, encontrar a Dios más allá de las paredes de un lugar es un imperativo. Tuvo esta crisis que derrumbar todo ese activismo que caracterizaba a los líderes religiosos y que los llevaba a sacrificar tiempo con ellos mismos y familias; tuvo esta situación que pausar el espectacularismo en el que se había convertido muchas de las iglesia de corte evangelicalista, pues creían que tener tantos ítems dentro de sus cargados horarios los haría agradar más a Dios o tener a Dios más cerca, pues claro, se está «haciendo algo para Dios». ¿Qué significa eso hoy en tiempos de una pandemia? ¿Chatear sobre Jesús con alguien que no practica tu misma fe? ¿realizar un facebook live hablando o acomodando el contexto de varios textos bíblicos que posiblemente no tienen ninguna concordancia, relevancia o relación y creer que se está brindando esperanza? Posiblemente, la verdad no sé y si, a veces lo dudo. Tuvo una crisis que demostrarnos que los pastores no deberían vivir completamente de los aportes de la congregación, demostrando una realidad lamentable que sospechábamos hace mucho tiempo, una gran cantidad de pastores no hacen pastoral, son empresarios. No todos(as), pero algunos de ellos(as), no les preocupan sus feligreses y su situación frente a esta realidad, sino el templo y la cantidad de dinero que perderían sin asistencia al culto.
La vida como sagrada.
Con certeza debemos reafirmar que no necesitamos un lugar sagrado para encontrar a Dios, porque no podemos seguir pensando que no hay salvación fuera de la iglesia, cuando para la reforma no hay salvación, pero fuera de Cristo y éste se encuentra donde siempre estuvo, en las calles con los necesitados. El texto de Juan 4:20-21 nos deja una gran enseñanza frente al tema de los lugares privilegiados que hemos sacralizado para encontrar a Dios; cuando esta mujer samaritana habla sobre los lugares de adoración, que lleva implícita la pregunta sobre ¿cuál debería ser adecuado para adorar?, en otras palabras ¿Cuál es la fe verdadera? Jesús, a pesar de tener clara su posición Judía, no invalida el lugar del otro, no considera como ilegítima la fe del otro, curiosamente a pesar del contexto intolerante de la fe Judía, la iniciativa de Jesús fue un diálogo profundo y muy controversial con esta mujer, en el que a pesar de que destaca el monte y el templo como posible lugar de encuentro de fe comunitaria, explica que hay algo más allá del lugar y reglas religiosas de cualquiera de las dos formas de creer. Está convencido que para encontrar a Dios no necesitamos de un lugar, entonces se hace necesario replantear la forma en cómo hemos hecho sagrado los lugares y no la vida misma. Incluso, las palabras de Jesús son una invitación a mirar dentro de la profundidad de nuestro ser el lugar apropiado para encontrar a Dios, así que no necesitamos ni a Jerusalén ni a Gartizim, que era el lugar donde estaba el pozo de Jacob; pues adorar a Dios no depende del lugar sino de los comportamientos y las actitudes, el lugar nunca ha sido lo esencial de acercarse a Dios, sino que lo esencial siempre ha sido el propósito, nuestra espiritualidad. Ambos lugares, corrompidos por la explotación e injusticia, en el caso del templo de Jerusalén, o llenos de conflicto e idolatría como lo ha sido el monte en el que se reunían los samaritanos -por eso el detalle de los cinco maridos y el que tenía no lo era, ya que era falso, refiriéndose a los cinco dioses característicos de los samaritanos- son una muestra de que hemos hecho sagrado a lugares, hemos idolatrado los templos y los lugares de reunión, pero profanamos la vida de las personas sin entender que cada vida, sin distinción alguna, es en sí un lugar de encuentro divino.
Sobre la base de lo dicho, lo que ha retrasado un cambio real ha sido la falta de disposición, la iglesia no desea repensarse y ese ha sido un grave problema, pues le interesa más su construcción jerárquica y la obsesión por mantener su autoridad, se ha impuesto a sí misma a través de declaraciones y decretos incesantes que los alejan de la realidad o que los ayudan a escapar de todo el mal que vivimos o sufrimos. La empatía y la asertividad no han sido sus mayores logros en esta crisis, por eso, si todo sigue así, que se queden cerradas, pues hoy más que nunca Dios mismo nos ha dicho que él no está ni en el templo, ni en el monte.
Dios en el otro(a)
Finalmente, en este tiempo, no necesitamos respuestas de Dios a través de sus administradores aquí en la tierra, creo que lo que menos necesitamos son respuestas como: «Dios sabe cómo hace sus cosas», porque claramente eso deja muy mal a Dios y a quienes creen conocerlo. Nos encontramos clavados en nuestras cruces, teniendo claro que somos culpables de estar aquí, que somos responsables de la realidad que vivimos y si, sentimos el dolor, la aflicción y el duro sufrimiento, por eso preguntamos ¿por qué parece que nos has abandonado? Porque cuestionarse frente al dolor no está mal, cuestionar a Dios y a su iglesia en su respuesta frente al dolor que vive la humanidad, no está mal. Quizás, nos daríamos cuenta que deberíamos tener la osadía de poder derrotar nuestra imagen del Dios de amor al sufrimiento, ese que nos enseñaron desde nuestra vieja iglesia, ese que nos dijeron que probaba y nos sometía a enfrentar las prueba de su amor y hasta las tentaciones del estúpido «diablo», respuestas que lastimosamente siguen siendo planteadas por algunas comunidades, pues todo ayuda para bien, pero ¿qué bien puede haber después de más de ochenta mil muertes, al día de hoy, en el mundo? Mientras, seguimos expuestos al dolor y sufrimiento, nos preguntamos en ocasiones ¿cuándo parará? El desafío hoy más que nunca, aunque soy bastante pesimista frente a ese cambio, va a ser encontrar a Dios en el otro(a), como templo sagrado y dejar de ver a Dios solo en el lugar de reunión, sino ver a Dios en lo ancho y largo de este planeta tierra, hacer de esta naturaleza nuestro verdadero lugar sagrado, a ver si de una buena vez dejamos de destruirlo. (lupaprotestante.com) 22/04/2020
7. Límite de asistentes y distancia mínima: comienza la reapertura de iglesias en diferentes países En Corea del Sur, algunas comunidades han comenzado a abrir, mientras que la mayoría de territorios estadounidenses han seguido permitiendo los encuentros Barcelona. Una persona sentada en un banco donde antes se sentaban cinco. Salas preparadas para acoger a cientos de asistentes con apenas una decena. Y más mascarillas, guantes y gel desinfectante. Parece que esta va a ser la imagen que suceda a la de las iglesias vacías y las retransmisiones y grabaciones domésticas. De hecho, ya es la realidad de algunos países que han comenzado una progresiva reapertura de sus centros de culto tras registrar un descenso de los casos diagnosticados de Covid-19. Es el caso de Corea del Sur, donde este domingo algunas iglesias ya han vuelto a abrir sus puertas atendiendo a las recomendaciones de distanciamiento social que siguen vigentes. El país asiático ha destacado por la manera en la que ha afrontado la epidemia, realizando tests masivos (15.000 al día) y apelando a la responsabilidad individual ante los llamados de las autoridades a la población para que se quedase en casa. A diferencia de China o España, en ciudades como Busan sí han cerrado los equipamientos públicos desde el primer contagio diagnosticado pero han descartado confinar municipios y ciudades enteras. ―Espero que nuestra iglesia pueda ser un caso ejemplar para otros‖, ha explicado Han Jin-gun, miembro de la Iglesia Onnuri de Seúl, con capacidad para 3.000 personas y que ahora a vuelto a abrir con un límite de 700 asistentes que deben registrarse antes online. Para Kang Hye-mi, feligrés de la Catedral Católica de Myeongdong, también en Seúl, ―la iglesia cumplirá con los principios de seguridad‖, según ha dicho a Reuters.
¿Ha afectado el confinamiento a las iglesias en Estados Unidos?
En Estados Unidos, las reuniones sin ningún tipo de restricciones están permitidas en cerca de un tercio de los estados (16 en total), según indica el centro de investigaciones Pew Research. ―Al menos un estado, Nuevo México, exime de forma explícita los encuentros religiosos de las restricciones que existen para otro tipo de encuentros‖, dicen. A esos 16 estados sin ningún tipo de restricción respecto a las reuniones de carácter religioso, se les suman otros 22 que permiten encuentros en las iglesias de diez personas o menos, y 3 más que permiten más de diez personas pero que siguen limitando los aforos. Tan solo 11 estados han prohibido por completo cualquier reunión del tipo que sea, incluidas las religiosas.
―En algunos casos los líderes religiosos se han resistido a las órdenes de los estados, manteniendo los servicios y desafiando las advertencias de los oficiales. Pero muchos otros han cancelado sus cultos y actividades en un esfuerzo por cumplir las pautas de los Centros para el Control de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), a pesar de las exenciones de los estados que les permitían continuar con sus servicios‖, dicen desde Pew Research.
En Francia, las iglesias evangélicas seguirán cerradas después del 11 de mayo
En Francia, el cuarto país del mundo con más muertos por coronavirus registrados, el presidente del Consejo Nacional de Evangélicos (CNEF, por sus siglas en francés), Clément Diedrichs, ha participado en una videoconferencia con el presidente Emmanuel Macron, el ministro de Interior, Christophe Castaner, y otros líderes de las principales confesiones religiosas en el país, según recoge Evangelical Focus. Durante la reunión, el mandatario francés ha explicado a los representantes de los grupos religiosos que los lugares de culto permanecerán cerrados hasta el 11 de mayo, independientemente de su aforo, pero que está cuestión se volverá a revisar tres semanas después, dependiendo de cómo avance el control de la epidemia. Un escenario en el que algunos encuentros podrían comenzar a mediados de junio, ―no necesariamente todos y respetando la distancia física‖. ―Lo peor sería reabrir demasiado rápida y tener que volver a cerrar‖, ha comentado el presidente.
Desde el CNEF consideran que ―las restricciones en materia de libertad religioso son de acuerdo a la ley, ya que están justificadas y son necesarias y proporcionales por razones de salud pública‖. ―Sin embargo, nuestra intención es estar muy atentos para recuperar esta libertad lo antes posible‖, dicen. Además, animan a las iglesias evangélicas en el país a mantener los cultos virtuales después del 11 de mayo, teniendo en cuenta que ―los pequeños grupos intracomunitarios, a menudo con una gran variedad de edades, no siempre podrán garantizar las medidas de seguridad‖. ―Aunque las comunidades quieran volver a reunirse físicamente, no deben olvidar que la prioridad es luchar contra la propagación del virus‖, añaden. (protestantedigital.com) 29/04/2020
8. Los lugares de culto podrán reabrir con limitaciones de aforo El Gobierno anuncia un plan de desescalada por fases. La Fase 1 (11 de mayo) incluye la apertura de lugares de culto con el aforo reducido a un tercio
Madrid. El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, ha dado detalles este martes del plan de desescalada a nivel nacional que se ejecutará en los próximos meses. Este plan tendrá cuatro fases que se irán desarrollando de forma gradual y diferente en cada provincia, de acuerdo a la situación de la incidencia de la Covid-19. Cada fase tendrá una duración mínima de dos semanas, que podrían ser más en caso de que las circunstancias sanitarias así lo recomienden.
Fases previstas
La fase actual es la ―Fase 0‖, de preparación, que es la que se está desarrollando actualmente, todavía con grandes limitaciones a las salidas de casa y los desplazamientos, que continúan impidiendo el desarrollo de reuniones en los lugares de culto. Las iglesias evangélicas podrían volver a abrir sus lugares de culto cuando se abra la ―Fase 1‖ o de inicio, todavía sin una fecha prevista definitiva, aunque todo apunta a que sería el 11 de mayo. En esta fase se permitirá la movilidad dentro de la misma provincia y los lugares de culto tendrán permiso para funcionar, pero con un aforo limitado a un tercio. La siguiente fase de desescalada, la ―Fase 2‖, una fase intermedia permitirá una mayor movilidad y la reapertura de centros de ocio o cultura, con aforo limitado a un tercio. Pero los lugares de culto podrán alcanzar un aforo del 50% en sus actividades. Si las circunstancias son favorables, esta fase se iniciaría el 25 de mayo. Finalmente, en la ―Fase 3‖ se dará ya una movilidad general y se suavizarán aún más las medidas. No hay medidas concretas. (protestantedigital.com) 28/04/2020
9. COVID-19: Obispos de España proponen medidas para la reanudación del culto público Madrid. Ante el inicio de la salida del confinamiento en España, anunciado por el Gobierno el pasado martes, la Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal Española (CEE) ha difundido hoy, 30 de abril de 2020, un comunicado para informar sobre la reanudación de las actividades eclesiales. A lo largo de la nota manifiestan que, ―después de semanas sin expresar comunitariamente nuestra fe en templos y locales parroquiales, queremos recuperar progresivamente la normalidad de la vida eclesial‖. En esta fase de transición, mantienen la propuesta de dispensar del precepto de participar en la Misa dominical y sugieren ―a personas de riesgo, mayores y enfermos, que consideren la posibilidad de quedarse en ca-
sa y sigan las celebraciones por los medios de comunicación‖. Igualmente, piden a los sacerdotes y colaboradores ―que hagan un esfuerzo por facilitar la celebración y la oración, cuidando las medidas organizativas e higiénicas‖ y recuerdan a las personas que acudan a la iglesia para las celebraciones o para oración personal que ―deben hacerlo siguiendo las pautas y recomendaciones que unimos a esta nota, siempre a expensas de las normas de las autoridades sanitarias―. Los prelados proponen una serie de disposiciones, ―aconsejando máxima prudencia en su aplicación que cada diócesis habrá de concretar‖ e indican que será necesaria ―una evaluación continuada que permita valorar su puesta en práctica y modificación en las situaciones que sea necesario, teniendo en cuenta lo que la autoridad sanitaria disponga en cada momento‖. A continuación, sigue la nota de la citada comisión y las medidas de prevención planteadas para la celebración del culto público en los templos católicos durante la desescalada de las medidas restrictivas en tiempo de pandemia. La Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal Española quiere expresar al Pueblo de Dios y a toda la sociedad española: Nos alegra y damos gracias a Dios, de que la enfermedad vaya siendo controlada y pueda iniciarse, aún con reservas y precauciones, la recuperación de las actividades habituales de nuestra vida común. Tras este tiempo de dolor y sufrimiento a causa del fallecimiento de seres queridos y de los graves problemas sanitarios, sociales, económicos y laborales, hemos de afrontar esta situación con esperanza, fomentando la comunión y sintiéndonos llamados a ejercer la caridad personal, política y social. Compartimos el dolor de miles de familias ante los fallecimientos causados por esta pandemia. Hemos orado por su eterno descanso y por el consuelo de familiares y amigos; queremos expresar nuestro deseo de celebrar en las próximas semanas las exequias con quienes lo soliciten en cada parroquia, y, más adelante, en una celebración diocesana para manifestar la esperanza que nos ofrece el Resucitado. Agradecemos de nuevo el trabajo realizado con generosa entrega por tantas personas de los servicios sanitarios y de numerosas actividades que hacen posible la vida cotidiana en nuestra sociedad. De forma especial, reconocemos la disponibilidad y el servicio de los sacerdotes, consagrados y laicos en estas semanas. Continuaremos impulsando con las personas que se ven afectadas por la crisis económica y social, el trabajo de Cáritas y de otras instituciones eclesiales para paliar estas consecuencias de la pandemia. Ofrecemos los principios de la Doctrina Social de la Iglesia y la acción de los católicos en la reconstrucción de la vida social y económica, siguiendo el ―plan para resucitar‖ del papa Francisco. Después de semanas sin expresar comunitariamente nuestra fe en templos y locales parroquiales, queremos recuperar progresivamente la normalidad de la vida eclesial. En esta fase de transición, mantenemos la propuesta de dispensar del precepto de participar en la Misa dominical y sugerimos a personas de riesgo, mayores y enfermos, que consideren la posibilidad de quedarse en casa y sigan las celebraciones por los medios de comunicación. Pedimos a los sacerdotes y colaboradores que hagan un esfuerzo por facilitar la celebración y la oración, cuidando las medidas organizativas e higiénicas. Las personas que acudan a la iglesia para las celebraciones o para oración personal, deben hacerlo siguiendo las pautas y recomendaciones que unimos a esta nota, siempre a expensas de las normas de las autoridades sanitarias. Instamos a las autoridades de las diversas administraciones públicas, a los partidos políticos y organizaciones empresariales y sindicales, a otras asociaciones e instituciones, así como a todos los ciudadanos, al acuerdo y colaboración en favor del bien común. Todos estamos llamados a ser responsables en la convivencia para evitar en lo posible la expansión de la enfermedad y ayudar a los pobres y a quienes más padezcan las consecuencias de esta pandemia. Nos unimos en la oración común que afianza la fraternidad, suplicamos la gracia del Señor y la luz del Espíritu Santo para discernir lo que Dios nos quiere decir en esta circunstancia; pedimos especialmente por los investigadores a fin de que alcancen un remedio a la pandemia. Nos ponemos bajo la protección materna de la Inmaculada patrona de España.
Medidas de prevención el culto público durante la desescalada
El coronavirus continúa propagándose por España. Dada la grave responsabilidad que supone, para todos, prevenir el contagio de la enfermedad, proponemos estas disposiciones, aconsejando máxima prudencia en su aplicación que cada Diócesis habrá de concretar. Será necesaria una evaluación continuada que permita valorar su puesta en práctica y modificación en las situaciones que sea necesario, teniendo en cuenta lo que la autoridad sanitaria disponga en cada momento.
Fases de aplicación
Fase 0: Mantenemos la situación actual. Culto sin pueblo. Atención religiosa personalizada poniendo atención
especial a los que han perdido a seres queridos. Preparamos en cada diócesis y parroquias las fases siguientes. Fase 1: Se permite la asistencia grupal, pero no masiva, a los templos sin superar el tercio del aforo, con eucaristías dominicales y diarias. Quizá con preferencia al acompañamiento de las familias en su duelo. Fase 2: Restablecimiento de los servicios ordinarios y grupales de la acción pastoral con los criterios organizativos y sanitarios –mitad del aforo, higiene, distancia–y medidas que se refieren a continuación. Fase 3: Vida pastoral ordinaria que tenga en cuenta las medidas necesarias hasta que haya una solución médica a la enfermedad.
Disposiciones de carácter general
Ante esta circunstancia, prorrogamos la dispensa del precepto dominical, invitando a la lectura de la Palabra de Dios y a la oración en las casas, pudiendo beneficiarse de la retransmisión a través de los medios de comunicación para quien no pueda acudir al templo. También, se invita las personas mayores, enfermas o en situación de riesgo a que valoren la conveniencia de no salir de sus domicilios. - Se establece el aforo máximo de los templos (1/3 en la primera fase y 1/2 en la segunda) y respetar la distancia de seguridad. - En las Eucaristías dominicales, allí donde sea necesario y posible, procurar aumentar el número - de celebraciones cuando haya mayor afluencia de fieles, a fin de descongestionar los templos. Se recomienda que los fieles hagan uso de mascarilla con carácter general - Las pilas de agua bendita continuarán vacías. - Las puertas de las iglesias se mantendrán abiertas a la entrada y salida de las celebraciones para no tener que tocar manillas o pomos.
A la entrada de la celebración
- Organizar, con personas responsables, la apertura y cierre las puertas de entrada al templo,ladistribución los fieles en el templo, el acceso a la hora de comulgar y la salida de la iglesia al finalizar, respetando la distancia de seguridad - Ofrecer gel hidroalcohólico o algún desinfectante similar, a la entrada y salida de la iglesia. - A tener en cuenta durante la liturgia - Evitar los coros en la parroquia: se recomienda mantener un solo cantor o algunas voces individuales y algún instrumento. No habrá hoja de cantos ni se distribuirán pliegos con las lecturas o cualquier otro objeto o papel. - El cestillo de la colecta no se pasará durante el ofertorio, sino que el servicio de orden lo ofrecerá a la salida de la misa, siguiendo los criterios de seguridad señalados. - El cáliz, la patena y los copones, estarán cubiertos con la ―palia‖ durante la plegaria eucarística. - El sacerdote celebrante desinfectará sus manos al empezar el canon de la misa, y los demás ministros de la comunión antes de distribuirla. - El saludo de la paz, que es facultativo, se podrá sustituir por un gesto evitando el contacto directo. - El diálogo individual de la comunión (―El Cuerpo de Cristo‖. ―Amén‖), se pronunciará de forma colectiva después de la respuesta ―Señor no soy digno…‖, distribuyéndose la Eucaristía en silencio. - En el caso de que el sacerdote fuera mayor, establecer ministros extraordinarios de la Eucaristía para distribuir la comunión.
A la salida de la celebración
- Establecer la salida ordenada de la iglesia evitando agrupaciones de personas en la puerta. - Desinfección continua del templo, bancos, objetos litúrgicos, etc.
Otras celebraciones
- La celebración del Sacramento de la reconciliación y los momentos de escucha de los fieles:además de las medidas generales, se ha de escoger un espacio amplio, mantener la distancia social asegurando la confidencialidad. Tanto el fiel como el confesor deberán llevar mascarilla. Al acabar, se aconseja reiterar la higiene de manos y la limpieza de las superficies. - Bautismo: Rito breve. En la administración del agua bautismal, hágase desde un recipiente al que no retorne el agua utilizada, evitando cualquier tipo de contacto entre los bautizandos. En las unciones se puede utilizar un algodón o bastoncillo de un solo uso, incinerándose al terminar la celebración. - Confirmación: En la crismación se puede utilizar un algodón o bastoncillo, como se ha indicado en el caso del bautismo. Obsérvese la higiene de manos entre cada contacto, cuando haya varios confirmandos. - Matrimonio: Los anillos, arras, etc., deberán ser manipulados exclusivamente por los contrayentes. Manténganse la debida prudencia en la firma de los contrayentes y los testigos, así como en la entrega de la documentación correspondiente. - Unción de enfermos: Rito breve. En la administración de los óleos puede utilizarse un algodón o bastoncillo
como se ha indicado anteriormente. Los sacerdotes muy mayores o enfermos no deberían administrar este sacramento a personas que están infectadas por coronavirus. En todo caso, obsérvense las indicaciones de protección indicadas por las autoridades sanitarias correspondientes. - Exequias de difuntos: Los funerales y las exequias seguirán los mismos criterios de la misa dominical. Aunque sea difícil en esos momentos de dolor, insistir en evitar los gestos de afecto que implican contacto personal y la importancia de mantener distancia de seguridad.
Visitas a la Iglesia para la oración o adoración del Santísimo
- Seguir las pautas generales ofrecidas, evitando la concentración y señalando los lugares para la oración y la adoración - No permitir visitas turísticas en la fases 1 y 2 de la desescalada. - Utilización de dependencias parroquiales para reuniones o sesiones formativas - En la segunda fase las reuniones en dependencias parroquiales seguirán las pautas utilizadas para las reuniones culturales previstas por el ministerio de sanidad que consiste en un máximo de 1/3 de aforo en lugares cuyo aforo habitual es de 50 personas, respetando la distancia de seguridad y la utilización de mascarillas. - En la tercera fase el aforo pasa a ser de 1/2 en lugares de un aforo habitual de 50 personas y de 1/3 en lugares de un aforo habitual de 80 personas en las mismas condiciones de distancia y utilización de mascarillas.
Propuesta de inicio de puesta en marcha de estas medidas
Según las indicaciones recibidas, se comenzará la aplicación de estas medidas desde el lunes 11 de mayo, para que en las celebraciones del domingo 17 de mayo, tengamos una evaluación y una experiencia suficiente de los días anteriores. (es.zenit.org) 30/04/2020
10.... ¿y si el 11 de mayo no hay misas en
Madrid y Barcelona? Madrid, Cataluña, Castilla-La Mancha y Castilla y León, entre las comunidades con peor ratio de contagio por cien mil habitantes Los obispos catalanes tomarán una posición común tras un encuentro de la Tarraconense el próximo martes Omella: "Hay que tener en cuenta lo que la autoridadsanitaria disponga en cada momento" "No habrá misas hasta que no entremos en la fase 1". La frase, contundente, la repiten dos responsables de las dos mayores diócesis de nuestro país, Madrid y Barcelona. A pesar de que el presidente Sánchez anunció este miércoles que se retomarán los espacios de culto (en su primera fase a un tercio de su capacidad, y en la segunda, a la mitad), lo cierto es que, hoy por hoy, no está asegurado que vuelva a haber Eucaristía abiertas al público en estas diócesis. ¿La razón? El ratio de contagiados por habitante es muy superior en Madrid y Barcelona (no en toda Cataluña) que en el resto de España. Otras provincias, como Toledo, Segovia o Ávila, también podrían tener problemas. "Estamos alerta con este tema. La norma general es que depende de los contagios y de las muertes: si se vence o no al virus. Todo depende de cómo evolucione cada región", afirma a RD un influyente prelado, que recuerda que "estamos en fase 0, y todos damos por hecho que el 11 de mayo empezará la fase 1. Pero no tiene por qué ser así en todos los territorios".
Lo que diga "en cada momento" Sanidad
En una carta remitida a los fieles de la diócesis, el cardenal Omella advierte que "será necesaria una evaluación continua que permita valorar su puesta en práctica y modificación en las situaciones que sea necesaria, teniendo en cuenta lo que la autoridad sanitaria disponga en cada momento". Esta es la clave: la Iglesia hará lo que la autoridad sanitaria "disponga en cada momento". ¿Qué ocurre si se mantiene la situación actual, y Madrid y Barcelona están por encima de los 150 contagios por cada cien mil habitantes? "Que seguiremos en fase 0, y mantendremos la situación actual", afirman desde Madrid. ¿Qué significa la fase 0? "Culto sin pueblo. Atención religiosa personalizada poniendo atención especial a aquellas personas que han perdido a seres queridos". Esto es: lo que, salvo excepciones (la diócesis de Alcalá, y parroquias desperdigadas por el resto del país), está ocurriendo en toda España. En la fase 1, prevista para el día 11 de mayo, "se permite la asistencia grupal, pero no masiva, a los templos sin superar el tercio del aforo, con eucaristías dominicales y diarias", pero solo si la provincia en la que se viva ha cumplido una serie de criterios. En la fase 2, se prevé restablecer "los servicios ordinarios y grupales de la acción pastoral con criterios organizativos y sanitarios -mitad del aforo, higiene, distan-