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DOCUMENTOS
Se trata de un episodio, indica el medio vaticano ―todavía doloroso para los anglicanos comprometidos que, como está escrito en el documento, a pesar de este racismo por parte del clero y por otros, permanecieron fieles a la Iglesia en Inglaterra y a su herencia anglicana‖. Es por ello, continúa la nota ―que la moción aprobó la preparación de un estudio para documentar el impacto negativo del racismo en la Iglesia de Inglaterra, confiando a una persona externa la tarea de sugerir formas de asegurar que la acogida a todos sea verdaderamente completa‖.
Camino de reconciliación
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Para Welby, estas medidas resultan necesarias, al mismo tiempo que considera que han de sentirse avergonzados por la falta de testimonio de Cristo y reprocharse por ―no levantar la voz‖ cuando era preciso. 74.Ética de Weber para tiempos de pandemia: Fernando Vallespín Mañana 14 de junio hace exactamente cien años de la muerte de Max Weber, provocada por una neumonía tras contagiarse de la gripe española. Poco podría imaginar el ilustre profesor que celebraríamos su centenario en medio de una pandemia similar. Porque Weber, el clásico entre los clásicos de las ciencias sociales, el inquieto diseñador de teorías y forjador de conceptos, nunca pudo dejar de creer en los avances de las ciencias y el progreso. Aunque lo hizo a su manera, sacando a la luz sus muchas ambigüedades y ambivalencias. Su tesis central sobre el desarrollo del mundo moderno se aprende ya desde el primer curso de sociología. Modernidad equivale a la racionalización de todos los procesos sociales con el fin de resolver de la manera más eficiente posible cuestiones de naturaleza práctica. Y racionalización se conjuga con industrialización, burocratización, especialización, secularización, avance del capitalismo. Pero también con cosificación y deshumanización, porque este proceso conduce a la destrucción del ―jardín encantado‖ de las religiones y concepciones del mundo premodernas. El efecto de todos estos procesos es, pues, el ―desencantamiento‖ (Entzauberung, en alemán) prefiere traducirlo nuestro especialista ―Hemos dañado a la Iglesia y hemos dañado la imagen de Dios pero, sobre todo, a aquellos a quienes hemos hecho víctimas, muy a menudo inconscientemente. Lo siento personalmente por los que se vieron afectados por esta actitud y por aquellos por quienes habría podido hacer más: me avergüenzo y espero con todos ustedes hacer más y mejor‖, expuso al final del mencionado sínodo. Para el arzobispo de Canterbury es imprescindible emprender un camino de reconciliación que solo es factible con la participación de todos, como remarcó en sus declaraciones en los días siguientes al asesinato de George Floyd, apunta la citada fuente.
Aparecen nuevas esferas de valor —ciencia, derecho, ética, estética, religión...—, cada una con sus propias reglas, que ya no pueden integrarse en una unidad y nos provocan una especie de extrañamiento existencial. del mundo —la ―desmagificación‖, como (es.zenit.org) 16/06/2020 Joaquín Abellán—. Lo que antes se veía como el resultado de poderes o fuerzas misteriosas y ocultas es suplido ahora por un saber científico-técnico sistemático. Gracias a la ciencia y la tecnología sabemos cada vez más sobre el mundo que nos rodea, este se llena de formas de organización e ingenios técnicos de los que hacemos un uso cotidiano, pero que, salvo el caso de cada experto, no comprendemos. Usamos el tranvía o el ordenador pero en realidad ignoramos cómo funciona; ocupamos un alveolo en una inmensa organización burocrática, pero su racionalidad interna se escapa a nuestro entendimiento. Es decir, nos sentimos incorporados a un orden —a un dispositivo, que diría Foucault—, que marca sus leyes por doquier, pero al que no le encontramos el ―sentido‖. Los avances producidos por la racionalización del mundo van acompañados así también de una pérdida. Detengámonos un momento en esto, porque aquí es donde se encuentra uno de los aspectos más interesantes de su diagnóstico. En un momento dado nos dice: ―La imagen de la ciencia es la de un reino transmundano de abstracciones artificiales que tratan de apresar con sus secas manos la sangre y la savia de la vida real sin llegar a apresarla‖. O cuando afirma que la ciencia no puede dar respuestas a ―la única pregunta importante para nosotros, qué debemos hacer y cómo debemos vivir‖. Todos los aspectos de la vida social aparecen formateados por ese proceso de racionalización que reproduce el modelo de un aparato burocrático, jerárquico, organizado por expertos. Y un mundo construido a partir de una racionalidad instrumental abstracta y distante podrá garantizarnos la 77
eficiencia, no así el sentido de la vida. El resultado es la alienación del mundo, y esta nos conduce al conformismo. Dentro de esta ―jaula de hierro‖ la libertad pierde su dimensión de autonomía y se convierte en rutina. A esta descripción le une Weber una importante consecuencia política, que acabaría resultando profética. El peligro de sujetos aislados y alienados en una sociedad de masas burocratizada es su posible salto hacia el irracionalismo: ―los viejos dioses se levantan de sus tumbas‖ y comienza de nuevo la vieja lucha entre ellos. Según la postura básica de cada cual, unos serán dioses y otros demonios. ―Y uno tiene que decidir cuál será para él Dios y cuál el demonio‖, ya no hay una instancia racional con capacidad para orientarnos en este inconmensurable pluralismo de valores. O que se busque compensar la pérdida del sentido siguiendo ciegamente a un líder. No olvidemos que nuestro autor vive en el período anterior a la República de Weimar en un ensordecedor ambiente político. Resulta casi inevitable trasladar algunas de estas reflexiones a la sociedad tecnocrática e hipertecnológica de nuestros días. A la luz de su diagnóstico, el actual resquemor hacia la ciencia, el escepticismo hacia la verdad y la objetividad de los hechos, la proliferación de teorías conspiratorias, serían nuestra forma de reacción frente a esta nueva sociedad digital. Su mejor encarnación puede que sea el populismo, con su vuelta al maniqueísmo —yo soy Dios, tú el diablo— y la priorización de la emoción sobre la cognición. Por eso nos resulta tan estimulante releer desde hoy sus textos de carácter más marcadamente político, tan pendientes por abrir un camino racional, ―científico‖, a ese mundo tan proclive a la irracionalidad ideológica, e introducir un orden conceptual en el todavía precario ámbito de los partidos, líderes y procesos parlamentarios, el escenario del poder. Y aquí puede que resida lo más importante, sus reflexiones sobre los atributos que deberían acompañar al liderazgo y la ética en la que este debe apoyarse. En definitiva, lo que nos encontramos en esa joya que es su conferencia sobre la política como profesión/vocación. La distinción que ahí introduce entre ética de la convicción y ética de la responsabilidad ya es de sobra conocida, pero es difícil imaginar otra que capte mejor la naturaleza dilemática de la acción política, cómo el decisor político se ve siempre atrapado entre los mandatos de la moral y las demandas de una realidad siempre sujeta a contingencias. Su opción por la ética de la responsabilidad, la de tener siempre en cuenta las consecuencias de nuestras acciones —la otra, la de la convicción, sería una ética ―extramundana‖, no soporta la ―irracionalidad ética del mundo‖— se ha convertido ya en el paradigma en el que, en teoría al menos, se inspiran los grandes políticos. Pero hay veces, nos recuerda el profesor, en que no podemos ignorar los mandatos morales absolutos, el ―aquí estoy yo, no puedo hacer otra cosa‖ de Lutero. Ambas éticas no están en oposición absoluta, deben intentar conjugarse, y ―solo juntas hacen al auténtico hombre, a ese hombre que puede tener ‗vocación para la política‘‖. En eso Weber no iba desencaminado. Lo hemos podido experimentar a la hora de tener que tomar decisiones difíciles durante la pandemia, preservar vidas y restringir derechos a cambio de reducir nuestro bienestar económico. A veces lo que son consecuencias ―deseables‖ chocan con la aplicación de medios inaceptables. Por eso le preocupaba tanto a Weber el ―tipo especial de ser humano‖ al que le encomendamos el ejercicio del poder, el tipo de hombre ―que hay que ser para poner sus manos en los radios de la rueda de la historia‖. Me temo que esto último ya lo hemos olvidado. (elpais.com) 12/06/2020
75."Para vivir místicamente hoy hay que ponerse al lado de las víctimas que generan los sistemas de dominación" (II):
Juan José Tamayo
"En el artículo anterior planteé algunas preguntas en torno a la mística en tiempos de pandemia, de crisis y silencio de Dios y de intensificación de las diferentes brechas que vive la humanidad" "En este intento dar respuesta ofreciendo otra imagen de las místicas y los místicos muy distinta de la que con frecuencia funciona en el imaginario religioso y cultural" "Los más recientes estudios muestran que la mística no es una experiencia pasiva sino que compagina intelecto y afectividad, razón y sensibilidad, experiencia y reflexión, facultades de pensar y amar, teoría y práctica transformadora" En el artículo anterior planteé algunas preguntas en torno a la mística en tiempos de pandemia, de crisis y silencio de Dios y de intensificación de las diferentes brechas que vive la humanidad. En este intento dar respuesta ofreciendo otra imagen de las místicas y los místicos muy distinta de la que con frecuencia funciona en el imaginario religioso y cultural.
Místicas y místicos, inconformistas y críticos del poder
La mística ha sido presentada como un fenómeno prelógico, pre-racional e incluso anti-intelectual y antiracional, como si se moviera solo en la esfera emocional y pasiva.
Sin embargo, los más recientes estudios interdisciplinares parecen desmentirlo y muestran que la mística compagina el intelecto y la afectividad, la razón y la sensibilidad, la experiencia y la reflexión, las facultades de pensar y la de amar, la teoría y la práctica transformadora. La filósofa María Zambrano considera la experiencia mística como una experiencia antropológica fundamental. Si otrora se ponía el acento en el carácter a-histórico, desencarnado, puramente celeste y angelical de la mística, hoy se subraya su dimensión histórica. La mística tiene mucho de sueño y se mueve en el mundo de la imaginación, es verdad, pero el sueño y la imaginación están cargados de utopía. Y, como dice Walter Benjamin, la utopía ―forma parte de la historia‖, se ubica en el corazón mismo de la historia, mas no para acomodarse a los ritmos que impone el orden establecido, sino para subvertirlo desde sus cimientos, no para quedarse a ras de suelo, sino para ir a la profundidad de las cosas, de las personas y de la naturaleza. A la mística se la ha acusado dehuir de la realidad como de la quema y recluirse en la soledad y la pasividad de la contemplación por miedo a mancharse las manos en la acción. Pero eso es desmentido por los propios místicos y místicas como la carmelita Cristina Kauffmann, para quien la mística ―es el dinamismo interno de toda actividad solidaria y creativa del cristiano. Crea personas de incansable entrega a los demás, de capacidad de transformación de las relaciones interpersonales‖. Los místicos y las místicas aparecen, a los ojos de la gente, como personas excéntricas, pacatas, conformistas, integradas en el sistema. Sin embargo, su vida se encarga de falsar esa imagen. En realidad se comportan con gran libertad de espíritu y con un acusado sentido crítico. Son personas desinstaladas, con frecuencia comprometidas en la reforma de las instituciones religiosas y políticas, con capacidad de desestabilizar el sistema, tanto religioso como político. Por eso resultan la mayoría de las veces incómodas para el poder que no puede controlarlas y son sospechosas de heterodoxia, rebeldía y dudosa moralidad. Ello explica que sean sometidas a todo tipo de controles de ortodoxia por parte de los inquisidores, de fidelidad institucional por parte de los jerarcas y de cuestionamiento de integridad moral por parte de los cancerberos de la moralidad; que sean encarceladas e incluso ejecutadas. Y no cabe extrañarse porque así ha sido siempre.
Baste recordar a algunas figuras místicas relevantes del cristianismo y del islam: el Maestro Eckhart, acusado de herejía y algunas de sus ideas fueron condenadas; Margarita Porete, quemada en la hoguera junto con su libro El espejo de las almas simples, declarado herético por un tribunal patriarcal; Juan de la Cruz, encarcelado por sus propios hermanos; Teresa de Jesús, sospechosa de heterodoxia por sus escritos espirituales, sus visiones místicas y su vida andariega; el sufí murciano Ibn Arabi, perseguido y condenado por la ortodoxia islámica, y el poeta persa Rumi, uno de los más grandes maestros del sufismo de todos los tiempos.
Mística y política: amor políticamente eficaz
La relación entre mística y política no es arbitraria, ni oportunista, sino intrínseca a las religiones y muy especialmente a la judía y la cristiana. En la tradición bíblica uno de los nombres de Dios es ―Justicia‖, como afirma el profeta Jeremías: ―Este es el nombre con el que lo llamarán: ‗Yahvé, nuestra Justicia‖ (Jr 23,6). Uno de los nombres más bellos que da el Corán a Dios es ―el Justo‖. La justicia no es solo un tema político o jurídico; es también teológico. Es una característica irrenunciable del Dios de la Biblia que se revela en la historia y en la naturaleza por vía de liberación. Dios hace justicia a las víctimas y es defensor de la dignidad y de los derechos la naturaleza, quizá la víctima más maltratada de todas ellas. Hablar de Dios y preguntar por Dios y hablar de la justicia y preguntarse por la justicia son discursos e interrogantes interrelacionados. Coincido con Metz en que el cristianismo, ha sido históricamente una religión más sensible al pecado que al dolor de las víctimas. Es necesario invertir las prioridades: el dolor antes que el pecado o, por mejor decir, el dolor causado por el pecado de causar víctimas y de olvidarse de ellas. No hay más que abrir el Evangelio, la primera biografía del cristianismo, para comprobarlo en la persona de Jesús de Nazaret, el Cristo liberador, indignado con las injusticias y compasivo con quienes las padecen en su propia carne, y estas hoy no son excepción, sino la regla general en esta ―cultura del descarte‖, a la que se refiere críticamente el papa Francisco. El cristianismo es una religión mística no solo como experiencia espiritual, sino como experiencia política; no una mística sin rostro, sino buscadora de rostros, de los rostros de las personas y colectivos humanos doloridos y sufrientes. Una mística que tiene su fundamento en la autoridad de las víctimas y su fuerza en la compasión, caracterizada por el hambre y la sed de justicia. Una mística inconformista y no evasiva de la realidad, que tiene una dimensión crítico-pública e incide directamente en la vida política al servicio del bien común. Una mística, en palabras del teólogo alemán J. B. Metz, ―de los ojos abiertos, que nos hacen volver a sufrir por 79
el dolor de los demás: los que nos instan a sublevarnos contra el sin sentido del dolor inocente e injusto; los que suscitan en nosotros hambre y sed de justicia, de una justicia para todos‖. [1] Una mística en fin, política, de amor eficaz político, que es inseparable de la revolución, como dijera y practicara Camilo Torres: ―La revolución no solamente es permitida sino obligatoria para los cristianos que vean en ella la única manera eficaz y amplia de realizar el amor para todos… La revolución…, es la forma de lograr un gobierno que dé de comer al hambriento, vista al desnudo, enseñe al que no sabe, cumpla con las obras de caridad, de amor al prójimo, no solamente en forma ocasional y transitoria, no solamente para unos pocos, sino para la mayoría de nuestros prójimos‖. [2] La mística es una experiencia fundamental de las religiones y un camino –quizá el mejor camino- para la superación de los fundamentalismos, que constituyen hoy una de las más graves patologías de las religiones. Como acabo de afirmar, la mística es inseparable de la lucha por la justicia. Un ejemplo es la experiencia de la pensadora francesa Simone Weil, que vivió la experiencia mística trabajando en cadena en una fábrica de coches en solidaridad con los sectores más vulnerables de la sociedad. "La relación entre mística y política no es arbitraria, ni oportunista, sino intrínseca a las religiones y muy especialmente a la judía y la cristiana" La mística debe tratada desde la perspectiva feminista, integradora de las diferentes experiencias religiosas y laicas, que responda a los desafíos de nuestro tiempo, compagine teoría y práctica liberadoras, trabaje por la justicia y contribuya a construir una sociedad fraterno–sororal y una comunidad eco-humana sin exclusiones. Albert Einstein, nada sospechoso de apologista de la religión, ve en la mística la más bella emoción del ser humano y la fuerza de toda ciencia y arte verdaderos. ―Para quien esta experiencia resulte extraña, es como si estuviera muerto‖ –afirma-. Einstein dixit.
Mística desde la identificación con las víctimas
Termino con la pregunta que vengo planteando desde el principio: ¿es posible hablar de mística, vivir místicamente hoy? Sí, pero con una condición: ponerse del lado de las víctimas que generan los diferentes sistemas de dominación: capitalismo, patriarcado, colonialismo, terrorismo global, racismo, supremacismo, fundamentalismos, depredación de la naturaleza, aporofobia. Ser solidarios con las víctimas causadas por grupos religiosos fanáticos que dicen matar en nombre de Dios, lo que supone convertir a Dios en un asesino, como dijera José Saramago (¿quién va a creer en un Dios asesino de sus hijos?); asumir un compromiso de solidaridad con las personas y los colectivos que sufren, como lo hizo la II Asamblea General del Episcopado Latinoamericano celebrada en la ciudad colombiana de Medellín en 1968: ―El Episcopado Latinoamericano no puede quedar indiferente ante las tremendas injusticias sociales existentes en América Latina, que mantienen a la mayoría de nuestros pueblos en una dolorosa pobreza cercana en muchísimos casos a la inhumana miseria. Un sordo clamor brota de millones de hombres [sic], pidiendo a sus pastores una liberación que no les llega de ninguna parte. ‗Nos estáis ahora escuchando en silencio, pero oímos el grito que sube de vuestro sufrimiento‘, ha dicho el Papa [Pablo VI] a los campesinos en Colombia‘… La pobreza de la Iglesia y de sus miembros en América Latina debe ser signo y compromiso. Signo del valor inestimable del pobre a los ojos de Dios; compromiso de solidaridad con los que sufren‖ (La pobreza en la Iglesia, nn. 1 -2 y 7).
Notas:
[1] Johann Baptist Metz, o. c. [2] Camilo Torres, ―Mensaje a los Cristianos‖, Periódico Frente Unido, n. 1º, Bogotá, 1965, p. 3. (religiondigital.org) 18/06/2020
76.Algunas facetas de la fe: Jaume Triginé
Preámbulo
Difícilmente la fe puede ser explicitada, en toda su complejidad, desde su mera definición conceptual. El conjunto de creencias y convicciones, ¿es suficiente para describirla? ¿No será necesario integrar la experiencia y el sentimiento? ¿No guarda, asimismo, relación con aquellos valores y actitudes que configuran un estilo de vida y una ética? ¿Forma parte de lo que actualmente denominamos inteligencia espiritual? ¿Es, también, aquello que nos permite abrirnos al Misterio de amor que nos envuelve?
La fe como creencia o ¿qué creo?
En la fe identificamos diferentes facetas que configuran su identidad y nos ayudan a su comprensión. Una de ellas es entender la fe como creencia en el sentido de contenido; creemos unas cosas y no otras. A lo largo de la historia del cristianismo se han redactado diferentes credos para explicitar nuestras doctrinas. Los más antiguos son fórmulas cristológicas anteriores a la redacción de los escritos canónicos del Nuevo Testamento; pertenecen a la denominada tradición de Jesús durante los primeros años del cristianismo recogidos, con preferencia, por Pablo en sus escritos.
Sin caer en posturas excluyentes, es imprescindible profundizar en el contenido de nuestra fe. El judaísmo, el islam y el cristianismo, a pesar de compartir principios comunes como puede ser la creencia en un solo Dios, no sostienen lo mismo respecto a otras cuestiones; incluso los conceptos de unos y otros acerca del Misterio de la divinidad no son completamente coincidentes. Esta dimensión conceptual de la fe nos permite establecer una identidad y una diferenciación. Y es desde la propia identidad que podemos relacionarnos con otros cristianos en el camino ecuménico o participar, junto a otras tradiciones, en el diálogo interreligioso o departir con personas de diferentes convicciones nuestras inquietudes comunes. Son caminos y encuentros que se producen cuando descubrimos que no es posible pensar en Dios, en el mundo y en el ser humano desde un único modelo. Por otro lado, vivimos un tiempo en el que se va instalando, en algunos segmentos sociales, una forma de sincretismo que no termina de conceder una excesiva importancia a los contenidos de la fe, como si todas las creencias fuesen análogas. Sin entrar a juzgar el valor final de las diferentes manifestaciones religiosas, asumiendo el que todas ellas puedan aportar su parte de comprensión parcial al fundamento último de la realidad, no es lo mismo la creencia de las religiones monoteístas en un Dios no limitado por las coordenadas del espacio y del tiempo, que la visión más inmanente del panteísmo de las religiones orientales; no es lo mismo la fe razonada y razonable del cristianismo que las prácticas esotéricas como formas emergentes de las llamadas espiritualidades laicas. La reflexión teológica, desde la patrística hasta la teología contemporánea (con sus luces y sus sombras) así como los movimientos de reforma de la iglesia a lo largo de los siglos, nos ayuda a identificar y actualizar el contenido de la fe. Cuestión necesaria, por cuanto en ausencia de un marco referencial las doctrinas pueden llegar a distorsionarse como resultado de la inevitable subjetividad en la comprensión y expresión personal de las mismas. Este riesgo nos ha acompañado a lo largo de la historia desde las primeras herejías en los albores del cristianismo hasta los posicionamientos fundamentalistas de los últimos decenios.
La dimensión vivencial de la fe o ¿cómo creo?
La fe posee también una dimensión vivencial; no en vano el hombre ha sido definido por las ciencias humanas como una estructura cognitiva-emocional. En este caso, estamos más cerca de la noción de confianza que representa el orientarnos a lo divino. La fe provoca resonancias emocionales en lo más íntimo del ser, generando distintos tipos de sentimientos a nivel personal y comunitario. La vivencia personal es imprescindible en la experiencia espiritual, sin tener que ser necesariamente coincidente con la de los demás. Cada uno la vive de modo diferente, parcial… y ninguno la alcanza de forma completa. No puede ser de otra manera, ya que la experiencia de fe se da en nuestras diferenciales personalidades. Esta faceta más íntima y personal de la fe es crucial si no queremos caer en un frío reduccionismo teológico. Ahora bien, cuando se convierte en el único criterio de análisis y la fe se explica exclusivamente por medio de las emociones que pueda suscitar, nos hallamos también frente a una distorsión originada por la parcialidad del enfoque. Con frecuencia, empleamos como sinónimos sentimiento y emoción. De ahí que se genere una cierta confusión entre ambos términos. No siempre son claras las fronteras entre los dos conceptos. La emoción es una alteración del ánimo, generalmente intensa, si bien de corta durabilidad, que suele estar acompañada de manifestaciones físicas. Es la reacción a un determinado estímulo cuya valoración depende de su intensidad, de la situación vital de la persona y del contexto en el que se produce. El sentimiento, en cambio, no se centra tanto en el estímulo; sino en la reelaboración interior de las imágenes, recuerdos, experiencias, hechos y pensamientos que alimentan y sostienen la emoción. A diferencia de estas, los sentimientos son menos intensos, pero más persistentes en el tiempo. Es necesaria esta distinción, porque muchos creyentes, sin duda de buena fe, emplean, como criterio para considerar el nivel de su espiritualidad o la de los demás, el estado emocional (aquello que se experimenta y/o se siente a nivel anímico). Esta forma de evaluación es equívoca porque las emociones varían de una persona a otra. No tiene las mismas resonancias emocionales una persona racional o analítica que una persona altamente empática y sensible. Las emociones también pueden variar en una misma persona en función de su situación personal y de las circunstancias que le rodean. Evaluar la fe exclusivamente desde esta óptica puede conducirnos a conclusiones erróneas respecto a nosotros mismos y a juicios equivocados en relación con los demás. Los sentimientos son demasiado mutables como para fundamentar, exclusivamente sobre ellos, certezas transcendentes.
Implicaciones vitales o ¿cómo vivo?
La fe posee, asimismo, una dimensión práctica. Es una opción fundamental de vida. La psicología y la experiencia nos enseñan que las creencias influyen sobre
las conductas. La fe en Jesús nos ha de motivar a vivir en conformidad con la axiología del Reino de Dios: la justicia, la paz, el amor, la alteridad, la inclusión de la diferencia…; si no fuera así, negaríamos las otras facetas de la fe. Muchos de los dones citados en las páginas del Nuevo Testamento: hospitalidad, evangelismo, misericordia, ayuda, servicio… guardan relación con esta dimensión ética de la fe. Ya Aristóteles, en la Grecia clásica, preconizaba que la credibilidad del mensaje tenía que ver con la credibilidad del mensajero. Un discurso que no esté acompañado de una conducta coherente con su contenido, no suele producir efectos positivos en los receptores; más bien produce su rechazo al constatarse su fondo de hipocresía. El texto de Santiago (Stg 2,14-26) acerca de la falacia de una fe sin obras entronca con esta percepción.
A modo de conclusión
Tanto a nivel individual como comunitario es imprescindible lograr un equilibrio en las diversas formas en las que la fe se expresa. Descuidar la dimensión categorial de la fe comporta mantenerse en los rudimentos de la doctrina (Heb 6,1 RV60) y, en consecuencia, en un déficit identitario. Reprimir la dimensión vivencial es instalarse en un plano intelectual, sin permitir que cuanto asumimos conceptualmente vaya configurando en nosotros los rasgos del nuevo hombre. Representa una parcelación y una renuncia a una vivencia integral y afectiva de la fe. Dios nos ha dotado de una mente que nos permite conocer, efectuar un análisis crítico de la realidad, optar…; pero también de un corazón que nos permite sentir y experimentar las consecuencias de nuestras decisiones. Descuidar la dimensión práctica, con su correlato ético, es negar el compromiso con el proyecto de filiación y fraternidad que hallamos en los evangelios. Jesús es el modelo paradigmático de tal forma de obrar al hacer una opción por los pobres, enfermos, marginados… Cuando los discursos religiosos, además de ininteligibles para muchos sectores sociales, tienen dudoso efecto, cabe encarnar el mensaje en la cotidianeidad. (lupaprotestante.com) 13/06/2020
77.Carlos Monsiváis, profeta laico: Carlos
Martínez García
En la mejor tradición protestante ejerció el sacerdocio de la lectura, puso sus hallazgos y análisis al servicio de la colectividad Nuestro mayor intelectual/profeta en México, Carlos Monsiváis, tiene casi una década de haber fallecido (19 de junio de 2010). Al decir que tenía dones de profeta no me refiero a que hiciera vaticinios sobre acontecimientos por venir, tampoco visiones vedadas a los demás y solamente asequibles a él. Más bien a su capacidad de saber leer los tiempos, sacar lecciones de esa lectura y anticipar posibles desenlaces. Carlos leyó asiduamente la Biblia. Siempre aclaró que su traducción preferida era la Biblia del Oso, cuya primera edición es de septiembre de 1569. La tradujo al español, del hebreo y griego, Casiodoro de Reina, ex monje agustino convertido al protestantismo. Reina salió de España para huir de la Inquisición y tras doce años de exilio pudo completar la traducción bíblica. Monsiváis leyó desde la infancia la versión antigua, la revisión de 1909 que puso al día términos en desuso pero conservó la elegancia del trabajo hecho por el traductor original. Desde que inició la carrera de escritor afirmó su procedencia religiosa/cultural protestante. Para 1965 ya era bien conocido en los círculos intelectuales de la capital mexicana porque había publicado en distintas revistas y ejercía en distintos espacios la crítica cultural. El citado año, 1965, Monsiváis pasó unos meses como becario en la Universidad de Harvard. Al regresar participó (4 de noviembre) en la primera serie de Los narradores ante el público, donde describió singulares rasgos identitarios: ―De los participantes en este ciclo, soy el único que admira la labor del Ejército de Salvación. Esta declaración no pedida es la sutil manera de indicar que nací, me eduqué y me desenvuelvo en el seno de una familia tercamente protestante. Firmes y adelante huestes de la fe. Aprendí a leer sobre las rodillas de una Biblia, a cuya admirable versión castellana de Casiodoro de Reyna y Cipriano de Valera debo la revelación de la literatura que después me confirmarían la Institución de la vida cristiana de Juan Calvino (traducido por De Valera), El paraíso perdido de John Milton y las letras, no siempre felices, de la himnología presbiteriana […] Y la herejía, mi falta de solidaridad ante el edipismo nacional que rodea a la Virgen de Guadalupe, me inició en saber qué se siente vivir en la acera de enfrente, el unas veces codiciado y otras aborrecido don de pertenecer a las minorías‖ (Antonio Acevedo Escobedo (compilador), Los narradores ante el público, primera serie, segunda edición, Editorial Ficticia, 2012, p. 242). La singularidad de Monsiváis en el panorama cultural mexicano pocas veces ha sido atribuida a su formación excéntrica, en los márgenes de la sociedad y al interior de un colectivo religioso minoritario y estigmatizado, el protestante. Su formación guarda estrecho vínculo con la peculiar forma en que analizaba características y desarrollo de la sociedad mexicana.
Adolfo Castañón sí ha captado bien el eslabonamiento entre espacio formativo y óptica de Monsiváis: ―Se sabe que gracias a su heroica e inquebrantable madre, alimentado con el pan ácimo de la cultura bíblica el niño que fue Carlos memorizó buena parte de los libros bíblicos, en particular el Antiguo Testamento —en la traducción clásica de Cipriano de Valera y Casiodoro de Reina. Esta formación lo llevó a ser precoz disidente: un niño protestante en medio de católicos nacionalistas e intransigentes […] La raíz protestante de Monsiváis lo hace una suerte de risueño y crítico caballero andante‖ (―Para catequizar a Mefistófeles‖, Revista de la Universidad de México, julio de 2010, pp. 16 y 18). La fuerza del imaginario bíblico está presente en la extensa obra de Monsiváis, tanto en su caudalosa producción publicada en diarios y revistas como en libros. En éstos puede comprobarse el aserto, ya que desde su primer volumen publicado en 1969, Principados y potestades (título eco de un pasaje bíblico, Efesios 6:12), hasta el último, Apocalipstick, de 2009, donde adopta la mirada de Juan de Patmos, autor de la última sección del Nuevo Testamento, la influencia bíblica es plenamente constatable. Uno de los libros bíblicos más citados por el profeta de Portales (nombre del barrio donde vivía) fue el Apocalipsis. En ocasiones mencionó explícitamente la última sección del Nuevo Testamento, en otras implícitamente recurrió al imaginario apocalíptico y el mismo fungió como palimpsesto sobre el que Carlos plasmó crónicas acerca de la ciudad de México. Para lectores de la Biblia era reconocible la actualización o metáfora monsivaisiana del Apocalipsis. La fascinación literaria de Monsiváis por el segmento final del Nuevo Testamento le llevó a reelaborar en varias ocasiones un texto que primero tituló ―Patmos esquina con Eje Central‖ (https://www.nexos.com.mx/?p=4934). Patmos es la isla desde la cual Juan escribió el Apocalipsis, en los años finales del primer siglo. Por su parte, el émulo joanino redactó el neo Apocalipsis en San Simón número 62, a pocas cuadras de la estación del Metro Portales. Aquí las primeras líneas de ―Patmos esquina con Eje Central‖: ―Bienaventurado el que lee, y más bienaventurado el que no se estremece ante la espada aguda de la economía, que veda la entrada al dudoso paraíso de libros y revistas, en estos años de ira, de monstruos que ascienden desde el mar, de blasfemias, y de dragones a quienes seres caritativos filman el día entero para que nadie se llame a pánico y se les considere criaturas mecánicas y no anticipos de la feroz desolación‖.
El paralelismo con el escritor de la primera centuria de nuestra era es manifiesto, y es mayor conforme avanzamos en la lectura de la ―visión‖ de Carlos respecto de la monstruosidad de la capital. El reescritor, así conocido por su obsesión de corregir, ampliar y revisar constantemente lo redactado a mano, extiende el artículo de Nexos y lo incorpora como capítulo final de Los rituales del caos (1995). Cambia el título por el de ―Parábola de las postrimerías. El Apocalipsis en arresto domiciliario‖. La urbe se va ampliando y asimila todo en este proceso, en el cual la constante es el tan acelerado crecimiento geográfico y la explosión poblacional que la macrópolis, visiona Monsiváis, ―ya llegaba por un costado a Guadalajara, y por el otro a Oaxaca‖. El recurso apocalíptico para describir la singularidad de la ciudad es, nuevamente, evidenciado por Monsiváis en un largo escrito publicado en el suplemento literario y cultural de La Jornada. Aquí entrelaza datos devastadores e imágenes esperanzadoras de la metrópoli. Por medio de cuatro ángeles (noticieros del Apocalipsis) que revelan datos y cifras del gigantismo capitalino, el cronista traza un panorama desolador en algunos puntos por el deterioro de la vida cotidiana de sus habitantes. Lo azaroso de la convivencia en la ciudad (―la escatología urbana prodiga imágenes del Apocalipsis privatizado, o secuestrado en los domicilios‖), su martirio consuetudinario para millones de todas maneras sigue atrayendo multitudes: ―Y debido al funcionamiento imprevisible de la urbe, o a la certidumbre secreta (utopía urbana es sobrevivir a diario en la catástrofe, es multiplicar familias en los resquicios del trazo apocalíptico), todos se quejan pero pocos se van, y no por una banalidad como el arraigo, sino tal vez por un motivo metafísico como el presentimiento del Juicio Final‖ (https://www.jornada.com.mx/1999/04/04/semmonsi.html). Monsiváis, es bien sabido, era un ávido lector. En la mejor tradición protestante ejerció el sacerdocio de la lectura, puso sus hallazgos y análisis al servicio de la colectividad. La voraz lectura de libros y revistas le aportó a la matriz cultural en la que se formó instrumentos para leer la realidad y vislumbrar en ella transformaciones socioculturales embrionarias que después se fueron asentando en el país. Él percibió con agudeza cómo reivindicaciones que inicialmente movilizaban a pequeños grupos iban ganando conciencias en la sociedad mexicana. Sobre el tópico es aleccionador su Entrada libre: crónicas de la sociedad que se organiza (1987). Una de las muchas lecciones que nos ha dejado Carlos es aprender a mirar, para desmenuzar lo que observamos y sacar lecciones éticas que posibiliten construir entornos más benignos. (protestantedigital.com) 14/06/2020
78.Carlos Monsiváis: mosaico de opiniones a 10 años de su partida: Leopoldo Cervantes-Ortiz
Desde su pasado protestante histórico emergió como una de las voces más consistentes y críticas hacia todo aquello que se moviera y fuera susceptible de ser atacado despiadadamente con su mordacidad implacable ¡Permíteme, oh Señor, que enfrente a las Verdaderas Tentaciones! Soy tu siervo, divulgador de tu doctrina, vasallo de tus profecías, sujeto del error y el escarmiento, y quiero acrisolarme ante tus ojos honrando tu hermosura. Concédeme mi ruego y pónme a prueba, pero con ofrecimientos que sean cual duro yugo. Si te insisto, Señor, es porque más de tres veces se me ha tentado en vano, y me acongojan mis negativas instantáneas. El Maligno me desafía y acecha ignorando mis debilidades genuinas. Me seducen con mujeres frenéticas, a mí que soy misógino; me provocan con viajes a países fantásticos, a mí tan sedentario; extienden a mis pies los reinos del mundo y sus encantos cuando sólo apetezco la penumbra. Y por si algo faltara, me declaran: ―Todo esto será tuyo, si postrado me adoras‖, ¡y me lo dicen a mí, tan anarquista! C.M., ―La verdadera tentación‖, en Nuevo catecismo para indios remisos (1982) Hace 10 años, el 19 de junio de 2010, falleció en su ciudad, la monstruosa e inabarcable Ciudad de México, el cronista, por sobre todas las cosas, Carlos Monsiváis, quien desde su pasado protestante histórico (fue discípulo de Gonzalo Báez-Camargo) emergió como una de las voces más consistentes y críticas hacia todo aquello que se moviera y fuera susceptible de ser atacado despiadadamente con su mordacidad implacable. Liberal juarista de izquierda a toda prueba, anticlerical de pura cepa, memorizador de la Biblia al revés y al derecho (literalmente), lector consuetudinario de poesía (especialmente la religiosa), fanático del gospel y del cine, heterodoxo en su elección sexual, coleccionista de figuras de luchadores, confeccionador de aforismos inmediatos e irrepetibles (muchos reunidos en Autoayúdate que Dios te autoayudará, 2011), tomador del pulso de políticos cínicos, fustigador incansable de los ridículos continuos de la derecha ideológica… Todo eso y mucho más fue este heredero y continuador de Salvador Novo, cuya ausencia se ha hecho sentir fuertemente durante estos diez años, aun cuando algunos sectores, como las cúpulas católico-romanas, sienten el alivio, por fin, de alguien que no dejó pasar ninguno de sus exabruptos para evidenciarlos. Lo hizo magistralmente en su único volumen narrativo, Nuevo catecismo para indios remisos (1982), verdadero tour de force teológico, literario e irónico. ―O ya no entiendo lo que está pasando o ya pasó lo que estaba yo entendiendo‖. ―Todo lo intenso debe ser efímero‖. ―Tiene un gran talento, lo único que le hace falta es que un país lo entienda‖. ―Y conoceréis la verdad, y la verdad os aterrará‖, y otras así, más citadas unas que otras, muestran cómo el ingenio y el humor conceptista se mezclaban de manera fulgurante para marear a quienes las escuchaban. Literato y periodista a carta cabal, con un lugar que se ganó a pulso gracias a su prosa que, para muchos, era extremadamente compleja, fue también un defensor de ―causas perdidas‖ como lo dijo tantas veces y un luchado infatigable contra todo lo que oliera a lugar común. Su sonrisa contenida, escondida en una tosecilla cómplice que nunca lo abandonaba, disfrazaba y preparaba el golpe nodal que asestaba sin contemplaciones a quienquiera que se arriesgaba a entrevistarlo, en ocasiones sin conocimiento de causa, pero deseando arrancarle una opinión sobre el tópico más inimaginable. Amigo de los escritores y artistas con quienes formó una especie de ―mafia‖ (Fernando Benítez, Carlos Fuentes, José Luis Cuevas, con quienes aparece en una foto memorable), se dio tiempo dentro de la ubicuidad que lo caracterizó para dirigir suplementos culturales e incluso para trabajar en una dependencia gubernamental de estudios históricos. Muy joven publicó una autobiografía (1966, mismo año en que dio a conocer ese monumento antológico: La poesía mexicana del siglo XX, que tanto inquietó a Octavio Paz), ahora mítica, en la que rastreó arqueológicamente sus orígenes como lector puritano de la Biblia definitivamente cautivo (como ―hugonote intensísimo‖ que fue). Muchas veces lo repitió, con variaciones interesantes: La lectura de la Biblia de Casiodoro de Reina, desde los seis años; una lectura exhaustiva de los anglosajones. Los liberales de la Reforma; Gutiérrez Nájera; la poesía memorizada de Altamirano o Zarco; Novo, que era una presencia modernista, un desafío moral y estilístico; Martín Luis Guzmán. Ahora ve uno La sombra del caudillo como un thriller de Dashiell Hammett. En aquel momento, leer El águila y la serpiente fue excepcional. Desde luego, Oscar Wilde que es una universidad en sí mismo. En 1955 empecé a leer, mucho más confuso que deslumbrado, Historia de la eternidad. Llegar a Borges fue una experiencia transformadora. [1] En la autobiografía se quejaba de que aún no conocía Europa, pero cuando lo hizo, de la mano de Fuentes, ya no soltaría el cosmopolitismo criollo que lo caracterizó en sus aficiones a la cultura, alta baja, popular o elitista, sin distinciones, que degustó, promovió, exaltó y denostó como pocos.
Al igual que Novo, portaba un mohín de inconformidad y de exigencia hacia sus congéneres, algunos de los cuales le devolvían los golpes con la misma generosidad. De ahí que, en lo que sigue, un abanico de opiniones sobre su persona y su obra, no se dejan de incluir precisamente ejemplos de esas reacciones duras que propició con singular humor y gozo. Se reúnen para tratar de advertir al avisado o potencial lector/a que la escritura monsivaíta está allí esperándolo, una vez más, para consumar lo que el propio cronista de la colonia Portales estableció como posibilidad de la lectura, en un elogio leído en Colombia que merecerse conocerse (y, sobre todo, practicarse), más en estos tiempos digitales: El libro ya no es un signo irrestricto de autoridad, no en Latinoamérica, desde luego, donde si alguien quería leer la Biblia requería hasta hace medio siglo los ‗intérpretes calificados‘. Que evitaban los ‗extravíos‘. La cultura fílmica es hoy otra ruta formativa y lo visual se propone como la vía mayoritaria. Sin embargo, nada remplaza ni puede remplazar a la lectura en lo tocante a la comprensión de la historia, la sociedad y los seres humanos, a la estructuración lógica del conocimiento y al simple hecho de la comunicación inteligible‖. ―Elogio (innecesario) de los libros‖, 2004, énfasis agregado
Javier Aranda Luna
La tradición moral y literaria de Monsiváis tuvo quizá el mismo origen: la lectura de la Biblia en la versión de Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera. La versión según Sergio Pitol que guarda la sonoridad del siglo de oro de la lengua castellana. Tal vez por ese origen doble Monsiváis escogió la crónica como forma de expresión literaria y espacio donde los principios nunca resultan incómodos. Con ella podía contarnos más que mundos de ficción, el cuento de la verdad. Ryszard Kapuscinski decía que para ser buen periodista resulta indispensable ser buena persona. Me parece particularmente cierta su sentencia en el caso de Monsiváis: quiso contarnos a final de cuentas el cuento de la verdad y supo que para hacerlo debía cuidar con esmero su lenguaje. Carlos Monsiváis ya es sus lectores, ya es sus admiradores. La Jornada, 23 de junio de 2010
René Avilés Fabila
Era Carlos Monsiváis, heredero de las glorias de todo grupo o persona que aspiraba a ser dueño de México o al menos a tener la razón por encima de todo. Con mi generación, que a pesar de la escasa diferencia de los años, tres o cuatro, no se entendió. Nos miraba con desdén y nosotros nos negamos a recibir sus consejos y directrices. José Agustín le hizo las primeras bromas hirientes no exentas de ingenuidad: ―Monsiváis a donde vais ni lo sabéis ni lo buscáis‖. Ante esta ironía de carácter infantil, Carlos respondió con fuego de alto calibre: nos desdeñó y, con la ventaja de no tener mayor respuesta (fuimos una generación desunida, a diferencia, por ejemplo, del Crack), precisó que habíamos plebeyizado la literatura. Quizá tenía razón si el punto paradigmático era su propia generación: García Ponce, Gurrola, Pacheco, Arredondo, Melo, Elizondo…, Pero nosotros éramos — guste o no— un grupo que veía las cosas de manera diferente a aquellos pretenciosos que todavía suponían que Europa era única e irrepetible. Parménides García Saldaña fue el punto extremo. Es verdad, éramos distintos de la generación anterior, pero hay algo peor: fuimos incapaces de ser tan amigos y solidarios como eran y son, por ejemplo, Monsiváis y Pacheco. Pesadilla de una noche de otoño o para documentar la biografía de Carlos Monsiváis (2017)
Bernardo Barranco
Extrañaremos la aguda actitud crítica y documentada de Monsiváis. Las bajas pasiones de los actores del poder no escapaban a su ironía, eran su blanco preferido. Su principal recurso además de su vasta cultura era la palabra. Su mordaz sentido del humor desarmaba las estudiadas poses de los políticos que siempre quieren salir en la foto como sagaces y correctos; Monsiváis se regocijaba con el ―humor involuntario‖ de la clase política exhibida como grotesca y pueblerina. Hoy, a pesar de evidentes antagonismos, muchos de éstos se proclaman encarecidos ―amigos‖ del sagaz cronista desaparecido. Yo no puedo presumir ninguna amistad, pero sí varias entrevistas, para mi programa radiofónico Religiones del mundo, donde pudimos conversar sobre la laicidad, el cristianismo, la trascendencia y el papel político de la Iglesia católica. A Monsiváis lo conocí en los años setenta, en el marco del grupo de reflexión Alfonso Comín, en el que intelectuales de izquierda debatían las afinidades y discrepancias entre el marxismo y el cristianismo. Ahí comprobé su impresionante cultura bíblica y teológica. Carlos Monsiváis y los usos de lo sagrado (2010)
Huberto Batis
La síntesis conseguida por Monsiváis es admirable, aguda, justa, producto de una ardua reflexión. Históricamente, el antologador profesa la teoría dialéctica del progreso en la poesía, que parte de y va hacia, avanzando, con más que menos seguridad. En este sentido,
puede decirse que Monsiváis está en espera del poeta anunciado por los grandes logros de nuestras luminarias. […] Los resultados producto de esta manera de leer evidencian un talento estructurador, que no quiere dejar inexplicado ningún fenómeno en el tiempo. […] Su estudio vuelve a plantear problemas irresueltos y abre nuevas preguntas. […] Implacablemente, acremente, Monsiváis abre estas cuestiones, con toda seriedad, aunque las envuelva en sus frases chocarreras. La poesía mexicana del siglo XX (1966)
José Joaquín Blanco
Las semejanzas entre el estilo de Novo y el de Monsiváis son claras, enfáticas: el trato artístico del periodismo, la versatilidad y mezcla de géneros, el humor permanente; el carácter absolutamente urbano, la acrobacia verbal, el autobiográfico temperamento festivo, el amplio espacio intelectual; la impertinencia y aún la provocación, lo ufanos que están cada cual en sus respectivos personajes y estilos, el gusto por las formas marginales, bajas o populares de cultura, etc. […] Pero no me lo imagino con el humor explosivo, completo, efusivo, de alguna de las barbaridades de Monsiváis, más próximo al relajo de barrio que al ingenio picante de la alta sociedad: ―Todos los políticos mexicanos de tercera fila parecen miembros de un trío romántico, a punto de preguntar al cliente: ‗¿qué le gustaría que le cantáramos, patrón?‘, con los labios a punto de musitar Vereda Tropical‖. Ni los excesos: ―Manes de Vigilopochtli‖. Ni la sobrelaboración inabordable: ―Y la aglomeración es perfecta como una metáfora kafkiana adaptada por la Dirección de Correos‖: sí, los millones de cartas almacenadas, pero de aquí a que se encuentra el chiste, la risa se vuelve falsa, erudita, como de un club habituado a determinada mecánica cultista y profesional en su sentido del humor. ―Días de guardar diez años después‖ (1981)
Emmanuel Carballo
Si hoy día Carlos es tímido, a mediados de los años cincuenta daba la impresión de ser aspirante devoto a pastor presbiteriano. De pocas palabras, y de más escasos gestos, no me permitió suponer que con los años vencería, ante los ojos del público, la timidez y que su rostro, ahora conscientemente inexpresivo, le serviría para contrastar el fuego, la mordacidad y la gracia de sus palabras. Humorista a pesar suyo, lo es porque le resultó menos difícil expresarse como crítico que como panegirista del caos, el cinismo y las promesas que paran periódicamente en silencios definitivos. Y como Carlos es pudoroso en la misma medida que inteligente, y además posee desde niño un enfermizo temor de caer en lo ridículo, optó, entre la crítica que se hace con el corazón y apela a los buenos sentimientos y aquélla que es producto del entendimiento y desea convencer en lugar de estremecer, por esta última, es decir, se trazó una línea tan peligrosa como ambigua que a unos hace decir que es un iluminado y a otros que es un vanidoso, un aguafiestas que apaga incendios en los que le gustaría consumirse. ―Prólogo‖ a la Autobiografía (1966)
Adolfo Castañón
Junto a la denuncia en plano oblicuo, se entrega al saludable ejercicio de la parodia de modos y modales, gestos y aspavientos. La raíz protestante de Monsiváis lo hace una suerte de risueño y crítico caballero andante. Él mismo dirá en su Autobiografía precoz con cuánta pasión leyó de niño el Pilgrim‘s Progress de John Bunyan. Esta referencia no es trivial, si se piensa que el libro de Bunyan está en la raíz de la novela moderna, y que El proceso de Franz Kafka puede ser leído y desarmado a la luz de esta ficción parabólica. ¿Cabría leer la escritura alborotada de Carlos Monsiváis como una suerte de eco de los libros de Franz Kafka y de John Bunyan? […] En la corriente alterna de Carlos Monsiváis se combinan el cómic a la Burrón y la teología a la Bultmann, el cotilleo tricolor, la anécdota inolvidable y el principio de la esperanza de Ernst Bloch y de Walter Benjamin. Ésas son algunas de las razones que alimentan el fuego de esa fiesta civil de la palabra que fue y es su polimorfa escritura. Para catequizar a Mefistófeles (2010)
Christopher Domínguez Michael
Carlos Monsiváis, el incógnito que todos saben quién es. Paraciera que cruza (uniéndolos) los espacios de la cultura y la política por una suerte de misión o de vocación misionera. Pero adelantando una definición podríamos afirmar que el resultado del periplo de Monsiváis […] ha sido la destrucción de lo mexicano como ontología. Inmerso en varias tradiciones de lectura —el periodismo mexicano del siglo XIX, el Nuevo Periodismo, la cultura de la vanguardia— Monsiváis inoculó explícitamente el conocimiento cotidiano de los mexicanos contra la disección de su ―ser‖, la búsqueda de la metamorfosis en las costumbres contra los estáticos mitos del folclor, ―la higiene moral‖ (como dijo de él Octavio Paz) contra los acartonados simulacros del Poder. Poder que conoce y articula, sin maniqueísmos primarios, con lo civil y con lo cívico. Carlos Monsiváis, el patricio laico (1988, 1998)
Linda Egan
Es a la vez natural e irónico que la imaginación ficcional de Monsiváis se alinee con este género, ya que ha confesado guardar un interés permanente en la Biblia, no porque sea un cristiano devoto en el sentido más convencional sino porque se crió en el seno de una familia protestante de profunda religiosidad; además, ha memorizado muchísimos versículos de la Biblia —a lo mejor porque no ha podido menos que hacerlo—, ha estudiado objetivamente tanto la tradición pagana como la cristiana, profesa una doctrina que tiene la moralidad por la base de una mentalidad moderna y democrática, y reconoce que un entendimiento secular de la cultura mexicana exige un entendimiento profundo de sus dogmas y rituales sagrados. Tal actitud encarna, por supuesto, el ideal de la religiosidad espiritual pero frecuentemente dista mucho de la fe que practican los pilares de la congregación. De hecho, Monsiváis define la religión y su apego a sus preceptos desde una perspectiva decididamente secular e individualista. ―Soy laico‖, afirma, al caracterizarse en asuntos de la religión como ―ni doctrinario ni programáticamente religioso, pero en mis vínculos con la idea de justicia social, en mi apreciación de la música y de la literatura, y en mis reacciones ante la intolerancia, supongo que hay un fondo religioso‖. ―La teología secular de Carlos Monsiváis en Nuevo catecismo para demócratas remisos‖, en Leyendo a Monsiváis(2013)
Evodio Escalante
Monsiváis emerge a la escena literaria como un polígrafo inclasificable no sólo por la enorme variedad de sus temas y sus registros, de sus intereses y propuestas, en los que cabe todo México, sino por el carácter limítrofe y hasta camaleónico de sus textos. […] La pregunta acerca del estatuto genérico de sus textos, que no sé si ha sido formulada, mucho menos ha sido resuelta, y no creo que sesudos abordajes académicos puedan aportar claridad al respecto. ¿Cómo podríamos clasificar los textos que escribe Carlos Monsiváis? ¿Son crónicas en estricto sentido? Y si no son crónicas, ¿son ensayos? ¿Son una mezcla de ambas cosas? ¿Se trata en realidad de textos híbridos que comparten características de ambos géneros sin decidirse por ninguno? ¿O es Carlos Monsiváis el inventor de un nuevo género discursivo para el cual todavía no alcanzamos el nombre? La disimulación y lo posnacional en Carlos Monsiváis, en Las metáforas de la crítica (1998)
Jean Franco
La obra de Carlos Monsiváis constituye no sólo un comentario y testimonio del presente, sino una historia cultural de México. Es una historia que prescinde de los tics académicos —las citas de fuentes y la apropiación de teorías y aun de la supuesta imparcialidad. […] El gran logro de la obra de Monsiváis está en la gran diferencia entre su escritura y la de Williams, que es más bien plana y si ironía: es el ventriloquismo, la habilidad de asumir distintas voces que anulan la univocalidad. Se puede decir, entonces, que ha encontrado un estilo que corresponde perfectamente al pluralismo y a la multiplicidad que quiere para México. Residuales y emergentes: Carlos Monsiváis y Raymond Williams (2007)
Carlos Fuentes
Era un hombre de letras excepcional. La cultura literaria de Monsiváis era muy amplia y, por último, era un espíritu, un espíritu vivo, un espíritu audaz, un espíritu crítico. Era un hombre animado por el espíritu, aunque él quizás negaría lo que estoy diciendo, pero es la verdad. […] Nadie abarcó esta ciudad que se nos fue de las manos, que creció mucho desde el momento en que pude escribir una novela sobre la ciudad, La región más transparente […] Sin embargo, Monsiváis tuvo esa capacidad para ver el todo, para ver el conjunto metropolitano: sus altas, sus bajas, sus caídas, sus ascensos, sus excentricidades, sus valores, poner en duda, reírse de algunas cosas, aplaudir otras, es una labor extraordinaria en relación con la ciudad. […] Yo creo que [México] lo gana porque Monsiváis como escritor no ha muerto, su obra está ahí. Un escritor no se muere porque deja una obra; no se pierde a Monsiváis: se ha ganado a Monsiváis para siempre. Informador, 19 de julio de 2010
Margo Glantz
…jugando con la idea tradicional que pone en escena y en acción a grupos humanos numerosos, las muchedumbres, en reunión indiscriminada de multitudes, las crónicas de Monsiváis reactivan la intención apocalíptica, pero trastruecan su signo al convertir el caos en un acontecer gozoso, paródico, grotesco y en muchas ocasiones erótico: la gente que pone en escena Monsiváis se reúne para presenciar o participar en un espectáculo (un concierto, una procesión o una fiesta religiosa, nadar en un balneario popular repleto de gente, un concierto de música popular, una pelea de box, ) o para desplazarse en las calles o en el metro, constituirse como sociedad civil en un mitin, ejercer la función cívica y convertirse en ―sociedad civil‖ o animar su conciencia política e impedir el fraude electoral […] La tradición bíblica en la que ha sido educado Monsiváis se desmonta, se desarticula, se neutraliza, y ya no se apoya más en una figura todopoderosa, la del Jeho- 87
vá del antiguo testamento que diseñó con voz imprecatoria un Juicio Final. El caos como en todas las cosmogonías primitivas es en realidad el comienzo, el origen, el origen de un mundo nuevo que empieza su proceso de gestación, por eso vivir o caer en el caos es el signo anunciador de un nuevo advenimiento. Carlos Monsiváis (2002)
Luis González de Alba
No fueron las letras propias sino su temprana voracidad por la lectura, admirable, aunada a los muchos gigas del disco duro en que almacena esa información, lo que dio al joven Monsiváis sus primeros éxitos. Eso y su gran habilidad para arrancar la risa del público, su dominio de un humor que no se atreve a dar el nombre del objeto burlado y, sobre todo, su habilidad para ser oportuno: se burla de quien se espera que haga burla y elogia a quien se espera que elogie. Ambos géneros los despliega con innegable talento. Carlos Monsiváis: el gran murmurador (2008)
Sergio González Rodríguez
La vida y la obra de Carlos Monsiváis son un espejo de las aspiraciones de modernidad en nuestro país: es un escritor que cree en las vinculaciones del compromiso político y la imaginación, que apuesta por las causas de los desposeídos, que atiende los reclamos de la desigualdad social, que combate los atropellos del autoritarismo o la soberbia de poderes transexenales que cambian de partido para mejor prolongarse. Pero Carlos Monsiváis significa, sobre todo, un escritor que ha renovado la escritura en nuestra lengua, que ha hecho del humor y el ingenio las armas letales contra la estupidez y la prepotencia, y que ha recuperado los mitos, símbolos, representaciones e imágenes de la cultura popular para otorgarles una dignidad de la que nadie podrá desposeerlos en el futuro. Ha logrado todo lo anterior desde un ejercicio cotidiano y pleno de la realidad en tanto un libro abierto, sujeto a la lectura racional más rigurosa. Carlos Monsiváis: la fenomenología de la vida cotidiana (2000)
Enrique Krauze
Los amigos tienen lenguajes cifrados y el nuestro — curiosamente— ha sido el Viejo Testamento. ¿Puede haber humor en los personajes de la Biblia? Se diría que no, pero tú lograbas el milagro. Otro repertorio común ha sido la cultura popular: el cine mexicano, los actores, los lejanos tiempos de la cultura radiofónica y, por supuesto, la música popular. Un día te reté a un duelo de letras de boleros: ―¿Te sabes tal canción del ‗Jibarito‘ Hernández?‖. Tu respuesta, como un rayo, me fulminó: ―¿Cuál versión?‖. Y comenzaste a tararearla. Sabías hasta el extraño nombre del requinto de ―Los tres diamantes‖. […] Esta ciudad, que algunos consideran la sucursal del infierno, ha tenido un cronista que la reivindica en sus detalles más íntimos, en su música y su grafiti, en su vocación para la fiesta y su sufrimiento, en su terca voluntad de seguir viva. Tus crónicas, Carlos, la han ayudado a seguir viva, y las tribus urbanas lo reconocen. Hoy, domingo de Resurrección, harán cola en tu ―Museo del Estanquillo‖ para ver la exposición ―México a través de sus causas‖. Yo no podré ir porque prefiero esperarme a recorrerla contigo. Ánimo, Carlos (2010)
Marta Lamas
Carlos trazaba escenarios políticos posibles, diseñaba intervenciones y nos develaba —a las propias activistas— las razones de nuestra militancia. Lo buscábamos para que nos explicara, y decía ―No soy un profeta‖. Sin embargo, no recuerdo ni una sola vez que no atinara en sus apreciaciones y pronósticos. Utilizaba su celebridad como un estratega político al servicio de los grupos activistas. Su fama nos abría puertas que, sin él, jamás hubiéramos franqueado. Siempre insistió en que la apuesta por la transformación política encuentra su mayor aliado en el campo de lo cultural, al grado de que, si no se da también la batalla cultural, se puede perder la batalla política. Él fue la brújula política de amplios sectores de nuestro país, además de un luchador incansable en todos los frentes que lo requerían. Fue nuestro referente éticopolítico, y lo perseguíamos para que redactara un manifiesto, asistiera a una reunión, corrigiera un desplegado, nos consiguiera una cita con tal político o funcionario. Prólogo a Misógino feminista (2013)
Fabrizio Mejía Madrid
Monsiváis es un estratega cultural que valora la cultura popular y populariza lo elitista. Su arma es un tipo de lenguaje arraigado en un apretado código de burlas, sospechas, alusiones, parodias, que mina a cualquier declarante poderoso, sea un obispo, el Presidente, o un líder guerrillero. El relajo es, qué duda cabe, el ánimo permanente de Monsiváis […] Si uno intentara ceñir a Monsiváis con esa lista [de 5 libros] sería imposible: poesía, aforismo, denuncia del poder, parodia del periodismo, los caminos de la noche. Faltan batallas, posiciones, gustos, obsesiones, fobias y, sobre todo, el ánimo de abarcarlo todo, día a día, década por década. Cuando entra a al Museo de la Ciudad de México, es casi una hora tarde, hay reflectores, multitudes que es-
peran abanicándose con periódicos. Los organizadores corren a recibirlo y casi lo cargan hasta el podio. — Llego tarde porque pensé que ustedes eran impuntuales. Carcajadas. Aplausos. Gente que se acomoda en el asiento dispuesta a escuchar con atención. Cuadernos que se abren. Plumas que se destapan. Afuera, los taxis siguen circulando en el embotellamiento. Carlos Monsiváis: retrato en taxi (2011)
José Emilio Pacheco
—¿Usted leyó también la Biblia de Reina y Valera? —Sí, pero tarde y gracias a Monsiváis. Yo ni siquiera me había acercado a las biblias católicas, excepto por supuesto a los Evangelios. En vez de la lectura directa, que nos desalentaban casi como una invitación al luteranismo, había clases de ―Historia sagrada‖ en que nos contaban los relatos de Adán y Eva y el Diluvio y la torre de Babel. —Pero Monsiváis no se ocupó nada más de textos religiosos. —No, cuando lo conocí a sus diecinueve años, nadie de nuestra edad había leído tanto como él. A menudo se olvida que la lectura es tiempo y no podemos dar por leído lo que sólo hojeamos o picoteamos. Monsiváis a esa edad tenía ya una gran cantidad de libros perfecta y críticamente asimilados. —Y ahora, con una actividad tan intensa como la suya, ¿a qué horas lee? —No lo sé, no me lo explico. Creo que no duerme. Monsiváis paseó en su derredor lo que en inglés llaman un red herring, es decir, una pista falsa que desorienta a los rastreadores. Se hizo pasar por desorganizado y caótico y, todo lo contrario, es de una disciplina brutal y una capacidad de trabajo sobrehumana. De otra manera no se entiende lo mucho y lo bien que ha escrito. La iniciación de Monsiváis (2008, 2010)
Octavio Paz
Monsiváis no es un hombre de ideas sino de ocurrencias. Su pecado es el discurso deshilvanado, hecho de afirmaciones y negaciones sueltas. Su ligereza con frecuencia se convierte en enredijo y aparecen en sus escritos las tres funestas fu: confuso, profuso y difuso. […] Acude a un método similar al de la ―amalgama‖ utilizado antes por ciertos radicales ya no tan jóvenes que tuvieron a bien expulsar del ―discurso político‖ a un grupo de ―intelectuales liberales‖. […] Por lo demás Monsiváis en general es más ocurrente de lo que permite imaginar el estilo chicloso de algunos de sus frases. Da un poco de vergüenza recordarle a un hombre inteligente como él en qué consiste el ascenso de las burocracias modernas y cómo el Estado es su encarnación más amplia pero no la única. Aclaraciones y reiteraciones a Carlos Monsiváis (1977)
Sergio Pitol
A su modo, Carlos Monsiváis es un polígrafo en perpetua expansión, un sindicato de escritores, una legión de heterónimos que por excentricidad firman con el mismo nombre. Si a usted le surge una duda sobre un texto bíblico no tiene más que llamarlo; se la aclarará de inmediato; lo mismo que si necesita un dato sobre alguna película filmada en 1924, 1935 o el año que se le antoje; quiere saber el nombre del regente de la ciudad de México o el del gobernador de Sonora en 1954, o las circunstancias en que Diego Rivera pintó un mural en San Ildefonso en 1931, y que José Clemente Orozco calificó de ―nalgatorio‖, o la fidelidad de un verso que le esté bailando en la memoria (...) de cualquier gran poeta de nuestra lengua, y la respuesta surgirá de inmediato: no sólo el verso sino la estrofa en la que está engarzado. Es Mr. Memory. Con Monsiváis, el joven (1996)
Elena Poniatowska
Carlos Monsiváis debería declarársele patrimonio cultural de la humanidad porque más que un hombre es una escuela, una casa, una asamblea, una plaza arbolada, una galería de arte, un bar gay, una biblioteca, un aula, una taquería, una flauta, unos frijoles, un Vips, un San Simón, un gato con siete vidas. No le alcanzaron las siete vidas para hacer todo lo que quería, pero lo que logró resulta asombroso. No sólo maulló sobre los tejados de la colonia Portales, sino que desde las torres del mundo nos hizo comprender que sabía no sólo de condición humana y de política, sino también de arte. Visitar un museo con Carlos, como lo hice en Tel Aviv y en Berlín, es una lección que todavía atesoro como uno de los buenos momentos de esta tremenda y hermosa vida. Siempre me llamó la atención que no dijera groserías y que jamás utilizara las palabras ―cuate‖ o ―mamón‖ o ―rascuache‖ o ―pinche‖, que es una de las que usan las ―niñas bien‖. Recurría a ideas cultas que tejía en una urdimbre compleja, ácida, a ratos vitriólica. Así, con ese lenguaje que oscilaba entre la lucidez y la crueldad, reunía en sus columnas los desaciertos de nuestra detestable política, recogía las declaraciones de nuestros diputados y senadores, se pitorreaba de las ínfulas o las desgracias literarias de las mafias intelectuales. Los adjetivos más hirientes los destinaba a sus amigos que, a sabiendas, jamás dejaron de serlo, no fuera a irles peor. La Jornada, 22 de junio de 2014
Ignacio M. Sánchez Prado
Aproximaciones y reintegros cumple una función fundamental: permite vislumbrar el origen, evolución y consolidación del pensamiento de Monsiváis sobre literatura, algo que no solo constituye una valiosa intervención en los distintos temas cubiertos en el libro sino también una contribución para la lectura de Monsiváis en general. El ordenamiento cronológico nos permite entender cómo Monsiváis fue modificando posturas, sobre todo la forma en que su nacionalismo cultural se fue temperando desde su crítica más bien sesentera al imperialismo estadounidense (algo que está claro en algunos textos tempranos y que, como recordarán sus lectores, alcanzó su punto más desafortunado en un texto sobre la literatura y la cultura de la Onda en Amor perdido) hasta su fina lectura de autores como Sergio Pitol o Julio Torri. La fundación de una lectura (2013)
Raquel Serur
¿Que qué más hay de nuevo? ¿Ya te incomodó que hable de ti? No seas mentiroso, te encanta. Bueno, bueno, cambio de tema y te digo que no sé qué paso en rectoría ni en qué términos se va a dar el diálogo. Sé que hay muchas hipótesis y ninguna me convence. Me duelen los chavos. ¡No te burles! Oye, lo que sí te puedo contar es que Marta Lamas está tramando pedirte un artículo sobre Patti Smith para el próximo número de Debate. Si, ya sé que tienes todos sus discos y que te sabes todas sus canciones de memoria, monster Keaton. No, no sabía lo de Allen Ginsberg. No sabía que Allen Ginsberg le dijo a Patti Smith al morir su hermano: ―libérate del espíritu del fallecido y continúa celebrando tu vida‖. Uff, qué fuerte, Carlos. Recordando a Carlos Monsiváis (2013)
Juan Villoro
Su interés por los liberales del siglo XIX mexicano también tiene que ver con la combinación de periodismo y oratoria, la discusión que convierte a cada acto público en parte de la Obra. La cultura como proselitismo nonstop. Medir el tamaño de su ausencia es imposible porque intervino en demasiadas zonas del arte y la política, en forma no siempre evidente. Fue el mayor árbitro entre lo culto y lo popular y uno de los principales dictaminadores del gusto en un país que no sabía que tantas cosas distintas valieran la pena. Coleccionista de artesanías, grabados y fotografías, también lo fue de las palabras con que los poderosos se incriminan sin saberlo. Su columna ―Por mi madre, bohemios‖ fue el museo del ridículo de los obispos, los políticos y los grandes empresarios de México. El género Monsiváis (2010) Invitación: El viernes 19 de junio, día exacto del 10º aniversario de la partida de C. Monsiváis, habrá un encuentro virtual sobre ―Carlos Monsiváis y la religión: diálogo sobre sus herencias ocultas‖ en el Facebook Live del Centro Basilea de Investigación y Apoyo, a las 13 hrs., tiempo de la Ciudad de México.
Notas:
[1] C. Monsiváis cit. por Guadalupe Alonso Coratella, ―Carlos Monsiváis entre amigos‖, en Laberinto,supl. de Milenio,13 de junio de 2020. (protestantedigital.com) 18/06/2020
79.Justicia social en contextos de persecución: Carlos Urosa Hoy en día, según los datos del Pew Research Center, 1 de cada 3 personas en el mundo profesa alguna de las formas del cristianismo, lo que significa más de 2.100 millones de personas. Según Puertas Abiertas y su informe anual de la Lista Mundial de la Persecución, más de 310 millones de cristianos en 73 países de todo el mundo no solo viven bajo altas restricciones religiosas, sino que, además, sufren niveles de persecución alta, muy alta o extrema. Lo que convierte a los cristianos en el grupo social más perseguido del mundo en un contexto internacional donde parece que a nadie le importa esta alarmante realidad. Pero ¿qué es la persecución hacia los cristianos y cómo se articula? En Puertas Abiertas, definimos la persecución contra los cristianos como "toda hostilidad traducida en acciones represivas o maltrato persistentes hacia una persona o comunidad motivada por la identificación con la persona de Jesucristo". La persecución contra los cristianos se articula en dos vías, que implican diferentes ámbitos. Por un lado, la ―violencia‖ que puede ser corporal o material mediante el castigo físico, la violencia psicológica, las violaciones, la violencia correctora y educativa (campos de reeducación), el secuestro, la destrucción o el expolio de bienes (negocios, propiedades, centros de culto, etc.), el asesinato, el terrorismo de Estado e incluso el genocidio. Por otro lado, la ―opresión‖ que se mide a través de cinco ámbitos distintos, como son el ―ámbito privado‖ y cómo interfiere la persecución en la conciencia del individuo; el ―ámbito familiar‖ donde el perseguidor busca detener la transmisión de la fe; el ―ámbito social‖ donde una parte de la sociedad o grupo social es la que ejerce la opresión (especialmente potente en vecindarios, aldeas o pueblos socialmente homogéneos); el ―ámbito nacional‖ donde al cristiano se le excluye de la vida pública; y por último, el ―ámbito eclesial‖ referente a la opresión y restricciones que sufren los cristianos como comunidad.
Bien es cierto, que millones de personas viven bajo regímenes autoritarios que atentan deliberadamente contra la justicia social y sufren las injusticias sin ser identificados como cristianos, e incluso que la persecución no afecta exclusivamente a cristianos. Pero es aún más cierto, que bajo dichos regímenes las comunidades cristianas y sus individuos sufren niveles de injusticias y persecución superiores. Por lo general, la persecución se articulará a diferentes niveles y con variados actores dependiendo del sistema que regula la sociedad en cuestión y la propia sociedad en particular. Como las sociedades y sus sistemas tienen sus propios conceptos de organización y justicia social, la introducción de las creencias cristianas a través del esfuerzo misionero y evangelizador, pueden alterar por completo toda la escala de valores, de poder y la jerarquía social de una sociedad, así como sus tradiciones, cultura y el mismísimo concepto de dignidad humana. Tal completa alteración puede traer un cambio radical aceptado en una sociedad o provocar una fuerte reacción en contra traducida en persecución.
Justicia social en contextos de persecución
La persecución siempre vulnera los derechos del perseguido. Los perseguidores pueden levantarse en la propia familia, de entre los conciudadanos, desde grupos o desde la propia sociedad, con o sin el beneplácito del Estado, cuando no es este mismo quien se erige como promotor principal y perseguidor implacable. La persecución por tanto atenta contra la idea central de Justicia Social tan desarrollada en occidente como es la ―Igualdad Social‖, y por consiguiente contra los derechos, la libertad, la economía y la prosperidad de los cristianos de forma individual y colectiva. ¿Qué entendemos por Igualdad Social? la Igualdad Social es una de las características de los Estados en los que todos sus ciudadanos sin exclusión alcanzan en la práctica la realización de todos los derechos humanos, fundamentalmente los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales. La Igualdad Social supone el reconocimiento de la Igualdad ante la Ley y la Igualdad de Oportunidades, dos principios complementarios, de cuyo grado de cumplimiento en la práctica depende el nivel de Igualdad Social que un Estado o sociedad llegue a alcanzar. Para entender mejor la dimensión de la Igualdad Social debemos definir los dos conceptos que la condicionan. Por un lado, la ―Igualdad ante la Ley‖ es el principio que reconoce que todas las personas deben ser tratadas de la misma manera por la ley, reconoce la equiparación igualitaria de todos los ciudadanos en derechos civiles y políticos, y por tanto, debe garantizar que no haya grupos privilegiados ni discriminados por el Estado. Por otro lado, la ―Igualdad de Oportunidades‖, que viene a decir que un sistema que impera en una sociedad es digno y justo para sus integrantes cuando todos tienen las mismas posibilidades de acceder al bienestar social y poseen los mismos derechos políticos. Para que haya igualdad de oportunidades en una sociedad todos los seres humanos desde temprana edad deben tener las mismas opciones de llevar una vida digna y de ser exitosos‖. La probabilidad de que una persona sea exitosa y llegue a tener una vida digna aumenta según las oportunidades a las que acceda, es decir, mientras una persona tenga más oportunidades, ésta estará más cerca a ser exitosa en el futuro. Pero ¿cuáles son estas oportunidades? El banco Mundial identifica cinco aspectos primarios, el acceso a una educación de calidad, atención de la salud, acceso a electricidad, acceso a agua potable y otros servicios esenciales, como puede ser el acceso a internet y otras infraestructuras que facilitan la vida diariamente. Nos atreveríamos a añadir la necesidad de un entorno seguro y estable, y que desde luego, las condiciones de cuna, de estrato social y las creencias religiosas, no sean un menoscabo para prosperar en la vida y alcanzar el éxito. Para que se alcance la Igualdad Social tienen que cumplirse por consiguiente los dos principios expuestos anteriormente. La persecución contra los cristianos vulnera ambos principios, por tanto, cuanto mayor nivel de persecución se ejerce menor nivel de Igualdad Social experimentarán las comunidades cristianas con respecto al resto de la sociedad, empujándoles hacia una clara desventaja, señalándoles, marginalizándoles e intentando impedir que prosperen para así detener el avance del Evangelio. Querido lector, tú y yo tenemos parte en esta lucha. Puede que la persecución te quede lejos o puede que ya la estés experimentando de alguna manera. Queramos o no el mundo avanza en este camino, mañana podría afectarnos de pleno en occidente. Así pues, quiero animarte a que te involucres en esta lucha. La visión de Puertas Abiertas es estar al servicio de los cristianos perseguidos por su fe, fortaleciendo a la iglesia en los países donde son oprimidos de tal manera que puedan vivir plenamente de acuerdo con la palabra de Dios. Deseamos cubrir en oración a nuestros hermanos perseguidos y continuar equipándolos para que sigan siendo punta de lanza y el Evangelio continúe avan-
zando en todo el mundo y definitivamente alcance a toda lengua y nación. Además, desde Puertas Abiertas queremos invitarte a que participes desde tu congregación y te unas con cristianos de todo el mundo a orar por la Iglesia Perseguida en el ―Día Internacional de Oración‖ (DIDO), que organizamos juntamente con la Alianza Evangélica en noviembre. Sé parte de la respuesta. (protestantedigital.com) 13/06/2020
80.¿Existe el diablo?: Gustavo Gordillo
En la escena final de la película Los sospechosos de siempre, Roger Verbal Kint (Kevin Spacey) descubre su verdadera personalidad como el temible asesino, Kaiser Söze, deja de renquear y se burla de la policía. Verbal, citando a Baudelaire, exclama: El mayor truco del diablo fue convencer al mundo de que no existía. En sentido análogo, el mayor éxito del régimen priísta fue convencernos de que existía un Estado fuerte e institucional en México. El Estado revolucionario. La percepción de un Estado fuerte se construyó desde tres ámbitos claves: el sistema de educación pública íntimamente vinculado con el texto único y gratuito; los mecanismos de intermediación social de las agrupaciones corporativas, pero sobre todo el partido oficial como crisol de esas percepciones del Estado poderoso y protector de las clases mayoritarias. El centro de la percepción del Estado fuerte lo personificó el presidencialismo todopoderoso. Los residuos institucionales. Rafael Segovia, en su texto La crisis del autoritarismo modernizador (1996), señalaba agudamente que la función del Estado mexicano había venido creciendo incluso en contra de su voluntad; la multiplicación y diversificación de los grupos sociales y económicos habrían dejado a lo largo del camino modernizador una trama de residuos institucionales engastados en el aparato estatal. Concluía que tratar de librarse de ellos equivale a arrancar una planta trepadora que sostiene el viejo edificio que en parte ha destruido. Fernando Escalante precisa que esos residuos institucionales a los que se refiere Segovia son los recursos de gobernabilidad del régimen revolucionario (2018). Los acuerdos y las reglas. ¿Qué eran esos residuos institucionales? Eran, en breve, una manera de conciliar, enmarcar, canalizar y, en extremo, reprimir; los distintos intereses sociales incorporados primero en pacto corporativo y luego floreciendo desde la sociedad como resultado de los diversos procesos modernizadores. Se basaban en pactos y acuerdos informales, pero enmarcados en las reglas formales de las leyes y la Constitución. Así el Estado mexicano impulsó las reformas sociales cardenistas, las reformas empresariales del alemanismo y la estabilidad macroeconómica de los 50. Como toda percepción, la de un Estado fuerte estaba afincada en la realidad, en hechos concretos. El todopoderoso. Sabemos cómo funcionaba ese presidencialismo con sus facultades metaconstitucionales gracias al trabajo de Jorge Carpizo. Pero aún en el momento de mayor consolidación el presidencialismo no era un poder omnímodo, menos aún una monarquía sexenal o un poder imperial. La capacidad del presidente autoritario estaba basada en su capacidad de arbitraje entre los muy diversos y amplios conflictos de intereses dentro y fuera de su coalición gobernante. Eran conglomerados de intereses locales, sectoriales y nacionales, legales e ilegales, morales e inmorales, con quienes tenía que negociar el presidente. El mito presidencial, como señala Juan Espíndola (2004), estaba anclado en un excesivo voluntarismo, es decir, ponía demasiado énfasis en los rasgos personales del presidente. Este autor, en cambio, subraya las prácticas políticas informales, ya que la política mexicana no se puede analizar sólo bajo los lentes de las instituciones formales. El no Estado. Lo que tenemos ahora es un Estado deformado por las distintas leyes y reformas constitucionales hechas al azar, sin propósitos políticos de largo plazo. Tenemos un Estado ausente, cuyo vacío es llenado por poderes fácticos. Tenemos franjas o segmentos del gobierno colonizado por otros poderes, como lo estamos viendo en distintos conflictos policiacos recientes. Sobre todo, se ha perdido la capacidad de organizar la acción del Estado a través de acuerdos y pactos, esos residuos institucionales que permitían gobernar. De aquí debe partir la reconstrucción del Estado mexicano. (jornada.com.mx) 13/06/2020
81.La Post-pandemia y el capitalismo que viene: Marcos Roitman Rosenmann
La versatilidad del capitalismo no tiene límite, salvo la extinción de la especie y el colapso del planeta. Pero mientras esto sucede, sus cambios se aceleran en busca de una mayor tasa de explotación e incremento de beneficios. Si la lucha por la apropiación del plusvalor es una de las características de la contradicción capital-trabajo, hoy nos enfrentamos a una reinvención de las formas de dominación, enajenación del excedente y construcción de hegemonía. El capitalismo digital se pone al día utilizando las nuevas tecnologías bajo la pandemia del Covid-19.
Si hacemos historia, es un proceso similar al sufrido por el capitalismo histórico entre los siglos XVI y XVIII, donde la proto-industrialización y los descubrimientos científicos aceleraron el proceso de acumulación de capital y la revolución industrial. Sus fases van desde el capitalismo colonial, la esclavitud hasta el imperialismo y la consolidación de la dependencia industrial, tecnológica y financiera. Sin embargo, su evolución ha tenido reveses. Los proyectos emancipadores anticapitalistas han trastocado sus planes, aunque sea de forma momentánea. Las luchas de resistencia, los procesos revolucionarios y los movimientos populares han alterado su itinerario, obligándolo a retroceder. El siglo XX ha dejado una huella difícil de borrar en su desarrollo. Fueron dos guerras mundiales, seguido del holocausto nuclear no exento de conspiraciones, golpes de estado y procesos desestabilizadores cuyos efectos los reconocemos en un crecimiento exponencial de la desigualdad, el hambre, la miseria y la sobrexplotación de un tercio de la población mundial. En este recorrido, el fascismo, eje de la modernidad, se proyecta en el siglo XXI. El neoliberalismo asume sus principios y los gobernantes adoptan sus proclamas bajo un llamado a la xenofobia, el racismo y el discurso anticomunista. Como señaló George Mosse en su ensayo La nacionalización de las masas, Hitler y el nazismo se explican bajo un simbolismo, una liturgia y una estética que atrapó a la población bajo el culto al pueblo. Una nueva política que atrajo no sólo a los nacionalsocialistas, también a miembros de otros movimientos que encontraban su estilo atractivo y útil para sus propios propósitos. Léase Trump, Bolsonaro, Piñera o Duque. En pleno siglo XXI, asistimos a tiempos convulsos. El capitalismo busca su reacomodo. Hacer frente a los problemas de organización, costos de explotación y reajustar la función del gobierno en la gestión privada de lo público. Igualmente debe pensar en una nueva división internacional de los mercados, la producción y el consumo. La digitalización, el big-data, la robotización y las tecnociencias se subsumen para responder a las lógicas del capital. Asimismo, la dinámica de la complejidad aplicada al proceso productivo fija pautas en la especialización flexible, la deslocalización y el proceso de toma de decisiones. La realidad aumentada acelera la concentración de las decisiones y el acceso inmediato a los datos modifica las lógicas de un poder que se hace más arbitrario, violento y omnímodo. El traslado del mando real del proceso de decisiones a una zona gris, de difícil acceso, facilita eludir las responsabilidades políticas o bien las oculta bajo el manto de la post-verdad o las mentiras en red. La transición del capitalismo analógico al digital es ya una realidad. Algunos ejemplos nos dan pistas. Basta ver el mensaje lanzado por Inditex en España. El dueño de Zara, benefactor de la sanidad pública, hará desaparecer más de mil 200 tiendas en todo el mundo, bajo la necesidad de estar en sincronía con las nuevas formas de compra-venta on line. Así, realizará una inversión de mil millones de euros en su reconversión digital en dos años (2020-2022), destinando mil 700 millones para trasformar sus locales al concepto de tienda integrada. Un servicio permanente al cliente allá donde se encuentre. En otras palabras, tendrá en su dispositivo portátil una aplicación de Zara. En esta versión digital del capitalismo, otro de los cambios que llega para quedarse es el teletrabajo o trabajo en casa. Una vuelta de tuerca a la sobrexplotación. Los horarios, la disciplina y el control lo ejerce el trabajador sobre sí, lo cual supone un elevado nivel de estrés y jornadas ilimitadas. En cuanto a la educación, sólo en las universidades se baraja la idea de articular clases en las aulas con lecciones virtuales. Las lecciones presenciales irán perdiendo peso, hasta desdibujar el sentido que las vio nacer, forjar ciudadanía y aprender el valor de la crítica colectiva. La universidad se reducirá a expedir títulos donde el aprendizaje muta en autodidactismo. El capitalismo post-pandemia acelera el cambio del mundo cotidiano. Las firmas digitales, las videoconferencias, el control biométrico, los diagnósticos por ordenador, son algunos de los cambios que terminarán generando una modificación antropobiológica del ser humano. Y tal vez en este sentido, la lenta sustitución del dinero en efectivo, por el pago con tarjetas será fuente no sólo de mayor control social y poder de la banca, supondrá una mayor exclusión social. Quiénes tendrán y quiénes no tendrán tarjetas de crédito o débito. Suecia anuncia que el papel moneda se extinguirá dentro de la siguiente década. Más pobres, más esclavos de los bancos. Ese es el futuro incierto del capitalismo que viene tras la pandemia. (jornada.com.mx) 14/06/2020
82.Guerra por la tierra, el territorio y el agua: Raúl Zibechi
Para nadie es un secreto que la violencia contra los pueblos está estrechamente ligada a la pretensión del capital por apropiarse de las tierras y el agua de los
pueblos originarios y negros, campesinos y mestizos de América. Las grandes corporaciones, asistidas por el narcotráfico y los paramilitares y apoyadas por los estados, son las perpetradoras de este monumental despojo. Pero la magnitud de las tierras en disputa no suele ser valorada en su enorme dimensión. Podemos estimar que la mitad de la superficie latinoamericana está en disputa. Esa mitad está fuera del control de las oligarquías de la tierra y las multinacionales, por eso se empeñan en expulsar pueblos para reorganizarlas en su beneficio. Brasil es uno de los casos emblemáticos. Las tierras de los pueblos originarios suman 110 millones de hectáreas, a las que se deben agregar 100 millones de las unidades territoriales de conservación, la mitad bajo control de poblaciones tradicionales, como seringueiros (recolectores de látex), pescadores, ribereños, mujeres quebradoras de coco y comunidades de pastoreo, entre otros grupos. Además existen 88 millones de hectáreas de asentamientos de reforma agraria, 40 millones propiedad de quilombos/palenques reconocidos por el Estado y 71 millones de hectáreas de pequeños establecimientos campesinos (con menos de 100 hectáreas). Como destaca el informe de 2018 del Instituto para el Desarrollo Rural de Sudamérica (IPDRS), 40 por ciento del territorio brasileño es usado por grupos que escapan al control de las oligarquías latifundistas (https://bit.ly/38xVaC7). Se trata de áreas de uso común que están siendo atacadas por multinacionales de la soya, la palma y la minería, por grandes obras de infraestructura que son los modos como el capital acumula robando y despojando a los pueblos. La disputa involucra por tanto 400 millones de hectáreas, sólo en Brasil. En el informe de 2019 del IPDRS, recién publicado, se destaca que hay 223 focos permanentes de disputas por el agua en Brasil, con un crecimiento abrupto desde 2010 (https://bit.ly/2Y6VRQ2). En el mismo trabajo, se informa que en diciembre de 2019 en Chile hubo 129 comunas (de 345 en el país) con decretos de escasez hídrica y de ellas 119 en estado de emergencia. Un informe de la Fundación Amulén establece que las comunas carentes de agua potable son también las que presentan mayor inequidad social en Chile, en uno de los países con más agua por persona en el mundo (https://bit.ly/2ULQ1RZ). Además del cambio climático, la escasez la agudizó la privatización del líquido con la desaparición de las empresas municipales bajo el gobierno de Ricardo Lagos (2000-2006), siendo la única nación en el mundo donde el Estado no controla ese servicio. En Colombia los resguardos indígenas ocupan 28 por ciento del territorio nacional y los colectivos de las comunidades negras ocupan 5 por ciento, a los que debe sumarse los territorios campesinos (https://bit.ly/2Swsggb). En suma, las tierras fuera del control del capital superan 40 por ciento del total. Esos son los territorios que están siendo invadidos y atacados con ferocidad por grupos armados ilegales, con la complicidad del Estado. Más de 15 por ciento de la superficie agropecuaria (unas 6.6 millones de hectáreas) fueron despojadas con violencia en las pasadas dos décadas. La restitución de tierras incluida en el proceso de paz, fue un fracaso: sólo 15 mil fueron devueltas a los campesinos, 0.2 por ciento de lo robado. La voracidad del capital está arrasando incluso con las zonas que el propio Estado ha designado para ser protegidas. En Colombia, por lo menos en 31 de los 59 parques nacionales naturales viven conflictos por el uso, ocupación y tenencia de la tierra. Eso sucede en pleno proceso de paz, que se supone debe frenar el despojo. A la guerra por la tierra debe sumarse la del agua, que está siendo apropiada por las grandes empresas del mundo. Los 12 mil acueductos comunitarios de Colombia proveen 40 por ciento del agua en zonas rurales y 20 por ciento en urbanas, y son el objetivo de despojo del Banco Mundial. En México, el acuífero más importante quedó en manos privadas, Enerall, de Alfonso Romo, definido como un cacique del agua en Yucatán (https://bit.ly/2N3HtBQ). Alrededor de la mitad de la superficie latinoamericana está siendo atacada por el capital y sus aliados narco y paramilitares. Bajo la pandemia en curso, la guerra se está intensificando, como bien lo demuestra la aceleración de las obras del Tren Maya. En contra de la mirada de arriba que nos considera dominados, Aura Cumes, maya kaqchikel de Guatemala, aborda el despojo desde la resistencia: No somos sujetos desposeídos ni vulnerables, ni débiles ni marginales ni excluidos, sino somos sujetos políticos que creamos vida en todas sus posibilidades en medio de la depredación permanente de este sujeto colonizador (https://bit.ly/2vF0u88). (jornada.com.mx) 19/06/2020