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Introducción

Introducción

Atendiendo a la iniciativa del apreciado Jorge Rodríguez, intentaré ofrecer una breve panorámica de mi llegada y estancia en Fuerteventura, que ha desembocado en más de 30 años en esta maravillosa isla. Llegué en verano de1989, a principios de julio, y el viaje a la isla en aquellos momentos fue una aventura en lo personal y en lo logístico. En lo personal porque volaba por primera vez y además lo hice en un vuelo chárter nocturno, y pernoctando en Las Palmas, porque una de las cosas significativas de aquella época era que Fuerteventura sólo tenía dos vuelos a la península a la semana, ambos con la vieja compañía AVIACO, con lo cual no era fácil llegar a la isla. Incluso las conexiones con Gran canaria y Tenerife eran escasas. Corralejo, una localidad turística en el norte de la isla, que es donde me alojé inicialmente y donde residí unos años, estaba en plenas fiestas del Carmen. Era muy llamativo para mí ver que las calles estaban permanentemente llenas de gente, todos los días de la semana y prácticamente a todas horas, siempre con una vida bulliciosa en las calles y los

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negocios abiertos con un horario muy amplio, y eso era un cambio muy grande en relación con la vida que se contemplaba en mi Ferrol natal. Chocaba venir de una auténtica ciudad, en su día pujante y viva, que lamentablemente sufría las consecuencias de la crisis del sector naval y que iba hacia abajo, languideciendo, perdiendo población, y encontrarse con un núcleo turístico residencial en su día pequeño pero con una vitalidad y unas expectativas de desarrollo económico brutales y que se notaban, por supuesto, en el carácter de la gente, muy joven, festiva y emprendedora. No puedo dejar de hacer una breve referencia al viejo aeropuerto. Fuerteventura ha tenido históricamente tres aeropuertos. De aquella ya funcionaba la vieja terminal en la actual ocupación, pero era muy pequeñita. Ir al aeropuerto, lo que había que hacer con frecuencia casi semanal para desplazarse a las islas capitalinas, era algo absolutamente ágil, natural y sencillo, pues embarcar y desembarcar se hacía casi en familia porque se conocía y te conocía todo el mundo. No había el concepto de seguridad aeroportuaria que existe ahora ni muchísimo menos, y las instalaciones podrían calificarse para aquella época como un poquito rudimentarias pero muy acogedoras. Una de las cosas que llamaba la atención es que al ser la población de aquella época mucho más reducida, no recuerdo exactamente la cifra, pero deberíamos estar entre 25.000 y 30.000 habitantes en toda la isla, cuando ahora ya estamos en unos 116.000, según cifras oficiales, cuando viajabas, como la gente necesitaba enviar cosas a las otras islas y, como dije,

por razones de trabajo viajaba con frecuencia, la gente te utilizaba de correo, es decir, llegabas al aeropuerto, te pedían si podías llevar esto o lo otro al aeropuerto de Gran Canaria o Tenerife. Allí vendría fulanito o menganita a recogerlo y tú le decías que no conocías ni a quien enviaba ni al que recibiría, pero ellos te conocían a ti y todo el mundo te decía que tranquilo, que no pasaba absolutamente nada y no había por qué preocuparse, y era habitual llevar paquetes de desconocidos. En aquella época se estaba sufriendo la primera gran crisis de la construcción. Las miles de personas que habían venido a trabajar en la primera oleada de la construcción habían desaparecido y la cantidad de obras abandonadas a medio hacer era inmensa. Se podría decir, sin exagerar, que eran miles los apartamentos turísticos que se habían quedado a medio hacer, porque básicamente, sobre todo en el norte, la construcción está orientada más al sector apartamentos que al sector hotelero. Una de las razones era que la promoción de la edificación turística en aquella época no era una promoción profesional, sino que se agrupaban diversas personas con cierta capacidad económica desahogada para promover conjuntamente un edificio de apartamentos turísticos, porque ni siquiera se necesita hacer promoción turística o conocer los entresijos de la explotación turística. Había mucha demanda, tanto de gente de las otras islas como de la península, y sobre todo extranjeros, por pasar sus vacaciones en Fuerteventura, y se alquilaban a unos precios absolutamente desorbitados para aquella época,

amortizándose la inversión en muy pocos años. De hecho, como anécdota, comentar que dieciocho o veinte años después el precio seguía siendo el mismo, es decir, veinte años después ese precio aún daba beneficios, pero ahora razonables, aunque muchos los consideran escasos vistos los precedentes. Entonces, efectivamente, había un parón brutal de la construcción, y eso en parte aligeró un poco la presión de uno de los grandes problemas de aquella época que tenía la inmigración, y que era el acceder a la vivienda. No había prácticamente ninguna vivienda susceptible de alquiler de larga duración. Todos teníamos dificultades para encontrar vivienda porque la construcción, como decía, iba enfocada principalmente a la actividad turística, a los apartamentos turísticos. En mi caso eso tuvo ciertas ventajas iniciales, pues en aquella época, vivía en un apartamento turístico conviviendo con gente que estaba de vacaciones, con todos los servicios propios de un alojamiento turístico y cuando llegaba de trabajar tenía esa sensación de que estaba medio de vacaciones, conocías a mucha gente de un lado y de otro, y era pues un mundo muy dinámico, muy multicultural y muy activo, permanentemente, mañana, tarde y noche. En el ámbito de la administración pública había infinidad de curiosidades. La primera era la carencia prácticamente total y absoluta de funcionarios públicos, porque más del noventa por ciento de los empleados públicos habían accedido a un empleo público sin haber pasado jamás ningún proceso selectivo, una oposición, y ello porque no se convocaba ningún proceso selectivo que les permitiese acceder

regularmente. También es cierto que mucha gente no veía atractivo trabajar en la administración porque los sueldos eran mucho más pequeños que trabajar en la construcción o en el sector servicios. Uno de los retos que hubo que afrontar, y que se culminaron rápidamente en el norte y no tanto, en cambio, en el sur o en la zona centro de la isla, fue la pavimentación de calles. Muchas todavía eran de tierra o de arena, y lo habitual era la inexistencia de aceras, pues la inmensa mayoría de las calles estaban sólo con bordillos. El alumbrado público en el ámbito de los núcleos rurales por supuesto no existía, pero incluso en los núcleos consolidados tampoco y la red de abastecimiento de agua era muy deficitaria. Una de las cosas que más llamaban la atención era que el hábito tradicional de abrir el grifo y que saliera agua las veinticuatro horas del día no existía, porque salvo en núcleos y zonas muy contadas tenías que seguir haciendo acopio de agua en aljibes a base de camiones cisterna, aquí más conocido como cubas. Si te decían “hay que llamar a la cuba” quería decir que efectivamente te estabas quedando sin agua en el aljibe o que deberías tener la previsión de no quedarte sin ella. Otra de las singularidades que también llamaba mucho la atención de aquellos años noventa era el déficit de infraestructura comercial básica, pues sólo había un par de supermercados y su actividad comercial estaba orientada básicamente a la venta de tabaco y de licores, que por el tratamiento fiscal eran infinitamente más baratos que en península o en el extranjero, y los turistas se volcaban para llevárselos a sus países. Entonces no era fácil adquirir

productos básicos de alimentación, no había variedad ni cantidad y corrías el riesgo de quedarte sin ellos hasta que llegase el nuevo abastecimiento. En muchas ocasiones tenías que desplazarse a Puerto del Rosario, la capital de la isla, para conseguir hacer la compra de la semana y eso era complicado, porque quieras que no suponía un recorrido de casi ochenta kilómetros entre ida y vuelta simplemente para hacer la compra y a veces te encontrabas con que una buena parte de tu lista no eras capaz de conseguirlo. La llegada fue pues en una época de crisis de la construcción, de regreso a sus hogares de mucha gente, de muchas obras de edificación paradas, de falta de ingresos de los ayuntamientos y de muchas necesidades de infraestructura básica y era un reto enorme el que había por delante. Era un mundo muy singular, muy diferente, con muchas carencias, pero con una calidad de vida excepcional, gente muy acogedora, con una climatología y un entorno espectacular, siempre con mucha gente, con muchas actividades deportivas, todo con mucha calma y mucha tranquilidad y unos retos profesionales por delante enormes. Después ya vino la primera oleada de crecimiento brutal de la construcción y desarrollo turístico y el cambio fue drástico. El impulso a la construcción fue tremendo y la llegada de personas vinculadas al mundo de la construcción fue masiva. Había comenzado a prestar mis servicios inicialmente en el ayuntamiento de La Oliva, que era y es uno de los tres principales municipios turísticos de Fuerteventura, y también uno de los principales municipios turísticos de Canarias.

Curiosamente el fin de semana antes de mi llegada se publicaba en los periódicos locales una entrevista con el que era alcalde en aquel momento, en el que hablaba de la tramitación ya en fase final de las normas subsidiarias de planeamiento, un instrumento sucedáneo de lo que es un plan general de ordenación, y que tuve ocasión de hojear y cuando cayó en mis manos casi cojo el vuelo de regreso, porque se hablaba de que las normas subsidiarias preveían la posibilidad de la construcción de más de doscientos mil plazas turísticas sólo en ese municipio. Se culminó la tramitación de esas normas subsidiarias, que afortunadamente no alcanzaron esa cifra pero, aunque se quedaron mucho más cortas, desafortunadamente mantenían un modelo absolutamente desarrollista, exactamente igual que el que se planteaba en otras muchas normas urbanísticas y planes generales bajo la premisa de que las corporaciones locales deseaban clasificar mucho suelo para ver si alguno finalmente se desarrollaba y materializaba. Era un movimiento absolutamente especulativo y con el que se jugaba al azar con el desarrollo urbanístico para ver si efectivamente alguno se remataba, puesto que el objetivo de la mayoría de los propietarios de suelo no era jamás actuar como promotores sino como vendedores y conseguir que alguien comprara el suelo urbanizable para así obtener el beneficio, y luego aquí paz y después gloria, y nunca se planteaba cumplir las obligaciones legales de cesión, equidistribución y urbanización. Junto a eso, el otro reto era el que se ejecutasen las obras de urbanización de los sectores de suelo urbanizable ya en

marcha y concretamente el principal en la zona norte. Eran planes que venían muy de lejos, incluso de la vieja ley del suelo de 1956 y donde no se habían cumplido las obligaciones apuntadas de cesión, equidistribución y de urbanización, ni en un solo plan parcial en toda la isla y cuando se dice ni en uno solo, pues ni en uno solo, no es por exagerar. La gestión urbanística era algo a lo que nadie prestaba atención porque todo el mundo se volcaba en el planeamiento, no sólo en Fuerteventura sino en las otras islas y eso fue uno de los objetivos que se culminó. Después el gran reto profesional fue ya con la pronta incorporación al Cabildo insular, al asumir la dirección del Plan Insular de Ordenación de Fuerteventura, donde el objetivo que se planteó desde el primer momento fue precisamente el de desclasificar suelo urbanizable para evitar el riesgo de que se comenzase la urbanización o edificación descontrolada de esos suelos, prácticamente casi todos aislados, de tal manera que se fuese deteriorando y destruyendo el paisaje y que se fuese incrementando la demanda de infraestructuras que no teníamos. Fue un reto muy bonito, culminado con éxito, y hay que decir para que la gente entienda cuál era el reto, que se desclasificaron en todo el ámbito de la isla suelo urbanizable que hubiese posibilitado la construcción de casi 500.000 plazas turísticas, y lo más importante es que eso se consiguió a coste cero, es decir que a pesar de las demandas que sufrimos, la administración no tuvo que abonar ni un solo céntimo, de peseta en aquel momento ni después de euros,

en concepto de responsabilidad patrimonial, o sea, que fue un trabajo muy bien hecho frente a viento y marea. Gracias a aquello, Fuerteventura tiene un plan insular de ordenación del territorio y el primer plan de ordenación de los recursos naturales, que es una singularidad del planeamiento territorial canario. Va unido al plan insular y es el instrumento de ordenación de recursos naturales de mayor rango que contempla la legislación española, y eso fue también un logro enorme, ya que se preservó la inmensa mayoría del territorio insular como suelo de valor natural dominante. Es necesario ser plenamente consciente de la inmensa importancia que se le da al paisaje majorero, esta isla llana, canela, desértica, es de una belleza paisajística absolutamente espectacular, por su contraste de colores, de formas, sus aguas, y por esa luz especial que siempre tiene. Junto a ese reto, Canarias fue pionera en el proceso de la segunda descentralización, es decir, igual que el Estado cedió competencias a las comunidades autónomas, la comunidad autónoma de Canarias cedió a su vez muchas competencias a los Cabildos insulares, que tienen la singularidad de que son instituciones de la comunidad autónoma de Canarias a la vez que entidades locales, y por ello el cabildo insular sufrió un crecimiento competencial y de gestión espectacular. Eso supuso un esfuerzo profesional enorme por el aluvión competencial que sufrieron los Cábildos y más en un cabildo entonces relativamente pequeño como era el de Fuerteventura.

La población seguía creciendo, y no se consiguió acompasar la ejecución de las infraestructuras a un crecimiento demográfico enorme y desconocido en el resto de España hasta ya muy avanzado el siglo XXI. El reto de la vivienda se ha solventado en parte, pero también sigue habiendo un importante déficit de promoción de vivienda sujeta a algún régimen de protección oficial, aunque ya no es el drama para encontrar vivienda que podía haber en los años noventa y también es cierto que se ha visto bastante alterado el mercado otra vez en los últimos años como consecuencia del fenómeno de la llamada vivienda vacacional. En cuanto a los flujos migratorios el principal cambio que se produjo con el boom de la construcción es que muchas personas vinculadas a la edificación, aunque llegaron como oficiales o como capataces vieron la oportunidad de transformarse en emprendedores y se decidieron a montar su propia empresa y su propio negocio y en muy pocos años se dio esa gran transformación donde gente que había llegado como trabajadores por cuenta ajena, en muy poco tiempo tenían sus propias empresas y sus propias cuadrillas y trabajaban ya como constructores y como empresarios por cuenta propia. Pero no sólo eso, sino que visto el éxito que tenían en esa actividad empresarial, algunos de ellos se transformaron en promotores y se dedicaron a ejecutar y a llevar a cabo el diseño y ejecución de sus promociones. Eso posibilitó mucho la incorporación de nueva vivienda. Además toda esa gente

vinculada al mundo de la construcción se movía también en el ámbito de la venta y del alquiler y hacía muchísimo más factible el que la gente que llegaba a la isla a trabajar pudiera venir ya con una vivienda concertada y digna, y no en condiciones propias de otras épocas donde la gente de una obra pues prácticamente vivía en casetas que se promovían en la obra. Además de eso, en esa segunda oleada la diferencia era que en la primera venían normalmente sólo varones vinculados a la construcción, pero ahora ya venían familias enteras, puesto que tanto las mujeres como los hijos encontraban trabajo rápidamente en el mundo del turismo, de la hostelería y de la restauración. Con lo cual los núcleos familiares se fueron asentando y cambiaron totalmente las relaciones sociales, y algo que no se veía en los años ochenta y noventa se empezó a ver con mucha frecuencia, que era el matrimonio de gallegos o gallegas con majoreros/as o con alemanes/as, ingleses/as, etc. es decir el mestizaje con gente de otras culturas y de otros orígenes, con lo cual ese intercambio cultural se incrementó enormemente. Habían cambiado ya totalmente también las conexiones aéreas y eran frecuentes las conexiones ¡¡¡directas¡¡¡ con Galicia, hasta el punto de que hemos llegado a incorporar hasta cuatro vuelos semanales directos con Galicia, no durante todo el año pero sí en la época estival. Era frecuente incluso, en núcleos como el propio Corralejo, en barrios de Puerto del Rosario o en el paseo marítimo de Gran Tarajal o de Morro Jable que se oyera con frecuencia

hablar en gallego, y era también muy llamativo el que acudieras a establecimientos como los supermercados o bares y restaurantes y la gente que conocía tu origen optase por recibirte hablando en gallego. Fruto de esa transformación radical, mucha gente decidió asentarse definitivamente en Fuerteventura, frente al modelo tradicional de ahorrar todo lo que se pudiera para construir la casa en Galicia con el fin de retornar algún día. Los parámetros económicos, sobre todo salariales, en los que se movía la construcción eran absolutamente brutales y ni siquiera eran comparables lo que podía ganar el arquitecto o el aparejador de la obra con lo que podía ganar el solador, el alicatador o el encofrador, es decir, que el saldo era mucho más favorable a éstos, que se ganaban una verdadera “millonada” como ellos mismos decían, y eran preferible salarialmente el trabajo manual de la construcción al trabajo intelectual. Y en ese contexto es donde surge la figura de Xurxo Rodríguez porque la comunidad gallega no era una comunidad aglutinada. Era numéricamente muy importante pero estaba muy distribuida a lo largo de la isla, con muchas relaciones y vínculos entre ellos, pero no como una unidad ni con un sentimiento de comunidad cultural. Por eso su figura fue determinante para impulsar ese sentimiento sobre todo a través de programas radiofónicos que a la gente le gustaba mucho escuchar. Algunos inicialmente fueron íntegramente en gallego, y aparte de esa labor radiofónica, que era muy importante, había una labor

diaria que era mucho más importante, y que era la relación directa con muchos miembros de la comunidad gallega y con la población y las instituciones majoreras, para fomentar la interrelación y conocimiento entre ellos y para hacer efectivo ese sentimiento de origen común, de raíces comunes y a la vez de integración. Sin lugar a dudas hay un hito trascendental aparte de los programas de radio, de tertulias, de encuentros que dirigió, que fueron docenas, fue la gestión que, junto a otros personajes relevantes como Joaquin Gayoso, hizo para la colocación del cruceiro que esculpió la Escola de canteiros de Poio. Sin lugar a dudas aquello fue un éxito tremendo en todos los sentidos, pero sobre todo para propiciar el hermanamiento y la integración de la comunidad gallega en la sociedad majorera. Aquella colocación del cruceiro fue de una emotividad tremenda. Creo que quizás fue el punto definitivo para que se consolidasen posteriormente otras iniciativas vinculadas a la comunidad gallega en Fuerteventura como la celebración del día de Santiago. También muy emotivos y enriquecedores fueron los encuentros, propiciados por Xurxo, con la colectividad argentina en particular y latina en general, magníficamente representadas por Nancy Mateo, Presidenta de Casa Argentina, habiendo tenido ocasión de participar de alguna tertulia promovida por ella y poder así palpar el sentimiento profundo de hermandad que nace entre los pueblos que sufren el fenómeno migratorio, debiendo entender el término “sufrir ” no en sentido negativo ni mucho menos, sino en el sentido de que es una experiencia muy personal,

muy determinante de la forma de afrontar y entender la vida, y que si no se vive no es fácil de entender. Fue siempre una magnífica anfitriona de estos encuentros interculturales. En el ámbito cultural la realidad de Fuerteventura es esa, una mezcla inmensa de múltiples culturas, lo cual enriquece muchísimo la vida en la isla. Eso pone de manifiesto que efectivamente tiene que haber una convivencia y una integración de culturas entre toda la población residente, donde hoy en día la población nativa es minoritaria frente a la llegada de gente de otros países. Hoy por ejemplo, en pleno siglo XXI, la pujanza la comunidad italiana es enorme, igual que la presencia alemana en la zona sur o la inglesa en la costa de Antigua. También destacar la gran vinculación de Xurxo Rodríguez con todos los cargos públicos y las diferentes formaciones políticas de la isla, con ese talante conciliador y dialogante que le permitía una relación muy fluida con todas las fuerzas políticas, fueran del signo que fueran, y eso repercutía no en favor propio sino fundamentalmente en favor de la comunidad gallega, que tenía un canal de interlocución con las instituciones y que a través de él pues podía hacer llegar sus demandas y sus necesidades. Así, la comunidad gallega tenía una presencia en las instituciones y la vida pública, de la que hasta esos momentos carecía por lo que antes apuntaba de esa dispersión, de esa falta de conciencia de comunidad, de esa conciencia colectiva, integrando ahora a personas que antes

ni se sentían vinculadas a la isla ni tenían ganas de vincularse pues se sentían de paso o casi de prestado. Y tuvo también otra aspecto muy positivo que ya había empezado a surgir fruto de esas relaciones y de esos lazos y vínculos familiares entre la población gallega y la población residente en Fuerteventura, majoreros, alemanes, franceses, italianos, etc. que fue el incremento exponencial de las visitas de la gente de Fuerteventura hacia Galicia. Es decir, se hizo una promoción turística a la inversa. Personalmente tengo que decir que una de las cosas de las que me encuentro más satisfecho y que más me emocionan es las ocasiones en las que tuve la oportunidad de llevar a grupos de majoreros a ver la rapa das bestas, unas en A Capelada en San Andrés de Teixido, y las últimas en Mondoñedo y tengo que decir que espero, deseo y casi exijo que se recupere la de A Capelada, porque sinceramente es un recurso cultural y patrimonial excepcional y representativo de la cultura gallega que no se puede perder por nada del mundo. Ver a los isleños disfrutar de ese espectáculo y emocionarse con ellos y ellas ha sido siempre un auténtico regalo, al igual que viajes que hemos organizado con motivo del Xacobeo o simplemente por el mero hecho de visitar Galicia, que siempre merece la pena, en cualquier época del año, pues nada más cierto que en cualquier lugar de Galicia la lluvia es arte, aunque en mi Santiago de Compostela estudiantil más aún. Hay que decir también que varios municipios de la isla destacaron mucho en la relación con Galicia, sobre todo

Antigua y Pájara, especialmente con ocasión del drama del Prestige. Fueron centenares los voluntarios majoreros canalizados, entre otros, por Xurxo rodríguez, que fletaron incluso un vuelo chárter completo desde aquí para ayudar a la gente del litoral gallego. Sin duda, hay que decir que los vínculos que se generaron fueron muy importantes y en esa labor estuvo muy presente la figura de Xurxo. En fin, describir lo que Fuerteventura representa para el fenómeno migratorio gallego es un verdadero reto y sólo puedo decir que afortunadamente ese viejo dicho majorero de que “En Fuerteventura se entra llorando y se sale llorando” ya no es verdad en cuanto a la entrada se refiere, pues hoy por hoy su paisaje sigue imponiendo, pero no tiene ninguna de las carencias de antaño y, en cambio, si es verdad que acoge y atrae de una manera especial y es muy difícil sustraerse a sus encantos y muy fácil enraizar en ella. Miguel A. Rodríguez Martínez

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