Más Jazz 45

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nº 45 · 2018 · 6€

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Corey Harris,

aferrado a la raíz. CORY HENRY - VALENTÍ MOYA - PATAX & RUBEM DANTAS MULATU ASTATKE - UNDERPOOL - BILBAÍNA JAZZ CLUB - OGUN AFROBEAT - JAZZ CUBANO FESTIVALES...


nº 45 · 2018

Sumario EL ORIGEN. Pag. 2 CORY HENRY, DE NIÑO PRODIGIO A REFERENTE DEL HAMMOND. Pag. 4

VALENTÍ MOYA, REVITALIZANDO UN CLÁSICO DESDE LO GENUINO. Pag. 8 AMÉRICA, JAZZ, ÁFRICA. Pag. 14 MULATU ASTATKE, EL EMBRUJO DEL ETHIOJAZZ. Pag. 17 OGUN AFROBEAT, EL LATIDO DE NIGERIA EN ESPAÑA. Pag. 22 COREY HARRIS, AFERRADO A LA RAÍZ. Pag. 25 DE VUELTA AL JAZZ CUBANO. Pag. 29 DIÁLOGOS: RUBEM DANTAS & JORGE PÉREZ “PATAX”. Pag. 36 UNDERPOOL, LA DISCOGRÁFICA DE LAS IDEAS. Pag. 49 TEMPLOS DEL JAZZ: BILBAÍNA JAZZ CLUB. Pag. 54 LECCIÓN MAGISTRAL: YUVISNEY AGUILAR Y LA PERCUSIÓN. Pag. 58 CINE & LIBROS: DOCUMENTACIÓN PARA EL JAZZ CUBANO. Pag. 61

MásJAZZ es una publicación editada por: Orfeo Ediciones Tel. 91 351 02 53 www.orfeoed.com/ gerencia@orfeoed.com

Redacción Miguel Valenciano direccion.masjazz@orfeoed.com Jaime Bajo Julián Ruesga Patxi Tapiz Subdirector Joan Carles Abelenda Jaime Bajo Director Miguel Valenciano

Jefa de Redacción Susana Castro

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www.masjazzdigital.com Fotografía Ana Angoloti Íñigo de Amescua Inés Azagra Gorka Reino Elena Lenguas Pepe Casaro César Lucas Abreu

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El Origen por Miguel Valenciano El huevo o la gallina o, en este caso, la semilla o el árbol. Para despejar el abrupto desconcierto inicial, digamos que el jazz es una rama con bifurcaciones propias y que, a su vez, proviene de un tronco a cuyas raíces nos proponemos acercarnos en este nº45 de Más Jazz. En esta búsqueda, que quizás esté predestinada a no terminar jamás, cualquier haz de luz que nos ayude a conocer retrospectivamente la historia cultural que nos define y nos conecta, es un pequeño tesoro que a los amantes de la música nos eriza la piel, cual arqueólogos del sonido más ancestral. Es una fortuna poder ser testigos de cómo, de manera natural, la música se vierte como catalizadora, haciendo las veces de sinapsis entre focos culturales tan dispares y lejanos, a la vez que similares en su esencia, como Nueva York, Etiopía, Virginia, Madrid, Barcelona, Lagos, Kingston, Cuba, Brooklyn, Colombia... Estas ciudades acogen, o lo han hecho, a los artistas que protagonizan esta edición de nuestro pequeño escaparate del mundo. Afortunadamente, siempre tendremos de qué hablar, y cualquier revisión arroja nuevos datos, perspectivas históricas y musicales, así que hoy dedicamos nuestra atención a artistas veteranos más que consagrados como Mulatu Astatke, Rubem Dantas o Corey Harris. Es importante no olvidar que lo ya hecho sólo adquiere verdadero significado una vez barnizado por la perspectiva del tiempo, y por eso cualquier legado alcanza su auténtica trascendencia cuando transforma a las generaciones siguientes. Estas terminan por apropiárselo y redefinirlo, en este círculo infinito (salvo que el planeta diga “basta”) que es la vida, y así su historia. Para transmitir ese legado invitamos a nuevas, y no tanto, generaciones de músicos, cultivados en todos los rincones del mundo, como Akinsola Elegdebe, Jorge “Patax”, Yuvisney Aguilar (nominado recientemente a los Grammy), Valentí Moya, y el omnipresente Cory Henry, al que próximamente veremos mucho por nuestro país. Blues, Jazz, Afrobeat, Ethiojazz, Latin... son sesgos y, aunque tienen la utilidad de orientarnos para elegir escuchar esto o aquello, si escarbamos encontramos que separar lo uno de lo otro es posible sólo hasta un punto en el cual, rendidos, comprobamos que todo converge. Casi siempre, y sin remedio, ese origen nos conduce a África, su cultura, su historia, sus dramas, sus secretos y, sobre todo, su riqueza. Si en lo material siempre ha sido el caramelo de los déspotas, saqueadores y oportunistas que la han exprimido, en lo cultural sigue siendo un foco de sabiduría y arte por descubrir. Y, por extensión, todo aquello que se ha nutrido de la Madre África, ha amplificado y enriquecido su herencia, tomando formas diferentes en Puerto Rico, Portugal, EEUU o Cuba. A la joya caribeña le reservamos un lugar preferencial en esta ocasión, no hace falta justificar por qué, ya que es un punto neurálgico en la historia del jazz. Nosotros hemos disfrutado uniendo algunas de las piezas, así que deseamos que inicien y disfruten este viaje, que ni mucho menos termina aquí. Volveremos las veces que haga falta, siempre atentos a lo que el camino nos muestre, para hacer de este legado algo propio, de todos, y ser quienes lo transmitan a los futuros dueños y dueñas del mundo.

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© Íñigo de Amescua

Se ha escrito que comenzaste a tocar tanto piano como órgano cuando tenías tan sólo un par de años, estando, de algún modo, predestinado a convertirte en músico profesional desde tus primeros pasos en la vida. ¿Existe algún tipo de antecedente musical en tu familia? ¿Quién te proporcionó la primera oportunidad de tocar el piano? Mi madre tocaba unos cuantos instrumentos. También lideraba el coro de la iglesia familiar a la que solíamos asistir. Se estaba preparando para enseñar una canción en el coro y estaba aprendiéndose sus partes en casa, y creo recordar que yo imitaba a una edad muy temprana algunas de las notas que ella estaba interpretando. Debió percatarse de que estaba interesado en la música de –4–

algún modo, y me enseñó mi primera canción, Amazing grace, cuando tenía tres años. Apenas tres o cuatro años después se produce tu debut en el Apollo Theatre de Nueva York, un lugar emblemático en el que algunos artistas no consiguen actuar hasta que alcanzan un cierto estatus en el negocio musical. Pese a que eras realmente joven, ¿qué recuerdos conservas de aquella experiencia? Recuerdo que llevamos mi órgano –creo que era un órgano 8100–, lo introdujimos en la furgoneta de mi abuelo y él lo montó allí. Recuerdo el ensayo y estar un tiempo con Ray Chew, que era el maestro de ceremonias de la banda. Y


Cory Henry,

de niño prodigio a referente del Hammond por Jaime Bajo

Pese a contar con apenas treinta años –veintiocho de ellos al frente de un piano–, el neoyorquino afincado en Brooklyn tiene los fundamentos suficientes para erigirse en un organista del que, en unos años, todos nos enorgullezcamos por haber podido disfrutar en directo. Tiene el bagaje de haber acompañado, con solvencia, a contrastados artistas como The Roots, Kenny Garrett –su mentor– o Bruce Springsteen, y una sobrada capacidad intuitiva para aportar un sonido genuino, como hacen correligionarios suyos en el jazz de vanguardia como Robert Glasper o Gabriel Garzón–Montano. Si bien aún parece no tener un horizonte claro, auguramos en él un amplio margen de evolución y un futuro espléndido. recuerdo a un montón de personas gritando. Era la Apollo Amateur Hour, al final del espectáculo evaluaban a cada concursante y, básicamente, era el público quien juzgaba a los participantes. Tuve ocasión de ganar dos de las tres veces, a la tercera se la llevó otro concursante y tuve que olvidarme. Ojalá hubiera ganado esa también. Soy un mal perdedor, un gran competidor. Pese a ser tan joven aún, has girado y/o grabado para artistas de la talla de The Roots, Bruce Springsteen, Diddy o Boys II Men, entre muchos otros. ¿Es sencillo, para un músico, adaptarse a propuestas que difieren tanto entre sí? No, no para mí. Me siento privilegiado por la oportunidad de tocar diferentes estilos de música y que estas personas confíen en mí para aportar mi parte a su directo. Creo que he crecido en una cultura, especialmente en la comunidad del góspel, en la que la música no estaba definida

como una sola cosa: he tenido ocasión de tocar géneros muy distintos y, una vez convertido en profesional, tomo las cosas según vienen. Hago lo que sea necesario para el trabajo y, simplemente, funciona. ¿Encuentras algunos repertorios o estilos más complicados de interpretar que otros? No, todo es música, sólo depende de la canción. En unas ocasiones es difícil y en otras ocasiones no. Depende de qué artista se trate y de cuál sea la situación. O, en otras palabras, ¿te sientes más cómodo interpretando algunos estilos que otros? Supongo que sí, que me siento más cómodo tocando mi música, que es soul y funk. Esos son los más sencillos porque son míos y más asequibles que tocar la música de otras personas, porque no quiero aprenderme la música de nadie más en este momento, en este punto con-

Entrevista · Cory Henry –5–


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Valentí Moya,

revitalizando un clásico desde lo genuino por Miguel Valenciano

El guitarrista, compositor y productor catalán, salta a primera línea con un trabajo exquisito en el que revive dos pájaros de un tiro: por un lado, reinterpreta clásicos de Thelonious Monk y, por otro, lo hace en clave de jazz manouche, un subgénero grande en la historia del jazz, del que últimamente no recibimos noticias tan a menudo. Ayudados de su humilde saber, nos acercamos a esta música a través de los ojos y oídos de Valentí, quien además pudo disfrutar de compartir la gestación del proyecto, impulsado por Hans Kusters Music, con Theloniuous Sphere Monk, baterista e hijo del legendario pianista, que participa en 4 de los cortes de este Jazz Manouche Connection

Entrevista · Valentí Moya

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América, jazz, África por Julián Ruesga Al definir un género musical mediante la abstracción de sus rasgos formales, casi siempre se tiende a separar esa música de la historia en la que se fraguó, de las búsquedas y hallazgos, encuentros y mezclas en las que cristalizó; ignorándose tanto las prácticas musicales heterodoxas que están en su base, como los distintos procesos que provocaron transformaciones de su uso y función a lo largo del tiempo. Habría que ser prudentes y no aplicar esquemas muy generales y mecánicos que descuiden la propia historia de los géneros, el rol de la creatividad individual de los músicos y la interacción con las audiencias, la base social en la que se sustenta. Ante todo, no perder de vista cómo la perspicacia de algunos músicos les permite desarrollar ideas creativas, más allá de lo que les viene dado, y articular nuevas sonoridades que rompen y amplían los límites formales que, desde fuera, tienden a encajonar y reglamentar los diferentes géneros. La implicación directa de muchos músicos afronorteamericanos de jazz en los conflictos generados por la segregación racial en Estados Unidos, entre las décadas de 1950 y 1960, despertó en ellos el interés por acercarse a las raíces africanas de la de la cultura negra estadounidense. El Movimiento por los Derechos Civiles fue una larga lucha no-violenta de los ciudadanos afronorteamericanos por el pleno acceso a los derechos civiles y la igualdad ante la ley. Afirmar el origen africano de la comunidad y la cultura negra norteamericana, frente a la cultura blanca occidental, fue una forma de enraizamiento étnico y cultural, de autoafirmación identitaria, que también se manifestó en su música. Muchos de los músicos de jazz que se interesaron por la música y percusiones afrocubanas lo hicieron atraídos por su fuerte componente africano. La música afrocubana no fue vista como una exótica música tropical para turistas: estaba más cerca de África que el jazz norteamericano. En plena -14-

efervescencia del Movimiento por los Derechos Civiles –un momento de alta tensión racial y social– mirar hacia África era una forma de posicionamiento político y autoafirmación para muchos músicos afronorteamericanos. Muchos músicos de jazz se hicieron miembros de la Nation of Islam y cambiaron sus nombres por otros de origen musulmán. En ese momento, la atracción hacia las músicas de culturas no occidentales representó un gesto de identificación y solidaridad hacia culturas que habían estado subordinadas al poder colonial, occidental y blanco, y que, como la cultura negra norteamericana, habían sido rechazadas y desvalorizadas como “primitivas” y “salvajes” –en la década de 1960 diecisiete países africanos lograron la independencia, un tercio del total de los actuales estados africanos–. Las luchas anticoloniales y la posterior independencia de las colonias africanas, y en general del entonces llamado Tercer Mundo, fueron seguidas con atención por los activistas negros. Un papel relevante lo jugó el proceso de independencia de India y la figura de Mohandas/Mahatma Gandhi, como símbolo del anticolonialismo y la resistencia pacífica. Se convirtió en un modelo y referente muy importante para las organizaciones del Movimiento por los Derechos Civiles de los afronorteamericanos. La resistencia pacífica llegó a ser su principal estrategia junto a las manifestaciones masivas. Espiritualidad, desobediencia civil, raza y libertad eran ideas firmemente repetidas en los discursos del Movimiento por los Derechos Civiles en los años 60, lo que se reflejó en el mundo del jazz norteamericano. Si el rol y la autopercepción de los músicos de jazz había cambiado con la generación del bop –pasando de sentirse intérpretes a reconocerse creadores–, la efervescencia


Mulatu Atatke, el embrujo del ethiojazz por Jaime Bajo (fotografías de Inés Azagra)

Mulatu tiene la virtud de recordarnos nuestros orígenes africanos, por mucho que tratemos de enmascararlos. Desde un punto de vista antropológico, pero también de la pulsión rítmica, del latido del corazón. Y lo hace con la destreza del demiurgo que, además de componer piezas tan cautivadoras como “Yègellé tezeta” -que Jim Jarmusch incluyera en la B.S.O. de “Broken Flowers”, catapultándola a un cierto estatus global-, es capaz de desenvolverse con soltura en el vibráfono, el piano, el contrabajo o cualquier otro instrumento de percusión. Mulatu sigue ejerciendo como el más insigne embajador del ethiojazz y lo más recomendable, en su presencia, es dejarse embriagar por el embrujo del mago etíope. Entrevista · Mulatu Astatke

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Ogun Afrobeat,

el latido de Nigeria en España por Jaime Bajo (fotografías de César Lucas Abreu) Además de un músico prolijo, Fela Anikulapo Kuti, “El Presidente Negro”, era un militante comprometido con la liberación del pueblo africano y precursor de un género musical que, con el paso del tiempo, ha terminado asociándose de manera irremediable a su figura: el afrobeat -literalmente el latido de África-. Muchas son las bandas que han seguido el camino por él emprendido, y entre ellas se encuentra Ogun Afrobeat, la formación liderada por el baterista nigeriano Akinsola Elegbede Onasanya, a quien también hemos podido disfrutar en estos últimos años formando parte de proyectos afincados en Madrid como Sinouj (jazz afro-mediterráneo, cuatro álbumes –uno en directo–) o Cosmosoul (nu soul, tres álbumes). Su segundo larga duración, Koko Iroyin, se aleja de la ortodoxia del género con el fin de sondear puntos de encuentro con personas afines y géneros como el rock, la tradición del Magreb o la herencia cultural latinoamericana. La música sigue su curso y la hibridación garantiza este avance. Cuando hablamos de afrobeat, todo el mundo tiende a referirse a Fela Kuti, pero el claro referente vivo del género es su baterista Tony Allen, sin el que, en palabras del propio Fela, “no existiría el afrobeat”. ¿Qué innovaciones introdujo Tony y cuál fue su rol en el desarrollo de este género?

En efecto, el papel de Tony Allen en el desarrollo del afrobeat es fundamental, como creador de la mayor parte de los ritmos característicos del estilo. Su labor era la de recopilar ritmos africanos y mezclarlos con -22-

estilos como el funk o el rock para crear bases absolutamente originales, que son la esencia del afrobeat. ¿Qué influencia ejerce en ti, Akin, como baterista líder de la banda?

La influencia de Tony en mi estilo es muy grande: es uno de los bateristas de referencia al que llevo toda la vida escuchando, analizando y disfrutando.

Uno de los elementos que definen el afrobeat como banda sonora de Nigeria es la


Corey Harris, aferrado a la raíz

por Miguel Valenciano (fotografías de Ana Angoloti)

El bluesman, originario de Denver (Colorado, 1969), es uno de los más autorizados transmisores del blues del Delta y su legado. Como hemos conocido a través de su discografía, Harris representa la búsqueda de la raíz, casi un escribano de la historia del blues, sus músicas derivadas y la historia de la diáspora africana. A través de su profunda voz y el sonido crudo de su guitarra, Corey Harris nos habla de su conexión con África, continente que considera su verdadera nación, y cuya cultura lleva años estudiando para convertirse en un griot moderno, consciente de su papel como transmisor de la tradición y la cultura de sus antepasados y sus hermanos africanos. Nos dejamos envolver por su serena energía para adentrarnos en ese viaje a la raíz, musical y vital, rebosante de sabiduría. Entrevista · Corey Harris -25-



De vuelta al jazz cubano por Julián Ruesga Nunca está de más volver al jazz cubano. La calidad y número de sus músicos hace que siempre haya algo nuevo que decir o anunciar sobre su música, o sobre el sugestivo espacio cultural que esta genera. Por ejemplo, en 2016 la UNESCO designó a la ciudad de La Habana como anfitriona y sede del Día Internacional del Jazz. Durante todos los días de la semana previos al domingo 30 de Abril, y en diferentes espacios de la capital cubana, se realizaron conciertos, clases magistrales, presentaciones de libros y discos, conferencias, etc. Como cierre de la celebración tuvo lugar un macroconcierto en el Gran Teatro de La Habana, encabezado por los pianistas Herbie Hancock y Chucho Valdés. El concierto fue retransmitido en directo por varios canales internacionales de televisión y contó con la participación de más de cincuenta músicos de diferentes países. Estuvieron presentes los cubanos Gonzalo Rubalcaba, Orlando Valle, Pancho Amat, Yasek Manzano, Harold López-Nussa, Adel González, Eduardo Sandoval, Alexander Abreu, Julito Padrón, Carlos Millares, Roberto Fonseca, Bobby Carcassés, William Roblejo, Yaroldy Abreu y Héctor Quintana; mientras la parte internacional la integraron, entre muchos otros, Quincy Jones, Cassandra Wilson, Esperanza Spalding, Regina Carter (EUA), Melissa Aldana (Chile), Antonio Sánchez (México), Marc Antoine (Francia), Ivan Lins (Brasil), Till Bronner (Alemania), Richard Bona (Camerun), Takuya Kuroda (Japón), Igor Butman (Rusia) y A Bu (China). No hace falta decir que La Habana fue una fiesta. -30-


Underpool:

la discográfica de las ideas por Juan Carlos Abelenda

Creado en el año 2013, el sello discográfico independiente barcelonés Underpool Records, tiene como fuente principal de trabajo el jazz y las músicas improvisadas. Así mismo desarrollan y trabajan con la idea de distribuir música de artistas locales, así como la posibilidad de producir los discos de los mismos, de forma independiente. El sello discográfico apuesta de manera decidida por las producciones propias, para lo que han creado una serie de álbumes en volúmenes (en la actualidad ya han publicado el número cinco). En ellos se invita a músicos a una sesión de estudio y graban sus composiciones, escritas para la ocasión. Sergi Felipe y Pep Mula nos explican, a través de una distendida entrevista, el laboratorio de ideas en que se está convirtiendo Underpool Records.

Como responsables del sello discográfico Underpool, ¿cuál fue la principal idea y motivación con que se creó el mismo? Sergi Felipe (S.P.): El proyecto empezó en el año 2013 como consecuencia de la creación de un estudio de grabación para grabar jazz. A medida que iba grabando me di cuenta de que iba creciendo en mí el gusto por publicar estas grabaciones, e incluso producir material que estaba llevando a cabo. A ello se han sumado diversas ideas y plataformas, para llevarlas a cabo: publicación de CD, conciertos y sesiones de grabación... y todo ello con el objetivo primordial de promocionar la música improvisada realizada por músicos locales. Pep Mula (P.M.): Visto ahora parece tener sentido, pero todo es mucho más natural, debido a que muEntrevista · Underpool -49-


Templos del jazz. por Miguel Valenciano (fotografías de Gorka Reino) BILBAÍNA JAZZ CLUB Apertura: 1991 Dirección: Nafarroa Kalea, 1, 48001 Bilbo, Bizkaia Web: www.bilbainajazzclub.org Continuamos con nuestro recorrido por los diferentes circuitos locales y sus principales referentes. En esta ocasión, nos acercamos hasta el País Vasco, donde tienen lugar algunos de los principales festivales de jazz en España y Europa, como son el Heineken Jazzaldia de Donosti, Vitoria-Gasteiz y Getxo. ¿Cómo funciona durante el año la escena de clubes en una región con eventos tan señalados en la temporada estival? Para arrojar un poco de luz, conversamos con Carlos Gracia, músico (al que todo el mundo conoce como Tato) y parte del equipo gestor de La Bilbaína Jazz Club, junto a Gorka Reino. Para aproximarnos a su figura, Tato nos confiesa que “soy bajista de jazz, pero con todo esto de la programación de la Bilbaína, entre otras cosas, he dejado la música a un lado. Sigo tocando como hobby, pero no de manera profesional”. Es difícil encontrar músicos que hayan renunciado a los focos para trabajar, desde la sombra, en la consolidación de uno de los pilares de esto que llamamos “circuito del jazz”: los clubes. Como venimos insistiendo, en el jazz (casi como en cualquier otro género), hay un prolífico crecimiento asociado a

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festivales y grandes eventos, en los que los aficionados o curiosos encuentran la oportunidad de conocer o reencontrarse, de manera muy concentrada, con multitud de los más reconocidos músicos nacionales e internacionales. Esta prosperidad no entra en conflicto, pero sí contrasta con el ejercicio de supervivencia constante al que se exponen los pequeños y medianos promotores, aquellos que, sin apenas apoyo institucional (cuando no todo lo contrario), sacan adelante conciertos durante todo el año, ofreciendo un lugar donde escuchar de cerca y casi hasta poder oler, a todo tipo de músicos: aquellos ya consagrados cuyo prestigio y trayectoria deberían valer para llenar cualquier recinto, y a esos otros cuyo talento es evidente, pero cuya trascendencia mediática está aún por consolidarse. En este difícil equilibrio, contra viento y marea, continúa en pie el Bilbaína Jazz Club (BJC) desde hace 27 años: “el proyecto nace en 1991. Yo conocía el club cuando empezó, cuando yo era músico. En aquel contexto hay una figura muy importante, la de Pio Lindegaard, que era un cónsul danés con una colección de discos increíble y un programa de radio, Batería y Contrabajo, en los años ´60. Entorno a él había un grupo de gente, aficionados al jazz de toda la vida que se movían por lugares como La Casa delLloco, Poxpolo, Internexo, donde se venía haciendo jazz desde finales de los ´70. Terminaron para asociarse y comenzaron en el edificio de La Bilbaína, un edificio de la aris-


Lección magistral.

Yuvisney Aguilar y la percusión Nombre del músico: Yuvisney Aguilar Rojas. Lugar de procedencia: Nací en un pequeño pueblo tabacalero llamado San Luis, en la provincia de Pinar del Río, Cuba (1981). Formación musical: Me gradué de nivel medio-superior profesional en la especialidad de percusión en el año 2001, y entre 2002 y 2006 participé en varios seminarios de percusión afrocubana impartidos por el prestigioso maestro Lázaro Pedroso en el Instituto Superior de Arte (I.S.A.) de La Habana. Instrumento: Como la mayoría de los músicos cubanos, mi formación está basada en la percusión clásica, pero me especialicé en el multi-set de percusión popular formado principalmente por tres congas (quinto, conga y tumbadora), bongó, timbales, tres tambores batá (Iyá, Itótele y Okónkolo), cajón flamenco y percusión menor, logrando así un set lleno de diferentes timbres y colores. Proyectos musicales en que participa: He tenido el privilegio de colaborar con importantes artistas como Paquito D’ Rivera, Richard Bona, Chuck Loeb, David Murray… Y actualmente tengo también el honor de trabajar con Orishas, Pepe Rivero, Iván “Melón” Lewis, Café Quijano, CMQ Big Band, entre otros. Sin embargo, la mayor satisfacción me ha llegado de mi propio proyecto llamado Yuvisney Aguilar & Afro Cuban Jazz Quartet, con el cual he sido nominado recientemente a los Latin Grammy Awards 2017 con mi primer disco Piango, Piango (Paso a Paso) como Mejor Álbum Folklórico.

1. Apuntes históricos sobre la percusión: La percusión cubana es muy rica y diversa; necesitaría un libro completo para hablar de ella. Aquí me limitaré a hablar del instrumento que para mí engloba la base y la esencia afro cubana: los tambores batá. Según Fernando Ortiz (antropólogo cubano), llegaron a Cuba provenientes de Nigeria a principios del siglo XIX traídos por la etnia Yoruba. Estos tambores son principalmente de carácter religioso y son usados en los rituales de santería. Concretamente en la “Regla de Ocha”. Son tres tambores cilíndricos con forma de reloj de arena, cada uno de diferente tamaño y con membranas a cada lado –una más grande que la otra–, con una ri-58-

quísima polirritmia y un lenguaje único. Dice la leyenda que este lenguaje era usado por los esclavos como un telégrafo para comunicarse en secreto sin que sus amos blancos se enterasen de lo que podría acontecer. Reconocidos grupos cubanos como Irakere (Chucho Valdés), Afro-Cuba o Síntesis, mezclaron la esencia de estos tambores con la música popular, el jazz, el funk, etc., sacándolos así de su recinto religioso y mostrándolos al mundo. 2. Referentes en la percusión: Mis percusionistas referentes son, principalmente, Trilok Gurtu, José Luis “Changuito” Quintana, Nana Vasconcelos, Miguel “Angá” Díaz, Zakir Hussain, Tito


Cine y libros. El jazz cubano también está bien documentado en diferentes filmes dirigidos por realizadores cubanos. El más reciente es el documental Manteca, mondongo y bacalao con pan, una mirada al jazz cubano (2009) del realizador cubano Pavel Giroud. El film recorre el transcurso del jazz afrocubano de la mano de Chucho Valdés, desde la Orquesta Cubana de Música Moderna a Irakere, y aporta los testimonios de tres generaciones de sus músicos más representativos: Frank Emilio, Emiliano Salvador, Bobby Carcassés, Leonardo Acosta, Gonzalo Rubalcaba, Orlando Valle “Maraca” y otros músicos están presentes en el documental. Anteriormente, en 1986, Bernabé Hernández, grabó en uno de los Festivales Jazz Plaza, el corto documental de 30 minutos, ¿Latin Jazz o Música Cubana?, donde músicos de diferentes generaciones, como Armando Romeu, Gonzalo Rubalcaba y Oriente López entre otros, responden a la pregunta que da título al documental. Un film importante que muestra parte de la escena jazzística cubana de la segunda mitad de los años 80, con la presencia de músicos como Ernán López-Nussa, Fernand “Teo” Calveiro, Pablo Menéndez, Lucía Huergo y Oscar Valdés. Es obligado citar también el documental de 1995, Yo soy del Son a la Salsa, del director cubano Rigoberto López y guión del mismo director y Leopoldo Padura. Absolutamente recomendable la visualización de este documental, de una hora y media de duración, para quién esté interesado en la formación del jazz latino en Nueva York. Hay varios documentales dedicados monográficamente a músicos y formaciones de jazz cubanos. En 1987, la directora Rebeca Chávez, realizó el documental Buscando a Chano Pozo, una biografía del mítico músico cubano Luciano “Chano” Pozo. El film, en blanco y negro, es una investigación audiovisual que trata de conocer y mostrar tanto el lado humano como el musical del percusionista cubano. En 1987 aún vivían muchos coetáneos suyos, cuyos testimonios constituyen un inestimable material documental para conocer de cerca la vida de Chano Pozo. Entre los músicos que aparecen están Niño Rivera y Tata Güines, dos mitos en la historia del jazz cubano. También la directora Ileana Rodriguez Pelegrin realizó en 2005 un documental dedicado a la vida y obra de “Chano” Pozo, El legado de Chano Pozo, (en <https://www.youtube.com/watch?v=_ kdxIVGahBc>) un documental en torno a su vida, -64-

obra y leyenda: desde su infancia en los solares de La Habana vieja hasta sus últimos días en Nueva York. Una hora de nuevas y antiguas grabaciones musicales, fotos, vídeos y entrevistas con músicos, parientes y amigos que incluye una entrevista de archivo con Dizzy Gillespie en la que habla de su relación con el percusionista cubano. El documentalista José Limeres, pionero de los cortos musicales en el cine cubano, realizó en 1967 el corto Orquesta Cubana de Música Moderna en el que se puede ver tocar juntos a músicos cubanos de diferentes generaciones. Aparecen Guillermo Barreto, Armando Romeu, Leonardo Timor, Pucho Escalante, Manuel “Guajiro” Mirabal, Paquito D’Rivera, Oscar Valdés, Enrique Pla, Cachaíto López, Juan Pablo Torres y Chucho Valdés. Esteban Insausti dedica en 2002 el documental Las manos y el ángel a otro ícono del jazz cubano: Emiliano Salvador. Un recorrido fílmico por la vida, obra y legado del pianista. Pavel Giroud, en 2005, realizó el documental Amor y piano. Homenaje a Frank Emilio, dedicado al pianista cubano Frank Emilio Flynn. Candido-Manos de Fuego, es un documental de 68 minutos, dirigido por Iván Acosta en 2006, que a través de conversaciones, presentaciones y diferentes testimonios muestra la contribución del percusionista Candido Camero al mundo de la música cubana, al jazz norteamericano y al jazz latino (en <https://www.youtube.com/watch?v=Sp9yXBhNSyc>). Por su parte, el realizador cubano-americano Carlos Carcas, dedicó a la vida y obra de Bebo Valdés el logradísimo y muy recomendable documental Old Man Bebo (en <https://www.youtube.com/watch?v=QLYU7VN1WWU>). Finalmente presentar un documental estrenado en 2015, Playing Lecuona, dirigido por Pavel Giroud y Juan Manuel Villar Betancort, un homenaje al pianista y compositor cubano Ernesto Lecuona. El film recorre los lugares donde el músico vivió, acompañado por su música que es interpretada por los pianistas Chucho Valdés, La Habana; Michel Camilo, Nueva York; y Gonzalo Rubalcaba, Sevilla. Los tres músicos caribeños están acompañados por Ana Belén, Omara Portuondo, Esperanza Fernández, Raimundo Amador, los Muñequitos de Matanza y Chocolate. (Para conocer mucho más del jazz cubano en el cine se puede consultar el blog de Rosa Marquetti: Desmemoriados, historias de la música cubana. http:// www.desmemoriados.com)


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