GUSTAVO GUTIÉRREZ “M EMORIA VIVA DE LOS MÁS CHIQUITOS Y OLVIDADOS ”
Oscar A. Campana Proyecto 36 (2000) 241-248 Quienes escriban la historia del pensamiento teológico del siglo XX dedicarán un capítulo sustancioso, sin lugar a dudas, a la teología latinoamericana de la liberación. Y a la hora de hacer nombres, la lista de autores estará encabezada por un teólogo peruano, Gustavo Gutiérrez, considerado por muchos el “padre” de dicha teología. Más allá de los títulos que la historiografía teológica pueda atribuirle, su nombre se destaca entre aquellos que conforman la generación precursora y fundadora de dicha corriente teológica: Rubem Alves, Joseph Comblin, Hugo Assmann y Lucio Gera. Las líneas que siguen quieren dar una breve noticia sobre su biografía y un sentido testimonio sobre su pensamiento teológico, del cual, seguramente, muchas generaciones teológicas se sienten y se sentirán deudoras.1 I. VIDA, TEOLOGÍA, SERVICIO ECLESIAL Gustavo Gutiérrez nació en Lima, Perú, el 8 de junio de 1928. Aquejado por una parálisis infantil que signaría su vida, pasó buena parte de sus estudios secundarios postrado o movilizándose con muletas. Sin duda la experiencia del dolor –a la que dedicaría más tarde sus más bellas páginas– lo puso en búsqueda. Tras estudiar cinco años medicina en la Universidad Mayor de San Marcos, su vocación al sacerdocio lo lleva primero a Santiago de Chile y luego a Lovaina donde entre 1951 y 1955 realiza su bachillerato en filosofía y una licenciatura en psicología. Entre los años 1955 y 1959 estudia en la Facultad de Teología del Instituto Católico de Lyon –donde se licencia–, en la Universidad Gregoriana de Roma y en el Instituto Católico de París. Su estadía en Lyon es fecunda. Además de frecuentar a profesores de la talla de Henry de Lubac, trabará con los dominicos una relación que lo marcará para siempre. De su paso destacado por las aulas de Lyon da testimonio el siguiente relato: [...] en 1957 [...] El asistente eclesiástico de la Unión Nacional de Estudiantes Católicos [de Perú] ... mostró orgulloso el trabajo de un joven alumno de teología de Lyon, sobre la doctrina de la tesis y la hipótesis, con una mención elogiosa del profesor, el padre de Lubac, que consideró que el autor había prácticamente agotado las fuentes bibliográficas sobre el tema.2
De regreso en Lima donde es ordenado sacerdote en 1959, lleva adelante su ministerio como consejero de la Unión Nacional de Estudiantes Católicos (UNEC) y como profesor de teología y ciencias sociales en la Universidad Católica de Lima. Tiempo después alternará estas clases con las dictadas en la Universidad Católica de Boston y en el Mexican American Cultural Center de San Antonio de Texas. El año 1968 lo encuentra junto a Lucio Gera –entre otros– como asesor teológico en la Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano celebrada en Medellín (Colombia). Poco antes había ofrecido una conferencia en Chimbote, Perú, en un encuentro nacional de laicos, religiosos y sacerdotes bajo el título: “Hacia una teología de la liberación”. Como fruto de una década de reflexión, en 1971 aparece su obra considerada fundacional y programática: Teología de liberación. Perspectivas. Pronto se convierte en el escrito teológico latinoamericano con mayor cantidad de ediciones y traducciones de los que se tuviera noticia hasta el momento. En 1972 participa en Santiago de Chile de la convocatoria del fugaz movimiento “Cristianos para el socialismo”. En 1975 funda en Lima un centro de reflexión, el Instituto Bartolomé de las Casas, del cual dirigirá el área de teología. Ese mismo año es nombrado encargado de la iglesia del Rímac, en un barrio popular de Lima. 1
Mi primer contacto con Gustavo Gutiérrez fue a través de la lectura de Teología de la Liberación. Perspectivas en un ejemplar autografiado por el autor que en 1984 me prestara Roberto Borda. En 1986 tuve la posibilidad de escuchar a Gutiérrez en el I Seminario de Formación Teológica, en Quilmes. Luego de la charla –en la que sintetizó las ideas que luego desarrollaría en Hablar de Dios desde el sufrimiento del inocente– pude estrechar su mano, presentados por Virginia Betancur. A ellos debo buena parte de estas líneas, como también a Francisco del Campo, a la lectura de diversos trabajos sobre el autor –de los que destaco L. A. GÓMEZ DE SOUZA, “A força histórica da reflexâo de Gustavo Gutiérrez”: Revista Eclesiástica Brasileira 191 (1988) 553-564– y a la gentileza manifestada por Ana Gispert-Sauch del Instituto Bartolomé de Las Casas. 2 GÓMEZ DE SOUZA, “A força histórica ...”, 553.
1