TESTIGOS
Orlando Yorio, una vez más Al cumplirse 15 años de la Pascua del sacerdote Orlando Yorio, la reciente aparición de una recopilación de algunos de sus diálogos pastorales se convierte en una excusa para volver sobre sus pasos. El pasado 9 de mayo, en horas de la tarde, se presentó en el “Espacio Patrick Rice” –la antigua capilla de la ex-ESMA– del Espacio Memoria y Derechos Humanos, el libro de Orlando Virgilio Yorio “Desde los pobres a todos”. La obra, editada por Editorial Didascalia (Rosario 2015), es una compilación realizada por Silvia Liaudat y Eduardo Caram que da cuenta de algunas charlas del autor en la Escuela de Ministerios de la Diócesis de Viedma en el transcurso de 1992 y 1993. De allí el subtítulo elegido para la edición: “A partir de los documentos de la Iglesia el padre Orlando Yorio responde preguntas de la Vida de un Pueblo”. El libro tiene una “presentación” (que reproducimos más abajo) hecha por quien fuera su obispo en aquellos años, Miguel Esteban Hesayne, y es prologado por el sacerdote salesiano Néstor José Gastaldi. Sea a través de una obra, del rescate de algún escrito, grabación o filmación suya, del recuerdo de los amigos, la memoria que Orlando convoca refiere, indudablemente: - al compromiso, que atravesó toda su vida; - al pensamiento, devenido praxis pastoral; - al sufrimiento, que no estuvo centrado sólo en su secuestro y desaparición sino que lo acompañó para siempre. El libro presentado aquella tarde, da cuenta de la cotidianeidad de la acción pastoral lejos de toda espectacularidad, donde el autor en un lenguaje coloquial se pone a desgranar las cuestiones presentadas por los agentes pastorales en formación. Aparece una vez más, eso sí, una característica de Orlando Yorio: el conocimiento como servicio a los otros. Su vasta formación teológica, que tantas veces lo tuvo como referente en la academia, se volcaba generosamente en el acompañamiento de los trayectos formativos informales que se dan cita aquí y allá en nuestras comunidades. El tiempo nos permite recuperar a este Orlando cotidiano, animador pastoral en Viedma, como lo había sido en el Bajo Flores, en Quilmes, en Jacobacci, en tantos otros lugares, como lo sería en Malvín, en tierras uruguayas. De los muchos andares de Orlando, en esta obra aparecen algunos de sus retratos. En uno de sus cuentos, parafraseando la intercesión y el regateo de Abraham a Yahvé ante el pecado de Sodoma y Gomorra, Jorge Luis Borges dice lo siguiente: “Es fama que no hay generación que no incluya cuatro hombres rectos que secretamente apuntalan el universo y lo justifican ante el Señor.” (J. L. Borges, “El hombre en el umbral”: El Aleph, Buenos Aires 2000, 121). Siempre creí que Orlando fue uno de ellos. Y quizás este aspecto de la cotidianeidad, el servicio y la cercanía provoque una breve reflexión: la represión de la última dictadura tuvo como objetivo real acabar con quienes sostenían la vida cotidiana (delegados de fábrica, militantes barriales, cooperativistas, catequistas…) y, al hacerlo, se comprometían por una sociedad nueva. Y pensado esto desde Orlando, hay que decir que ese hombre, capaz de comunicar su saber con sencillez, con profundidad, con una enorme humildad, ese hombre, y no otro, es el que fue elegido víctima del autoritarismo eclesiástico y de la represión militar. Gracias a sus amigos, ese hombre hoy nos sigue hablando, con su capacidad para recordarnos siempre lo esencial: Dios y los pobres.
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