José Gallinger: testigo de la primavera (2010)

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TESTIGO DE LA PRIMAVERA Recorrer las páginas que componen esta obra1 es asomarse al entrecruzamiento de una biografía personal con el acontecimiento eclesial más significativo de los últimos siglos. La biografía es la del sacerdote misionero verbita, José Gallinger. El acontecimientio, el Concilio ecuménico Vaticano II. El territorio que da cuenta de dicho cruce son las clases de antropología teológica que el padre José Gallinger dictó entre 1964 y 1995 en el “Seminario de teología para laicos” vinculado a la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe de la Arquidiócesis de Buenos Aires, en el barrio de Palermo. No sería del todo preciso decir que el planteo de su antropología sea puramente fruto del Concilio, porque José Gallinger forma parte de aquella generación que, además de “aplicar” el Concilio, tuvo como tarea gestarlo. En 1964 se vive el segundo período de intersesión del Concilio Vaticano II, preparatorio de la IIIª Sesión. Paulo VI, atravesando el primer año de su pontificado, publica la encíclica programática Ecclesiam suam en la que aborda el tema que define el espíritu conciliar: el diálogo que la Iglesia necesita, en todas sus dimensiones. El Concilio está buscando un rumbo definitivo y ya se hace lugar común la vivencia del mismo como “acontecimiento”. Si atravesamos las lecciones de antropología del padre José Gallinger encontraremos un camino que va desde la Ecclesiam suam al Documento de Puebla (1979), pasando por la constitución dogmática Lumen Gentium (1964), la constitución pastoral Gaudium et spes (1965) y la encíclica Evangelii nuntiandi (1975). Es el trayecto marcado por esos hitos del magisterio –conciliar, papal y latinoamericano–, donde habría que incluir la encíclica Populorum progressio (1967), los Documentos finales de Medellín (1968), la carta Octogesima adveniens (1971), la Declaración de San Miguel (1969), la encíclica Redemptor hominis (1979) y el documento Iglesia y comunidad nacional (1981). Es el tiempo de la renovación y el de la llamada “primavera conciliar”, signada por la decisión profética de Juan XXIII y Paulo VI –y con ellos de toda el aula conciliar– de ser “optimistas a conciencia” con respecto al humanismo moderno, de asumir positivamente el giro antropocéntrico de la cultura contemporánea y de pensar a la Iglesia como servidora de la humanidad. “Así lo esperamos para la humanidad entera, que aquí hemos aprendido a amar más y a servir mejor”, decía Paulo VI en su magistral discurso del 7 de diciembre de 1965, un día antes de la finalización del Concilio.

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JOSÉ GALLINGER, Desde el hombre a Dios. Apuntes de Antropología Teológica, Buenos Aires, Alumnos y amigos, 2010. 1


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