10 minute read

La escritura epistolar como resistencia al olvido -Andrea Marín Arcila

Correspondencias invisibles: acompañamientos poéticos

La escritura epistolar como resistencia al olvido

Advertisement

Cartas a la libertad

“Esta es una carta que tal vez no llegue a su destino porque la pretensión es muy elevada, pero igual, la elevo al viento porque en ella, quiero que el anhelo del vuelo libre se acerque hasta ti, hermano o hermana mía secuestrada o secuestrado.” Cartas a los secuestrados. Fundación Enfances 2/32. 2008

Frecuentemente al preguntarnos por la libertad, hacemos referencia al vuelo de las aves que surcan los aires, el planeo de sus alas a campo abierto sin límites, la ventaja del espacio aéreo inalcanzable por el ser humano y tan próximo al cielo, como una especie de consagración divina. La palabra libertad inmediatamente libera las cadenas, desata los nudos, eleva el cuerpo. Quizás también hemos escuchado bastante la expresión: “me han cortado las alas”, y esto, por lo anteriormente dicho, nos hace a la idea de la imposibilidad de llegar alto, de saltar, de salir, de navegar el espacio celeste, de cumplir los sueños.

Cuando me invitaron a leer las Cartas de La Libertad, inmediatamente me hice a la idea de un ejercicio que estaba rompiendo las cadenas, las reglas, las normas. Las cartas escritas dentro de esta categoría, son cartas del recuerdo, cartas de la eternidad, cartas del mañana. En estos escritos epistolares nos encontramos a El Tiempo haciéndonos tic tac al oído, donde pasado, presente y futuro se entremezclan en la lectura; y con ello siento que al mismo tiempo se está mezclando para aquel a quien va dirigida: el secuestrado.

La palabra “secuestro” pareciera una utopía en la contemporaneidad. Pero al permearlo por el concepto de libertad, quizá sea un poco más legible poder entender el verdadero significado de esta “condena”, como muchos de los escribientes manifiestan en sus cartas.

Liberar. ¿Qué es liberar? ¿Hemos pensado en que en algún momento de nuestra vida también

hemos privado de la libertad a otro ser vivo? ¿Hemos quizás encerrado a un ave por nuestro simple deleite egoísta de escucharles cantar? ¿Hemos querido estar solos? ¿Hemos sido un cautiverio para alguien? ¿Hemos atrapado algún sentimiento sin dejarlo salir por miedo a ser juzgados? ¿Alguna vez nos han secuestrado la voz?”

“Tenemos la vida arriba, abajo, en cada tienda, en cada cine, en cada gesto del día. ¿Y la Libertad? ¿De qué vale vivir sin ella?”

Tal vez la idea de la libertad y de su antónimo se reelaboren en nuestras mentes al pensar que esos conceptos pueden estar arraigados a nosotros culturalmente, incluso más de lo que pensamos. Hemos creído que la libertad es no estar encerrados, ni atrapados, ni enlazados, pero al leer estas cartas, esa libertad adquiere otros significados, asociados al anhelo, al tiempo, a la eternidad con esperanza, al contar los días de la ausencia con la ilusión de la presencia, a llenar de nuevo las casas con cuerpos y almas que ríen y vuelven a hacerse humanas.

Uno de los aspectos predominantes en la escritura de los remitentes, es que a pesar de que son desconocidos para las personas secuestradas, hacen de la carta un cuerpo lleno de vida, de corazones palpitantes, de compañía. Se simboliza a través de ellas la persistencia de sus nombres, nombres que se vociferan en las calles para no ser olvidados, nombre que siguen vivos en un país entero que les espera.

Vamos a ponernos del otro lado, del lado de la persona privada de su libertad. Imaginemos su entorno, su nueva rutina. Probablemente lo primero que pensemos es que esa persona está en la selva, ya que en el imaginario colectivo colombiano, hemos asociado la guerra al campo por toda una historia de perpetración del conflicto en las zonas rurales. Pero más allá de eso, tratemos de imaginar a esa persona –escogida o no al azar- situada en un espacio que no le corresponde, haciendo acciones que no le son suyas, construyendo relaciones con personas desconocidas y que ahora hacen parte de su cotidianidad, alejada de sus apegos, habitando la incertidumbre de estar o no estar vivo al otro día, con el desasosiego de un tiempo en bucle, de una espera sin respuestas, sin soluciones. Ahora imaginemos que una de las Cartas de la Libertad fuese leída por esa persona en cautiverio, y que al leerla le saque una sonrisa. Esto ya sería una especie de comunicación disruptiva, que se niega a cortarse.

Pensemos ¿qué sentiría esa persona al leer su carta? ¿Acaso alguien anónimo se está preguntando por lo que creía una causa perdida? ¿Del otro lado hay alguien que con sus palabras alimenta la esperanza de la vida? ¿Es entonces las cartas sobre la mesa una forma de liberar a todo ser humano del sufrimiento de sus alas cortadas? Quizá con estas preguntas nos lleguemos a contestar un poco sobre el poder reparador del correo y su incidencia en la sociedad.

En consecuencia, considero que este acto de correspondencia se convierte en un juego sensible que posibilita enviar mensajes que atraviesan tiempos, distancias, identidades, religiones, creencias y fronteras, mensajes que tienen el anhelo del intercambio de voces y sentires. La voz de los secuestrados no muere si existe aún el grito del que extraña dibujado en una carta.

“Querido amigo, cuántas libertades nos arrancan a todos, y a ti quieren sustraerte la que no se quita, el vuelo sagrado

de un pájaro, que no muere por tiro alguno de ningún cazador”1

Sigamos escribiendo y correspondiendo para que no nos secuestre la vida ningún cazador.

Cartas a los desaparecidos

No conozco nada en este mundo que tenga tanto poder como la palabra. A veces escribo una y la miro hasta que comienza a brillar. Emily Dickinson

Abrir el sobre de cartas escritas por niños, niñas y jóvenes que quieren hablar a esas personas que han tenido que dedicar parte de su vida a la búsqueda de un familiar desaparecido, es evidentemente un llamado al perdón, a la reconciliación y una resistencia al olvido.

Estas cartas nos marcan recorridos de lugares colombianos que con voces escritas vociferan que se hagan visibles los derechos humanos. Son estas voces las que nos hacen partícipes de sus sonidos y es por ellas que nos volvemos acompañantes de historias difíciles, nos hacen un llamado a ponernos en el lugar tanto de quien desaparece como de sus familias. Cartas a los desparecidos es una invitación a conocer el dolor de otro, a luchar, reflexionar y pensar en comunidad.

La carta, entendida como cuerpo que une dos orillas del mundo, suma en este caso fuerzas para la memoria y el recuerdo. La casa, la búsqueda por cielo y tierra, y el regreso, son los tres momentos en los que desgloso el análisis de estas escrituras epistolares.

La casa

“… yo no sé qué se siente estar desaparecido”2 es una de las frases que se cuela entre las epístolas de personas que se albergan en la utópica certeza de poder hablar a alguien que está desaparecido hace algún tiempo. Las cartas a los desparecidos susurran esperanza al oído de quien las lee. Cuando escribimos una carta, entendemos que hay un mensaje visible, pero que también hay otros mensajes secretos. En ella está esa inefable manera de no mencionar ciertos sucesos, sensaciones, emociones que solo permite completarse con el ejercicio de detenerse al leerla. Estas cartas de niños, niñas y adolescentes añoran a gritos el reencuentro, la juntanza, la esperanza de que alguien en incertidumbre retorne a su hogar.

Las cartas, cuyos destinatarios son personas desaparecidas, están escritas desde casa, por remitentes vivos, que siguen habitando sus cotidianidades, pero que han transformado sus formas de compartir. Escribir e imaginar que esas cartas llegan a su destino final, es una manera de extender esa casa que se extraña, de expandir las relaciones más allá de la presencia física. En cada una de estas epístolas se evidencia las presencias ausentes, las palabras que

1 Fundación Enfances 232 Francia Colombia (2017). Cartas sobre la mesa. Vol. 2, Pereira, Colombia. 2 Proyecto Cartas sobre la mesa: Cartas a los desparecidos. Fundación Enfances 232 Francia Colombia.

quieren ser dichas, los abrazos que estarían ocurriendo, y el papel que se hubieran ahorrado con una mirada. La escritura epistolar entonces juega un rol fundamental en la expresión de emociones. La expresión es sacar fuera de sí, mostrar. La carta saca de adentro de los seres humanos abrazos sobre líneas. Una de las expresiones que más se manifiestan en las cartas es la esperanza de que las personas desaparecidas estén aún vivas y luchando. Así pues, estas cartas escritas a orillas desconocidas, no son más que una muestra de acompañamiento, de empatía, de otredad, de amor incondicional.

Aquí entonces la carta se convierte en metáfora de la casa, una casa que viaja para darle al destinatario envuelto ese calor de hogar.

Búsqueda por cielo y tierra

En estas cartas escritas por niños, niñas y jóvenes, la palabra “dolor” se presenta en múltiples ocasiones. Ese dolor mencionado y puesto en estas cartas ponen a personas desconocidas a situarse en el lugar de familias desesperanzadas que buscan a sus desaparecidos sin saber si están bien, vivos o muertos, si están con hambre, si tienen memoria. Estas cartas sugieren esas historias de búsqueda interminables por cielo y tierra.

Uno de los elementos claves en las cartas es la intención de los remitentes por dar fuerza a las familias quienes van dirigidas. Hay una clara intención de animar a la búsqueda, a la reparación, a la continuidad, a la esperanza, a la constancia en el proceso por complejo que este sea. La carta aquí representa no solo una voz de aliento para quien busca sino también para quien quiere ser encontrado y es por ello que se convierte en un cuerpo simbólico, un rastro de comunicación.

“No te conozco, pero si me gustaría que algún día puedas leer mi carta al igual que los demás desaparecidos, porque también se que ya son muchos y tenemos la esperanza de volver a saber de todos ustedes” 3

“Espero poder verte pronto y si no es así espero vernos en sueños saber que luchaste hasta el último momento y que ahora estas en un lugar mejor”4

Las anteriores, son algunas de las frases que encajo en esta parte del análisis porque evidencian el deseo de búsqueda, de retorno, y nos da un tránsito a la tercera parte del análisis: el regreso.

El regreso

El “no sufrimiento” es el anhelo más importante que se percibe en las cartas. Hay un interés frente al dolor por parte de quienes escriben y se deja leer la esperanza de intercambiar la ausencia de la persona desaparecida por la presencia de quien espera. Que no haya daño, ruptura, fragmentación en quien desaparece, es una de las aristas

3 Proyecto Cartas sobre la mesa: Cartas a los desparecido]. Fundación Enfances 232 Francia Colombia. 4 Proyecto Cartas sobre la mesa: Cartas a los desparecidos. Fundación Enfances 232 Francia Colombia.

más importantes. El anhelo de un lugar mejor marca transversalmente la línea escritural de este ejercicio.

El regreso entonces se convierte en esa tercera parte que se construye en estos relatos epistolares. El retorno a la vida, unirse nuevamente con familiares y amigos es la esperanza que encierra el cuerpo de las cartas.

La desaparición es un tipo de mutilación. Se corta de tajo las relaciones, los momentos, los rostros, las miradas, la cotidianidad. Este corte no es solo para quien se va, si no para quien se queda. Pensar en un regreso después de ese corte, implica adaptarse de nuevo, volver a la cotidianidad, pero sobretodo, implica tiempo para que las ausencias y las presencias vuelvan a entretejerse, transformándose en el camino. La vida estancada en el pasado solo trasciende si se tiene el regreso. Este regreso lo añoran todas las personas que escribieron y que leyeron. A todas ellas las une la fuerza, las palabras dirigidas a miles de oídos, como especie de coro de cartas, escritas por miles de manos, pero con una causa en común: el reencuentro, la verdad y la justicia. La carta hace perdurar la esperanza en el regreso y de la vida.

Por ello, para concluir, siento que estas cartas llenan vacíos, abren perspectivas, insisten con la palabra que sana, conectan con los sentidos y otorgan paz.

Así pues, esta iniciativa epistolar marca una ruta hacia la restitución de los derechos y la reparación, mediante el desarrollo de una estrategia que se orienta a la reconstrucción del tejido social, un ejercicio que busca conectar diferentes visiones de la sociedad, hablar y resonar en el otro, haciendo de la carta un cuerpo que construye memoria, perdón, tejido e intimidad.

Capítulo 5

Palabras que construyen realidades: discursos sociopolíticos de los niños, niñas y jóvenes de la Fundación Enfances 232

Juliana Ospina. Antropóloga de la Universidad de Caldas. Experiencia en investigación en estudios de género y de ciudad, intervención con comunidades vulnerables, en contextos urbanos y rurales y defensa de los derechos humanos.

This article is from: