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El arraigo de las raíces y despliegue de alas

Por Berit von Pohle

El arraigo de las raíces y despliegue de las alas

Se ha dicho que la educación te da dos cosas: te da raíces y te da alas. Al considerar mi experiencia escolar, esa es ciertamente mi experiencia.

No puedo descartar la bendición de haber sido criada en una amorosa familia cristiana adventista del séptimo día, ni la oportunidad de crecer en una comunidad que daba un alto valor a la educación, específicamente a la educación adventista. Pero cuando considero dónde están mis raíces, sé que están profundamente plantadas en las aulas donde experimenté maestros que cuidaron y nutrieron a sus estudiantes.

Esas raíces fueron regadas y atendidas por maestros que también se aseguraron de que recibiésemos la luz de Jesús a medida que crecíamos. A esas raíces se les cuidó junto con otras, en comunidades donde aprendimos lo académico, pero también nos llevaron a experimentar a un Dios amoroso.

No se me malinterprete, ¡no fue una experiencia perfecta! Hubo días en los que algunos maestros se olvidaron de regarnos, y tal vez incluso días en que inadvertidamente pisaron nuestras hojas. Pero, en general, mis años escolares hicieron profundizar mis raíces en la Iglesia Adventista del Séptimo Día, raíces en la capacitación profesional y raíces en las relaciones con tantas personas que continúan siendo una parte importante de mi vida.

Las raíces proundas proporcionan un entorno en el que niños, adolescentes y adultos jóvenes pueden sentirse suficientemente seguros como para tener diferentes experiencias: pueden comenzar a poner a prueba sus alas. A veces la idea de explorar esas nuevas experiencias no se le hubiese ocurrido al estudiante, pero el maestro o la maestra notan y alientan los talentos y las capacidades. Recuerdo cuando en el tercer grado mi maestra me pidió que dirigiese al resto de la clase en un canto durante un programa escolar. Si bien siempre me ha gustado la música, todavía no puedo entender qué motivó esa situación, excepto que tal vez mi maestra vio indicios de liderazgo en esa joven alma. Si bien no está incluida en mi currículum oficial, fue una experiencia que me declaró la necesidad de ser receptiva a nuevas oportunidades y a la tutoría de los demás.

Recuerdo a una profesora cuando estudiaba en la academia que se interesó en mí personalmente, utilizando conversaciones casuales para hacer sugerencias (algunas bienvenidas y otras no) sobre qué niños podrían no ser los mejores compañeros. Más allá de las conversaciones personales, esa maestra comenzó a ayudarme a ver cómo algunos de mis intereses podrían conducir a una carrera profesional. Después «creó» cursos que no

se ofrecían en la academia para ayudarme a estar preparada para el futuro.

Recuerdo a los profesores universitarios que proporcionaron el espacio para explorar una relación personal con Jesucristo y me dieron las herramientas que resultaron invaluables durante los veranos trabajando en un campamento de verano. Recuerdo a los profesores de la escuela de posgrado que mejoraron mis primeras experiencias de enseñanza para que yo también pudiese ser parte de la profundización de las raíces y el despliegue de las alas de la siguiente generación.

¡Qué podría ser más satisfactorio que ver a los estudiantes a los que he enseñado a lo largo de los años extendiendo sus alas y volando! Sí, algunos trabajan para esta iglesia, y otros trabajan en educación, pero eso no es lo más importante. Hacen una diferencia en sus familias, en sus comunidades, en sus iglesias y en el mundo. ¡Los maestros adventistas producen un impacto positivo!

Berit von Phole es vice presidente de educación de la Pacific Union Conference.

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