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A veces el campo misionero está

Cuando Martha Havens llegó por primera vez a los Estados Unidos para aprender inglés, no tenía idea de que aprendería mucho más que un segundo idioma; descubriría su pasión y vocación en la vida.

Nacida en Colombia, Martha, quien actualmente se desempeña como directora asociada de educación primaria para la Pacific Union Conference, se crio en un ambiente

A veces el campo misionero está al final de la calle

decididamente católico, común en gran parte de América Latina, aunque mucho más fuerte durante su infancia y sus años como joven adulta. Su madre escuchó y aceptó el mensaje adventista cuando Martha era una niña, e hizo todo lo posible para inculcar estos nuevos valores en sus hijas, pero fue un gran desafío.

El padre de Martha estaba preocupado por la nueva religión de su esposa y, en realidad, se oponía bastante. Mientras Martha crecía, la religión era en gran medida una fuerza impulsora en la sociedad en casi todos los aspectos de la vida —social, profesional y financieramente—. Los protestantes a menudo se enfrentaban a una persecución abierta. Martha recuerda que las monjas los instruyeron a ella y a otros niños a arrojar piedras a las iglesias protestantes. Que un individuo o una familia se desviase abiertamente de la religión predominante podría significar la pérdida de posición social y oportunidades.

Cuando Martha y sus hermanas fueron mayores, acompañadas por su madre, vinieron a los Estados Unidos para aprender inglés. Aprender un segundo idioma, particularmente el inglés, abriría muchas puertas y oportunidades para las señoritas en su país natal. Antes de viajar, la madre de Martha le contó al pastor de la pequeña iglesia adventista sus planes y le pidió recomendaciones de lugares en los Estados Unidos donde podrían conectarse con más adventistas. El pastor recomendó encarecidamente una comunidad en el sur de California llamada Loma Linda.

En lo que respecta al viaje personal de Martha Havens, el resto, podría decirse, es historia. Nunca miró hacia atrás. En contra de los deseos de su padre, permaneció en los Estados Unidos después de que sus hermanas y su madre regresaron a Colombia. Luego se bautizó en la iglesia White Memorial en Los Angeles, y también conoció a su esposo Doug Havens mientras asistía a lo que ahora es la La Sierra University, donde recibió su licenciatura y maestría.

Sin embargo, cuando la pareja decidió casarse, todavía enfrentaban algunos desafíos relacionados con la religión. Las bodas religiosas que no fuesen las católicas, a diferencia de las bodas civiles, no estaban legalmente reconocidas por el gobierno en Colombia, donde habían ido a casarse. Martha tuvo que rechazar públicamente la religión reconocida a nivel nacional, lo cual significó que su nombre estaría pegado en el frente de la catedral junto con otros que habían hecho lo mismo. Su certificado de matrimonio de los Estados Unidos fue aceptado, y su matrimonio legalmente reconocido porque el certificado se consideraba un documento de gobierno a gobierno.

Por cierto, en el momento de esta publicación, Doug y Martha Havens tienen 50 años de casados y han disfrutado de una vida de servicio dedicado a los niños.

Mientras estaba en La Sierra, Martha descubrió su «campo misionero», como maestra de escuela primaria. Un director adventista que trabajaba en una escuela pública se detuvo en La Sierra en busca de estudiantes universitarios para ayudar en el programa de escuelas públicas que atendía a

Lo que Martha más aprecia de trabajar en la educación adventista es la oportunidad de compartir abiertamente a Cristo con sus estudiantes.

niños desfavorecidos.

El programa incluyó una excursión a la granja lechera que formaba parte del campus de La Sierra University (en ese entonces Loma Linda University). La granja lechera incluía vacas, pollos e incluso algunas ovejas. En ese momento, la lechería, que ya no existe, era en realidad una atracción muy popular para las familias adventistas del área que a menudo llevaban a sus hijos pequeños después del almuerzo del sábado para acariciar a las vacas y las ovejas. Pero muchos de los niños en el programa de la escuela pública nunca habían visto algo así.

«Fue muy impactante —recuerda Martha— no podía creer que hubiese niños desfavorecidos en mi propia ciudad. Fue entonces cuando decidí dedicarme a la enseñanza y nunca me he arrepentido».

La enseñanza no solo atrajo a Martha debido al impacto positivo que podría hacer en la vida de los estudiantes, sino también por el importante papel que desempeña en la sociedad y la fuerza laboral en general. «Sin buenos maestros no habría otras profesiones», dice. «Los maestros hacen científicos, abogados y cualquier otra profesión».

Al principio de su carrera, Havens trabajó en el sistema de escuelas públicas por un tiempo, pero finalmente pasó a la educación adventista y ha servido en el sistema desde entonces. Lo que más aprecia de trabajar en la educación adventista es la oportunidad de compartir abiertamente a Cristo con sus estudiantes.

También adopta el enfoque integral de la educación que ofrece la educación adventista: social, espiritual, física y académicamente.

«Animo a los padres a mirar a sus hijos como a una persona completa, no solo en cuanto a sus logros académicos. Hay muchos programas que ofrecen programas académicos sólidos», comenta Martha. «En la educación adventista, los maestros muestran a Cristo a través del programa académico y el servicio».

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