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Un legado familiar en la fe y la educación

Cuando eres un adventista de cuarta generación cuya madre sirvió como maestra y administradora en escuelas adventistas durante más de 45 años y cuyo abuelo fue aconsejado personalmente por Ellen White para asistir a Oakwood University, es casi inevitable que también sigas un camino educativo similar. Para Brian Allison, director de la Glenview Adventist Academy en Phoenix, Arizona, no hay sendero en el que prefiera andar que el que proporciona su rica herencia adventista, una herencia que abraza plenamente como propia.

Nacido en South Bend, Indiana, cerca de Notre Dame Universiy a la sombra del famoso mural «Touchdown Jesus», Allison acredita a sus padres por ser «los mejores padres que cualquiera pudiese tener». Allison recuerda a su difunto padre, Harold M. Allison Sr., graduado de la Shiloh Adventist Academy en Chicago, como un gran ejemplo para sus cuatro hijos: Brian, Harold, Marvin y Michael. Allison Sr. nunca pudo terminar la universidad debido a que tuvo que atender la granja familiar mientras sus hermanos servían en la guerra de Corea.

La madre de Allison, Bonnie S. Allison, graduada de Battle Creek Academy y Emmanuel Missionary College (ahora Andrews University), pasó 45 años como maestra o directora en el sistema escolar adventista. Los cuatro hermanos Allison asistieron a escuelas adventistas toda su vida, incluso se graduaron de Andrews University y pasaron a servir en el ministerio y el campo médico.

A pesar de su fuerte base en la religión y la educación adventista, el camino no siempre fue fácil o lineal para Allison. La escuela secundaria fue relativamente relajada para él; no veía la necesidad de esforzarse mucho, dado que los maestros tendían a ser más fáciles con él ya que su madre era la directora.

En la preparatoria, participó en deportes sin preocuparse mucho por sus calificaciones. Su firme, pero amoroso padre, sin embargo, no ignoró su comportamiento, y el joven atleta tuvo que hacer frente a la realidad, descubriendo que tendría que esforzarse para sacar buenas notas, a diferencia de sus días en la escuela secundaria. «Fue por la gracia de Dios y los maestros que se preocuparon por mí que pude graduarme de South Lancaster Academy», recuerda Brian.

El siguiente paso fue ir a college y, desafortunadamente, no le fue mucho mejor; los estudios le seguían siendo bastante desafiantes. Brian decidió tomarse un receso en su tercer año en Andrews y buscar trabajo. Comenzó a trabajar para YMCA, convirtiéndose en personal asalariado. Después de cinco años, decidió probar college una vez más y descubrió que, con un poco más de madurez, la escuela le resultaba ser una experiencia más agradable. Con un horario académico repleto, un trabajo casi a tiempo completo y un espacio en el equipo de gimnasia en Andrews, su GPA (nota media) fue 3.6; sin embargo, todavía le faltaba un año completo de clases para completar sus estudios cuando decidió aceptar una invitación para ser el preceptor asistente de muchachos en Georgia Cumberland Academy (GCA).

«Esa fue una de las mejores experiencias que había tenido hasta ese momento. Trabajar, enseñar y ser mentor de jóvenes fue algo increíble — dice — supe a partir de ese momento qué era lo quería hacer. Pero Dios tenía otros planes».

Después de un año en GCA, Brian fue a trabajar para su padre y después obtuvo lo que pensaba en ese momento que era el trabajo de sus sueños como miembro del equipo de jardinería en un club campestre privado. Después de nueve meses en el club campestre, se le ofreció un puesto como asistente del superintendente de greens y, tres meses después de eso, la administración del club le ofreció una colegiatura

completa para asistir a Penn State University para obtener una certificación de superintendente de greens y la garantía de un puesto en el club, una casa en el campo de golf y un sueldo de seis cifras.

«¿Qué de volver a Andrews para terminar?», le preguntó su madre cuando Brian le dio la noticia. Le dijo a su madre que esa era una oportunidad increíble que sería un tonto si la desaprovechaba, pero también le prometió que haría todo lo posible para volver a Andrews. Decidió enviar varias solicitudes a Andrews, que estaba seguro de que serían rechazadas, pero no lo fueron, una vez más Brian se encontró empacando su automóvil y dirigiéndose a Berrien Springs para darle una tercera oportunidad a su educación. La tercera fue la vencida, porque no solo finalmente completó sus estudios, sino que también conoció a su esposa. Hoy, Brian y Tanna-Marie Allison tienen 29 años de casados y una hija, que también es un producto de la educación adventista y ahora dirige un exitoso negocio de videografía. Actualmente, los Allison son empleados de la Arizona Conference. Tanna se desempeña como subdirectora en Thunderbird Adventist Academy.

«La educación adventista es la única razón por la que estoy donde estoy. Me fueron dadas muchas oportunidades para hacer otras cosas —recuerda— pero Dios, a través de las oraciones de mi madre, se aseguró de guiarme de regreso a la educación adventista. He conocido a muchas personas maravillosas que han producido un impacto positivo en mi vida. A medida que he envejecido, me doy cuenta de que esos maestros, mentores, colegas y amigos desempeñaron un papel importante en lo que soy».

Para Brian Allison, el valor fundamental de la educación adventista trasciende lo académico. «Podemos educar y graduar a médicos, abogados, pastores, maestros e incluso al presidente de los Estados Unidos, porque todos tienen que ir a la escuela en algún lugar —indica— pero si hacemos eso y no les damos las herramientas para el día del Señor, entonces hemos fracasado. Si presentamos a nuestros estudiantes a su Mejor Amigo por la eternidad y les damos las herramientas para estar de pie en el Día del Señor, hemos tenido éxito».

Incluso más allá del elemento espiritual, Brian cree que la educación adventista sigue siendo una inversión que vale la pena. «Hay grandes escuelas en todos los ámbitos de la educación. Pero realmente creo que las escuelas adventistas producen un impacto positivo porque, independientemente de su tamaño, cuando estás en una escuela adventista, estás en familia. Y ser parte de una familia, creo, es la diferencia que hacen las escuelas adventistas».

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