Paladar Académico- Septiembre

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Sumario TITA MATTIUSSI

ARIEL SCHER

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LA VUELTA DE MILITO

ORESTE OSMAR CORBATTA

COLUMNA

PERFIL

CHANGO CÁRDENAS

CONTRA EL NÁPOLI DE DIEGO

ENTREVISTA

HISTORIA

MARIANO BAREIRO

“EL DESAFÍO”

ENTREVISTA

FICCIÓN

PERFIL

ENTREVISTA

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El periodismo que queremos para el Racing que soñamos Paladar Académico nació mucho antes de que se nos haya pasado por nuestras mentes un ínfimo momento de ilusión e inspiración y decidiéramos idear una revista digital como la que están a punto de apreciar. Paladar Académico es nuestro ideal, nuestro sueño como periodismo, nuestra forma de actuar ante la vida, nuestros valores. Quizás haya emergido en el instante que, para nosotros, el periodismo dejó de ser simplemente algo que vemos, leemos o escuchamos, y elegimos que sea lo que nos acompañe hasta nuestra muerte. No queremos que el duro trajín del minuto a minuto, de la disputa de obtener la primicia, se apodere de nosotros y nos obligue a ser esclavos de un mundo que, muchas veces, se convierte en sangriento. Tampoco deseamos quedarnos únicamente en el debate de qué sistema se debe utilizar en la decimoquinta fecha, si 4-4-2, 4-3-3 o 5-3-2. Pensamos que el fútbol, sobre todo el argentino, va mucho más allá de todo eso. Tiene diversas aristas fundamentales para que este juego no sea simplemente un juego sino un pedacito importante de nuestras vidas. Atrás se esconden millones de historias, muchos más personajes que merecen ser reconocidos e incontables sueños que se cumplieron -o no- en base a si la pelotita entró -o no. Nos encargaremos de contar quién era Corbatta, uno de los ídolos más importantes de la historia racinguista que, en los tiempos de hoy, podría valer millones y millones o, simplemente, no valer nada, debido a su incorrecta forma -quizás producto de la época- de ser profesional. Diremos que Racing no es huérfano, porque tuvo una madre llamada Elena Margarita, pero que todos lo que la conocieron y los que no tuvimos ese privilegio la denominamos simplemente Tita. También viajaremos en el tiempo y nos situaremos en 1988, cuando los dirigidos por Alfio Basile se dieron el gusto de enfrentar al mítico Nápoli de Maradona, que ese día utilizó una llamativa camiseta roja. El periodista que mejor cuenta historias seguirá contando historias, pero esta vez en una entrevista en la que fuimos los privilegiados de hacérsela. Además, quien compartió entrenamientos en Brasil con Messi, Mascherano y compañía nos dice “qué se siente” haber estado allí. Ah, ¿cómo olvidarnos de Juan Carlos Cárdenas? Ese tipo que marcó un antes y un después, por lo bueno y lo malo que ocurrió luego, en la historia académica. Ahora, para referirnos a él, solamente nos alcanza con decir El Chango. Todo lo mencionado, señor lector, estará en las próximas páginas de este primer número. Esperamos ganar su confianza y que las ediciones venideras traigan consigo muchísimo más de lo que estamos dispuestos a ofrecerles. Paladar Académico es una nueva forma de sentir a Racing, es el periodismo que queremos, vertido a la institución que tanto amamos y queremos que crezca. Bienvenidos y ¡AGUANTE LA ACADEMIA!

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Staff de Paladar Académico


Por Lautaro Negri

Tita Mattiussi, la mujer de Racing En el historial del corazón, entre romances espontáneos, amores volátiles, noviecitas fugaces, pasiones duraderas y utopías persecutas, siempre hay una mujer que a uno lo marca para toda la vida. Podrán pasar años enteros con un paisaje que mutará inevitablemente por la ferocidad del tiempo que no deja resquicio alguno para entrometerse, porque “así es la vida”, tal como dice aquella vaga frase construida para ahorrar en relatos que conllevarían miles de palabras para intentar explicarlas. Sin embargo, ella se mantendrá latente en tanto y cuando en el aire se respire una tranquilidad digna de un paraíso del cual no se quiere despertar, o en tiempos cuando pareciera que todo alrededor se derrumbara y el escenario pidiera a gritos que lo cubran con el telón final. Para Racing Club, ella fue, es y será Elena Margarita Mattiussi o, simplemente, “Tita”.

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a Academia fue su hogar de principio a fin. El sueño de todos los hinchas, ella lo cumplió: nació y vivió en el club. Tal vez resulte raro mencionar a una mujer como la hacedora de una de las más grandes fantasías de la mayoría de los fanáticos, ya que el fútbol fue contemplado desde sus inicios como un deporte para caballeros. A pesar de esta condición intrínseca, Tita supo hacerse un lugar en el mundo futbolero diagramado para los hom-

bres y se transformó en una de las figuras máximas de la institución, a base de amor y dedicación hacia los colores albicelestes. Su historia con Racing comienza cuatro años antes de su nacimiento. Su padre, Cesare Mattiussi, había llegado al país junto a su esposa, Ida Dorrego, con el objetivo de escaparle a las desgracias provocadas por la incipiente Primera Guerra Mundial y así poder formar una familia en una tierra que le abrie-

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INSTINTO MATERNAL

ra un futuro con más prosperidad. De esta forma, en 1915 desembarcaron en suelo argentino los inmigrantes italianos provenientes de Udine. Ese mismo año, el club que se había ganado el apodo de “Academia” por su juego lírico y demoledor había publicado un aviso en el diario La Prensa en búsqueda de un canchero. Quien habría de responder dicho llamado fue el mismo Cesare, que arregló con el presidente de aquel entonces, Luis Carbone, un sueldo de 100 pesos y la entrega de una casa alojada junto a la cancha de paleta de las inmediaciones de la institución. Esa casilla sería el lugar que vería nacer a Tita el 19 de noviembre de 1919, año en el que Racing se consagraría por séptima vez consecutiva por la Primera División, imponiendo el estilo criollo de las gambetas y las cabriolas sobre el estirpe inglés heredado que aún merodeaba por las canchas de la nación. “Nací acá en Racing, toda mi vida la pasé en Racing”, decía la mujer de baja estatura de cabellos claros, ondulados hacia los costados con una longitud no tan notoria y con una voz que no sobrepasaba la humildad con la que cargaba. Luego del fallecimiento de los dos primeros hijos del matrimonio Mattiussi, llegaría Tita: “Justamente una mujer en una cancha de ‘fulbo’”, todavía se la oye decir en una filmación de hace casi dos décadas. Ella vendría a romper un poco con el esquema machista que determinaba una serie de mandamientos pertenecientes a un dogma rígido. Uno de ellos declaraba que la mujer entiende casi nada del fútbol y que las canchas son sólo para los hombres; las mujeres debían quedarse en sus casas para esperar a sus maridos, acompañados de sus hijos, simpatizantes del mismo club que sus padres tal vez por herencia obligada, con un buen plato de comida servido en la mesa para festejar el triunfo de su equipo, junto con un vaso de Malbec, o para olvidarse de un nuevo mal trago y prepararse para un nuevo día de trabajo al día siguiente.

Con el correr de los años, Tita se ganaría un lugar propio dentro del club en base a un esfuerzo descomunal, aún más cuando tuvo que encargarse de las actividades que su madre realizaba a partir de su desaparición física. Además de ayudar a su papá con el cuidado del terreno de juego de la vieja cancha de tablones, también debió encargarse de lavar, planchar, doblar las camisetas de los jugadores en el lavadero, sin dejar de lado las tareas que debían hacerse en la casilla donde vivían. Entre mates y largas charlas, Tita comenzó a ser partícipe de los logros que su querido Racing comenzaba a conseguir luego de casi veinte años de profesionalismo. Tras 24 primaveras sin festejos, la alegría volvió a florecer con la obtención del título de 1949, aquel que dio el puntapié para coronarse con el primer tricampeonato de la historia del fútbol argentino, ya que repetiría la consagración tanto en 1950 como en 1951, con aquel zapatazo imborrable para los académicos de vieja cepa por parte del “Atómico” Mario Boyé, en el segundo partido desempate de la final contra Banfield. En 1958, volvería a formar parte de un nuevo título, particularmente con una anécdota que remarcaría su condición de materna para con los jugadores, sobre todo con los más chicos que venían de otras provincias, ya que tenía la función de hacer que no extrañaran tanto a sus familias, alejadas a varios kilómetros de donde estaban. El protagonista con el cual comparte esta historia es uno de los máximos ídolos de la institución, un nombre que suele repetirse en el discurso de los conocedores de la vieja Academia. Con 22 años, Oreste Osmar Corbatta, ya cargaba con tres años de experiencia en la Primera División, categoría en la cual debutó un sábado 30 de abril de 1955 contra Gimnasia y Esgrima de La Plata. Jun-

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Cesare Mattiusi e Ida Dorrego llegaron a Racing para trabajar, se instalaron en el estadio y allí nació Tita.

to con sus gambetas y sus repentinos quiebres de cintura que dejaban mal parado a todo aquel que se le acercase a la banda derecha con intenciones de robarle la redonda, los malos hábitos del alcohol ya eran rutina en su vida fuera de las canchas. Justamente, uno de estos descuidos hizo que “El Loco” (un apodo que describía el talento que brotaba a borbotones desde sus botines) llegara borracho a la concentración de uno de los partidos decisivos del certamen: era la fecha 18, el equipo albiceleste estaba

puntero con 25 puntos y su más cercano perseguidor, San Lorenzo, se encontraba a tan sólo dos unidades de diferencia y todavía restaban 12 encuentros por jugar; aún más importancia conllevaba el oponente que debía enfrentar, que era ni más ni menos su rival de barrio, el Club Atlético Independiente. Tita observó que se encontraba en un estado deplorable, sin poder mantenerse firme en su vertical, por lo cual decidió intervenir con su oficio de madre para que el Racing Club de Avellaneda no perdiera

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su jugador más relevante del plantel. Primero, lo hizo desvestir para meterlo en una bañadera e ir volcando sobre el cuerpo del wing derecho pequeñas cantidades de agua tibia con una paciencia y una ternura sin límites alguno. Después de haberlo bañado, le sirvió dos termos de café y lo hizo recostar para que se le pasaran los efectos de una borrachera que parecía durar interminablemente. Finalmente, una vez que se levantó de su corto descanso, ella fue la encargada de llevarlo al vestuario para que se encontrara con

sus compañeros y saliese a jugar el clásico. El partido salió 4 a 1 a favor de la Academia y “El Loco” tuvo una actuación descollante con el número 7 pegado en la espalda, inclusive llegó a convertir un gol. Sin lugar a duda, ese día Tita fue una figura excluyente del encuentro sin haber salido a pisar el césped del Cilindro. Juan José Pizzuti, creador del apodo “Arlequín” para su compañero Corbatta, no puede dejar de mencionar la importancia que tenía ella en la rutina del equipo: “Tita fue la madre de él, lo cuidó mucho.

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No sólo a él, a todos. Tita era la estrella que teníamos”. En 1961, la Academia volvería a consolidarse como el mejor equipo del torneo nacional con 47 unidades, 6 puntos más que los que había conseguido en su último campeonato ganado. Tita, desde su rincón pegado al córner del costado derecho del sector local, y Corbatta, ya con dos títulos en su haber con la Selección argentina a través de los Sudamericanos obtenidos en el 57’ y en el 59’ con los famosos “Carasucias”, junto a sus compañeros Humberto “El Bocha” Maschio y Antonio Angelillo, eran nuevamente partícipes de una nueva estrella blanca y celeste: él, adentro de la cancha; ella, pegadita al córner del otro lado con su aliento innegociable. Pero todavía quedaba lugar para más deleite. Con un pasado fortuito en la Academia, Pizzuti, segundo máximo goleador de la historia del club en el profesionalismo con 118 anotaciones, se transformaría en 1965 en el entrenador del equipo. De esta forma, comenzaría a gestarse el imborrable “equipo de José”, parámetro de gloria no sólo para Racing sino para el fútbol argentino. Junto a la fortaleza de todo el plantel para afrontar cada partido, ese equipo contó con el apoyo incondicional de Tita, como era de esperar. Juan Carlos Cárdenas, en ese entonces un juvenil que venía de Santiago con la etiqueta de promesa, lleva en su memoria los mejores recuerdos con esa mujer de pelos enrulados que tanto querían: “Ella sabía todo. Te decía ‘Chango, yo sé lo que te gusta; acá tenés tu té con leche’. Llegaba otro y decía ‘Ah, a vos te gustan las medialunas, fijate que compré dos pero no comas más”. Pero Tita no era solamente una mamá que se encargaba de cumplirle los caprichos a sus hijos adoptivos con botines, sino que también cuando notaba algún gesto extraño en el rostro de alguno de sus muchachos, ella aparecía

para darle ese empujón de confianza que necesitaba. En palabras del Chango, queda esta condición maternal aún más clara. “A veces cuando terminaba un partido, uno se ponía mal, te veía desganado y preguntaba qué pasaba. Le decías que habías jugado mal y ella te contestaba: ‘No me hinche las pelotas que usted es un fenómeno, eh. Va a andar muy bien, cualquiera juega un partido mal’. Era una figura materna para todos los pibes que veníamos del interior. A todos nos trataba exactamente iguales. Sabía cómo estábamos y todo. En fin... Una mujer. Una mujer sabe todo”, cuenta.

GLASGOW-AVELLANEDA-MONTEVIDEO

LA RUTA DE UNA INFATIGABLE COMPAÑERA Habiendo conseguido el campeonato local de 1966 con una racha invicta de 39 partidos, extendida de la temporada anterior, el “equipo de José” se alzaría un año más tarde con los dos títulos internacionales más importantes a nivel continental y mundial. El 29 de agosto se consagró con la Copa Libertadores de América tras un tercer partido de desempate en Santiago de Chile contra Nacional de Uruguay, igualando en cero los dos anteriores cotejos. Corrió con la misma suerte para la Copa Intercontinental, la cual se definió en tres encuentros debido a que el campeón de América y el campeón de Europa, el Celtic de Escocia, habían sabido valer su localía con una victoria por lado. La fecha que quedó marcada para la eternidad fue el 4 de noviembre de 1967, día en el que Juan Carlos Cárdenas soltó con su zurda santiagueña un zapatazo que hizo que el balón trazara una parábola en el aire de casi 30 metros para incrustarse en el ángulo superior derecho

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Tita junto a Humberto Maschio y Roberto Perfumo, dos emblemas del “Equipo de José”.

del arco que defendía el arquero celta Jhon Fallon. Un gol que le dio un pincelazo de buen fútbol a un partido que transcurrió entre riñas, insultos y golpes como si fuera una batalla. Sin importar donde jugara, Tita acompañaba a su querido Racing como una compañera fiel y aquella tarde no sería la excepción: ella se encontraba atrincherada en la tribuna que desbordaba de académicos que habían cruzado el Río de La Plata en barco para disfrutar del primer título mundial para un equipo argentino. Incluso se hizo presente en el es-

tadio del Queens Club, donde el Celtic hizo de local, en el primer encuentro entre ambos campeones continentales. Hasta llegó a cruzar algunas palabras en el viaje con Sean Connery, famoso actor oriundo de los campos nebulosos de Escocia e hincha del Celtic de Glasgow. “La Copa se queda en Argentina”, atinó a decirle. Sólo la guapeza de Tita sería capaz de hacerle frente hasta al mismísimo “agente 007”. Pero teniendo un sueldo mínimo y suficiente como para llegar a fin de mes, ¿cómo había podido conseguir un boleto de avión para apreciar uno

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Foto. Racing Club.

de los encuentros más esperados de toda la historia de Racing? Los jugadores y el técnico fueron los que tomaron la posta y decidieron juntar fondos para poder pagarle el pasaje. Sentían que era de vital importancia tener cerca a su madre del verde césped cuando estuviesen disputando el partido de sus vidas frente a los europeos. Ese 1 a 0 en contra no hizo más que darles fuerzas a los académicos, quienes supieron revertir el resultado con un 2 a 1 conseguido de la mano de Norberto Raffo y el “Chango” Cárdenas, que se acercó hacia el sector derecho del córner para entrelazar su festejo con la algarabía de Tita que brotaba de su rostro enrojecido de alegría. La misma reacción que tuvo cuando le dieron la noticia de que viajaría a acompañar al equipo de José hacia su travesía por Escocia. “Lo que lloró esa mujer, pero lloraba de la alegría, hasta pensamos que le había hecho mal porque se había puesto colorada”, describe el “Chango” al recordar el día que le acercaron el pasaje. Esa sensación se trasladó hacia Montevideo aquella tarde soleada de noviembre cuando todos los hinchas de Racing, los que habían llegado al país charrúa y los que se quedaron pegados a la radio atentos a los relatos del Gordo Muñoz o Fioravanti, se sintieron sumergidos en un éxtasis del que querían creer que fuera interminable.

cayó sobre la reputación del primer campeón mundial argentino como una puñalada seca. Tita, como el resto de los amantes de la Academia, debió soportar la debacle de una institución que con el pasar de los años se fue enterrando entre las cenizas de su gloria. Ni siquiera Chester, el perro que ella llevaba como cábala a los entrenamientos del equipo de José, funcionó para que Racing volviera a codearse entre los primeros puestos. Su amor por los animales hizo que adoptara inclusive a un caballo: Cecilio. Lo había encontrado en los terrenos del ferrocarril que hace su recorrido en las cercanías al Cilindro de Avellaneda y, tras observar que se encontraba abandonado, no dudó en arriarlo hasta las instalaciones del club. Pizzuti recuerda que el mismo Cesare lo cuidaba: “Cecilio pastaba por la cancha. Cuando nos íbamos todos, él entraba con el caballo, pero después el pasto lo volvía a sembrar y quedaba todo el césped parejito. Ahí si pateabas mal era porque eras malo”. La última gran alegría que Tita vivió como hincha, después de haber sufrido el descenso de 1983, fue la obtención de la Supercopa de 1988, cuando el equipo dirigido por Alfio Basile, figura emblemática del club, logró alzarse con el título tras empatar con el Cruzeiro por 1 a 1 en el partido de vuelta de la final, con aquella corrida memorable de Omar Catalán para estampar el gol académico y acallar a la afición que había concurrido al estadio Mineirao. Este certamen significó la primera vuelta olímpica de un equipo argentino en tierras brasileñas. Una vez más, Racing primero.

TITA HAY UNA SOLA Por desgracia de los racinguistas, las próximas décadas le trajeron uno tras otro infortunio que

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Como con todos los demás jugadores que pasaron por Racing, aquel plantel tuvo una relación cercana con Tita ya sea por su calidez y lo atenta que era con ellos. Walter Fernández, uno de las figuras del equipo campeón, rememora la dedicación que ella les brindaba: “Venía a ver todos los entrenamientos. Del lado derecho de la hinchada, todavía permanece el tablón que conecta a la cancha; ella cruzaba por ahí y se metía. Generalmente, Rubén Paz o uno de los grandes le gritaban cosas. Entonces, ella se paraba y gritaba con su voz finita: ‘Los vivos, en el verde césped”. Ganándose el cariño de los jugadores, Tita también recibía mimos. “Nosotros juntábamos plata para que Tita tenga preparada una picada para después de la práctica del sábado al mediodía antes de ir a concentrar; algo inimaginable para estos tiempos”, resalta el ex goleador académico. Tita estaba en todos los detalles. Además de mantener limpias las camisetas de sus jugadores y prepararles la comida que más le gustaban, se encargaba de ser la mediadora oficial entre ellos y sus familias, tal como describe el también campeón de la Supercopa ‘88 Jorge “Camote” Acuña: “Me acuerdo que, al no tener celulares en ese tiempo, mi familia llamaba a la casa de Tita y ella me venía a buscar a donde estaba, a 50 metros, y me avisaba al grito de ‘Camote, Camote’. Todavía tengo grabada su voz”. Además, al igual que la mayoría de las madres, ella quería saber sobre los amoríos de sus muchachos y no dejaba escapar su oportunidad para informarse sobre el tema. Hugo Lamadrid, ex mediocampista del equipo

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del “Coco”, rememora: “El único teléfono que había era el de Tita, ella oficiaba de receptora telefónica de los padres que llamaban a los chicos. También atendía a nuestras novias no oficiales y nos decía cuál de ellas les gustaba y cuáles no. Cuando estábamos de novios se las presentábamos”. Así como la zurda talentosa del uruguayo Rubén Paz era referente dentro del campo de juego, Tita se destacaba afuera de la cancha y los jugadores se lo hacían notar. “Nosotros, que a veces tampoco cobrábamos, le llegamos a comprar comida. Pero ella siempre fue feliz. Era un sostén muy importante para los chicos que venían del interior. Era muy duro estar en la pensión porque no es como ahora. Pero ella estaba

siempre. Muchas veces tuvimos que sacar al caballo Cecilio para poder entrenar. Todo giraba en torno a ella”, señala Lamadrid. Su confidencia hacía que los demás encontrasen en ella un refugio armonioso dentro de un ambiente que lejos está de la serenidad, como subraya el ex delantero racinguista Walter Fernández: “Con los jóvenes era muy compañera, nos invitaba a tomar mate y terminábamos contando anécdotas y cantando. El solo hecho de mirarla, de ver esa actitud, te daba una tranquilidad enorme”.

UNA ETERNA CARICIA

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Con un cariño intangible y una dedicación au-


Foto. Racing Club.

téntica, Tita se ganó el afecto de todos aquellos que vistieron los colores albicelestes. Nunca se casó pero más de un centenar fueron los hombres de su vida. “Todos los muchachos que pasaron por acá fueron buenos; malo ninguno porque sólo con vestir la camiseta de Racing ya los consideré amigos, hijos, hermanos”, aclaraba Tita con una sonrisa esculpida desde la picardía más humilde. Una sonrisa, que a pesar de los golpes que recibía junto a su querida Academia, supo mantenerse firmemente aún en los años más difíciles de la institución, cuando su presidente Daniel Lalín pidió la quiebra del club para que una empresa se hiciera cargo de sus finanzas. Ante la frase de la síndico Liliana Ripoll “Racing Club Asociación Civil ha dejado de

existir” y el peligro inminente de que el primer campeón del mundo argentino dejara de formar parte de cualquier tipo de competencia organizada por la Asociación del Fútbol Argentino, Tita le contestaba a un periodista: “No me quiera convencer de que Racing va a desaparecer. Racing es todo para mí. Me queda poco tiempo de vida, pero daría todo lo que tengo por solucionarle los problemas a Racing”. El club le debía por ese entonces $15.700, pero poco le importaba. Siempre pensó en el bien de Racing e inclusive se negó ante la oportunidad de vivir en un departamento en Avellaneda que el club le ofreció cuando se estaba construyendo el Cilindro a finales de la década del 40’. Su ilusión permaneció intacta hasta último

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momento: “Yo pensaba morir acá, pero ahora no sé, a no ser que muera igual a mi manera. Espero seguir hasta que pueda. Me cuido para eso, pero tenemos un destino marcado. Lo único que pido es que no sea pronto, que me deje ver a Racing otra vez allá arriba”. Su destino quedó inmortalizado en el corazón del hincha académico a partir del 3 de agosto de 1999, día en que Tita falleciera a causa de una úlcera en la sala de terapia intensiva del hospital Fiorito, a pocas cuadras del Cilindro. Al día siguiente, muchos de los hombres que había tenido en su vida como hermanos, hijos, amigos y demás parentescos, se acercaron al velatorio montado en la sede de Avenida Mitre para luego trasladar sus restos al cementerio de Avellaneda. Desde los más experimentados como el “Panadero” Díaz, el “Coco” Basile, Juan José Pizzuti, hasta los algunos de los integrantes de la nueva camada de jugadores, como Adrián “Polaco” Bastía, conformaron el abanico de jugadores que asistieron al velorio. “Su partida fue algo tremendo. Uno sabe que los años te van tirando abajo y hay un ciclo de vida que se cumple. Pero su ida fue mucho más dolorosa porque era Racing y los recuerdos de uno. Queríamos tenerla mucho tiempo más”, añora hoy en día el “Camote” Acuña. Lamadrid, quien viviendo en el exterior apenas se enteró de la trágica noticia se dirigió hacia la sede, señala una triste verdad: “Racing no fue ingrato con Tita, sino algunos de los que gobernaron”. Igual de ingrata fue la suerte de Racing en el

futuro cercano. Dos días después de que Tita muriera, la Academia perdió contra Palmeiras con un resultado abultado a favor de los brasileños: 7 a 0 fue el marcador final que permitió al equipo ganador de la Copa Libertadores del mismo año pasar de ronda por la Copa Mercosur, de la cual era el defensor del título. A pesar de que el panorama no parecía cambiar, el 8 de septiembre se abrió un surco de esperanza cuando Racing firmó un acuerdo con el Club Argentino de Rugby que permitió recuperar unos terrenos pertenecientes a entidades ferroviarias que habían sido cedidos al club durante la dirigencia de Osvaldo Otero y que luego habían sido perdidos. Con el esfuerzo de socios e hinchas, se pudo levantar el primer campo de entrenamiento para las divisiones inferiores en la historia de Racing, luego de que los jugadores pertenecientes a la cantera académica tuvieran que hacer de local en canchas como la de El Porvenir. Desde allí, el Predio Tita Mattiussi se ha convertido en un ejemplo para el fútbol argentino debido a la historia y condiciones de sus instalaciones. Tita renunció al deseo que muchas mujeres tienen a lo largo de su vida: formar una familia propia. Sin embargo, al permanecer en la memoria de los hombres de su vida y al saber que los nuevos pibes están bien cuidados, no hay duda de que aquella suave sonrisa continúa abrazando al sentimiento racinguista.

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Por Cristhian Flores / Fotografía. Gastón Rojas

Ariel Scher “Hay que pensar en cómo dar disputas en función de las ideas y los sueños” Disponerse para charlar de fútbol y de la vida con Ariel Scher es, en principio, adentrarse a un mundo de debates. Notarán que aquí no hay búsquedas de verdades absolutas ni conceptos axiomáticos, sino un periodista, escritor y docente que plantea un escenario y una forma de entender la vida, y al fútbol como forma de explicarla, que no abunda en estos tiempos. Desde el Racing de su niñez al Barcelona de Guardiola; de Panzeri al periodismo actual y su relación con Grondona. El mundo como territorio de disputas, tan o más transformado que el fútbol de los tiempos en los que Racing era La Academia y el país una multiplicidad de paladares.

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l escenario, como no podía ser de otra manera, es el aula. Allí, Ariel Scher se siente cómodo por estos días como docente en una reconocida escuela de periodismo, y allí nos espera para hablar de la vida. Porque hablar de la vida y de Racing funcionan como sinónimos. Hacer lo propio de periodismo, en tiempos en los cuales el periodismo muchas veces elige no decir, se torna obligatorio. Pero también es necesario hablar de fútbol, de las maravillas y las miserias que éste trae apare-

jadas como el deporte más popular del mundo. Para ello, nos sumergimos en su historia, su profesión y su pluma, en una nota digna de disfrutar, que nos introduce en el fantástico mundo de pensar la realidad. -¿Cómo empezó su vínculo con el fútbol y con Racing? -El fútbol daba vueltas alrededor mío, por mi barrio, por mi padre, por mis amigos. No puedo precisar del todo la circunstancia inicial de mi vínculo con Racing,

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Foto. FM La Tribuna

pero sí estoy seguro de que es una circunstancia añejísima, anterior a mi propia memoria.

y no fascinarme. O delante de Zidane, Maradona, Rubén Paz, Messi o Iniesta. Si fuera hincha del Barcelona, no podría no haber mirado a Zidane; y si fuera del Real Madrid, no podría no rendirme ante Xavi, Iniesta o Messi. Sería un ciego.

-¿Racing fue una herencia como suele suceder? -Racing fue una elección. Mi papá cree que construir una persona, en términos de ser una persona, tiene que ver con darle multiplicidades selectivas. No me impuso una camiseta, entonces yo la elegí. Lo que sí me quedó de él, entre muchas cosas, es esta comprensión que es valorativa de todas las camisetas. No tengo una afirmación de mi identidad por oposición a los otros. No necesito tenerle bronca a otra camiseta, ni se la tengo. Necesitaría a alguien que me brinde una explicación para abrir los ojos delante de Bochini

-¿Existe un “Paladar Racinguista”? -Hay multiplicidad de paladares. Me parece que Racing tiene, como muchos otros clubes, un montón de invitaciones a reconocerse en jugadores, jugadas y equipos que fueron portadores de una gran pasión, una gran identidad, destreza y generosidad. Me parece que la suma de todas esas cuestiones es un paladar más deseable. Ahora, los paladares dominantes

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Ariel Scher y sus obras Nació el 29/07/1962. Periodista desde 1982 en El Handball, La Razón, Sur, Interdiarios, Noticias y Clarín (PK), entre otros medios. Fue enviado especial al Mundial de Fútbol de Japón/Corea 2002 y al de Alemania 2006; a los Juegos Olímpicos de Sydney 2000, a la Copa América de Fútbol de Bolivia 1997, Paraguay 1999, Perú 2004 y Venezuela 2007; al Abierto de Tenis de EE.UU. en sus ediciones de 1998, 1999 y 2001 y a el de Francia 2003, entre otros acontecimientos. Es docente en la escuela DeporTEA

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y participa regularmente en debates sobre los lazos entre el deporte y la política, la sociedad, la violencia y la literatura. Publicó los libros Fútbol, pasión de multitudes y de elites (junto con Héctor Palomino); La Patria deportista; Wing izquierdo, el enamorado (y otros relatos); La pasión según Valdano y Fútbol en el bar de los sábados, además de ser co-autor de Deporte Nacional e intervenir en diversos volúmenes colectivos de cuentos y ensayos sobre deporte. Premio Konex 2007 (Deportiva escrita) y jurado en 2010.


en cada tiempo de la historia no tienen que ver sólo con Racing. No en todos los ciclos de la modernidad el ideal de mujer fue el mismo; no en todos los tiempos de la historia las construcciones sobre la estética fueron iguales, y el campo de las ideas es un campo de disputas culturales. No me parecería justo decir que la vida tiene que funcionar con mi paladar. Lo que sí creo es que conviene dar batalla, dar argumentos y encontrar recursos para defender las cosas que creemos, y en eso estamos. Sigo creyendo que no se puede ser en el fútbol especialmente distinto, en materias de objetivos, que en el vivir. Hay maneras de abordar la competición, las jugadas y maneras de entender quiénes son los otros con los que jugamos, pero ningún folklore dominante tiene por qué demoler mis ideas sobre la vida y el fútbol.

de cómo jugar tienen algunos conjuntos que reconocemos en los barrios o abajo de las autopistas, pero un proyecto y una identidad requiere de tiempo y de mucha afirmación de ciertas ideas. -Volvió Milito, con todo lo que eso significa. ¿Qué le puede aportar a este Racing y cuánto le puede dejar como enseñanza? -Milito es un gran jugador de fútbol, con una cantidad de saberes sobre lo que hay que hacer en una cancha que no tienen tantísimos jugadores, además de los recursos técnicos. Los clubes, los equipos y casi todas las cosas se construyen fortaleciendo identidades. Que alguien como Milito vuelva es toda una señal de valoración de su parte hacia lo que es Racing, que enseña muchas cosas: no es poco tener un gran jugador de fútbol, que además eligió cerrar la parábola de su itinerario como jugador en el lugar donde partió. Es un gran aporte que excede el placer de verlo jugar, una señal de identidad que sería maravilloso que fuera aprovechada.

-¿Por qué cree que Racing pasó de ser un equipo con una identidad marcada al declive y el gerenciamiento? -Tiene que ver con el perfil de algunas administraciones. Hubo construcciones políticas que no funcionaron eficazmente. Pero, por otro lado, en muchos de esos tiempos también hubo un montón de señales y reacciones sociales que revalorizaron qué cosa es vincularse con Racing o ser de Racing para que Racing no deje de estar sobre la superficie del corazón y de la vida. Por otro lado, los peores tiempos institucionales coinciden con tiempos en los que se transformó mucho el modo de hacer una institución deportiva. Los problemas de Racing espejaron y amplificaron como se transformaron muchos clubes. Hay clubes que han salido campeones y su realidad institucional no estaba muy por encima de la de Racing. A veces, un éxito disimula un montón los aspectos institucionales.

Durante el Mundial, Ariel permaneció en Argentina mientras que su hijo Ezequiel, periodista de El Gráfico Diario y la cooperativa Nos Digital, vio a Messi gambetear desde el lugar de los hechos. Sin embargo, padre e hijo compartieron vivencias, como tantas otras veces, pelota y pluma de por medio. El honor de compartir la profesión, y una analogía particular. -¿Qué cosas le dejó la actuación de la Selección Argentina en el Mundial? -Hay valores que transfirió la actuación de la Selección en el Mundial que a mí me parecen interesantes. Por ejemplo, perder y no atribuirle a algún genio maligno que nos quiere embromar y echarle las culpas de la derrota. Me parece importante, no sólo como conducta de la Selección, dimensionar que no todos salen primero, y que ser primero no es lo único que importa. Es un sueño, un objetivo, es válido, pero hay otros espacios: si pusimos toda la intención, hicimos las cosas que nos parecía que había que hacer, cometimos errores y construimos aciertos, también tiene valor. El resto son discusiones acerca de cómo se construye un equipo. Si la Selección podría haber jugado mejor o peor; si avanzó hasta donde avanzó, tiene méritos. El fútbol habilita un juego dentro del juego que es pensar el juego. Nos hace ver virtudes, defectos, estrategias, tácticas, valores, ideas y faltas de ideas.

-¿Cómo ve al club hoy? -Hoy veo a Racing atravesado por los mismos problemas y desafíos que la mayoría de las instituciones deportivas de este tiempo; en una época en que el espectáculo del fútbol y el deporte son el espectáculo central de una época que espectaculariza todo. Para los clubes argentinos no ser rehenes del corto plazo y el triunfo inmediato es muy difícil porque hay una cultura que excede a los clubes, que instala que el éxito y el fracaso es sacar puntos en lo inmediato. Eso tiene legitimidad, pero no puede ser la única realidad. Ese es el desafío de Racing y del fútbol de Argentina. Un proyecto necesita tiempo. Hay equipos que son campeones y no se sabe qué proyecto fueron, qué identidad tenían. Son equipos que simplemente sumaron más puntos o encontraron distintas formas de cómo ganar los partidos y le funcionaron. Una identidad

-¿Cómo fue compartir la experiencia de escribir con

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Eche Ilus

su hijo en Familia Mundial? -Fue una buena aventura. Me parece, como concepto periodístico, que no es exacto decir que cubrimos los mundiales cuando estamos con el cuerpo en las ciudades donde se juegan los mundiales. El periodismo puede ejercerse en la proximidad geográfica, con los ojos apoyados en la gente o en los olores del aire que los enmarcan, pero cubrir el mundial, lo cubrimos todos desde algún lugar, de algún modo. Y tendíamos a eso: donde lo estemos haciendo, encontramos una manera de encontrar las cosas. Fue compartir una experiencia de trabajo con alguien que uno quiere mucho, como puede ser un hijo o un amigo.

sa todos los días, y sus formas expresivas pequeñas. Preguntarme por qué vivo las cosas como las vivo y por qué tal otro vive las cosas como las vive, y de eso resulta las cosas que escribimos. Lo que más me gusta es que, para escribir, tenés que desafiarte a que algo que no estaba esté. Y antes de escribir tenés que estar en contacto con el mundo, te produce una interacción con el mundo. -Sus hijos siguieron sus pasos, ¿lo fueron mamando o fue una elección propia? -A veces estás más cerca de una cosa que de otras, y eso te permite interesarte o no. Si mi papá no hubiese sido alguien que mirara partidos de fútbol, quizá mi vínculo con el fútbol hubiera empezado después o no hubiese empezado; si a mi mamá no le gustara leer, quizá yo hubiese tenido un vínculo más tardío por escribir o por leer, pero es difícil seguir ese recorrido. Hace poco lo escuchaba al nieto de Estela de Car-

-¿De dónde nace su forma de contar las historias? -Estoy en eso, buscando cómo escribir. Yo trato de leer a los tipos que escriben de distintas maneras, a muchos de los que tantos predican que escriben bien. De escuchar a gente que no escribe pero se expre-

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lotto y decía que se había preguntado por qué tenía esa ligazón tan intensa con la música; y en algún lado estaba: su papá. Eso en algún se encuentra.

fenómeno del deporte, aproximarme, contarlo, tenía una especie de inclasificable y precisa relación con un saber en el que hay emociones, pertenencias e identidades dando vuelta.

El periodismo fue, para Ariel, una vocación que se remonta a su niñez, a su padre y el fútbol. En la profesión encontró formas y valores para ejercerlo, los mismos que intenta trasladar a sus alumnos, en tiempos y contextos sociopolíticos en los cuales la profesión parece estar todo el tiempo en la tela de juicio de intereses económicos.

-¿Qué influencia tuvo Dante Panzeri, por ejemplo? -Mi papá tenía valoraciones muy altas de Panzeri, y otra gente que yo conocía me lo mencionaba. Panzeri era, evidentemente, alguien que desacomodaba a muchos, y a mí también, con su puesta en cuestión de lo que parecía tan natural. El tipo decía algunas cosas que, en algún lugar de mi cabeza y mi corazón, me empezaban a volver otro individuo al que era antes de leerlo. Me parece que es una referencia como individuo que cambió las maneras de hacer periodismo sobre deportes en la Argentina. Esto no quiere decir que sea la única referencia que tengamos, ni que sea perfecto porque no hay perfecciones ni personales ni profesionales; pero, evidentemente, funcionaba como un faro.

-¿Cómo comenzó a vincularse con el periodismo? -La pasión con el periodismo tiene que ver con que, abastecido por mi papá y con amigos, tenía mucha relación con los diarios y las revistas deportivas, me gustaba escuchar la radio, leer, mirar partidos. Mi papá jugaba partidos contra mí en el patio de mi casa y relataba esos partidos. Después, con la vida, me fui encontrando con muchos compañeros que tienen historias casi fotocopiadas. El proceso genético de ser periodista ligado al deporte está muy vinculado a eso. Por otro lado, hubo un momento en el que fortalecí las ganas de hacer periodismo porque me pareció que era una herramienta a través de la cual era posible volver visible cosas que no estaban tan a la vista. Y eso me resultó, y me resulta, una oportunidad humana extraordinaria. Sabía que pensar el

-Sin embargo, hoy en día el espectador se informa más por la televisión que leer los mismos diarios o agarrar un libro. ¿Qué cree al respecto? -Pienso que el mundo se mueve. En todo caso hay que pensar cómo dar disputas en el mundo en función de las ideas y los sueños que tenemos. No tengo una visión de la realidad descendente y decadente que me provoque decepción del mundo. Me parece que todo

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haciendo, no depende de legitimación. Lo que sí creo es que, para ser eso, hay que esforzarse, desafiarse. Si uno no discute con uno mismo, sin esfuerzo, es probable que no ocupe un espacio de trabajo, o no lo desarrolle, no esté siendo periodista, o comunicador, o no esté siendo nada.

el tiempo estamos en la pelea, en tratar de interpretar e interpelar la realidad. -¿Ese es el mensaje que intenta dar a sus alumnos? -No sé si como docente de periodismo. Lo que sí sé es que, en las referencias más interesantes que yo he encontrado para construir el proceso educativo, se planea la pedagogía desde la pregunta, la desmonopolización de la palabra, de los individuos como portadores de saberes. Me gustaría que el periodismo, el fútbol, la docencia y la existencia se permitieran eso: preguntar y transformar no sólo lo individual sino también lo colectivo.

El fútbol argentino y sus adyacencias no escapan del análisis. No sólo desde el punto de vista comunicacional sino también desde el juego, e incluso una mirada de la era Grondona, el encargado de las transformaciones de nuestro fútbol en los últimos 35 años. -¿Quién fue Grondona y cómo seguirá el fútbol argentino sin él en el poder? -Grondona era alguien que no se planteaba trastocar el mundo para hacerlo mejor o peor, sino que daba por sentado que el mundo es el que está, y en ese mundo sabía operar. Era un entrenado en la corta política, especialista en resolver cosas que se presentan como problemas inmediatos. Es difícil decir qué creía Grondona del fútbol, o del juego, o del poder. Creía que el poder es algo que se ejerce, y que se ejerce estableciendo vínculos. El desenlace de sus gestiones revela que el poder central está en la industria de la comunicación: desde el acuerdo con Torneos y Competencias, su alianza central para perpetuarse tuvo que ver con ser aliado con los dueños de los derechos de televisión; cuando más radicalmente cambiaron esos derechos, cambió la alianza. Siempre estuvo aliado al poder de turno. El fútbol para todos es, en principio, un cambio de dueños legales de los derechos de transmisión, cuyos saldos también están

-¿Cómo se modifica esa tendencia instalada en la cabeza del estudiante de periodismo cree que sólo se llega con contactos y sin hacer méritos? -Es una discusión ideológica, no tengo una teoría de cómo se modifica eso, me gustaría. Tiene que ver con derribar una serie de supuestos que no me parecen convenientes ni para el horizonte individual del estudiante, ni para el horizonte colectivo de una sociedad. Hay que discutir qué es lo importante, qué es llegar, qué es trabajar y qué es un empleo. Qué es un medio grande y qué es un gran medio. Me parece que esas discusiones se están expandiendo, no sólo porque hay nuevas herramientas para multiplicar los lugares donde construir periodismo, sino porque hay discusiones ideológicas sobre eso. Hay una tradición por la que se estudia para tener un empleo y prestar la fuerza de trabajo en función de vocaciones que uno tiene o encontró de casualidad. Yo creo que ninguno de nosotros es periodista, ni es nada, por el lugar que ocupa: simplemente es. Uno es lo que está

Ariel nos cuenta el juego En septiembre, Ariel Scher presenta su nuevo libro llamado “Contar el juego”, un trabajo editado por Capital Intelectual que trata sobre la literatura y el deporte en Argentina. “Siempre me interesó el deporte por el deporte pero, a la vez, como herramienta para pensar y para aproximarnos a otras dimensiones de la realidad. En la historia de muchos y, también, en la mía, los textos sobre deporte resultaron un buen camino para arrimarnos a leer. A veces observo que eso sigue ocurriendo. Y siempre me inquietó el vínculo entre la literatura y el deporte, un lazo que muchas veces ha sido visto con algún prejuicio. “Contar el juego” desarrolla las biografías deportivas de nueve escritores: Adolfo Bioy Casares, Julio Cortázar, Eduardo Sacheri, Roberto Fontanarrosa, Osvaldo Soriano,

Rodolfo Braceli, Juan Sasturain, Martín Caparrós y Haroldo Conti. Cuento cómo fue su relación personal con el deporte y cómo aparece el deporte en sus obras. Son ellos y pudieron ser muchos otros y otras porque el deporte se manifiesta de muchas maneras en las vidas y en los libros de la Argentina. Algo de eso -aludiendo a otros escritores- se ve en la breve introducción de este libro. También me di el gusto de que unos cuantos deportistas que, por una razón u otra, quedan asociados a algún escritor me contaran historias maravillosas: Sava leyendo a Sacheri, Sorin cuativado por Soriano, Bianchi mencionado por Bioy Casares, Poy homenajeado por Fontanarrosa, el Indiecito Solari ante los textos de Borges, el Toto Berizzo y su hábito de leer cuentos de fútbol, y más”, adelanta Ariel sobre su nueva obra.

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en construcción. Todavía hay mucho abierto a discutir en torno a qué es el Fútbol para Todos y hacia dónde va. No sé cuánto se diferencia de otras transformaciones en la industria de la comunicación de este tiempo en Argentina.

tienen derecho a jugar de distintas maneras siempre que no atenten contra lo que uno cree que es moral. Lo primero que me provocaba ese equipo era un extraordinario encantamiento visual; lo segundo era un mecanismo de identidad; lo tercero es que el Barcelona era la verificación de que el brillo individual puede estar al servicio de lo colectivo; y que lo colectivo puede favorecer la manifestación del brillo de la singularidad del individuo. El Barcelona conjugaba lo mejor de lo más histórico y las células madres del fútbol con el aporte de montones de recursos de la modernidad y la observación táctica del juego. Era el mejor equipo de cualquier barrio, de cualquier tiempo histórico, porque era la suma de montones de ideas de tiempos anteriores: Tenía muchísimas cosas del Brasil ‘70, pero también muchas cosas de Holanda ‘74. Cosas de Barcelona anteriores ganadores y derrotados. Y una apuesta a un modelo de vincularse con el juego que se pudo trasladar a la competición, pero no quiere decir que sea perfecto.

-¿Cree que es tiempo de que el fútbol argentino se replantee ciertas cosas? -El fútbol argentino tiene tantas histerias como otros torneos, y más, pero da la sensación de no tener menos histeria que ninguno. No conozco ninguna cuestión lúdica que se desarrolle mejor en estado de histeria. Las maneras de jugar, de recibir y observar el juego, forma parte de un escenario de disputas culturales. Todas esas cosas tienen un sentido, otro o ninguno, pero uno disputa esos sentidos. No todos pensamos que la manera de disputarlos son idénticas, pero sí creo que la historia revela que, para dar esa disputa, hay que organizarse, involucrarse y ponerse en cuestión. En eso está el juego presente o ausente todos los días de nuestra vida.

-¿Qué le genera Messi? -Messi está fuera del campo de la lógica. Es una fábula, una especie de anotador que nos recuerda la existencia de lo imposible con forma de jugador de fútbol. Me siento un privilegiado de ser testigo de muchas cosas, y entre ellas, de haber visto a Messi y a Maradona. Son confabulaciones contra lo que uno puede prever desde cualquier lógica. Messi desata nudos que parecen imposibles de desarmar, con una naturalidad y una facilidad que no está escrita en ningún cuento. Avanza con la pelota tan cerca del pie como la física no logra explicar. Es Peter Pan y todos los personajes de cuentos al mismo tiempo.

Como futbolero enamorado del juego por sobre todas las cosas, el cierre estuvo a cargo de Messi. Su concepto sobre el mejor jugador del mundo y el Barcelona de Guardiola. -¿Cuál es el equipo, de todos los que vio, que más le gustó? -El Barcelona de Guardiola. Tenía una reivindicación de una serie de ideas que, a veces, parecen abandonadas. Un paradigma contracultural de juego que me gustaría que se vuelva cultural, pero los equipos

Presentando uno de sus libros, Deporte Nacional. (Foto. Feria del Libro)

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El legado de Pasión por Jugar ►Por Julián Scher. Hijo de Ariel e integrante de Prensa de Racing Goles y palabras, cuentos y partidos, notas y gambetas. Y Racing. En un mismo envase, jugando con todo a la vez pero sin olvidarse de los detalles, apostando por la construcción con otros pero sin resignar el pensamiento propio, Ariel va y viene por la vida teniendo al Cilindro como una cita ineludible. Así como por comer medialunas con sus sobrinos nietos es capaz de no mirar algún rato de algún partido de un placer llamado Barcelona, ninguna posibilidad de triunfo, ni en el fútbol ni en la vida, le hace perder de vista que los medios importan tanto como los fi nes. Y si de medios se habla, Ariel camina por las calles porteñas preguntando y preguntándose incesantemente cómo desafi ar las lógicas dominantes de comunicar y cómo contar a diario historias que no impliquen entregarle al mejor postor las convicciones. Y siempre, pero siempre, a Ariel se le cruza por delante la Academia porque Ariel, cuando era un chiquito que pateaba con ganas la tierra de Ciudadela, se dejó seducir por el inolvidable Equipo de José que se coronó en Montevideo con el zapatazo del Chango Cárdenas. De ahí en adelante, la lealtad a Racing se mantuvo intacta, en las buenas y en las malas, en el doloroso descenso de 1983 y en la gloria del 27 de diciembre de 2001. A lo largo de más de cuatro décadas, compartió tardes de local y noches de visitante con sus hijos y con los amigos de sus hijos, soportó a los entrenadores que creían que tenía sentido vivir sin ir al ataque y disfrutó con los futbolistas, fueran o no de Racing, que respetaban la dimensión estética del juego. Futbolero desde que León, mi abuelo, le regaló Literatura de la pelota, ese mágico libro del escritor académico Roberto Santoro, Ariel se destacó a un costado de la General Paz como volante central y fue fi gura en casi todos los partidos que jugamos él, mi hermano y yo en la Plaza de la Misericordia. Papá, amigo y compañero, todo en un mismo envase, es un orgullo haber heredado de Ariel la pasión por estos colores y por el fútbol.

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Ariel Scher Más que un profesor ►Por Brian Aizenberg. Productor de Esto es Racing y ex alumno de Ariel Cuando empecé a cursar periodismo deportivo en DeporTea, hablé con un amigo para pedirle referencia y consejos de la carrera. En esa conversación fue cuando me quedó el apellido “Scher” en mi cabeza. Entre tantas recomendaciones y advertencias, me contó que en segundo año iba a tenerlo de profesor y, si tenía suerte, en más de una materia. Mi especie de guía en los primeros meses de la escuela hablaba de él de una manera especial, claramente diferenciándolo del resto por algún motivo que un año después iba a entender. La materia “Política y deporte” llegó en el PRIMER cuatrimestre del 2009, con Ariel Scher a cargo de la misma. Rápidamente me acordé de mi amigo y su especie de enigmático: “Ya vas a ver cuando lo tengas...”. Lo importante de la cursada, además del contenido, fue su sabiduría y estilo de dictarla. Más que una clase parecía una charla entre un hombre que pareció haber vivido cada segundo de lo que contaba y personas que escuchaban el relato. Sus ejemplos concisos y claros –muchas veces mencionando a una tía– producían simpatía y empatía. Discípulo de Dante Panzeri, su calidez humana y consejos lo llevaron a ser elegido por varios compañeros para que entregue el diploma de egresados, un año y medio después de haber sido sus alumnos y en tan solo una materia sobre más de veinte. Ariel es ese tipo de personas que te caen bien. Tiene algo especial en su forma de ser que intriga y te mete en un bolsillo. Esto se potencia al leer sus textos: cuentos de fútbol y participaciones en libros, columnas en Diario Clarín, etc. ¿Cuántas personas podrían afirmar que le resulta “más conmovedor ver ‘La carrera de Miguel’ que la final de un Mundial”? Pocas. Ariel es uno y eso lo resume. Una persona que por trabajo viajó por el mundo a cubrir torneos internacionales, pero siempre con la intención de contar otro tipo de historias que dejen como resultado una reflexión. Ariel Scher es más que un profesor. Es un docente, un periodista de raza y un ejemplo para los que, al igual que él, queremos “cambiar un poco del mundo” a través de esta profesión.

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Diego Vigencia y c ►Por Diego Huerta. Columnista invitado. Periodista de Cultura Redonda y Perarnau Magazine.

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ra uno de los regresos esperados hace tiempo. Si bien se fue por la puerta de atrás allá por enero del 2004 sin haber logrado alcanzar el máximo de su potencial (eso sí, con el título del Apertura 2001), sus goles, sus fintas y sus logros fueron haciéndose moneda corriente los fines de semana por TV. Así, ya fuera en el Genoa, en el Zaragoza o en el Inter, la gente de Racing fue forjando una idolatría extraña por Diego Milito: se hizo héroe a la distancia. Él aportó además, cada vez que pudo, con alguna declaración, visita al Cilindro o como fuera, pero siempre recordando su paso por el club y ha-

ciendo notorio su deseo de terminar su carrera con la camiseta blanca y celeste. Ahora, si bien la ilusión era enorme, era difícil imaginar que el inicio de Diego Milito en su vuelta sería tan bueno. Es que el Príncipe, ese que una tarde fue capaz de meterle cinco goles al Real Madrid de Zidane, Ronaldo y compañía, venía de unas últimas dos temporadas muy complicadas en el Calcio. Una rotura de ligamentos en una de sus rodillas, en una edad en la cual cada desgaste físico comienza a pagarse de otra manera, pareció oscurecer ese potencial regreso. Si bien a finales del 2013 volvía a las canchas con un doblete ante el Sassuolo, la realidad es que el úl-

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Milito compromiso timo año de Milito no había sido bueno. Pero le sirvió para ponerse a punto en lo competitivo y exhibir acá al futbolista de elite que terminó de formarse a miles de kilómetros de Avellaneda. En cada control, en sus pases certeros, en los cambios de frente para los volantes que se incorporan al ataque, Diego muestra que es un futbolista que está muy por encima de la media en nuestro país. Lucas Pratto incluso no dudo en señalarlo como el mejor delantero del país. Su trayectoria lo avala, no cualquiera define una final de Champions League como lo hiciera él en el 2010 ante el Bayern Munich en el Santiago Bernabéu con un doblete inolvidable. Pero más allá de su valor futbolístico hay uno intangible en este regreso. Porque su contracción al trabajo es total, porque es el espíritu del conjunto

(su salida en el Clásico fue un antes y un después), porque con él en el club se puede volver a soñar con que esos pibes que se formaron en el Tita, dieron sus primeros pasos en el Cilindro y terminaron realizando notables carreras, hagan sus últimos trucos con la camiseta de Racing. El construir una identidad colectiva como club es imposible de valorar. Y la presencia de Milito es un granito de arena para que ese paladar académico se acerque de una buena vez a ese que leímos en libros, que nos contaron nuestros padres y abuelos, que se respira en los rincones del Presidente Perón. Quizás él no sea consciente de la trascendencia de su gesto. O quizás sí, si hay algo que demuestra el Príncipe en cada declaración, acto público o dentro de la cancha es una inteligencia marcada.

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Por Cristhian Flores

Oreste Osmar Corbatta El loco que gambeteó a la vida Llegó siendo muy joven, pero jamás se imaginó que se viviría por siempre en el corazón, la memoria y la existencia del Racing Club. Porque el Cilindro se erige en Mozart y Pasaje Corbatta; porque allí está su cara, llena de picardía, en cada cuadro con los máximos ídolos albicelestes. La triste historia de un provocador de sonrisas eternas, la historia de un Loco que gambeteó a la vida: Diganle Oreste.

S

iete años le bastaron a Oreste Osmar Corbatta para entrar en la historia grande del Racing Club de Avellaneda. Siete fueron los goles que le marcó a Independiente, con todo lo que eso significa. Siete era el número que llevaba tatuado en la espalda, porque más que el de su camiseta celeste y blanca, ser wing en los tiempos de Corbatta era una forma de entender la vida: medias bajas, la camiseta fuera del pantalón, la cara sucia que albergaba una sonrisa pícara y la frente sudoro-

sa de tanto recorrer la raya, de tanto engaño, eran requisitos. Las historias de potrero, gambetas, fama, gloria, recaída y últimos años solitarios, se repiten entre los integrantes de esa raza en extinción que tiene en Corbatta a uno de sus hijos más preciados. Algunos le decían Orestes Omar, aunque su partida de nacimiento dijese Oreste Osmar. Podrán confundir su nombre, pero olvidarlo jamás. Porque ya nadie juega como Corbatta. Porque nadie va a gambetear hasta al olvido, ni va a adueñarse de la raya

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como si se tratara de los mismísimos límites entre la fama y la desidia, entre el dinero y el despilfarro, entre la gloria y el declive. Porque correr, corre cualquiera, pero no cualquiera corre y la pelota sigue ahí, con él, porque “no se quiere ir de su lado”, acaso parafraseando una vez más a la vida y a los amigos que estuvieron para brindarle una mano aunque ya no hubiese nada que hacer. En la cancha tampoco había nada que hacer con el Loco. Corría el año 1955 cuando un muchacho pequeño, notoriamente flaco y de aspecto desalineado, se presentó en el estadio de Racing Club. El nacido en Daireaux, La Plata, hacía 19 años, no tenía más pergaminos que alguna hazaña de potrero y una prueba en Estudiantes, club en el cual lo descartaron por su contextura física. Según nada más y nada menos que Juan José Pizzuti, el club pagó por él un par de juegos de camisetas. Al llegar, en alpargatas y con una camisa a cuadros, sus nuevos compañeros le preguntaron por su equipaje. “¿Qué equipaje?”, respondió. No imaginó entonces, al llegar con nada más que lo puesto, que gran parte de su vida dentro y fuera del verde césped la pasaría en el Estadio ubicado en Mozart y la ex calle Cuyo que ahora lleva su nombre. Apenas dos meses después, ya jugaba en la primera de Racing. Desde aquel debut ante Gimnasia, los hinchas de La Academia disfrutaron de cada una de sus gambetas y locuras en partes iguales hasta 1962. A cambio, el club le pagaba un sueldo escaso y un departamento donde dormir, y así dejar de hacerlo en

uno de los estantes de utilería. El “¡Locooo, Locoooo!” bajó de las tribunas maravilladas una y otra vez ante cada ocurrencia magistral, cada enganche para dejar desairado al marcador. “El Loco Corbatta era un fenómeno, un fuera de serie. Uno de esos que salen uno en un millón. Poseedor de un gran talento, era pícaro, y no se cansaba de gambetear nunca. Estaba en el momento justo y siempre hacía la jugada inesperada”, declaró alguna vez el ex arquero Osvaldo Negri, y nadie se atrevería a desmentirlo de no ser para agregarle una característica a la elegancia de su juego, contradictoria con la desfachatez de su andar. Otra de sus especialidades eran los tiros desde el punto del penal. “Agachaba la cabeza para que el arquero no me viera. Nunca me paraba de frente a la pelota, y le pegaba con la cara interna del pie derecho, seco. En cuanto se movía, era hombre muerto”, repetía. Así convirtió 39 de los 45 penales que ejecutó en toda su carrera. Para los arqueros, contenerle un penal al “Dueño de la Raya” era toda una hazaña de la que no muchos pueden jactarse. En Avellaneda fue parte de los títulos de 1958 y 1961, en el recordado equipo de Saúl Ongaro: Negri; Anido, Mesías; Blanco, Peano, Sacchi; Corbatta, Pizzuti, Oleniak, Sosa, Belén. “Tito” Pizzutti, capitán de aquel equipo y gloria de Racing Club, aún hoy recuerda a Corbatta con una sonrisa y algunos silencios, como si cada vez que pronunciara su nombre le viniesen a la cabeza anécdotas de partidos y

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La ejecución de los penales, un arte que sólo el Loco conoce.

picardías que su memoria y su corazón se niegan a olvidar. “Era un chico de historia triste. En el fútbol era un pícaro, pero en su vida privada estaba solo. No sabía leer ni escribir, pero él iba a una plaza y se sentaba con un diario y miraba los dibujitos. Como compañero, un pibe bárbaro, de buen corazón; como jugador, le dabas la pelota y no sabías lo que iba a hacer. Ni yo, ni el equipo, ni los rivales”, recuerda en diálogo exclusivo con Paladar Académico. -Un día jugábamos un partido con Central, ellos eran un desastre y a los 20 minutos íbamos ganando 3 a 0. Nos empataron 3 a 3, pero empezó el segundo tiempo y les hicimos más goles: 10 a 3. Ante semejante resultado, viene un muchacho y, como yo era el capitán, me dice que le tiremos una al arquero. Hablo con Corbatta y le digo que vaya a arreglar con el arquero de ellos. Va, patea y le mete el gol. -¿Loco, qué le dijiste al arquero?- le digo. -Que se la iba a tirar a la izquierdarespondió. -¡Loco, se la tiraste a la derecha!- Fue 11 a 3.

No sólo José recuerda sus picardías y su habilidad con la pelota. También nos cuenta una anécdota que tiene que ver con su generosidad, a pesar de su ignorancia -bien entendida- y su origen humilde. -Con la plata no sabía qué hacer. Un día íbamos por Avellaneda, y me compré una camisa. Le gustó y se la regalé. A los dos o tres días viene uno de los amigos con la camisa mía. Yo, lo primero que pensé, es que se la habían robado. Le pregunté en dónde se la había comprado. “No, me la regaló Corbatta”, me dijo. Era muy generoso, y lo quería mucho toda la gente. Un año antes de aquel primer campeonato en Racing, formó parte del juvenil argentino conocido como “Los carasucias”, junto a Humberto Maschio, Enrique Omar Sívori, Antonio Angelillo y Osvaldo Cruz, en el que fue reconocido por él mismo como el mejor año de su carrera. De aquella Selección, fue el único que se salvó de las feroces críticas que envolvieron al plantel que disputó el Mundial de Suecia 1958, eliminado

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Los Carasucias, la Selecciรณn campeona del Sudamericano de 1957

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โ บ


en primera ronda. Corbatta hizo tres goles en los tres partidos de la fase inicial. Con el arquero argentino en Suecia 1958, nada más y nada menos que Amadeo Carrizo, Corbatta guarda una anécdota inolvidable: El Loco, eximio ejecutor de penales, desafió al arquero de River tras un entrenamiento que fue observado por propios y extraños: Si le atajaba 10 de los 50 tiros acordados, resultaba ganador. De lo contrario, sería Oreste. ¡Convirtió 49, y el restante dio en el palo! Fue en las Eliminatorias para ese Mundial, donde quizá Corbatta inscribió su nombre en páginas doradas de la Selección Argentina, marcándole un gol inolvidable a Chile que derivó en una nota referida de la revista estadounidense Life, en la que sólo había participado Pelé. El epígrafe, que acompañó la foto de la secuencia del gol, describió: “Pudo haber pateado antes, pero su inspiración le hizo concebir algo más pintoresco. Esperó que llegara el defensor Salazar, detuvo la pelota y el defensor pasó de largo. Se corrió hacia el medio, se colocó delante del arquero, esperó que intentara salir y de cachetada ubicó el balón”. En total, con la 7 celeste y blanca pero de la Selección, disputó 43 partidos entre 1956 y 1961, marcando 8 goles. Consiguió dos títulos: los sudamericanos 1957 y 1959. Tras las experiencias en el conjunto nacional, era el momento de volver al Cilindro de Avellaneda. Sería campeón en 1961, pero a la llama de su efervescencia al llegar y su indescifrable gambeta no le quedaba mucho resto. Eran conocidas sus salidas nocturnas, que más de una vez culminaban en el Hospital Fiorito, ubicado a pocos metros del Estadio Presidente Perón. A esto se le sumaban los problemas matrimoniales que, en su frecuente comparación “A la pelota hay que tratarla bien. Es como una mujer, si le pegás se te va. Por eso yo no le pego, la acaricio; por

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eso no me la pueden sacar, porque ella no se quiere ir de mi lado”, queda claro que le iba mejor con la pelota. Su primera esposa lo dejó literalmente sin nada de un día para otro; con sus siguientes tres mujeres no tuvo mejor suerte. Comenzó así una decadencia que “El Dueño de la Raya”, esta vez, no pudo gambetear. Finalmente, el Loco, o el Arquequín, como lo bautizó Juan José Pizzuti por su pinta de “muñeco de teatro”, recaló en Boca en 1963 a cambio de 12 millones de pesos, cifra de la cual Corbatta vio muy poco y que el club utilizó para ampliar el estadio. Si bien muchos se ilusionaban con ver su mejor versión con esa camiseta, jamás volvió a ser el mismo que había enamorado a todos, zurcando cada cancha que pisó con la celeste y blanca. Era cada vez más notorio su afecto por el alcohol y las salidas nocturnas. Su físico, golpeado por él mismo, tanto o más que por los marcadores, ya no era el mismo. En total jugó en La Ribera 18 encuentros y convirtió 7 goles y, aunque ganó los títulos de ‘64 y ‘65, todo hacía presagiar

que no volvería a brillar como antes… En 1965 se refugió en Independiente Nacional de Medellín. Eso fue Colombia para él, más que una etapa futbolística de su vida. Necesitaba alejarse del alcohol, volver a pensar en la pelota. Allí esperaban al Corbatta genial que supo ser, alguna de las suyas. “No me llené los bolsillos, pero por lo menos levanté la moral”, declaró en su momento. Permaneció allí hasta 1969, por lo que el destino quiso que se cruzara con Racing en una noche de Copa Libertadores de 1967 y que Cejas le ahogara el grito de gol desde una de sus especialidades, el tiro penal. Volvió a la Argentina alejado de los flashes, el asedio periodístico que lo buscaba en sus años de esplendor, y que siempre lo agarraba con un diario entre las manos aunque en realidad no supiera leerlo por ser semianalfabeto. Apenas si el capitán de Racing, Pedro Dellacha, le enseñó a garabatear su nombre para poder firmar. El principal precursor de su vuelta al fútbol argentino fue el padre José Bar-

Su primera estrella con Racing fue en 1958.

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bich, por entonces párroco de la capilla San Rafael de Villa Devoto. “Confié en él porque sé que siendo un 35% de lo que fue en Racing nos alcanza, y les puedo asegurar que es bastante”, dijo Rastelli, viejo compañero en Racing cuando el Loco llegó, y en ese momento entrenador de San Telmo. De más está decir que no brilló, ni mucho menos. Apenas si sacaba a relucir su eficacia desde el tiro del penal y su pegada diferente para la categoría. Fiel a sus principios, decidió su retiro tras la final de Primera B ante Ferro, en la que los dirigentes de San Telmo les pidieron a sus jugadores ir a menos para no ascender. “Me dio tanto asco que largué todo enseguida”, declaró el Loco. Su estado físico había cambiado y ya no era la estrella del fútbol argentino, pero los valores seguían siendo innegociables. Sus últimos años como jugador lo tuvieron en la desconocida liga regional de Río Negro, para Italia Unida de General Roca y luego Tiro Federal de esa provincia, hasta que el Loco dijo basta. Ya no po-

día gambetear al calendario, no podía engancharle inesperadamente a la desidia y a la miseria. El dinero que había ganado lo despilfarró, se lo llevaron sus mujeres o, simplemente, lo había dado. “¿Qué hice con toda la guita? Es una historia muy larga. Yo siempre di sin fijarme en la recompensa, así me enseñaron mis padres. Lo que me gusta es ayudar a la persona. Un tipo va caminando, no tiene para el colectivo y me pide: ¿Qué voy a hacer? ¿Cómo no le voy a dar unos pesos?”, argumentó en su momento. El fútbol lo había salvado efímeramente, lo había elevado hasta el estrellato y lo expulsaba nuevamente. Su amor por la pelota se convirtió en amor a lo que ella trae aparejada cuando se tiene el talento de Corbatta. Talento que no olvidaremos, Loco querido… Ya la pelota no sería nunca más una fiel compañera de su locura. Sólo quedaba para Corbatta el silencio, esperando ser interrumpido por alguien que recuerde sus jugadas en Racing y la Selección Argen-

Tres años después, se coronó con La Academia. Luego, comenzaba su decadencia.

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tina, tal vez Boca. Pero volvía a ser ese Oreste Osmar Corbatta de las épocas previas a aquel inolvidable 1955. Ya sin dinero ni el departamento de Olivos que se había quedado su primer mujer, no le quedó más remedio que volver a recorrer las calles de Avellaneda, algún bar amigo y el Estadio Presidente Perón que lo albergara. El club le pagó un tiempo una pensión equivalente a la cuota de cien socios, y le prestó algunas otras noches un cuartito en una de las tribunas de aquel momento, esas que tantas veces habían sido testigos de sus hazañas albicelestes, aunque muchas veces durmió en un rincón del vestuario visitante. El Hospital Fiorito se convirtió nuevamente en un lugar frecuente para él, víctima hacía mucho tiempo de cirrosis. Internado allí vivió la consagración de Racing en la Supercopa 1988 ante Cruzeiro. “Quería estar con los muchachos. Perdí la última cosa que quería hacer”, le decía a los médicos, testigos también de

alguna anécdota del pasado. Finalmente murió el 6 de diciembre de 1991 en un hospital de La Plata, su ciudad natal, víctima de un cáncer de laringe. Tras su muerte, los dirigentes del Racing Club de Avellaneda consiguieron que el Concejo Deliberante aceptara cambiar el nombre de la ex calle Cuyo en la que está ubicado el estadio. Comenzaría a denominarse Pasaje Corbatta a modo de homenaje. Frecuentemente se acordaba de aquella trompada que le propinó el uruguayo Sasía, ya harto de que el Loco lo encarara. Desde entonces a su sonrisa le faltaban dos dientes. El apodo de Loco era quizá por su inconfundible personalidad, pero empezó a ganárselo una tarde que Racing enfrentó a Chacarita, donde Oreste enfiló para su propio arco ante la mirada atónita de sus compañeros. Recién cuando vio al arquero Negri advirtió la situación y giró para el

Luego de jugar en Racing, pasó por Boca e Independiente Medellín de Colombia. No volvió a ser el mismo.

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lado contrario, haciendo que se choquen dos rivales que lo perseguían. También le decían “El Garrincha argentino” (¿O era Garrincha el Corbatta brasilero?) por sus similitudes en el campo de juego: aspecto desalineado y chueco, medias bajas y un enorme talento con la pelota en los pies. Cómo olvidarse de Juan Carlos Cárdenas, si fue Corbatta quien lo bautizó para toda la eternidad. “Recién llegaba de Santiago. Me estaba cambiando para la prueba y viene Corbatta –todo chaplinesco- , y se sienta al lado mío. Me dice: ‘Ah, ¿vos sos el santiagueño? Ahora sos El Chango”, contó en la entrevista exclusiva con Paladar Académico. Pero no fue esa la única historia que el máximo ídolo de la historia de Racing ostenta con el Loco: -Jugábamos un amistoso en Mar del Plata. Viene Corbatta en el calentamiento y me dice: “Nene, quedate tranquilo que yo gano por afuera, te la tiro al pri-

mer palo y la metés. Acordate que va al primer palo.” Empieza el partido, y las dos primeras van al segundo. Yo lo miraba y pensaba: “¿A éste que le pasa? ¡Está loco en serio!” Me guiña el ojo, como diciéndome que la próxima iba adelante. Me la tira al primer palo y gol. Si hablamos de la historia de Racing, imposible omitir una vivencia con Tita Mattiussi. Al día siguiente se jugaba el clásico de Avellaneda, y Oreste había salido a una fiesta. Regresó ebrio y Tita le dio baños de agua para recuperarlo, tenía que jugar ese mismo día. A sus compañeros en el vestuario les pedía que no le pasen la pelota, que no la veía. Pero su recuerdo es digno de su personalidad: “Me desperté, jugué como una bestia e hice dos goles”. Simplemente Oreste Osmar Corbatta. Cómo vamos a olvidarte, si los hinchas de Independiente y otros clubes se hacían socios de Racing, para verte gambetear…

Gambeteó hasta al más rudo defensor, pero la miseria fue un rival invencible.

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Por Anabel Villar / Fotografía. Leandro Pepe

Chango Cárdenas “La vida nos eligió para hacer historia” Un portalápices de Racing, una página partidaria en su computadora y una caricatura donde se lo ve junto a Gardel y el Loco Corbatta son algunas de las maneras que él utiliza para caracterizar su inmobiliaria en el barrio porteño de Villa Devoto. No se puede afirmar que la historia fue justa con él, ya que solo le destaca un gol cuando hizo muchos y de todos los colores, e incluso se calzó el buzo de arquero. Tampoco es posible decir que esta le fue injusta, porque brindó a sus pies la posibilidad de celebrar desde Montevideo la mayor hazaña académica. En una pequeña oficina, entre cuadros con recortes de revistas y reconocimientos, la réplica de la Copa Intercontinental mira al Chango Cárdenas. Él se dispone a hablar de todo, sin ahondar en su famoso gol al Celtic.

L

as generaciones de los ‘90 no tuvimos, ni cerca, la posibilidad de ver ese número 9 desplegando su talento en el verde césped; más debemos extendernos en charlas con padres, abuelos, tíos o amigos, que comienzan a relatarnos -signados por el sentimiento y la admiración- sobre su debut en Mar del Plata con la albiceleste y sus goles memorables. Todos hablamos del Chango que conocimos, el delantero de Racing; pero, ¿quién era antes de llegar a Racing y ser rebautizado por Corbatta? Juan Carlos Cárdenas era conocido como “el Polaco”, allá por la década del ‘50, en las afueras de Santiago del Estero. Se entretenía con las figuritas del plantel de Racing campeón de 1951, cuando el calor agobiante le impedía jugar al fútbol en el potrero ubicado en la ribera del Río Dulce, a pocas cuadras de su hogar. Su familia estaba conformada por sus padres y dos hermanas. La casa grande permitía

a su padre tener una huerta y animales, y que a su familia no le falte nada. El niño jugaba al fútbol durante todo el día y por entonces se destacaba en la materia. “En el interior solía estar el famoso delegado que juntaba a los chicos del barrio y armaba un equipo. Yo siempre jugué bien, entonces me buscaban. Jugaba para mi barrio con mis amiguitos y después en el club. En nuestra cancha armábamos los ‘reducidos’, como le decíamos nosotros, donde se realizaban interbarriales”, rememora Juan Carlos, quien continúa su relato contando que a los 15 años lo pusieron en la Primera División del Club Unión de Santiago del Estero y poco más tarde llegó a la Selección provincial. En aquel entonces, AFA organizaba el torneo argentino Adrián Beccar Varela, donde las selecciones provinciales se eliminaban por zonas. En 1951, Santiago del Estero eliminó a Salta, Tucumán, Catamarca, La Rioja y Zona Norte y, gracias a ello, ganó

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el pasaje al cuadrangular que se disputaría en Bahía Blanca para definir al campeón nacional. A esta última instancia asistían delegados de los clubes grandes en busca de nuevas promesas. Iniciado el campeonato, Cárdenas hizo cinco goles en sólo tres partidos, cifra que lo destacó como goleador. En consecuencia, quienes representaban a los cinco grandes se lo disputaban; incluso San Lorenzo pretendía que, en lugar de volver a Santiago, el jugador se quedase en su concentración. Al ser menor, la respuesta debían darla los padres. Por lo cual, debió volver a su tierra natal. Es ahora cuando debemos, más que nunca, situarnos en el tiempo histórico. No existían los medios de comunicación ni transporte tal como los vemos hoy. Por ello, los delegados de cada institución debían viajar hacia lugares recónditos a buscar al jugador y ofertar por él. Independiente y River enviaron su gente a Santiago del Estero para contar con aquel chico de 16 años en sus formaciones, pero no hubo acuerdo. Afortunadamente, con quien fue en nombre de La Academia hubo una situación particular que facilitó el arribo a Avellaneda: “Se llamaba Oscar Casalnovo, era dirigente. Vino en verano, con mucho calor. Los que habían llegado a Santiago habían ido a buscarme directamente al Club Unión porque yo pertenecía ahí, pero el de Racing fue clarito. Dijo que no iba a ir al club, que quería venir directamente a mi casa. Quería conocerme a mí, a mi familia y mis formas de vivir. Llegó a mi barrio en los suburbios y, al ver un auto -allá casi ni existían los

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coches-, los vecinos se preguntaban quién había ido a la casa del Polaco. Era un día jueves como a las seis de la tarde y lo recibió mi mamá, mientras yo jugaba a la pelota en la canchita. Éramos como 30 pibes jugando, me fueron a buscar mis hermanitas y una fue quien me anunció que me venían a ver desde Buenos Aires. No le creí y respondí que no me hinchara las pelotas, que me dejara jugar. Después vino a avisarme otro amigo. Decidí ir para casa y me siguieron 20 chicos. Entré y vi al tipo sentado en el medio de las gallinas y los perros, transpirando una camisa blanca y, mientras tanto, mi mamá estaba con su famosa jarra donde hacía limonada de soda con azúcar. ¡Le dábamos eso! Entré con todos los chicos y, entonces, el tipo empezó a mirar. Estábamos todos mugrientos, llenos de tierra porque la cancha no tenía pasto. Miró a todos y preguntó quién era el pibe. ‘Es él’, anunciaron todos señalándome. Yo estaba todo sucio. Me agarró, me sentó en su pierna y me dijo que iba a ser jugador de Racing”. Finalmente se decidió que el joven viajara a Buenos Aires junto a otro jugador del Club Unión. Debían probarse y hacerse la revisación médica. Así fue que un miércoles, a la semana siguiente, ambos llegaron a la gran ciudad para ser alojados en el Hotel Castelar, ubicado sobre Avenida de Mayo. Un breve paseo por la Capital y a dormir. Al día siguiente, temprano, Casalnovo iría por ellos para emprender viaje rumbo a Avellaneda. El Impala avanzaba por Montes de Oca al ritmo que crecía la ansiedad de los adolescentes. Cruzaron el viejo Puente Pueyrredón y ya divisaban el mástil del Cilindro. La cancha donde la Primera División llevaba a cabo sus prácticas se ubicaba en el actual espacio de las piletas. El Polaco llegó y no podía creer aquel monstruoso estadio que tenía frente a sus ojos. Casalnovo lo llevó junto a Saúl Ongaro, el DT con quien La Academia se coronó campeón en 1961. Al verlo tan

chico, el técnico creyó que debía entrenarse con las inferiores, pero rápidamente supo que se trataba de Cárdenas, aquella promesa oriunda de Santiago del Estero que Racing había mandado a buscar. Lo hicieron pasar al vestuario a cambiarse para comenzar con la práctica. “Cuando me estaba cambiando, me siento en la banqueta y de repente entran y me dan un canasto enorme con ropa. Yo en Santiago usaba unas zapatillas, el pantaloncito y a jugar. Acá me dieron vendas, slip, pantaloncito, camiseta, ¡Todo! Yo me preguntaba por qué tanta ropa para correr. Estaba feliz. Mientras me cambiaba, llegaron los de la Primera. Estaba Federico Sacchi, tenía una pinta... Vinieron Corbatta, Pizzuti, Mansilla, todos los campeones. Estando ahí, Corbatta se sentó al lado mío, me miró y dijo: ‘¿vos quien sos? Ah, sos el santiagueño, entonces sos el Chango’”, recuerda quien no sabía que ese instante iba a cambiar para siempre su vida.

El sueño del Chango Ongaro los mandó a realizar la entrada en calor. El jovencito no podía creer que estaba corriendo junto a los campeones del ‘51, aquellos que veía en las revistas. “Yo estaba sorprendido y me acuerdo que el negro Belén me dijo que juegue tranquilo, como si estuviese en mi provincia”, rememora. Aquellos hombres ya consagrados no hacían más que alentarlo. De este modo daban una enorme muestra de humildad. “¿De qué te gusta jugar?”, cuestionó el DT. “Y... Me gusta hacer goles”, respondió el pibe. “Entonces vas a ser el 9 de Racing”, le afirmó el entrenador. Aquella afirmación pudo ser accidental, pensó el Chango, pero hoy sabemos que fue plenamente premonitoria. Lo mandó a jugar en esa posición para enfrentar al equipo titular. Aún hoy, el delantero no

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Corbatta, Pizutti; Cárdenas, Sosa y Belén. La delantera del primer partido del Chango en Racing.

Atrás del Chango, las caricaturas de él, Carlos Gardel y Oreste Osmar Corbatta.

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“El mejor gol que hice”

encuentra explicación a cómo logró estampar la pelota contra la red de Osvaldo Negri en dos ocasiones durante aquella práctica. “No podía creerlo, le hice dos goles a Negri. ¡El campeón nacional!”, dice años más tarde, con la misma sorpresa que en aquel momento. La gran actuación fue premiada al concluir el ensayo: lo convocaron para viajar a Mar del Plata, donde La Academia jugaba un amistoso el siguiente domingo.

Con este subtítulo entrecomillado, el lector bien podría creer que el Chango habla del tan visto, hablado e idolatrado zurdazo inatajable al Celtic en la definición de la Copa del Mundo. Pero su gol favorito fue uno hecho a Boca. Un tanto que definió en 3-2 un clásico peleado y, luego, el campeonato que consagró a La Academia en 1966: “El que ganaba, con un partido más, salía campeón. Gol de Racing, gol de Boca, gol de Racing. Empezó el segundo tiempo, gol de Boca. La cancha estaba impresionante. Faltando tres minutos pateó uno de Boca, Cejas la sacó, nuestro cuatro la agarró y le dio un pase largo a Martinoli, seguido por Marzolini. Yo vine por el andarivel del 10, pero lejos del área. Entonces Martinoli, en vez de tirar el centro, amaga y gira. Me tiró el pase por arriba del primer marcador, y yo -en el aire- la paré de pecho y, antes de que pique, se la tiré por encima de Roma. Fue el gol del campeonato. Para mí fue el mejor gol que hice, por el marco y por la calidad de la jugada”.

Primer partido con la albiceleste Racing jugaba en Mar del Plata el domingo por la noche, entonces el plantel viajó a destino el día anterior. Los más de 500 kilómetros pasaron cebando y tomando mate con aquellas estrellas. Desayuno en la concentración del Hotel San Martín, en “La Felíz”. El amistoso donde Racing visitaba a aquella Selección marplatense se jugó por la noche. Ongaro comenzó a enunciar quiénes iban a ser los once titulares: Negri; Anido, Mesías, Blanco, Peano; Sacchi, Corbatta, Pizutti; Cárdenas, Sosa y Belén. “Lo quedé mirando y pensé que se había equivocado, porque estaba Oleniak. Lo miré y me guiñó el ojo como diciendo que me quede tranquilo que jugaba yo. Ese gesto fue fantástico para mí”, confiesa el Chango, sonriente. Los campeones del ‘61, tan admirados por él, le preguntaban cómo se sentía. El Loco le dijo: “quedate tranquilo que yo voy por afuera al primer palo y gol tuyo”. Pero comenzado el encuentro, las pelotas iban al segundo palo. Minutos después, el Chango marcó su primer tanto con la albiceleste. Ahí llegó el problema. Él acostumbraba a celebrar sus goles con un simple apretón de manos, pero acá los jugadores se abrazan. Y te dan un beso: “Corbatta me dio un beso y me baboseó todo. ‘Qué te pasa pelotudo’, le dije. Se reía. Hice el segundo gol y, cuando me vino a abrazar, le puse el brazo. Se cagaba de risa y después me agarró de atrás, me abrazó y me volvió a besar”.

El equipo de José Retirado del verde césped, Cárdenas destaca la fortaleza mental de aquel equipo: “Era un conjunto con personalidad, que si iba perdiendo seguía proponiendo, porque sabíamos que podíamos. Hay equipos que si les hacés dos goles, se caen. Nosotros agarramos una época en que le dimos mucho vértigo al juego, lo hicimos práctico, rápido. Ganar por afuera para llegar a definir. El futbolista necesita mucha precisión en el juego. Los jugadores están acá, te ponen una pelota allá, tenemos esa sensibilidad, ese contacto con la pelota”. A esto le agrega la capacidad de Tito Pizzuti para desarrollar una idea sintéticamente y que el equipo comprenda. “Los grandes equipos se forman como aquel. La vida nos eligió para hacer historia”, se sincera. Una de las anécdotas que recuerda de aque-

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llos tiempos, se remite a horas antes de un encuentro en que Racing recibiría a Newell’s por la tarde. El plantel se reunía debajo del estadio, en un cuartito donde Pizzuti tenía una pizarra y daba indicaciones en cuestiones tácticas a sus jugadores. En medio de la explicación, comenzó a oírse -en forma creciente- una risa proveniente del fondo. “¿Quién es?”, preguntó Tito. Los compañeros trataban de cubrir a Alfio Basile. “Pero escuchame pelotudo, ¿No ves que estoy explicando? Y no te saco solamente porque no tengo a quien poner en tu lugar”, le dijo, y prosiguió en su desarrollo. Más tarde, La Academia venció por 2-0 al conjunto rosarino. ¿Quién hizo los goles? Sí, el Coco. Llegados al vestuario tras el encuentro, el técnico se acercó al defensor y le dijo: “Coco, no habrás creído que lo que te dije era cierto ¿No? ¿Cómo te voy a sacar? Muy bien hoy, eh”. Juan Carlos Cárdenas dispara anécdotas de vivencias en el club, todas son traídas con alegría y destaca constantemente que su paso por la institución fue una de esas cosas que ocurren en muy pocos casos, y él tuvo la fortuna de ser privilegiado.

te, Racing causaba sensación de triunfo. La gente de otros clubes iba porque habíamos sorprendido al mundo, al futbolero”, afirma el autor de la victoria académica, y continúa intentando describir sensaciones indescriptibles: “Cuando entramos a la cancha fue fabuloso. Lo más lindo que le puede pasar a un jugador de fútbol es esa sensación de que la gente te atrapa, se te mete en el oído. Sentimos que pertenecemos a alguien y tenemos que hacer algo por ellos, y ese equipo hacía porque veía gente que lloraba, que creía. Incluso en partidos previos a la final hubo varios muertos, aunque muchas cosas no se dijeron. Porque Racing jugaba con cualquiera, por ahí empataba y la gente no se iba porque sabía que en el último minuto la pelota entraba. Muchos no se aguantaban esa emoción”.

Vamos con Tita Elena Margarita Mattiussi era una suerte de madre para aquellos jugadores que se encontraban lejos de sus familias. Nunca fue -biológicamente- mamá, pero cumplió ese rol a lo largo de toda su vida dedicada enteramente a y en Racing. Previo al partido de ida por la final del mundo, a disputarse en Glasgow, el plantel se reunió y se decidió juntar dinero para comprarle el pasaje y llevarla. “Este pasaje es para vos. Venís con nosotros a la final”, le dijeron los integrantes del grupo. “Lo que lloró esa mujer... Hasta pensamos que le había hecho mal, porque se puso colorada y no paraba de llorar. Era la primera vez que viajaba en avión. También, cuando hice el gol contra el Celtic en el Cilindro, estaba parada ahí al lado del córner a los gritos. En el gol me vienen a abrazar y yo le gritaba a ella”.

Hazaña mundial Al inicio de esta nota se mencionó que la historia le fue injusta al destacarle sólo el gol memorable al Celtic que otorgó a Racing la Copa Intercontinental, teniendo en cuenta que hizo muchos goles más a lo largo de los 12 años en que representó a La Academia. Al respecto, el Chango recuerda: “En la ida nos bailaron y nosotros casi se lo empatamos, pero sabíamos que el 1-0 lo podíamos remontar. Cuando se jugó acá... ¡La cantidad de gente que fue!”. Claro, en aquel momento, todo el anillo superior del Cilindro era popular. Las personas se sentaban igual, pero en el choque ante el Celtic estaban todos de pie y la capacidad estaba excedida. Se dice que el estadio podía albergar a 100.000 personas, mientras que en aquel 1 de noviembre fueron 120.000 quienes concurrieron a ver al equipo que representaba al país. “Nunca vi tanta gente como ese día, pero, apar-

Un cambio de relación entre hinchadas

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Cuando el equipo volvió al país con la Copa


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del Mundo, el país entero celebró. No porque toda la Argentina fuese de Racing, sino porque ni siquiera la propia Selección había obtenido el máximo título. Vale destacar la actitud del eterno rival, Independiente. Luego de la obtención del título, La Academia jugaría el clásico en la Doble Visera. Desde la dirigencia del Rojo, se habían armado arcos con palmeras por donde pasó el Equipo de José. Luego, cada jugador diablo le entregó una cinta celeste y blanca con letras doradas al jugador académico que portase su mismo número. La cancha entera aplaudió a los campeones, algo que hoy parece lejano y utópico al pensar en un futuro.

arremangase, mientras maldecía a los brazos que tenía el deformado, ja, ja. Los guantes me quedaban enormes y los tiré a la mierda. Atajé sin guantes. Me di vuelta y vi que el Changuito Gramajo, santiagueño igual que yo, había agarrado la pelota. Le pega, yo amago que voy para un lado, me quedo en el medio y se lo atajo. Lo que fue el abrazo que me dieron... Después me patearon de todos lados pero la agarraba siempre”.

Camuflado en Montevideo

Corría el año 1997. La Academia disputaba los cuartos de final de la Copa Libertadores. El rival era Peñarol y el escenario el Estadio Centenario, donde 30 años atrás se había consagrado Campeón del Mundo. Lejos del césped pero no de las tribunas, el Chango viajó junto a sus amigos hasta el país vecino para alentar al equipo del Coco Basile. Una incipiente lluvia mojaba a todas las almas que habían concurrido al encuentro, fue por ello que el ex delantero se compró un piloto y lo combinó con unos anteojos y gorra, a modo de “camuflaje” para ir a la popular. Quería ir junto a la gente de Racing, pese a que sus amigos le insistieron para ir a la platea juntos. Se paró justo detrás del arco donde había convertido el gol al Celtic y comenzó el partido. “Un partido regular, cero a cero y uno agarra la pelota, patea de lejos y la tira a cualquier lado. Entonces uno se da vuelta y me dice: ‘¿A usted le parece? ¿Vio ese hijo de puta donde la tiró? Yo vine acá hace treinta años y el Chango ¡desde ahí mismo la metió allá! No puede ser, tiene que mirar el video del Chango’. ¡Y me estaba hablando a mí! Me miró esperando que le responda y le dije que sí, que tendría que practicar más”, recuerda este prócer académico, y afirma que le ocurrieron varias cosas por el estilo. Se muestra muy feliz de pertenecer al mundo Racing y no se molesta cuando la gente lo saluda o le pide una foto. “Uno se debe a los hinchas”, sostiene.

Todoterreno Si bien el Chango hizo historia por goles emblemáticos, también influyó en otro resultado, pero desde otra línea. Precisamente, debajo de los tres postes. Este capítulo de su historia se escribió en 1971, en la cancha de Newell’s. Racing se fue al vestuario imponiéndose ante Rosario Central por 2-0. Comenzó el complemento y Aldo Poy marcó el descuento. Llegados los 15 minutos, el local tenía la posibilidad de empatar a once pasos del arco. El Flaco Landucci pateó el penal que fue contenido por el Mono Guibaudo. Teodoro Nitti marcó que el arquero se había adelantado y lo amonestó. Se repite la escena: Landucci vuelve a patear, el portero vuelve a adelantarse y es nuevamente amonestado. Ya no quedaban cambios, restaba un penal por patearse y media hora de juego. Un jugador de campo debía atajar. “Yo voy”, dijo Cárdenas, acercándose al arquero. Entonces recuerda: “El Mono lloraba porque lo habían echado. El técnico, Don Victorio Spinetto, me rogaba para que no vaya, que yo era chiquito. Yo le respondí que se quedara tranquilo, que lo iba a atajar. Cuando fui al arco, el Mono me dio la camiseta, pero me llegaba a la rodilla. Le dije a Quique Wolf que me

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CĂĄrdenas y Pizzuti, dos de los emblemas de la historia racinguista.

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Tiki-Tiki

la calidad y el fútbol jugado propiamente dicho, porque el fútbol es un juego y por eso vamos todos a ver un partido y decimos “Vamos a ver jugar a Racing” o “Vamos a jugar a la pelota.”

-¿Cree que la historia de Racing tiene un determinado Paladar? -Por algo le llamaron La Academia. Cuando Racing jugó, como la palabra lo indica, fue porque tuvo grandes jugadores y era una academia de fútbol. Yo creo que hubo una época en que se dejó de hacer eso porque se contrataron técnicos en el fútbol amateur que no encajaban con el tipo de juego que tenía Racing y, en consecuencia, se abandonó la identidad. Empezaron a traer técnicos que querían que sus equipos corran y no que jueguen, y así nos fue.

-¿Qué opina del torneo largo que se piensa implementar? -Creo que le va a dar más posibilidades al interior del país, con la intención de federalizar el campeonato como hacen en otros países del mundo (España, México o Brasil). Me parece muy bien que las provincias tengan la posibilidad de participar y la gente del interior posea la posibilidad de ver fútbol de alta competencia. No hay que olvidarse que gran parte de los jugadores de Buenos Aires son chicos del interior, y está bien para que se profesionalice más.

-¿Cuál fue el jugador que más te marcó en lo que remarcabas de jugar a la pelota? -Hubo muchos. Más acá, Riquelme, Bochini, Alonso, Maschio. Eran futbolistas que jugaban con la pelota. Uno que tuvo la suerte de jugar contra Beckenbauer, Pelé o Eusebio, además de ver a Di Stéfano y el Brasil del ’70. En Racing puedo hablar de Corbatta, el Mago Capria, Rubén Paz, entre tantos otros. Hubo grandes jugadores de fútbol pero Racing nunca tuvo paciencia, por la necesidad. Está bien que la gente exija, pero también tenemos que ser pacientes.

-¿Qué le generó la Selección en el Mundial? -Estaba más entusiasmado porque, como nos pasó a todos, creía que en tres cuartos de cancha era más poderosa; y fue al revés. Ganábamos por un gol de diferencia, Messi apareció muy poquito. Teníamos otras expectativas. Salió campeón el equipo que tenía que serlo. Le hizo cuatro a uno, siete al otro, porque tenían potencia ofensiva. Nos quedamos con las ganas, hubiera sido lindo ser campeones.

-Usted fue técnico. ¿Le gustaría dirigir? -Soy miembro de la Comisión Directiva de la Asociación de Técnicos y, hasta no hace mucho, di cursos. Hice algunas cosas de fútbol pero no me convencieron, me parece muy ingrato. Me hubiese gustado ser técnico de Racing, de hecho trabajé en las inferiores, pero es muy polémico todo eso. Sé que uno las condiciones las tiene porque interpreta el juego como es:

-¿Se ha juntado con alguna agrupación para las elecciones presidenciales de diciembre? -Me gustaría ir a todos los actos, porque tengo la suerte de conocer a casi todos los que se postulan, pero soy apolítico. Ojalá, por el beneficio de Racing, esté el que quiera trabajar para el club con buenas intenciones. Vos podés ser inteligente o no, pero tenés

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Los dos cuadros que tiene colgados en la oficina de su Inmobiliaria. Historia pura.

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que tener buenas intenciones que te ayudan a que las cosas te puedan salir bien.

de euros de un día para el otro. No es como nosotros que jugábamos mucho tiempo y nos quedábamos porque estábamos felices.

-¿Y con Lalín como era la relación? -Lalín fue lo peor que le pasó a Racing. Un tipo que no tuvo corazón, que se puso por delante de la institución y no respetó ni escuchó a la gente, sabiendo lo que significa el club para el hincha.

-¿Qué es Racing en su vida? -Yo quiero a Racing todos los años campeón, soy un hincha más. Soy feliz viéndolo aunque tenemos que aceptar las malas. Todos nosotros vamos igual a la cancha pese a que después volvamos enojados. Me crié en Racing, mi familia es toda de Racing y si quiero que esté siempre bien es porque la gente se lo merece. Racing es parte de la historia del país, de la cultura, del deporte, de la política, de todo.

-Milito, como usted, debutó en Racing, salió campeón, se fue y volvió. ¿Qué sensación le trae su regreso? -Ojalá que tenga la suerte que no tuve yo, que volví, jugué seis meses y me retiré. Tiene todas las condiciones. Es un chico que yo tuve en la cuarta de Racing con el Bocha Maschio. Es consciente, trabajador, humilde, simple y sabe lo que es el fútbol. Se merece como persona que le vaya bien. Las veces que hablamos con él en cuarta tratamos de aportarle algunas cosas para que llegara, y por suerte llegó. Pero no sólo él, sino también Bastía, Arano, Mariano González. El poco tiempo que estuvimos tratamos de orientarlos para que sean grandes profesionales, y el tiempo fue testigo de eso.

Su vida se verá siempre atravesada por la historia dorada que supo escribir -aunque de manera peculiar, con los pies- en un contexto donde Racing era aquel club temido por los rivales, pero también un orgullo cuando salía del país. Gracias a jugadores como Juan Carlos Cárdenas, el Chango, La Academia fue, es y será “El primer grande”. Los palmarés no parecen incidir en la relación de este hombre para con el mundo. En sólo una charla se percibe su inmensa humildad, sencillez, optimismo y la emoción que tiene al transferir sus vivencias en el club de sus amores. Ese Racing que lo trajo de Santiago del Estero para convertirlo en “el Chango” y le estará eternamente agradecido por haber defendido, como lo hizo, aquella celeste y blanca que por entonces era de piqué y poseía un 9 a su espalda. Sus goles quedarán inmortalizados en las retinas de muchos, en los relatos de otros y en la imaginación de los más jóvenes. Infinitas son las gracias.

-¿Por qué cree que en Racing cuesta tanto formar un ídolo? -Uno de los motivos es la velocidad con la que se juega a este deporte. Cuando está por nacer un ídolo lo primero que hace es irse, pero porque también le conviene a él. No dejamos de ser jugadores de fútbol y lo primero que queremos es quedarnos bien económicamente. No cualquiera gana tres o cuatro millones

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Por Leandro Marinovich

Cuando Racing enfrentó al Nápoli de Maradona

En agosto de 1988, Racing viajó al sur de Italia para jugar un amistoso, nada más y nada menos, que ante el Nápoli de un tal Diego Armando Maradona. Con Alfio Basile como entrenador y el plantel que fue campeón de la Supercopa dos meses atrás, La Academia sufrió una dura goleada 4-1. En los locales, los brasileros Careca y Alemão fueron piezas fundamentales y formaron un trío demoledor junto a Diego.

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El 18 de agosto de 1988, cuatro años después del inicio de uno de los romances más importantes de la historia del fútbol, el cual tenía a Maradona y Nápoli como protagonistas, Racing, que había sido campeón de la Supercopa, se enfrentó al Azurri en marco de una gira que resultó tan larga como desgastante. Debido a que el mítico San Paolo estaba siendo remodelado para el Mundial del ’90, el Partenio de Avellino, a 70 kilómetros de la ciudad, fue el escenario elegido para que los napolitanos se lucieran ante 40 mil tifosis y golearan por 4 a 1 a los albicelestes. Resultado lógico para un juego entre uno de los mejores -o el mejor- de Europa ante una exhausta Academia. Para colmo, los locales vistieron con una inusual camiseta roja, tan o más roja que la que utiliza tradicionalmente Independiente de Avellaneda. Se había confirmado el juego con el fin de mostrar al joven Néstor Fabbri, pero la Tota no pudo decir presente porque debió irse con la Selección. Encima, Racing había llegado cansado. La delegación comandada por Alfio Basile había recorrido 25

mil kilómetros, con partidos cada 48 horas en Corea del Sur. Además, tuvieron que padecer los constantes cambios de temperaturas. “Fue muy cansadora pero netamente maravillosa, sobre todo para un Racing que venía de millones de problemas. Personalmente me ayudó muchísimo, anduvimos por todas partes, conocimos muchos lugares y formas de ver la vida. Al jugador le hace muy bien”, expresa -26 años después- Walter Fernández, uno de los pocos que pudo dejar su sello. Nápoli fue ampliamente superior, sobre todo en la primera etapa. Se llevó puesto a la Academia a través de la constante presión y la eficacia. Apenas a los tres minutos de juego, habían combinado a la perfección Corradini, Careca, Alemão y Maradona, pero no pudieron convertir. Uno después, Massimo Crippa robó un balón a 30 metros del arco de Ubaldo Fillol y remató con mucha potencia. El esférico, que estaba disfrutando de la lección de juego que exhibía el equipo vestido de rojo, se clavó al ángulo superior izquierdo del Pato. A los seis, Careca recibió de Diego, realizó una finta que engañó a Fillol y definió de zurda. El cotejo se cerró ni bien había comenzado.

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A los 38, fue Alemão quien mutó al resultado en goleada, luego de que Maradona se la dejara cortita en un tiro libre que Gustavo Costas le había cometido. Walter Fernández fue quien dejó con sabor amargo al arquero Giuliano Giuliani y estampó el 1-3 parcial, gracias a un excelso tiro libre. Era la primera situación académica a lo largo de 41 minutos de juego. Más allá de que sólo sirvió para decorar las estadísticas de un encuentro que ya parecía tener sentenciado al ganador, el delantero nunca se olvidará de aquel tanto: “Fue un detalle muy importante para mí. Le puse un granito de arena a ese histórico partido, que me quedará guardado por siempre en la mente”. La segunda mitad estuvo de más. Apenas hubo un grito al comienzo, otra vez por intermedio de Careca, uno de los puntos brillantes a lo largo de los 90 minutos. Racing pudo hacer poco y nada ante un cuadro que se dedicó a que el tiempo pasara y no se viviera ningún traspié físico que les impidiera llegar bien al inicio de la temporada oficial. Apenas tuvo la chance de volver a descontar por intermedio de Rubén Paz, pero el remate del uruguayo dio en el poste napolitano. Diego jugó como siempre. Nadie lo podía parar. Mejor dicho, casi nadie. Porque en Racing hubo un jugador que se destacó por su forma de luchar cada pelota, correr y multiplicarse para lograr que su rival no le propinara una goleada aún mayor: Jorge Camote Acuña. No hay quien se acuerde de aquella actuación más que él, hasta tal punto que Maradona le tiró una patada de atrás porque no sabía cómo frenarlo. “Él estaba cansado de que corra mucho. Esa tijera de atrás me quedó grabada. Que te haga un foul el mejor de todos significa mucho para un jugador como yo. Puedo jactarme de eso. Por suerte hice un gran partido, quería quedarme en Europa”, rememora Acuña, quien además confirma que trataron de marcar a Maradona en zona, aunque siempre yendo de a dos tipos para tratar de neutralizarlo. Alimentando los deseos del volante racinguista en quedarse en el viejo continente, Víctor Hugo Morales, que había acompañado a la delegación académica en esa gira,

se animó a decir: “¿Qué empresario no pondría 500 mil dólares por Acuña para dejarlo en Europa?”. Además del “10”, Nápoli tenía una sonrisa de oreja a oreja por los brasileros Careca y Alemão. Uno se encargaba de ser el socio de Diego en la delantera, mientras que el otro era el primer pase fundamental desde el mediocampo. “Ellos tres eran la base”, explica Camote. Para Walter Férnandez, el delantero nacido en San Pablo era el que marcaba la diferencia si la figura argentina no aparecía: “Diego y Careca eran los referentes. Jugaban de una manera increíble. Disfrutaron ese partido porque el estadio estaba colmado y transmitía lo mismo que su equipo en la cancha. Se notaba que la pasaban bien, y eso nos complicó muchísimo”. Basile tampoco la pasó de maravillas. En realidad, maldijo las pinceladas de Maradona. “Yo estaba sentado en el banco, muy cerca del Coco, y escuchaba que le gritaba: ‘La concha de tu madre, Diego, la concha de tu madre’”, evoca Hugo Lamadrid, quien fue suplente y pudo observar con lujo de detalles lo sucedido adentro y en los alrededores del campo de juego. ¿Cuántos de los hinchas académicos recordarán aquel partido? Si se le preguntara a los fanáticos nacidos desde 1980 hasta la actualidad, el gran porcentaje no conocería detalles de lo que ocurrió en aquel encuentro disputado en el Partenio de Avellino. Sólo los que estuvieron allí, los que jugaron o se sentaron en el banco, conocen en mayor profundidad aquel hecho histórico para la institución. No se consiguen registros fílmicos, casi no hay fotos y se hallan escasas publicaciones antiguas que aducen al cotejo. Los tiempos eran otros, no se televisaba cual partido jugase un cuadro argentino en el exterior. Inimaginable en estos años, en donde el fútbol ha pasado a ser un negocio y un Nápoli-Racing de esa época hubiese sido mucho más que taquillero. Porque no es cosa de todos los días ser parte de un amistoso contra el que era uno de los mejores equipos del mundo, que tenía al mejor jugador de la historia y que, encima, es argentino y había llevado a su selección hasta el pico más alto de la gloria dos años antes en tierras mexicanas. Racing tuvo la posibilidad de hacerlo. Y ante el eterno Diego.

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El efecto Marad Desde que Diego había pisado el suelo del sur italiano, en 1984, nada volvió a ser igual. Logró llevar a su equipo a lo más alto de la Serie A, imponiéndose ante los cuadros del norte como Juventus y Milan, y, en 1989, traspasó las fronteras para ganar el título de la vieja Copa UEFA. El Pelusa, ya campeón del mundo en México, era un mito viviente y debía sobrellevar su rutina como tal. Hugo Lamadrid sabe muy bien que ser Diego en Nápoles no es nada fácil: “Yo jugaba en la Selección juvenil del ‘85 y, por apellido, me tocó usar la ‘10’, que era la misma que portó Maradona en México ‘86. Me puse esa camiseta en Nápoli y, a los dos metros, ya había gente que me la quería comprar. Eso era lo que provocaba”. El capitán de la selección argentina de aquel entonces fue un gran anfitrión de la delegación académica. Secundado por su exrepresentante, Guillermo Cóppola, a cada uno de los integrantes les regaló un reloj de su marca que acababa de ser lanzado en Italia. “Lo tengo bien guardado. De Diego tengo dos

cosas: ese reloj y un vino de su marca que tuvo sólo tres mil en venta”, cuenta Camote Acuña. Lamadrid corre con otra suerte. El exmediocampita conserva la caja pero no encuentra el producto: “No sé en dónde se metió. Lo de Diego fue maravilloso, había terminado el partido y nos otorgó ese presente”. Otro de los que aún mantienen aquel reloj, a pesar de haber sufrido un par de robos en su casa, es Ubaldo Fillol. El Pato fue uno de los que más charló con Maradona antes y después del partido. Hasta fue él quien se quedó con la camiseta “10” roja, una de las raras especies en la historia del equipamiento napolitano. “Todavía la tengo. Debe estar junto a otras que guardo”, afirma. Alrededor de las 3 de la mañana, Maradona apareció en la concentración de Racing con un coche amarillo poco moderno, obviamente para despistar a todo aquel hincha del Nápoli que deambulase por las calles a esas horas. Cuando llegó, se puso a dialogar con un grupo de jugadores académicos, entre

Careca, Maradona y Alemão, las cartas de la victoria del Nápoli de Ottavio Bianchi.

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dona los cuales estaba Fillol: “Fue una buena charla. Con Diego fui compañero mucho tiempo en la Selección. Es un tipo abierto, se quedó con nosotros y hablamos un rato. Lo admirábamos y lo seguimos haciendo por lo que fue como jugador de fútbol. Estábamos con el mejor de todos”. Lamadrid, que también estuvo presente, no podía parar de asombrarse por lo que contaba la figura azurri, sobre todo por sus serios problemas para hacer una vida dentro del todo normal para una estrella de esos tiempos. “Nos contaba que no tenía vida, que no podía movilizarse, que las 24 horas de su día significaban estar asediado por la gente. Nos comentó que, desde que llegó al club, salió dos veces a pasear por Nápoli. Una vez a una zapatería y la otra, a una pizzería. En ambas, los hinchas rompieron todo para poder estar cerca de él”, recuerda. Es que así eran los días de Maradona en Nápoli. Bien agitados, con la fama acechándolo en cada paso que pudiese dar. Y a la delegación académica le alcanzó con algunas horas para entenderlo.

Fillol y Diego, dos viejos conocidos de la Selección.

Los jugadores de Racing y la Selección de Corea del Sur, en uno de sus tres partidos de la gira previa a Nápoli.

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Por Leandro Marinovich

Mariano Bareiro El representante racinguista en Brasil 2014 Mariano fue citado como sparring al Mundial de Mascherano, la invasión argentina y el subcampeonato. Vivió una experiencia única entrenando al lado de figuras como Lionel Messi y Ángel Di María y ya se está preparando para aprovechar alguna oportunidad que le ofrezca Diego Cocca para jugar en Primera. De 19 años, fue dejado libre de Argentinos Juniors cuando estaba en séptima y aprovechado por La Academia. Entrevista exclusiva a una de las mayores promesas de las inferiores.

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Al pibe que lo ven al lado de un tal Lionel Messi, en la foto de la derecha, los ojos de su rostro lo delatan a por doquier. Esa sonrisa, ese gesto de felicidad, es sinónimo de haber cumplido un sueño, de haber logrado un objetivo más que honrado en sus tan sólo 19 años de vida. Ese pibe, que está posando en una foto junto a uno de los mejores jugadores que dieron los potreros de todas las partes del mundo, fue citado para ser sparring de los mayores en el Mundial de Brasil de 2014, esa competencia que le devolvió a los argentinos la confianza y el sentido de pertenencia por esos colores. Ese pibe se llama Mariano Bareiro. En realidad, en su DNI figura Lucas Mariano Bareiro, pero fue el Turu Orellano, entrenador suyo en varias etapas de su infancia en Argentinos Juniors, el que lo rebautizó

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por su segundo nombre. Fue justamente el club de La Paternal el que lo dejó libre en séptima división y que provocó que ese niño de Capital Federal fuera a probarse a Racing, con sus esperanzas en el hombro en busca de gloria. Seguramente, en el momento que pisó por primera vez el Predio Tita Mattiussi, nunca se habría imaginado que iba a ser parte de la numerosa delegación que acompañó a la Selección Argentina a lo largo de su tercer subcampeonato del mundo. “Con mi familia mucho no podía hablar, pero obviamente la extrañaba. Yo les mandaba videos que hacíamos y ellos se asombraban de la naturalidad en la que aparecían todos los futbolistas de la Selección y que, por encima de todo, sea absolutamente normal para mí. Hoy veo todos esos archivos y no lo puedo creer”, relata quien ya forma parte del plantel pro-


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fesional racinguista pero que aún no pudo debutar. Y, claro, ¿cómo vas a poder creer que estuviste 40 días compartiendo entrenamientos al lado de bestias futbolísticas que son conocidas en todo el mundo? Muy difícil de asimilarlo, sobre todo para un adolescente que busca que algún día sea él quien esté del otro lado.

de los días, es todo un poco más difícil… -Por suerte fue muy buena. A lo último ya nos cuidábamos un poco más, porque no es fácil verle la cara a un mismo compañero las 24 horas del día durante un mes y medio. Sin embargo, logramos continuar con la armonía hasta el final. -¿Veías a la Argentina en la final cuando apenas comenzaron a entrenarse con ellos? -Sí, la veía y le tenía confianza. Antes de que me comunicaran la noticia de que iba a formar parte del grupo de sparrings, le decía a mi viejo que Argentina iba a ser campeona. Nos faltó muy poco, un toque más de suerte quizá, pero no me sorprendió para nada el lugar a donde se llegó.

-¿Qué es lo que te llevás fundamentalmente de esa vivencia única? -Lo que más me quedó fue el hecho de haber vivido la experiencia misma, el haber compartido un Mundial y vivirlo al lado de grandísimos jugadores. Además, he incorporado conceptos técnicos y tácticos. -¿Qué fue lo que se les pidió fundamentalmente? -Nosotros, más que nada, cumplíamos el rol del equipo rival que debían enfrentar. Plasmábamos en la cancha lo que se suponía que iban a hacer el día del partido y ellos trabajaban ante eso. Sabella nos pedía que hagamos movimientos en particular similares a los que creían que se iban a encontrar.

-En la Selección, la figura y emblema fue Mascherano, quien juega en la misma posición que vos. ¿Coincidís en esa valoración que le dieron los argentinos? -A nivel mental y de actitud, no tengo dudas. En cuanto a lo técnico, me gustan otro tipo de volantes centrales, como Redondo, Pirlo o Gago. Sin embargo, Mascherano es una fiera, sobre todo por su personalidad y el respeto por el equipo que tiene, que se

-¿Cómo fue la convivencia con tus compañeros? Ya se conocían, pero es imaginable que, con el correr

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nota desde la misma tribuna. Me quedó pendiente tener diálogo con él.

titular tan bruscamente en un Mundial no debe ser nada fácil. Demostró que tiene muy buen nivel y además se lo merece por la clase de persona que es.

-¿Y qué le pasó a Gago? -Me encanta por su juego, su técnica, su inteligencia para posicionarse en el campo. Lamentablemente no tuvo un buen Mundial.

-¿Y a quién destacás más allá de los que juegan de volante central? -Aunque no haya arrancado como titular, el Mundial que tuvo Demichelis me encantó. Otro de los que me gustó, por haber cumplido una posición que no es la suya, fue Lavezzi. Puso el 100% de sí mismo para trabajar en función al equipo.

-Biglia, que tiene un poco de Mascherano y Gago, terminó siendo fundamental... -Si antes de viajar hacia Brasil me decían que Biglia iba a ser titular en la final, no lo hubiese creído. Pero demostró por qué se merecía estar ahí. Sus condiciones, sin dudas, son muy buenas. Jugó muy bien, se adaptó rápidamente al equipo, cuando entrar y ser

-¿Cómo fueron los días posteriores a pasar a Holanda y previos a Alemania? -Los días se hicieron larguísimos y la ansiedad era

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enorme. El momento cuando nos levantábamos a desayunar era el que nos hacía reflexionar, pensar y darnos cuenta de lo que estábamos viviendo. Fue algo increíble.

año tras año, partido a partido. Es, sin dudas, una de las mayores promesas de la cantera académica de acá a cinco años. Sin embargo, la continua política de entrenadores y dirigentes ha sido la de incorporar volantes centrales en cada mercado de pases. Igualmente, él está tranquilo, sabe que su carrera recién comienza y que es mejor dar un paso lento y seguro a tres rápidos pero que luego te obliguen a retroceder.

-¿Y el último día que estuvieron en Ciudade do Galo? -No decíamos nada, no se hablaba del tema. Era irnos de ahí y que pasara lo que pasara en la final.

-¿Cuál es tu meta para el corto plazo? -Quiero ganarme un lugar en el grupo, empezar a adaptarme a la Primera y estar preparado para que, en cualquier oportunidad, el técnico me tenga en consideración y pueda jugar. No me vuelvo loco ni me dejo ganar por la ansiedad porque sé que mi momento va a llegar.

-Y me imagino que la vuelta en avión, tras perder la final, fue reflexiva para vos… -La vuelta, para mí, fue muy tranquila. Allí, en esas dos horas, me puse a recordar lo que viví, lo que sentí a lo largo de ese mes y medio, además de dimensionar todo lo que había compartido con tremendos jugadores. Repito, fue una experiencia inolvidable, emocionante.

-¿Qué le podés dar al club? -Lo mejor de mí. En Racing quiero dejar mi sello y no sólo ser alguien que surgió del club. El tiempo lo dirá, pero la verdad que me siento muy cómodo. Me gustaría quedarme mucho tiempo acá y poder disfrutarlo.

Pero la posibilidad de ser parte de una experiencia envidiable por donde se la mire no le llegó de casualidad. Mariano, en Racing, viene evolucionando

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-¿Cómo ves el inicio de esta nueva era con Cocca? -Es un gran profesional, entiende muy bien lo que hace y tiene la capacidad de saber trasmitírselo a los jugadores. No es para nada fácil plantearles una idea a 28 personas, con pensamientos distintos, y que crean en lo que les decís.

mental para los chicos que recién subían a Primera… -Bruno es un crack. A mí me ayudaba muchísimo dentro y fuera de la cancha, me estaba encima siempre. Bien merecido tiene el presente que le toca vivir. En Racing lo vamos a extrañar.

-Tiene una idea de juego que seduce a futbolistas con tus características… -Es un estilo que particularmente me encanta. Intenta que Racing sea el protagonista de cada partido, que maneje los tiempos y la pelota. El plantel se está adaptando, han llegado muchos jugadores y todavía estamos en formación.

-¿Qué opinás sobre las constantes idas de los juveniles de Argentina hacia Europa? ¿Ya lo pensás? -No, ni siquiera se me pasa por la cabeza. Sé que algún día voy a tener la oportunidad de irme hacia allí. Lo que también sé es que el sí va a pasar por mí. Si no me veo con condiciones futbolísticas y extrafutbolísticas de emigrar, no lo voy a hacer. Hay que respetar los tiempos y estar seguros en cada paso que se da.

-Además vino otro Diego. Milito. ¿Ya empezaste a absorber de él todo lo que puedas? -Es un privilegio tener al lado a un jugador como él. Es una persona muy humilde. Yo trato de observar cómo se maneja como profesional. Trata de la misma forma a un tipo experimentado que a un juvenil. Siempre mantiene su perfil.

-¿Qué es Racing para vos? -Significa todo para mí. Es el club en donde quiero dar el salto y conseguir cosas importantes. Mi abuelo era de Racing. Es un club distinto al resto. Cuando uno va a la cancha sólo respira pasión, que no se siente en ningún otro lugar del mundo, ni siquiera en el Mundial de Brasil, con todo lo que eso significa. Racing te pone los pelos de punta.

-Y se fue Bruno Zuculini, alguien que era funda-

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Foto. Maximiliano Luna. Télam.

Por Lautaro Ne

El Racing

Con un equipo ubicado en el fondo de la tabla de la última temporada, con apenas 33 pun mejorar la performance, ya sea desde los resultados como del juego presentado. La r Avellaneda, quien en los primeros encuentros pudo demostrar una mejoría en el equipo en De este modo, a la hora de analizar a este nuevo Racing, se pueden destacar as Aspectos positivos 1) La impronta Cocca: Consigo, Diego Cocca trajo un estilo que supo plasmar en sus equipos anteriores, tales como el Godoy Cruz que supo tener momentos en los que desplegó buen fútbol, y el Defensa y Justicia que obtuvo el ascenso a Primera con total autoridad y grandes desempeños unas fechas antes la finalización del torneo de la B Nacional 2013/14. Este mismo estilo fue aquel que desde el principio quiso instalar en Racing, un equipo que transcurrió la última temporada desde la incertidumbre misma a nivel futbolístico. Para poder lograrlo, el entrenador debió meter mano en la planificación sobre los jugadores que debían arribar al club. De esta forma, con nombres como Ezequiel Videla, Nelson Acevedo, Marcos Acuña, Leandro Grimi y Gastón Díaz, el entrenador apostó por un Racing que tuviera una presión más adelantada, junto con la intención de jugar la pelota al ras del suelo y poseer más variantes de juego con la proyección de los jugadores que ocupan ambas bandas. 2) Efecto Milito: Dentro de las incorporacio-

nes realizadas durante el receso inverna, la vuelta de Diego Milito significó uno de los puntos más destacables, ya que su presencia se reflejaría positivamente en la cancha mediante la inteligencia demostrada a la hora de pivotear y abrir el juego con tan sólo un toque. Y por sus goles, marca registrada del histórico capo cañonieri del Inter. Además de aportar un buen primer toque para la descarga hacia sus compañeros, también demostró ser esencial en la dupla con el mediapunta Gabriel Hauche, la cual resultó ser un juego asociado fundamental para el esquema. 3) Indicios de un nuevo Centurión: Ricardo Centurión fue otro de los jugadores que pegó la vuelta tras su paso por el Génoa y rápidamente se transformó en uno de los titulares del equipo para Diego Cocca, debido a que el mediocampista ofensivo surgido de las inferiores le aportó mayor peligrosidad al ataque, siempre fiel a su estilo gambeteador, y sumándole gol frente a Lanús, en la sexta fecha. En esta segunda etapa, Centurión mostró una faceta de juego que mejoró su rendimiento al tener una pausa

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egri Foto. Racingmaníacos

g de Cocca

ntos logrados de 114 posibles, un recambio en el plantel era necesario para intentar lograr renovación llegó junto con el desembarco de Diego Cocca a las tierras albicelestes de base a trabajo, a pesar de que no haya sido demasiado extenso el período de preparación. spectos positivos conseguidos y puntos a mejorar con el correr de los partidos. extra cuando la pelota le llega a sus pies e incrementó su criterio a la hora de asistir a sus compañeros, como se vio en el último clásico donde, tras un pase desde el sector izquierdo, dejó mano a mano a Diego Milito para que convirtiera el único tanto de la Academia en el partido. 4) La columna vertebral: Lollo-Videla-Milito: En cada una de sus líneas, Racing mantuvo al menos un punto fuerte que conformaron en conjunto la base fundamental para el esquema planificado tácticamente por Diego Cocca. Luciano Lollo fue quien manifestó el mayor rendimiento en la línea defensiva en base a su solidez en la marca y a un buen juego aéreo tanto en defensa como en ataque, como se vio reflejado en cada jugada de pelota parada y en el primer gol contra San Lorenzo por la segunda fecha. Ezequiel Videla, con su entrega en la presión de la mitad de la cancha y la constante intención de distribuir la pelota prolijamente para sus compañeros, es el baluarte que el técnico tiene en el medio para poder establecer su estilo de juego. En tanto la presencia de Diego Milito

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en el entramado inicial se convirtió en uno de los puntos fundamentales para la dinámica de juego que el entrenador pensó para el equipo. Además, siendo un líder positivo, ya sea dentro o fuera de la cancha, se convirtió en el nuevo capitán del plantel luego de que Sebastián Saja le diera la banda que tuvo consigo a lo largo de las últimas temporadas. 5) Dominio y actitud: En el año anterior, se vio a un Racing que ante a una mínima desventaja se desesperaba y se le hacía cuesta abajo el partido, ya que cada vez que lograba recuperar el balón, se mostraba en la siguiente jugada con un ritmo caótico y sin muchas ideas claras para meterse nuevamente en el partido desde el marcador. Sin embargo, en este nuevo Racing pudo observarse que, a pesar de que en los 3 encuentros donde se mostró en desventaja no pudo remontar el resultado, la actitud del equipo facilitó a que sea el mismo Racing quien dominara la dinámica del juego, ya sea con jugadas claras de gol o a través de la insistencia en lateralizar la pelota y mandar centros sobre el área rival.


Aspectos negativos dad clara en la zona de tres cuartos para adelante que afectó a la generación de juego e imposibilitó crear mayor peligro en al área rival y que, en consecuencia, pudiera traducirse en una definición a favor de los encuentros con anterioridad. Un reflejo de esta situación fue lo que se pudo observar en el partido contra San Lorenzo y más aún contra Arsenal, donde tanto Grimi y Pillud como Gastón Díaz, con cuatro asistencias en su cuenta hasta el momento, se mostraron desprolijos en sus proyecciones en ataque, por lo cual exigieron por demás a un Centurión que se lo vio encerrado por la banda izquierda, intentando enhebrar alguna individualidad que permitiera pasar esa línea de peligro. 4) Ausencia de variantes: “Creo que todavía nos hacen falta tres incorporaciones”, decía el entrenador faltando unos días para el inicio del torneo. De esta manera, Cocca daría un indicio de lo que luego se plasmaría en el comienzo del certamen que se inició con algunas complicaciones desde el aspecto físico en los casos de Centurión, Facundo Castillón y Milito, quien salió por un desgarro en el muslo derecho en el clásico de Avellaneda y representó la baja más importante. También hubo rendimientos bajos como los de Nicolás Sánchez e Iván Pillud y otros que fueron de mayor a menor como el de Gastón Díaz y Acuña, ante los cuales Cocca decidió optar por el ingreso de Yonathan Cabral, en la zaga central, y Centurión, en el mediocampo ofensivo. Sumado a que decidió no convocar a futbolistas que venían de ser indiscutidos en el proceso anterior, como Cerro o Campi. 5) Desinteligencia en la adversidad: Ha quedado demostrado que sigue teniendo dificultades claras para poder hacerle frente a los resultados adversos: en los tres partidos que se encontró por debajo del marcador, Racing terminó perdiendo todos los encuentros. Más acentuada es la situación si se considera que dos de ellos (contra Independiente y Lanús) los comenzó ganando, donde también se vio perjudicado por los arbitrajes de Fernando Rapallini y Andrés Merlos, respectivamente. Sin lugar a dudas, esto es muestra del problema que significa para el equipo plasmar un juego claro que le permita la movilidad necesaria para crear ofertas de pase que lo adelanten en el terreno del juego con más claridad y, además, es consecuencia de un nerviosismo traducido en las 24 tarjetas recibidas: 21 amonestaciones y tres expulsiones. El conjunto de Avellaneda no logra dar vuelta un resultado desde el 14 de abril de 2013, hace más de un año, cuando le ganó por 4 a 1 en el Nuevo Gasómetro a San Lorenzo.

1) Distracciones en defensa: A pesar de haber logrado un buen porcentaje de puntos entre los partidos por el Torneo de Transición 2014 y la Copa Argentina, Racing ha mostrado falencias a lo largo de esta primera etapa que se condicen a la adaptación de un proceso nuevo que se ha manifestado con múltiples cambios en el armado del equipo. La intención de Diego Cocca de plasmar su impronta con los jugadores presentes ha sido notoria, aunque también se reflejó como un déficit académico las distracciones en defensa que costaron en su mayoría con un gol en contra. La muestra clara de este punto pueden develarse si se analiza los goles que Racing sufrió en Florencio Varela, cuando un error del “Chino” Saja en la salida le permitió a Brian Fernández marcar el descuento para el “Halcón”; en Victoria, donde Tigre aprovechó al máximo sus llegadas al arco albiceleste para estampar la goleada por 4 a 0; y en el clásico de Avellaneda, donde dos errores consecutivos en la marca en jugadas aéreas facilitaron que Independiente concretara las únicas dos oportunidades de gol que tuvo en el primer tiempo. 2) Déficit en la creación: Más allá del estilo propuesto por el entrenador desde su discurso, Racing ha demostrado en lo que va del torneo una clara dificultad para imponer su juego de rotación de pelota por debajo y así lograr situaciones claras de gol con mayor facilidad. Se puede destacar dentro de concepto las falencias que tiene la Academia en la coordinación entre sus laterales y los volantes externos, como se puede ver en el caso de Gastón Díaz con Iván Pillud, y la constante búsqueda de apertura del balón que concluye en la mayoría de las ocasiones en centros al área rival, dependiendo de una lateralización exagerada que demuestra la ausencia del pase vertical que rompa la última línea de defensores del contrincante. Uno de las causas que pueden recaer en este punto es el tiempo acortado en el cual el flamante entrenador tuvo para trabajar con un plantel casi enteramente nuevo e inculcar su idea de juego junto a una identidad propia, que aún le falta rodaje para que esté consolidada y que por el momento queda reducida a un esquema planteado desde un 4-4-2 estático que no logra fomentar el factor creativo del equipo y dificulta la puesta en práctica de la idea madre propuesta por el DT desde sus declaraciones. 3) Estaticidad en ofensiva: En lo que va de la temporada, la Academia ha incluído entre sus titulares a jugadores con una tendencia verticalista, con la intención de aportar dinamismo al ataque. Sin embargo, también se reflejó en la cancha una estatici-

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Foto. RacingmanĂ­acos.

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Ficción de Ramir

El des D

os a cero. Tres a uno. Cuatro a cero, cinco a uno. Hasta siete a uno. El equipo de la pizzería “Partenopei” –constituido por jóvenes pre-adolescentes- era una verdadera máquina. Su fútbol de potrero, oriundo de La Paternal, era un espectáculo bellísimo. Mediante el diario interregional “La Familia”, los equipos de diferentes barrios los desafiaban. Ninguno, jamás, había podido derrotar a ese verdadero “Dream Team”. La figura de aquel conjunto era un pibe bajito, atrevido, maravilloso. Enganche zurdo por naturaleza, el barrio lo conocía como “Pelusa”. Sus jugadas eran utópicas para cualquier otro jugador. Era talento puro. Tenía la capacidad de encarar y gambetear a medio equipo rival. Sus pisadas, sus caños siempre productivos y esclarecedores, llamaban la atención de la vecindad. El potrero donde se veía la magia se llenaba cada vez que el equipo del Pelusa era desafiado. Este crack no era el único de su grupo. En el mismo equipo había un volante central, rapadito, que jugaba a un toque. Rara vez se lo veía utilizar dos tiempos o más para desprenderse de la redonda. El “Lobo” –así lo apodaron en el barrio- siempre estaba bien ubicado y hacía jugar a su equipo. La delan-

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ro Cué Barberena

safío tera era una dupla letal. “Pepe”, como lo llamaba su mamá, wing izquierdo gambeteador, encarador y goleador, se llevaba muchos aplausos en todos los partidos. Era el socio perfecto del 10. Cuando uno picaba, el otro lo esperaba. El centrodelantero era una máquina de hacer goles. “El Beto” era capaz de pescar cualquier rebote o pelota que estuviese perdida y convertirla en gol. La última estrella era Daniel. Un volante diestro, más grande que los demás, pero que tenía un talento formidable. El próximo desafío de este equipazo estaría en un barrio de Avellaneda. Gestado en un comedor al que asisten muchos chicos, dos pibes que soñaban con jugar al fútbol, armaron un equipo para representar a ese lugar. Ellos, dos cracks –de esos que no se encuentran en todas las canchitas- juntaron once y armaron un lindo conjunto. El primero era wing derecho, con la gambeta impredecible como arma letal. El “Loco” era la estrella y el símbolo de todo el comedor. Imparable, con la picardía de las calles, vivía con la pelota en los pies. El otro, el de los goles épicos y agónicos, era “el Chango”, un mediapunta práctico, con gol, y estratega para jugar. La mitad de la cancha era controlada por dos hermanastros, Jorge y Mariano, ambos volantes centrales. El primero, el mayor, era el que cortaba y recuperaba, jugando siempre a dos toques. El otro era más elegante y pensante para jugar. Le gustaba buscar poner pelotas profundas, entre líneas. Margarita, la señora responsable del comedor, proveía al equipo de camisetas, y les tenía preparada la merienda luego de cada partido. También fue quien motivó a estos jóvenes a armar el mejor

equipo de la ciudad. Luego de que llevaran 17 partidos invictos, y enterada de que en La Paternal había un grupo de pibes imbatibles, “Tita” (así la conocía y llamaba todo el mundo) se contactó con Ariel, el dueño y periodista del diario “La Familia”, para que ponga un aviso en el periódico del domingo. “El equipo del comedor ‘Albiceleste’ desafía a su par de la pizzería ‘Partenopei’ a un partido de fútbol para ver quién es mejor. Ambos exponemos nuestro invicto. El lugar, la fecha y la hora, la deciden ustedes. Firma, Tita”. Ese era el texto que se publicó en el diario. Margarita compró el del día siguiente, y no había respuesta. En el del martes, tampoco. Recién el miércoles se publicó la tan ansiada contestación: “El equipo de la Pizzería ‘Partenopei’ acepta el desafío de su par del comedor ‘Albiceleste’. Se jugará el domingo que viene, a las 15 horas y en el potrero donde juegan ustedes. Que gane el mejor. Firma, Ottavio”. El desafío ya estaba arreglado. Sólo era cuestión de días para ver quién era mejor y quién perdía el invicto. En esa semana, el equipo del comedor estiró su invicto a 19. Sólo quisieron jugar dos partidos para no perder el ritmo y despuntar el vicio. Llegó el día. Le habían puesto redes a los arcos del potrero que estaba atrás del comedor. Tita se había encargado de delinear bien los límites de la línea de cal. En las áreas y la mitad de la cancha

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La cuidaban, la acariciaban con la suela de sus botines o zapatillas. En los primeros minutos, Pelusa no tuvo mucha participación. En la primera que tocó, eludió las marcas de Mariano y Jorge, gambeteó a Gustavo –el central- y definió por arriba de la salida del “Pato”, el arquero local. Rápidamente, llegó el segundo. El “Lobo” recuperó la pelota y abrió rápido para Daniel; tiró una pared con Pelusa, y asistió a Beto. El goleador remató fuerte y abajo. No habían pasado más de veinte minutos, y el equipo del comedor ya estaba dos goles abajo. Pronto llegó el descuento. Nelson abrió la cancha buscando al Loco, que desbordó y tiró el centro atrás. El Chango la encontró en el punto penal y convirtió. El partido no tenía desperdicio. Ariel no paraba de anotar cosas en su libreta. La gente estaba maravillada con lo que veía. Tita se comía las uñas, Ottavio se hamacaba en su asiento. Aplaudían cada toque, cada gambeta, cada cambio de frente y cada caño. El espectáculo de potrero. Un caño del Pelusa sobre Carlitos –lateral izquierdo del local- levantó a todas las personas que estaban viendo el partido. De espaldas a su marca, el talentoso 10 taqueó la pelota, haciéndola pasar limpia entre las piernas del defensor. El duelo empezó a ser trabado. Ninguno quería dar una mínima ventaja. Sobre el final de la primera etapa –se habían pactado dos tiempos de 40 minutos- llegó el empate

predominaba la tierra. No había ni una mota de pasto. El césped se reunía en los bordes, cerca de donde se cae el campo. El lado por el que desbordaba el Loco estaba infértil. El surco estaba marcado. Los jugadores de la pizzería llegaron junto con todas sus familias. El pequeño enganche se perdía entre sus compañeros. Toda la delegación entró al comedor mientras los jugadores fueron a cambiarse al baño. La pizzería estaba cerrada. El dueño, Ottavio, se puso a hablar con Tita para pasar el tiempo. En la casa del Chango, a cinco minutos de la canchita, estaban todos los jugadores locales. Mentalizándose, hablando, alentándose unos a otros. “Hoy no podemos perder. Hay que dar la vida para ganar y darle una alegría a Tita, pero nunca dejando de jugar al fútbol y divertirnos”, fue la mini arenga del Chango, el capitán. Agarraron sus cosas y fueron al potrero. Mientras los locales llegaban y los visitantes se cambiaban, llegó Ariel, el periodista. Tita lo reconoció y se acercó a preguntarle a qué venía. “Se enfrentan los dos mejores equipos de la zona. Juega ‘Pelusa’, está el ‘Loco’. Esto no me lo puedo perder. Vengo a cubrir el partido y a ver este fútbol espectacular”, fue la respuesta del periodista, que rápidamente tomó asiento en una de las tribunas de madera. Los “italianos” salieron primero. Minutos después, los de Avellaneda. Tita llevó la pelota y el partido comenzó. Las cabezas de los espectadores se movían más que los jugadores. La pelota iba y venía.

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del equipo del comedor. El Loco agarró la pelota, le tiró un caño al Lobo, pasó en medio de “Juampi” y Sergio –defensores rivales- y cuando el arquero le salió, lo gambeteó de forma brillante y definió. Todos se acercaron a abrazar al wing. Lo único que hicieron fue cambiar de lado y tomar agua. No descansaron. Ambos equipos querían seguir jugando. Mientras de un lado se destacaba el Pelusa, en el local, brillaba el más jovencito, Mariano. Elegante, con toques cortos, empezó bien el segundo tiempo. El equipo albiceleste pasó al frente. El joven volante recuperó la pelota y se la pasó al Chango, que desde 20 metros remató y la clavó en el ángulo del arquero. Los minutos pasaron y la bocha no se iba por el costado de la cancha. No se cortaba por nada.

A diez minutos del final, empezó el show del crack de Paternal. Uno de los centrales locales hizo una falta cerca del área. Y Pelusa, de un tiro libre desde 15 metros, clavó el empate. El partido quedó igualado 3 a 3 y seguieron hasta que algún conjunto convirtiera el último gol. Sólo duró cinco minutos más. Pepe desbordó por izquierda y filtró un pase para que Beto haga el gol y le dé la victoria a la pizzería italiana. El invicto del equipo del comedor se había terminado. El Chango ayudó a levantar al Loco, que no tenía consuelo. El Pelusa se acercó. “Gracias cracks por este partido. Me divertí mucho”, dijo el 10 rival. “No, gracias a vos por tanto fútbol”, le contestó el capitán del comedor. Los tres se unieron en un abrazo cálido. Futbolero. De potrero.

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Cambiar la cabeza

Faltaban tan sólo 5 días para el gran lanzamiento de esta revista. El contenido que usted, listo para ser presentado, mientras el hastío de la tarde del miércoles le ganaba la cuerda leyendo un desahogo en forma de tuits lleno de amor por Racing, pero también de pretens Claro que el corazón y la cabeza de Matías Varela, más conocido como @Bollino en Twitter el mensaje, y él se manifest

M

irá qué buena onda la AFA postergando el partido de Copa Argentina de Racing. Así como desde este espacio lo hemos criticado fuerte, esta vez acertó Víctor Blanco reconociendo errores propios, para los que decían que Racing no tenía peso en la AFA. Pide postergación, se la dan, se arrepiente, vuelven para atrás. “Si Racing no gana no es porque no tiene peso en la AFA. O por los árbitros”. Es insoportable esa vicitimización que hace el hincha de Racing. Racing ya no tiene más adversidades que la mentalidad tribunera de su gente, sus hinchas y sus dirigentes. Ya no hay nada que aguantar. Ya no hay 35 años de lastre, ya no hay problemas económicos graves, quiebras, gerenciamientos. Ya tuvimos a Independiente en la B. No se necesita la de “en las malas mucho más”, porque no hay malas, no jodamos. Las malas las soportó mi viejo, o yo hasta los 25. Mi generación es la última que luchó contra el gerenciamiento. Desde De Tomaso, Racing no tiene problemas graves. O sí: Nicolás Pacheco. Pero, insólitamente, no hay un reclamo generalizado de justicia. Mataron a un pibe que conocía todo el club en una sede. Silencio. Pero para hablar de árbitros y peso en la AFA, sí hay reclamos. No jodamos. Si Racing no terminó de despegar en estos años es por su culpa, ante un contexto histórico totalmente favorable con dos grandes en la B, Boca velando a Riquelme y Bianchi, y equipos chicos campeones. Así como hace unos años la mentalidad del

hincha de Racing salvó al club, ahora lo destruye. Se autodestruye, en realidad, con hinchas que no saben absolutamente de la historia del club. Gritan goles de Estudiantes para cargar a Vélez y aplauden a Videla o a Lugüercio. Putean a pibes del club que después valen millones. Porque Racing, en los últimos años, vendió como nunca en su historia. Racing jamás tuvo buenas inferiores. Hoy sí gracias a los hinchas que construyeron Tita. Ese es el ejemplo y la mejor prueba del amor al club, pero los tiempos cambiaron. El club creció mucho, y me desespera ver a los más pibes opinando sin saber, sin dejar esa pose de sufrimiento. Las buenas, las que “ya van a venir”, llegaron hace rato. El hincha de Racing no las vio, o no las quiso ver. Es más fácil seguir en la pose sufrida que asumir responsabilidades e involucrarse en el club. Los que tienen más de 30 saben de qué hablo. Es vital cambiar la postura. Ser hincha de Racing no es sólo ir los fines de semana a la cancha. Pensar eso también es una falta de respeto a los hinchas que sí se rompieron el alma por el club. A los que llenaron canchas en la B, a los que construyeron el predio Tita, a los que colmaron canchas cuando Racing no jugaba por Ripoll, a los que pusieron el pecho a la yuta en las marchas contra Blanquiceleste. Y es una falta de respeto, sobre todo, a la historia. Jamás un hincha tuvo tanta incidencia en un club como el de Racing. Resulta totalmente tragicómico que ahora, los

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a desde el corazón

estimado lector, disfrutó o no a lo largo de las páginas ya estaba prácticamente cerrado y a los ánimos para lo que restaba de la semana. Casi sin darnos cuenta, nos encontramos siones de cambio para que el club sea el que todos proyectamos, ese que nos prometieron. r, no pensó las cosas para este espacio, pero sentimos la necesidad unánime de transmitir tó encantado que así fuese.

que deberían tomar la posta, se pierdan en historias de conspiraciones arbitrales. No conocen lo que es el verdadero aguante, y no tienen por qué conocerlo: ya sufrieron generaciones enteras. Hay que soltar de una vez, ya está. El aguante no sirve ahora porque el club no lo necesita. Ahora se necesita participación, cuidar al club. Votar con criterio en diciembre, y evitar las “bolsas de gatos” en las elecciones, para que presidente y ex presidente se saquen los ojos a costa suya. Si Racing no descendió en los últimos 10 años más favorables de su historia es porque a Grondona le pintó la renovación del torneo. Nada de lo que pasa en Racing es casualidad, incluso que el mejor 9 de los últimos 20 años termine sacando un fierro en el vestuario. Todo tiene que ver con lo mismo: esa tendencia insólita a autodestruirse que baja desde las tribunas y termina pudriendo todo. ¿O soy el único que casi ni festejé los goles con Independiente o Lanús porque íntimamente sabía lo que iba a pasar después? Lo putearon a Simeone, que pudo controlar a un plantel incontrolable. Se cargaron a Zubeldía, que sacó más de 60 puntos porque “no va al frente”. Pero a Videla, que marca mal en ese gol de Lanús y corre como corresponde, lo ovacionan. Y Bastía terminó de perder todo el pelo mirando eso. No, viejo. Racing no pierde por los árbitros o por no tener peso en la AFA. Racing pierde por errores dirigenciales que después se trasladan. Pierde porque hace menos de un año era un club acéfalo

y, como no hay nadie que sepa realmente qué hacer, se delegó en un entrenador. Cocca, con espacio y tiempo para decidir, armó el plantel que le parecía, con aciertos y errores. Nadie supo controlarlo, o no quisieron, y la verdad es que Racing hoy tiene un plantel lejos de lo que solicitaba el contexto: rodear bien a Diego Milito. Ojo, hay proyectos interesantes de jugadores. Pero son eso, proyectos, apuestas y no realidades, aunque quizás mejoren con los partidos. No es culpa de Cocca estar en Racing y no entender cómo se declara a la prensa antes de un clásico. Es culpa de quienes lo contrataron. ¿Y quién es responsable de que Blanco y compañía hayan contratado a un técnico que no sabe lo que es jugar con Independiente? El socio. ¿El socio podría haber evitado la contratación de Cocca? No. ¿Puede evitar algo parecido a futuro? Claro. El tema es que este tipo de errores se vienen repitiendo inusualmente en los últimos años. Pasan las oportunidades y nosotros acá. No hay participación seria de sus socios últimamente, hay relajación. Interesó más festejar la desgracia ajena que los logros propios, y no estoy diciendo que el hincha y socio sea totalmente responsable de tanta chance despilfarrada, pero si tiene cuota importante de responsabilidad. Porque si realmente hubiera compromiso del hincha con el club, el asesinato de Pacheco ya estaría esclarecido. Todo tiene que ver con todo. Queda asumir culpas, corregir y dejar la victimización atrás. De eso se trata: de soltar de una vez la pose sufrida.

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