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EDITORIAL
A los que alientan desde el cielo Si ustedes cantan desde allá, el viento trae sus versos, nuestros himnos suenan más estridentes, y los rivales no se agrandan en el Cilindro. Si ustedes alientan desde allá, los portadores de camiseta albiceleste tal vez puedan escucharlos y se animen a seguir cuando sientan que ya no pueden. Si ustedes gritan goles desde allá, dicen, el abrazo viaja en el tiempo y alcanza a sus hijos, a sus padres, a sus abuelos o a sus bisabuelos estén donde estén. Por eso necesitamos que canten, que alienten, y que griten goles, para que Racing pueda seguir siendo el club que siempre quisieron ver.
Abrazo de gol, Lucas Noriega. Abrazo de gol, Mariscal.
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Recuerdos de un campeón del mundo Al escuchar su nombre, cientos de nostálgicos de la redonda sonríen. Casi siempre enfundado en un buzo verde supo ser artífice de voladas y de tapadas que fueron marca registrada en el fútbol nacional. Desde Quilmes, llegó a Avellaneda para meterse en la historia de Racing y luego abrirse paso a la gloria con la otra albiceleste. Fundamental en aquella hazaña del Mundial ‘78, pasó por clubes locales y de otras latitudes, pero el tiempo lo hizo volver para cumplir con uno de sus desafíos pendientes: ser campeón con la Academia. Sentado en la confitería del museo de River, club al que defendió durante diez años, se encuentra Ubaldo Matildo Fillol, uno de los mejores arqueros que dio este suelo, con un café de por medio, para repasar junto a Paladar Académico sus proezas dentro de la cancha.
por anabel villar Fotos: aylén escamilla
El comienzo de la historia
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ació en 1950 y en San Miguel del Monte, un pueblo de la provincia de Buenos Aires. De chico atajaba los corchos que le tiraba un amigo y, sin saberlo, desarrollaba los reflejos que lo acercarían a la gloria tiempo después. A los 18 años, con su entrenamiento de potrero y un bolso, llegó a Quilmes para vivir en la pensión, lejos de su familia. Un año más tarde, tuvo su debut en la primera división del “Cervecero”, el paso previo a su arribo a La Academia en 1972. “Pasar a Racing era un desafío enorme. Un club grande, con figuras, y que no
hacía mucho había sido campeón de América y del mundo. Cuando llegué me gritaban ‘¡Pibe, esto no es para cualquiera, eh! ¡Mirá que acá atajó Cejas!’. Estaba todavía muy fresca la imagen de Mario. El desafío era enorme, pero pude vencer esa presión. Ahora, a través del tiempo, puedo decirlo: llegué a Racing y llegué a mi casa”. Con una adaptación inmediata a un plantel consagrado, comenzó a dejar su huella en el club tempranamente: marcó el récord de penales atajados al contener seis de ocho disparos en una temporada. “Fue mi presentación en el fútbol grande, el despegue como arquero consolidado”, sentencia.
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Tiempo después, en 1973, fue a otro grande como River, donde la presión de viejas glorias lo acompañó nuevamente: “Cuando llegué me decían ‘Mirá que acá atajó Amadeo Carrizo, pibe’. Eso me ayudó porque me propuse superarlo, al igual que con Agustín, y me fue bien”. En Monte no contaba con televisión ni radio, tampoco llegaban los diarios, por lo cual no conoció en su infancia a estos arqueros emblemáticos: “Vivía en el medio del campo, entonces no podía –como ahora– intentar copiar a otro. Aprendí un poco cuando llegué a Quilmes y podía ir los domingos a la cancha. Ahí empecé a ver a Cejas y a Roma. Amadeo ya se había retirado. La materia prima la puse sin ningún tipo de enseñanza; lo mío era todo potrero, como en la mayoría de los casos de ese momento”. Sin embargo, siente que aquel aprendizaje que tuvo –como otros de su generación– sufrió transformaciones: “Son etapas de la vida que fueron muy buenas pero que se perdieron, y creo que ya no tienen retorno. Ahora están las escuelitas de fútbol, el césped sintético y todo ese tipo de cosas. La presión de los padres de querer ver triunfar a sus hijos... No digo que sea ni mejor ni peor, sino que hubo un cambio en la vida”.
El Mundial ‘78: “Nosotros no matamos a nadie” El fin del campeonato de 1977 lo encontró como mejor arquero del certamen local, aún con la camiseta del Millonario, pero fuera de los convocados al seleccionado nacional. Una pelea con César Menotti lo distanció durante cuatro años del DT y de la posibilidad de disputar, nuevamente, un Mundial, tras haber ido a Alemania ‘74 en condición de tercer arquero. Pese a ello, el deseo que Fillol fuese a la Selección era unánime en la prensa y en los hinchas. Transcurría diciembre y el 5 de enero comenzaba la pretemporada en el Millonario, mismo día del inicio de entrenamientos de la Argentina. El Gráfico lo buscó para hacerle una nota junto a Menotti, a sabiendas de sus públicas diferencias: el “Pato” en calidad de arquero destacado y el “Flaco” como DT del seleccionado nacional, eran las figuras del año. “¿Y Menotti qué dijo?”, preguntó Fillol. “Con él ya está todo arreglado, aceptó ha-
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cer la nota con usted”, le respondió el periodista. “Con el tiempo me di cuenta que nos querían juntar. El periodismo quería que yo estuviera, la gente también y, aparentemente, el Flaco había dado el brazo a torcer”, confiesa.
“Fuiste el mejor arquero del año, ¿te gustaría estar en la Selección?”, le preguntaron delante del “Flaco”, que permanecía inmutable. “Como gustar, me gustaría, ¿a qué jugador no? Pero ya es tarde, está formado el plantel”, respondió. “Usted, César, ¿lo convocaría al ‘Pato’?”. Menotti seguía serio. Mientras Fillol notaba que estaba todo preparado, el entrenador respondió: “Tengo tres arqueros que son Gatti, Baley y La Volpe. Él anduvo muy bien, pero en caso que lo convoque, vendría como cuarto arquero”. El periodista miró al oriundo de San Miguel y le preguntó si aceptaría ese cuarto lugar. “No es cuestión de números, la convocatoria a la Selección es un orgullo para cualquiera”, sentenció. Entonces el técnico contraatacó: “Bueno, está bien, lo cito como cuarto“. Al otro día, todos los diarios titulaban “Fillol a la Selección”. Unas horas después, Gatti presentaba su renuncia. El 28 de diciembre Menotti lo llamó: “Dejemos de jorobar, la Selección nos necesita juntos”, le dijo. Fillol preguntó cuándo y dónde comenzaban a entrenar. “Al primer día en Villa Marista no me lo voy a olvidar nunca. Yo era nuevo en el plantel, me sentía medio raro porque era como que entraba por la ventana. ‘Vamos a hacer fútbol’, dijo el Flaco con las camisetas en mano. ‘Y usted, Pato, va a atajar’. Se acercó con la camiseta y me dijo ‘Agárrela fuerte’. ‘Voy a jugar yo’, le contesté. Esa práctica fue lo mejor que hice
en mi vida, fue impresionante como atajé. Era un entrenamiento, pero la motivación fue tremenda. Pasé de cuarto a primer arquero”. Llegaba la hora de la verdad, pero el Pato estaba preparado: “Jugar un mundial de local, con la presión que había, era un desafío enorme; pero esa responsabilidad me agrandaba. Futbolísticamente, no quiero olvidar nada de la Copa del Mundo. Es más, me alimento de cada imagen y cada recuerdo. ‘El abrazo del alma’ cuando termina la final, la inseguridad de cómo empezamos hasta afirmarnos. En el fútbol hay etapas y esa fue hermosísima”. Sin embargo, en paralelo a la alegría que significa aquel logro, se esconde la triste mancha de los peores crímenes y abusos de poder de la historia de nuestro país. “Los que torturaban, secuestraban y mataban, eran ellos. Nosotros jugábamos al fútbol. Hoy nos queda el remordimiento y el dolor de que los militares hayan usado ese evento único en la historia de nuestro país, para hacer y tapar cosas aberrantes. No sabíamos lo que pasaba, porque además manejaban los medios. Pasa el tiempo y se mezcla todo. Es horrorosa la sensación. Yo atajaba los mano a mano, los tiros libres, los penales. Jugaba al fútbol y defendí a mi país, como todos mis compañeros. Nosotros no matamos ni torturamos a nadie”.
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De vuelta en casa: retorno triunfal, despedida triste Después de diez años y de la obtención de siete títulos en River, viajó a Brasil, donde permaneció durante un año. Ese tiempo le fue suficiente para continuar su exitosa carrera en el Flamengo y coronarse en dos ocasiones. Luego, partió hacia el viejo continente y ganó la Supercopa de España
a River, su otro gran amor. “Ese título fue distinto a otros porque era uno de mis desafíos: volver a la Argentina, a Racing, y ser campeón. Es el sueño de todo aquel que vuelve de Europa. Era un equipo bárbaro, éramos muy amigos y unidos. Esa vuelta olímpica fue emocionante y lo que –ya con 38 años– me motivaba a seguir“, recuerda. El “Pato” pensaba renovar su vínculo con La Academia para retirarse al cabo de dos años, pero ese deseo se vio frustrado: “Destéfano no quiso renovarme contrato. Me clavó un puñal. Me fui triste porque no pude jugar dos años más. Sentí un gran dolor y hasta pensé en dejar el fútbol. Si hubiese habido un presidente con un poco de sentido común, me retiraba en el club”. El cierre de su carrera fue en 1990, en Vélez, dirigido nuevamente por el “Coco” Basile, con quien mantenía una gran relación. Volvió a ser verdugo de River, esta vez en su último partido, cuando le arrebató la posibilidad de un nuevo título al atajarle un penal.
La vida detrás de la leyenda
junto al Atlético de Madrid. Con 36 años y once títulos en su haber, aún le quedaba un sueño por cumplir. “Llegué en julio del ‘86 con la esperanza de firmar, pero no me di cuenta y estaba el libro de pases cerrado. Me tuve que comer hasta fin de ese año sin jugar, pero todo ese tiempo iba a ver a Racing. La gente, cuando iba a la cancha, me pedía por favor que no volviera. Me decían ‘Te queremos, te amamos, pero ya estás grande. Queremos tener la imagen que nos dejaste’. Volví a Racing y la verdad es que atajé fenomenal”. En 1988, aquel equipo comandado por Alfio Basile levantó la Supercopa en el Mineirao de Brasil tras ganarle a Cruzeiro, pero quiso el destino que también deba cruzarse y eliminar en semifinales
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“El fútbol tiene sus momentos, como la vida. Tengo cinco nietos y es una etapa con un valor inconmensurable. Hago un repaso de mi vida y estoy conforme con las cosas buenas y las malas que me pasaron. Perdí a mi viejo y a mi hermano, eso es un dolor tremendo. Cuando me retiré en el ‘90, estaba físicamente impecable pero saturado mentalmente. Tenía a mis hijos y no disfruté de la infancia de ellos”. A comienzos de 1999, Racing atravesó uno de sus peores momentos institucionales. Al igual que muchos, Fillol veía cómo peligraba la continuidad de aquel club que lo cobijó, por eso estuvo en el Cilindro aquel 7 de marzo. “Sentí que tenía que estar. Fue muy emocionante y no me arrepiento de nada. Estuvimos ahí, haciendo fuerzas para que Racing no desapareciera como habían anunciado. La convocatoria fue tremenda”. Por ese mismo cariño enorme hacia el club, asumió la dirección técnica en 2003: “Dirigí porque era Racing, pero no estaba muy convencido. Vi que todo había cambiado y hubo cosas que no me gustaron. Después tuve ofertas pero dije que no iba a dirigir nunca más, y cumplí”.
En la actualidad, con un escenario totalmente distinto, el arco racinguista es defendido por Sebastián Saja, quien acumula más de 200 partidos. El “Pato” conoce bien ese lugar y da su opinión al respecto: “La historia de Racing a nivel arqueros es fabulosa y sigue con esa tradición. (Sergio) Romero prácticamente no jugó en la Primera, pero ya demostró lo que es a nivel Selección. Después Saja, ni hablar. Mi etapa, la de Cejas, Rogelio Domínguez. La historia de Racing está plagada de grandes arqueros, hay que sacarse el sombrero. Y va a seguir así por muchos años”.
“Recuerdos del Mariscal” Ya se conocían, pero en su exitoso paso por River se acercó a otro de los emblemas de la historia racinguista y nacional: Roberto Perfumo.
El café se terminó y la charla se acerca a su fin. Alrededor de la mesa, tres generaciones de hinchas de River esperan al múltiple campeón para sacarse fotos y pedirle autógrafos. Pero todavía queda una pregunta más en el aire:
“Lo conocí en el Mundial ‘74, en Alemania. Compartí habitación con él. En el ‘75, (Ángel) Labruna armó un gran equipo en River y lo trajo a él de Cruzeiro. Ahí se hizo más grande nuestra amistad. Con el tiempo, nos reencontramos en el periodismo porque trabajamos juntos en Radio Nacional. Por eso, para mí, fue un golpe muy fuerte lo que le pasó; no por el jugador, sino por la amistad que habíamos hecho. Lo tuve como referente en el fútbol y en la vida”.
- ¿Cómo cree que la historia lo va a recordar? No sé, cuando no esté en este mundo, de qué manera me van a recordar. Disfruto el presente. Voy con mis hijos o con mis nietos por la calle y la gente me elogia. Mis nietos me miran como me miraban mis hijos cuando descubrían a través de la gente al padre deportista. Creo que tuve un pasado muy bueno en el fútbol. Me recordarán como un buen o un gran arquero, el primero en ser campeón del mundo con la Selección. Eso es historia pura y tiene un valor tremendo.
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HASTA SIEMPRE, MARISCAL
El cielo tiene a su fullback preferido por Leandro Marinovich
Portador de un rostro angelical y de una rudeza que te molía a patadas, Roberto Perfumo se fue convirtiendo, con el paso de los años, en una leyenda de la zaga central del fútbol argentino. Campeón de todo con el equipo de José y dueño de un apodo que marcó una época, el Mariscal supo defender la camiseta de la Selección Argentina y cortar una mala racha de 18 años sin títulos con River. Maradona y Pelé, los dos mejores futbolistas en sus tiempos, habrán podido superar a cualquier defensor, pero no a él. De muy chico soñaba con jugar en Racing y pudo hacerlo realidad a los 17 años, luego de toda una infancia llena de potrero y de barro. También entrenador, periodista y secretario de deportes de la Nación, Perfumo nos dejó el pasado 10 de marzo, a los 73 años. En Paladar Académico, repasamos su vida con diversas anécdotas.
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oberto Perfumo nació un 3 de octubre de 1942 y se crió, entre pelotas y arcos imaginarios, a 15 cuadras del Cilindro, en Sarandí. Ya desde chiquito, como quien comienza a fabricar un sueño, iba con amigos a ver los entrenamientos de la Academia. “Nunca me voy a olvidar cuando Mario Boyé me dijo ‘hola’. Eran todos cracks en esa época, la del tricampeonato”, respondió en una entrevista a
Noticias en diciembre de 1996. Empezó a ir a la cancha a los nueve años, cuando se escapaba de la madre. Entraba gratis por ser menor y se quedaba a ver los partidos de Tercera, de Reserva y de Primera. El padre era de Boca pero el hermano mayor, de Racing. En el barrio, se era de la Academia o de Independiente. Él nunca supo bien el porqué de su elección por la parte celeste y blanca de Avellaneda.
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Desde los cinco hasta los quince, Perfumo jugó y aprendió en el potrero. “Eran más de 3500 prácticas de fútbol”, explicó más de una vez. También participaba en los campeonatos intersalesianos con el Colegio Don Bosco y en su equipo de barrio, Pulqui –nombre en honor a un avión argentino de aquella época–. Además, desde los trece años, trabajó como aprendiz de tornero y a la noche estudiaba en una escuela técnica, hasta que decidió ir a probarse para ser futbolista profesional su sueño estaba en marcha.
Perfumo debutó en la Primera el 22 de enero de 1964, en un torneo internacional en Chile. Fue derrota por 2 a 0 ante el Flamengo brasilero. El Mariscal, antes de ser mariscal, era volante por izquierda y después pasó a ser ‘6’. Fue Juan José Pizzuti quien le indicó que podría rendir mejor siendo primer marcador central. Tito, a su vez, también vio que Basile era el compañero ideal para la zaga. El primer partido contra Ferro fue un desastre, pero Pizzuti insistió y todos sabemos cómo terminó la historia. “Vos vas a
Primero, fue a Lanús. No quedó. Luego, a los 17, en River corrió con la misma suerte. Allí, se encontró con la posibilidad de Arsenal, aunque el club de Sarandí aún no estaba afiliado a la AFA. Tuvo su revancha en River y quedó; sin embargo, el cambio de entrenadores en inferiores lo obligó a dejar. “‘¿De qué laburás, pibe?’, me dijo el Gordo Díaz. ‘De tornero’, le respondí. ‘Bueno, dedícate a eso porque para el fútbol no servís’”, contó Perfumo en El Gráfico de agosto de 2002. Allí, cuando el Millonario lo descartó, apareció Ernesto Duchini, un gran formador de jugadores que se había ido de River, y lo llevó a Racing. Al principio, organizaba todas sus actividades. Trabajaba, se iba antes a entrenar y concurría al colegio de noche. Cuando quedó definitivamente en Racing, dejó de laburar. Al año siguiente, también hizo lo mismo con el colegio. A los 20, conoció a Mabel, quien luego sería su esposa y lo acompañaría hasta sus últimos días. En una anécdota muy risueña, que pinta con claridad la rudeza del Mariscal a la hora de jugar al fútbol, Perfumo –ya retirado– le dio una patada y un codazo por puro acto reflejo, después que ella le pateara una pelota de plástico en la playa. Recuerdo la primera vez que pisé la cancha como jugador, en 1961. Estaba en la Cuarta y Duchini, que dirigía las Inferiores, me llamó para jugar para la Reserva contra la Primera. Había ido tantas veces y ahí estaba adentro. Fue impresionante. Después empecé a cagar a patadas a todos y le tiré un caño a De Vicente, el padre de Néstor, y se armó un quilombo bárbaro. De Vicente me dio un bife en la cara y Ongaro, el entrenador, me mandó otra vez a la cancha auxiliar”, contaba el Mariscal en un suplemento especial de Olé por los 98 años de Racing, en 2001.
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jugar ahí, vas a ir al seleccionado y me vas a traer un piloto de Londres cuando vayas al Mundial”, contó Perfumo, en El Gráfico, lo que le dijo José tras la derrota ante Ferro. “Al lado de Pizzuti, Passarella es la Madre Teresa. Tirabas una miguita de pan en la mesa y tenías que pagar una multa de 50 dólares. Nos hacía ir con saco y corbata a la cancha en el año 66. Y con el pelo era tremendo, también. Estuvo cuatro años ladrando, no saludando. Pero es un fenómeno. Hoy vamos a comer y todavía lo trato de usted. Nunca concentrábamos, pero los sábados te mandaba una pesquisa. Un tipo que pasaba a las 6 de la tarde por tu casa para que le firmaras un papel como que estabas. No había manera de cagarlo. Una vez, el Panadero estaba entongado con el pesquisa,
Basile y el Mariscal, la inolvidable dupla central del equipo de José
pero él lo mató: le mandó un pesquisa al pesquisa”, continuó en el mismo reportaje. En Racing se ganó su reconocido apodo gracias al Gordo Muñoz, el año que conquistó su primera estrella, 1966. Con su cara de santo, Perfumo te mataba. O te sacaba la pelota o te sacaba los pies. Lo concreto era que un gol en su propio arco no iba a sufrir. Con la celeste y blanca, el Mariscal fue parte de la triple conquista entre 1966 y 1967. Sin su dureza, a la Academia, seguramente, se le hubiera hecho muy cuesta arriba ganar cada título. Los partidos de la Copa Libertadores eran batallas y Perfumo, su soldado más fiel. “El campeonato mundial fue fantástico. Lo disfrutó toda la Argentina, salvo la hinchada de Independiente”, expresó. La de Racing no fue la única casaca celeste y blanca que vistió: la de Argentina fue la otra de esos tonos que defendió a muerte. Durante una encuesta sobre el once histórico albiceleste que le realizaron a diversas personalidades de nuestro fútbol, en la revista oficial de AFA, Perfumo
fue escogido como el mejor zaguero derecho, al lado de Daniel Passarella. Jugó los Juegos Olímpicos de Tokio 1964, en donde fueron eliminados rápidamente, y los Mundiales de Inglaterra 1966 y Alemania 1974. Además, fue parte del plantel que no logró clasificarse a México 1970. En una época donde desfilaban futbolistas como si fueran piezas de recambio, el Mariscal siempre era moneda corriente de los que se destacaban dentro de un panorama no del todo alentador. En una selección con más problemas que soluciones, Perfumo recopiló anécdotas que aún causan mucha risa. La más recordada es, sin dudas, cuando les tocó enfrentar a Holanda en el Mundial de Alemania 1974. La famosa Naranja Mecánica le dio un peludo bárbaro a los nuestros que, con apenas 25 minutos de partido, ya caían por 2 a 0. En un saque de arco que debía efectuar Daniel Carnevali, Perfumo le pidió a su compañero que no se apurara, que esperase. “¿Por qué?”, le respondió el exportero de Rosario Central, “¡Porque nos van a hacer diez!”, culminó Perfumo.
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Luego de dejar Racing, en 1971, el Mariscal se mudó a Brasil, más precisamente al Cruzeiro, para tratar de frenar a los que, para él, eran los delanteros más difíciles del mundo. “Hay una diferencia muy grande entre los atacantes nuestros y los brasileños. Acá, a un defensor con un mediano poder de recuperación, se le dan posibilidades para volver a marcar. En Brasil, no. Te trabajan con picardía en el manejo de la pelota pero con una velocidad asombrosa”, explicaba en una entrevista de la época con la revista Goles. Allí, con uno de los grandes de Belo Horizonte, ganó tres campeonatos estaduales consecutivos, entre 1972 y 1974. En 1975, entre elegir volver a Racing o marcharse a River, eligió la segunda opción. Nunca habrá escuchado tantos silbidos como cuando visitó el Cilindro como riverplatense. En más de una oportunidad, Perfumo se encargó de expresar que esos chiflidos eran por el amor que le tenían, que se habían transformado en una especie de odio al haber elegido jugar para los Millonarios. En Núñez, fue parte del equipo que cortó la racha de 18 años sin títulos. Luego, ganó dos locales más, hasta que se retiró, en 1978, con 36 abriles. “Roberto era el alma de River. Hacían todo lo que decía, tenía una personalidad bárbara. El partido que jugué contra él fue una maravilla. Verlo así fue jugar contra alguien que interpretaba al fútbol de una hermosa manera”, fueron las palabras de Maradona hacia él en una de las veces que visitó el recordado programa Mar de fondo. Con el Diez, Perfumo tiene una anécdota bastante particular, que narró muy bien en el programa Frente a frente: “Diego tenía 15 o 16 años. Mostaza me dijo que jugaba bien, que había que marcarlo. Yo dije, bueno, había que darle un ‘estate quieto’.
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Vino, encaró, y le di una patada. Lo levanté de los pelos y le pregunté: ‘¿Estás bien, no es cierto que no tenés nada?’”. Tras irse de Gimnasia, Perfumo decidió no dedicarse más a ser entrenador y se relacionó con el fútbol y con el deporte desde otros enfoques, principalmente como periodista. Durante muchos años, fue partícipe del programa Hablemos de Fútbol, en ESPN, además de tener sus columnas semanales en el Diario Olé y de conducir, junto a Horacio Pagani, un espacio en Radio Nacional que mezclaba dos pasiones: el tango y el fútbol. También, desde 2009, Perfumo fue comentarista de Fútbol Para Todos; decenas de veces tuvo el agrado de comentar los partidos de Racing y de presenciar algunos encuentros del equipo campeón del Transición 2014. Por otro lado, en 2003, durante la presidencia de Néstor Kirchner, fue Secretario de Deportes de la Nación. Renunció en 2004, luego de que varios atletas estuvieran disconformes con su gestión. “La función pública es dura, muy difícil. Por fin voy a dormir una noche tranquilo”, dijo después de irse de su cargo. Roberto Perfumo nos dijo adiós el pasado 10 de marzo, con 73 años de vida. Luego de haber realizado una sobremesa en Carletto, un restaurante de Puerto Madero, se cayó de las escaleras, lo que le ocasionó una fractura de cráneo, en la parte de la nuca. Nada pudieron hacer en el Sanatorio de Los Arcos para que el Mariscal se quedara un rato más con nosotros. Seguramente, Dios, que también hace poco se llevó a Johan Cruyff, esté pensando en armarse una invencible Selección del Cielo. Roberto, con esa cara de santo tan directamente proporcional a su rudeza para marcar, no podía faltar. Al fin y al cabo, los abrazos de gol no los da cualquiera.
Psicología para futuros cracks por Ramiro Cué Barberena Fotos: fabián de ciria
Cecilia Contarino es la encargada de la pensión del club, el núcleo formativo de los jugadores juveniles. Cada día, ella y los demás responsables de la Casa Tita ejercen los valores que le imprimen a los chicos: responsabilidad, respeto y compromiso. En ese lugar, muy cerquita del Estadio, no sólo se nutren sueños, sino también se moldean personas.
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ientras los chicos están en el colegio, hay un silencio relajante, se respira tranquilidad. Cuando vuelven, apenas traspasan la puerta, entran uno por uno en la oficina de Cecilia Contarino, la saludan y le cuentan cómo les fue. Esa es una secuencia que describe muy bien cómo se vive en la Casa
Tita, la pensión de Racing. Quedan evidenciados los valores y la educación que tienen impresos los chicos; también, la importancia de Cecilia para ellos. No es una simple psicóloga o encargada. Es lo más próximo que tienen a una madre, es quien los asesora, los contiene y los reta.
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Contarino es psicóloga especializada en deportes y está en Racing hace ocho años. Es la profesional en ese área a cargo de las divisiones infantiles (poco más de 200 chicos), juveniles (180) y también es la responsable de la Casa Tita (56). “Siento a todos ellos como si fuesen hijos míos”, reconoce. Empezó en el club siendo la psicóloga, pero luego de que la nombraran responsable de la pensión, la otra labor se fue diluyendo. Ahora, con Darío Palazzo –el otro psicólogo–, se complementan para trabajar en conjunto, tanto en el Predio Tita como en la casa. El esfuerzo que hacen incluye hasta detalles como el nombre del lugar. ¿Por qué se llama “Casa Tita”? La intención fue sacar el mote de “pensión”, donde cada uno hace lo que quiere y es depersonalizado. “Lo convertimos en una casa, con todo lo que eso implica, donde tienen que rendir explicaciones, pero se les da el confort para sentirse protegidos, con calor de hogar”, sintetizó Cecilia. La labor es compleja. Incluye jóvenes entre 12 y 19 años. La adaptación es uno de los tópicos principales a tratar. “Los más chiquitos dejan a la mamá y al papá, aunque nunca seamos ellos, hay que intentar suplirlos”, explica Contarino. Por su lado, los más grandes no solo dejan a la familia, sino también a su pueblo, a sus amigos y a su novia. “Uno se da cuenta si le cuesta la adaptación momentánea o si no lo va a lograr nunca. En esos casos, hay que charlarlo con el chico y los padres”, admite. Una de las presiones que tiene todo niño futbolista son los padres. A Cecilia le quedó grabada una anécdota: “Había un chiquito de diez años en la Casa y me llamaba la atención que estuviese acá. Le costaba adaptarse y llamé a la madre. Me dijo que, en los pueblos del interior, crían a los chi-
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cos para que crezcan y vengan a Buenos Aires, porque allá no pueden progresar. Y que, cuando surge una chance así, no le cortan las alas”. La formación integral es indispensable y el objetivo principal. En lo que respecta a la educación, si no rinden en la escuela, hay un sistema de “sanciones en escalada”. Primero, se los reta. A los chicos se les exige esfuerzo más que rendimiento. “Nosotros tenemos valores que no negociamos, que están escritos en las paredes”, cuenta Contarino. Los valores innegociables son el comportamiento, el compromiso y el respeto. “Se puede charlar el rendimiento educacional, sacarse un siete o un cinco, pero faltarle el respeto a una docente, no”, sostiene Cecilia. A excepción de dos que tienen cursos diferentes por ser repitentes, todos van a la escuela de Racing. Si no rinden en el colegio o tienen actos de indisciplina, reciben un reto en primera instancia. Si se repite, hablan con los técnicos y con los coordinadores. Si sigue avanzando, hay sanciones deportivas, pero, previamente, hablan con los padres para que los ayuden. Además, en Casa Tita, los chicos tienen charlas sobre educación sexual. El equipo (psicólogos, encargados, coordinadores, conserjes, técnicos) le dan la confianza suficiente para que vayan a hablar ante cualquier duda que tengan. El apoyo psicológico es vital. Se lo proveen a los chicos constantemente y en cualquier contexto. Por ejemplo, cuando algunos jugadores quedan libres: “Cuando llega octubre, se respira un clima diferente. Están todos más irritables, incluso nosotros”, explica Cecilia. La función de ellos es “contener, calmar y tranquilizar a los chicos”. Los preparan para entender que su carrera no termina en Racing, que deben seguir esforzándose: “Intentamos desmitificar que el tren pasa solo una vez. Pasa cada 15 minutos”.
Cuando alguno quiere volver a su casa, también reciben el apoyo del equipo de psicólogos. “Tratamos de descomprimir, que puedan tomar la decisión tranquilos, que elijan lo que más los haga felices, ese es el fin máximo. Acá no queremos chicos que no puedan ser felices”, detalla Cecilia. Hay muy buena camaradería entre los jugadores, se contienen entre sí. Sin embargo, intentan que la responsabilidad no caiga en los más grandes, pero sí que brinden su experiencia: “El deber siempre tiene que ser nuestro, pero los grandes pueden ayudar. Para el chiquito, el testimonio del mayor va a tener más peso”. El sentido de pertenencia y la identificación con Racing es uno de los pilares más trascendentes. No les piden que sean de Racing por jugar ahí, que sean de lo que traen en familia, pero sí es obligación que respeten al club. Es algo que se les pide con más ahínco a los que vivan en la pensión: “Siempre les decimos que viven en la casa de Racing, van a la escuela de Racing, visten la rompa de Racing. Que quieran al club por todo lo que hace por ellos. Hacemos acciones muy chiquitas para que ellos se empiecen a identificar”, cuenta Cecilia. Suelen ir a ver a los deportes amateurs, al futsal, al básquet, con el fin de que estén del otro lado, en el lugar del hincha y que canten las canciones del club. “El esfuerzo se ve cuando los chicos que se van, vuelven a festejar los cumpleaños de los demás o los propios”, relata Cecilia con emoción. La última vez, por ejemplo, estuvieron Brian Mansilla, Lautaro Martínez y Fernando Valenzuela. Las semanas previas al Clásico de inferiores contra Independiente se viven de una manera diferente, pero siempre bajo una armonía de respeto hacia el rival porque “son jugadores
que tienen los mismos sueños y que buscan lo mismo”. En lo que respecta a los éxitos y a los fracasos deportivos, en Casa Tita se manejan con el establecimiento de metas a corto y mediano plazos. Logros que sean realistas y se puedan conseguir, ambiciosas pero terrenales. Acompañan a los chicos para que los objetivos sean escalonados, para que no se frustren y que sepan que, de no conseguirlo, pueden volver a intentarlo. “El éxito depende del esfuerzo”, es el mensaje que buscan imprimirles. El equipo de Casa Tita no tiene contacto con representantes ni influye en la elección, pero sí les ponen límites. Tienen horarios determinados para verlos y visitarlos, no pueden ir cuando quieran. Solo se comunican con ellos en caso de alguna situación extrema (como enfermedades o lesiones). Lo mismo rige para los sponsors. En esos casos, hay “negociaciones” con los chicos para que no falten a la escuela para, por caso, buscar ropa y no pierdan el norte. Para que los juveniles no despeguen los pies de la tierra, se organizan labores solidarias y “conectarlos con la realidad aunque es cada vez más difícil porque el entorno los arrastra a la motivación material”. Los chicos están en un ámbito que vive para ellos, con una contención excepcional que busca fortalecerlos psicológicamente y formarlos como personas. La Casa Tita es su hogar, es donde respiran Racing. Cecilia los siente como sus hijos y admira a la persona que lleva el nombre de la pensión: Tita Mattiussi. “No le llego ni a los talones a Tita, obvio, pero es mi referencia. Ojalá pueda hacer el 10% de lo que logró ella”, dice Cecilia. Ella es la encargada de cuidar y criar el futuro de Racing.
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Ídolos en el recuerdo El gran Marcovio
C
on un paisaje marcado por fábricas incipientes y cientos de obreros, el 6 de mayo de 1893 nació Alberto Andrés Marcovecchio en Barracas al Sud, tierras que décadas después serían rebautizadas como Avellaneda. Inquieto por el encanto de la pelota, empezó su camino en el fútbol desde temprana edad en el modesto cuadro local de Porteño, junto a su hermano mayor, Carlos. Dotado de una contundencia pocas veces antes vista, llamó rápidamente la atención de las miradas que se multiplicaron detrás del alambrado.
Luego de convertir 7 goles en su primer torneo en la categoría, en 1913 llegaría a la misma cantidad en la tan solo un partido frente Unión (récord que aún se mantiene vigente) y la superaría ampliamente hasta alcanzar los 36 goles en la temporada, cifra que repetiría en 1915. A partir de su puntería y de su sentido de ubicación oportuno en el campo contrario, pudo seguir incrementando su historial, que lo tuvo en 1917 y en 1919 como máximo artillero con 18 y 16 anotaciones, respectivamente.
Así fue como los ojos de los viejos conocedores del deporte se posaron sobre su figura robusta y en 1908 aparecería en su vida el Racing Club, donde escribiría su propia historia. A partir de 1910, formó parte del equipo de la Cuarta A que se consagraría como campeón invicto y que ganaría el mote de“Cuarta de hierro” por un sello de juego ofensivo apabullante. Con cada goleada, “Marcovio” no dejaba de imponer marcas que sobresalían por sus números abultados: en 1911 llegó a convertir 103 goles de los 143 que anotó el plantel en total.
Sin embargo, no sólo demostró su capacidad como atacante en el ámbito local. El hecho que tuviera una producción goleadora sobresaliente, le facilitó la posibilidad de vestir la camiseta de la Selección Argentina, con la que gritó 8 tantos y participó de la Copa América de 1916, pionera del certamen.
Como uno de los pilares de aquel plantel, donde comenzaban a gestarse grandes figuras que luego brillarían años más tarde, le llegaría en 1912 la oportunidad de integrar el conjunto de Intermedia y no la desaprovecharía: anotó 8 goles en su primer partido contra el Belgrano Athletic. El camino a Primera era inevitable y, finalmente, en el mismo año tendría su debut soñado, con un tanto incluido en la victoria por 4 a 0 frente a su ex equipo, Porteño. De ahí en adelante, su estirpe goleadora no se detendría.
Inesperadamente, en una carrera en la que no se le presentaron obstáculos notorios, el físico comenzó a traicionarlo y, tras una serie de lesiones a principios del 20', sufrió una fractura que lo obligó a colgar los botines en 1922. 210 goles en Primera y 20 títulos oficiales son los números que conquistó después de 14 años con la casaca de Racing. Segundo goleador histórico del club detrás de Alberto Ohaco y uno de los nombres que componen la lista de los jugadores qué más ganaron en 113 años de existencia Académica, sin lugar a dudas el gran “Marcovio” es y será para siempre uno de los protagonistas del equipo que revolucionó el fútbol criollo en sus orígenes, el primer Heptacampeón Mundial.
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NOTA DE TAPA
Sueños de 10 Con una infancia marcada por dificultades, sus ilusiones rodaban atrás de una pelota. Ya sea en la canchita del barrio o en el comedor de su casa, se imaginaba en los grandes estadios de Paraguay junto a Ángel, su compañero infalible. Sin embargo, así como los había unido, el fútbol los separó. Lejos de su hermano, desembarcó en Argentina con el desafío de desplegar su técnica en un equipo con grandes aspiraciones. En base a esfuerzo y a talento, de a poco se metió en el once ideal y, en la actualidad, es uno de los jugadores más queridos por la hinchada. Su nombre es Óscar Romero, estandarte indiscutido de un Racing que sueña, como él. por lautaro negri Foto: fabián de ciria
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Ó
scar Romero Villamayor nació un 4 de julio de 1992, en la ciudad de Fernando de la Mora, pegada a la frontera con Asunción. Tal como muchos de los habitantes que viven ahí, su mamá María Lucía viajaba todos los días a la capital paraguaya para trabajar doce horas en la empresa Capasa, una de las más reconocidas del país guaraní en materia de producción de cañas de azúcar. Ante la inevitable ausencia de una madre trabajadora y de un padre que abandonó a su familia antes de que él naciera, se crió junto a sus tres hermanos y a sus primos a cargo de su tía Margarita y su abuela Dora, con quienes le tocó compartir años difíciles dentro de la misma casa. Pero su memoria no lo deja traicionarse y agradece, cada vez que puede, a todos los que lo ayudaron, incluso al fútbol. ¿Cómo fue tu infancia en Paraguay y tus inicios en el juego? Como futbolista, fue muy sacrificada. Somos 4 hermanos, que desde chicos no pudimos tener un padre porque nos abandonó al nacer. Pasar por ese momento fue muy difícil ya que mi mamá se la bancó sola. A medida que fuimos creciendo, con Ángel empezamos a jugar juntos a la pelota en el barrio y después en Cerro Porteño nos dieron una gran mano. Cada vez que salgo a la cancha, me acuerdo de mi mamá y de mi abuela Dora, que con mi tía Margarita que se sacrificaron para que yo estuviera acá. Cada gol que me toca hacer, se los dedico a ellas y siempre les voy a estar agradecido. ¿Sentiste que el fútbol podía funcionar como escape de esa situación difícil?
mavera, íbamos todos los días a la canchita y no salíamos de ahí. Hasta a veces faltábamos a la escuela para poder ir (risas). ¿Pudiste ver a tu papá de grande? Sí, lo vi cuando tenía 11 años, una vez que fue a mi casa para hablar con mi mamá. Después no lo vimos nunca más. ¿Si lo vieras ahora, qué le dirías? A mí me pondría muy feliz que me fuera a ver algún partido. Sé que en Cerro Porteño fue algunas veces porque me lo contaron. Nunca me llamó. Tal vez, tiene un poco de vergüenza por haberse portado muy mal en su momento. Si ahora decidiera ir me pondría contento y lo saludaría, porque, en definitiva, es mi papá. ¿Tenés alguna anécdota graciosa de la infancia con tu hermano? Sí (risas). En la escuela, una vez fue a rendir él en lugar mío. Me tocaba hacer un examen que él ya se había sacado un 3 y, como yo estaba enfermo, le dije: “Bueno, andá vos y rendí”. Cuando fue me terminó quedando más nota que él, un 5, que es la más alta en Paraguay. Por suerte, la profesora nunca se dio cuenta porque pensó que había faltado Ángel y que yo había ido a rendir. ¿Cómo siguió tu relación con el fútbol en esos primeros años? Cuando cumplimos 11 años, fuimos a probarnos, acompañados por mi mamá, a la academia de Adolfino Cañete (NdR: fue uno de los jugadores más importantes de la historia del fútbol paraguayo, con destacadas presentaciones con su Selección y salió campeón dos veces con Ferrocarril Oeste, en 1982 y en 1984). Ella agarró a Adolfino y le dijo: “Tengo a dos mellizos que son como Messi”. Él le contestó tranquilo que nos llevara al otro día y fuimos con 13 años a jugar con los demás chicos, que ya tenían más de 17. Cuando
Sí, seguramente nos haya servido para distraernos de la ausencia de nuestro padre. Desde chicos jugamos al fútbol con mi hermano y el compartir eso nos hizo muy felices. Jugar esos partidos e r a lo más lindo. En frente de nuestra casa, había un club que se llamaba Sport Pri-
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nos vio, Adolfino le dijo a mi mamá que nos iban a romper todo, pero ella le insistió para que nos probara igual porque nos tenía mucha confianza. Pudimos entrar 10 minutos y, a pesar que no nos dieron tanta bola, jugamos muy bien. Ángel hasta metió un gol de chilena. De ahí quedamos seleccionados y, a los 15, nos dio la oportunidad de irnos a probar a Boca y después nos llevó a jugar a Cerro Porteño. ¿Cómo fue la experiencia de llegar a Argentina por primera vez, siendo tan chico? Al principio, fue un desafío muy importante. Nos pusimos muy contentos porque veníamos a probarnos a Boca, uno de los equipos más grandes de Argentina. Teníamos la ilusión de venir y poder quedarnos, pero no se pudo porque cuando nos eligieron después de hacer la prueba, necesitábamos la firma de mi padre que no estaba con nosotros. Entonces, se nos complicó todo y quedamos tristes. Lo mismo nos pasó en San Lorenzo. ¿Sintieron presión al probarse en varios equipos desde chicos? No, lo tomábamos como una diversión porque desde chicos nos gustaba mucho jugar a la pelota. Al comienzo, teníamos al fútbol como una posibilidad de distraernos y de divertirnos. Cuando nos fuimos convirtiendo en profesionales, lo empezamos a tomar como un trabajo. Nuestros mismos compañeros nos hicieron sentir el cambio pues ya estábamos jugando por plata y por prestigio. Por eso, cuando formamos parte de la Primera de Cerro Porteño, empecé a ser más profesional, por más que los técnicos y los profes que tuve antes me habían ido preparando. Después de un primer paso prometedor en su tierra natal, Óscar tuvo la oportunidad de ir al club de sus amores: Cerro Porteño. Su debut fue el 15 de mayo de 2011 en la derrota por 1 a 0 frente a General Caballero, pero el tiempo le daría revancha. El 1º de diciembre de 2012, convirtió su primer gol ante Sportivo Luqueño, después de haber conseguido su primer campeonato en el mismo año. En la temporada siguiente, sus buenos rendimientos le permitieron formar parte del once titular
y se transformó en uno de los protagonistas del Torneo Clausura 2013, certamen que ganaría de forma invicta el Azulgrana paraguayo. Así, comenzó a abrirse camino en el fútbol guaraní y con el tiempo alcanzaría otra de sus metas anheladas: la Selección albirroja. ¿Cómo fue tu debut en Cerro Porteño? Fue el momento más feliz de mi vida. Ángel me cargaba porque había debutado una semana antes contra Libertad. Cuando debutó, me había puesto muy contento y esperaba con ansias mi oportunidad de jugar en Primera. Por suerte, después se me dio gracias a Adolfino. Los dos estábamos muy felices de jugar en el club del que somos hinchas. No podíamos pedir más. Teniendo también a tu hermano mayor, Ariel, como futbolista, ¿te dio algún consejo cuando debutaste? Sí, siempre tuvimos presentes sus palabras y sus consejos porque él ya había debutado antes en Sport Colombia, equipo de nuestra ciudad. Para nosotros fue muy importante ese gesto porque no teníamos un papá que pudiera hacerlo y su apoyo fue fundamental. ¿Qué diferencias hubo entre el Torneo Apertura del 2012 y el Clausura del 2013? El del 2013 fue el que me marcó más porque pude ser más protagonista y salimos campeones invictos con Ángel, jugando las 22 fechas del campeonato. Además, pudimos ganarle los dos clásicos a Olimpia. Cuando te tocó vestir por primera vez la camiseta de tu Selección, ¿qué sentiste? Significó lograr el objetivo que me puse de chico. El primero que teníamos con Ángel era jugar en Cerro y lo pudimos conseguir. Cuando empezamos a jugar en Primera, nos pusimos como meta la Selección. Me tocó primero a mí, así que esta vez sí le gané a Ángel (risas). En un partido por eliminatorias contra Bolivia, me tocó entrar por él, momentos como ése me marcaron mucho porque defendíamos a nuestro país y lo
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estábamos haciendo juntos. El año pasado también estuve en la Copa América, donde tuvimos un buen rendimiento y pudimos eliminar a Brasil en Cuartos. Esa copa fue muy importante para mi crecimiento como futbolista. ¿Y qué te acordás de tu primer gol con la Selección? ¡Uf! Fue un momento único, en un amistoso que ganamos 2 a 1 contra Camerún en Austria y me tocó hacer el primero del partido. Sin dudas, ese primer gol con la Selección y el otro con Cerro, son los más importantes de mi carrera. Tras de años de haber compartido cientos de historias con su hermano de la vida y de la pelota, el fútbol los hizo cruzar de fronteras para que desplegaran su juego en las dos ligas más importantes del continente. Tras rechazar ofertas millonarias por ambos del (Real Madrid B) Cerro Porteño transfirió a Ángel al Corinthians, a mediados del 2014, mientras que Óscar esperaba la chance de acompañarlo en el Timao. Sin embargo, 6 meses después le llegaría la oportunidad de formar parte del último campeón del fútbol argentino, la liga que tanto admiraba de chico con su gemelo. Los comienzos en Avellaneda fueron difíciles, pero no se rindió y sus habilidades con la redonda lo convirtieron de a poco en un jugador fundamental para Racing, que aspira a un futuro ganador con un 10 inspirado de gambetas impredecibles y una pegada envidiable como sello inconfundible. ¿Cómo te afectó el tener que estar separado de tu hermano? Estando en la Primera de Cerro hablamos bastante sobre el tema, nos estábamos preparando para ese momento. Cuando Corinthians se lo lleva a Ángel, tenía la oportunidad de ir porque me habían dicho que después de 6 meses me llevarían. Después, apareció Racing que se portó muy bien y terminé viniendo para acá. A pesar de no estar juntos, seguimos teniendo nuestras charlas futboleras, donde le cuento sobre el club y el fútbol argentino, y él me dice cómo es el Corinthians y el fútbol brasileño. Tenemos un grupo de Whatsapp con mis hermanos y siempre nos preguntamos sobre esas cosas, además de otras tantas.
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¿Te gustaría que Ángel viniera jugar a Racing? Me encantaría. Ese tiempo que jugamos juntos en Cerro, lo disfruté mucho ya que era lo mejor que me podía pasar personalmente. Si no es acá, ojalá que la Selección nos pueda volver a unir. ¿Qué conocías del fútbol argentino antes de venir? Con Ángel nos poníamos los fines de semana a ver partidos del fútbol argentino. Lo que más nos llamaba la atención eran las hinchadas. Son partidos que en su mayoría se juegan a cancha llena. Es un fútbol distinto al de Paraguay porque hay mucha emoción, es más dinámico y hay más roce. Siempre quisimos venir a jugar a la Argentina y por suerte me tocó disfrutar de ese sueño. Y además acá jugaba tu ídolo… Claro. Desde chico admiro a (Juan Román) Riquelme. Me gustaba todo lo que hacía dentro de la cancha: cómo pisaba la pelota, cómo habilitaba a sus compañeros. Siempre trataba de copiarlo a él en el barrio. Lamentablemente nunca pude cruzármelo. ¿Cómo fueron tus primeros meses en Argentina? Al principio, se me complicó porque me tocó venir sin pretemporada, cuando acá ya se había jugado la primera fecha. Tuve que arrancar de cero. Después, me pude adaptar con la ayuda de los compañeros y del cuerpo técnico. Ahora, sí puedo decir que estoy totalmente adaptado al fútbol argentino. ¿Cuál fue la primera charla con Diego Cocca? Justamente, hablamos acerca de que estaba sin ritmo y que me tenía que poner bien físicamente. También, sobre la posición en la que podía llegar a jugar. Me dijo que me había visto jugar en Cerro de volante por izquierda, pero acá me sentía más cómodo jugando de enganche. Todas las inferiores las hice en esa posición, pero cuando me tocó debutar pasé a jugar de volante por izquierda, aunque siempre me gustó estar suelto.
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¿Cuándo sentiste que se dio el click con la gente de Racing para que te tengan como uno de los jugadores más queridos? Desde que llegué, la gente de Racing se portó muy bien conmigo. Siento lo mismo desde la primera práctica. Creo que el partido contra Independiente por la Liguilla fue fundamental para que me tomaran más cariño, un gol en el clásico es lo máximo. En ese momento, me dolía muchísimo el tobillo, pero tenía la impresión que algo iba a pasar en ese tiro libre. Sin darme cuenta, le hice a Diego el gesto para que me dejara un poco más y le dije que después me cambiara. Hicimos el tiro libre, me quedó el rebote y pateé. Cuando entró la pelota, no lo podía creer. ¿Cómo fue la transición entre Diego Cocca y Facundo Sava? Fue un cambio brusco porque Diego tenía un estilo propio, al que le pude agarrar la mano en el último tiempo. Cuando vino Facundo, nos pidió un sistema de juego más atrevido, con más tenencia y más delanteros en ataque. Desde el principio, capté lo que quería. Al grupo le costó un poco porque estaba acostumbrado a otra cosa, pero ahora nos estamos adaptando mucho más y estamos haciendo bien las cosas. A mí, a veces me toca jugar suelto y otras de volante por derecha. Uno se tiene que adaptar a lo que quiere el técnico, pero donde me siento mejor es jugando de enganche. ¿Cómo es jugar en tu posición acompañado de jugadores experimentados como Diego Milito y Lisandro López? Todos los delanteros que hay en Racing son muy buenos. A un asistidor le facilita las cosas porque, además de jugar bien, se mueven muy bien arriba. Me pone contento jugar con delanteros así. Sumando a Sebastián Saja a esta lista, ¿qué significan para vos, en cuanto a su rol como líderes? Ellos son muy importantes para todo el plantel. Me llamó muchísimo la atención
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la humildad que tienen al ser referentes. Además de ser futbolistas destacados, son muy buenas personas, que es lo más importante para mí en el fútbol. El grupo en sí es muy bueno, por eso me siento tan cómodo. En el partido contra Bolívar, hiciste callar a la hinchada cuando estaban cantando contra Bolivia y Paraguay. ¿Por qué lo hiciste? En ese momento me bloqueé totalmente. Me acuerdo que estaba muy metido en el partido y cuando escuché la canción, me sacó automáticamente. Uno piensa venir acá para hacer bien las cosas y que canten en contra de mi país me molestó mucho. Creo que está mal que hagan eso en el fútbol. Cuando veía los partidos por tele, escuchaba que cantaban lo mismo, pero no tenía forma de decirles que dejaran de hacerlo. Por eso, hice el gesto para que cantaran otra canción y por suerte la gente reaccionó muy bien. ¿Qué crecimiento tuviste en lo personal para jugar un torneo internacional? Pienso que crecí mucho gracias al fútbol argentino. Me había tocado jugar con Cerro una Libertadores (2013) y una Sudamericana (2014), pero venir a Racing me hizo muy bien desde lo personal y lo profesional. Es importante para mí compartir vestuario con jugadores que han ganado muchas cosas y que tienen unan larga trayectoria. De cada uno de ellos, saco lo más importante para crecer en lo futbolístico y como persona. ¿Qué objetivos te quedan en Racing? Uno de los objetivos que tengo a largo plazo es jugar en Europa, pero sé que todavía me falta mucho para eso. Uno va aprendiendo en cada partido y en cada entrenamiento, y trata de mejorar todos los días. Ya llegará el momento de poder tener esa oportunidad, pero ahora estoy acá y quiero seguir mejorando. Primero tengo que hacer bien las cosas en Racing. Por eso, el principal objetivo que tengo ahora es ganar un título con el club, que es lo que anhelamos todos en el grupo.
La hora de la madurez por DIEGO HUERTA “Vigencia y compromiso”. Así se titulaba la columna que escribía este servidor en el número 0 de Paladar Académico y que hacía foco en lo que Diego Alberto Milito podía aportarle a Racing con su vuelta. Corría agosto de 2014. Había mucho de expectativa y de ilusión en aquellas líneas. #RacingPositivo aún no se había gestado pero teníamos ganas de creer que el Príncipe todo lo podía.
muchachos que ya hicieron de Racing su casa. A su vez, el hincha también se apropió de figuras como Aued, Lollo, Grimi, Sánchez, Videla y otros. Entre paredes, asistencias, goles y algún regaño, Gustavo Bou llegó a ser el goleador de América y el mayor responsable de una nueva clasificación a la Copa Libertadores.
El “22” cambió al club. Sin su presencia es imposible explicar todo lo que sucedió en los últimos 22 meses. Motorizó cambios, elevó el nivel de exigencia, impuso una cultura de trabajo, marcó una manera de actuar y de conducir a un grupo de compañeros heterogéneo que creció y maduró a su lado.
Diego nos regaló seis meses más de lo que le pedía su físico, entregó el corazón y lo puso al servicio del club, nuevamente. Dejó en claro que es un enorme campeón jugando encuentros ante Unión, Lanús o Huracán como si fueran la final de la Champions League. Lamentablemente, no se irá con la Libertadores bajo el brazo, como soñaban él y toda la Academia.
Este ciclo virtuoso de casi dos años dejó un título a nivel local, protagonismo extendido a otras competiciones –prácticamente en todas las que participó Racing– y una cuantiosa gama de variables positivas. El equipo volvió a ser grande dentro del campo de juego. El sentido de pertenencia se potenció no solo con los formados en casa, con la vuelta de Lisandro López como ejemplo más claro, sino también con la identificación cada vez mayor de un montón de
Con un Sebastián Saja que está también transitando sus últimos días como futbolista –se retiraría a final del campeonato o en diciembre– y con resultados que no alcanzaron los objetivos trazados a comienzos de año, algunas nubes negras amagan con posarse sobre el Cilindro. Tras un período de muchas más sonrisas que disgustos, a contramano de lo que estamos acostumbrados todos los sub 40, la tendencia autodestructiva golpea la puerta, tras el sinsabor en Belo Horizonte.
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Por eso, es la hora de la madurez. Racing, deportivamente, se encuentra en el mejor momento en décadas –las prisas y las presiones están a 200 metros de distancia–, con un plantel rico y cotizado, con unos chicos que pujan desde abajo y con otros que hacen sus primeras armas en otros clubes –con ganas de volver a casa para jugar en el Cilindro después de todo lo que aprendieron en el Predio Tita–. En lo económico, el presente es diametralmente opuesto al que fue la norma en la vida institucional del club, ¿por qué precipitarse, entonces? Tomar decisiones del viejo Racing sería caer en la cuenta que la vuelta de Milito fue simplemente un paréntesis y no un salto de categoría. Facundo Sava, un tipo que respira Racing y que apostó por venir al club de su vida, seguramente haya tenido algunos errores en su gestión de apenas seis meses, pero posee capacidad, conoce al club, cuenta con el respaldo del plantel y además ya los conoce. Quién mejor que él para rearmar un conjunto que sufrirá algunas bajas para la próxima temporada, pero que seguirá peleando por estar arriba. Por supuesto, no hay un cheque en blanco para nadie. Las palabras que resumen esto, son las que expresó el Licha minutos después de
la eliminación en Brasil: “No existe la tranquilidad de haber dejado todo y perder. El que esté tranquilo que no juegue más”. La jerarquía y la claridad conceptual de Lisandro, el temple y la prestancia de Aued, la sobriedad de Lollo, la enjundia de Grimi, la personalidad de Sánchez, la entrega de Videla, la inteligencia de Cerro, deben ser las bases de un Racing sustentable que vuelva a creer en un ciclo exitoso de otros dos años. Porque seguramente vengan por el talento de Romero, la desfachatez de Acuña y la potencia de Roger, pero el corazón y la cabeza del grupo deben ser conducidos por estos tipos que se hicieron referentes y que tomaron clases de liderazgo junto al binomio Milito-Saja. Por último, el “Milito hay uno solo” debe convertirse en estandarte, en referencia ineludible, en el tipo ideal de emblema, pero no en grito de guerra para pedir la cabeza de nadie, tanto jugador, entrenador o directivo. Si su presenciaausencia se convierte en una sombra negra en lugar de aquella figura capaz de clarificar el panorama, una vez más se habrá dado un paso en falso. Que Milito sea todo lo que quiera ser cuando se sienta preparado y capacitado, sin prisas, y en especial sin forzar situaciones que deben darse de manera natural; seguramente, él lo tenga más claro que todos.
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HERNÁN CASCIARI
“El Motor de lo que escribo es qué cosas me emocionan” por cristhian flores Fotos: sofía ardiles
Hincha de Racing por herencia y escritor por haberse enamorado de las letras desde muy chico. Desde su infancia mercedina, la adolescencia bonaerense y hasta sus últimos 15 años viviendo en Barcelona, Hernán Casciari se encontró siempre fuera de juego, un lugar que no le correspondía. Así le puso a su blog, Orsai, que luego sería revista y ahora, editorial. Nuevamente en Buenos Aires, toma mates sin parar y conversa con Paladar Académico acerca de las cosas que lo conmueven en la vida.
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sta entrevista posiblemente empezó dos meses antes de concretarse. Racing hacía su debut como local en la Copa Libertadores. En Colón e Italia, esas calles que son parte de la rutina de todo racinguista, había alguien que caminaba visiblemente más feliz, más obnubilado que cualquiera de las otras almas que iban a la cancha esa noche. Esa persona era Hernán, que volvía al Cilindro después de haber vivido quince años en Barcelona, subido las escaleras del Camp Nou y visto a Messi los fines de semana, no a Diego Milito. Esa noche se reencontró con muchas de las sensaciones que son las que están, ahora, flotando en el aire de su nueva casa en Buenos Aires. Sos de Mercedes, pero viviste en Buenos Aires y en Barcelona. ¿Qué tomó ese mercedino de esas dos grandes ciudades? Los que somos de pueblo chico tenemos, inicialmente, una visión muy idílica de las ciudades
grandes. Estamos toda la primaria y la secundaria mirando el reloj para ver cuándo tenemos 18 años y podemos salir de ahí e irnos. Para mí sigue siendo así. Muchas noches tengo esa sensación que tenía de Buenos Aires cuando no sabía qué era. Como un lugar al que había que llegar alguna vez. Cuando me fui a Barcelona, me siguió pasando lo mismo. Por eso acá soy feliz. No es mi lugar. Mi lugar es otro, pero es el lugar en el que siempre había querido estar de chico. ¿Irte a Barcelona te ayudó a desarrollarte como escritor? Sí, sin dudas. No significa que no hubiera escrito si no me hubiera ido a España, pero sí cambia la temática. Si no me hubiera ido a recibir un premio en París, no hubiera conocido a ninguna catalana y me hubiera quedado acá, hubiera utilizado internet para escribir pero no hubiera escrito desde esa nostalgia. No hubiera escrito con tanto amor hacia acá. Cuando te vas lejos todo lo que te pa-
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rece normal lo extrañás como si fuera lindo. Los baches son lindos, que te afanen en la esquina es lindo, afanan mejor acá que allá... Hay un montón de cosas que uno cree que son mejores y es mentira, pero son tuyas. Y eso es bueno. ¿Esa nostalgia fue inicialmente el motor de tu literatura? Para mí que el motor de lo que escribo es qué cosas me emocionan y qué cosas me hacen reír en lo personal. Hay chistes que me hacen reír aunque me los cuenten cuarenta veces, como a los nenitos, y hay cosas que las pienso y, aunque las recuerde una vez por semana, me emocionan siempre. Esas cosas son las que me gusta contar, porque tengo la necesidad de agarrar esa sensación interna y dártela; decir ‘esto es lo que me pasa, agarralo y hacé lo que puedas’. El motor es sacarme algo que tengo muy recurrente y dárselo a otra gente, a veces es la amistad, pero también es la maldad de los demás. Tiene que ver con lo que me sorprende y me saca del estado de rutina. En general, lo que escribo lo viví, me lo contaron, le pasó a alguien que estaba cerca, pero siempre -cuando recibí esa información- salí de un estado de rutina y sentí algo fuerte. En un momento, agarraste eso que te pasaba en España y lo transformaste en un blog… Cuando me fui a España me di cuenta que escribir, que era lo que quería desde siempre, en un país donde la jerga es distinta, no me iba a funcionar. No sabía cómo hacerlos reír. Como seguía escribiendo, les mandaba mails larguísimos a mis siete amigos de Mercedes y notaba que ellos no me contestaban con la misma efusividad. Entonces apareció el sistema de los blogs, que era lo mismo que escribir mails larguísimos pero le dabas el link nada más; nunca pensé que otros pudieran entrar, les pasé el link a esos siete amigos, me puse a escribir sobre una familia mercedina (NdR: La historia derivó en el libro Más respeto que soy tu madre, que luego fue adaptada por Antonio Gasalla al teatro) y por ahí empiezo a ver comentarios de gente de Honduras, de España, que se reían y no entendía cómo se reían de esos chistes mercedinos. Ahí empecé a entender que no importa el chiste sino la sensación que pueda generar en el otro. No hubo estrategia, fue la nostalgia
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de haber perdido el idioma, de haber perdido el oficio, de estar en otro lugar y de tratar de tirar un anzuelo a mi lugar de origen para que me leyeran siete. Aprendí que está buenísimo escribir en internet, en un ambiente nuevo donde el escritor ya no es el del siglo XX y el lector también es nuevo y tiene que aprender a ser lector. Después, la revista Orsai, los libros y el teatro tienen que ver con comunicarme directamente con todo el mundo, dejar de tener intermediarios y hablar con la gente. ¿Internet cambió, entonces, esa relación entre autores y lectores? Todos cambiamos en los últimos veinte años. Hay una velocidad en la comunicación, en la amistad, en el amor, en ver partidos en directo desde cualquier parte del mundo, cambió todo. Era todo tan lento antes... Publicar una novela o que alguien leyera tu cuento era lentísimo. Hacer un cortometraje o sacar un demo con una banda era lento y era caro. Ahora es más veloz, más simple. Los pibes jóvenes se enteran con muchísima más rapidez si sirven o no para hacer algo. Yo conozco, de mi generación, a tipos que pensaron durante 20 años que podían ser saxofonistas y nunca se enteraron que eran un queso. Ahora, un pibe de 15 años, tiene todas las herramientas para hacer algo. Ahora, el generador de contenidos y el consumidor de contenidos son más amigos que antes. ¿Ese poder comunicarte sin intermediarios fue uno de los principios de la revista Orsai y esa intención de rebelarse ante la industria editorial? Ahora entiendo que no fue una cosa contra la industria, sino para poder demostrar algo. Me venían cansando ciertas cosas que decían los dueños de medios, eso de que no se podían hacer las cosas de otra manera. Siempre me dio muy por las pelotas esa sensación de superioridad del chabón que se resignó y piensa que creció. A mí me empezó a ir bien después de hacer blogs, a sonar el teléfono, y era muy pichón, muy ingenuo. Todo lo que me proponían me parecía que estaba tocando el cielo con las manos: editoriales multinacionales para editar mis libros, diarios de tirada nacional de dos o tres países para que escribiera columnas. Agarré viaje con Mondadori en Italia, con Grijalbo en México, con Sudamericana acá, con La Nación
para escribir los domingos, El País de España para escribir los viernes y el Mercurio en Chile. ¡Escribía una nota y me pagaban en tres países! Hasta que me di cuenta que era todo una garcha, que era mucho más divertido lo que hacía antes (o lo que hago ahora): charlar con la gente y trabajar con mis cosas sin tanto intermediario. Me tuve que poner un representante porque estaba pensando más tiempo en si me cagaban o no que en los cuentos. Entonces empecé a indagar, a meterme y averiguar por qué mis lectores de Nicaragua o de Perú dejaban de recibir mis libros. «Porque solamente podemos distribuir a España, a México y a Buenos Aires que son las grandes capitales», me decían. «¡Pero la gente de Nicaragua lee!», les decía yo. Son una multinacional y se están llenando de oro, ¿cómo que no distribuyen? ¿De los 23 países en los que tengo lectores sólo voy a 3? Y así con todo. En un momento empecé a decir ‘bueno, vamos a hacer un medio a ver si es cierto lo que dicen’. Si no se puede vivir sin publicidad y hay una crisis editorial, o si es moral la crisis. No fue contra ellos, sino para demostrarle a alguien, y a uno mismo incluso, que se podía hacer de otra manera. Orsai fue eso.
Recitales de cuentos en familia Así, como lo leen. Recitales de cuentos, como si fuesen canciones. Esa es la última cración de Hernán, cansado de que lo invitaran a dar conferencias repetitivas. Desde que un infarto lo obligó a quedarse en Buenos Aires, Casciari incursiona en el teatro de una forma muy particular: junto a su famia-personajes, se sube a un escenario a recrear relatos que los incluyen, actuando todos de ellos mismos. Zambayonny, Diego Peretti, Mercedes Morán e incluso José Chatruc participaron de esta “Obra en construcción” que emociona y divierte por partes iguales. Fiel a su estilo, poco importa cómo salgan las cosas si el fin es entretener y compartir un mensaje.
Hablar de Racing con Hernán supone siempre una retrospectiva. Una de sus conferencias más vistas empieza exactamente así: “A los ocho o nueve meses que yo estaba viviendo en España, pasaron en Argentina dos cosas horribles: la crisis del 2001, cinco presidentes en una semana, y algo todavía peor, que es que Racing salió campeón. Yo soy de Racing, y es horrible ver por primera vez a tu equipo salir campeón y estar lejos de tu tierra pero sobre todo lejos de mi padre”. De modo que ese vínculo, esa herencia para toda la vida, era ineludible.
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¿Cómo fue esa charla inicial con tu papá cuando te dijo “Hernán, vos vas a ser de Racing»? Tenía cuatro o cinco años, creo que fue uno de los pocos consejos que me dio en la vida, porque no era de hablar ni de aconsejar, pero era muy deportista. En realidad –para ser fieles a la verdad– me dijo: “Vas a ser de Racing, vas a ser de Flandria, vas a ser de Mario Andretti y nunca de Reutemann. En turismo carretera vas a ser de los hermanos Suárez y no te va a gustar el boxeo a no ser que pelee Nicolino Locche” y no me dijo nada más en la vida. Me dijo todo eso. Y ser de Racing fue, de todas las cosas, la más importante. Porque él era de Racing por su papá. En general, los hinchas de Racing somos hereditarios, somos como el herpes, y mi hija ahora es de Racing. ¿Cuál es el recuerdo más emotivo que tenés con él y Racing? Hay uno que no es muy deportivo pero que a mí me llamó mucho la atención porque sentí algo en ese momento. Fue en el Cilindro, tendría entre seis y siete años y era de las primeras veces que iba a la cancha. Jugábamos un viernes a la noche con Rosario Central y perdimos 3-1. Cuando estaba terminando el primer tiempo se cortó la luz absolutamente en todo Avellaneda y nosotros estábamos en una platea, muy cerca de la tribuna de Rosario Central. La hincha-
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da de ellos, que era muy numerosa porque era un partido muy importante para ellos –no para nosotros– prendió bengalas o rollos de papel para hacer fuego. La imagen, para mí que era muy chiquito, no fue muy amistosa. Mi viejo me agarra del brazo, como que me protege en la oscuridad de la cancha y el griterío medio bestia de todo el mundo, y sentí que no me iba a pasar nada nunca. Eso me pasó adentro de la cancha y para mí fue muy importante sentir esa protección en ese momento. Cuando Racing salió campeón en el 2001 ya estabas en España, lejos de tu viejo. ¿Qué sentiste en ese momento? Al revés de lo que uno pudiera esperar –que es salir campeón por primera vez en mi vida– no fue gratificante. Exactamente un año antes, el 27 de diciembre del 2000, había ido a París a buscar un premio literario y conocí a una chica catalana. Me enamoré y me quedé a vivir en Europa, sin papeles. Al estar muy encajetado con una mina y no tener papeles no tenía permitido volver, porque si volvía después no podía volver a entrar. Justo pasó lo del ‘corralito’ el 20 de diciembre, y es muy choto estar muy lejos de tu país cuando todos están sufriendo. No tenés la sensación de que te estás salvando, sino que estás traicionando a todos sin querer. En vez de estar padeciendo lo mismo, estás paveando en otro lado. El que piensa que se salva cuando los demás sufren no es la clase de gente que
a mí me gusta, en ningún ámbito. A la semana de esa cosa espantosa sale campeón Racing y lo estaba viendo en un bar, a la noche, cagado de frío, y no podía estar contento. Me acordaba todo el tiempo de los dos sillones del comedor de mi casa y de todas las veces que mi viejo me había dicho que íbamos a ver a ese partido en el que Racing iba a salir campeón. Desde los cinco años me venía diciendo que lo íbamos a ver juntos y que después íbamos a salir, o que íbamos a estar en la cancha, o lo que fuera, y pensaba, más que en el partido, en el sillón de al lado, el de mi viejo, vacío. No fui feliz, no me pareció divertido y a él tampoco, eso me lo contó después.
CUENTOS EN CELESTE Y BLANCO: Muchos de los cuentos de Hernán están teñidos por los recuerdos con su padre, sus abuelos o sus amigos. Como no podía ser de otra manera, también los atravieza la pasión racinguista. “El contador de hazañas”, por ejemplo, empieza así: “Cambió todo en los últimos trece años, menos Diego Milito, que sigue parado en el mismo costado del área grande, esperando la oportunidad de meterla contra un palo. Ni siquiera se quedó pelado, ni le salieron canas. Está igualito. Yo engordé como un chancho en trece años y él está igualito. Debe haber alguna foto suya envejeciendo en un sótano de Avellaneda, como un retrato de Dorian Gray. Pasaron trece años”.
Y este último título de 2014 ya sin él... Es distinto. Él me hablaba todo el tiempo del campeonato del ‘49, del ‘50, del ‘51, del ‘66, de la racha de partidos sin perder. Te cuentan historias que no viviste, que vos no estabas en el mundo cuando existían. El Centenario, el Celtic, el Chango, son todas como historias míticas. Cuando tu papá ya no está y tu equipo sale campeón, vos te convertís en el que le va a contar eso a alguien. Te convertís en el que tiene que anotar las cosas porque ya no está el otro que te las contaba. Y es loco eso también, porque te das cuenta que te estás haciendo viejo. Ya cuando los técnicos son más jóvenes que vos es porque te estás haciendo viejo.
“Nunca me importó el fútbol” está marcado por la tristeza de vivir un campeonato lejos de su padre, mientras que “Bienvenido al club”, o “La culpa la tiene Dustin Hoffman” otros de sus relatos, hablan justamente de esa herencia racinguista. Todos ellos se pueden leer de forma gratuita en la web http://editorialorsai.com.
¿Qué es la felicidad para Hernán Casciari? Hay gente que dice que no es un estado permanente, sino que son pequeñas moneditas que uno va juntando durante la semana y que, si el domingo a la tarde tiene una bolsita, no se suicida. Me gusta esa como teoría. No es una plata que tenés en el banco, sino unas limosnas que podés ir pidiendo por ahí y ver qué pasa. En lo personal, muy particularmente, es estar en el lugar que te corresponde. Siempre sentí la sensación de que estaba en un lugar que no era el que me correspondía. Me estaba yendo bárbaro, eso es lo loco. Es muy complicado aceptar que estás deprimido cuando te va muy bien y a mí me iba bárbaro, sin embargo me faltaba una pelotudez gigante que era estar acá en Buenos Aires.
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COMUNIDAD PALADAR ACADÉMICO En la edición anterior de la revista nos propusimos darle este espacio a las filiales de Racing Club que tanto hacen a la función social de La Academia. No imaginamos, en principio, que se contactarían con nosotros racinguistas de varias provincias, e incluso de otras partes del mundo, para contar sus novedades formar parte de esta comunidad que armamos con los lectores. Una vez más la realidad superó a la expectativa, así que le damos la bienvenida a los que se suman y agradecemos a los que continúan llevando Paladar Académico cada vez más lejos. SANTA CRUZ – BOLIVIA
COSTA RICA
La Filial de Racing Club en Costa Rica se fundó como tal en el año 2004, por iniciativa de un grupo de costarricenses hinchas de Racing. Fue reconocida como Filial Oficial por parte del Club en Noviembre del 2015, luego de que los miembros de la actual directiva decidieran contactar al Club para formalizar la Filial. Hasta el día de hoy el único miembro argentino es el presidente. Los otros 34 miembros son nacidos en Costa Rica. Sin embargo, llevan la pasión por Racing muy adentro. Conocen sobre su historia (en las buenas y en las malas) y la representan en las calles de Costa Rica con camisetas, banderas, collares y tatuajes.
La Filial Santa Cruz - Bolivia nace como idea hace aproximadamente 4 años. La primera reunión fue entre un grupo de amigos y conocidos vía Facebook, donde se puso como objetivo la consolidación de la filial en la ciudad y en el país. Después de casi dos años y varios contactos con Relaciones Internaciones del club, el 14 de diciembre de 2015 recibimos la noticia de la constitución como filial oficial. Actualmente, como actividades y objetivos principales tenemos: asociar a la mayor cantidad de personas al club, ayuda social a centros de niños en condición de abandono, y sobre todo, alentar al equipo que tanto amamos más allá de la distancia. Tuvimos la oportunidad de hacerlo en la ciudad de La Paz, en el partido disputado ante Bolívar por Copa Libertadores.
Facebook: Filial Racing Club – Santa Cruz, Bolivia Twitter: @RC_SantaCruzBol José María Velasco – Presidente Erick Martínez – Vicepresidente Julio Cesar Chávez - Tesorero
Entre los objetivos a corto plazo de la Filial está reclutar más hinchas de Racing que se quieran unir al grupo, y aumentar la cantidad de socios de Club. En marzo del 2015, un grupo de miembros de la Filial viajaron a Perú al partido vs Sporting Cristal por Copa Libertadores. Estuvieron presentes en el estadio, junto a otras filiales de Argentina y del mundo, alentando a La Academia con la bandera de la filial. A pesar de la distancia, la pasión por Racing vive fuerte en Costa Rica, y es lo que motiva a seguir adelante, organizando eventos y actividades, y a seguir luchando por el crecimiento del nombre de Racing Club en cada rincón del mundo.
FIRMAT - SANTA FE
Contacto: Agustín Büchert (presidente) costarica@filialesracingclub.com.ar. www.racingcostarica.com
La Filial de Racing en Firmat se constituyó en noviembre de 2015, en base al esfuerzo y trabajo de sus primeros integrantes, a quienes les costó mucho llegar a los 30 socios requeridos para ser Filial oficial. Lleva el nombre de Sebastián “Chino” Saja, como muestra de agradecimiento a todo lo que el arquero le dio al club. En el verano juntamos ropa y alimentos para los inundados de firmat, y actualmente se encuentran organizando el viaje para la despedida de Milito. Contactate con ellos al (03465) 15667449 o a firmat@filialesracingclub.com.ar.
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ROSARIO - SANTA FE
La Filial Rosario Raul “Bruja” Belen, nace por voluntad de simpatizantes racinguistas de Rosario, que tuvieron la visión de la necesidad de contar con una ventana del club en la ciudad su zona de influencia, en los primeros días de diciembre de 1995. Contamos con 330 socios activos. Colaboran con el Hogarcito de la Caridad, organismo dependiente de la Obra Don Orione, donde se contiene a personas con capacidades diferentes. También brindaron su apoyo en las inundaciones que azotaron Concordia, Entre Ríos, en enero. Hoy, un grupo de racinguistas -incluídos algunos de sus socios fundadores- sostiene los estandartes de la Filial para que siga agregando vida a sus años y para que Racing siga creciendo. Santiago, Leo, Gonza, Nico, Álvaro, Turco, Pablo, Demian, Nati, David, Ema, Xavi, y mucha gente que está atrás de esta gran flia. La Filial tiene su sitio en Rosario, en San Lorenzo 1388 (Tel. fijo 341 4245759) Facebook: Filial Rosario Racing Twitter: @FilialRacingRos
JUJUY: Filial “FACUNDO SAVA”
El domingo 17 de Abril, miembros de la Filial estuvieron en el Hogar de Ancianos Nuestra Señora del Carmen, en la localidad de Perico. A través de la iniciativa de German Medina (integrante de la comisión directiva de la filial) racinguistas jujeños se hicieron presentes con ropa, mantas, elementos de higiene y colaboraciones recibidas, brindándoles además un grato momento a los abuelos residentes. Agradecen principalmente a aquellos socios de la Filial que periódicamente colaboran pagando su cuota, ya que, a través de su valioso aporte, se pueden llevar a cabo estos fines. Por supuesto, también a todos aquellos que, a pesar de no ser parte, desinteresadamente brindaron su aporte. El espíritu del hincha de Racing Club de Avellaneda no solamente se hace presente un fin de semana de fútbol con su aliento y su aguante fiel; como así tampoco la Filial no solamente se basa en juntarse o viajar a ver un partido. El sentimiento y la pasión se extienden más allá. Por eso, las filiales deben reivindicar ese compromiso social y benéfico que día a día agiganta el nombre de nuestra gloriosa institución.
SANTIAGO DEL ESTERO
La Filial continúa colaborando con la escuelita N° 430 del Boquerón, departamento de Atamisqui, a 160 Km de la capital santiagueña. La escuela tiene un comedor chico en el que alimentan a niños que asisten desde lugares muy distantes. En su visita anual a realizarse el próximo 9 de julio, irán cargados de cosas para toda la comunidad. Para ella necesitan: alimentos no perecederos, ropa de abrigo, calzado, guardapolvos para los uniformes escolares y elementos de cocina, entre tantas otras cosas. Todo aquel que desee colaborar lo puede hacer comunicándose con Héctor Toscano (presidente de la Filial) al 3856973609. Cualquier ayuda, por mínima que sea, es bienvenida en este trabajo mancomunado que se propuso desarrollar un camino de esperanza para los más necesitados.
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UNA REVISTA FEDERAL En todas estas provincias tenemos lectores.