EdB_13

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13 – Gen 2KCSiete La noche mira con infinitos ojos estrella. Abajo, la ciudad no respira. Las sombras obturan silenciosamente las grietas. Fabbián y Yetzica caminan por la calle, esquivando restos de antiguos vehículos y fosos de agua negra. La cazadora va delante, camina despacio y con movimientos suaves, pero Fabbián percibe la tensión que domina su cuerpo. Cada paso es deliberado, cada puerta cada ventana es analizada furtivamente. Fabbián no levanta la vista, todavía no se acostumbra al vértigo que le produce el cielo despejado. La cazadora se agacha entre dos chasis oxidados. − ¿Qué pasa? –pregunta Fabbián. − Esa es la frontera –dice mientras señala la enorme masa oscura que corta la calle y el cielo. La interminable fila de columnas que sostiene la autopista se pierde entre los edificios. − ¿Hay que subir ahí? − No idiota, por ahí salen las caravanas, está lleno de soldados, es imposible. Vamos a ir por abajo, pero primero tenemos que pagar el peaje. − ¿Peaje? − Sí ¿Ves ese edificio? –Fabbián ve muchos edificios alrededor de la autopista. − ¿Cuál? − ¡Ese! –ahora logra verlo, un resplandor pálido enmarca una de las ventanas del cuarto piso.


− Sí, lo veo. − Bueno, ese edificio tiene soldados. Toda la frontera está llena de torres de vigilancia como esa. − ¿Y no podemos cruzar por otro lado? − ¿Es que no sabés nada? − La verdad es que nunca me interesó salir de Sub­Urbia. − Bueno, entonces te va a sorprender saber que hay una cerca electrificada que cierra casi toda la frontera. − ¿¡Qué!? No puede ser, si apenas tienen suficiente electricidad para iluminar los corredores. − Al parecer tus queridos líderes tienen otras prioridades. − Pero, no puede ser… en las noticias siempre dicen que no se detendrán hasta que el último ciudadano tenga luz eléctrica en su vivienda – Yetzica sonríe con amargura–, pero todos creen lo que… − Sí, todos creen, y así es como terminan viviendo en un pozo de mierda. ¿Qué casualidad no? –Fabbián se calla. Nunca tuvo un gran afecto por la figura del Señor Administrador, pero siempre dio por sentado que actuaban según el método científico–. Realmente me tira el caucho en qué gastan los recursos tus queridos administradores. Ahora prestame atención. porque no lo voy a repetir: Voy a ir sola, no salgas hasta que te llame. ¿Entendido? − Está bien, pero ¿con qué los vas a comprar? − Con narka, idiota. ¿Qué otra…? –Fabbián baja la vista, y Yetzica responde con un cachetazo encuerado.


− ¡¿Qué mierda te pensás que soy?! –Fabbián, agarrándose la cara con las manos, responde: − ¿Y si no la aceptan? − Es narka, y de la buena, no van a decir que no.

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El fulgor de la lamparita incandescente empuja la luz a través de la lámpara, tiñendo de dorado la piel de David. − Baje la mano –dice el Supremo Sacerdote con desprecio–. Dime, ese ojo… ¿Es una característica particular de su camada? − En teoría sí, pero no podría asegurarlo, ya que soy el único que queda vivo –el Supremo Sacerdote se acomoda en la silla. − Déjeme contarle una historia, que considero encontrarás más que interesante. Hace muchos años, vivíamos y trabajábamos en la ahora llamada Ciudad Sagrada. En aquella época estábamos desarrollando usos prácticos para nuevas tecnologías. Lo que ahora llamamos “invocación” fue una vez una tesis de una estudiante muy inteligente. − Conozco nuestra historia, General –el Supremo Sacerdote golpea el escritorio con un puño. La luz desaparece en un relámpago negro. David no mueve un músculo.


− ¡No vuelvas a llamarme así en este lugar! Y no, no conoces la verdadera historia. ¡Así que cállate hasta que termine! –perlas de sudor aparecen en la cara del Supremo Sacerdote. − Sí, señor. − La líder del proyecto era una reconocida bioquímica llamada… "M". Trabajaba para nosotros incluso desde antes de la Guerra de los Dos Días. Sus logros eran indiscutidos. Luego de muchos años, esta mujer pudo poner en práctica la expansión de consciencia o invocación. Como bien sabes, la naturaleza de los componentes hacía que su implementación en adultos sea imposible. Afortunadamente, poco antes de la Guerra de los Dos Días se abolieron las pocas restricciones que quedaban para la experimentación con humanos y embriones. Entonces fue cuando comenzamos a cultivarlos a ustedes. David pestañea tratando de desviar la luz que se le clava en los ojos. Aprieta los dientes, incómodo, furioso. « ¿Por qué me somete a esta humillación? ¿Acaso este fósil tiene miedo de olvidar su propio pasado? » − Las primeras camadas fueron desastrosas, la agresividad del tratamiento era demasiado para el ADN de los embriones. Sin embargo, luego de varios intentos obtuvimos nuestro primer hijo pródigo. El éxito fue casi completo, salvo un detalle: era estéril. La cantidad de Materia Primaria requerida para la fabricación de Invocadores era elevada, y no podíamos malgastarla. Para que el proyecto sea rentable necesitábamos que sean capaces de reproducirse. Pero en ese momento estalló la guerra y perdimos contacto con nuestros líderes. Luego, llegaron las lluvias ácidas, los temblores


y lo demás. Quedamos aislados del mundo. M y su equipo volvió a revisar la teoría, necesitábamos encontrar la causa de la esterilidad, pero ahora era una cuestión de supervivencia. Sin ustedes para generarla de forma natural, nuestras reservas de Materia Primaria terminarían por agotarse, y todos moriríamos. Ahora, escúcheme: lo que usted ni nadie sabe es lo que verdaderamente sucedió hace treinta años. Estábamos en la etapa final de la gestación de la camada 2KC, el éxito era palpable, habían encontrado la causa de la esterilidad y la habían corregido. Además realizaron muchas mejoras al sistema original, pero entonces uno de nuestros científicos nos traicionó. Borró todos los registros de la base de datos, mató a M e incendió la sala de incubación. − ¿Qué? ¿No fue un accidente? ¿Está queriendo decir que alguien… alguien mató a todos mis hermanos? − No a todos, sólo encontramos catorce de los quince bebés de la camada. Trece muertos y uno vivo, tú. Y sobreviviste, aunque tu desarrollo no fue completo. − ¿Y qué sucedió con el traidor? − Logró escapar con el decimoquinto invocador y desapareció sin dejar rastro. Es un experto en programación nanotecnológica, conoce perfectamente nuestros sistemas de búsqueda, podría estar en cualquier lado. Supusimos que el invocador faltante moriría indefectiblemente al salir al exterior, pero la invocación que detectaste confirma que está con vida. − ¿Puedo volver a ponerme las gafas señor? –las membranas de los párpados se abren y se cierran nerviosamente.


− Adelante. − Gracias, señor –David se acomoda los lentes y vuelve a cristalizar la máscara de hielo–. Pero hay algo que no cierra en todo esto, la mujer que interrogué mencionaba que él era totalmente inconsciente de lo que estaba pasando. − Sé exactamente lo que dijo esa mujer. − Tendrá en cuenta que no podría haberme mentido. − Conozco perfectamente sus capacidades, Gen 2KC Siete. Y no pongo en duda que ella estaba totalmente convencida de lo que decía. Pero toda la historia de la narka podría ser un engaño, algo para alejar nuestra atención de lo que es verdaderamente importante. ¿Realmente cree que es una gran casualidad que… –el Supremo Sacerdote arrastra con los dedos uno de los papeles hasta ponerlo debajo de la luz– …Vleria Monte haya decidido huir a Ciudad Refinería? − ¿No puede solicitar a Ciudad Refinería una orden de captura? − No, tardaría demasiado, y la operación comienza en 12 días. Debemos impedir que contacte con el traidor. ¡Necesitamos Ciudad Refinería! Es necesario capturarlo vivo, y cuanto antes. Usted irá tras él, utilice todos los recursos que crea necesario. Salga cuanto antes. − Sí, señor. − Sepa que Dios volvió a estar en línea. ¿Alguna vez se comunicó con él? − No, pero he superado todas las simulaciones con…


− No me importa cuántas pruebas logró sortear. Vaya a la terraza y verifique su vínculo. Quiero un informe diario de los avances. − Sí, señor. − Puede retirarse. − Señor, tengo una solicitud. − Hable. − Deseo que me acompañe mi diácono. − ¿Un local? − Sí. Pero resultó ser muy útil. Además, Gen 2KC Quince no viaja solo. − Puede utilizar a alguien más entrenado, no creo que un sub­urbiano mal alimentado sea apropiado para esta misión. − Comprendo, pero lo quiero a él. Presenció una invocación y eso no afectó su salud mental, además… − Salvó su vida cuando se desmayó en la productora, lo comprendo. Creí que su camada tenía cierta resistencia a los gases tóxicos. − La tenemos señor, pero la narka es algo distinto. Mi diaconisa anterior se liberó de mi influencia y logró suicidarse. Creo que esta sustancia deberá ser analizada para las futuras camadas. − Lo será. Y si tanto desea a ese diácono, lléveselo. Aquí es absolutamente prescindible. − Gracias –responde David, y se levanta. − Solicite a mi diaconisa los permisos para cruzar la frontera y una credencial de inteligencia. Puede retirarse. − Sí, señor.


Dievo espera sentado en la silla. Golpea el parqué con la punta de las sandalias como un martillo neumático. Enfrente, la diaconisa bosteza sobre un manuscrito. Las hojas de la puerta se hunden y Dievo se levanta. David cruza la habitación con un paso mucho más firme y enérgico que antes. − Necesito la documentación necesaria para cruzar la frontera. − ¿Para usted solo? − No –responde David–, él viene conmigo.


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