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Tejer con fique

Iktan siempre es muy amable y pienso que merece que le haga una mochila con el fique para que guarde su flauta; la carga a todos lados, pero puede perderla en cualquier momento. Caminamos mucho. La huerta realmente está lejos. Toca subir un poco la montaña, pero hace viento y aunque me quema las mejillas me hace sentir bien.

A lo lejos ya podemos ver a papá y mamá con Yunuen. Papá sigue labrando la tierra; utiliza un palo de madera con una punta afilada y fuerte que endureció al fuego cuando la talló. Con cada golpe que mi papá da, la tierra cede. Él dice que la tierra debe moverse para que el agua pase fácil y la moje toda; así blandita queda al sol y es más fácil sembrar las semillas y las papas. De esta forma, tendremos comida para otra temporada.

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Mamá recogió muchas mazorcas en su mochila. Con Yunuen las desgranamos y luego, con ayuda de mamá, las volvemos harina para fermentarla o para guardarla. Usamos una piedra muy grande cóncava y con unas piedras grandes de río, que caben en la mano, comenzamos a triturar el maíz hasta que se vuelve como polvo… Le agregamos de a poquito agua y así la dejamos secar. La guardamos en vasijas de barro

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para luego poder hacer arepas (tortillas), para las bebidas o para mezclar con la carne. Es muy rica.

Iktan y papá están preparando el pez; lo limpian con sal y agua y le quitan las vísceras. Cuando esté listo se lo llevarán a mamá para que lo cocine con algunas de las hierbas que recogió en la huerta. Lo comeremos con arepas de maíz y algunas papas. Iktan va a pasar la noche en casa. Le pedimos que toque la flauta mientras preparamos los alimentos; así Yunuen se calma un poco.

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Ha llegado el momento en que mamá me enseñará a tejer. Han pasado algunas lunas desde la visita al pantano y mamá, junto con su cuñada, o sea mi tía, me han enseñado a preparar el fique para sacar las fibras que usaré para tejer una mochila.

Kabil e Iktan salen de viaje rumbo a los mercados. Se van a demorar unas lunas más porque deben caminar mucho… El mercado de sal está muy lejos, pero bien vale la pena ir; sin sal es muy difícil conservar los alimentos.

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Antes de viajar, nos ayudan raspando y enjuagando las fibras. El raspado se hace por ambos lados y consiste en quitar la corteza. Para ello Iktan y papá ponen la corteza sobre el piso, pisan uno de los extremos mientras con una caña afilada van raspando. Sale mucho líquido que tiene por dentro la hoja. Después de raspar, golpean la hoja (ya sin corteza), y así queda muy limpia y se pueden ver bien las fibras.

Luego de esto, las fibras se remojan en agua por un tiempo y se secan al sol. El agua que expulsa la planta es venenosa, así que hay que limpiar muy bien todo después de que se secan las fibras. Es muy bonito ver que el color verdoso de las fibras de fique mientras se secan; se van volviendo blancas al contacto con el sol.

Este trabajo se hace más de una vez: golpear, remojar y secar para que las fibras queden blanquitas y sueltas. Si queremos que las fibras tengan otro color, mi tía recomienda tinturar la fibra antes de hilarla. Pero como no tenemos con qué tinturar, dejamos estas fibras blancas para hacer cordones y la mochila para la flauta de Iktan. La estera requiere de más fibras, así que por ahora no las tejeremos.

Para todos los oficios el agua es fundamental, así que tenemos un fogón grande para hervir el agua que se usa en el lavado de las fibras y en la cocción de alimentos. Este patio, al lado del bohío, es el espacio de los oficios donde papá hace sus herramientas de piedra y hueso, pero también donde hacemos las vasijas en barro y los torteros, y preparamos las fibras, tinturamos, hilamos, tejemos y pintamos.

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Como no tinturamos el fique, pasamos a hilarlo. Para esto, volvemos a golpear las fibras con un mazo de madera contra una piedra, lo que hace que los hilos se separen. Como el fique se seca atado al tronco, mi tía, que tiene mucha habilidad, tuerce los hilos ahí mismo con sus manos. Nosotras, con mis primas, usamos un huso más grueso del que se utiliza para hilar algodón, y un tortero más grande y pesado.

Después de separar las fibras, el hilo se coloca en el huso, y para empatar con los otros hilos (hacer un solo hilo) se unen torciéndolos antes de amarrarlos al huso.

Al ver a mi mamá y mi tía trabajar con tanta destreza, pienso que es sencillo, pero lo cierto es que tengo las manos llenas de heridas y me duelen. También mis brazos y mi espalda están cansados.

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