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Iktan y Kabil: aprendiz y maestro

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La tintura

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Del tamaño de la urdimbre será el tamaño del tejido que se va a realizar y la cantidad de hilos que tendrá la tela. La mía tendrá un tamaño relativamente pequeño. Mis primas harán telas más grandes y muy seguramente utilizarán agujas para arreglar los bordes o para unir diferentes partes de acuerdo con la manta o vestido que vayan a coser.

Mi telar ya está listo. Papá e Iktan han trabajado durante este tiempo en su elaboración. Yo ajusto la urdimbre para comenzar a tejer: tomo uno de los extremos del tejido, lo amarro a una de las varas que mi papá talló en hueso en el telar y lo cuelgo en uno de los postes de la casa que dan al patio. Extiendo la urdimbre a lo largo y en el otro extremo pongo la otra vara para tensionarla. Este extremo lo amarro a mi cintura y, para mantener la tensión, me siento sobre una estera en el piso. Así logro controlarla y tejer de forma cómoda.

Los hilos con los que voy a tejer son los que atraviesan la urdimbre y se les llama trama. Cuando he pasado varias veces los hilos a través de la urdimbre, se comienza a ver la estructura del tejido. Si bien la urdimbre debe tensionarse, es importante controlar la tensión; hay que evitar que el tejido quede muy apretado y se dificulte pasar la trama.

Papá e Iktan trabajan siempre juntos. Papá debe enseñarle todo lo que sabe. Así ha sido siempre; papá aprendió de su tío a hacer herramientas, a cazar, a pescar y a hacer los intercambios en el mercado. Iktan me dice que papá es muy amable, pero también muy exigente.

Iktan y yo nos contamos muchas cosas, y nos gusta compartir las experiencias de nuestro aprendizaje y rivalizar sobre a quién le toca más duro… al final todos aprendemos de los oficios, aunque cada uno le dedique más tiempo a alguno en particular, porque el trabajo en familia es muy importante. Así nos han enseñado nuestros padres y así lo hemos hecho desde niños.

Papá le enseña a Iktan a seleccionar los huesos de venado de acuerdo con el uso que se les va a dar. En su cabeza va diseñando la herramienta que luego talla con sus manos. Iktan me dice que es lo más complicado: imaginar para luego dar forma… que aún no lo hace él solo y que prefiere seguir las instrucciones que le da papá.

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En este trabajo también es importante aprender a controlar el fuego, ya que para endurecer las puntas y consolidar el hueso para que no se astille se pasa sobre las llamas.

La flauta de Iktan fue hecha por papá con los huesos de la patas de un ave que encontró en el pantano, en la época de calor y pocas lluvias. Quiso cazarla para probar su carne y sintió curiosidad por los huesos que eran largos, huecos y delgados. Ensayó primero con los de una de las patas, pero se le rompieron, así que decidió trabajar con más cuidado y destreza con los otros huesos. De uno de esos huesos salió la flauta de Iktan. Tuvo que usar herramientas más pequeñas y livianas que las que utiliza para trabajar los huesos de venado. Por eso le gustan las herramientas en hueso, porque para ciertos trabajos las de piedra pueden ser demasiado duras o pesadas.

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Los huesos se endurecen con el calor del fuego y las piedras se “ablandan”. Son casi mágicas las transformaciones detrás del fuego y estos conocimientos son los que se transmiten a través del tiempo entre las familias.

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Alimento para el cuerpo y el alma: cenar en familia

Han sido jornadas de mucho trabajo en las casas. Mamá y mi tía han preparado curíes asados. También hicieron envueltos, papa con guiso de vegetales de la huerta y bebida de maíz.

Todos hemos comido y reído alrededor del fogón del bohío. Papá trajo un poco de carne de venado que la mamá de Iktan preparó para compartir.

Iktan y papá tocan las flautas; la música invita a bailar y a conversar sobre el trabajo de hoy: los diseños de los tejidos, el peso de los torteros, las manos pintadas, los quemones, las cortadas (Iktan tiene cortaduras en sus manos)… pronto saldrá el sol y no hemos descansado.

Descubrí que me gusta tejer, que mi pensamiento se hace liviano como el algodón y se llena de imágenes y formas que mis manos recrean en el tejido. Escucho las aves y las flautas y me detengo a mirar a mis primos más pequeños comiendo con muchas ganas el curí… Mamá dice que debemos ir a dormir. Ella trabaja duro y su barriga cada vez está más grande. Pronto habrá un nuevo miembro en la familia.

Pintar las telas: diseñar con el corazón

Tenemos las telas más finas y blancas, algunas con hilos marrón que se tinturaron y se tejieron con el blanco para ser pintadas. Realmente el tejido es muy compacto: son las telas que hicieron las mejores tejedoras de la familia, mi mamá, mi tía y mi prima mayor. En el telar, en la urdimbre, se colocaron los hilos marrones para marcar las áreas que deben ser pintadas. No todas las telas tienen hilos marrones, pero sí las que se usarán para vestidos ceremoniales.

Hay dos formas de pintar la tela. Yo, por ejemplo, para mi faja realizo el dibujo de un caracol con un pincel muy delgado (pluma) untado del pigmento que escogí, un rojo carmín.

Para las telas más bonitas y finas, mi mamá y mi tía hacen trazos finos y los diseños los plasman de forma perfecta. Ellas combinan más colores con los pinceles y cubren la superficie del diseño con cera de abejas, barro o almidón de papa. De esta forma, el color y el diseño quedan en una sola cara. Cuando terminan de pintar y el pigmento se ha secado,

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retiran el barro o la cera y se ve por completo el diseño sobre la tela. Les gustan mucho los círculos y los cuadrados. Al extender toda la tela se ve muy bonita.

Parece un trabajo sencillo, pero a diferencia del hilado requiere una mano firme pero ligera. Mi caracol tiene algunas manchas debido al grosor del hilo de mi tela...

Mañana, cuando vaya a recoger agua, llevaré mi nueva faja.

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Vida, sueños y despedidas

Mamá tuvo un niño. Es muy bonito y sano. Sin embargo, Yunuen está cada vez más flaquito y ya no sale conmigo, siempre está como dormido… Le han dado plantas y el curandero ha venido a rezarlo, pero nada lo mejora. Es algo que pasa, porque las mujeres estamos fuertes y algunos hombres no pasan de la edad de Yunuen.

Yunuen ya no habla ni se mueve… Papá y mamá dicen que lo mejor es que él se quede en casa, junto al hermano de papá, y que nosotros nos vayamos a otro poblado, posiblemente más cerca a la hermana de papá, más allá del pantano, donde podemos construir un nuevo bohío. Es más cerca del río, pero papá dice que con los canales que ellos hacen se controlan las inundaciones y se pueden hacer huertas en las tierras elevadas.

Papá, mi tío e Iktan, junto con algunos vecinos, excavan un nicho circular donde dormirá Yunuen, cerca de uno de los postes de la casa, hacia el centro del bohío. Las mujeres preparamos la comida, mientras Iktan interpreta una melodía con su bonita flauta, porque a mi hermano le

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gustaba escuchar a Iktan tocarla. Antes de cubrir con tierra su cuerpo, le hemos dejado la cuenta de collar que mi papá le hizo, así como una mazorca y algunas pequeñas piedras del río para que recuerde el sonido de cuando corre el agua.

Mi primo dice que a su hermano mayor lo enterraron en su bohío también. Ya era grande, y como la fosa donde lo acomodaron era rectangular, pudieron acomodar algunos animalitos que eran sus favoritos, junto con algunas piedras pequeñas de río y vasijas de barro. En las despedidas nos gusta que algunos objetos se queden con ellos para que los acompañen, no nos olviden y nos podamos volver a encontrar. Ahí quedan torteros, manos de moler, semillas, comida, las cuentas de collar o alguna herramienta.

Nos despedimos de Yunuen. Le dejamos comida, mantas y algunas cosas con las que le gustaba jugar. Nos llevamos los curíes y las semillas, el telar de mamá y el mío… Otras cosas las dejamos; las pueden necesitar Yunuen o el hermano de papá.

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HUELLAS,VESTIGIOS Y RASTROS

Un grupo de arqueólogos en pleno siglo XX excava el sitio donde tiempo atrás vivió Kinzha. Claro que los arqueólogos no saben su nombre, pero poco a poco irán reconstruyendo su historia. Con la ayuda de palustres, lesnas y brochas, sacan pacientemente a la luz fragmentos de los cuencos, las vasijas, los torteros y demás herramientas que hacían parte de su vida cotidiana. No encontrarán todo, pero se acercarán al mundo donde el tejido… tejió vida.

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La arqueología en Bogotá: cuando las periferias se vuelven centralidades

El trabajo arqueológico sobre el que se basó la historia de Kinzha hace parte de los inicios de la arqueología preventiva en Bogotá y se relaciona con la construcción de una vía aledaña a la Autopista Sur, próxima a la avenida Boyacá, en el barrio La Delicias (transversal 63 entre las diagonales 44B sur y 43 sur), en el año 1990.

Las ciudades, pese a sus acelerados procesos de urbanización, no son ajenas a la información arqueológica. En su subsuelo aún subyace información que da cuenta de los diferentes grupos humanos que la han habitado desde hace algo más de 10.000 años.

Lo complejo, y sigue siendo así hasta el día de hoy, es que se puedan adelantar trabajos serios de arqueología previos a las obras que se vayan a ejecutar, especialmente en las terrazas aledañas a las fuentes de agua, lugares seleccionados para habitar por los antiguos pobladores de lo que hoy es el Distrito Capital.

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Río Tunjuelo Calle 45 sur

Sitio arqueológico Las Delicias

Transversal 72b

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El poblado donde vivió Kinzha corresponde a un gran asentamiento muisca localizado sobre una terraza aluvial del río Tunjuelito. El trabajo de prospección y las excavaciones de un corte y algunas trincheras permitieron verificar la existencia de varias viviendas, así como un cementerio. El área de estudio donde se concentró la mayor cantidad de vestigios fue de 18.200 m2. Gracias a las muestras de carbón analizadas mediante el método de carbono 14 se obtuvieron dos fechas que dan cuenta de una ocupación continua de algo más de cien años, donde las viviendas fueron

reedificadas en más de una ocasión, como lo evidencian las diversas huellas de poste encontradas en la sobreposición de los pisos de habitación.

La primera ocupación del lugar corresponde al siglo VIII d. C. y la segunda, al siglo IX d. C. Sin embargo, los materiales cerámicos encontrados en los diferentes estratos plantean una ocupación constante que puede extenderse hasta los siglos XV y XVI.

El análisis de los materiales recuperados permitió a los investigadores establecer las actividades cotidianas, dentro de las cuales la manufactura de la alfarería es una de las más importantes dada la cantidad de fragmentos excavados. Se destacan los cuencos y las vasijas globulares de dos asas y de una en vasijas con cuello corto. La otra actividad resaltada en el texto producto del informe de arqueología es el tejido, debido a la cantidad de volantes de huso encontrados, así como de agujas y alfileres en hueso y restos de semillas de algodón. La música estuvo presente y representada no solo en la flauta de hueso, sino en diversos pitos realizados en cerámica. El corte realizado corresponde a sitios de vivienda y algunos entierros donde no se registran materiales de

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uso ceremonial de forma representativa. Sin embargo, es interesante la cantidad de cuentas de collar reportadas, elaboradas en hueso, piedra y concha, asociadas a contextos funerarios.

La prospección arqueológica y las excavaciones estuvieron bajo la dirección del Instituto Colombiano de Antropología (ICAN) —hoy Instituto Colombiano de Antropología e Historia (Icanh)— y fueron liderados por la arqueóloga Braida Enciso1 con la participación de estudiantes de la Universidad Nacional de Colombia.

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1 Braida Elena Enciso Ramos, antropóloga de la Universidad Nacional de Colombia (1983). Especialista en Ingeniería de los Sistemas de Información Geográfica de la Universidad Antonio Nariño (2001) con interés en temas de arqueología y patrimonio.

Interpretar los vestigios: el laberinto del arqueólogo

El trabajo de arqueología de rescate realizado por el equipo del ICAN, bajo la dirección de Braida Enciso, permitió la reconstrucción e interpretación de un poblado muisca aledaño al río Tunjuelito. Allí, las características de los materiales culturales recuperados, así como de las prácticas de enterramiento, formas de la vivienda y tipos de pisos muestran un continuo de prácticas que se prolongan en el tiempo, sin cortes abruptos, sino por periodos de ocupación y abandono que se pudieron dar de acuerdo con sus prácticas culturales.

El juicioso registro de información, acompañado de los análisis de laboratorio realizados por diferentes especialistas, facilitó la interpretación de prácticas culturales para la creación de un texto que escenificara la vida de una familia muisca hacia el siglo VIII d. C.

La dieta se reconstruyó con base en el amplio registro de restos óseos de venado (Odocoileus en mayor proporción que el Mazama), curí (Cavia), aves y algunos peces (por ejemplo,

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capitán: Eremophilus mutissi), así como de la presencia de semillas de maíz (granos y tusas), fríjol y papa.

La reconstrucción del área de taller, donde se practicaban los oficios, se hizo con base en las evidencias reportadas en los pisos de ocupación. Se resalta que para la vivienda 1, que en el texto corresponde al bohío de Kinzha, las labores se realizaron en un sitio a cielo abierto colindante con la casa, mientras en la vivienda 3, la casa de Iktan, los oficios se llevaron a cabo dentro de la vivienda, como lo muestran los registros arqueológicos.

Se resaltó el trabajo sobre el venado, al observar que utilizaron todas sus partes o la gran mayoría de ellas, tanto como alimento como para la elaboración de herramientas para diferentes oficios, dentro de los que se destacan los relacionados con las actividades del tejido.

El área de pantano se interpretó como un humedal, rico en diversidad de flora y fauna, donde se hace alusión a la migración de aves, especialmente por la flauta reportada en la vivienda 3, elaborada sobre un hueso largo de un ave que

no se pudo identificar, pero que puede corresponder a algún tipo de garza por sus dimensiones.

Si bien no se reportaron mantas o textiles, la existencia de una variedad de herramientas en hueso como agujas, punzones y lanzaderas, así como los volantes de huso (torteros) y las semillas de algodón identificadas, sugiere la práctica del tejido. Entre los fragmentos cerámicos se encuentra uno con huellas de cordel, por lo que en el texto también se menciona la cordelería.

Para el tema de los tintes, se mencionan las cochinillas y la bija, que proceden de Perú y de la selva amazónica respectivamente. Son recreaciones basadas en otros documentos sobre los muiscas, especialmente sobre los mercados y el intercambio de productos que provenían de largas distancias. La mención del árbol trompeto (Bocconia frutescens) obedece a que es una especie característica de Bogotá, cuyas cortezas, flores y hojas se emplean como tintes naturales, más para pintar que para teñir, así como la curuba (Passiflora tarminiana).

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Para los tintes amarillos, ocres y negros se tuvo en cuenta la muestra de dos fragmentos en pasta de arcilla ferruginosa encontrados en el corte 1 y analizados por expertos junto con las muestras de tierra de colores blanco y rojo, reportados en la vivienda 3, transportados posiblemente desde el valle del río Magdalena (foráneos).

La caliza se empleó para decorar piezas cerámicas como volantes de huso o torteros, un dije antropomorfo y un gancho de propulsor o tiradera, según los análisis realizados sobre los tonos blancos presentes en las incisiones de los objetos mencionados. Igualmente, se sabe por otros estudios que la caliza se empleaba junto con la ceniza como fijador o mordiente de tinturas.

Se hace alusión al trabajo sobre los líticos, resaltando los materiales propios de la sabana, como el chert, que tiene una gran variedad de colores entre amarillos, naranjas, rojos y negros, así como la presencia de rocas foráneas. La alfarería corrobora el continuo de la ocupación, donde prevalecen los tipos Tunjuelito laminar, Tunjuelito cuarzo fino y Funza cuarzo abundante, con formas como cuencos, copas, vasijas globulares o semiglobulares de cuello corto,

con una, dos o ninguna asa. Es importante su carácter y uso doméstico, evidenciado no solo en sus formas y acabados, sino en la presencia de hollín en su parte externa. Si bien es un oficio registrado en todos los cortes realizados, para este texto su presencia se registra a través de las ilustraciones y su mención en diferentes momentos de la narración.

La práctica de enterrar a los muertos en las viviendas se menciona en diferentes apartes del informe. Para llamar la atención sobre la cantidad de entierros de niños, de los que se desconocen los motivos de su deceso, en La trama de Kinzha se mencionan la muerte y el entierro de Yunuen.

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Referencias

La base de la historia fue el informe de Braida Enciso “Ruinas de un poblado muisca en el valle del río Tunjuelito, urbanización Nueva Fábrica, antes Industrial Las Delicias, Bogotá”, de 1995, el cual no fue publicado —la única copia impresa está disponible para consulta en la Biblioteca del Icanh—, así como los informes de avance:

—. “Arqueología de rescate en el barrio las Delicias (Bogotá)”. Revista

Colombiana de Antropología 28 (1991): 156-160. https://revistas.icanh.gov. co/index.php/rca/article/view/1933/1473 —. “El ocaso del sol de los venados. Arqueología de rescate en la sabana de

Bogotá”. Revista Colombiana de Antropología 30 (1993): 150-182. https:// revistas.icanh.gov.co/index.php/rca/article/view/1826/1383

Con el ánimo de complementar la información, se tuvieron en cuenta las siguientes investigaciones que aportaron sobre el tema del tejido y otros aspectos relevantes de las práticas y costumbres de los denominados grupos muiscas, así como sobre el paisaje, la flora y la fauna de la región del río Tunjuelito:

Ángel, Juan Gonzalo, realizador. Proceso de producción de algodón. Tv

Agro, provincia Guanentina, Santander. Video. https://www.youtube. com/watch?v=egz7Yw4RlTo Cortes Moreno, Emilia. “Mantas muiscas”. Boletín Museo del Oro (Bogotá) 27 (1990): 61-75. Dotor Robayo, Ángela Liliana y Christian Camilo Caicedo Moreno. “Fibras, tejidos de la comunidad indígena u’wa de la Sierra Nevada del Cocuy, vigencia y transformaciones”. Calle 14. Revista de Investigación en el

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Campo del Arte (Universidad Distrital Francisco José de Caldas) 11, n.o 20 (2016): 111-118. https://doi.org/10.14483/21450706.11865 Enciso, Braida y Monika Therrien, comps. Compilación bibliográfica e informativa de datos arqueológicos de la sabana de Bogotá, siglos

VIII al XVI d. C. Bogotá: Instituto Colombiano de Antropología (ICAN);

Colcultura, 1996. Enciso Ramos, Braida Elena. “Arqueología en el área urbana de Bogotá”.

Boletín de Arqueología de la FIAN 4, n.o 2 (2014): 25-32. https:// publicaciones.banrepcultural.org/index.php/fian/article/view/5156 González, Claudia Helena. 2007. “Caracterización y diagnóstico de calidad, mochila kankuama, departamento del Cesar. Proyecto ‘Aplicación de planes de reinnovación y desarrollo tecnológico en las unidades productivas indígenas, rurales y urbanas del país que desempeñan los oficios de cerámica, alfarería, cestería y madera’”. Informe de investigación derivado del Proyecto Sello de Calidad “Hecho a mano”.

PGN. Ministerio de Comercio, Industria y Turismo – Artesanías de

Colombia S. A., 2007. Hilo de algodón artesanal, una tradición de la Sierra de Guerrero.

Cochoapa, Guerrero, México, 2016. Video. https://www.youtube.com/ watch?v=VpkujdgZizc Langebaek, Carl Henrik. Los muiscas: la historia milenaria de un pueblo chibcha. Bogotá: Debate, 2019. Taller virtual “Procesos de textil tradicional. Asociación Artesanía Textil

Los Laureles”. 20 de junio de 2021. http://loslaureles.ruraqmaki.pe/ Tavera, Gladys y Carmen Urbina. Textiles muiscas y guanes. Bogotá:

Universidad de los Andes; Instituto Andino de Artes Populares / Convenio

Andrés Bello; Iadap, 2014.

Agradecimientos

Este trabajo vio la luz gracias a las ideas, apoyos e iniciativas de diferentes personas, y a mi experiencia como arqueóloga en la Subdirección de Protección e Intervención del Patrimonio en el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural (IDPC).

Agradezco a la antropóloga Monika Therrien, quien no solo me presentó y transmitió el interés por la investigación de Braida Enciso, eje de la presente publicacion, sino que me acompañó y me enseñó acerca de la arqueología de la sabana de Bogotá. Su mirada de antropóloga-historiadora que reconstruye los fragmentos sin cortes abruptos en el tiempo invita a interpretar los procesos que vivieron las comunidades originarias durante los momentos del contacto y la implantación del régimen colonial, y de esta forma develar las continuidades, las adaptaciones y las transformaciones que caracterizan el surgimiento del urbanismo y, por ende, de la transformación del actual Distrito Capital.

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Doy un agradecimiento extensivo a la arqueóloga Braida Enciso, autora del informe del hallazgo arqueológico cuando era funcionaria del entonces Instituto Colombiano de Antropología, por apoyar y respaldar la propuesta de interpretación del documento para los diferentes públicos.

La idea de continuar con las publicaciones de arqueología en Bogotá surgió dentro de los conversatorios adelantados en el 2020 por el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural, entidad a la que agradezco por el tiempo y el espacio, no solo para el seguimiento de las obras que se realizaban en Bogotá, sino por facilitar los escenarios de interacción con diversos públicos. Fueron estos últimos quienes solicitaron conocer las investigaciones arqueológicas que suelen reposar en los archivos de los investigadores o de las bibliotecas especializadas, pero muy lejos de la comunidad, y que pudieron ser divulgados en los conversatorios y en el marco de las labores adelantadas con el programa de Civinautas del IDPC desde 2017.

En el IDPC agradezco la acogida, el apoyo, las sugerencias y la amabilidad de Ximena Bernal; a mi colega y amiga Katherine Mejía, quien siempre estuvo apoyándome en las labores

de divulgación de la arqueología; a las ideas, creatividad y entusiasmo de Nubia Rincón, quien desde los sistemas de información geográfica dio espacialidad a los diferentes sitios arqueológicos reportados y sugeridos para el Distrito Capital; y al arquitecto Ricardo Escobar, quien no solo abrió los espacios de trabajo arqueológico en las obras realizadas por el IDPC, sino que acompañó este trabajo dibujando el boceto de levantamiento del sitio arqueológico de Las Delicias.

En el Instituto Colombiano de Antropología e Historia agradezco a las profesionales Diana Camelo, Ángela Escobar y Beatriz Rincón, por los trámites para facilitar el acceso y uso de la información requerida, así como a Andrea Martínez y a Nicolás Jiménez.

Finalmente, a mi familia, con la que he compartido mi interpretación de la arqueología desde los diferentes escenarios en que la he practicado.

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