6 minute read

Miradas de mujer

Next Article
Retina

Retina

Juan Pablo Garcia Montero

Con un bolsón, dos prendas de vestir, el uniforme de trabajo y un pijama, Geovana Arce salió de su casa el 22 de marzo —día en el que la cuarentena inició—, se despidió de sus dos hijos y hasta la fecha no los ve físicamente, solo se contacta con ellos a través de una pantalla.

Advertisement

Geovana es enfermera y cuida a Beatriz Napoli (Betty), que tiene casi 80 años. Tiene dos hijos, pero vive sola, padece de aneurismo, enfermedad que le imposibilita caminar y la mantiene postrada en cama desde hace muchos meses.

Dos mujeres que pasan juntas la cuarentena, dos madres que festejarán este día (27 de mayo) lejos de sus familias y una enfermera que hoy está de cumpleaños.

MADRE POSTIZA

Geovana, más que cumplir con su labor de enfermera, tiene el papel de compañera y hasta el rol de hija.

Una enfermera lejos de casa Dos madres en cuarentena

2

“Es como una madre para mí, en todo este tiempo me acostumbré bastante a Betty. La trato como a mi mamá, incluso tiene la misma edad que ella”, cuenta la enfermera, mientras prepara algo de comer para su madre postiza.

Endulza la leche y al llevar la merienda dice: “Nuestros lazos emocionales se conectaron muy fuerte, las emociones que ella tiene también las tengo yo. Hay cariño mutuo”. Explica que Betty “recibe la terapia del dolor”.

El tratamiento para aliviar el dolor es recomendado para los pacientes que no tienen cura y que son consumidos día a día con la enfermedad. Según el caso e intensidad, los médicos especialistas recomiendan diferentes analgésicos para calmar las dolencias.

El encierro, la rutina dentro de un departamento pequeño y una persona mayor a cargo de ella, que a veces tiene que ser tratada como un bebé, hicieron que la enfermera quiera tirar la toalla el primer mes.

“A los 30 días de haber llegado ya me sentía demasiado estresada, estaba cansada, quería dejarlo todo, salir de estas cuatro paredes e irme, pero luego puse a Betty en el lugar de mi madre y me puse a pensar en lo que ella haría sin mí”, reflexiona Geovana.

La enfermera despierta a las 07.30, prepara las medicinas (“Betty debe tomarlas a las 08.00 y algunas debo inyectarlas después. Comienzo con el aseo de su cuerpo, le pongo sus cremas, porque también tiene artrosis”), luego prepara el desayuno para las dos: Betty desayuna en la cama y Geovana al lado, así todos los días.

Llega la hora del almuerzo. La enfermera comienza a cocinar: “Comemos a las 13.00 en punto, luego le doy sus frutas y, cuando termina de comer, le lavo las manos”.

Los medicamentos vuelven a las 17.00. Después ambas toman un té y esperan a las 21.00 para terminar con la medicación.

“Miramos alguna novela, conversamos un momento. Ella me cuenta sobre su vida, yo sobre la mía, lue

1. Geovana en una videollamada con sus hijos. 2. Beatriz Napoli siempre recibe a sus visitas con una sonrisa.

3. La enfermera prepara la silla de ruedas de Beatriz para dar un paseo por la casa. Fotos: Juan Pablo

Garcia

go la encamo y me voy a mi cama”. Antes de dormir, Geovana enciende el celular: es momento de llamar a casa, asegurarse de que su familia esté bien y dar las buenas noches a sus hijos.

La enfermera hace el mismo recorrido todos los días: de la cocina a la habitación de Betty, de la habitación de Betty al baño y del baño a su dormitorio, en ese orden o viceversa.

SU FAMILIA DE SANGRE

Respecto a su familia carnal, Geovana recuerda que en pasados años solía compartir el Día de la Madre y su cumpleaños al lado de sus hijos, el mayor de 14 y la menor de 12. Ambos están en casa de su abuela.

En días especiales, la enfermera de Betty, como todas las madres, recibía los souvenirs que sus hijos preparaban en el colegio. Sin embargo, hoy solo se limitarán a darse abrazos a distancia, desde un teléfono. “Los extraño mucho, siempre pienso en ellos. No es lo mismo que estén cerca para abrazarlos y besarlos que tenerlos en frente de una pantalla”, confirma la enfermera, con los ojos casi llorosos, y añade que su madre, al igual que Betty, tiene más de 75 años y está delicada, sufre de diabetes. Pero a diferencia de su madre postiza, su madre sanguínea tiene una salud estable.

Geovana cuenta que cada día presiente que sus hijos tienen la necesidad de verla regresar a casa, que se desesperan. “Siempre que hablo con mi hija se pone a llorar, nunca los había dejado durante tanto tiempo, y más aún en tiempos de crisis”, expresa y espera que todo vuelva a la normalidad cuanto antes. “Aunque me dará pena dejar a Beatriz”, confiesa.

4

“Es como una madre para mí, en todo este tiempo me acostumbré bastante a Betty. La trato como a mi mamá, incluso tiene la misma edad que ella”

“Hablo con mis hijos todos los días, menos uno; en casa no tenemos wifi y salir a comprar una tarjeta para mis megas es difícil, porque no puedo dejar a Betty sola por mucho tiempo”

MUJER INDEPENDIENTE

Geovana, junto con su pequeña familia, migró a la capital paceña hace tres años. Viene de Tupiza, ciudad ubicada en Potosí y fronteriza con Argentina.

Hoy cumple 38 años, es divorciada y hace dos años trabajaba en el Hospital de Clínicas de La Paz, hasta que su nombre apareció en las listas del recorte de personal.

Quedó desempleada y desde entonces trabaja de manera independiente para mantener a su familia.

“Hablo con mis hijos todos los días, menos uno: en casa no tenemos wifi y salir a comprar una tarjeta para mis megas es difícil, porque no puedo dejar a Betty sola por mucho tiempo”, explica.

La enfermera cuenta que la mayor parte del día debe estar al lado de Betty: “Hay que darle mucho amor. Debo tener mucha paciencia, a veces se deprime y llora, entonces yo debo consolarla, e incluso a veces me pongo a llorar con ella. Es bueno desahogarse, ayuda emocionalmente”.

En estos dos meses de estar confinada en casa de Beatriz, la enfermera no solo fortaleció el lazo sentimental que la conecta con sus hijos, “también aprendí el verdadero valor que tiene una madre. Lo fuerte que puede ser una mujer como Beatriz. Ella no se deja, no se rinde, diría que es otra Geovana”.

Suena el teléfono, son los hijos de la enfermera, posan para una foto a través de una videollamada y, antes de despedirla, su hija le pregunta: “¿Mami, vendrás a pasar tu cumple aquí?, queremos cocinarte algo”.

Geovana sonríe y cuelga.

4, 5 y 6. Geovana y Beatriz. La enfermera hace el mismo recorrido todos los días: de la cocina a la habitación de Betty, de la habitación de Betty al baño, y del baño a su dormitorio, en ese orden o viceversa. Fotos: Juan Pablo Garcia

This article is from: