CONTEXTO ED. 36

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ISSN 1909-650X

Facultad de Comunicación Social-Periodismo

Medellín, abril de 2013

No.36

Distribución gratuita

Geografía Págs. 8 y 9

Municipio de Guatapé, Antioquia. Foto: Hebert Rodríguez García

El país que conoce su geografía se hace respetar El desconocimiento de la geografía colombiana genera falta de identidad, individualismo y desarraigo en un país que aún no se ha configurado como nación. Blanca Inés Robayo, geógrafa de la Universidad Nacional de Colombia y profesional

de la subdirección de Geografía y Cartografía del IGAC, piensa que “si el espacio se construye socialmente, se conoce y por tanto se defiende”.

deportE DE ELITE. Sacrificio, entrega, y… excesos

Industria Cultural en Medellín. formaCIÓN DE públicos

Los deportistas de alto rendimiento suelen ser idolatrados, especialmente si han sido campeones o han ganado una medalla. Pero, ¿cómo logran estos deportistas la fama y el reconocimiento?

Actualmente en Medellín, el término “industria cultural” intenta referirse a la promoción cultural que funciona y se sostiene dentro de un mercado neoliberal.

Págs. 10 y 11

Págs. 6 y 7

12-13 Informe

La hierba crece, los caballos se van La hípica en Colombia no tiene un panorama iluminado en estos días, ni en un futuro lejano. Está escondido, como las tribunas del hipódromo detrás de la maleza.

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Editorial

Visa para entrar a Somalia Las escenas violentas mostradas en televisión no producen violencia, pero sí son parte de los factores ambientales, sociales y personales, que alimentan una sociedad violenta.

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Crónica

Yarumalito: la escuela de la felicidad Una escuela para soñar y sonreír pareciera sacada de la imaginación. Un profesor quiso romper las estructuras tradicionales.


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Opinión

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Solo terrícolas, del tercer planeta Ramón Arturo Maya Gualdrón / ramon.maya@upb.edu.co

En la oscura noche, mientras cae una lluvia pertinaz que todo lo empapa, el Replicante le fractura dos dedos de la mano con la que el Blade Runner se aferra a una viga metálica para no caer al vacío. Y le dice: “Es duro vivir con miedo… En eso consiste la esclavitud”. El policía cazador de robots no logra sostenerse más y cae pero, a una gran velocidad, el Replicante lo toma del brazo y lo levanta hasta la azotea del edificio en el que está parado, lo arroja como un guiñapo y se sienta en posición de loto. Lleva una paloma blanca en su mano izquierda. Con voz entre firme y atravesada por una infinita tristeza, prueba de la perfección tecnológica con la que fue hecho, dice: “He visto cosas que ustedes no podrían creer… naves de ataque arder más allá del cinturón de Orión; he visto rayos-C brillando cerca de la puerta de Tannháuser… Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia… Es hora de morir”. Y lentamente inclina su blanca cabeza sobre el poderoso pecho desnudo mientras el Blade Runner, ahora sereno, lo mira con una infinita atención. La paloma liberada vuela por entre grises chimeneas hacia un cielo plomizo y suenan los truenos de la tormenta. El policía de los Ángeles, frente al Replicante sin vida, cierra los ojos un momento… y piensa como si hablara para alguien más: “No sé por qué me salvó la vida. Quizá en esos últimos momentos amaba la vida más de lo que la había amado nunca… No solo su vida… toda la vida… mi vida. Todo lo que él quería eran las mismas respuestas que todos buscamos: ¿de dónde vengo y hacia dónde voy? ¿Cuánto tiempo me queda?... Todo lo que yo podía hacer era sentarme allí y verlo morir”. Esta escena es de la película Blade Runner, dirigida por el genio de Ridley Scott, en 1982. Ya que no vemos las galaxias que nos rodean, por lo menos veamos el planeta en el que vivimos. Ver en el sentido de levantar la cabeza de nuestras modernas ocupaciones y contemplar el paisaje, las montañas, los árboles, el cielo… la geografía. Podemos ver el planeta también en los mapas, en las bellas imágenes satelitales, en la red, en los libros, a través de los ojos de la gente, en muchas partes, pero ahora ya muy pocos se relacionan así con la geografía. En Colombia la Ley General de Educación, sin quererlo, expulsó a la geografía por la puerta de atrás cuando concibió las Ciencia Sociales y fundió historia y geografía, lo que generó algo extraño: los profesores de Sociales se dedicaron a la eterna conversación sobre la politiquería del día a día. Entonces ni historia ni geografía como estudios sistemáticos y profundos. Es cierto que

algunos colegios siguieron en el empeño, sobre todo a través de la sana didáctica de la elaboración de mapas. Pero… ya no es lo mismo. Y, como tantas otras veces, eso que nos ocurrió nos vino como sospechoso regalo de los poderes del mundo para nuestro sistema educativo. Hoy millones de seres humanos, que sobreviven en todos los continentes, no tienen ni la más remota idea de geografía, lo que es lo mismo que decir, con la sabia frase coloquial, que “no saben ni dónde están parados”. Y lo grave es que somos, más que hombres o mujeres, ciudadanos o consumidores, ricos o pobres, desarrollados o subdesarrollados, más que portadores de pasaportes, somos terrícolas, es decir, seres espaciales. Sin embargo, los estudios geográficos no terminaron, los continúan con intensidad para ponerlos al servicio de los militares de más alto rango, de los jefes de las globalizadas corporaciones y de los políticos con mayor poder. Pero al pueblo, a la gente común, se le prohibió la geografía. Y el asunto complicado es que sin comprensiones geográficas son imposibles las comprensiones culturales e históricas. Quien no conoce la geografía se quedó sin conocer realmente la historia y la política. Hoy la geografía es la ciencia del poder, pues solo los “grandes” la disfrutan y no los pueblos. ¿Cómo comprender la Guerra del Golfo sin conocer la ubicación de Kuwait, o cómo develar la política estadouniden-

se en relación con Irán sin conocer las características del estrecho de Ormuz, o cómo explicarse la tensión entre China y Occidente sin ver lo estratégico del Estrecho de Malaca, o comprender el paramilitarismo colombiano sin reconocer los Montes de María o cómo saber que la antigua época de prosperidad de la Farc se argumentó espacialmente desde el Páramo de Sumapaz o en el corredor que atraviesa las montañas del Cauca hasta el Océano Pacífico? Todo esto es estrategia… geoestrategia, que es la rama geográfica que nos permite estudiar el desarrollo de la política de los estados más poderosos: geopolítica. Las potencias se pelean el planeta y lo asumen como un gran tablero de ajedrez, en palabras de Zbigniew Brzezinski. Paradójicamente Colombia ha sido una nación azotada por su posición geoestratégica, quizá la más privilegiada del tercer planeta del sistema solar. Somos el paso entre dos hemisferios, el puente entre dos subcontinentes, la bisagra entre los dos mayores océanos. Desde nuestro territorio se alcanzan los continentes: el Asia potencial, el África rica en recursos, la Europa de mercados inmensos y los sedientos Estados Unidos. He ahí una de las razones por las cuales han sido tan prósperas las redes del narcotráfico y por qué afirmamos que ese problema no lo podemos solucionar nosotros, sin el apoyo del mundo entero.

Si se reflexiona sobre un mapa del mundo nos explicamos por qué nuestra posición geoestratégica nos ha hecho “objeto del deseo” de superpotencias; por esa posición fue que perdimos nuestro departamento más rico, Panamá, pues la potencia que más nos ha atormentado, precisamente por nuestra maravillosa localización, quería esa tierra para hacer su estratégico canal interoceánico. Ahora nosotros, si la politiquería de los carruseles de la construcción nos lo permite, debemos hacer el nuestro. Los antiguos romanos ponían grandes mapas de su Imperio en todos los edificios públicos para fomentar en la gente la importante condición de ciudadanos. La Edad Media se transformó cuando los caminos volvieron a transitarse y se reconoció el entorno. El Replicante sabía que lo que hace ridícula a la humanidad es su tendencia al encierro y a la exclusión, su insistencia en ver solo el puntico en el que se para. El humanismo se fomenta y se intensifica desde el cosmopolitismo y las múltiples conexiones. El compromiso que nuestra Universidad quiere asumir es desarrollar los estudios profesionales de geografía y, para lograrlo, hay docentes en formación doctoral. Infortunadamente los hombres de carne y hueso aún no vemos las naves intergalácticas más allá de Orión pero, si quisiéramos, podríamos ver muy bien nuestro actual hogar, la Tierra, y nos sorprenderíamos.

Ilustración: Gabriela Portilla Trejos, Módulo Imagen Ilustrativa, Diseño Gráfico - UPB


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Editorial

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Visa hasta para entrar a Somalia / pcontexto@gmail.com

Las escenas violentas que se advierten en televisión no producen violencia pero sí son parte de los factores ambientales, junto con los sociales y personales, que se suman para alimentar una sociedad violenta. Leonar David Eron, Ph.D. en Psicología clínica, hizo un estudio sobre la agresión, en una muestra de 800 niños de Nueva York, durante 40 años. La investigación, que arrojó los últimos resultados hacia el año 2000, encontró una “relación entre la visualización de programas violentos durante la infancia y juventud, y la expresión de violencia en la edad adulta”, se lee en elmaniefiesto.com. Felipe Tabares, de la firma de investigación de mercados “Etnológica” dijo para El Colombiano que en los estudios de mercado que su compañía realiza en los barrios de Medellín, se dieron cuenta de que las producciones de televisión, especialmente violentas “generan muchas cosas en los niños”, y decidieron hacer su propia investigación sobre el tema; sin embargo, los resultados iniciales aparecieron en un video que se ve en youtube con el nombre “Narco novelas” por Etnológica. En dicho video se oye a unos niños menores de 12 años expresar la admiración que sienten por los antihéroes que estos seriados colombianos llevan a la pantalla chica. Aseguran que cuando estén grandes quieren ser “como el capo”, “como Pablo Escobar”, etc. Es factible que para muchos niños que en Medellín y otras ciudades de Colombia nacieron en ambientes familiares y sociales violentos, las escenas de estas narcoseries no sean especialmente escandalosas. Uno de los problemas es que esos programas les confirman lo que han visto toda su vida. Y ésta se convierte en una de las grandes falencias de esa televisión: no es capaz de ofrecerle a este público otras opciones de contenidos en los que, al tiempo que entretengan, sean capaces de revelar otras opciones de vida que inciten a cortar con el círculo vicioso que les ofrece su propia realidad. Este círculo se ve alimentado cotidianamente por las pocas opciones de entretenimiento que pueden disfrutar a través de la televisión. Los productores de estas narcoseries aseguran que su intención es sana en el sentido de que solo están reproduciendo la historia de Colombia y que no tienen la culpa de que la historia del país sea violenta. Lo que olvidan es que esa “historia” a la que ellos se refieren no está en pasado sino en presente: las consecuencias de las actuaciones de esos personajes violentos aún subsisten, sus atrocidades se siguen sintiendo y está vivo el dolor de sus víctimas. Tampoco parecen entender que por poner en escena esos estilos de vida, lo que hacen es resaltar modelos para ciertas personas que han vivido expuestos a ambientes sociales, generalmente inmersos en carencias económicas, afectivas y familiares, y también imbuidos en ambientes violentos en la propia casa, en la escuela y en el barrio. Lo que con toda su espectacularidad escénica genera la televisión en la psique de ciertas personas, es el reto de “ser como” los personajes que con tanta ampulosidad les muestra la pantalla, y con los que, además, se sienten identificados: defensa de la familia, amor por la madre, pobreza en sus inicios. Si el ideal es que la sociedad no repita la historia dañina, entonces el formato para lograrlo no es un dramatizado en televisión y toda la puesta en escena que conlleva: diálogos, actores, caracterización de personajes y exuberantes escenografías, todo magnificado por la sonorización. Para ello está el formato documental, en el que se interviene mejor en la diada intención-reacción del contenido. Y más que la televisión, si el objetivo es no repetir la historia, entonces se deben usar mejores vehículos comunicacionales como la escritura y la oralidad, acompañadas por explicaciones que ayuden a los más jóvenes a entender, reflexionar y discernir lo que pasó, lo que está pasando y lo que no debería volver a pasar. Pero el afán de lucro lleva a repetir insistentemente grandes mentiras que se van convirtiendo en

sólidas verdades, puesto que estos productores de televisión lo que pretenden es vender sus productos sin medir las consecuencias más inmediatas de su trabajo: la perpetuación de una sociedad violenta y la pésima imagen de Colombia en el exterior. Así como Hollywood vendió el sueño americano y millones de personas del mundo entero aún desean vivir en Estados Unidos convencidos de que encontrarán la felicidad tan anhelada, los canales privados de la televisión colombiana y su Hollywood criollo están esforzándose con inversiones extravagantes, pocas veces vistas en la industria nacional, para mostrarle al mundo una sociedad corrupta, narcotraficante y malvada. Por eso no podemos extrañarnos, como lo confirma la Fundación Esperanza a través de su sitio infomigrante.org, de que necesitemos visa hasta para entrar a Somalia (el país con mayor número de homicidios, crímenes violentos y percepción de criminalidad en el mundo, según el rankin de Global Peace Index 2012). No se puede desdeñar el papel de la televisión. La profesora española Victoria Camps asegura que la sociedad y la televisión tienen una relación de doble vía: “El déficit de valores morales, el desconcierto y la crispación de la vida pública, el individualismo egoísta, el deslumbramiento por todo lo que representa ostentación y opulencia, la veneración de la riqueza y el ocultamiento de la pobreza, la falta de espiritualidad, todo ello se refleja en la televisión y es producido por ella (ambas cosas a la vez)”. Los encargados de los contenidos televisivos tienen la libertad de escoger entre producir lo que señala Camps como déficit de valores morales, o escoger otros contenidos que no alimenten lo más ruin de la sociedad moderna. Desde la academia universitaria propendemos por profesionales adscritos al mundo de las comunicaciones (inversionistas, administradores, mercaderistas, publicistas, productores, comunicadores, libretistas, etc.) que, entendiendo el contexto colombiano y siendo sensibles a las necesidades sociales de este tiempo, usen su inteligencia y creatividad para crear contenidos televisivos que le ayuden a nuestra sociedad a mejorar en calidad humana. Avanzar en términos de rentabilidad, pero retroceder en términos de calidad humana, es el peor negocio de cualquier sociedad. Ojalá que los responsables de contenidos mediáticos acepten que es mejor sacrificar la registradora que alimentar con violencia la sociedad en la que viven y en la que crecerán sus propios hijos.

Rector: Pbro. Julio Jairo Ceballos Sepúlveda / Decana de la Escuela de Ciencias Sociales: Érika Jaillier Castrillón / Director Facultad de Comunicación Social-Periodismo: Juan Fernando Muñoz Uribe / Coordinador del Área de Periodismo: Juan José García Posada / Directora de Contexto: Ana Cristina Aristizábal / Jefes de Redacción: Juan Pablo Ramírez Martínez • Laura Betancur Alarcón / Editores Gráficos: Hebert Rodríguez García • Catalina Rodas Quintero • Pablo Monsalve Mesa / Redactores: Laura Bayer Yepes • Carolina Campuzano Baena • Catalina Rodas Quintero • Amalia Uribe Jaramillo • Mónica Jiménez Ruiz • Juan Pablo Ramírez Martínez • Daniela Ruiz Lozano / Foto portada: Hebert Rodríguez García / Ilustraciones: Gabriela Portilla Trejos • Santiago Giraldo Arboleda • Thomas Restrepo Cardona / Diseño: Estefanía Mesa Beltrán • Carlos Mario Pareja Pareja / Diagramación: Ana Milena Gómez Correa - Editorial UPB / Impresión: La Patria / Universidad Pontificia Bolivariana • Facultad de Comunicación Social-Periodismo / Dirección: Circular 1ª Nº 70 - 01 Bloque 7 / Teléfono: 354 4557 / Correo electrónico: pcontexto@ gmail.com / ISSN 1909-650X.


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Opinión

Un largo viaje que pasa por Medellín Pablo Andrés Monsalve Mesa / pablo_monsalve007@hotmail.com

Hay en el imaginario de varios jóvenes el sueño de irse de Medellín para las grandes ciudades porque piensan que aquí no hay nada por hacer, ver o conocer. Creen que en Nueva York, los Ángeles, Buenos Aires, París o Londres encontrarán grandes historias que llenarán sus vacíos. Sin embargo, surge la pregunta sobre qué tan despiertos están para descubrir esta ciudad. Sé que en las metrópolis percibirán la inmensidad, los distintos universos, los alimentos, la arquitectura, el arte y otras historias que les servirán de anécdotas o aprendizaje, pero si no conocen su ciudad tal vez no sepan encontrar lo distinto en esas culturas. La nuestra tiene miles de historias a la vuelta de la esquina, la mayoría fascinantes. Aquí les cuento una. Con los años me he vuelto un observador que se asombra con lo que pasa a su alrededor. En estos días he visto una acción de la naturaleza que solo ocurre durante los meses de marzo y abril, en la que se mezclan la fragilidad, la delicadeza, la suavidad y la audacia con la majestuosidad de un pequeño insecto que está de paso por Medellín. Su nombre es Urania Fulgens, viene de México y se dirige hacia Ecuador. Es una polilla de colas largas en las alas, antenas delgadas, que la diferencian de las mariposas, y color negro acompañado con manchas verdes y brillantes. Es de la familia Uraniidae del norte, y logra recorrer 500 kilómetros por día, además, supera peligros como los pájaros, los carros, los edificios, los aguaceros, los vientos fuertes y las personas que no soportan su presencia. Investigadores dicen que la migración de esta polilla dura entre cuatro y cinco meses y viaja por alimento. El árbol o arbusto que consume es tóxico y cada vez que se regenera se pone más venenoso. La Urania sale en busca de la Omphalea, planta que crece en los bosques tropicales de América del sur o en algunos jardines y calles de las ciudades que visita. Se le reconoce por tener púas, flores rojas y su savia es lechosa. Cuando se ve que esquiva carros en la Avenida 33 o en la Autopista Regional, es preciso pensar en el largo viaje que carga en sus alas, con el riesgo cierto de que en cualquier instante puede terminar su travesía. A su paso, una tras otra, se les ve desesperadas y agitadas con tanto humo y ruido, pero firmes en su decisión de continuar y recorrer gran parte del continente. No pretendo frenar los deseos de viajar y conocer, quien lo pueda hacer, no lo piense dos veces porque salir es una experiencia vital, un acontecimiento inigualable. Lo que quiero proponer es que miren la vida con asombro y fascinación. La idea es enseñarle al ojo y a la mente a ver pequeños detalles, porque allí hay historias, personajes, lugares y aprendizajes como el de esa polilla que llamó mi atención cuando cruzaba una calle y me hizo cambiar de pensamiento y mirada por algunos días, en una ciudad que supuestamente no tiene nada de especial y en la que, dicen, no pasa nada.

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Tres caínes, mil miradas Camila Reyes Vanegas / camaleonalbo@gmail.com

Se trata de poner la televisión al servicio de lo humano Hace ya más de un mes que se estrenó la serie que está basada en la vida de los hermanos Castaño. Una serie que, aunque dice exponer un momento y unos personajes históricos que causaron dolor al país, no tiene un significado más profundo. Que tengamos que crear siempre las mismas series de violencia relacionadas con narcotraficantes, “traquetos”, “mulas”, mujeres prepago, mujeres asesinas e individuos que están al servicio del dinero y la corrupción, no es otra cosa que sumergirse en una burbuja de la mediocridad que se niega a explorar otros campos, otras ideas. Que no acepta pensar y re-pensar contenidos que sean más significativos para las audiencias y, en consecuencia, para la sociedad. No estoy expresando que hay que tapar el sol con un dedo. Claro que existieron estos personajes y estos hechos, pero de ahí a tener que centrarse en los mismos relatos e historias de violencia y capos, simplemente es deplorable, insuficiente y se agota el sentido y el ánimo de sentarse frente a una pantalla. Algunos dicen que la culpa no es de la televisión ni de los contenidos sino de las familias (en cabeza de los padres) quienes no educan a sus hijos con la formación en valores y con la supervisión de sus actividades. Otros, en cambio, afirman que la culpa está en una legislación pobre que no controla el poder de los canales para emitir estos programas. Otros señalan que los medios son empresas y, como tal, deben vender sus contenidos como si fueran productos. Así mismo, tenemos los que dicen que si aquello no se emite no conoceríamos la historia propia. Algunos otros expresan que crear estos programas es totalmente justo porque es un derecho a la libertad de expresión que tenemos todos los individuos, incluidos los medios.

La dualidad del elogio Manuela Saldarriaga Hernández / jmanuj@hotmail.com

Pensar en retroceder el tiempo para evitar críticas a escritores como Herman Melville (1819), Mark Twain (1835), Francis Bret Harte (1836) y Ambrose Bierce (1842), no sólo es inútil sino, también, nocivo y poco inteligente. Una de las razones esenciales para que estos creadores produjeran obras originales reconocidas hoy en el lenguaje universal literario, fue haber sido “víctimas” de fuertes reparos en contra de su genuinidad, pues se les acusó de plagio, se les rechazó su carácter melancólico o pesimista, e igualmente se despotricó de su estética, se ignoró, por supuesto, el éxito que tendrían en la posteridad. En caso de no haber padecido sátiras, burlas y jugarretas, incluso agravadas entre ellos mismos, Moby-Dick, Las aventuras de Tom Sawyer, La fortuna de Roaring Camp y El diccionario del diablo, no serían más que títulos pueriles en la biblioteca del olvido. Sin embargo, el fenómeno que me interesa aplaudir no es reconocer que las facultades de un creador se perfeccionan, de cierta manera, gracias a los opositores de su arte y a los comentarios negativos que surjan de ellos. Me resulta más atractivo enaltecer la importancia misma de que la crítica exista, de que no muera nunca. No todos los juicios son de valor, y no porque hieran lo pierden; a veces parece que los más lacerantes son los más ciertos y los más escasos, pero, también, que la mayoría de los juicios tomaron la decisión de extinguirse porque, quizá, piensan que ya todo está perdido y ellos deben perderse de la misma forma. Si bien quedan unos pocos sobre la mesa: los de la censura, los de la vanidad y los de la envidia. Los juicios de censura se pavonean casi siempre vestidos de autoridad y tachan cuando los perjudica aquello que se dice o se hace. Los juicios de vanidad bailan siempre con las mismas parejas, pues sólo de esta forma saben bailar y de no ser así serían parapléjicos. Por último, los juicios de la envidia sufren de hipocondría y por eso se les huye y se les teme.

Frente a esto, lo que hay son mil miradas acerca de lo que debería ser o no lo bueno y lo malo, lo real y lo ideal, la causa y el efecto de estos programas. Lo cierto es que en medio de estas miradas, una parte de ellas está haciendo que no avancemos a una televisión más crítica, más digna y más educativa para los colombianos. Sin embargo, no se trata de buscar culpables y tampoco -como dicen- de apagar el televisor y punto. Yo creo que de lo que se trata es de entender cómo poner un nuevo sentido a la televisión y, lo más importante, cómo poner la televisión al servicio de lo humano.

¿Dónde están los juicios sensatos, cuerdos, prudentes, francos? Si supiéramos dónde se ocultan las buenas críticas, las que hacen crecer, las que hacen embellecer, las que hacen empalidecer, las que hacen llorar, las que hacen decidir… yo iría a traerlas de vuelta. Si contáramos con ellas, yo sería menos mediocre, me mordería la lengua para pensar en lo que voy a decir, de seguro tendría admiradores por un trabajo bien hecho y luego me les quitaría el sombrero a tales escritores estadounidenses por haber sido ejemplo de brillantez y de aguante.

En medio de los “Tres Caínes” lo que existe son millares de miradas y protestas, de encuentros y desencuentros sobre lo que debería ser o no la televisión. En este contexto, esta frase de Julius Henry Marx, es pertinente hoy: “A veces encuentro la televisión muy educativa. Cada vez que alguien la enciende, me retiro a otra habitación y leo un libro”.

Los juicios de censura se pavonean casi siempre vestidos de autoridad y tachan cuando los perjudica aquello que se dice o se hace.


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INFORME

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La vida de los ciudadanos depende de la agilidad de sus EPS

Cara y sello de los trasplantados Daniela Ruiz Lozano / daniruizlo93@gmail.com

La crisis del sistema de salud opaca la larga lucha por la vida que emprenden los trasplantados. Diariamente llegan al Hospital Pablo Tobón Uribe, a la Clínica Cardiovascular, al Hospital Universitario San Vicente de Paúl, y a los demás centros médicos, personas en busca de una nueva oportunidad para vivir. Los procedimientos quirúrgicos que se despliegan en la ciudad convierten a Medellín en un faro que brilla tal y como la esperanza de las personas que requieren órganos. Sin embargo, los problemas en el sistema general de salud del país ensombrecen esta luz. En Colombia se considera la vida como el principal derecho fundamental del ciudadano. Basado en esta premisa constitucional, el Estado reglamentó, dentro del Plan Obligatorio de Salud (POS), el cubrimiento de los trasplantes de órganos. Para que un paciente sea trasplantado debe cumplir con unos requisitos, entre los que están: ser diagnosticado con alguna insuficiencia orgánica que ponga en riesgo su vida, ser evaluado por especialistas que determinan un protocolo de exámenes previos y, finalmente, entrar en la lista de espera de donantes. Las listas de espera son iguales para todas las personas, independientemente de su condición social, cultural o económica. “Es indiferente que tú acabes de llegar, ni eres el último ni el primero, sino que entras en una lista en la que lo único que te da prioridad es la compatibilidad que tenga tu organismo con el del donante”, explica Yulieth Giraldo, trabajadora social de la Asociación Nacional de Trasplantados. El proceso que debe seguir el paciente se convierte en un arduo camino entre la vida y la muerte, en el que la tardanza resta días a la vida y suma días a la inminente muerte. Los protocolos son alrededor de 60 exámenes médicos preliminares que debe realizarse el paciente para definir si es apto o no para un trasplante. Dichos exámenes son autorizados por la EPS. “El primer esguince con la EPS está en las autorizaciones. Para nosotros es un freno porque al paciente le autorizan los exámenes sanguíneos en el laboratorio “A”, los de orina en el laboratorio “B”, unos Rayos X en Bello y otros exámenes en Itagüí; entonces el traslado y las diferentes IPS a las que tiene que acudir hacen que su salud se desgaste en el camino”, argumenta Juan José Vanegas Ruiz, nefrólogo del Hospital Pablo Tobón Uribe. “A nosotros nos ayudó mucho que tenemos medicina prepagada”, dice con voz satisfecha Ángela Ruiz Ra-

mírez, madre de José David Ochoa Ruiz, un niño trasplantado de riñones. Luego, agrega: “Primero lo solicitamos por la EPS y nos dijeron que se demoraban seis meses en autorizar el protocolo”. José David nació con una insuficiencia renal crónica, que lo llevó a perder la funcionalidad de ambos riñones. Cuando cumplió 12 años los médicos pensaron en un trasplante preventivo de riñón para evitar la diálisis en un niño. Un año después José fue operado exitosamente. “El protocolo del niño contó con 55 exámenes y cinco especializados. Nos autorizaron rápido los exámenes e inmediatamente se los realizamos. Comenzamos el 26 de octubre del 2009 y terminamos el 23 de noviembre del mismo año, al mes de comenzar”, cuenta Ángela Ruiz Ramírez. Actualmente José David vive una vida normal en la que debe llevar cuidados especiales por su condición de trasplantado, pero la vive de una mejor manera “sin duda mejoró mucho mi calidad de vida”, afirma.

Otra cara “Nos vinimos de Bucaramanga porque en mi ciudad no realizan trasplantes de pulmón y Robinson se había complica-

do mucho”, cuenta Marlene Rojas Parra con voz temblorosa. Robinson López Gómez, un santandereano de 42 años, fue trasplantado de ambos pulmones en la Clínica Cardiovascular de Medellín, debido a un deterioro absoluto de ese órgano. “Inicialmente la EPS no quería autorizar el trasplante, por eso tuvimos que interponer una acción de tutela, que falló en favor nuestro. Pero la EPS se negó a cumplir”, afirma Robinson López. Luego del primer incumplimiento de la aseguradora, Robinson y Marlene interpusieron un incidente de desacato, al que accede un ciudadano cuando no se cumple el fallo de la tutela. Debido al incidente de desacato el juez determinó que la EPS debía autorizar inmediatamente el trasplante de Robinson. “Las EPS tienen que tener una infraestructura tan grande y una liquidez tan sólida como para cumplir lo que determinó el juez de tutela”, asegura la abogada Natalia Ruiz Lozano, quien trabajó como abogada contratista de la Dirección Seccional de Salud de Antioquia.

“Las EPS que no autorizan nada deberían cerrarlas, porque no es justo como tratan a los pacientes”, afirma Marlene Rojas Parra.

Un donante sano puede donar 19 órganos y casi la totalidad de vasos y tejidos de su cuerpo, con los que se llegaría a salvar la vida de 55 personas. Foto: Hebert Rodríguez García

De la historia de Robinson no se ha de escribir un “felizmente” o “exitosamente”; es más, ni siquiera puede escribirse “actualmente”, porque él y su familia siguen en Medellín y esperan la evolución del trasplante, ya realizado, mientras reclaman el cumplimiento de su aseguradora. “Al principio la EPS nos mandaba los medicamentos, pero después del trasplante he tenido problemas para tener la droga y los exámenes”, manifiesta Robinson, interrumpido por el llanto, y Marlene complementa: “ahí donde lo ve tiene rechazo de pulmón porque la EPS no le dio a tiempo la droga para bajar las defensas”. En lo atinente a la situación de Robinson, el doctor Vanegas explica que “las EPS deben entregar mensualmente unos medicamentos al trasplantado. Los más importantes son los inmunosupresores, que inhiben la capacidad del sistema inmunológico y bajan las defensas del organismo, porque si una persona no está inmunosuprimida puede presentar un rechazo del órgano”. “Cuando llamamos a reclamar medicamentos nos dicen que tenemos que esperar y que mientras tanto es mejor que me hospitalicen”, cuenta Robinson.

En continuo desenlace Según los datos de la Asociación Nacional de Trasplantados, durante el año 2012 se realizaron en Antioquia 387 trasplantes. Además, en Medellín el 41% de la población porta el carné de donante, lo que ubica a la ciudad como la segunda más sensibilizada frente al tema de la donación, después de Bogotá. Las cifras que presenta la Asociación demuestran que la cantidad de donantes de órganos o el consentimiento de la familia de un donante no es el principal problema de los trasplantes. El problema real trasciende esas fronteras, pues luego de una cirugía el paciente trasplantado debe continuar en seguimiento por el resto de su vida, “el procedimiento post-trasplante es tal vez el más importante”, afirma el médico Juan José Vanegas. El camino que debe seguir una persona luego de recibir un órgano es para el resto de su vida y depende de la toma de medicamentos. La ley establece que esos medicamentos los debe proporcionar la EPS. Sin embargo, la apuesta individual de los trasplantados sigue siendo la pugna entre la vida y la muerte. Robinson y José son dos caras de una misma moneda. Esa moneda es el sistema de salud colombiano, la que, a manera de azar, algunas veces cae en cara y otras veces en sello.


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INFORME

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Industria Cultural en Medellín

Una iniciativa por formar públicos

Laura Bayer Yepes / lauradesdibujada@gmail.com

Entre 1923 y 1950, el representante de la Escuela de Frankfurt, Theodor Adorno, acuñó el término “industria cultural” para referirse a las expresiones culturales fabricadas industrialmente con un patrón común. Actualmente en Medellín esta noción intenta hacer referencia a la promoción cultural que funciona y se sostiene dentro de un mercado neoliberal. En 1988 Antioquia vivió el “boom de la cuentería”, como lo nombra Jorge Ambrosio Villa Zapata, fundador de la corporación cultural Viva Palabra. Este suceso se originó en un debate sobre la tradición oral expuesto entre los narradores de la época, adeptos a dos corrientes contrarias: la garzoniana (planteada por el cubano Garzón Céspedes, que llegó a Colombia por sus labores como juglar) y la francesa (que predominaba en la enseñanza de literatura de

la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá). “Jota Villaza”, como lo conocen en el gremio de la narración y como se firma desde los 15 años, se formaba teóricamente en la cuentería enmarcada en ese contexto. Por ello llegó a pertenecer a la Corporación de cuenteros y narradores orales de Antioquia, primer ente de cuentería formalmente constituido en el país. Por estar en desacuerdo con la forma de administración, porque sentía que debía ser más organizacional, Jota Villaza propuso un nuevo horizonte para la corporación. Su negación fue un detonante para fundar Viva Palabra, al lado de su esposa Luz Marina Arcila. “Viva Palabra nace de querer realizar un proyecto más serio, más académico, con bases teóricas para la cuentería”, explica quien fue maestro

de escuela por 18 años y, finalmente, se decidió por la narración oral como estilo de vida. Su entidad nació el 13 de septiembre de 1997, con una sala que usaban los cuenteros y otros grupos de expresión cultural. “Los artistas creemos que es muy fácil porque somos muy soñadores y poco prácticos. Pero no era solo poner un teléfono, abrir una puerta, anunciar y dejar que la sala se llenara de gente”, expresa. Para establecer el orden buscaron un proyecto de reestructuración, convocaron a todos los colectivos. Sugirieron un estudio bien consolidado y con tiempos estipulados. El dinero fue un factor determinante para la continuidad de los grupos. Por ello, al final, solo permanecieron los cuenteros. Como indica Villaza, “terminamos siendo una visión de empresa y funcionó”.

Esta corporación es la única de cuentería en Medellín. Hoy lleva a cabalidad su naturaleza de persona jurídica: tiene un equipo directivo formalizado y una nómina de cuenteros, aprendices y voluntarios. Desde hace 17 años se encuentra en la dinámica económica de la ciudad que se fortalece cada día más gracias al talento y la voluntad del colectivo, además del apoyo del Ministerio de Cultura y de la Alcaldía de Medellín. El fundador de Viva Palabra sostiene que sin los proyectos de las entidades estatales, las salas hubieran desaparecido. “Ambos representan aproximadamente 70 millones de pesos para nosotros”, calcula, “el Estado da una base, no hay problema en conseguir el resto. Distinto a conseguirlo todo”. Hace cinco años disfrutan de los aportes de la Alcaldía y hace siete de los

Yovanny Torres, ganador de la primera eliminatoria de “Cuenteros en apuros” de este año, concurso organizado por la corporación cultural Viva Palabra. Foto: Laura Bayer Yepes.


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Recital de poetas asiáticos en la versión 17 del Festival Internacional de Poesía de Medellín. La corporación Prometeo suele realizar presentaciones según el origen de sus poetas. Foto: Nidia Naranjo (Corporación Prometeo).

del Ministerio de Cultura. “Pero cada año hay que volver a hacer los trámites, como si empezáramos de cero, lo cual no debería ser así, simplemente debería haber revisoría”, asegura. Villaza es precursor de proyectos integradores de salas y corporaciones. Una problemática con las corporaciones pequeñas es que “quieren beneficio para ellas solas, no para toda la cultura de la ciudad, y ahí se incluyen las otras corporaciones que tienen mayor poder adquisitivo. La pelea es si no nos aportan, por qué no lo hacen; no por qué le aportan a otros cuando a mí también me están aportando”, dice para hacer referencia a la idea de la gente y los mismos artistas de que el Estado ha de sostenerlos. “Los contratos con el Estado representan dinero que nos ganamos, no que nos están regalando. El Estado tiene la obligación de proporcionarle a la ciudadanía expresiones de arte y cultura, y como no las tiene, contrata a quien sabe hacerlas, como cualquiera otra cosa”; entonces pone el ejemplo de las contrataciones para el sector de la infraestructura o de la salud. Sin embargo, la cultura es otro sector de la economía y, como tal, la intervención estatal no se concibe de manera totalitaria. Allí aparece el término de Industria cultural, en la que hay que inyectar capital para generar movimiento, pero no para sostenerlo por completo. “Es un término muy peligroso, al plantearse como el verdadero norte de la cultura”, opina Jota Villaza: “si bien es cierto que no podemos ser tan ilusos de vivir del aire, uno no crea para vender. Y el arte de por sí ya tiene un componente pedagógico, pero no puede ser el que el artista le direccione para ese fin mercan-

Salas abiertas y concertadas son los proyectos de la Alcaldía de Medellín y el Ministerio de Cultura, que proponen funciones con entrada libre el último miércoles de cada mes.

til”. Ello no indica que los ciudadanos, por sí mismos, dejen de consumir arte, “después de todo, la esperanza de esta ciudad se sostiene por los artistas”, afirma.

Mecanismo de transformación Más allá de la venta o el entretenimiento por el entretenimiento, los promotores de Medellín quieren destacar el arte por ser un mecanismo de defensa y transformación social, en medio de la violencia, con pedagogía, con esperanza. Por estas razones la corporación de arte y poesía Prometeo coincide con la visión de Jota Villaza y dio lugar al primer Festival Internacional de Poesía en un momento clave para Medellín: 1991. Los ciudadanos reconocen más la poesía que los cuentos en los escenarios culturales, especialmente por el despliegue, con tinte de internacionalización, que tiene el evento. “La misión de Prometeo”, así lo expresa Jairo Guzmán, cofundador del Festival y director de la Escuela permanente de poesía de la corporación Prometeo, “es la transformación de escenarios de violencia en lugares de paz, por medio de la acción poética. El Festival no se mueve en el rol del espectáculo a secas, sino que su origen tiene una gran raíz popular y surgió como una forma de confrontar la violencia, el terrorismo y el miedo que había en la ciudad en los años 90”. A partir de la tercera versión del Festival, tanto éste como Prometeo mostraron un crecimiento y reconocimiento tal que en 1997 se aprobó un acuerdo municipal que dotaba al evento con doscientos millones de pesos anuales para su organización y ejecución. Con su acción poética, el colectivo de Prometeo ha establecido otras líneas paralelas al que quizá es su proyecto principal. Anterior al Festival se emitía la Revista de poesía Prometeo, que publica temas de fundación como la poesía aborigen, el universo, la guerra, la locura y el sueño. También desarrolla la Escuela permanente de poesía y el Proyecto Gulliver. Ambos buscan llevar la poesía a varios sectores de la ciudadanía. Gulliver educa en la poesía a niños de 57 instituciones educativas de la ciudad desde el año

2005, mientras que la Escuela acoge en la escritura desde colegiales y bachilleres hasta personas jubiladas. “Es una manera de proteger el espíritu de la ciudad”, dice Jairo Guzmán cuando se refiere a la memoria que perdura en la tradición oral escénica, porque la palabra ha pasado por múltiples reducciones. Y aunque ellos reciban el apoyo estatal más idóneo para una corporación cultural, “no queremos que el Estado reduzca la cultura como se ha reducido la palabra. Con la poesía queremos que se restablezca la valoración de la palabra para que hagamos el ejercicio de creer en lo que el otro dice. Así no es la poesía por la poesía, el arte por el arte, sino el arte al servicio de la transformación social”. Desde la visión de Guzmán, Prometeo no es una industria, es un emprendimiento cultural sin ánimo de lucro, con personería jurídica y capacidad de gestión, porque su sentido no es el de producción de grandes bienes de capital, sino de principios de transformación social. “Muchas corrientes neoliberales buscan que la cultura tenga un rol significativo dentro de la producción capitalista”, expone, “pero se corre un gran riesgo porque el Estado estaría evadiendo la responsabilidad de proteger y potenciar la producción artística y el talento local. La estructura de industria cultural obedece más a una necesidad externa a los artistas, que no es consultada con ellos, porque responde a políticas “culturales” dictaminadas por la economía globalizada”.

¿Es más venta o es más arte? Ahora bien, si el arte ha estado al servicio de las personas, ¿es cuestionable su venta en una máxima expresión para el sostenimiento de sus creadores? “Lo primero que le dicen a uno es que estudie el mercado y haga el producto que solicite, y la discusión mía siempre es: el producto del mercado del arte está en el alma del artista, no en el medio”, señala Jota Villaza, y afirma que las expresiones de cultura no deben comercializarse en función del mercadeo. “Es como decirles a los poetas que la salvación para la poesía es hacer poemas que anuncien productos. Eso no es arte”, apunta. Con todo, ¿la Secretaría de Cultura Ciudadana, la representante del Estado ante los gestores, realmente emplea este término? Su cabeza, la comunicadora social María del Rosario Escobar Pareja, expresa que quieren “acuñar un término que hable de nuestro desempeño, de nuestro proceso, de la situación en la que estamos y hacia dónde queremos llegar. Yo no estaría segura de cuál es nuestro concepto, si es industria o emprendimiento cultural, pero ese no es un asunto que compete solo a la Secretaría, es una construcción con las corporaciones”. Así mismo, este concepto no se define en la ruta que hoy sigue la gestión cultural en Medellín, el Plan de Desarrollo Cultural 2011-2020. Este plan consiste en describir la promoción cultural como una proyección hacia la ciudadanía y al exterior y no define con un calificativo específico ni a los promotores ni a las organizaciones.

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El objetivo general del plan apunta a “consolidar a Medellín como un espacio cultural abierto al mundo, equitativo, incluyente, deliberativo y diverso que promueve la implementación de políticas culturales (…) al servicio de la ciudadanía (…)”, es decir, a la formación de públicos. María del Rosario Escobar Pareja explica que, además de la construcción conjunta de un concepto, es indispensable “la formación para la generación, aumento o fortalecimiento de las capacidades de los ciudadanos, en el ejercicio y defensa de sus derechos culturales”, tal como indica el documento establecido en la administración del ex alcalde Alonso Salazar Jaramillo. La Subsecretaría de Arte y Cultura se encarga de lo que se refiere a la formación de públicos, la acción interventora estatal principal, como explica María del Rosario Escobar Pareja. “La clave para que Medellín sea una ciudad cultural es lograr la valoración del talento local. Eso nos da movilidad dentro de la ciudad y participación económica. El siguiente paso es sentirnos muy orgullosos de los artistas que viven y trabajan en Medellín, tener en nuestros reproductores de audio música de los jóvenes de esta ciudad, pagar las boletas para las funciones de danza o teatro, comprar las obras, pagar la entrada al museo. Generar un círculo de valoración del artista y por ahí empezará el desarrollo cultural. No solo se necesitan creadores sino público”. Para ello, la Secretaría está abierta para las propuestas innovadoras: “Lo que estamos haciendo es cambiar algunos esquemas de trabajo entre las organizaciones y el Estado, que las doten de asuntos referidos a la autosostenibilidad, sin olvidar que la acción del Estado en la cultura es fundamental”, sostiene la secretaria Escobar Pareja. No obstante, el conflicto comienza en la motivación del ciudadano para que consuma cultura. “Y el arte económicamente no sobrevive si no hay una buena cultura de consumo del arte”, asevera Jota Villaza. “Lo que tendríamos que hacer son unos eventos continuos donde el artista es el vendedor y el Estado el principal comprador. La gente debe entender que la programación gratuita no es gratuita, es pagada por sus propios impuestos. Esa rueda de negocios tiene que funcionar”, afirma. En ese orden de ideas, el término de Industria cultural se emplea para referirse a la adquisición de cultura por parte de los ciudadanos, que finalmente lleve a la autosostenibilidad de los emprendimientos culturales. Iniciativas como las artes escénicas o el cine de autor deben tener apoyo estatal porque para eso está el Estado, para promover, invitar. Sin embargo, “la cultura de una ciudad no la hace la Secretaría de Cultura”, declara la secretaria Escobar Pareja. La hacen los artistas y gestores, no el Estado. Lo que hace la Secretaría es generar plataformas de protección, de posicionamiento, de divulgación. “No estamos convencidos de que nuestra noción principal sea la de Industria cultural, la Secretaría todavía está pendiente de conciliar con sus gestores culturales cuál será esa ruta de desarrollo y sostenibilidad”, declara la funcionaria. “Tenemos mucho trabajo por hacer, pero yo soy muy optimista y me siento orgullosa de Medellín”, finaliza.


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El desconocimiento de la geografía en la educación colombiana nos pone en desventaja frente a extranjeros que sí la conocen y aprovechan para explotarla Carolina Campuzano Baena / karo_k911@hotmail.com

El país su geografía

“Los conocimientos geográficos son el termómetro con que s de un pueblo. Su estupidez y su barbarie siempre son proporcional IGAC, piensa que “si el espacio se construye socialmente, se conoce y, por tanto, se defiende”. Pero ni desde la clase dirigente ni desde la sociedad civil se ha utilizado la geografía como factor para orientar el desarrollo del país, de acuerdo con las características que tiene el territorio, uno de los principales elementos sobre el cual los poderes quieren ejercer control y dominio. “Hay ausencia de patria y desconocimiento de nuestra identidad cuando hay destrucción de sitios, como el incendio provocado a la Capilla doctrinera, uno de los íconos de Tierradentro, considerada patrimonio cultural de la humanidad”, agrega el profesor Juan Rafael Lara Hernández. “En la historia moderna la recompensa de la victoria fue siempre un provecho territorial”. Friederich Ratzel, geógrafo alemán.

Foto: Pablo Andrés Monsalve Mesa.

La historia de Colombia, de comedias y tragedias, ha estado marcada por un elemento invisible en la conciencia de sus habitantes. La configuración de los departamentos, las regiones, las comunas; el sistema político, el conflicto y las culturas en este país tienen una silueta en común: la geografía. Sin embargo, hay desconocimiento del dinamismo de esta ciencia y su relación con los fenómenos sociales. Colombia es el país mejor ubicado geoestratégicamente en el mundo: tiene presencia en dos océanos, es la puerta para todos los continentes, tiene todos los pisos térmicos y establece satélites dentro de su órbita geoestacionaria; además de una larga lista de características geográficas que seguro las “vio” quien pasó por la educación básica y secundaria, pero solo fue un dato más para memorizar y luego olvidar, pues la enseñanza no se enfocó en cómo utilizar esas ventajas competitivas del país. Y claro, el hecho de que los colombianos no sean conscientes de ellas no quiere decir que otros no las aprovechen. “Es en el momento en que se pierden cuando se abren los ojos”, dice el ingeniero y cartógrafo del Instituto Geográfico Agustín Codazzi (IGAC), Jovani Fernández, como fue el caso de la pérdida de cerca del 40% de mar territorial con Nicaragua en el 2012, también del territorio panameño en 1903 y de suelo en la frontera colombo-brasilera, con la desviación del río Tairara en 1907.

“Es tan poco el valor de lo que tenemos, que no ejercemos soberanía en muchos lugares y por eso los otros se aprovechan, como las multinacionales que se llevan los recursos y la diversidad. A mí me tocaba ir al Amazonas y veía cómo la visitaban más extranjeros que colombianos, que ni se enteran del lugar”, comenta César Zuluaga, licenciado en Ciencias Sociales y especialista en Pedagogía de la Universidad Pontificia Bolivariana. Como docente, Zuluaga reconoce que desde las instituciones educativas se trabaja poco la geografía y no se integra con la incidencia en los asuntos sociales, a pesar de que, con la Ley 115 de Educación, de 1994, se reglamentó para que no fuera dictada como una materia aislada y que contribuyera con una formación integral en lo social. “Los contenidos de la enseñanza de la geografía son meros hechos descriptivos, impregnados de un rancio sabor determinista. Las clases están dominadas por la memorización, lo que hace que las clases no convenzan”, afirma Juan Rafael Lara Hernández, geógrafo, miembro de la Asociación colombiana de geógrafos y licenciado en Ciencias Sociales de la Universidad de Antioquia. El desconocimiento de la geografía colombiana genera falta de identidad, individualismo y desarraigo en un país que aún no se ha configurado como nación. Blanca Inés Robayo Vásquez, geógrafa de la Universidad Nacional de Colombia y profesional de la subdirección de Geografía y Cartografía del

El interés por los recursos y territorios de un lugar ha producido tensiones sobre naciones y regiones; así, los que tienen conocimiento sobre las ventajas de un lugar, buscan tener influencia en ese espacio o apoderarse de él; en esto han consistido las guerras. Según Luz Estella Carmona Londoño, ingeniera forestal de la Universidad Nacional y candidata a Ph.D. en Geografía por la Universidad Federal de Pernambuco, en Brasil, la geografía no es ciencia de monopolios, pero ha sido usada para eso, principalmente para hacer la guerra como pasó con la geopolítica, utilizada por el nazismo para justificar, con sus principios, la expansión de las fronteras alemanas. La corriente crítica de la geografía plantea que esta ciencia se ocupa de las relaciones sociales que se dan en un espacio en el que aparecen conflictos y tensiones que modifican el entorno, reconoce la ingeniera Carmona Londoño y cita al geógrafo británico David Harbe. Estados Unidos ha sido ejemplo de las tensiones que se generan en los territorios, pues con el argumento de proteger de la destrucción ambiental a zonas geográficas como la Amazonia, lo que ha hecho, según el profesor Lara, es ejercer control, además de crear división entre la población de los lugares para posibilitar su ingreso al territorio. Las características geográficas en Colombia han marcado conflictos externos, como la guerra con Perú por la posesión del Trapecio amazónico, e internos como la dificultad de la distribución de los territorios y el uso de los terrenos en el país que ha estado presente desde la colonia. Según el profesor Lara, la configuración de los dos partidos políticos colombianos más fuertes, e incluso de los movimientos guerrilleros, fue

producto de las luchas regionales por la supremacía y control de grandes extensiones geográficas. También se atribuye la división de Colombia en departamentos por los intereses burocráticos de estos dos partidos, que se encargaron de formar nuevas entidades territoriales como Córdoba, Sucre, Quindío y Risaralda. “Acá el territorio se ha planificado, ordenado, a partir de urbanistas, no hay visión geográfica. Este es un país distribuido inequitativamente. Tenemos modelos donde los poderes económicos siguen siendo superiores a las necesidades locales”, comenta la ingeniera forestal Luz Estela Carmona Londoño. “Saber pensar el espacio, para saber organizarse en él, para saber combatir en él. Finalmente, no toda región montañosa y boscosa es Sierra Maestra”. Yves Lacoste, geógrafo francés La geografía, como ciencia que abarca la geografía general, física, humana, política y económica, se institucionalizó a finales del siglo XIX, mientras que en Colombia fue reconocida en el ámbito universitario en la década de los años 70 con el determinismo, según la geógrafa Blanca Inés Robayo Vásquez, quien afirma que con tal determinismo toda la condición de la sociedad estaba exclusivamente definida por la condición natural. Esta corriente llegó al país por el naturalista alemán Alexander von Humboldt en el siglo XIX, quien interpretó la


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que conoce se hace respetar

se miden la ilustración, el comercio, la agricultura y la prosperidad les a su ignorancia en este tema”. Francisco José de Caldas.

Ilustración: Santiago Giraldo Arboleda, Módulo Imagen Ilustrativa, Diseño Gráfico - UPB

condición natural y de comportamiento en Colombia. “Con ese calor, con razón los costeños son perezosos”, o “las regiones cálidas del país sirvieron para incubar las ideas liberales y, en cambio, los territorios montañosos y fríos fueron sitios para el resurgimiento de las ideas conservadoras”. Con estas frases populares se hace evidente la influencia de las interpretaciones deterministas de Humboldt. Sin embargo, ante esto, el historiador Ramón Arturo Maya Gualdrón sostiene que estas interpretaciones deterministas hoy no tienen igual reconocimiento y se contradicen con lo que algunos Estados han desarrollado en condiciones geográficas aparentemente desventajosas. Sin embargo, Humboldt no sería el único extranjero que pondría su mirada en el país y que lograría que sus conclusiones sobre este territorio fueran impuestas en el siglo XIX. Colombia se adaptó a corrientes y teorías geográficas de países como Alemania, Francia y Estados Unidos, pero no hubo ninguna mirada desde lo local, como afirma la ingeniera Luz Estela Carmona Londoño. Esos modelos extranjeros no funcionan de manera óptima en Latinoamérica, debido a que son producto de condiciones geográficas, culturales e históricas específicas y distintas, aunque se han implementado al pie de la letra. Por ejemplo, en Antioquia aplicaron teorías como ‘Los polos regionales’ de François Perroux, con los que se plantea

la división del departamento por regiones y la irradiación de unos beneficios, principalmente económicos, desde un centro a los demás territorios, como sucede en el oriente con Rionegro, en Urabá con Apartadó o en el norte con Yarumal. Para la ingeniera Carmona los intereses económicos han manejado el país y el control geográfico y económico que se ha hecho en Colombia se ve desde proyectos como el Plan Currie, apoyado por el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento con el que Estados Unidos pretendía llevar el desarrollo a los países periféricos y, a su vez, controlar el país y evitar la simpatía con la Unión Soviética. El resultado a largo plazo fue un proceso de poder político y económico excluyente. Otro modelo implementado en Colombia, por extranjeros, fue el de las regiones metropolitanas, desde las cuales se pretende tener mando y poder dentro de un territorio. Este planteamiento aparece en el país con la influencia de los poderes mundiales en el contexto de la Guerra fría, ya que se quería controlar los territorios. En el país también surgen las entidades que se encargarán de planificar y clasificar el espacio, como el Departamento Administrativo Nacional de Estadística, el Departamento Nacional de Planeación y, unos años antes para los temas de geografía, el Instituto Geográfico Agustín Codazzi. “El mayor avance en geografía y específicamente en cartografía ha sido por objetivos militares, pues se debía conocer cómo era un terreno para saber cómo atacar y defenderse. El IGAC inició como una entidad militar, se llamaba Instituto Geográfico Militar y desde allí controlaban la soberanía”, cuenta el ingeniero y cartógrafo Jovani Fernández, miembro del departamento de geografía del IGAC, quien sostiene, además, que Colombia tiene territorios casi vírgenes, lugares que desconoce y no ha explotado como el Tapón del Darién, una gran reserva natural ubicada en el occidente de Urabá, con una topografía difícil. Además, afirma que en el suroriente hay fauna, flora y recursos que la gente no conoce, por la falta de vías de acceso y también por los conflictos internos del país. “Por ser un país donde hay tanto problema de violencia uno no se puede desplazar fácilmente y también falta inversión en el tema. Cuando uno ve un mapa, lo ve muy fácil pero al meterse al terreno a hacer cualquier trabajo, representa muchos costos”. Además, justifica, con estas razones, no sólo la falta de conocimiento de parte del territorio sino, también, de los cambios que ha sufrido. Por ejemplo,

Foto: Pablo Andrés Monsalve Mesa.

las cartografías más recientes que se pueden encontrar en el IGAC datan de 1970, máximo de 1980. Incluso, en este momento no hay ninguna cartografía oficial de Colombia, pues desde el fallo del Tribunal de La Haya, el IGAC prohibió en todas sus sedes vender el mapa del país hasta que no fuera reformado. La información que se encuentra sobre el territorio colombiano está desactualizada y, en algunos casos, incompleta, como corroboran Lucas Gómez y Silvana Martínez, estudiantes de noveno semestre de Ingeniería de Minas de la Universidad Nacional, quienes consultan con frecuencia la cartografía de Colombia. Ellos destacan la importancia del conocimiento de este tema para la toma de decisiones sobre el país, pues es un conocimiento que no sólo habla de los accidentes del terreno sino, también, de las características de un lugar como el nivel de educación, de concentración poblacional, la religión y la cultura. La riqueza de un país está en su territorio, es decir, en lo que hay en él: recursos y población, que significan poder. Colombia, por no mirarse localmente, aún no ha logrado utilizar lo que tiene como alternativas de desarrollo, lo que ha permitido que estas ventajas caigan en manos extranjeras o de grupos al margen de la ley. Pedro Juan González Carvajal, rector de la Corporación Universitaria Remington, asegura que “si se evaluara el poder en Colombia, asociado a la capacidad de hacer, diríamos que es pe-

cado la omisión que caracteriza a quienes lo han ejercido, pues los resultados obtenidos no se compadecen con las potencialidad reales con las que cuenta el país”. Para este ingeniero de sistemas y Ph.D. en Filosofía, no se han generado condiciones para que Colombia sea reconocida como centro, para que los países nos necesiten o nos teman y todo esto por la ausencia de conciencia histórica y geográfica. “Si se habla por zonas, se podría afirmar que un grupo guerrillero sabe muy bien dónde está ubicado, conoce el lugar, incluso más que el mismo Estado, por estrategia militar. Para esto tienen especialistas y, si no, hay un experto que les haga planos, de lo contrario, no se podrían mover”, afirma el ingeniero Jovani Fernández. Pero el desconocimiento también se evidencia desde la falta de interés por lo propio por parte de la sociedad civil: “Uno crece queriendo más el sueño americano o europeo que conociendo o queriendo al mismo país”, comenta el docente César Zuluaga. “Muchos de nuestros dirigentes no tienen una visión en términos geopolíticos de los territorios administrativos, falta determinar cuáles son las fortalezas y oportunidades que tienen desde el punto de vista de su posición geográfica que faciliten las comunicaciones y ayuden al desarrollo”, asegura Juan Rafael Lara Hernández, quien concluye que el conocimiento de la geografía sería la respuesta para solucionar múltiples necesidades sociales de Colombia.


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INFORME

Alto rendimiento deportivo

Sacrificio, entrega, disciplina y... excesos Mónica María Jiménez Ruiz / mmjr0518@gmail.com

Los deportistas de alto rendimiento suelen ser idolatrados, especialmente si han sido campeones o han ganado una medalla. Pero, ¿cómo logran estos deportistas la fama y el reconocimiento? ¿A qué renuncian y a qué se someten para serlo? A continuación un informe sobre el deporte de alto rendimiento y los excesos que se cometen y que van en contra de la dignidad humana.

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No todo el que practica un deporte llega a ser deportista élite, deportista de alto rendimiento, pues para serlo se debe renunciar a varios aspectos de la vida cotidiana y social, y entregar todas las energías y esfuerzos a una estructura deportiva interesada en la competencia y en la obtención de medallas, muchas veces sin importar a costa de qué. Actualmente en Antioquia son 1.200 los deportistas de alto rendimiento y, de acuerdo con Olga Lucía Quiroz Bastidas, nutricionista de Indeportes Antioquia, estas son “personas con unas condiciones, unas necesidades y unas características que sobrepasan a los del común, ellos viven para el deporte y comen por el deporte”. Y es así porque sus vidas giran principalmente alrededor del deporte, invierten la mayor parte de su tiempo en entrenamientos, en mejorar sus condiciones físicas y deportivas. Por eso, actividades como estudiar, trabajar o tener relaciones sociales, pasan a un segundo plano, aunque hay excepciones porque Indeportes Antioquia les brinda la posibilidad de estudiar o trabajar si lo desean, pero son pocos los que así lo hacen. Por lo general, estos deportistas son personas “con alta dedicación, muy poco altruistas, obsesivos, competitivos”, asegura Adriana Velásquez Mejía, psicóloga deportiva de Indeportes Antioquia. Y entre estas características la de mayor relevancia es su sentido de competencia, porque “si un individuo está en alto rendimiento pero no tiene el espíritu competitivo no va a brillar ni a sobresalir de la misma forma que quienes sí lo tienen”, dice. Aunque es un grupo amplio de personas que inicia con su desarrollo deportivo, éste se acorta en la medida en que se selecciona a quienes sí tengan las características propias para someterse a entrenamientos fuertes y constantes que lo lleven a rendir, competir, ganar y mantenerse en las posiciones de privilegio en las competencias, sean regionales, nacionales o internacionales.

Una mirada crítica al deporte de alto rendimiento Es común escuchar que “el deporte es salud”, y es verdad, pero para que lo sea depende de la manera, frecuencia e intensidad con la que es practicado. En este sentido, Jonathan Andrés Rúa Penagos, gimnasta activo pero retirado del alto rendimiento, considera que “no todas las formas de practicar deporte son saludables, tal es el caso del deporte de alto rendimiento”. Rúa Penagos, quien es teólogo y actualmente adelanta sus estudios en Educación Física, hace esta afirmación luego de pensar el fenómeno deportivo de una manera diferente y con una mirada crítica, a partir de su experiencia como gimnasta de alto rendimiento. Desde los 11 años practica la gimnasia y lo que lo motivó a estudiar de manera reflexiva el deporte de alto rendimiento, fue la existencia del maltrato de entrenadores hacia deportistas. Para él, los deportistas no son

conscientes de este maltrato porque, por iniciar desde pequeños, se acogen a la voluntad de un entrenador, un administrador o unos padres de familia que lo moldean para lograr unos objetivos específicos: ser altamente competitivos y ganar medallas y campeonatos porque, en últimas, ésta es “la intención del deporte moderno y el lema de los Juegos Olímpicos: ser ‘más fuerte, más rápido, más alto’, y el niño se pone en función de eso, entonces su voluntad y sus intenciones se adaptan al contexto de la estructura deportiva moderna”. El maltrato al que se refiere Rúa Penagos se evidencia en actos como golpes, gritos, insultos, burlas, hacer ejercicios sin querer y discriminación por parte del entrenador, con lo cual, según él, se vulnera la dignidad humana en función de una medalla, un ejercicio y “el gimnasta se somete porque sabe que si no lo hace será retirado del equipo o no logrará lo que él también quiere, que es ser campeón olímpico”. Aunque su experiencia deportiva la vive en la gimnasia –está vinculado a la Liga antioqueña de gimnasia– asegura que esta situación de maltrato también se da en deportes como pesas, natación, atletismo, karate, fútbol y la causa común es “la ambición y el deseo excesivo de ganar a cualquier precio”.

Exceso y sobre entrenamiento Rúa Penagos señala que para alcanzar altos niveles de rendimiento, ganar medallas y prestigio se cae en un sobre entrenamiento, es decir, el deportista se excede en la práctica de su deporte para lograr un mayor rendimiento y esto, en algunas ocasiones, termina en lesiones y en problemas de salud. Según Felipe Eduardo Marino Isaza, médico deportólogo de Indeportes Antioquia, todos los deportistas corren el riesgo de lesión y ésta se presenta por dos causas: por accidente deportivo o por “lesión por sobreuso, que es un micro trauma de repetición que depende de las cargas de entrenamiento que está manejando el deportista, del número de sesiones de pesas, del número de kilómetros recorridos, de la cantidad de fuerza ejecutada, la resistencia, la coordinación y la flexibilidad que tiene”, explica. Las lesiones por sobre entrenamiento están directamente asociadas con una mala ejecución del plan de entrenamiento deportivo y entonces el deportista “presenta una serie de manifestaciones que indican que se le fue la mano en las cargas de entrenamiento como dormir mal, no sentir hambre, no tener buenos resultados deportivos por más que entrene, lesionarse”. Si esto sucede, el deportólogo le recomienda al entrenador que cambie por completo el plan de entrenamiento para sacar al deportista de esta condición. Sin embargo, el gimnasta Penagos, quien dejó el alto rendimiento en el 2008, dice que aunque se hagan ejercicios de prevención y haya médicos que mitiguen el impacto causado por el exceso de la práctica deportiva “éstos no tienen gran proyección, porque si hay que sobre entrenar al deportista para que gane una medalla, se hace y punto”.

Equipo multidisciplinar En el proceso de formación y control de deportistas de alto rendimiento, además del entrenador, están involucrados nutricionistas, psicólogos deportivos, fisioterapeutas, rehabilitadores y fisiólogos, quienes evalúan y hacen un diagnóstico que muestra las condiciones deportivas del atleta. La nutrición es uno de los factores que más incide en el buen rendimiento. La dieta alimentaria de cada deportista depende de la modalidad deportiva (por ejemplo, en atletismo no es lo mismo ser fondista que velocista) y del requerimiento calórico, que está asociado con las condiciones y necesidades propias de cada uno. La nutricionista Olga Lucía Quiroz Bastidas explica que antes de establecer un plan de alimentación para el deportista se evalúan sus características antropométricas, es decir, cómo está la composición corporal de ese individuo; los exámenes de laboratorio para ver cómo es su estado nutricional desde el punto de vista bioquímico; otro aspecto es el dietario, o sea, qué está comiendo, cuánto y en qué momento y qué está gastando durante su entrenamiento. Conociendo todo esto hay un diagnóstico y se implementa el plan de alimentación que requiera el deportista. Es común incluir ayudas ergo génicas, es decir, batidos de proteínas, vitaminas y creatina, que ayudan a mejorar parte del entrenamiento o de la respuesta física que el deportista está buscando. Todo ello depende de las necesidades individuales, energéticas y calóricas de cada uno. Quiroz Bastidas indica que éstas no son buenas ni malas, la forma en que sean utilizadas es lo que determina si contribuyen o no en el rendimiento del deportista. Asegura que algunos se vuelven obsesivos con las necesidades energéticas y calóricas y llegan al punto en el que sienten que si no las consumen no van a rendir porque creen que la comida no es suficiente, incluso hay quienes “remplazan


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la comida por batidos, viendo que son complementos con los que se llenan las necesidades básicas”, dice. Estas ayudas se pueden convertir en ergo líticas que, en vez de mejorar, dañan la respuesta fisiológica o hasta el organismo.

No hay que motivarlos La psicología también influye en la vida de estos deportistas. El psicólogo deportivo trabaja para que ellos rindan en su máxima expresión, intervienen en factores decisivos como “autocontrol, confianza, atención y concentración, actitud, nivel motivacional, control de las emociones”, dice la psicóloga Adriana Velásquez Mejía y agrega que “el deportista no tiene que hablar de cosas muy íntimas, porque lo que interesa es que el muchacho se concentre, entonces le enseño estrategias para que esté concentrado y dé su mayor rendimiento en el deporte”. En general, la psicología deportiva trabaja técnicas para crear, corregir o potenciar los niveles óptimos de estas variables y, según Velásquez Mejía, lo menos que ella hace es motivar “porque per se ellos están motivados y hay una entrega y un sacrificio para hacer las cosas”. Dentro del control emocional, los deportistas tienen que aprender a manejar la frustración porque no siempre se gana y aunque esto los afecta, si tienen un buen sustrato en la parte emocional, son capaces de superarla. Se les enseña a manejar esa frustración con frases como “no importa, yo soy bueno, soy excelente, para adelante”, comenta la psicóloga. También se trabaja el trato que el entrenador da al deportista, porque es común escucharlos decir “si yo no rindo, él no me pone cuidado”. De acuerdo con la psicóloga esto es cierto porque el entrenador busca resultados y no le importa quién los muestre, le interesa que se los den, por eso “toda la atención es para el que brilla; el que no rinde, no sirve. Ese es el alto rendimiento”, asegura. Y se les enseña a “ponerse una coraza ante las malas palabras del entrenador, que si está bravo contigo y no te está poniendo cuidado es porque no estás dando lo suficiente”. Igualmente, a los entrenadores se les da orientación y se les sugiere tener cuidado con el trato que les dan a los muchachos “pilas profe que ellos son muy sensibles a las malas expresiones, se les dice con respeto. Uno es un ayudante del entrenador”, finaliza la psicóloga.

Alto rendimiento vs. dignidad humana En este contexto deportivo y tras pasar por él y estudiarlo críticamente, el gimnasta Jonathan Andrés Rúa Penagos, asegura que en el deporte de alto rendimiento se suele instrumentalizar al ser humano, es decir, su realidad se reduce a ganar y lograr medallas de oro. Desde su experiencia dice que “los gimnastas son vistos más como objetos de producción que como sujetos integrales”.

Un deportista de alto rendimiento es obsesivo, porque para lograr perfección en los ejercicios que hace debe entrenar entre cuatro y ocho horas diarias, lo que implica llevar el cuerpo casi al límite físico. Foto: Catalina Rodas Quintero.

Aunque la filosofía de Indeportes Antioquia es “considerar al deportista como un ser integral, con una familia, una pareja, un proyecto de vida académico y de pronto hasta laboral”, como dice la psicóloga deportiva. Rúa Penagos insiste en que el deporte moderno no permite el despliegue humano integral porque esto supondría que se desarrollen todos los seres humanos en su totalidad, lo cual no se logra en el alto rendimiento, porque éste es: “elitista y discrimina poblaciones. Se necesita un modelo diferente que no esté en función del prestigio o de una fachada

del espectáculo como lo son los Juegos Olímpicos, los Suramericanos o cualquier competencia”. En función del exceso, el prestigio, la fama y el poder se vulnera al ser humano con malos tratos, sobre entrenamientos y “se le pone en un lugar que no le corresponde, se olvidan aspectos de la vida como espiritualidad, educación, salud mental y relaciones sociales y se cae en un vacío existencial”, afirma. La propuesta que hace el gimnasta es promover otras prácticas tales como el ejercicio, la educación física y la recreación en las que, a diferencia

del deporte, no existe la competencia y donde “el interés central es la salud, el jugar, el divertirse, el gozo”. Pues, “el problema no es la competencia, es a costa de qué y cómo competimos y cuál es la intención con ésta”. En síntesis, el discurso de Jonathan Andrés Rúa Penagos busca resignificar la práctica deportiva, que su centro sea la dignidad humana, que no se esclavice al deportista en función del alto rendimiento porque el “deporte es para el ser humano y no el ser humano para el deporte”.


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La hierba crece, los caballos se van

Inaugurado en el año 2000, después de 37 años de haberse cerrado el hipódromo de San Fernando (donde hoy queda la plaza Mayorista), y cerrado oficialmente el 23 de febrero de 2008 con deudas que ascendían hasta 13 mil millones de pesos, la imagen del hipódromo Los Comuneros ilustra perfectamente lo que es hoy la hípica en nuestro país: una pieza de museo que algún día tuvo un inmenso valor para sus criadores, empleados y jinetes, y que hoy se recuerda con nostalgia. La maleza está crecida. Los vestigios de las tribunas desde las que una vez se vieron correr a los pura sangre ingleses y cuarto de milla árabes con sus nombres imponentes y sus jinetes delgados llevándolos hasta la meta, evocan la que alguna vez fue la majestuosa y grandiosa hípica pero que, tristemente, llegó a su fin por el mal manejo de sus acreedores y del Gobierno.

Historia de la hípica

La historia de la hípica se remonta a la antigüedad. En Grecia, las carreras de caballos eran el centro de las fiestas cantadas por sus poetas. De esta afición nació la fábula de los centauros, aquellos seres mitológicos mitad hombre y mitad caballo. Luego, las competencias se hicieron aún más famosas por los romanos. La carrera consistía en que un caballo atado a un pequeño carruaje sorteaba algunos límites que dependían de la destreza del conductor, le diera siete veces la vuelta al circo. Durante la

Amalia Uribe Jaramillo / amaliacsupb@hotmail.com

En la autopista MedellínBogotá, en Guarne, Antioquia, se encuentra en dirección sur el lote abandonado de lo que algún día fue el hipódromo Los Comuneros, último lugar en el que se intentó hacer hípica en Colombia. Edad Media las carreras de caballos no fueron tan populares, desaparecieron al igual que otras costumbres en medio del pensamiento de la época. Sólo comenzaron a resurgir cuando se hacían las carreras de caballeros, que sí fueron famosas y aclamadas por el pueblo. Finalmente, los ingleses fueron quienes le devolvieron la vida al espectáculo equino puesto que le dieron el carácter profesional y competitivo y para mostrarlo como un medio de diversión.

Hípica en Antioquia

El primer hipódromo de Medellín fue el de Los Libertadores, en las mangas de lo que hoy es el barrio San Joaquín. Fue inaugurado en 1916. En 1929 ya era muy importante el fútbol de competencia (aunque todavía no profesional) y empezó el campeonato de Medellín a

cargo de la Liga antioqueña de fútbol, Los Libertadores era el único escenario donde se podía hacer una cancha con buenas graderías, y entonces se pensó en construir otro hipódromo y dejar Los Libertadores sólo para el que se considera hoy el rey de los deportes. En 1948, cuando empezó el fútbol profesional en Colombia, hubo que aprovechar el hipódromo de San Fernando, pues cabían 12.000 personas, cuatro veces la capacidad de Los Libertadores, aunque quedara “tan lejos” de Medellín, que en ese momento estaba circunscrito a lo que hoy día se considera el centro. La hípica era la reina de los espectáculos profesionales en la ciudad y se hacía a partir de la 1 y 30 de la tarde dominical y de los días festivos. El fútbol desplazó a la hípica en Colombia, lo que no pasó en Argentina, especialmente en la capital, Buenos Aires, donde hay más

Foto: Pablo Andrés Monsalve Mesa.

de 12 estadios con partidos profesionales y dos monumentales hipódromos (el de Palermo y el de San Isidro) que producen dinero para el Estado; espectáculo y apuestas para la gente y desarrollo hípico para los criaderos y empresarios. El primer antecedente de carreras de caballos en Medellín fue en el Bosque de La Independencia (llamado así porque fue construido en 1910 para el centenario del 20 de julio de 1810), lugar en el que hoy está el Jardín Botánico. Pero no era un escenario con tribunas, sino que se aprovechaba la manga para disfrute de algunos jinetes y aficionados. Leonardo Nieto Jardón llegó a Medellín en 1960. Vino a pasear y se quedó. Su esposa, Graciela, no se puso muy contenta con su aventura, pero finalmente tuvo que acompañarlo. Argentino radicado en Medellín y propietario del famoso restaurante Versalles. Don Leonardo es un gran amante de los caballos: “Esa es mi vida. Los caballos y los perros no me pueden faltar, no hay nada más hermoso que cuando estoy en mi finca y me levanto a las 6 de la mañana a llevarles panela a los caballos y comienzan a relinchar porque saben que llegué”. A don Leo, como le dicen todos los que llegan a su restaurante, no le gusta apostar. “Nunca fui apostador”, dice con su acento argentino. Cuenta que desde que llegó a Colombia el tango y la hípica lo acompañaron. Asistía cada vez que había carreras y varias veces fue a Hipotecho (el famoso hipódromo de Bogotá). Como buen aficionado


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de la hípica recuerda con una sonrisa a la famosa yegua Tropicana. “Todo eso era un placer, imagínate una tarde como ésta, viendo a la gente llegar a hacer sus apuestas y hacerles fuerza a esos hermosos animales corriendo por la pista. Es una lástima que se haya acabado. ¿Pero, por qué se acabó? ¡Eso no lo sabe nadie!”. Lo cierto es que como don Leo, miles de aficionados más quedaron a la espera de un resurgimiento de este deporte que, según explica el periodista Rogelio Ruiz Cruz, llegó a generar más de 1.500 empleos directos y otros 3.500 indirectos en el país y unas ganancias aproximadas a 28 mil millones anuales. Pedro Ávila también habla desde el corazón cuando se le ve acariciar y lavar un caballo. Curiosamente responde lo mismo que don Leo: “Esto es mi vida”. Este boyacense ha dedicado toda su vida al cuidado de los caballos y ha laborado como capataz y asistente de entrenadores en varios hipódromos del país. Actualmente trabaja en el centro de hípica La María, ubicada en El Escobero, en Envigado. “Trabajo aquí desde que cerraron el hipódromo. Afortunadamente, como trabajé ocho años allá, conocí mucha gente y esas personas me ayudaron a encontrar otro trabajo en lo que me gusta, pero no es lo mismo. Aquí cuido a los caballos, pero no los veo competir, eso era lo que me gustaba del hipódromo”. Pedro recuerda con nostalgia a Durango, un caballo pura sangre cuyo dueño era Francisco Maturana. “Ese caballo sí lo hacía emocionar a uno, empezaba despacio, pero cuando iba a llegar a la meta se ‘enverracaba’ a correr y no lo paraba nadie. Pero tenía un problema en la rodilla y el doctor Winston Tobón lo iba a operar, él es un ortopedista muy famoso e iba a experimentar con caballos por primera vez, pero el anestesiólogo no le dio la dosis apropiada y lo mató”. Cuenta que varios de sus compañeros se fueron a trabajar a fincas en Guarne, en La Ceja, en Rionegro, pero que otros se quedaron sin trabajo. “Es muy triste porque cuando uno está acostumbrado a trabajar con estos animales -lo dice mientras baña a una ye-

gua alemana llamada Crystal- ya ningún trabajo lo hace feliz a uno”. Juan Esteban Tobón Salazar y Juan Sebastián Franco Tobón son dos primos a quienes también les da una inmensa nostalgia recordar las carreras en el hipódromo. “Nos llevaban desde chiquitos a las carreras porque la finca de nosotros queda ahí al lado de Los Comuneros”, cuenta Juan Esteban mientras se rasca la cabeza. “Nos gustaba tanto que en vacaciones nos levantábamos a las 5 de la mañana, y sin bañarnos, nos íbamos para donde los capataces a ayudarles en lo que fuera”. Dice Juan Sebastián y se ríe. Estos dos primos lamentan, como todos, el cierre de lo que fue alguna vez el espectáculo más lindo y el mejor vicio de todos. “Sí que perdimos plata apostando allá, pero no nos importaba. Eso es un vicio como cualquier otro, y aunque no apostábamos mucho por carrera, si uno se pone a sumar, plata es lo que le metimos a ese hipódromo, como mucha gente. Sin embargo, los impuestos se lo comieron. Porque como eso es tan rentable el Gobierno y la DIAN se aprovecharon de toda la plata que se mueve allá hasta que los ahogaron”, termina de explicar. Y es que las últimas carreras que se corrieron fueron de afición, porque no se podía apostar, pues la licencia de Etesa estaba vencida. Y ese fue el fin de Los Comuneros.

Cubrimiento de la hípica Rogelio Ruiz Cruz lleva 35 años dedicado al periodismo, la literatura y el deporte. Son tres características que lo identifican y que lo mueven. Cubrió hípica durante varios años, hasta que terminó hace cuatro con el cierre del hipódromo Los Comuneros que, al igual que otras personas, sabe que ese fue el último vestigio de hacer grande ese deporte en Colombia. Pero ¿qué sería entonces cubrir hípica? “Cubrir la hípica es, como todo en el periodismo, estar ahí, ver las carreras, hablar con los jinetes, los veterinarios, el director de carreras,

los capataces. Conocer los caballos, saber cuáles son los favoritos, saber de apuestas. Es como ir a cubrir un partido de fútbol o un incendio. Es estar ahí, enterado de todo”. Ruiz Cruz es un gran conocedor del tema y también un apasionado de las carreras de caballos. Habla desde su profesión y desde su experiencia de vida: “Cuando era pequeño mi papá nos llevaba caminando hasta el hipódromo San Fernando; era un paseo delicioso, llevábamos fiambre y nos íbamos a pie, en esa época los caminos eran mangas con rieles. Y me enamoré de ese mundo, entonces, cuando me gradué de Licenciatura en Español y Literatura, aproveché que yo sabía del cuento y empecé a cubrir hípica para El Colombiano, en el cual llevo trabajando 35 años”. Rogelio Ruiz Cruz no se perdía ninguna carrera. Su profesión y pasión lo llevaron a ser parte del maravilloso mundo ecuestre. Conoce y es amigo del hombre que más sabe de hípica en Colombia, William Fernando Yarce Maya, y es precisamente por su amistad con él que este veterano periodista sabe a ciencia cierta cómo está la situación hípica en Colombia. “Aquí no hay cómo recuperar la hípica, es casi imposible. Es que no hay voluntad. En la gobernación pasada, la de Luis Alfredo Ramos Botero, se intentó. Varias personas interesadas en las carreras le hicieron todo un plan: presupuesto, fincas, lotes disponibles. Toda una fase cronológica de lo que sería la recuperación de un hipódromo en Antioquia. Y a la final no se pudo”. Y como Rogelio Ruiz Cruz lo dice, así es muy difícil. Esa es la respuesta que necesita don Leonardo para entender la triste situación hípica de nuestro país. Porque si hay algo en lo que nos diferenciamos de nuestro país hermano, Argentina, es en la magnitud del deporte de los derbys.

Hípica hoy

El panorama es nublado, como la imagen desastrosa de lo que queda hoy de los hipódromos. Como el de Villa de Leyva que es el único que subsiste en

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nuestro país, pero de una calidad cuestionable: caballos mal alimentados que no rinden en las carreras y propietarios que sólo van por negocio. La hípica en Colombia generaría más de 5.000 empleos, ganancias por miles de millones que, como en otros países, podría usarse una parte para cubrir la nómina estatal. En Panamá, un pequeño país con 3 millones y medio de habitantes, la hípica deja 40 millones de dólares anuales. En Estados Unidos el derby de Kentucky deja ganancias por 3 mil millones de dólares. “La decadencia de la hípica en Colombia es absurda. Qué penoso es decir que tuvimos más de 15 hipódromos, tres sólo en Medellín, miles de aficionados y hoy no queda nada de eso”, dice Eduardo Jaramillo Arango, un ex aficionado y criador de caballos. “Mis caballos no fueron sorprendentes, pero a mí me encantaba llevarlos a competir. En Bogotá compré uno que se llamaba Salpicón, por unos $80.000 y ya después lo vendí, pero seguí yendo a las carreras hasta que cerraron el último hipódromo, el de Guarne”. El lote en el que alguna vez estuvo abierto Los Comuneros pertenece hoy a la Organización Ardila Lülle, contiguo a él queda la sede deportiva del Atlético Nacional; y para entrar hay que pedir permiso a Postobón. Dice Rogelio Ruiz Cruz que el lote está avaluado en unos $42 mil millones, cuando se vendió se pagaron sólo $20 mil, de los cuales $13 mil fueron para saldar las deudas y se esperaba que con el resto se empezara a construir otro en La Ceja. Construcción que no ha sucedido y, al parecer, no sucederá. La suerte de los apostadores reside en los sitios de apuestas electrónicas y los criadores envían sus caballos a competir a Perú, Ecuador, Estados Unidos y Panamá. La hípica en Colombia no tiene un panorama iluminado en estos días, ni en un futuro lejano. Está escondido, como las tribunas del hipódromo, detrás de la maleza. Y mientras algunos anhelan un resurgimiento de este gran deporte la hierba sigue creciendo y los caballos se van.

Así luce hoy el Hipódromo Los Comuneros. Foto: Pablo Andrés Monsalve Mesa.


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Con la libertad como bandera se conforman redes artísticas en la ciudad

Cultura libre:

otra forma de acercarse al arte y al conocimiento Juan Pablo Ramírez Martínez / juampar20@gmail.com

Existe un océano de posibilidades en lo referente al acceso y uso de la información que navega por aguas que para algunos deben ser restringidas mediante la detención de su corriente, mientras que para otros deben ser libres y de grandes recorridos, por ello utilizan esta premisa para difundir y defender una filosofía llamada Cultura libre. Esta iniciativa surge para hacer del término “compartir” un movimiento de masas unidas contra la censura y la restricción de contenidos. En un principio su aplicabilidad se limitó a Internet, puesto que hay una conexión directa entre la Cultura libre y lo que se conoce como software libre, es decir, la libertad que tienen los usuarios para hacer copia, modificación y distribución de un programa de computación. Pese a aquella limitación de trabajo para la web, con el tiempo, la Cultura libre ha adquirido una consolidación que la posiciona en el panorama internacional que trasciende las pantallas del computador a las calles y lugares físicos que, en el caso de Medellín, por ejemplo, hoy se da a través de proyectos como Lo doy porque quiero. Para Laura Betancur Alarcón, del Semillero de Comunicación Digital de la Universidad Pontificia Bolivariana, no se puede negar que la filosofía del compartir es una respuesta al copyright o derecho de autor en Internet, pues “la idea es que como usuarios tengamos las herramientas para cambiar, cooperar, mejorar o desarrollar proyectos con base en algo ya existente”.

¿un ágora moderna? Lo doy porque quiero es un proyecto que nació cuando su creador, Andrés Smith, físico medellinense y profesor de esta área, vio la necesidad de “darlo todo sin esperar nada a cambio” y creó un espacio para que todo el que tuviera conocimiento sobre “algo”, lo compartiera con otras personas y formar un equipo de aprendizaje. Así surgieron estas conferencias, con duración de una hora y media, realizadas en diferentes bares de la ciudad. “Decidí que quería un bar porque es un lugar para el encuentro. Un lugar donde estamos todos”, asegura Smith. Las temáticas suelen girar alrededor de conocimientos sobre teatro, música, cine, literatura, ciencias sociales y problemas o asuntos coyunturales. Mauricio Velásquez Hurtado, artista plástico y profesor de Eafit, es una de las 25 personas que asisten a las sesiones semanales de Lo doy porque quiero.

“Deberíamos tener más espacios así y regresar a esto: poner una toalla, comer uvas, tomar vino, comer queso y hablar para aprender, como se hacía en el ágora (…) Si yo sé de algo, ¿cómo podría no socializarlo? Es importante presentarle a la gente nuevas tesis, nuevas miradas”, expresa.

asuntos legales de la Cultura libre El tema de la Cultura libre abre de nuevo el debate entre dos intereses: por un lado está el acceso público a la información y al conocimiento y, por otro, las garantías prestadas a los autores de determinadas obras o creaciones. De acuerdo con la abogada Sara Peralta, la propiedad intelectual se divide en derechos de autor y en propiedad industrial, esta última aplica para tangibles. De manera que conferencias como Lo doy porque quiero no son objetos de la propiedad industrial; sin embargo, sí tienen derechos de autor y es la única forma de protegerlas. Estos, a su vez, se clasifican en dos vertientes: derechos morales y derechos patrimoniales de la obra. Según María Alejandra Echavarría Arcila, abogada, magíster en Propiedad Intelectual de la Universidad Pontificia Bolivariana, los derechos morales no se pierden nunca, puesto que siempre le serán reconocidos al autor de la obra, mientras que en la Cultura libre los derechos patrimoniales “sí comienzan a sufrir cuando el autor no cobra por la publicación de su creación y yo, como usuaria, tengo acceso público a ésta”. De esta forma no se exigirían las remuneraciones o regalías que contienen los derechos patrimoniales. Tanto Echavarría Arcila como César Mazo, comunicador audiovisual e investigador en cibercultura, consideran “una utopía” pensar que todo funciona a través de una libre cultura y en creación colectiva. “Son totalmente justificables las medidas para proteger los derechos de creación, porque la filantropía es

ilusoria y más en un mundo como el nuestro”, asegura la abogada. El comunicador audiovisual, por su parte, se pregunta: “¿Hasta dónde hay que compartir para que sea justa la libertad de contenidos? ¿Los creadores y artistas pueden vivir de sus capacidades aunque no se pague por el acceso a sus obras? No lo creo, porque ¿de dónde sacan los recursos?”.

Licencias de creación colaborativa (CC) Las licencias Creative Commons (CC) surgen para que las obras o creaciones intelectuales lleguen fácilmente al público. Han crecido con la filosofía de Cultura libre, en la medida en que a través de éstas se contribuye en la difusión de múltiples obras sin tener que pagar grandes sumas de dinero y con la opción de modificar la obra y masificarla luego de aplicarle cambios. De acuerdo con María Alejandra Echavarría Arcila, las personas que licencian sus obras con Creative Commons deciden de manera voluntaria qué usos se le dan a su creación y qué requisitos se deben cumplir (uso, reproducción, comercialización). “Hay ciertos trámites, pero no tienen la rigurosidad que se encuentra en un contrato de cesión de licencia tradicional”. La ventaja que destaca Laura Betancur Alarcón en relación con estas licencias contenidas en copyletf, es que es un modo más flexible de proteger las obras, es que sólo son reservados algunos derechos, no todos, como en el caso de copyright. Por el momento, los resultados son inciertos, lo que es innegable es que ahora son más los que aprovechan la red para continuar con la propagación de una filosofía que durante la última década se ha fortalecido y hoy reúne a personajes de todos los ámbitos para compartir y, con ello, aportar a una sociedad con acceso más fácil a obras que la enriquezca como colectivo, con las licencias necesarias para aprender y retroalimentarse a través de la libre cultura.

Ilustración: Thomas Restrepo Cardona, Módulo Imagen Ilustrativa, Diseño Gráfico - UPB


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Yarumalito:

la escuela de la felicidad

Catalina Rodas Quintero / catarodasq@gmail.com

Investigar los hongos es una de las actividades preferidas de los niños. Mientras los buscan para fotografiarlos o dibujarlos, cuentan al profe sus hallazgos. Foto: Catalina Rodas Quintero.

Una escuela para soñar y sonreír pareciera sacada de la imaginación, pero al mundo se le voló un loco y apasionado profesor que quiso romper las estructuras tradicionales y convertir la educación en un juego. De allí que, en la vereda Yarumalito, del corregimiento de San Antonio de Prado de Medellín, existe la escuela de la felicidad. Después de un recorrido de 40 minutos desde el parque de Prado y de pasar cerca de casas campesinas, granjas porcicultoras, vacas, ojos de poeta y borracheros, mientras el sol se le va colando a las montañas y pintando el cielo de naranja, los 20 niños llegan a la escuela en buseta antes de las 7 a.m. para empezar a construir un conocimiento autónomo y contextualizado, junto con Ignacio Lopera González, o mejor Nacho, profe y director de la escuela Yarumalito. Entre cipreses y el sonido de los pajaritos se ve una casa multicolor, los muros de la escuela fueron pintados por sus habitantes estudiantiles con arcoíris, nubes, flores y animales. Los niños tienen entre seis y doce años, cursan desde primero hasta quinto y comparten el mismo salón. La escuela tiene dos aulas, una para la clase y la otra para el Museo natural, además de la cocina y la oficina de Nacho. Ignacio Lopera González es flaco, con el pelo castaño y los ojos cafés con bordes entre grises y azules. Es licenciado en Educación Especial de la Universidad de Antioquia. Al terminar los estudios se dedicó a la carpintería y a la colección de juguetes, “pero con la llegada de la apertura económica, empezaron a llegar juguetes mucho más bonitos y más baratos, por lo que obviamente la gente dejó de comprar en mi taller”. En el 2006 se presentó al Ministerio de Educación para el Concurso de Méritos y quería que le asignaran una zona rural para tener más libertad de

expresar sus sueños. Y comenzó a trabajar en Yarumalito, donde “encontré mi felicidad”. Quería que la educación tuviera impacto no sólo en los estudiantes, sino que también influyera en la comunidad, porque cuando llegó a la vereda se encontró con problemas de seguridad alimentaria y afectación en los ecosistemas, debido al monocultivo de pinos. Según Nacho, la mayoría de los terrenos de la vereda es propiedad de Cipreses de Colombia, que otorga unas casas en comodato, en las que los campesinos no pueden cultivar porque dañan la tierra para la industria de madera. Y su idea de impactar la comunidad se ha logrado. Un ejemplo para graficar lo dicho está representado en Alejandra Tobón, estudiante de 11 años, quien empezó sus estudios con dificultad porque no tenía un acompañamiento, pues su papá trabajaba todo el día y ni sus hermanos ni su mamá sabían leer, y ahora es la profesora de la familia. “Yo les estoy enseñando a leer, ellos ya están aprendiendo a reconocer las letras, lo que les falta es juntarlas”, cuenta Alejandra. Este es un caso de orgullo para Nacho, porque asegura que afianza la solidaridad en la familia.

Aventuras ¡Al salón, al salón!, es la voz de llamado para hacer el Momento común, que es un ritual de encuentro al inicio del día. Los niños cuentan sus historias cotidianas, sus experimentos e investigaciones; se comparte un cuento o se hace una relajación en el bosque. A lo largo de la jornada aparecen preguntas de los niños que son expresión de su curiosidad y espontaneidad: ¿En qué país es que le gusta la música a las culebras? ¿Por qué nuestro planeta se llama Tierra si tiene más agua?

En Yarumalito se busca que los niños disfruten la educación y reconozcan su territorio para que cuiden su fauna, su flora, su historia y su comunidad. Foto: Catalina Rodas Quintero.

Profe, adivine cuántas zanahorias me comí ayer. ¿En los satélites hay personas? ¿Por qué si Colombia tiene petróleo, acá venden la gasolina más cara que en otros países? ¿Cómo los ve pues? ¿Dentro de Marte qué hay? Profe, si a un astronauta le da diarrea, ¿qué hace? Nacho puso un video llamado Del átomo al universo, y cuando el viaje iba por la Vía Láctea, una niña preguntó: profe, entonces ¿dónde está mi diosito? Rata, murciélago, águila, gavilán, alacrán, cabeza de búho, pájaros, mariposas, cucarrones, marranos bebés, patas de gallina, patas de erizo, son los animales o partes de ellos que se encuentran en el Museo natural, ubicado en estanterías de uno de los salones. Los estudiantes y las personas de la comunidad llevan a la escuela los animales muertos que se encuentran en los caminos o en las montañas, con el fin de conservarlos y hacer un reconocimiento de las especies del territorio. La tenia que hay en el museo es una donación de un estudiante que entró al baño en la escuela, sin darse cuenta la expulsó y al verla se alarmó y comenzó a gritar: “¡Profe, profe, en el baño hay una culebra!”, Nacho la sacó del baño, y gracias al formol aún se conserva en uno de los estantes. También hay otro estante con nidos de gulungo, de colibrí y de tórtola. Los niños son expertos en el tema y explican a qué animal pertenece cada nido, y ciertas características como dónde los encontraron y cuántos pájaros podrían vivir en ellos. Una actividad que tienen en la escuela es la Ecogira, en la que los niños guían un recorrido por los nacimientos de agua de la quebrada Doña María y por los bosques nativos y de pinos. Han aprendido y explican a los visitantes que en el primero hay biodiversidad y cierran los ojos para escuchar el canto

de los pájaros y el sonido del viento. En el segundo los sonidos son escasos porque no hay tantos animales y explican el impacto de los monocultivos en la vereda. Otro de los proyectos que tienen en Yarumalito es La huerta de la esperanza. Arriba de la escuela hay un espacio dedicado a la siembra de especies alimenticias o medicinales y llevan desde sus casas las plantas que tienen sembradas sus papás. También construyeron el Álbum ambiental Yarumalito con fotografías de la fauna y flora de la vereda, tomadas por los niños con cámaras prestadas por la escuela. A los estudiantes autónomos se les premia con caramelos para que lo llenen. En este proceso encontraron una libélula que no había sido reportada en Colombia. El objetivo es “reconocer que la vida sucede allá afuera, para estudiar la vaca hay que ir a la vaca y no leerla como un concepto de libro”. Como complemento del álbum, para la generación de conciencia ambiental, está la campaña de reciclaje llamada Cuidemos el planeta. Llevan el material inorgánico de las casas para clasificarlo y venderlo, “el planeta te lo agradece”, repiten cada que un niño lleva algún material. Con estas acciones lo que busca Nacho es “liberar a los niños de la escuela porque lo que hace es devolverle al Estado seres aplacados. Yo quiero seres críticos y una educación que transforme la cultura y dignifique la existencia humana; una escuela democrática, con estudiantes empoderados de su territorio para que lo defiendan”. Y a pesar de que defensores de la educación tradicional ven a Yarumalito como una escuela sin sentido porque “para qué ir al bosque a buscar hongos o mariposas”, él cree que la única forma de transformar esta Colombia es a través de cada niño curioso que quiera investigar, “yo prefiero cuadernos vacíos pero mentes llenas”.


16 Reportaje gráfico

UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA CONTEXTO No. 36 Abril 2013

Cielos en el atardecer Pablo Andrés Monsalve Mesa

/ pablo_monsalve007@hotmail.com

Rojos, amarillos, rosados, morados, azules y otras tonalidades despiden el día. Cuando entra la noche, en las diferentes regiones del mundo, el sol, las nubes y la atmósfera convierten el cielo en un gran lienzo que, día tras día, se transforma en una obra de arte que nunca será igual. Estos son atardeceres en Colombia, Brasil, Bolivia y Perú. Lo mágico es que todos son distintos. Sin embargo, creados por el mismo sol y el mismo cielo.

Cuando se mira con calma una puesta de sol en el mar, en las montañas, tras un bosque o desde nuestra propia casa, el alma y la mente se dan un descanso y el ojo se maravilla con la energía que rodea a la tierra. Detengámonos por cinco minutos y asombrémonos con una pintura que nunca se repetirá.

Amazonas, Brasil

Amazonas, Perú

La Guajira, Colombia

Salar de Uyuni, Bolivia

El Carmen de Viboral, Colombia


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