PERIODISMO UNIVERSITARIO
ISSN 1909-650X
El periódico de los estudiantes de la Facultad de Comunicación Social-Periodismo
Medellín, mayo - junio de 2016
No. 53
Distribución gratuita
Foto: Lina Viviana Castañeda Tabares
NO ES UN JARDÍN DE ROSAS, PERO TIENE PERFUMES DE ESPERANZA Apegados a los factores del clima, la tierra, hasta la luz del sol, los pequeños floricultores de La Ceja y Santa Elena dan lecciones de perseverancia y convicción al conservar los modos tradicionales en el cultivo de flores tipo exportación, sin agroquímicos, preocupados hasta por la belleza del paisaje, apegados a la bondad de la naturaleza y de un milagro que les traiga el agua que necesitan. Se está yendo El Niño, pero sus efectos quedan. En esta edición de Contexto conozca también las alternativas que están encontrando los productores agrícolas apegados al cultivo orgánico de sus productos para tener quién compre su producción, resistiendo los embates de la producción masiva y
la importación a destajo que ponen en riesgo no solo su modo de subsistencia, sino el acceso de los habitantes de Medellín a alimentos saludables que preserven también nuestra tradición culinaria. Conozca un lugar que esconde los sabores del Perú en el rincón de una plaza de mercado, el oficio de los soldados y caninos dedicados al desminado humanitario, así como las historias de quienes ofrecen lecturas en libros leídos en Medellín y los esfuerzos del cine colombiano por formar un público fiel en esta ciudad, a la que también, gracias a un reportaje gráfico, podrá verle en detalle el paisaje que la adornó en el último día sin carro.
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Opinión
A propósito del aire en Medellín Del Grupo de Investigaciones Ambientales UPB
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Este tiempo
Autodefensas gaitanistas, ¿señales armadas por la paz? De la Red de Medios Universitarios de Medellín
10 Rostros
En la lupa del investigador Una charla con Alberto Donadio sobre su tema de trabajo más reciente y la labor del periodista
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OPINIÓN
UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA
CONTEXTO No. 53
Mayo - junio de 2016
A PROPÓSITO DEL AIRE EN MEDELLÍN Juan Daniel Martínez Ángel, María Victoria Toro Gómez* Grupo de Investigaciones Ambientales, UPB
ESTAMOS ABRIENDO LA RED.
La acumulación de contaminantes en el aire de la ciudad, cambió el paisaje. Foto: Contexto.
gases liberados en su combustión reaccionan rápidamente en la atmósfera, dando lugar a los denominados aerosoles. Estas partículas son especialmente nocivas para la salud ya que pueden llegar a la zona de intercambio de gases del pulmón, llevando sustancias cancerígenas a través del sistema circulatorio. Si bien no se conoce el umbral de PM2.5 por debajo del cual no existan tales efectos, la normatividad colombiana recomienda concentraciones medias diarias inferiores de 50 µg/m3, mientras que la Organización Mundial de la Salud (OMS) establece una concentración límite de 25 µg/m3. En este sentido, es importante mencionar que existen varios estudios que evidencian cómo la exposición por partículas finas procedentes de procesos de combustión afectan directamente la morbilidad y la mortalidad de la población. Consciente de esta problemática, que no solo se presenta en la ciudad sino también en otras metrópolis del país, el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible actualmente se encuentra modificando la norma nacional. Los episodios de contaminación evidenciados en el Valle de Aburrá se atribuyen a diferentes aspectos que entraron en sintonía en el pasado mes de marzo. Aunque es cierto que las características geográficas del Valle no permiten la ventilación y evacuación rápida
de los gases y partículas, se vio además que la modificación climática ocasionada por El Niño y que se prolongó por varios meses, ocasionando un largo verano con viento muy débil, influyó de manera importante en el estancamiento de las mencionadas sustancias. Así, la ciudad vivió de primera mano cómo fue obstaculizada la evacuación no sólo de PM2.5 sino también de otras substancias de carácter contaminante (como el NOx, el SO2, y la amplia gama de hidrocarburos (HC) que igualmente se liberan a la atmósfera en un proceso de combustión, y de los cuales poco se ha hablado pero que también repercuten de manera negativa en la salud del habitante metropolitano). Adicional a las condiciones ambientales de ese momento y a la aparición de incendios que igualmente influyeron en el aumento de la concentración de estos contaminantes, es necesario resaltar que dichos episodios reflejan una problemática que cada vez va incurriendo y consolidándose de manera acentuada en la ciudad. Por ejemplo: una movilidad altamente motorizada por vehículos de combustión interna, y el bajo nivel tecnológico de los vehículos pesados (principalmente buses, volquetas y camiones), que adicionalmente circulan por todas las calles de la ciudad sin nin-
gún tipo de restricción, debido a que la norma nacional de emisiones no permite aplicar medidas que impidan su desplazamiento, cuando en una ciudad debidamente organizada deberían haber circuitos especiales de tránsito para estos vehículos. A lo anterior, se le suma la conducción agresiva no sólo de los vehículos pesados y que se evidencia día a día en el transporte público urbano, sino también de algunos vehículos livianos, que dispara el consumo de combustible y las características de las emisiones. Aceleraciones y detenciones bruscas y repentinas, influyen de manera directa en el comportamiento del motor y, en consecuencia, en la cantidad y la calidad de las emisiones. El simple hecho de conducir a partir de velocidades más bajas y más constantes, y el mantener distancias respetuosas entre los otros vehículos (con el objetivo de alcanzar una apropiada reacción frente a las paradas) reduce considerablemente las emisiones contaminantes y la probabilidad de accidentes de tráfico, así como la contaminación acústica y el desgaste de los componentes del vehículo. Adicionalmente, existe un ahorro más que considerable de combustible, que en todos los casos beneficia la economía del conductor. Todo lo anterior cobra mucha más importancia cuando en nuestro país la obtención de la licencia de conducción no implica una evaluación teórica ni práctica de los mínimos conceptos de funcionamiento del motor y de los códigos y normas de tránsito motorizado. Aun así, y gracias a la colaboración de la ciudadanía, las medidas implementadas durante el episodio de contaminación mostraron una reducción importante de las concentraciones de contaminantes. *Docentes, investigadores del Grupo de Investigaciones Ambientales, Universidad Pontificia Bolivariana, Circular 1ra N°70-01. Bloque 11, piso 2.
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Estamos en contacto, estamos en contexto
Mateo Sepúlveda
El pasado mes de marzo se vivió en la ciudad lo que se denominó “la Contingencia Atmosférica”, la cual fue identificada por la red de monitoreo de la calidad del aire REDCAM, del Área Metropolitana del valle de Aburrá (AMVA), que cuenta con cerca de 20 puntos de monitoreo de concentración de gases contaminantes (O3, CO, SO2, NO2) y partículas. Específicamente, las ocho estaciones responsables del registro de material particulado menor a 2.5 micras (PM2.5), reportaron por algunos días consecutivos la alerta roja. Lo anterior se debió a que el índice de calidad del aire (ICA), parámetro que conjuga los niveles de concentración de los mencionados gases y partículas con los tiempos de exposición, superó los límites establecidos por la norma colombiana (resolución 610 del 24 de marzo de 2010). ¿Pero qué es el material particulado inhalable PM2.5? Para tener una idea, podemos tomar como referencia un cabello fino cuyo diámetro está en torno a 25 micras. Así, el PM2.5 es diez veces menor que dicho cabello, pudiendo ser categorizado como inhalable debido a que cuando respiramos puede llegar hasta el nivel alveolar (el ser humano respira aproximadamente 6 litros de aire por minuto). Estas partículas proceden principalmente de los procesos de combustión tanto en algunos procesos industriales (denominados fuentes fijas) como en fuentes móviles, es decir, motocicletas, automóviles y los vehículos denominados como pesados (buses, volquetas y camiones). Aunque depende de muchas variables, se acepta generalmente que la emisión directa de PM2.5 es mayor en los vehículos que utilizan combustible diésel (vehículos pesados). Aun así, los vehículos livianos que convencionalmente trabajan con gasolina, aunque emiten menos cantidad de PM2.5 en comparación a los vehículos pesados, contribuyen al aumento de la concentración del PM2.5 en el aire ya que los
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EDITORIAL
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CUANDO HAY QUE ALZAR LA VOZ periodico.contexto@upb.edu.co
El ritmo de los temas que aparecen en la agenda de los medios es frenético e implacable: la polémica de ayer, suele no tener relevancia frente a la noticia de hoy, el “rifirrafe” de mañana o el triunfo deportivo de las últimas horas. Por eso, del escándalo no pasó el episodio en el que, con volantes y la promesa de “algo de dinero extra y rápido”, un “gringo recién llegado a Medellín”, buscaba mujeres bonitas, mayores de 18 años. Los volantes habrían logrado repartirse en el campus de la UPB y no se supo de otros lugares. Por esos días, la Policía Metropolitana anunciaba operaciones contra redes de prostitución y expendio de drogas en los alrededores de centros educativos ubicados sobre la avenida Las Vegas, al sur de Medellín. En complemento, para muchos está fresco el recuerdo de la reacción al reportaje de la televisión inglesa que se hizo famoso por el apelativo de “El burdel más grande del mundo” que lanzara uno de los entrevistados. En todos los casos surgieron diversidad de opiniones, las plataformas de Internet amplificaron la polémica, hubo pronunciamientos oficiales que buscaron poner orden a la situación. Una de las posturas frente al tema que aparece con frecuencia, y que la sucesión de antecedentes de algún modo ilustra, es que no es novedad que la prostitución rodee el ambiente de las universidades y la vida de algunos de sus estudiantes. De hecho, con franqueza hay que decir que el tema y todo lo que se le relacione, despierta frecuentemente el interés de estudiantes de periodismo, cuyos reportajes, crónicas y entrevistas, producidos como trabajos de clase, buscan conocerlo, escuchar a sus protagonistas y sus historias, al punto de que se vuelven un lugar común, pero también logran mostrar los fenómenos en todas sus facetas. Precisamente, una de esas investigaciones se refiere a quienes como trabajo hacen sesiones de sexo virtual, en un negocio cuyos principales empresarios calculan que se encuentran incorporadas alrededor de 15 000 personas en Medellín. Incluso, para mediados de este año se proyecta en Cartagena una feria que convoca a clientes y proveedores de todo tipo de productos y servicios requeridos por el sector que ya conocido como de entretenimiento para adultos: desde ropa y accesorios, hasta software y hardware.
El periódico de los estudiantes de la Facultad de Comunicación Social - Periodismo
La industria asociada al sexo es una realidad innegable y, como se ha visto, divide opiniones. Por otro lado, el mismo trabajo periodístico permite a los estudiantes conocer sin filtros las múltiples realidades que gravitan en torno a esos oficios y esos negocios, relatos en los que aparecen preguntas sobre el verdadero valor del dinero, sobre el sujeto, los valores en los que se sustentan las decisiones que toma. Precisamente, ante los antecedentes y las magnitudes del fenómeno, en diferentes momentos de su historia, desde este laboratorio hemos acompañado muchos de esos ejercicios periodísticos, por considerar que se trata de herramientas para la toma de posturas informadas. ¿Por qué alguien llega a comunicar masivamente su oferta para comprar relaciones o amistades de mujeres jóvenes y bonitas? ¿Cómo llega a ser posible un evento masivo e internacional dirigido al llamado entretenimiento para adultos? ¿Por qué la oferta y demanda de servicios sexuales no es para muchos una novedad? Debe haber respuestas que necesitan reflexión y debate. Hay que recordar que la prostitución en Colombia no es un delito. Por otra parte, un detalle del episodio de los volantes que tal vez no quedó en la memoria de las audiencias es que fueron precisamente las convocadas las que pasaron la voz de protesta contra lo que era en su concepto, un exceso que generalizaba y que atentaba contra lo que para ellas significa un campus universitario. Con el temor persistente para hablar de estos asuntos, hicieron voz en las redes sociales para expresar su rechazo a los hechos. Eso es lo que desde estas líneas queremos destacar: existe la posibilidad de alzar la voz para sacar del paisaje un asunto que es necesario discutir, resistirse a la generalización y salir de la respuesta cómoda e inútil según la cual siempre tendremos doble moral. Por ello, valga precisamente la invitación a que se escuchen las voces para discutir y debatir, para que no haya doble moral, para que cada quien construya una, fortalecida por el debate respetuoso, abierto y sintonizado con la realidad. Qué bueno que el periodismo tenga un papel en ello y qué mejor que la inquietud de los periodistas más jóvenes esté orientada para poder asumirlo.
COMIENZA EL INTERCAMBIO EN LA RED DE MEDIOS UNIVERSITARIOS DE MEDELLÍN A partir de esta edición, ustedes, amables lectores de Contexto, encontrarán un espacio que permanentemente dedicaremos al producto del intercambio con los medios que conformamos la Red de Medios Universitarios de Medellín. En esta edición, los invitados son nuestros colegas de De la Urbe, quienes han preparado especialmente un informe que nutre la mirada sobre el conflicto con las autodenominadas Autodefensas Gaitanistas de Colombia, grupo conocido también como Clan Úsuga y como Los Urabeños. Por su parte, Contexto participa en la edición número 30 del periódico Sextante de la Fundación Universitaria Luis Amigó, con un informe sobre los espacios educativos que la juventud organizada ha abierto en la ciudad. Esperamos que este intercambio enriquezca tanto la oferta para nuestros lectores como lo hace con la experiencia formativa de nuestros periodistas universitarios. Este es motivo suficiente para persistir en la consolidación de la Red e invitar a todos los medios universitarios y estudiantiles de Medellín y el país a ponerse en contacto con nosotros y abrir los horizontes de intercambio. Nuestro correo es periodico.contexto@upb.edu.co
Miembro de la Red de Medios Universitarios de Medellín. Rector: Pbro. Julio Jairo Ceballos Sepúlveda / Decano Escuela de Ciencias Sociales: Ramón Arturo Maya Gualdrón / Directora Facultad de Comunicación Social-Periodismo: María Victoria Pabón Montealegre / Coordinador del Área de Periodismo: Juan Manuel Muñoz Muñoz / Dirección Contexto: Joaquín A. Gómez Meneses / Fotógrafas: Margarita María Restrepo • Sara Vega Escobar • Mariana Restrepo Franco • Camila Arango / Redactores en esta edición: Juan Diego Posada Posada (De la Urbe) • Juliana Gil Gutiérrez • Lina Viviana Castañeda Tabares • Christian Felipe Guerra P. • Alejandra Ceballos Lopera • María Camila Salazar Ruiz • Yorley Ruiz Manco • María Fernanda Aristizábal / Foto portada: Lina Viviana Castañeda Tabares / Diseño: Estefanía Mesa B. • Carlos Mario Pareja P. / Corrección de textos: Editorial UPB - Dora Luz Muñoz Rincón / Diagramación: Editorial UPB / Impresión: La Patria // Universidad Pontificia Bolivariana • Facultad de Comunicación Social - Periodismo / Dirección: Circular 1ª Nº 70 - 01 Bloque 7 Oficina 401 / Teléfono: 354 4558 / Twiter: @pcontexto / Correo electrónico: periodico.contexto@upb.edu. co / ISSN 1909-650X.
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OPINIÓN
¿Desde cuándo es un servicio? Ana Cristina Tobón Pérez – anacristina_165@hotmail.com
A mediados de abril viajé a Mompox, un pueblo colonial y hermoso en el sur de Bolívar, que sin duda enamora al que llega. El lugar es una pequeña versión de nuestro país: cálido, amigable, bellísimo, con personas increíbles y con un pésimo servicio de salud.
Todos somos iguales María Mónica Gómez Salas – mariamonicagomez.12@gmail.com
Claro que recuerdo ese periódico, me inquietó una noticia que decía: “Corte votó a favor del matrimonio entre parejas del mismo sexo”. Con este título me puse a pensar que solo en el ‘más allá’, como usted se lo quiera imaginar, es en la única parte donde todos somos iguales y, aunque esta normativa implica un avan-
Breve tratado del amor Luis Felipe Gaviria Gil – luis.gaviriag@upb.edu.co
Mateo Sepúlveda
Amor: nada más común y a la vez huidizo en estos tiempos. “Te amo”, se dicen miles a cada instante y en todo lugar. A donde quiera que se mire, el sentimiento parece brotar por voluntad propia, como una fuerza que nos impulsa a crear apegos, regocijos y sufrimientos a nuestro alrededor. Y sin embargo, nada más antinatural que el amor. Antinatural porque, a fin de cuentas, es una creación humana, quizás la más humana de todas las creaciones. Refugio de soledades, es también excusa para justificar la ansiedad de la carne. Por eso, su génesis y posterior explosión están siempre condicionadas a las
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Así es. Me enfermé, y casi que inconsciente, entré al centro de salud más importante del pueblo. Mi acento paisa, que es innegable, y un carné de una buena universidad, me ayudaron para recibir la “mejor” atención que podría tener alguien en un pueblo escondido de Colombia. Gracias a Dios corrí con suerte, pero la señora embarazada, el niño de cinco años y el señor con un hombro dislocado, sí tuvieron que esperar un buen rato, aunque habían llegado mucho antes que yo. Esta es Colombia: puro realismo mágico, porque, aunque increíble, es real. En los baños no había papel higiénico y la puerta con bregas cerraba, las camillas estaban más sucias que el mismísimo suelo y las enfermeras, mientras colocaban un catéter, conversaban y comían bombón de coco. No es que me queje por la atención recibida. Como digo, corrí con suerte. Pero ¿y los momposinos comunes? ¿O debería decir colombianos?, porque al parecer la crisis de salud en el país no se vive solo en
los pueblos. Y, como ellos, seguramente muchos ancianos, niños y mujeres pobres agonizan mientras esperan por un acetaminofén. ¿Desde cuándo empezó a ser la salud un servicio?, la salud que por sí misma es un derecho, al tiempo responde al que considero el mayor de los derechos: la vida. Sin embargo, aquí en Colombia es más importante hacer de todo un negocio lucrativo, pasando por encima de los demás. Allí, mientras me atendían, me corrían las lágrimas; no por el dolor, sino por la impotencia de ver una realidad que nunca me había tocado pero que a millones de colombianos se les ha convertido en el pan de cada día. Y para quien todavía dude de esta realidad porque tiene medicina prepagada o doctor en la familia, lo invito a que se vea “Paciente” un documental colombiano que seguramente pocos conocerán porque toca otro de los tantos temas “sensibles” en nuestro país.
ce, no se puede olvidar que el sexo aún está mojado de prejuicios, es un heredero de viejos y tormentosos calificativos que durante siglos han sido sodomizados. Celebro la homosexualidad, celebro la diferencia, celebro que usted y yo seamos dos extraños unidos por la condición humana, celebro esta ley que solo es una pieza más del rompecabezas macabro que han tenido que atravesar las personas homosexuales, pues la misma sociedad y la cultura nos han programado para verlos como los raros, los extraños, pero hay que recordar que tras esta ley habitan seres que han sido esclavos del rechazo, personajes hechos de carne y hueso, perfumados como usted y yo, gritones en la cama como todos, risueños como el papa y engañados como el mundo entero. Pero gracias a las fuerzas divinas, o no sé a quién, las matemáticas se alinearon, seis votos contra tres fueron los necesarios para que La Corte Constitucional en Sala Plena tumbara la ponencia del magistrado Jorge Pretelt que negaba celebrar
matrimonios igualitarios en el país. Un golpe a la hegemonía conservadora, a los religiosos ortodoxos y a todos aquellos de mentes cerradas ¿será que a todos nos tocará ser godos para poder ser aceptados? No lo sé, pero la Ley es un paso, es el reconocimiento de los derechos de los homosexuales como miembros de una democracia. Se subestima a los gays y a las lesbianas, cuestionan su vida, incluso si en su cabeza existe un cerebro, pero parece que no se recordara que La Gioconda fue pintada por Leonardo Da Vinci, quien sentía empatía por la homosexualidad, que la informática moderna de la que tanto disfruta la gente tuvo como principal precursor a Alan Turing, un gay declarado, que Chavela Vargas era lesbiana y la talentosa Frida Kahlo, bisexual. Qué más necesitamos para reconocer que los homosexuales han dejado aportes al mundo, iguales a los suyos y a los míos, o tal vez, superiores. Ellos son un edificio de sueños, risas y lágrimas, tan fuertes como todos y tan frágiles como ninguno.
reglas de la cárcel de la razón. “Amor libre” debería ser una redundancia y, no obstante, la historia y los días que corren, nos muestran que más bien es una contradicción. Razas, leyes, credos, clases sociales, costumbres e incluso la imposición de un canon de la estética humana, le impiden al amor surgir con la plenitud y el vigor que le son inherentes. Su aparición suele darse, en cambio, a través de fisuras sociales; pasando, gota a gota, por ese filtro henchido que llamamos cultura. No es la Providencia, ni la gracia natural, sino el ímpetu de los amantes lo que lo lleva a desbordar las molduras que el hombre le impone. Lo anterior es especialmente cierto para el amor pasional. Hasta hace relativamente poco, Occidente rechazaba cualquier expresión de este que se saliera del sistema hombre-mujer. Aún hoy, gran parte del mundo considera un crimen, un pecado y una enfermedad desear a alguien del mismo sexo. El amor sigue siendo, como se ve, una experiencia esencialmente inaccesible. Se puede amar pero en secreto: manteniendo las discreciones y reservas del caso. El amor cambia a las personas, pero no transforma sociedades. Su poder rara vez trasciende el plano íntimo y pocas causas que lo tengan como bandera prosperan entre los hombres. ¿La razón? Somos incapaces de reflejarnos en él. Le tememos
porque es una mirada al propio interior. Un vistazo a un abismo que, intuimos, está lleno de frivolidades. Por eso hacemos el amor. Y al otro día los deshacemos. Mención aparte merece el amante. Figura poética y trágica al tiempo, pocas cosas nos parecen más cercanas a la locura. El amante es alguien descarnado, que transgrede los protocolos y se entrega a un frenesí de emociones que culminan en su desgracia. No razona: es presa de su deseo y de su culpa. Una parte suya ansía y otra rechaza el objeto de su pasión. Finalmente, no puede concebir su actividad ajena al pecado y la sanción. Su complacencia reside, así, en una contradicción: tomar por ilícito un gesto que aunque no lo es para sí, sí lo es para los otros. Vaya paradoja. Aunque ningún historiador puede negar el fin de la época romántica, seguimos concibiendo el amor bajo categorías decimonónicas. Hoy amar, más que un acto loco, se ha convertido en un grito de anarquía. La cultura contemporánea lo aísla y condena. Sin embargo, él surge para llamarnos a la unión con la otredad; una relación que siempre se ha evitado, y que nos ha llevado a la negación de nuestro ser. En una sociedad que ha fetichizado todo, el amor —sentimiento y erotismo— ha terminado por convertirse en un mito que el hombre creó y racionalizó pero no humanizó.
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Especial de la Red de Medios Universitarios de Medellín
AUTODEFENSAS GAITANISTAS, ¿SEÑALES ARMADAS POR LA PAZ? Juan Diego Posada Posada / jdposadap@hotmail.com Periódico De la Urbe. Especial para Contexto
El pasado 31 de marzo, las autodenominadas Autodefensas Gaitanistas paralizaron 8 departamentos y 38 municipios del país por medio de comunicados y mensajes amenazantes. La situación no es nueva para el país. Con este, son tres los paros armados que el grupo armado ilegal ha concretado. ¿Cuál es el fin de su presencia armada? Cuando Darío Antonio Úsuga entró a engrosar las filas del EPL en 1987 era tan solo un adolescente. Llegó a ese grupo guerrillero junto con su hermano Juan de Dios, tal vez por la necesidad de justicia, tal vez por simples decisiones de juventud. Sin embargo, las condiciones cambian y la vida de estos dos hermanos terminó por ponerlos en el campo político del rival. En menos de una década, los Úsuga ya habían sido parte de dos guerrillas (EPL y Farc) y se habían posicionado, finalmente, en el lado paramilitar bajo el mando de los hermanos Castaño Gil. Influenciados por la desmovilización de las autodefensas, deciden, junto con otros relegados, iniciar un grupo armado. Algunos los llaman Urabeños, otros Clan Úsuga y, finalmente, Autodefensas Gaitanistas. Hoy, el Estado ofrece 3 000 millones de pesos por Darío, mejor conocido como “Otoniel”, quien es la cabeza de toda la organización. El 15 de octubre de 2008, ese grupo armado se tomó algunas partes de Apartadó, Carepa, Turbo, la Costa Atlántica y el Magdalena Medio con la intención de hacer presencia y presentarse ante el país como “autodefensas”. Aparentemente, un residuo de aquellas pequeñas facciones que la Ley de Justicia y Paz no pudo abarcar. Otros, simplemente reincidentes. Para la época, el Gobierno reconoció al grupo como “estructura de crimen organizado” e incluso lo vinculó con las guerrillas y sus actividades en narcotráfico. Pero la realidad que exponían en sus comunicados era otra. Querían un nuevo Estado, uno que pudiera garantizar “derechos”, aunque en la práctica fuese lo contrario. En enfrentamientos con la policía, el 1 de enero de 2012 cae abatido Juan de Dios Úsuga David, alias “Giovanni”, el segundo al mando de la estructura paramilitar y hermano de “Otoniel”. Para demostrar su poder y rendir homenaje a su cabecilla caído, los Urabeños ejecutan un segundo paro el 4 y 5 de enero de ese mismo año. Esta vez, su rango de acción se agrandó tanto que, incluso, algunos panfletos llegaron al casco urbano de Medellín. Un año después, el 24 de abril de 2013 y en medio de un operativo militar, Francisco Mórelo Peñate, alias “Negro Sarley”, otro de sus cabecillas, cayó abatido. Sin embargo, esta vez no hubo una retaliación por parte del grupo armado. El Gobierno, de nuevo, condenó al grupo armado y lo calificó como delincuente.
Aún con los fallidos intentos en los gobiernos de Gaviria y Pastrana por conversar con las guerrillas, y fiel a su proyecto de paz, el 4 de septiembre de 2012, el Gobierno inició formalmente los diálogos de paz con las Farc y recientemente, el 30 de marzo, concretó una mesa de negociación con el ELN. Justo después del anuncio de las negociaciones con este último actor armado, los “Gaitanistas” realizaron un tercer paro armado, el 31 de marzo de este año, reivindicando al “Negro Sarley”. Este paro, curiosamente, tardó tres años en gestarse y se da un día después de que todos los actores armados ilegales han iniciado procesos para llegar a la paz. En esta ocasión, no solo llegaron panfletos a Medellín. En el barrio Belén, hombres encapuchados incendiaron uno de los alimentadores del Metro y bastaba bajarse de los buses en los barrios del sur y occidente de la ciudad para encontrar las siglas de AGC a modo de grafitis en las fachadas y muros. El resultado: 8 departamentos afectados por parálisis localizadas. Aunque su demostración de poder es evidente y agresiva, sus pretensiones políticas consignadas en sus comunicados es distinta: el cuarto punto de su último panfleto menciona sus “anhelos de paz”, la “terminación del conflicto” y la solicitud de una “salida digna” para sus integrantes. Parece que, además de hacer presencia, estas autodefensas tratan de enviar un mensaje directo al Gobierno. Y, aunque no es muy claro, tratan de decirle al Estado que quieren salir del conflicto por medios de paz, al igual que los otros grupos armados lo están haciendo. El analista y politólogo Ariel Ávila, asegura que, en efecto, las autodefensas están en búsqueda de una salida negociada del conflicto. Según Ávila, estos grupos no saben que significa “salir a negociar” y desde el gobierno y la sociedad, hay más una búsqueda de sometimientos la justicia, que de negociar la paz. “Yo creo que ellos están viendo eso del proceso de paz en La Habana como una oportunidad para meterse, no precisamente en el proceso, sino a algún tipo de negociación con el Gobierno”, comenta el analista y añade que “el gobierno está mandado el mensaje de no hacer una negociación como la de las Farc, pero el sometimiento a la justicia lo van a terminar haciendo”. Al parecer, las últimas acciones del grupo ilegal buscan, de alguna forma, ejercer poder sobre las regiones y
En menos de diez años, los Úsuga ya habían estado en el EPL y las Farc, antes de incorporarse a las autodefensas de los Castaño Gil. La medida de fuerza impulsada el 31 de marzo por el grupo bajo su comando, incluyó la quema de varios vehículos en la vía que de Medellín conduce a la Costa. Foto: @atccomunica
exponerse frente al Estado como una de las instituciones que dice “presente”, con la cual debe tener cuidado y, por ende, negociar. Este medio de comunicación habló con Claudia López, senadora por el Partido Verde, quien considera que el grupo es una “amenaza”, pero que no debe negociarse con él y mucho menos incluirlo en un proceso de paz. La senadora hace énfasis en que incluirlos dentro de un proceso sería darle un estatus político a una banda delincuencial. “Estos tipos deben ser perseguidos con todo el rigor de las fuerzas militares y de policía o someterse a la justicia y ofrecerle toda su cooperación para desmontar su estructura criminal”, explica López. Para la congresista, estos grupos no tienen “ningún objetivo político”, pues sus hechos están basados en acciones delictivas. Además, concluye que, una vez firmada la paz, el Estado podrá concentrarse en su totalidad para reducirlos. Juan Diego Restrepo, director de Verdad Abierta, comenta que no es muy clara la posición política que estos grupos tratan de asumir con respecto al paro armado, pero por la percepción que dan sus panfletos, expresan una inclinación por el proceso de paz. Según el periodista, las autodefensas tienen otros canales para comunicarse con el Gobierno, por ejemplo el uso de abogados, pero aún no se manifiestan por medio de ellos. Al igual que Claudia López, el senador del Polo Democrático, Iván Cepeda, concuerda en que estas estructuras paramilitares no tienen y no deben tener estatus político, aun cuando han perpetrado crímenes políticos o con fines políticos.
En cuanto al proceso de paz, Cepeda afirma que es “probable” que el grupo esté buscando un sometimiento a la justicia porque “no hay otra cosa a la que puedan aspirar”. Entre otras cosas, el senador del Polo argumenta que una negociación solo debe darse con aquellos actores que están en contra o insubordinados con el Estado, no con quienes han estado a favor, haciendo referencia al origen de estos grupos paramilitares. “Pueden someterse a la justicia, pero de ninguna manera aspirar o tener la pretensión de una mesa de conversaciones o de una negociación y eso lo saben bien sus jefes”, asevera el parlamentario. Por otro lado, el senador del Centro Democrático, Daniel Cabrales, al igual que sus colegas del Congreso, afirma que estos grupos ilegales deben ser sometidos a la justicia, pero considera que se debería abrir el debate sobre la justicia transicional y si puede ser usada en este caso. Resalta, también, que estos procesos no deben generar impunidad y deben garantizar la no repetición, verdad y reparación. Cabrales, oriundo de Montería, uno de los municipios más afectados, insiste en que incluirlos en un proceso de paz sería darles impunidad, además de elegibilidad política. Al igual que sucede hoy con las guerrillas. Las intenciones, por el momento, se encuentran divididas y la búsqueda de la paz, después de tantos años en conflicto, resulta inminente para el gobierno de turno. Los ataques hacia la organización recientemente se han intensificado y solo queda esperar, en este caso, quien va ceder primero, si el diálogo que parecen proponer los ilegales o la no negociación por parte del Estado.
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ROSTROS
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Detección y destrucción de explosivos
UN OFICIO A TODO RIESGO Juliana Gil Gutiérrez – julianagil95@gmail.com
“Paso asegurado, paso dado”: esa es la premisa de los soldados que buscan minas en los campos del departamento. Por las tierras que pisan los campesinos y en donde grupos armados al margen del al ley han sembrado artefactos explosivos – más conocidos como minas antipersonal – hoy caminan grupos de soldados que buscan detectar y desactivar las minas para que, de nuevo, las personas que hacen parte de la sociedad civil puedan recorrer el territorio. No se trata de un trabajo nuevo, sino que el Ejército ha entrenado grupos de soldados que se preparan para enfrentar con cada paso el peligro de una explosión que sería, para todos ellos, letal. Van en grupo, jamás solos. Con el comandante a la cabeza y un perro atento que olfatea cada espacio en busca de cualquier indicio de que cerca, algo puede explotar. En el Batallón de Ingenieros N°4 General Pedro Nel Ospina, ubicado en Niquía, a pocos minutos de la capital de Antioquia y otros cuantos de la zona rural del departamento, se entrenan los soldados destinados a realizar los procedimientos antiexplosivos. El desminado militar es diferente al desminado civil humanitario. El primero es una estrategia que se ha desarrollado durante años, con pelotones de soldados profesionales entrenados para desempeñar esta labor en zonas de conflicto; el segundo, es un término que tomó fuerza a principios de 2015, cuando el gobierno y las FARC acordaron despejar los territorios donde están sembradas y ocultas minas antipersonal, un término que se escucha en las noticias y en las discusiones políticas, pero que conocen más quienes viven en áreas rurales y no caminan tranquilos por el miedo a que, como dice la canción de Juanes, una mina les desbarate los pies.
Bronco es un perro especializado en detección de explosivos. Generalmente sus pares son hembras de la misma raza, preferida por su fácil adaptación a la tarea. Foto: Margarita Restrepo.
darlo, no hay certezas – caminó por semanas y meses las tierras llanas del Meta y esas montañas de Antioquia que tienen picos que se pierden en las nubes, hasta que la experiencia lo llevó a ser auxiliar de entrenamiento de los soldados profesionales que trabajan en el desminado militar. Con alivio cuenta los pasados 7 años de su vida profesional, en los que se internaba por seis meses continuos en la Sierra de la Macarena (Meta) lugar de paisajes que él no olvida, donde la selva del Amazonas se encuentra con el bosque Andino y la región de la Orinoquía. “Había días en los que nos tocaba levanLas botas del soldado Pedro Ángel Ruíz Palacios han tarnos a las 3 de la mañana porque teníamos el agua pisado tanta selva, campo y bosques como ha sido a la cintura. Era muy bonito, pero muy duro”. Pedro posible en sus casi 20 años de experiencia en servicio, Ángel recuerda que, como el terreno era tan plano y que lo han llevado a los lugares de Colombia donde con poca vegetación, él y su tropa tenían que atrave“solo hay guerrillas y Ejército”. De pasito en pasito, sí, sar los campos a media noche para que “el enemigo” de a poco, porque – si no asegura un paso antes de no los sorprendiera. Cuando ingresó como soldado profesional, patrullaba en las unidades que desde finales de la década de los 80 recibían el nombre de batallón contraguerrilla y que tenían como función el combate con las FARC, el ELN y lo que para esa época era el M19. Ahora estos grupos llevan el nombre de Batallón de Combate Terrestre y su nueva misión es entrenar a miles de soldados en servicio. Después de tantos pasos dados en el campo, artefactos explosivos desactivados y meses sin poder recibir una carta o llamada de su padres, esposa y tres hijos, hoy este hombre de 39 años y a 5 meses de recibir su jubilación, se encarga del entrenamiento y reentrenamiento de los soldaEl entrenamiento del personal a cargo del desminado se adapta a los diferentes tipos de dos jóvenes que tendrán minas y mecanismos de activación que existen para las mismas. Foto: Margarita Restrepo. la misma función que él
En el campo no todo se vale
desempeñó con orgullo durante lo que el reconoce como su “servicio al país”. Jamás tuvo la oportunidad de auxiliar a un combatiente del otro bando en el terreno de batalla, pero asegura que lo hubiera hecho. Johny Orley Quintero es soldado profesional, hace parte de un grupo EXDE y recibe el reentrenamiento que su compañero Pedro Ángel Ruíz da en el Batallón. Allí se preparan los grupos de hombres que trabajan en la localización y destrucción de artefactos explosivos. El grupo EXDE está enfocado a las zonas rurales que están en combate; cifras del Ejército Nacional indican que en Colombia hay 2 100 equipos con esta función. Integrado por 5 hombres y un binomio canino (soldado y perro), el equipo de Johny Orley está en la fase de reentrenamiento, sobre la cual él señala que es importante porque “le recuerdan lo que se debe hacer y lo que no cuando están en el área de operativos”. Él asegura que cada soldado tiene una misión, pero que si no estuvieran juntos no podrían trabajar: “todo es una coordinación”. Su tarea es ser binomio canino. Durante años estuvo en el área de trabajo con una perrita labradora que adoptó para su familia luego de su jubilación. Ella no murió por una explosión, sino de viejita y cuenta que fue muy triste despedirse de ella porque “el perro en el campo es media vida”.
Equipos con soldados de cuatro patas Bronco es un labrador negro, tiene dos años y es experto en la localización de artefactos explosivos. Su guía es el soldado Fernando González Ortiz, un hombre joven en el Ejército, pero comprometido con su labor en un grupo EXDE. Juntos conforman un binomio experto en la búsqueda de minas sembradas en la zona rural. González lleva a Bronco de la correa con la mano izquierda, caminan entre árboles, senderos, vegetaciones y tierras áridas, al tiempo que el perro olfatea sin descanso el espacio por el que pisará la tropa que va a sus espaldas. Bronco camina en zigzag: a la derecha, luego a la izquierda, se adelanta un poco hasta donde el largo de la correa se lo permite y vuelve donde está su guía. Mientras camina agita la cola velozmente y tiene su lengua afuera colgando entre los colmillos blancos que resaltan en el negro de su pelo. El proceso
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González y el perro lo entienden bien, y entre esta pareja las señales son un símbolo que solo luego de semanas de entrenamiento logran entender. Cuando llegan a un terreno donde tienen sospecha de la existencia de minas, el binomio lidera la tropa. González le da la señal al perro: comienza a jugarle con una toalla blanca envuelta en forma de cilindro y pintada con unas vetas cafés del color de la tierra. El canino bastante alegre le sigue el juego. Mientras el soldado le tira el juguete de un lado a otro, él lo persigue sin descanso. Ha comenzado el juego para el perro y la búsqueda para el humano. Esta toalla blanca tiene impregnado el olor de sustancias explosivas como pentolita y dinamita y cuando Fernando González hace el amague de que la arrojó al campo, Bronco comienza a registrar el sector. Mira todo el espacio, camina, luego corre, mueve la cola…Olfatea, saca la lengua, va y se devuelve, ronda varias veces por un lugar, se sienta y mira al dueño: ha encontrado el “juguete”, la mina, y esa es la señal que le da al soldado para mostrar que su trabajo ya está hecho y merece una felicitación. “¡Ese es mi perro, muy bien mi perro!”, grita el humano al tiempo que se agacha, le entrega la toalla al labrador negro y lo acaricia. Con ese gesto quedan a la misma altura y concluye la primera parte del proceso para destruir una mina. Su entrenador, el soldado Hernán Darío Henao Arboleda afirma que: “lo que para los humanos es una tarea riesgosa, para el perro es un juego”. Luego de que el binomio detecta el explosivo, toda la tropa debe asegurarse y el comandante debe desactivarlo. Pueden destruirlo con cargas huecas o una contracarga que consiste en poner una sustancia explosiva sobre la mina para que la concentración de gases la destruya. Fernando González calcula que en lo que va del 2016 ha encontrado 15 explosivos con la ayuda de Bronco: dos carros bomba - uno en el municipio de Campamento y otro en Angostura- ambos en Antioquia y 13 minas antipersonal en zona rural. Lleva 5 años trabajando como binomio canino en los que ha tenido otros dos perros que se han jubilado antes de cumplir el tiempo de trabajo (por los traumas que les dejó estar en el campo) y luego de hacer cuentas, estima que en ese lustro que lleva como hombre de un equipo EXDE ha localizado con sus caninos más de 100 minas que es, al final de la jornada, el artefacto que predomina en el territorio nacional. Sin embargo, en el desminado militar los artefactos explosivos no solo se detectan por medio del olfato del canino; las personas también pueden darse cuenta de que ahí hay una mina. En la detección visual, por ejemplo, el soldado debe revisar el terreno porque puede haber una cuerda amarrada entre dos árboles que al tocarla active un explosivo. Este también puede estar en un objetos como peluches, morrales y tarros de pintura que aparecen en el camino, no solo que la tropa debe seguir, sino que es frecuentado por le sociedad civil. Otra forma de encontrarlas es la mecánica, donde el equipo emplea detectores de metales para revisar el terreno.
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El trabajo de los batallones de desminado incluye desarrollos tecnológicos para favorecer la posibilidad de que la detección y desactivación de explosivos sea una labor segura. Foto: Margarita Restrepo.
Vidas marcadas por una mina Hernán Darío Henao Arboleda comenzó en el Ejército cuando prestó servicio militar como soldado regular, se tomó 14 meses de descanso y luego se presentó para ser un soldado profesional. Luego de una carrera en la organización en la que fue patrullero, binomio y enfermero canino hoy desempaña el rol de instructor canino, entrenó a Bronco y calcula que a otros 800 perros en la detección de explosivos y narcóticos. Nació en el municipio de Andes (Antioquia) y cuando estaba muy pequeño, un grupo armado al que recuerda como La Chusma llegó a la finca de sus padres para robarles el producido. Su papá, en un acto defensa, intentó impedir que los hombres se llevaran sus pertenencias hasta que uno de ellos le disparó. En ese momento sintió por primera vez el deseo de unirse al Ejército Nacional. Como vivía en una finca en la zona rural, acostumbraba ver las tropas de hombres pasar cerca de su casa con uniforme de tonos verdes, botas negras hasta la mitad de la pantorrilla, casco o gorra de los mismos colores y con una gran maleta en sus espaldas. Cuenta que le encantaba saludarlos moviendo sus manos con un gesto amable o hacerles pequeños favores cuando se podía pues para él eran todos unos héroes. De los años en los que trabajó como binomio en el desminado militar recuerda la mañana del 20 de marzo de 2004, cuando vio cómo uno de sus compañeros se paró en un cilindro que estaba enterrado, este explotó y el cuerpo “salió volando”. Cuenta que
el tronco y las extremidades superiores de su “parcero” cayeron de cabezas, a metros de las piernas que la onda explosiva lanzó lejos de la tropa. Por esa sola explosión, un soldado perdió la vida, mientras que otros 7 quedaron heridos, con esquirlas en el cuerpo o perdieron alguna extremidad. “¡Dios mío, dónde estoy metido! Es la guerra”, pensó, pero sabe que esa es la realidad a la que él debía enfrentarse y que hoy viven los equipos que él entrena en el batallón. Todo pasó a las 8 de la mañana, pero como estaban en una zona de difícil acceso debieron esperar hasta el mediodía la llegada del helicóptero con ayudas para atender la emergencia. Con cualquier paso mal dado puede darse una explosión. Hernán Darío Henao vio a muchos de sus compañeros caer en el área de combate. Hoy sabe que es alto el número de soldados que trabajaron en desminado militar y fallecieron en el proceso o tuvieron graves heridas en su cuerpo es alto y por eso es uno de esos afortunados que sobrevivió a una explosión en medio de su tiempo de servicio. Cifras de la Acción Contra Minas del Gobierno Nacional indican que desde 1990 hasta el 31 de marzo de 2016, los artefactos explosivos dispuestos en zonas rurales dejaron un total de 11.405 víctimas, 6.985 pertenecientes a la Fuerza Pública y 4.420 civiles. Números de las vidas que se marcaron luego de un paso en falso, un paso no seguro, pero que cubren el drama de una población que teme caminar por miedo a un mina antipersonal. Y, con ese riesgo que representa una posible explosión, los soldados y perros entrenados para la detección y destrucción de explosivos caminan por meses entre las selvas, campos y vegetaciones donde – resultado de la guerra – hay más minas que personas.
El Ejército Nacional cuenta con grupos denominados EXDE, MARTE o DELTA, encargados de la labor de antiexplosivos. Las minas pueden esconderse en latas, peluches, botellas o cilindros de gas que están enterrados en la tierra o escondidos en las zonas donde hay combates entre el Ejército y las guerrillas. Foto: Margarita Restrepo.
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Historias del cultivo tradicional de flores para exportar
FLORES QUE SON MILAGRO Lina Viviana Castañeda Tabares / lina.castanedat@upb.edu.co
Detrás del gesto habitual en fechas como el Día de la Madre, el Día de la Mujer o un aniversario, el negocio de las flores producidas a escala artesanal, se apega a las tradiciones: al riego con lluvia, a no tapar con fibras verdes o negras el paisaje del campo, hasta a la oración como alternativa para que la flor crezca. De pie, entre los surcos de un cultivo de hortensias blancas, Omar Cardona, trabajador de la finca La Fortuna- ubicada en el municipio de La Ceja, Oriente antioqueño-, guarda silencio. Estira la palma de su mano y espera a que el viento frío y el cielo oscuro le den la respuesta que necesita: una gota de agua como presagio de una lluvia que moje la tierra seca. “Dios quiera que cambie el clima, don Gilberto, ya ajusta un mes y medio sin llover”, le comenta a Gilberto Duque, propietario de la exportadora de flores Encanto Flower. Pero, ¿a qué se debe el calor que atormenta a estos dos hombres y a los floricultores de Antioquia? La respuesta viene dada con un nombre que por sí solo no parece tan feroz, pero cuyos efectos sobre el campo son, en ocasiones, devastadores: el Fenómeno de El Niño, un evento climático que según la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo, se origina cada tres u ocho años con el calentamiento de las aguas del Océano Pacífico. Eso no lo saben Gilberto y Omar. Ellos solo esperan a que la naturaleza deje de vestirse de sol, de viento seco y de madrugadas heladas, para que muestre una cara más lluviosa y amigable con las flores y sus bolsillos. “El calor solo nos ha traído pérdidas, sobre todo para los pequeños productores, que son quienes me proveen de flores”, dice Gilberto, quien posa su mirada sobre una hortensia salpicada de puntos cafés oscuros, “esta, por ejemplo, no sirve”, añade, y dirige su mirada a Omar, que le indica que el recorrido por el cultivo continúa. Desde julio del 2015, Asocolflores- Asociación Colombiana de Exportadores de Flores- se pronunció asegurando que los floricultores del oriente de Antioquia estaban preparados para recibir a El Niño, gracias a un sistema de recolección de las aguas lluvias. Con estas medidas, buscan mantener la exportación anual de las 175 millones de flores que convierten a Colombia en el segundo país exportador del mundo. “Pero eso no funciona así para los pequeños floricultores”, comenta Gilberto, observando en lo alto
Gilberto Duque es uno de los floricultores que se apega al cultivo tradicional de hortensias en La Ceja. Foto: Lina Viviana Castañeda Tabares.
de la colina los “pájaros”, un sistema de riego compuesto por una manguera atada a una vara de madera con un aspersor. Estos no blanden sus alas y plumas sino unas gotas de agua que, dispersas, mojan aquí y allá el cultivo. -Ese sistema no es tan bueno, porque el agua no le llega al tallo. El mejor es el riego por goteo porque es constante, pero muy costoso. Así la recolección de agua lluvia sí serviría, pero en este caso, lo mejor que podemos hacer es esperar a que llueva- añade Gilberto Duque, ingeniero industrial que desde hace más de 10 años se dedica a exportar flores.
Sobre todo hortensias, esas flores blancas, azules o amarillas que crecen hasta 60 centímetros y que necesitan cerca de un 80% de agua para florecer correctamente. “Porque eso sí, ahí donde la ve, la hortensia es muy delicadita”, dice Omar, apuntalando su pierna derecha en la pendiente, “como es una flor que crece al aire libre, hay que cuidarla mucho del sol directo y abonarla con cuidado, por ejemplo, no se puede abonar en verano porque se quema la raíz”, añade. Una hortensia blanca debe permanecer así, límpida, durante todo su proceso: bajo el sol, durante los 7 meses que tarda en completar su crecimiento,
El crecimiento de las hortensias toma en promedio siete meses. Foto: Lina Viviana Castañeda Tabares.
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El principal mercado para las flores que cultiva José Ángel Zapata en Santa Elena es el que hay en la llamada placita de Flórez. Foto: Lina Viviana Castañeda Tabares.
hasta que es cortada; luego, en un balde con agua durante los 15 días que tarda el control de calidad; y, finalmente, en un viaje de hasta 8 días a Estados Unidos. Pero, a veces, el sol tiene otros planes y termina por dañar la flor. - Al haber tanto calor, la hydrangea (hortensia) empieza a tener problemas con su crecimiento: se queda pequeña y se pone azul, como si la estrangularan- cuenta Gilberto, tomando entre sus manos una florecilla encorvada- el tallo se pone de un café feo, leñoso, y la hortensia se queda de 8 cm, pero el cliente solo me la recibe de 16 cm. Ante lo dicho, ambos callan y miran al frente, donde los copos de algunas flores insisten en salir con vida pese al calor y la sed. “Ojalá cambie el clima”, repite Omar y Gilberto asiente. “Ojalá”, y esa palabra invoca la primera gotera del día que cae sobre la tierra, formando grumos a su alrededor. Vuelven a mirarse, esta vez para sonreír y desandar el camino hasta la Finca, mientras el rumor de los “pájaros” acompaña el sonido de la lluvia.
“Yo me acojo a la voluntad del de arriba” Se han cumplido las previsiones del Ideam y, terminado el primer trimestre de 2016, El Niño comenzó su declive. El pronóstico también contemplaba que las lluvias de abril y mayo “presentarán un déficit cercano al 40%”, situación que involucra a los exportadores y a los floricultores que viven del mercado nacional. Tal es el caso de José Ángel Zapata, dueño de la finca El Pensamiento, ubicada en la vereda El Rosario, del corregimiento de Santa Elena. Desde el patio de la casa, el olor tenue y dulzón del agua de panela con anís, y la melodía de una vieja canción de Julio Jaramillo, persuaden al visitante de que ha llegado a una finca donde los afanes no existen, donde el tiempo se mide de acuerdo a las temporadas de siembra y floración, y a los requerimientos de los clientes en los meses de mayor demanda. -Yo le vendo a la Placita de Flórez o a algunas floristerías de Medellín. Para el día de la mujer y de
la madre, me piden flores de colores vistosos, y para noviembre y diciembre, me piden flores blancas para adornar grados, matrimonios y primeras comuniones- comenta José Ángel observando desde el patio de su casa el terreno cultivado con dalias, rosa amarilla, anturios, margaritas, astromelias, clavellinas y un sinnúmero de especies, que como botones de colores salpican el paisaje. “Soy floricultor y silletero desde que estaba en el vientre de mi mamá”, comenta José, ataviado con un sombrero aguadeño, camisa de mangas largas y botas pantaneras. Esa tradición se la ha enseñado a sus hijos, Carlos Andrés y José Daniel, de 21 y 19 años. -Yo participo en el desfile de silleteros con la silleta monumental, que contiene todas las flores que cultivamos en Santa Elena. Pero este año lo veo complicado, porque el calor no deja que los semilleros germinen-, añade José Ángel Zapata, quitándose el sombrero y abanicándose el rostro con él-. Sus cultivos carecen de mallas o saranes negros que sirvan para darle sombra al cultivo. “Son muy costosos y no dejan que se vea bien el paisaje. Yo mejor
me acojo a la voluntad del de arriba, que es el único que nos puede mandar la lluvia”, añade, bajando despacio por el sendero que lo lleva a su cultivo donde no solo hay sembradas flores, sino también cilantro, lechuga crespa y brócoli. “Hay que ayudarse con todo, vendiendo también hortalizas porque a veces las flores entran en crisis”, dice, mientras se entretiene tocando una dalia amarilla. Para regar el cultivo, José utiliza una manguera conectada a un tanque ubicado detrás de la casa: “uno aprovecha que Santa Elena es rico en nacimientos agua y pone mangueras, para que al menos las florecitas cojan alguito de humedad,” y sonríe, como si el optimismo fuese parte de su piel que se ha tornado oscura tras años trabajando al sol de tierra fría. “Para qué se quiere tanto en esta vida, si querer o no querer siempre es igual”, tararea José Ángel, mientras sopla un viento frío que le hace recordar que ya falta poco para que llegue abril y con él, la promesa de la lluvia. “Dios quiera, niña, Dios quiera”, puntualiza, y sigue cantando.
En su parcela, que conserva elementos tradicionales también en la decoración, José Ángel Zapata también cultiva hortalizas y conforma así su modo de subsistencia. Foto: Lina Viviana Castañeda Tabares.
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Una charla con Alberto Donadio sobre su tema de trabajo más reciente y la labor del periodista
EN LA LUPA DEL INVESTIGADOR Christian Felipe Guerra Pabón / christian.guerrap@upb.edu.co
En su más reciente libro sobre el asesinato del ministro Rodrigo Lara Bonilla, uno de los pioneros del periodismo investigativo en Colombia vuelve a cuestionar la versión oficial de los hechos, señala vacíos significativos en la investigación tras los cuales se esconde la posibilidad de un crimen de oficial. En conversación con los estudiantes de periodismo de la UPB, se refirió a los detalles de su investigación. El 30 de abril de 1984, un sicario contratado por Pablo Escobar disparó contra el vehículo en que viajaba el ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla. Los tiros se hicieron contra el lado derecho del vehículo, en el que viajaba el funcionario, intensamente amenazado por sus denuncias sobre el crecimiento del narcotráfico y la actividad criminal del jefe del cartel de Medellín. El vehículo y la moto del sicario se movían a 80 kilómetros por hora, esa fue la versión que quedó en la investigación penal. Pero nunca se supo que cadáver de Lara tenía un orificio de entrada en su lado izquierdo, en el pecho y que el chofer del vehículo no sufrió ni un rasguño. El escolta sentado delante del ministro apenas sufrió una herida leve, a pesar de las ráfagas de ametralladora del sicario. A pesar del fuerte tiroteo descrito por los agentes del DAS, la ventanilla de la puerta del chofer no se rompió. Estos detalles, consignados en un dictamen del doctor Máximo Duque Piedrahita, ex director del Instituto de Medicina Legal y revelados en la investigación de Donadio, plantean un giro grueso de la historia. En su libro explica que Domingo, el conductor de Lara Bonilla no fue llamado oportunamente a indagatoria. Porque apenas ahora se va a reabrir la investigación y muy previsiblemente van a ser llamados él y todos los escoltas; el caso va a cambiar de rumbo a raíz del dictamen de Máximo Duque. Pero eso todavía no se refleja en las acusaciones de la Fiscalía, se espera que eso se refleje próximamente. El paso más importante es que ese escolta y los otros sean llamados y se les confronte con las dudas que hay y con las hipótesis que un experto señala que indican que ellos tuvieron que haber facilitado el crimen. Si no fue así, que den una explicación satisfactoria para el proceso y para todo el país. Mire le explico cómo la contradicción no es contradicción: no creo que lo puedan hacer. ¿Cómo ellos van a explicar que solo hubo ataque por el lado derecho y no hubo sicario por el lado izquierdo? En este momento no veo cómo puedan explicarlo. ¿O por qué seis de ellos dicen que el carro continuó su marcha y uno dice que está detenido? Entre ellos mismos, a los dos días del crimen, se están contradiciendo. ¿Por qué se contradicen? ¡Porque no se prepararon bien para contar la historia que iban a contar! Luego otro misterio: había tres, dos escoltas, atrás, que no estaban en el lugar del atentado. Ellos también declaran que el carro siguió su marcha. Entonces, ¿por qué todas esas cosas no se aclararon en su momento?
Según cuenta en su libro, esos detalles se supieron al día siguiente, pero cuando se les preguntó en el hospital, los escoltas no hablaron, ¿preestablecieron un orden para decir las cosas al siguiente día? Correcto. Pasa algo muy sospechoso y es que la primera declaración de ellos es colectiva. Mandan una carta en la cual la firman todos, y a su jefe en el DAS, que es el director de orden público, no es cada uno, aunque cada uno estaba en un punto y en un momento distinto, tenían una visión distinta, eran testigos de hechos distintos. Teniendo en cuenta que eran los mejor preparados del momento, ¿por qué no reaccionaron los escoltas y ninguno le alcanza a disparar o a herir a los atacantes? Con un agravante: no se investigó cuanta munición tenían ellos. Ellos dicen que dispararon ahí y luego que dispararon en la persecución. ¿Cuánta munición gastaron en eso? Habría que averiguar si era cierto el testimonio. En el revolver o en el arma, ellos tenían munición para estar disparando pasando la Avenida Niza con Avenida Boyacá, que son bastantes cuadras. Además, la versión de ellos es la verdad revelada y nadie analizó detalladamente qué armas tenían, eso no se sabe.
Alberto Donadio es parte de los fundadores de la Unidad Investigativa de El Tiempo, que develó escándalos de corrupción en el sector financiero a mediados de los años 80. Foto: Contexto.
¿Cree que las investigaciones que se han realizado o que se están realizando han ayudado a esclarecer los casos represados en los juzgados? En episodios como el de Bernardo Jaramillo, Carlos Pizarro Leongómez o Luis Carlos Galán, las investigaciones periodísticas han ayudado a esclarecer alguno de estos casos. Sí, pero ayudan más cuando la investigación periodística se hace a partir del expediente. Yo no sé si en el caso de Bernardo Jaramillo o en los otros casos los periodistas están trabajando con el expediente que ellos tienen o con fuentes que lo conocen. Cosa muy distinta es recibir información de oídas sobre lo que dice el expediente a tener uno y saber qué dicen los testimonios, que muestran las fotos. Yo no sé si en esos casos las familias tienen el expediente. En el caso de Rodrigo Lara, no tenían el expediente, tenían el interés de llegar al expediente pero no lo han leído completamente; no tienen el dominio absoluto de la investigación, lo tienen la fiscal y el auxiliar de la fiscal. Todo depende del nivel de información que cada cual este manejando.
patrones y actores implicados que son coincidentes. En muchos de estos casos se acusa a Pablo Escobar como autor, pero hay también personajes de la política y funcionarios del Estado a quienes no se ha investigado: Santofimio, Maza Márquez… Bueno, en el caso de Santofimio sí se ha investigado, condenado y llegado a una caución y a una condena. La condena de él por la muerte de Galán, del concejal y el escolta está basada en la declaración de Popeye, pero yo no podría decir que es un testimonio pues no hay las pruebas, pero sí hay una cantidad de otras pruebas secundarias que muestran que él estaba al servicio de Pablo Escobar, eso es un hecho. Además hay que tener en cuenta una cosa fundamental: cuál es la trayectoria, cuáles son los antecedentes del personaje, porque acusar a una persona que tiene una trayectoria limpia toda su vida porque un sicario de Escobar dice que participo en un crimen, es gravísimo; pero acusar a alguien como Santofimio que tiene prontuario criminal, que ha hecho cosas en otros ámbitos, no de sangre, pero sí de otros delitos y se sabe todo lo que hizo, es cosa distinta. Al testimonio de Popeye se le da más credibilidad cuando dice que es Santofimio el que le dice a Escobar que hay que matar a Galán, porque si no lo mata, cuando llegue a la presidencia va a extraditar a Escobar para cobrar el crimen de Lara Bonilla. Con todo lo que se sabe públicamente desde los años 70 de las falsificaciones de Santofimio, esta condena de la Corte Suprema tiene muchísima credibilidad.
Con lo que se sabe de otros magnicidios de la época de Lara Bonilla, hay
Pero hay personas como el narcotraficante Carlos Lehder, que ha testificado
¿El Mercedes Benz Blanco en que viajaba el ministro tenía algún blindaje? No, el automóvil no tenía blindaje.
varias veces en contra de personas de la política que afirma haber conocido, pero pareciera que tal vez por los acuerdos que él tiene con los Estados Unidos se hicieran inválidas sus colaboraciones ante el Gobierno colombiano. No. Si eso es cierto, pueden ser veraces unas versiones de otros asesinos narcos que no han sido atendidos. Planteo esto porque Lehder ha sido uno de los procesados por narcotráfico a quienes el gobierno colombiano no ha ayudado para nada... Eso requeriría una voluntad de análisis frio de todas las cosas, independientemente de otras consideraciones, y eso no es así. Ningún Gobierno quiere abrir más frentes de los que ya están. “La Kika”, que está condenado en Estados Unidos a tres cadenas perpetuas en New York, seguramente algo de lo que él dice, pues se la pasa mandando cartas, puede ser cierto y merecería ser investigado y ser tenido en cuenta, pero a un tipo que se bajó de un avión, la justicia también pierde interés en escucharlo. Pero es muy difícil tener toda la información. Además, muchas de esas cosas no son comprobables ¿por qué? No sé; y se decían de palabra. Entonces quienes participaban en Tranquilandia (N del E: complejo cocalero del cartel de Medellín, ubicado entre Caquetá y Meta), aparte de los que cogieron: los Ochoa, el Mexicano y Escobar, mucha otra gente de Antioquia seguramente tendría negocios allá pero de eso no hay documentos, pasan de agache. ¿Qué piensa Donadio sobre el periodismo actual en Colombia? Léalo en periodicocontexto.wix.com/contexto
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El gusto de un rincón gastronómico desconocido
DE LA MAYORISTA AL PERÚ Alejandra Ceballos López / alejandra.ceballosc@upb.edu.co
Bistró El Mordisko no es un restaurante lujoso. Tiene piso de cemento, una pequeña cocina de dos por cuatro metros y sus vecinos son algunas “legumbrerías” y bodegas. Sin embargo, la calidad de sus platos no tiene nada que envidiarle a cualquier restaurante de Laureles o El Poblado. Son la 8:30 de la mañana de uno de los primeros miércoles fríos del año y mientras la Central Mayorista sobrevive al momento más agitado del día, El Mordisko apenas abre sus puertas. Los camiones se agolpan en las amplias vías que hay entre los bloques, las personas negocian bultos de papa, arroz, verduras y frutas al mejor postor. En el bloque seis se abren unas puertas verdes metálicas que traen la luz a este pequeño restaurante popular o bistró, como también se les llama, más si se trata de vender. La parte trasera del bloque parece tranquila. Un aviso gigante de fondo verde y letras blancas anuncia: “Restaurante la Mina” a cualquiera que pase por el bloque. Al lado, en un fondo color salmón desteñido en letras negras muy pequeñas, aquellos que se acercan y buscan el lugar logran leer: “Bistró El Mordisko, sabores del Perú”. Si no fuera por la recomendación de alguien, muy pocas personas llegarían al lugar. El espacio es tan atípico, el restaurante tan pequeño y su aviso tan ilegible que cualquiera podría perderse, incluso con las indicaciones correctas. Camila, Carolina, Rafael, Daniel, Pablo y Alejandro llegan puntuales a trabajar. En jean y tennis, se bajan de las motos o llegan caminando al pequeño establecimiento de dos por cuatro metros al que llaman restaurante. Tras una puerta metálica de color verde, se esconde una cocina que parece desarmable. “Yo he trabajado en muchas cocinas a las que uno llega y todo está listo. Aquí no, aquí es como un ‘tetris’; hay que armar todo, mover las cosas de adentro hacia fuera”, dice Alejandro, el jefe de cocina, mientras empuja en mesón-nevera fuera del espacio que demarcan las paredes y muros de esta pequeña bodega. Lo hace para permitir la movilidad dentro del espacio. Luego quitan las cadenas a las neveras que se encuentran en la pared de enfrente al establecimiento. Ponen la caja registradora en una esquina sobre un mueble plástico color gris. Alejandro da instrucciones, asigna tareas y hace una lista de lo que hay que comprar. Sobre el mostrador, 30 libras de arroz, 1.2 kilos de champiñones, once latas de crema de coco, 15 plátanos y una granadilla de Alejandro. Pican 300 cebollas, cinco kilos de ají, 15 plátanos y varios kilos de mariscos de todas las especies. El éxito del día depende de un buen ‘Mise and place’ –ordenar, cortar y lavar los alimentos antes de recibir el primer pedido. Así que se aseguran de tener todo preparado antes de las 11:00. Cualquier ingrediente que no esté listo o que falte, o un mal cálculo de los posibles clientes del día puede
convertir una espera de 15 minutos en mucho más. A las 11:00 de la mañana llega el patrón, el jefe, aunque para ellos es más como un “mentor”. Es Rafael de la Gala Koga, un peruano de 47 años que llegó a Colombia detrás de una paisa que ya no está en su vida. Hoy, por amor a sus hijas, se quedó en esta tierra de flores para conquistar con sus ceviches. El hombre de cachetes grandes y ojos achinados arriba al lugar con una sonrisa que siempre lo acompaña. Los saluda a todos afectuosamente y se cambia. Para sus trabajadores, Rafael es “una madre, como otro compañero de trabajo”, y esta es una de las principales razones para trabajar con él. “Si te dijera que estoy aquí por plata te mentiría, estoy por crecer como persona, para ayudar a que crezca esta empresa. El grupo humano hace que uno se quiera quedar”, dice Alejandro Gutiérrez detrás del mesón-nevera. Llegan las 11:30 y comienza la acción, poco a poco empiezan a llegar los clientes. Uno a uno, se acomodan en las mesas metálicas con sillas plásticas negras. Todavía no empieza la hora de más ajetreo. A las 12:20 “inicia lo bueno”. Los clientes se agolpan en las mesas, están tan cerca unas de las otras que parecen un solo grupo gigante de amigos. Los otros comensales llegan y a medida que lo hacen, las meseras hacen maromas para organizar nuevos puestos en el estrecho espacio. Los menos afortunados ni siquiera alcanzan un lugar. Esperan en las escaleras de cemento, recostados en una baranda metálica color amarillo mientras alguien termina de comer. Pero se nota que vale la pena. El bloque seis de repente se llena de clientes atípicos. De las camionetas y autos último modelo bajan mujeres y hombres con ropa de marca, tacones altos, gafas oscuras y llaveros costosos. Desentonan al lado de los que pasan sin camisa y los zapatos rotos con los bultos de legumbres al hombro. Sin embargo, no parecen incómodos. Pacientemente se apoyan en la baranda o se sientan en un muro a charlar mientras esperan, por su lado pasan los vendedores
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Oficinistas que vienen de cerca y de lejos, comerciantes de La Mayorista, transportadores, están entre los comensales de El Mordisko. Sabores del Perú entre los alimentos típicos que llegan de toda Colombia. Foto: Sara Vega Escobar.
ambulantes, los dueños de los otros restaurantes y los clientes típicos de la mayorista con el mercado a cuestas. Vale la pena esperar. Parihuelas, ceviches, arroces cremosos, chupes, arroces chaufas, chicharrón de pescado y la infaltable chicha morada son solo algunas de las opciones que Rafael y su equipo ofrecen día a día a los clientes que han decidido que El Mordisko vale la espera. Se lavan platos sin parar, se va de un lado a otro, las meseras entregan cartas a diestra y siniestra mientras unos comen y los otros deciden que quieren. Sofríen arroces, fritan chicharrones mixtos, decoran platos, ponen los últimos toques de queso parmesano al arroz cremoso o agregan unas hojas de cilantro al ceviche recién servido. Los clientes esperan, se sientan, piden recomendaciones, y al final se dejan deleitar con las texturas crujientes de los mariscos apanados, con el aroma de la cebolla morada, el sabor de los ajíes y la cremosidad de los arroces y sopas. Al final de la tarde, antes de cerrar, los empleados almuerzan. Son casi las cuatro de la tarde y con el restaurante vacío Alejandro, Pablo, Carolina, Daniel, Rafael, Camila y Rafael (jefe)
Son casi las cuatro de la tarde y con el restaurante vacío Alejandro, Pablo, Carolina, Daniel, Rafael, Camila y Rafael (jefe) preparan una cazuela de frijoles para descansar de los platos peruanos.
preparan una cazuela de frijoles para descansar de los platos peruanos. La sirven con un cucharón tres veces más grande que un cucharón casero, luego, agregan chicharroncitos perfectamente freídos, aguacate cortado en cubitos y ripio de papa, con tanto cuidado que parece servido para un cliente. Al final, con dos calculadoras, seis talonarios, una grapadora y todas las cuentas de los clientes, Alejandro y Carolina hacen las cuentas para poder “cerrar caja”. El resto se reparten el trabajo entre lavar paredes, el suelo, los utensilios, las estufas y los mesones. El día termina para el Mordisko cuando la cocina vuelve a desaparecer tras la puerta verde metálica que oculta un restaurante que parece un tetrix. Todos los empleados se van a casa, Rafael los despide con una sonrisa amplia, los abraza y se queda con todas las llaves. Pone los últimos candados y se va. Dentro de quince horas, ese lugar que ahora está vacío y parece una bodega más de la mayorista, se volverá a llenar de la magia que un equipo de trabajo que se ha convertido en una familia. Dentro de dieciocho horas, esa misma bodega de puerta verde, estará lista para recibir un montón de clientes ansiosos de probar el “ceviche más peruano de la ciudad”, como dicen algunos chefs. En dieciocho horas, un peruano que no sabía cocinar, demostrará que se pueden hacer cosas muy buenas sin ser cocinero. En dieciocho horas, los clientes ansiosos llegarán a dejarse sorprender por un restaurante rodeado de cemento, bodegas, camiones y “revuelterías”, mientras El Mordisko, sin cambiar nada, los lleva hasta el Perú con platos cargados de magia.
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Una mirada al séptimo arte desde el público
CINE COLOMBIANO PARA COLOMBIANOS: UN DESAFÍO DE FORMACIÓN María Camila Salazar Ruiz / mariac.salazarru@upb.edu.co
“El hombrecito encontró, al ir a introducir el último film del ciclo, que no había más que un espectador en la sala, allá detrás, en un rincón, mitad luz y mitad sombra. El hombrecito iba a comenzar a hablar de la película que amaba tanto, pero el Conde se paró de su butaca y le sonrió, y el hombrecito tuvo que bajar los ojos”. (Destinitos fatales de Andrés Caicedo) Durante el primer semestre del año 2015, la asistencia a películas colombianas aumentó un 53,5% respecto al primer semestre del 2014. Más de dos millones de personas se dejaron cautivar por una sinopsis, un título o un elenco de actores y decidieron apostarle al séptimo arte made in Colombia, que está en ascenso. Sin embargo, persisten las trabas para aceptarlo y hoy, a pesar de los numerosos estrenos de cine alternativo colombiano, los públicos continúan esquivos. Los expertos consultados consideran que para resolver el problema de raíz y consolidar la industria cinematográfica, es necesario borrar el estigma y formar a los públicos principiantes e iniciados a través de proyecciones, conversatorios y publicaciones académicas. En Medellín, esta tarea la ejecutan la Consultoría Audiovisual desde la Secretaría de Cultura Ciudadana, universidades, corporaciones como Cinefilia, el Museo de Arte Moderno (MAMM), Otraparte, la Biblioteca Pública Piloto, el Teatro Lido, el Matacandelas, Casa Teatro El Poblado, Fundación EPM, cineclubes y festivales que se realizan durante todo el año. No obstante, aunque esta parezca una solución fácil de desarrollar, según los versados en el tema existen carencias y estas se deben a la falta de espacios para brindar una adecuada formación, las pocas estrategias para motivar al espectador, entre otras. En la ciudad son escasos los espacios legales que cumplen con una regularidad en su programación y con el papel de formar públicos: Comfenalco, MAMM, contados cineclubes y las dos salas del Centro Colombo Americano, lugar de tradición por su oferta en cartelera, su cineclub y su revista especializada en crítica cinematográfica, Kinetoscopio. Según Ana María López, docente de Apreciación Cinematográfica y Realización Documental de la UPB, “Medellín necesita con urgencia que haya una cinemateca donde se puedan realizar diferentes tipos de actividades… un centro de documentación donde la gente pueda encontrar exhibiciones de distintas producciones de carácter histórico, con unos contenidos que realmente permitan esa formación de públicos”. Contrario a lo que expone López, el codirector del festival itinerante de cine documental Ambulante Colombia, Juan Camilo Cruz, explica que a la ciudad le faltan películas y programas que tengan una continuidad. Él encontró en el desarrollo de Ambulante Colombia 2015 que las bibliotecas son espacios que requieren más programación.
Expone además que “el reto está en buscar escenarios alternativos, buscar espacios en donde el cine colombiano no tenga que estar compitiendo con Hollywood ni con películas que ya tengan un público ni un escenario”. Por su parte, Maderley Ceballos, consultora audiovisual de la Secretaría de Cultura Ciudadana y docente de Gramática Urbana de la UPB, comenta que la Alcaldía ha venido trabajando en el programa de formación de públicos desde agosto de 2014 y durante todo el 2015 con el proyecto “Medellín abre sus ojos al cine colombiano”, tiempo durante el cual se realizaron proyecciones y reflexiones de películas colombianas en los diferentes equipamientos culturales de la ciudad: parques bibliotecas, casas de la cultura, instituciones educativas, entre otros espacios. De esta actividad surgieron semilleros de cineclubes, en los cuales siempre hubo apoyo de los gestores del programa e invitados del corto o la película en cuestión: realizadores, directores, actores. A medida que se desarrollaron las programaciones, el público, que en un principio era escéptico, comenzó a interesarse y a participar regularmente. Para Ceballos, los parques biblioteca de Belén, Santa Elena, La Quintana, La Ladera y el Teatro Lido son los espacios que han recibido mayor aceptación de la comunidad. Expresa además que es necesario llevar películas a los municipios apartados del departamento, pues son públicos que no tienen oportunidad de ir a salas de cine y son, en muchas ocasiones, los que más se pueden identificar con este cine alternativo. “El gran problema del cine colombiano en relación con su público es el desconocimiento”. Oswaldo Osorio La apatía como base, y con esta el desconocimiento que se tiene hacia la gran pantalla, son los componentes para que en el país no se consuma el cine que se produce. Por lo anterior, es necesario crear y aplicar programas que formen públicos y despierten un interés desde el entendimiento. Esta tarea, sin embargo, necesita el apoyo de los grandes exhibidores, pues la duración en cartelera de una película colombiana, comparada con una extranjera, es muy poca. Adriana Mora, coordinadora del Área Audiovisual de la Facultad de Comunicación Social – Periodismo UPB sede Medellín, argumenta que el problema se debe además a que no hay cuota de pantalla oficial. Ella explica que “las majors tienen el 95% del mercado y que Cinecolombia tiene que darle prioridad a
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La sala de la antigua sede del Museo de Arte Moderno de Medellín, hoy espacio de la Facultad de Artes de la Universidad de Antioquia, es uno de los espacios más reconocidos en la historia de la cinefilia en la ciudad. Foto: Museo de Arte Moderno de Medellín (2008).
sus productos y sus productos son los grandes”. Para Juan Sebastián Mesa, director de la película “Los Nadie”, ópera prima estrenada en el Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias 2016 (FICCI), atraer a grandes públicos es un proceso más complejo y que el cine colombiano que no llega a las salas comerciales solo lo están apreciando los cinéfilos. Por su parte, Oswaldo Osorio, crítico de cine, columnista en el periódico El Colombiano y profesor de la Universidad de Antioquia, expone que siempre va a existir una distancia entre el cine alternativo y el cine comercial. Osorio comenta que durante el 2015 hubo 36 estrenos de grandes películas colombianas que tuvieron poca promoción y duración en carteleras.
los diferentes festivales internacionales, mientras los espectadores locales permanecen ajenos a él. Aunque las cifras demuestren que la asistencia va en aumento, esta continúa siendo poca. Queda una pregunta en el aire: ¿deseamos conformarnos con distinciones extranjeras o podremos ver algún día las producciones colombianas agotando taquilla en el país?
Foto. María Camila Salazar.
Para el director de Los Nadie, los exhibidores no están brindando la posibilidad a las personas para que entren tan siquiera por curiosidad a ver una película colombiana, las cuales son encasilladas para verse únicamente en espacios específicos de la ciudad.
Cineclubes: una alternativa gratuita de formación
Veinticuadros es un cineclub realizado por estudiantes de la Universidad de Medellín y apoyado económicamente por esta. Funciona por ciclos temáticos en los cuales se proyectan películas y se realiza un conversatorio a su final. Cristian Jaramillo, estudiante de Comunicación Audiovisual e integrante del cineclub, recuerda que al principio fue frustrante, pues la asistencia era poca, las personas no discutían sobre la película y poco a poco dejaban de asistir. Resulta paradójico observar cómo el cine colombiano es aclamado por públicos extranjeros y premiado en
“El gran problema del cine colombiano en relación con su público es el desconocimiento. Nunca ha habido una preponderancia del cine de violencia o de narcotráfico. Pero la gente confunde esto con la gran presencia que hay de ello en la televisión”, afirma Oswaldo Osorio.
Foto: John Gutiérrez.
Según Cristian Jaramillo, del cineclub Veinticuadros, en la ciudad y el departamento se está promoviendo una variada agenda cultural en torno al cine, no obstante él considera que todavía falta más público para participar de estas muestras y festivales que se están llevando a cabo. Foto: John Gutiérrez.
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Para que sea viable la producción agrícola local
LAS ALTERNATIVAS DE LOS CAMPESINOS DE MEDELLÍN Yorley Ruiz Manco / yorley.ruiz@upb.edu.co
Invisibles para los ciudadanos de la zona urbana de la ciudad de Medellín son sus campesinos, también sus trabajos de agricultura, que demandan gran cantidad de tiempo, bajo un sol que no solamente azota los ventanales y las sombrillas de los citadinos, sino también la espalda y el rostro de los agricultores que esconden sus manos bajo la tierra. Desde ese lugar oculto ellos apuestan por el cultivo de alimentos orgánicos y que hacen de ello su forma de subsistencia. A pesar de la calidad, los alimentos orgánicos suelen quedarse esperando compradores, después de un proceso de cultivo que dura entre 4 a 3 meses. Estos alimentos que se pudren esperando una oportunidad en el mercado, no encuentran un espacio específico ya que el abastecimiento de alimentos en la ciudad de Medellín viene, en un 70%, de importaciones tanto fuera de Antioquia como de otros países, según el Plan de Abastecimiento y Distribución de Alimentos de Medellín, formulado en 2010. Tan ensimismados en la ciudad, la mayoría de los medellinenses no se percata que el 70% de su territorio es rural, con cinco corregimientos de larga tradición agrícola y que, a pesar de iniciativas como Mercados Campesinos, el Mercado Verde de Corantioquia, el Jardín Botánico, la Red de Consumidores Ecológicos activos de Medellín, Red Colombiana de Agricultura Biológica, no encuentra una forma estable de distribuir su producción.
¿Mercados campesinos o ‘vitrinas’ campesinas?
Sergio, un agricultor de Santa Elena y actual coordinador de logística en el Mercado Arví, trabaja allí hace 9 años y expresa que, más que mercados campesinos, son vitrinas campesinas ya que, según él, ellos muestran sus productos y la gente les compra, pero no hay una distribución directa, estable y permanente de los mismos. Dice además que no consideran la Plaza de Flores, la Minorista y la Mayorista como una forma de distribución de los alimentos rentable, porque desde su experiencia destaca: “Me ha tocado ir a vender una docena de lechugas en 4 mil y al ratico volver y preguntar el precio de una y me dicen que a 2 mil y a mí me la compraron por mucho menos, por un trabajo de 3 o 4 meses”. Esta falta de distribución estable incentiva el desperdicio de alimentos. Por ello, entre las familias, por ejemplo en Santa Elena, recurren al trueque de los mismos o incluso se los regalan entre sí. A pesar de ello, hay producciones que se pierden. Desde el Plan de Seguridad Alimentaria 20162028 de Medellín, se propone una Mesa temática donde uno de sus fines es la promoción y concentración de alianzas públicas y privadas a nivel local, regional, nacional e internacional, para fortalecer y combatir estas problemáticas. Martha Cadavid, docente de la Facultad de Nutrición de la Universidad de Antioquia, y desde su investigación sobre la distribución de alimentos en la
Los métodos tradicionales de cultivo son un valor agregado por el que los consumidores están aprendiendo cada vez más a pagar. Foto: Yorley Ruiz.
ciudad, expone que, según la percepción de los campesinos: “la mayoría de entidades, desde lo público en Medellín, son muy pequeñas, tienen pocos funcionarios que no alcanzan a atender la magnitud del campesinado presente en esta ciudad”. Explica que la alta importación de alimentos afecta en los precios y por ello es difícil que a los productores les compren a un precio más justo.
El contacto directo con los productores enriquece la experiencia de quienes acuden a espacios como los Mercados Campesinos y otros que buscan el comercio directo. Foto: Yorley Ruiz.
Inseguridad alimentaria en zonas rurales
La tierra es fértil, el conocimiento está y la experiencia brota de las manos ásperas de los campesinos, pero aun así las zonas rurales son las que viven la mayor inseguridad alimentaria en comparación con la zona urbana, pues los niveles llegan al 60%, según el Plan de Seguridad Alimentaria de la ciudad. Al no contar con un trabajo estable más difícil es para los habitantes rurales cubrir sus necesidades básicas. Orlando Vanegas, un agricultor, alto, de mirada amable y manos grandes y toscas, que ha trabajado la tierra durante gran parte de su vida, expresa: “por eso es que las familias han dejado de trabajar la agricultura. Es que dígame uno levantando una familia, y uno estar aquí con 2 ó 4 bultos de papa e ir allá y que se la paguen como ellos quieran. Por eso es que la gente mejor se va a jornalear”. Las familias prefieren ir a la ciudad y abandonar la agricultura o construir casas o cabañas en sectores no autorizados, arrendarlas y así buscar un sustento económico más concreto. Jorge Vázquez, al mirar y señalar la tierra que posee su familia, imagina con emoción la cantidad de trabajo que podrían generar si tuviese a quién venderle, pero reconoce que las personas de la ciudad no conocen de cerca cómo es la producción de la cosecha en el campo, sobre todo de cultivos orgánicos y por ello es más difícil, según él, que los apoyen.
Distribución alternativa y organización comunitaria
La distribución alternativa es una propuesta que está resurgiendo. Sus antecedentes están en la Medellín de los años 70 en la ciudad y tiene como característica fundamental una organización comunitaria, con una formación política destacable. Según la docente Martha Cadavid, estas características, que permiten iniciativas de distribución desde las familias y que poco a poco han ido alcanzando un tipo de público más definido, cuentan casos de éxito de proyectos de distribución con clientes habituales como Semilla Viva y Coliflor, que tiene un punto de distribución en el sector Suramericana, a pocas
cuadras de un tradicional hipermercado, precisamente. Según la experta, otras de las características de esta forma de distribución es la relación más cercana entre el productor con su comprador, además de una producción amigable con el medio ambiente.
Alimentos orgánicos y alimentos estándar
Agricultores como Sergio, Orlando, Jorge y muchos otros, que crecieron en las veredas de los corregimientos, que heredaron de sus padres el trabajo de la tierra y que han recibido formación por parte de la Alcaldía y otras entidades privadas y externas, reclaman más acompañamiento y un lugar directo, específico para la distribución de los alimentos orgánicos. Briana Gómez, docente y nutricionista de la Facultad de Nutrición de la U de A, destaca la importancia de este tipo de alimentos pues a lo que, dice, “no le agregan ningún químico, la parte de fertilización y de control de plagas se maneja desde un ámbito ecologista, utilizando lo mismo que nos da la naturaleza, es un proceso más limpio, considerado como un proceso ecológico”.
Nuevas generaciones
Los agricultores ven el trabajo del campo como una acción que debe ser tratada en conjunto, donde todos se benefician de todos, tanto el que lo cultiva como el que lo consume, dando paso a una ciudad más dialogante y menos indiferente a las realidades más cercanas. Por ahora, quienes más recurren a este tipo de alimentos son jóvenes y familias recién establecidas, que, según la docente Martha Cadavid, se han vuelto más conscientes de su consumo, de su salud y de su alimentación, que se preocupan por el cuidado el medio ambiente y por ello optan por alimentos orgánicos, que a pesar de no definir por sí mismos una alimentación saludable, aportan para que esta sea posible y forman un lugar en el mercado de la ciudad, beneficiando a aquellos para quienes el día de la tierra son todos los días porque tienen en ella su vida entera.
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Reportaje del oficio de las historias leídas
CUANDO LOS LIBROS ESCRIBEN A LOS HOMBRES María Fernanda Aristizábal Arango / maria.aristizabala@upb.edu.co
“¡Cómo me duele vender los libros / cómo me duele dar por dinero mi mercancía / cómo me duelen los ojos ávidos de los que quieren leer libros / todos los libros… No poder dárselos!”. Pregón del librero. Cantar anónimo del siglo XVIII.
“Don Amadeo, ¿y esto no me transmitirá una enfermedad bien miedosa?”, preguntaban con recelo las señoras al ver los libros polvorientos y curtidos de los escaparates de la recién inaugurada librería La Anticuaria. Con los conocidos casos de escritores y personajes novelescos muertos de tuberculosis, no era de extrañar que preguntaran. Menos, porque en Medellín no se había visto, hasta entonces, un lugar donde vendieran libros viejos, y posiblemente llenos de ácaros. Rondaban los años 60. “Allá atrás tenemos un horno especial, que me traje desde España, donde pongo los libros y todos esos ‘animales’ se mueren. No queda ni uno solo”, les respondía Amadeo Pérez y las tranquilizaba. No era cierto, pero en un lugar abarrotado de historias, una más no era ningún pecado. En esa época (aún hoy) Medellín no se caracterizaba por tener una población lectora. La Anticuaria contó con la suerte de estar ubicada, primero en Palacé con Perú y luego en Ayacucho con el pasaje de La Bastilla, cerca a la población de clase alta de aquel entonces, que era la más cercana a la lectura. Como los grandes apellidos del Parque Bolívar, Prado, Los Ángeles y los bohemios del viejo Guayaquil rondaban por la Librería y regaron poco a poco el nombre de La Anticuaria, los curiosos no se hicieron esperar, en especial, porque comprar libros de viejo, libros leídos, era una opción llamativa y económica para los ávidos de lectura con poco presupuesto. Por la Librería transitaron estudiantes que tímidamente incursionaban en la literatura y la filosofía, señoras que buscaban pasar la tarde leyendo una novela rosa, enamorados que exploraban libros de poesía para dedicar. “Por allá hay un señor muy interesante para hablar, español él…”, comentaba uno, decía el otro y de esa forma se dieron cita en la librería los intelectuales de la época para debatir en extensas tertulias, filosofar y tomarse algún aguardiente. Se llegó a ver a León de Greiff, ya entrado en años, a Manuel Mejía Vallejo, Gonzalo Arango, Darío Lemos -en esa época el Nadaísmo estaba en auge-, y otros personajes notorios.
Amadeo, cuya vida da para un propio artículo, enamorado de los libros y gran conversador, era la imagen del buen librero. Conocía los relatos que los ejemplares de su tienda albergaba y si no, los intuía. Sabía exactamente dónde estaba ubicado el libro solicitado. Podía contar las minucias de la vida de aquel o tal autor.
Los libreros de viejo no solo orientan a los posibles compradores, asumen también el papel de grandes contertulios, gracias al conocimiento de las lecturas que ofrecen. foto: Margarita Restrepo.
Los libreros Amadeo, cuya vida da para un propio artículo, enamorado de los libros y gran conversador, era la imagen del buen librero. Conocía los relatos que los ejemplares de su tienda albergaba y si no, los intuía. Sabía exactamente dónde estaba ubicado el libro solicitado. Podía contar las minucias de la vida de aquel o tal autor. Tenía la recomendación precisa según el ánimo o las inquietudes de la persona. “Un buen libro, recomendado a tiempo, puede ser la tabla del náufrago y la isla del Edén de un desesperado”, escribiría muchos años después Luis Alberto Arango, también librero. De pie, frente al “Pali-muro”, Luis Alberto sonríe al ver de cerca las fotos que están colgadas en él. Organizados por fechas, se ven los retratos de los eventos más entrañables que ha vivido la librería Palinuro: desde su inauguración hace 13 años, pasando por las reuniones de amigos, las visitas de escritores, hasta unas instantáneas más pequeñas, recién agregadas, de la reinauguración de la librería el febrero pasado. La nueva sede, en el segundo piso de la librería Grammata, sector Estadio, le sienta bien a los libros y a Luis. Los primeros parecen haber tomado un respiro y encontrado su sitio en el los amplios estantes de su nueva casa, después de estar apiñados en 40 metros cuadrados por tanto tiempo, en la anterior librería ubicada en El Centro. Luis, por su parte, se emociona al saber que allí pueden haber más de 30 visitantes al tiempo, recorriendo los salones y husmeando los libros, cuando unos meses antes seis personas eran multitud. Luis Alberto invita a un tinto a todos los que ojean los estantes. Él mismo lo prepara en la librería,
por lo que el característico olor que exhalan los libros viejos se tiñe con tonos dulzones. Los visitantes se pueden pasear con el café o con una cerveza en la mano, mientras se deslizan entre libros de otras épocas. Porque una librería de libros leídos no se puede asemejar a una biblioteca. Allí no existen las acartonadas normas de no comer, no beber, no hablar duro. Las dos primeras son indispensables para mantener vivo el ánimo de los visitantes, que a la larga se vuelven amigos del librero y la librería; y la tercera es casi un requisito en las horas en que los libros se vuelven espectadores de tendidas charlas y discusiones. Siguiendo esa línea, se puede decir que un librero no es un bibliotecólogo ni un vendedor de libros. No se dedica a recolectar datos, clasificar, codificar los libros. Tampoco ve en ellos un mero objeto con valor comercial. “El librero los lee”, como dice Juan Hincapié, dueño de la librería “Los libros de Juan”. En este caso, “leer” no corresponde a saber qué dice en los libros, sino verlos en su totalidad y a través. Es saber que las ediciones “Aguilar” con sus pastas de cuero y hojas de papel cebolla no son, en esencia, valiosas, tal vez en su producción; pero existen reales joyas con los materiales más precarios. Un librero sabe que muchas veces las primeras ediciones de los libros son hechas con pocos recursos, porque los autores apenas se están dando a conocer. Como las primeras ediciones de La mala hora y de El coronel no tiene quien le escriba, ambos de Gabriel García Márquez, que Juan conserva en su librería dentro de una mesa de pintura verde desconchada, protegida por un vidrio. Ninguno cuenta con una pasta impoluta y lustrosa ni con títulos grabados en letras doradas. Los dos libros pasan tan desapercibidos como
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Capaces de mantener fieles a sus visitantes, las librerías de viejo ofrecen sus propias novedades. Foto: Margarita Restrepo.
cualquier otro en los caóticos estantes del pasaje de La Bastilla. Nadie que no fuera un verdadero librero, a simple ojo, podría hallarlos valiosos. Mucho menos, un libro valioso es el nuevo, el que cuesta sumas exorbitantes y tiene láminas a full color. Los libros de otrora, los maltrechos y deslucidos, son testimonios invaluables que traspasaron las inclemencias de las épocas. Juan Hincapié se especializa en esos, incluso ejemplares del año 1500, los conserva en vitrinas con las que el público se puede deleitar, en su librería. Sin embargo, un buen libro tampoco tiene que ser raro o apetecido. Su valor puede residir en la época en la que fue editado, su autor, editor, por las ilustraciones, la tipografía, incluso las dedicatorias y objetos olvidados en su interior, por haber sido vetado o descontinuado, y otros rasgos que un verdadero amante de los libros puede destacar. Nunca se sabe qué se va a encontrar cuando de un libro viejo se trata. El ministro de salud, Alejandro Gaviria, mandó a traer de una tienda de antigüedades de Argentina “(...) una vieja edición, maltrecha y apolillada, de la célebre novela El agente secreto de Joseph Conrad”, escribiría, que pertenecía a la biblioteca de Jorge Luis Borges. Cuando tuvo en sus manos el libro, descubrió que no solo tenía una pequeña inscripción con la letra del mismo Borges, sino que también contenía otra marca que mostraba que había sido un regalo especial que el escritor le había hecho a Haydée Lange, una mujer que estuvo presente a lo largo de su vida y obra.
Sobre la calle Barranquilla y en medio del estrépito de los vehículos que por allí circulan, está la Corporación José Manuel Arango, encabezada por Gustavo Zuluaga. La librería es una especie de garaje alargado, donde la luz del sol va menguando gradualmente hacia el interior. Unos bombillos amarillos luchan por combatir la penumbra acentuada por las montañas de libros que no dejan ningún espacio en blanco. El olor a libros viejos lo impregna todo, no es desagradable, es como una invitación para acercarse a los estantes atiborrados de miles de ejemplares. Gustavo, “el Hamaquero”, aunque ha quedado en quiebra al menos tres veces, no duda en rebajar el precio de un libro así valga tres mil pesos. Él sabe que su librería está dirigida a un público con recursos limitados y prefiere que el libro sea leído a que se estanque por años en los aparadores. Recuerda que a sus manos llegó una biblia con pastas en piel de cordero y escrita en griego. Un monje la vio y se la quería obsequiar al director de su comunidad. Gustavo sabía que no la podía costear y accedió a cambiarla por 10 libros, que no valían ni la mitad. Su mayor satisfacción fue cuando el monje no pudo contener el llanto de la emoción. El Hamaquero no solo vende, fía, regala libros. Reconoce que su deber como librero también es abrir espacios para la cultura. Por ello destina su librería para dar a conocer nuevos escritores, poetas y artistas. Antuá, lo acompaña en la librería. Tiene algunos rasgos de autismo, no por ello es menos diligente y comprometido. Bajo la tutela de Gustavo, ha comprendido el valor de los libros y el amor por ellos. No duda en recomendar a Juan Rulfo, su escritor favorito, y sabe que la lealtad hacia los clientes y los lectores, es superior que cualquier suma de dinero. Tiene escondidos unos libros de caricatura de Elkin Obregón que le solicitó un cliente recurrente de la librería, porque otras personas le han insistido que se los venda incluso más caros, pero él sabe que tiene un compromiso. Él se ha convertido en librero. *** La Anticuaria, precursora de las librerías de libros leídos, ahora la encabeza Daniel Pérez, el hijo mayor de don Amadeo, que, sumergido en el mundo del librero desde que tiene razón, continuó sin tregua el legado de su padre. Ahora no es igual a los años mozos de la primera Anticuaria, abandonó el Centro y está ubicada en una esquina detrás de la iglesia del parque de Belén. La hija de Daniel, Mónica, le ayuda en la librería, y se van relevando, mientras Daniel lee en la parte de atrás de la librería.
ROSTROS
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De vez en cuando Mónica se asoma por la puerta y le pregunta “pá, ¿cuánto este libro?, ¿$18 000?” él hace un gesto que parece común en todos los libreros de libros de viejo: sube los hombros, inclina la cabeza hacia un lado, entrecierra los ojos, frunce la boca, parece meditar un segundo y al final dice: “no, que sean $15 000”, sonríe. Una niña entra con su mamá y pregunta por un libro de los mitos griegos, no sabe el autor ni la editorial. Daniel le dice que tiene dos y se los puede prestar para que los lleve al colegio y mire cuál es el correcto, si no es ninguno de los dos, se los puede devolver. La mamá mira desconcertada, sin intenciones de disimularlo, al hombre de bigote gris que sostiene los dos libros y le devuelve una sonrisa despreocupada, como si confiar libros a extraños le fuera tan normal como respirar. Al final no aceptan y dejan la librería.
SÍGALES EL RASTRO A LOS LIBROS LEÍDOS Palinuro Calle 49B # 75-33, sector Estadio. Teléfono: 2609160 Los Libros de Juan Carrera 81, calle 34 # 81-41 Teléfono: 4125701 La Anticuaria Calle 31 con carrera 78, cerca al parque de Belén Teléfono: 3473880 Corporación José Manuel Arango Calle 67 (Barranquilla) # 55 – 61, frente a la Universidad de Antioquia.
*** “¡Ay, te vas a llevar esta belleza. Cómo va a ser!”, exclama a veces Luis Alberto cuando llega el momento de desprenderse de un libro. Situación que es común en todos. Porque después de haber hallado algunos en la basura, en cajas amontonadas, de haberlos tenido por más de diez años en la librería, se crea un vínculo que cuesta romper. Pero al cabo, el librero comprende que su tiempo como cuidador de ese libro ha terminado y es hora que sus páginas se sigan llenando de lecturas. En la venta de un libro coexisten dos facetas del librero de libros leídos. Por un lado está la del custodio, ya descrita, y, por otro, la del filántropo. Esta se debe a que el librero comprende que el fin de su labor está lejos de ser lucrativo, por lo tanto, procura que sea el lector el que resulte favorecido. No duda en negociar el precio, en hacer trueque, en fiar, en prestar.
Sin el mismo espíritu de las librerías comerciales, los espacios de las librerías de viejo invitan a curiosear a su modo, sin afiches ni “impulsadores”. Foto: Margarita Restrepo.
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GRÁFICO
UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA
CONTEXTO No. 53
Mayo - junio de 2016
El día sin carro: un cambio en la rutina
UNA MIRADA AL AIRE Camila Arango Echeverri / camila.arango@upb.edu.co
Después de las medidas tomadas ante la contingencia ambiental desatada por la contaminación del aire de Medellín, en menos de un mes la ciudad tuvo un segundo día sin carro. Aquí, un testimonio gráfico de esa jornada del viernes, 22 de abril, para mirar con detenimiento el aire que aquí puede notarse mejor gracias al espacio vacío que suelen ocupar los vehículos que ese día no circularon.
Solo en los días sin carro las calles se ven tan amplias, tan grandes que parecen infinitas. A la ciudad le falta un sonido al que todos nos acostumbramos: el ruido de los motores, los pitos, los carros acelerando. Todo esto se va y se recupera un poco de calma. La gente emigró a los buses, al metro, al taxi, a la bicicleta o a los carros de sus amigos o familiares. “El taco de las 7 fue lo que nos mató”, decían algunos buseros a sus colegas en la charla ventana con ventana durante el semáforo en rojo. Al parecer, mucha gente ha preferido, por pereza o por afán, salir antes de que iniciara la restricción del día sin carro. Los que iban en bicicleta pocas veces se sienten más tranquilos. “Por donde no hay cicloruta, que nos toca ir por la calle, uno va sin tanto miedo a
que te arrastre un bus o te cierre un carro”, dice Juliana Escobar, estudiante de la UPB que desde hace tres años va en bici a estudiar. Al menos 20 tomaba la espera de un taxi por teléfono. “Cojo taxi porque es más rápido, pero a este ritmo, me va a coger la tarde”, dice Mónica Franco, que finalmente terminó saliendo a la calle a coger lo que llegara primero: un taxi o un colectivo. Cuando acabó el día, la gente llegó casa con las historias de cómo cambió su rutina. Mucho pudieron notarlo con solo ver el cambio en el paisaje, otros necesitaron ver las noticias para reconocer el sentido de esa jornada sin carros y motos, a todos debería bastarnos hacer consciente la próxima vez que tomemos o queramos tomar una bocanada de aire fresco.
FE DE ERRATAS Felices por la posibilidad de abrir nuestra edición 52 con una imagen que sintetizaba de algún modo los cambios ocasionados por el regreso del tranvía a Medellín, equivocamos el crédito de la fotografía que presenta a uno de los trenes en el cruce de Ayacucho y El Palo. La imagen es autoría de Camila Arango Echeverry, no de Margarita Restrepo, como escribimos. En lo que no nos equivocamos es en que ambas abren camino como muy buenas reporteras gráficas y por eso nos enorgullece contar con su trabajo en Contexto. Disculpas a ellas y a los lectores por la equivocación.