Contexto Ed. 15

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ISSN 1909-650X

Facultad de Comunicación Social UPB - Medellín, marzo de 2008, No. 15,

Ciudad - campo,

Vitrina

una relación ventajosa

Moravia, marginado otra vez. pág. 4 Las marchas aunque sin resultados, son la voz del pueblo. pág. 11

Una escritora que recrea la sencillez de las palabras. pág. 13 Dos visiones de una isla sitiada por el mundo. pág. 15


Antioquia es uno de los departamentos donde más se violan los derechos de los niños

El adiós de una inocencia María Alejandra Brito. mabb19@hotmail.com

La timidez y el miedo a los hombres son algunos de los traumas que tiene Lina Gómez*, una menor que fue sometida al maltrato sexual.

Lina tiene cuatro años y no habla, aunque no es muda. Nadie le enseñó a pronunciar palabra alguna durante los diez meses que pasó en casa de su padre. Sólo veía las mismas cuatro paredes de la habitación. Ni la luz del día podía mirar.

“No señorita es que ese hombre es muy bravo, y pa´ yo evitame más problemas con él no volví, entonces después a mí me empezó hacer falta la niña y le insistí hasta que ya me la dejó ver” (sic), respondió la mujer.

La madre de la menor, Martha Pérez* vivió con el padre de la niña un año. A partir de 2006 Lina se quedó sola con su papá, Francisco Gómez*. Después que la dejaran en casa de su padre, los ojos de la niña dejaron de brillar, y su inocencia se le escapó pronto por un hecho que dejó secuelas grandes en la menor.

“¿Usted hace cuánto tiempo no la veía?” recalcó Leidy.

La niña de cuatro años, prefiere esconderse cuando hay visita en su casa detrás de una silla que está en la sala de la finca, ubicada en la vereda El Filo del Municipio Entrerríos. Si el extraño es un hombre opta por quedarse en la única habitación del lugar, donde se reparten para dormir en dos camas que tienen en la alcoba. Martha Pérez de 38 años tiene cuatro hijos: Jerson* de trece, Michelle* de siete y Lina*. Actualmente convive con Pedro Nieto* de 43 años, del cual espera un hijo. Según Jerson, Lina “le tiene mucho miedo” a su padrastro, quien tiene problemas mentales, no se encuentra afiliado a ninguna empresa prestadora de salud (EPS), y es analfabeta. Pero el temor de la menor radica según Leidy Peña, una Trabajadora social que conoció el caso en septiembre de 2007, en que la niña piensa que “le hará lo mismo que le hizo su padre”, dijo la mujer.

Diez meses trágicos

“Hace 10 meses. Cuando la pude ver estaba en condiciones muy malas, entonces la llevé al dotor y me dijo que ella tenía una infección vaginal, y que había sido violada” (sic), comentó Martha, agregando que el único alimento de la menor en ese tiempo fue el arroz. Después de recibir el reporte del médico, Martha Pérez acudió a la Comisaría de Familia del Municipio de Entrerríos para denunciar a Francisco Gómez. Luego se llevó a Lina para su casa y allí, debió “quemar la ropita de la niña porque imagínese cómo la encontré yo…él no la bañó nunca”.

Los derechos del menor En Colombia “los rangos de edad más vulnerables que sufren violencia sexual se presentan en niños de 6 a 10 años con un 44%”, y de 0 a 5 con un 32%. Así lo confirman los datos expuestos en El Proyecto De Acuerdo No. 272 de 2007, por medio del cual se crean los muros de la infamia.

Para el 2006, se dictó el nuevo Código de Infancia y Adolescencia según la ley 1098, que tiene como fin salvaguardar los derechos y la integridad de los menores colombianos. Pese a esto, aún se presentan casos donde se irrespeta la integridad física y emocional de un menor, por lo que “deberían existir castigos más fuertes contra los violadores que causan un daño muy profundo a los niños” considera Leidy Peña, la Trabajadora social quien llevó este caso durante tres meses. Al respecto el Código de Infancia y Adolescencia afirma en su Artículo 41 que es obligación del Estado “investigar y sancionar severamente los delitos en los cuales los niños, las niñas y las adolescentes son víctimas, y garantizar la reparación del daño y el restablecimiento de sus derechos vulnerados”.

Cruel realidad El 15 de septiembre de 2007, Martha Pérez le comentó a Leidy que “Francisco la estaba amenazando, “él me dice que sino le devuelvo a la niña me va a matar”. Pese a ello, la Trabajadora Social recalcó que la investigación ya había iniciado, “sin embargo es un proceso muy largo”, al cual deberán esperar. Después de estar escuchando el testimonio de doña Martha Pérez, Leidy detectó que Lina “no tiene seguridad social, tampoco las vacunas al día, ni los controles de crecimiento”. Además la pequeña presentaba desnutrición.

Martha respondió: “yo deje a Francisco porque él me trataba muy mal, hay veces que me pegaba... y él no me dejó ver la niña, entonces yo nunca fui”.

Lina se dirigió a la cocina; parada en la entrada de este sitio emitió un suave gemido, mirando a su mamá. Martha dijo que “esa es la única forma en que ella dice que tiene hambre”. A las 5:00 de la tarde se terminó la primera de las tres visitas que la mujer de 24 años debió realizar. Actualmente la menor lleva un proceso de recuperación psíquica con un psicólogo y vive con su mamá, mientras su padre es prófugo de la justicia.

La trabajadora social preguntó de nuevo: “¿Entonces usted nunca se preocupó por ella?”

*Los nombres de los protagonistas fueron cambiados.

Cuando Leidy Peña conoció el caso por medio de la Comisaría de Familia de Entrerríos, realizó su primera visita a la finca el 15 de septiembre de 2007. La Trabajadora Social de 24 años, sentada en la sala de la finca le preguntó a doña Martha: “¿Qué fue lo que pasó?”


Ramón Maya Gualdrón ramon.maya@upb.edu.co El primer ser humano, una mujer, vivió en África. Robert Graves, el poeta inspirado por la antigua diosa Triple, narra que la primigenia civilización fue femenina, matriarcal y comenzó su desarrollo en ese continente, desde donde legendarias marchas humanas partieron y poblaron el resto del planeta; nuestros antepasados son africanos. Fuera de la música clásica europea, los aires occidentales, Jazz, Rock, Bolero, Tango, Salsa, Regetón, hunden sus raíces en África, el territorio desconocido que por su historia de conquista y colonia es hermano de nuestro mundo latinoamericano, con el que comparte un presente en el que comunidades humanas se cohesionan en una alegría ancestral, incólume a pesar de las tragedias. El dolor actual tiene su origen en la Europa que se apoderó de las riquezas naturales e irresponsablemente asumió partido en los procesos de independencia, ocurridos para aumentar la desgracia de las sociedades africanas, en el contexto de la Guerra Fría, cuando las superpotencias, dada su miopía y ambición, impidieron la consolidación de los Estados. Este es el problema de Kenia, y de Chad, Congo, Somalia, Sierra Leona, entre otros. En esos frágiles Estados “señores de la guerra”, abastecidos por redes mafiosas multinacionales de tráfico de armas, arrastran a sus comunidades a guerras fraticidas que golpean con mayor violencia a mujeres y niños, mientras corren las riquezas, diamantes, marfil, petróleo y muchas más, hacia el mundo desarrollado. Más de 200.000 niños son utilizados como soldados y narcotizados hacen de la guerra un juego. Éste es el contexto en el que ocurre un genocidio en Darfur, región occidental de Sudán, rica en petróleo, que se pelean Francia y China mientas los Estados Unidos intentan mover sus fichas para apropiárselo. En África Subsahariana se necesitan 2.000.000 de maestros que enseñen primeras letras; sin infancia no hay futuro, sin educación no hay infancia. En la cuna de la humanidad miles sufren y mueren de hambre, paludismo, cólera, sida y otros males. Nuestras civilizaciones son tardías y la desgracia de África será la desgracia del mundo.

Editorial

Retos para la educación y los medios de comunicación

Si algo caracteriza a la sociedad colombiana es la indiferencia. Hay que medir el real compromiso de las personas que unieron sus voces para exigir la libertad de los secuestrados. A decir verdad, estamos en una deuda histórica con quienes están padeciendo la más inhumana retención en el monte, con las familias de los cientos de desaparecidos y con los desplazados que aún no encuentran solución a su problema. Por eso, es hora de iniciar un proceso formativo de una ciudadanía responsable y solidaria, con las situaciones de injusticia y desigualdad que se viven el país. Es necesaria la educación en procesos deliberativos, en los que se escuchen y respeten las voces de los contrarios, las voces de las diferencias, para ponerle freno a la polarización que ya ronda en la sociedad. Es hora de hacernos responsables de los destinos de nuestra sociedad. De ahí que uno de los llamados a tomar el liderazgo en estos procesos formativos es el sistema educativo. ¿Han comprendido las miles de personas que pasan por las aulas de escuelas, colegios y universidades, las causas de las desigualdades sociales, económicas y políticas que vive el país? ¿Ha brindado los fundamentos para la participación activa y civilizada que conlleven a la construcción de una sociedad más justa y equitativa? El sistema educativo debe aprovechar este nuevo “cuarto de hora” de los jóvenes que tomaron la vocería de una sociedad cansada. Como lo hicieron en su momento los jóvenes franceses en su Mayo del 68 y los colombianos de los 90 cuando fomentaron la séptima papeleta que culminó en una nueva Constitución. Ellos de alguna manera, propiciaron la transformación política y social de sus respectivas sociedades. Escuelas, colegios y, sobre todo, las universidades deben preocuparse por escuchar las inquietudes e interpretaciones que hacen sus estudiantes de lo que vive el país en la actualidad. Se necesitan espacios académicos dinámicos y abiertos para canalizar la reflexión y acción de los jóvenes colombianos. De otro lado, todo este proceso formativo requiere también la participación de los medios de comunicación, por el poder de penetración y socialización que tiene entre los ciudadanos. El reto es brindar unos enfoques informativos que transciendan los intereses mercantilistas que prevalecen en las actuales empresas informativas. Es importante retomar planteamientos como los expuestos por los periodistas Bill Kovach y Tom Rosenstiel, en su texto “Los elementos del periodismo”, quienes afirman que “el propósito principal del periodismo es decir la verdad para que la gente tenga la información que necesita para poder ser soberana”. Los medios de comunicación, ya sea masivos, alternativos, sectoriales, universitarios, colegiales, entre otros, tienen la oportunidad de brindar a los lectores, televidentes, oyentes y navegantes otro tipo de contenidos y enfoques informativos que brinden historias, reflexiones, análisis y contexto, de manera que ayuden a entender la complejidad de nuestra sociedad. De esta manera, con la formación que brindará la escuela, más la información cualificada que ofrezcan los medios, los colombianos podrían tener más herramientas y argumentos para trabajar por la justicia. Y si trabajamos por la justicia, lograremos la paz.

Caricatura

¿De dónde viene esa música?

Rector: Monseñor Luis Fernando Rodríguez Velásquez / Decana de la Escuela de Ciencias Sociales: Esperanza Hidalgo Urrea / Director Facultad de Comunicación Social: Margarita Llano Gil. / Jefe de Área de Periodismo: María del Socorro Correa Jaramillo. / Editor: Juan Carlos Ceballos Sepúlveda. /Jefe de Redacción: Carlos Mario Cano Restrepo.• Periodistas: Natalia Villa Diez • Maria del Pilar Camargo Cruz • Carlos Mario Cano Restrepo • Efraín Londoño Tamayo • Ana María Restrepo Aguilar • Lucas Burgos Álvarez • Sergio Andrés Restrepo Álvarez • Manuela Gómez Quijano • Maria Alejandra Brito Botero • Andrea Quintero Cardona • Orianna Garcés Osorio • Rosa María Pérez • Laura Julieth Mendoza Arroyave • Mónica Ospina Rodríguez • Viviana Londoño Calle • Maria Juliana Yepes Burgos • Santiago Higuita Gómez./ Fotografías: Natalia Villa Diez • Carlos Mario Cano Restrepo • Lucas Burgos Álvarez • Sergio Andrés Restrepo Álvarez • Maria del Pilar Camargo Cruz • Ana María Restrepo Aguilar • Maria Juliana Yepes Burgos • Santiago Higuita Gómez • Carlos Julio Gironza Montoya. / Foto portada: Sergio Andrés Restrepo Álvarez. / Ilustración: Cindy Natali Erazo / Diseño: Ana Milena Gómez - Editorial UPB / Impresión: El Mundo/Universidad Pontificia Bolivariana • Facultad de Comunicación Social.• Dirección: Circular 1ª. 70-01 bloque 7. Teléfono: 4159042.• Correo electrónico: pcontexto@gmail.com • ISSN 1909-650X

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Moravia vive en incertidumbre

Peleando con Gallinazos Lucas Burgos Álvarez Loock88@gmail.com

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“Moravia para los moravitas”. Así se pronuncian los habitantes del barrio ante la Alcaldía de Medellín que por medio del Plan Parcial, busca “concretar con la comunidad los cambios que la Administración (…) ejecutará en la ciudad y sus diferentes sectores con el fin de garantizar la distribución justa (…) de los bienes y servicios (…)”. “Cuando Zenú botaba los recortes de alimentos, allá en el Morro, nos peleábamos con los gallinazos para poder comer”, recuerda Judy Echavarría, líder comunitaria del barrio Moravia y quien vive allí hace 34 años. Entre dos viviendas de invasión construyó su rancho que hasta la mitad es de adobe, la otra es de madera. La puerta no tiene cerradura, una piedra la tranca y al forzarla por debajo se entra en un rancho de escasos 12 metros cuadrados. Allí convive con sus siete hijos. El Oasis Tropical, donde vive, es uno de los cinco sectores de Moravia. Los otros son el Morro de Basuras, La Herradura, El Bosque y Moravia –sector del barrio con el mismo nombre. La mayoría de las viviendas de El Oasis están hechas de madera, las más lujosas están barnizadas o son de adobe. Sin embargo, ya no queda mucho de El Oasis. En abril de 2007 un incendio lo consumió casi todo. La casa de Judy se salvó de milagro. Las calles que quedan son estrechas, difícilmente por ellas pasarían tres personas una al lado de la otra sin tropezar con alguna puerta. Para el 2011 El Oasis desaparecerá. Ya no habrá tugurios ni calles angostas. A Judy le parece bien. Se quiere ir. Quiere que sus hijos crezcan en “otro ambiente”. También quiere vivir mejor y por lo menos dormir sola y no con cinco de sus hijos en la única cama que hay en la casa. Los otros dos duermen, uno en una colchoneta y el otro en una espuma de un metro.

El problema El Oasis desaparecerá y con él El Morro y las manzanas uno y dos de El Bosque. “Cuando esto era un charco a nosotros nos tocó comer mierda, ahora que lo hicimos vivible ya no nos quieren”, dice Mary Benítez habitante de El Bosque. Ella, a diferencia de Judy, no se quiere ir y está muy preocupada porque “la Alcaldía no deja construir. No deja hacer nada. No da titulación de predios, y si paga por ellos da muy poco”. Muchos moravitas no están contentos con la Alcaldía y con su Plan de intervención Integral llamado Plan Parcial de Moravia. Con este proyecto urbanístico el barrio será modificado, los habitantes no están a gusto, creen que los impuestos subirán. Sin embargo,

saben que la aplicación de éste es fundamental para el progreso de la ciudad. “Nosotros no nos oponemos al desarrollo, pero que el desarrollo no nos atropelle”, comenta Mary. El Plan Parcial se inició en la administración de Sergio Fajardo y su fin es mejorar la calidad de vida de los moravitas. Pero para ellos la modernización tiene sus costos. “La gente no se siente capacitada de tener más carga económica. Si uno quiere vivir bueno tiene que pagar bueno”, comenta Francisco Legarda líder comunitario. Todos los trabajos que hicieron alrededor de Moravia causaron incertidumbre. La comunidad piensa que esta intervención pretende marginarlos otra vez. El Parque Norte, el Jardín Botánico, el Parque de los Deseos y el Parque Explora, en donde estará el acuario más grande de América Latina, son los vecinos de lo que en 1977 fue el basurero de Medellín. Los moravitas son estrato uno y lo que consiguen ya sea mendigando, reciclando o haciendo cualquier tipo de actividad sólo da lo suficiente para poder comer, vestirse, educarse y pagar servicios. Es más, hay quienes ni siquiera los pagan pues los tienen de contrabando.

La incertidumbre Como Moravia fue el basurero municipal, sus terrenos no eran los más aptos para construir. Sin embargo, el desplazamiento y la necesidad de trabajar impulsaron mucha gente a levantar ranchos al lado del basurero.

Las casas de Moravia se construyeron sin ningún tipo de planificación. El Gobierno sólo le prestó atención al barrio cuando se decidió la intervención del Plan Parcial.

El Morro de Basuras, como se conoce hoy, fue el epicentro de éste. En El Oasis Tropical se tiraban escombros; los demás sí tenían basuras, pero esparcidas. Los primeros tugurios se construyeron con lo que el basurero brindaba. Cuatro palos y un techo de plástico fueron suficientes para que los primeros pobladores se asentaran allí de manera permanente. Pero donde los moravitas se ubicaron es zona de alto riesgo y ahí es prohibido construir porque los terrenos no son estables. Por esto el Plan Parcial tiene como uno de sus principales objetivos el reasentamiento de 1.900 viviendas. Sin embargo, la mayoría de la población no quiere ser trasladada u otro lugar porque teme que los impuestos suban. Además estas familias no estarán cerca de la ciudad. La mayoría de los que reubicaron están en Pajarito, al occidente de la ciudad.

La propuesta La comunidad siente que los están dividiendo y por eso se pronuncian ante la Alcaldía diciendo: “Moravia para los Moravitas”. Una propuesta de redensificación en donde piden no ser reasentados, pues los suelos de la manzana 1 y 2 son recuperables a diferencia de los de El Morro y el Oasis. En ella piden que estas manzanas, que están al frente del Parque Norte y prontas a ser intervenidas, se conviertan en edificios de cinco pisos en donde los moravitas puedan tener en el primer piso locales comerciales y en los otros cuatro sus viviendas de interés social tipo uno. Sin embargo, la Alcaldía no ha dado respuesta porque “ya lo tienen todo planeado”, dicen los moravitas.

Los resultados de la intervención urbana en Moravia hasta ahora son el arreglo de calles y la canalización del Corredor la Bermejala.

En general, la comunidad teme que el barrio sea desintegrado y que en un futuro no tengan con que pagar los servicios públicos de las nuevas viviendas. Piensan que de manera implícita se les quiere rechazar. De nuevo se sienten como los marginados de hace unos años, que se peleaban con los gallinazos para poder comer.


El 72% del territorio de Medellín corresponde al campo

Sin campo,

no hay ciudad

Andrea Quintero dayann_andrea@hotmail.com

A juicio de investigadores, es necesario que se planteen proyectos de desarrollo con el sector rural, que vinculen de manera directa y clara a los habitantes de estas zonas. Lucas

¿Quién podría pensar en vivir sin agua, energía, carnes y vegetales? Nadie. Cuando se menciona una ciudad como Medellín, en lo último que se piensa es en su componente rural, factor trascendental para el desarrollo de ésta. En Medellín hay cinco corregimientos: San Sebastián de Palmitas y San Cristóbal al occidente, Altavista y San Antonio de Prado al suroccidente, y Santa Elena al oriente de la ciudad. Los corregimientos ocupan un 72 por ciento del suelo de Medellín, mientras que el 28 por ciento restante corresponde a la zona urbana. Sin embargo, el 98 por ciento de la población se concentra en la ciudad y sólo el 2 por ciento en lo rural. En estas zonas “cada vez hay más población que vive y que tiene ese sitio como dormitorio, pero trabajan en la zona urbana del municipio”, comenta Fredy López, investigador de la Red de Estudios del Territorio de la Universidad de Medellín. La zona rural de Medellín es importante. De ella depende en gran parte, la sostenibilidad del municipio porque “las ciudades -comenta Fredy- no podrían existir sin la ruralidad”. Para el investigador, el ideal del campo se fundamenta en una oferta de bienes y servicios ambientales, actividades económicas competitivas y condiciones de vida digna, todos ellos factores que conforman el desarrollo ambiental de un país. De ahí que la sostenibilidad se comprenda como la capacidad de mantener un equilibrio que lleve al desarrollo de la ciudad en su conjunto, es decir, de la ciudad y de sus cinco corregimientos que le proporcionan los recursos naturales necesarios para su progreso. Por sí solas, las ciudades no son sostenibles. Requieren de las zonas rurales para su funcionamiento y para el abastecimiento de alimentos y de diversos servicios como los recursos hídricos.

a los municipios tomar decisiones acerca de cómo se puede manejar el ordenamiento de sus territorios”, aclara el Jefe de Ingeniería Ambiental. En la mayoría de los casos, se proponen un conjunto de alternativas, pero el rumbo de los proyectos y el impacto en las soluciones no se ven sino hasta el final. “Con el territorio se ensaya permanentemente. No hay en sentido absoluto cosas buenas o malas. Se propone un conjunto de alternativas y dependiendo de la manera como se lleven a la realidad pueden tomar caminos distintos. Todo depende de que la gente se haya apropiado de la propuesta”, comenta Fredy López. A pesar de ello, el Jefe de Ingeniería Ambiental insiste que ésta es la dirección correcta, siempre y cuando se comiencen a generar alternativas que miren hacia los corregimientos. En este momento la problemática se maneja con la formulación de proyectos: conceptualizar el problema, analizarlo en detalle, discutirlo. Ya después de esto se pueden formular propuestas altamente rentables para la población. “Solo con políticas públicas que hagan más visible a la población que ocupa esos corregimientos se va a lograr una mejoría”, opina el investigador Fredy López. La apropiación de la ciudad como centro de formación y generador de oportunidades, es la herramienta necesaria para el desarrollo integral de Medellín, sólo la aceptación de las zonas rurales y de su aporte a la comunidad será la vía para fortalecer el desarrollo colectivo.

La ciudad y lo rural La cercanía de los corregimientos con la ciudad hace que sus habitantes asuman estilos de vida urbanos. No existe una clara transición entre lo rural y lo urbano. La diferencia entre campo y ciudad es cada vez más pequeña. Al respecto, el investigador de la Universidad de Medellín, Fredy López explica que “la sola denominación del corregimiento, ya de entrada, denota una relación mucho más fuerte con lo urbano. El suelo de la cabecera corregimental se asume como parte del suelo urbano del municipio”.

La ciudad es para los corregimientos una amenaza y a la vez una posibilidad. El peligro de la expansión de la zona urbana y la posibilidad de comercializar los productos hacen parte de este juego de relaciones entre el campo y la ciudad.

La población rural de Medellín, a pesar del arraigo que tiene con el campo, encuentra en la ciudad un polo de atracción con actividades y servicios que no tiene en sus fincas, tales como: trabajo con mejor remuneración y mejores prestaciones sociales, una mejor oferta educativa, sitios de recreación y de comercio. El campo es desaprovechado desde las políticas de la ciudad, se olvida con facilidad que el mayor porcentaje de Medellín es rural y por eso “las ventajas comparativas y estratégicas se están quedando en el limbo”, afirma Fredy López quien añade que hay una invisibilidad del territorio rural frente a lo urbano.

Los planes Para Carlos Eduardo López, Jefe del Programa Ingeniería Ambiental de la Universidad de Medellín, una alternativa en el Área Metropolitana consiste en la creación de planes estratégicos, en los que se establezca una integración de las zonas rurales al desarrollo municipal. Sin embargo, “los planes por sí solos no garantizan que se vayan a solucionar los problemas. Son simplemente instrumentos que van a permitir orientar las inversiones. Son las políticas que le van a permitir

El campo que está en las cercanías de Medellín tiene potencialidades que deben ser incentivadas con proyectos e iniciativas municipales.


75 huertas hacen parte del proyecto Trece años llevan 30 familias del corregimiento con un proyecto de agricultura limpia. En este tiempo son muchos los aprendizajes, las pérdidas y las ganancias. Por más duro que sea, quieren persistir en la propuesta.

La experiencia inició en el año de 1995, cuando un grupo de campesinos, convocados por la Acción Comunal de San Cristóbal, crearon la Asociación Campesina Agroecológica de Boquerón (ACAB), con el apoyo y asesoría de la Corporación Penca de Sábila. A esta iniciativa se unieron luego algunas familias de las veredas El Patio y el Uvito. En la actualidad son cerca de 75 huertas de San Cristóbal las comprometidas en este proyecto, que cada semana entrega sus productos a los habitantes de algunos sectores de Medellín.

Cultivos que no hacen daño a la gente Los campesinos de San Cristóbal, con asesoría de Penca de Sábila, Corantioquia y RECA (Organización de Productos Ecológicos) le apuestan a los cultivos sin químicos. Orianna Garcés origarces@hotmail.com

Sergio Restrepo serchos84@gmail.com

El proyecto Agroecología surgió como una opción para reemplazar los cultivos de flores que dejaron de ser rentables en el corregimiento y por el deseo de los campesinos de integrar las familias alrededor del campo: “vivir de la tierra ya es duro y a los hijos de uno no les gusta trabajar en ella, prefieren ir a estudiar y trabajar al centro”, comenta Fabio Muñoz, agricultor. La iniciativa consta de tres etapas: una de capacitaciones y acompañamiento con abono y semillas que esta a cargo de Penca de Sábila, RECA (Organización de Productos Ecológicos) y Corantioquia; la segunda es el cultivo de los alimentos sin químicos, únicamente basados en compuestos orgánicos y la tercera es la comercialización en Medellín.

Los vinculados Actualmente 30 familias pertenecen activamente al proyecto y otras 45 son capacitadas por las instituciones y los campesinos

Buscando que los productos sean cien por ciento naturales, los campesinos optan por no usar ningún químico lo cual incrementa el riesgo de perder cosechas enteras por las plagas. “Los dos primeros años de trabajar así es muy verraco, yo casi saco la mano, pero después uno le coge el tiro, porque tenemos que concientizarnos y ver que este cultivo es el que va a regir más adelante, porque es el que no le hace daño a la gente”, afirma el agricultor. Por eso, para minimizar los riesgos de plagas e insectos y poniendo en práctica las capacitaciones, crearon un insecticida natural que emana un fuerte olor a ajo capaz de ahuyentar cualquier animal, consta de ocho ajíes, cuatro cabezas de ajo y agua que se fermentan por ocho días para regarse, en tiempo frío, dos veces por semana y en tiempo cálido, cada 15 días.

La comercialización El corregimiento de San Cristóbal cuenta con un clima cálido privilegiado que les ofrece a los campesinos la opción de cultivar gran variedad de alimentos como: cilantro, cebolla de huevo, tomate, lechuga, espinaca, alverja, rábano y zanahoria entre otros. San Cristóbal, a pesar de su cercanía con Medellín, le sigue apostando al campo y a la producción de alimentos ecológicos.

que ya tienen experiencia. Don Bernardo Cano es uno de ellos y hace cuatro años cultiva sin químicos.

que se vaya perdiendo la raíz de los otros”, afirma don Bernardo Cano, mientras toca las ramas de un cilantro.

Según él, el proceso de los cultivos consiste en dividir la huerta en tajos que a su vez se reparten en eras, donde siembran diferentes alimentos por temporadas. “Nos gusta rotar, donde sembramos tomate luego sembramos cilantro y así con todos los productos para

La huerta rodea la casa de don Bernardo y al lado de ella hay una marranera de la que brota un olor fétido, es donde mezcla el abono que él mismo fabrica según lo aprendido en las capacitaciones. En canecas azules introduce boñiga de cualquier animal, melaza, cicloruro de cobre, potasio, salvado, basura, hojarasca y horquilla, se mezcla por kilos con 1 litro de leche, después riegan las plantas una o dos veces dependiendo de su evolución.

Con persistencia y terquedad

Los campesinos que están comprometidos con el proyecto de agroecología son conscientes de los riesgos que tiene para ellos la producción libre de abonos químicos.

Con melancolía, don Bernardo se queda pensativo por unos momentos mientras revisa con sus manos callosas y resecas, hoja por hoja, una era llena de lechugas florecidas: “por ejemplo este cultivo de lechuga se perdió todo, porque le dio un hielo y hay que esperar otros tres meses para la siguiente cosecha”, dice.

Los martes de cada semana los agricultores recogen la cosecha para que los miércoles los comisionistas de Penca de Sábila y la vendedora de Corantioquia suban al parque principal por ella. Los productos son vendidos en tienda Coliflor y en la salida de la sede respectivamente. Del total de las ganancias a los comisionistas les corresponde un 10 o 20% y a los campesinos el resto. También venden por encargo a personas de las mismas entidades que los reparten en las casas, pero muchas veces no suplen la demanda por el tiempo que se tardan algunos alimentos en surgir, que puede variar desde tres días como el cilantro a tres meses como el rábano. “Muchas veces uno les tiene que decir que lo tiene para la otra semana o que tiene la mitad, porque no alcanza”, comentó don Bernardo Cano. A pesar de no ser el negocio más rentable y de las dificultades para cultivar, estas familias están entregadas al proyecto por una motivación más fuerte que el dinero, es la convicción que los productos cien por ciento naturales son los benéficos para la gente, por lo que están decididos a no volver a los químicos en pro de una mejor calidad de vida.


La defensa de lo rural y la expansión inevitable de lo urbano

Altavista,

corregimiento de contradicciones Montañas en las que nacen quebradas y más de 4.000 personas sin agua potable, sectores más cercanos a barrios de Medellín que al centro del corregimiento y un permanente debate entre las generaciones por el futuro del campo, hacen parte de la realidad actual de este sector de la ciudad. Carlos Mario Cano Restrepo carwansophia@yahoo.es Desde Medellín, Altavista es una montaña verde con pequeños parches color tierra. Desde Altavista la gran ciudad se ve como una explanada color adobe con pequeños parches de verde. El corregimiento y la urbe no son muy diferentes entre sí, los buses no distinguen entre Belén y Altavista porque ya no hay límites claros entre lo rural y lo urbano, como dice Marisol Zapata, habitante de Buga Patiobonito: “aquí se está en el campo pero a la vez en la ciudad”. El campo y la ciudad se encuentran mezclados y en permanente contradicción. Altavista parece una extensión de Belén y de Belencito Corazón, es el corregimiento más joven de Medellín y en la actualidad tiene 21.000 habitantes, de los cuales más de 4.000 carecen de agua potable. A este corregimiento -que está a menos de 25 minutos del centro de Medellín- lo componen cuatro grandes sectores incomunicados entre sí: Aguas Frías, El Corazón, Altavista Central y San José del Manzanillo. En ellos se mezclan fincas cafeteras, zonas de pastoreo, casas de recreo, zonas de explotación minera y sectores que parecen barrios de cualquiera de las comunas de Medellín.

Sin agua potable En las montañas de Altavista nacen cinco quebradas: La Guayabala, Buga, Los Naranjos, Aguas Frías y La Romerala. Gracias a ellas existen en el corregimiento los acueductos de San José del Manzanillo y el Multiveredal, además de otros pequeños acueductos comunales que abastecen a gran parte de la población. Sin embargo, estos no alcanzan a cubrir todo el corregimiento y por eso cerca del 30% de sus habitantes no tienen agua potable.

A la falta de un acueducto, se suma que algunas aguas que llegan artesanalmente a las casas no son aptas para el consumo humano: “el agua de por aquí no sirve ni para trapear” afirma Gilma Rúa de Grisales, habitante de la vereda Travesías - El Morro. Ella sólo toma agua en su casa después de hervirla y de echarle limón porque una investigación realizada por la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Antioquia en 1999 concluyó que el agua del sector tenía residuos de materia fecal. Ante esta problemática el Municipio realizó estudios y diseños de los acueductos que faltan, de ellos se construirán próximamente el alcantarillado de un sector de Altavista Central y el acueducto de Travesías-El Morro. La solución a las necesidades básicas de este corregimiento es lenta y aún faltan cinco sectores -en los que viven más de 3.000 personas- por ser atendidos.

El desencanto del campo “Los jóvenes no quieren, los niños estudian y los viejos ya nos vamos a morir”, así resume la situación del campo en Altavista Pedro José Cano Rendón, un campesino de 80 años. Él recuerda que desde los siete años sus padres le regalaron azadón y machete, acordes con su tamaño, para que aprendiera las labores del campo. Las condiciones imprevisibles de esta labor, la dureza del trabajo, la baja remuneración y la atracción que genera la ciudad con oficios más cómodos y mejores condiciones laborales son algunas de las razones que hacen que los jóvenes ya no quieran trabajar la tierra. Además, la educación impartida en el corregimiento incide para que la juventud no mire en el campo su futuro: “Aquí se da una educación descontextualizada y entonces la gente se mete en el cuento de lo urbano”, afirma Alba Nelly Giraldo, Presidenta de la Junta Administradora Local (JAL) de Altavista.

“Los nietos míos no viven sino pegados del reggaetón. Ellos no van a coger un azadón, no le tienen amor a la tierra” dice en el patio de su casa Rosa Elena Velásquez Restrepo, una abuelita de San José del Manzanillo.

La ciudad es vista por los jóvenes como una oportunidad, los viejos la ven como una amenaza por su permanente expansión. La mayoría de jóvenes afirman que las posibilidades de progresar están en la ciudad, “yo no me vuelvo a ensuciar las manos, ni me vuelvo a meter al campo. Uno por allá está encerrado, en cambio en la ciudad puede salir a conocer amigos y a rumbear”, concluye Alejandro Foronda Muñoz, un joven de 19 años habitante de La Perla.

La esperanza está en la tierra Pese a que las nuevas generaciones no ven en el campo su futuro, existe un pequeño grupo de personas que trata de cambiar la situación. Ellos luchan ante el gobierno municipal por un reconocimiento y protección de la ruralidad. “Nuestra lucha es no permitir que Altavista se nos vuelva urbano, que pertenezcamos a Belén o sigamos siendo Altavista, pero que no dejemos de ser rurales”, afirma Luz Dary Román, una de las líderes de San José del Manzanillo. Este reconocimiento empezó por lo más básico: desde el 2004 los corregimientos fueron integrados al mapa que siempre se exhibe de Medellín, “yo intenté poner el tema en el Concejo Municipal de Planeación desde la administración de Luis Pérez, pero sólo hubo voluntad política y una preocupación real, en las discusiones del Plan de Ordenamiento Territorial del 2004”, aclara Alba Nelly Giraldo. Además de la integración de los corregimientos al mapa, el Municipio implementó estrategias como los Mercados Campesinos y las Vitrinas campesinas, dos espacios en los que las personas del corregimiento pueden ofrecer directamente sus productos a los ciudadanos. “Esto paso a paso va a ir cambiando, se necesita ayuda, que el campesino se sienta acogido y seguro porque un pelao que vea que esto es rentable le coge amor al campo”, asegura Álvaro Antonio Serna Calle, un joven campesino de cuerpo fornido y ojos claros. Las necesidades de Altavista son apremiantes y su solución muy lenta, por fortuna la ruralidad cambió y algunos pobladores del corregimiento ya conocen sus derechos y exigen ser escuchados: “si no le ponemos cuidado al campo no vamos a tener nada en 10 años, el tema de lo rural está en lo público y por eso no permitimos que nos excluyan, porque nosotros somos Medellín”, concluye Alba Nelly Giraldo.

Cerca del 30% de Altavista, más de 4.000 personas, viven sin agua potable.


El Túnel de Occidente atraviesa territorio palmiteño

“El comercio se vino a tierra” Rosa María Pérez Rivas rosampr77@yahoo.es María del Pilar Camargo Cruz ccmariadelpilar@hotmail.com

Al menos 6 mil millones de pesos solicitan como indemnización 23 comerciantes del corregimiento San Sebastián de Palmitas (S.S.P), a las entidades públicas socias del Túnel de Occidente, por daños materiales y perjuicios morales. Los comerciantes están inconformes con el escaso tráfico vehicular y la ausencia de viajeros por la carretera vieja desde la apertura del túnel Fernando Gómez Martínez, el 20 de enero de 2006, que dejó pérdidas económicas en negocios e inestabilidad emocional en propietarios. Antes de presentar la demanda, los vendedores plantearon otros mecanismos de defensa: se quejaron en las audiencias públicas de 2005 y 2006 –realizadas en el corregimiento– y ante el Concejo de Medellín, e intentaron vías de hecho como taponar la nueva conexión vial, acción de protesta que no dio el resultado deseado.

La justicia decidirá Urbano Rico pertenece a la Asociación de Abogados Compañía Legal S.A., que contrató el grupo de comerciantes de la carretera vieja. Según Rico, la Ley 99 de 1993 establece que los mega proyectos ­–proyectos de intervención que afectan a grandes comunidades–, deben destinar un porcentaje para mitigar el impacto socioeconómico y ambiental que causarán sobre el territorio y su población. Bajo esta razón se reunieron 173 vendedores a mediados de octubre de 2007, con el fin de buscar alternativas para exigir alguna compensación por parte del Estado. Rico asegura que no se hizo la intervención material sobre la comunidad asentada en

El 18 de enero de 2008 se demandó a Invías, Departamento de Antioquia, Municipio de Medellín, Área Metropolitana del Valle de Aburrá y Proyecto Conexión Vial Aburrá-Río Cauca, el reclamo obedece al deterioro que ocasionó la nueva vía al comercio formal e informal de la antigua carretera al mar. la antigua vía, “hicieron un censo, donde encontraron trece comerciantes afectados, luego aumentaron a ochenta, más tarde se redujeron a los mismos trece, descartaron a algunos que se podían trasladar a la nueva vía y la conclusión es que sólo eran cinco negociantes perjudicados”, así explica el proceso considerado por él inconsistente, que siguió el proyecto Túnel de Occidente con los comerciantes de la carretera vieja.

Kilómetros sin andar El 20 de enero de 2008 se cumplieron dos años de la apertura del túnel, según los comerciantes de la carretera vieja, esta fecha desató el olvido al que pasarían sus estaderos. Antes esa vía era la fuente de empleo del corregimiento: entre los oficios más comunes estaban ser meseros o cocineras, sólo algunos eran propietarios. Ahora la situación es diferente: el propietario ordena y atiende los pocos viajeros que transitan por obligación, la antigua carretera al mar. Una de las afectadas por esta situación es la comerciante Rocío Arango, propietaria de la tienda Rincón Paisa y participante de la demanda. Ella afirma: “Me levanto muy temprano para poder venir a hacerme los dos mil pesos de todos los días, a esta hora he vendido novecientos, abrí a las 7:30 y son las tres. Cierro a las 5:30 de la tarde porque me da miedo que vengan y me roben”. Entre el grupo de comerciantes que demandó también

Algunos de los propietarios cerraron sus negocios. Los comerciantes que tuvieron la posibilidad económica para comprar los terrenos cerca a la nueva vía, abrieron estaderos y restaurantes a lo largo de la conexión vial.

está Luz María Mejía, propietaria del Estadero Palmitas –negocio que tiene trece años­–, quien niega haber recibido sensibilización antes de la ejecución del proyecto: “nadie opinó nada, el gobierno lo vino a hacer de una”. A pesar de la situación que vive, reconoce que es una mujer perseverante, “todavía no nos hemos dejado vencer”. El presidente de Asocomunal (Asociación de Juntas de Acción Comunal) y vicepresidente de la JAL (Junta Admistradora Local), Jairo de Jesús Ospina, fue uno de los últimos comerciantes que ingresaron para completar el grupo de los demandantes. Su tienda está ubicada en la zona central.

Esperanzas y temores En definitiva, cuatro razones tienen los palmiteños para aceptar positivamente el Túnel de Occidente: Palmitas pasó de ser el corregimiento más retirado de la ciudad (32 kilómetros) a ser el más cercano (16 km.); la construcción generó empleo para ellos relacionado directamente con la obra. El tercer motivo alentó a los habitantes: desde la apertura del túnel, medellinenses y turistas identifican el corregimiento, y lo más importante, se enteran que pertenece a Medellín. Por último, los ciudadanos esperan que a largo plazo, el túnel traiga un beneficio turístico y puedan acceder a más empleo en el centro urbano.

El Túnel responde La opinión de Jesús María Hidalgo, representante del Túnel de Occidente frente a la comunidad palmiteña: 1. Según el Plan de manejo ambiental del Túnel de Occidente, el proyecto es responsable de una compensación colectiva ambiental –sembrar 180 mil árboles desde San Cristóbal a San Jerónimo– y negociar con pagos individuales a personas afectadas de manera directa, como la compra de franjas de tierra. También se asume cualquier derrumbe generado con la operación del túnel. 2. El proyecto no asume afectaciones indirectas como el caso de los comerciantes de la vía al mar. Reconocen que en la vía vieja se mermó el flujo, pero el Plan de manejo ambiental nunca indicó que iban a pagar compensaciones económicas. 3. Se hicieron encuestas socioeconómicas a los comerciantes informándoles que se iba a construir el túnel, para que empezaran a buscar alternativas. 4. Se incrementó el empleo: los nuevos negocios de la conexión vial contratan más empleados, se mejoró ostensiblemente la locación y el servicio. Se establecieron negocios bajo la normatividad del Estado colombiano. 5. Sobre la demanda impuesta no podemos opinar, son los jueces los que deciden. 6. En la carretera al mar están los negocios que no viven del turismo y son un comercio local que surte a la población campesina. Los locales que dependen del flujo de pasajeros se fueron para abajo buscando a sus clientes: turistas, camioneros y usuarios de la vía.


El corregimiento más habitado de Medellín

Urbanización y Movilidad: Un conflicto en San Antonio de Prado Considerado como uno de los focos de vivienda del Área Metropolitana, esta parte de Medellín sufre las consecuencias de la expansión de la urbe. De la ciudad poblada y urbanizada, nos desplazamos hacia el suroccidente, pasando por el municipio de Itagüí, subiendo por una estrecha vía de curvas asimétricas, vamos dejando atrás la industria de la Medellín conocida. En la entrada a la ruralidad del primer corregimiento del país, montañas y metros de verde nos dan la bienvenida a San Antonio de Prado, a la vez que nuevas construcciones de viviendas que desplazan de la vista lo rural, de esta parte de la ciudad. San Antonio de Prado, cuenta aproximadamente con 100.000 habitantes: pradeños que aman el campo, internos en sus veredas o algunos más citadinos que ocupan las nuevas urbanizaciones del corregimiento. Es conocido por sus actividades agrícolas, porcicolas, piscícolas y ganaderas, además de ser uno de los primeros productores de madera y una reserva ambiental y rural para Medellín. De su ambiente tradicional, queda el parque con su gente, quienes caminan por las calles sin advertir el paso de los carros, quedan las veredas y sus casas campesinas, y aquellos que no abandonan el campo y su vida tranquila. En cambio, esa Medellín que se asoma con sus industrias, cada vez está más cerca. Así, Prado desde hace 20 años vive un proceso de urbanización tan acelerado como desordenado, la ciudad que ya no tiene mucho espacio en donde construir encuentra en este corregimiento el lugar para asentar más viviendas.

Una expansión desequilibrada Este proceso urbanístico no ha estado acompañado por un equipamiento vial, sólo se cuenta con dos vías de acceso al corregimiento, lo que contribuye a un problema real para sus habitantes ya que no cuenta con movilidad interna. En este momento existen alrededor de 5 proyectos de construcción habitacional, el más grande ubicado en la vereda La Florida, allí se tendrá alrededor de 40.000 habitantes más. La construcción de nuevas viviendas de acuerdo con las leyes y últimas órdenes nacionales debe estar vinculada a planes parciales, lo que requiere la construcción no sólo de conjuntos residenciales sino también de iglesias, centros de educación y salud, espacios recreativos y culturales. “Muchas de las obras urbanísticas no están dentro de los planes parciales lo que perjudica al corregimiento”, afirma Antonio de Jesús Betancourt – Presidente de la Junta Administradora Local, JAL.

Manuela Gómez Quijano manuelita85@gmail.com

María Alejandra Brito Botero mabb19@hotmail.com

San Antonio de Prado crece aceleradamente por la construcción de urbanizaciones.

Camiones por el parque

Por la nueva vía hacia Prado sólo transitan carros particulares

Juan Diego Lopera, Subdirector de planeación territorial de la Alcaldía de Medellín aclara que la actual administración revisará este año la situación vial del corregimiento, lo que definirá acciones inmediatas para solucionar el problema crítico de movilidad y el crecimiento urbanístico para el resto de San Antonio de Prado. La acelerada construcción en Prado no sólo trae problemas de movilidad, el desplazamiento de los campesinos es una triste realidad que conmueve a Antonio Betancourt : “Les compran la tierra y donde había una finquita construyen mil casas sin tener en cuenta los elementos fundamentales de protección de las zonas boscosas y de los árboles nativos, originarios del corregimiento”. El presidente de la JAL comenta con nostalgia que en uno de los proyectos de vivienda, la constructora Capital, tapó cuatro quebradas y destruyó varios metros de bosques. Este líder, que defiende la ruralidad de su corregimiento, trae a la conversación los versos musicales de Mario Tierra: “por mi pedacito de tierra echaron la carretera, mi ranchito lo tumbaron y me echaron de pa’ fuera”. Al terminar de cantar las trovas de este músico antioqueño, Antonio concluye “se me chocolatean los ojos porque esa es la realidad que estamos viviendo en Prado”.

Al parque de Prado llegan palomas que recorren despacio el atrio de la iglesia. Los comerciantes ofrecen frutas al borde de las calles, el tiempo transcurre despacio en el ambiente pueblerino, hasta que un camión de basura inunda de ruido y de malos olores el centro de San Antonio de Prado. A los pocos minutos le sigue otro camión de desperdicios y a este otro y otro. “Todos los días pasan por el parque entre 70 y 80 camiones de Empresas Varias, estos se dirigen hacia el Guacal ubicado en terreno de Heliconia pero que está en el límite de San Antonio”, comenta Francisco Betancourt, Coordinador de desarrollo social del corregimiento. El Guacal está construido para recibir el total de las basuras del sur del Área Metropolitana: Envigado, Sabaneta, La Estrella, Itagüí y San Antonio de Prado. Los habitantes del corregimiento se niegan a denunciar la problemática, algunos comerciantes manifiestan los malos olores de los lixiviados dejados por los camiones, pero prefieren no hablar mucho del tema. El Subdirector de Planeación territorial afirma: “la problemática de basuras se nos escapó de las manos, ya que fue la autoridad ambiental Corantioquia la que le dio el permiso a la empresa que montó el depósito final de basuras en Heliconia, sin comprometerlo en mitigar los impactos negativos que se iban a generar”. Frente a los múltiples problemas de San Antonio de Prado, sus habitantes reclaman una solución pronta a situaciones como la circulación de los carros de basura por el parque, mediante la construcción de una nueva vía hacia Heliconia, además tal como lo afirma Antonio Betancourt, uno de los líderes del lugar, “si es que nos van a poner a crecer que sea en forma equilibrada” y, sobre todo, sin resquebrajar la identidad del habitante Pradeño.


El POT no deja satisfechos a los habitantes

Turistas contaminan Santa Elena 10

Una de las pocas reservas de aire limpio, tranquilidad y buenos espacios que tiene Medellín está en riesgo de desaparecer. La razón: a Santa Elena llegan muchos que no la cuidan y sus habitantes están cada vez más preocupados. Laura Mendoza lauris2444@hotmail.com Cada fin de semana el corregimiento de Santa Elena recibe entre 4 mil y 5 mil visitantes. La mayoría de ellos atraídos por las zonas verdes, los bosques naturales, riachuelos y casas cam-pesinas. Entre los lugares preferidos están el Chorro Clarín, Piedras Blancas, Bosque Chorrillos y la reserva ecológica Arví. Los habitantes del corregimiento ven con preocupación la llegada de los visitantes. Al final de las jornadas en las zonas verdes, quebradas, incluso en sus fincas quedan los cartones, los vidrios, residuos de comida, en fin, basura. Para los integrantes de la Mesa Ambiental del corregimiento, los visitantes no son concientes del daño ecológico que causan en Santa Elena, además que a los campesinos les toca recoger los desechos. “Los turistas dejan basuras que afectan a los habitantes y al medio en general”, afirman.

Entidades vs. Comunidad En el corregimiento existen diferencias entre las entidades gubernamentales y la comunidad en general, básicamente porque los entes no tienen en cuenta las necesidades y opiniones de los habitantes a la hora de tomar decisiones. Hace cinco años Corantioquia y la Alcaldía de Medellín declararon a Santa Elena, junto con algunas zonas de los municipios de Envigado, Copacabana y Bello como Parque Regional Arví, por sus reservas ambientales. Sin embargo, la comunidad se siente ajena de esta decisión. “La proyección que le dieron las entidades gubernamentales a Santa Elena como un Parque Arví, fue desde la administración pero no crearon procesos de sensibilización con las personas. A mi casa se entraron en estos días unos motociclistas a pedir

Ana Maria Restrepo A. arestrepo86@gmail.com

chocolate, que porque mi casa era el parque y que por eso los debía atender”, afirma Juan Guillermo Sánchez. Tanto los turistas como los habitantes no lo reconocen como una reserva ecológica, los turistas llegan en busca de un parque encerrado con cabañas y comodidades que son confundidas con las casas y fincas que ya tienen propietarios.

Los problemas del POT Otras de las inconformidades que tienen los habitantes están relacionadas con el POT (Plan de Ordenamiento Territorial). Éste y la resolución 4141 de Corantioquia (Corporación Autónoma Regional del Centro de Antioquia) con la intención de mantener a Santa Elena como una reserva natural, crearon la ley 3600 que exige un área mínima de tres mil doscientos metros cuadrados entre construcción y construcción. Esto ha traído problemas. “Aquí no hay equipamiento para que el turista se sienta bien, no hay hoteles, ni amoblamiento, ni parte sanitaria. Todo esto se hace necesario, pero por los requerimientos del POT no ha sido posible la construcción de los mismos”, dice Juan Guillermo

Turistas de todo el departamento son los principales visitantes no sólo del casco urbano sino de reservas y parques ecológicos.

Proyectos agrosostenibles Santa Elena se convirtió en un lugar muy apto para la construcción de granjas autosostenibles y agroecológicas. La Fundación San Gabriel, liderada por los hermanos de San Gabriel de España, con la intención de crear programas sociales, capacitar y formar en valores a la comunidad, además de actividades culturales y artísticas, construyó una granja sostenible donde cultivan hortalizas, flores y crían animales “Para la conservación del medio ambiente estamos haciendo todos los cultivos limpios de químicos; hemos logrado aplicar la técnica para la papa y hortalizas con abono biológico y hacemos nuestro propio abono con los excrementos del conejos y cabras”, afirma el Hermano Segundo Ortega. Jorge Quiceno junto con 15 campesinos más, también encontró en Santa Elena el lugar ideal para cultivar y vivir. “Acá entre todos no ayudamos, intercambiamos saberes y hacemos prácticas distintas. Yo vendo, compro y doy clases en mi granja autosostenible”. Sánchez miembro de la Junta Administradora Local. Por esta razón, los turistas seguirán ingresando a las fincas de los campesinos, con la idea que estos lugares hacen parte del Parque y los habitantes de las mismas no saben qué hacer para enfrentar esta situación que requiere una urgente solución.

Apoyo desenfocado Los campesinos se ven afectados, además, por algunas

Todos los espacios en Santa Elena son de mucha tranquilidad y propician el descanso, por eso cada semana miles de carros de servicio público y particulares lo visitan.

decisiones tomadas desde la administración y las entidades encargadas de aportarles ayudas, porque la mayoría de ellas no responden a sus necesidades. “Las formas de apoyo del gobierno no sirven. Si a mí me quieren apoyar para que cultive que me den plantas y frutos nativos, pero nos dan para sembrar guayaba, naranja y aguacate que no se cultivan por aquí. Si me dan yuca, papa, arveja y maíz les cuesta menos y me tienen feliz”, asegura Jorge Quiceno Gil, habitante y cultivador de Santa Elena. En el corregimiento, unos trabajan en la tierra y otros se esfuerzan por conservarla. Por esto, los integrantes de la Mesa Ambiental consideran que el turismo desenfocado los afecta. Reclaman a las entidades responsables soluciones a sus necesidades más inmediatas. Creen que la solución está en generar proyectos de sensibilización con los turistas los 365 días del año y en la construcción de finca-hoteles. Además de tener en cuenta a la comunidad a la hora de tomar decisiones que los afectan a ellos, principalmente, como habitantes del corregimiento.


Falta más formación política entre los colombianos

Mucha gente, pocos resultados Viviana Andrea Londoño vivi1909@hotmail.com

Mónica Opina osro31@hotmail.com

Para algunos la marcha fue un éxito total, otros demuestran su vehemente oposición. Al final prima la voz colectiva del pueblo alentada por los medios de comunicación. Asumir una función formadora sería una de sus tareas. generan cantidad de controversias. Éstas hacen que se desvanezca cada vez más la posibilidad de dar respuesta a los interrogantes principales de dichas movilizaciones colectivas. ¿Para qué están marchando los colombianos?

Facebook jugó un papel fundamental en la promoción de la marcha del cuatro de febrero, en este mismo portal hay en la actualidad varios grupos en contra de la marcha del 6 de marzo.

Las marchas siempre fueron una expresión de protesta del ser humano a lo largo de la historia. Su verdadero origen se remite a Roma y Grecia cuando las mujeres salían en grupos a marchar para que les devolvieran los cadáveres de sus hijos y maridos. Las caminantes se rasgaban los vestidos y los cabellos en un silencioso recorrido de tristeza. Las mujeres nunca lograron que les regresaran los cadáveres. Así, la historiadora Claudia Avendaño explica que en la antigüedad las marchas no tuvieron éxito, en el presente tampoco son muchos los logros que éstas traen. Sin embargo, son la manera como el pueblo hace oír su voz, es la opinión y es el ejercicio de la democracia. Colombia también tiene una historia de marchas, entre las que se destacan: la del silencio con Jorge Eliécer Gaitán, la séptima papeleta, después de la muerte de Luis Carlos Galán y la de 1999 que tuvo el famoso lema de ¡No más! A pesar de que las marchas no son nuevas para el país, es claro que nunca han obtenido los resultados esperados. En la convocatoria a la marcha del 4 de febrero; se recurrió al ejemplo de las manifestaciones realizadas en España contra el grupo armado ETA. Sin embargo, nadie consideró dejar en claro que dichas movilizaciones no tienen repercusiones en la posición de dicho grupo y que hasta el momento no logran nada diferente que notorias agrupaciones de multitudes. La sociedad colombiana se ha caracterizado por ser pasiva e indiferente. Cuando la ciudadanía se despierta a veces de su letargo y se une para protestar, la polarización y ausencia de conciencia política, como la que se presenta por estos días, minimiza en gran medida los logros que se pueden obtener con participaciones activas como las marchas. La marcha del 4 de febrero y la que se va a realizar el próximo 6 de marzo

El papel de los medios de comunicación

apoyar también la idea. A la convocatoria se adhirieron además empresas privadas y personajes políticos. Pero esto generó la inconformidad en ciertos grupos que no sintieron su posición reflejada en la marcha. Amparo Mejía líder de Las madres de La Candelaria dijo en nombre de todos lo miembros no sentirse incluidas en la marcha puesto que son muchos los actores que hacen parte del conflicto colombiano: “el Estado no reconoce a los secuestrados civiles – declaró- Piedad Córdoba ha sido la única que ha puesto en boca a la población civil”. Se convoca a los colombianos con un mensaje que parece claro al principio, pero a medida que empieza a circular por los canales de comunicación se trasfigura, dando como resultado opiniones diversas y poca transparencia acerca de la verdadera intensión del recorrido. “La manera como los medios manipularon la información de la marcha dio como resultado una masa sin forma, sin criterio”, afirmó Jorge Ríos, miembro del Grupo de Investigación en Ambientes Virtuales de la UPB. “La marcha deja un gran vacío en el ambiente. Los medios se limitaron a cumplir un papel anunciador logrando así convertirla en una plaza de mercado”, señaló Ríos. Después de la emotiva caminata se perciben vacíos en el ambiente, puesto que el hecho se quedó en el sensacionalismo. La pasada convocatoria demostró que la ciudadanía está interesada en la participación para la solución de los problemas. Se sentó un precedente que indica que vivimos en un país heterogéneo y que puede ser activo. No obstante, se demostró también que es ausente la conciencia de sociedad civil y que hay desconocimiento general de la realidad del país. Según Velásquez la cuestión no es marchar o no marchar, lo importante es que las convocatorias multitudinarias tengan una estrategia que permita la perdurabilidad en el tiempo y la solución real de conflictos.

En la educación es fundamental la repetición. El cubrimiento que hicieron los medios antes y durante la pasada marcha, fue excesivo. La cantidad de imágenes de secuestrados inundaron las pantallas de los noticieros invitando a la comunidad a sentirse parte del evento, como afirmó Norberto Ríos Navarro, director de La Escuela Nacional Sindical. Las voces más conocidas de la radio tampoco dudaron en sumarse a la invitación. La prensa escrita incluso, enfatizó en los más mínimos detalles y distintivos para los marchantes. La presencia de los medios, más que notoria, fue la que legitimó la marcha. Sin embargo, después de unos días el tema ya no tuvo espacio en la agenda informativa y de no ser por lo poco que se dice acerca de la marcha del 6 de marzo, pasaría su turno para el cajón de archivo histórico. Es así como la falta de memoria colectiva que padecemos los colombianos, se debe a la ausencia de la repetición formadora que necesitan los ciudadanos para adquirir una conciencia democrática, como lo señaló Jorge Alberto Velásquez, profesor de la UPB. Los motivos de la pasada marcha parecen claros. Una gran cantidad de ciudadanos, cansados de las prácticas violentas que utilizan las FARC para la consecución de sus fines, deciden responder al llamado que surge en un primer momento como idea de dos jóvenes por medio del Facebook. Los medios de comunicación por su parte, aprovecharon el La marcha programada para este mes busca el reconocimiento de las víctimas de actores armados diferentes a las FARC. terreno y decidieron

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Una mirada a nuevos campos de batalla

Guerreros urbanos En medio de la ciudad, un grupo de jóvenes decidieron darle vida a una de sus mayores pasiones: el combate. Ahora, decididos a alcanzar su objetivo, se reúnen cada sábado buscando así sumarle un poco de diversión a la rutina. 12

Mónica Samudio moniksamudio@gmail.com

Andrea Quintero dayann_andrea@hotmail.com

¡Iaaahhh! Al momento un golpe de espada se descarga sobre el escudo de uno de los combatientes mientras a lo lejos una flauta dulce entona melodías medievales. Jóvenes vestidos con trajes de guerra se desplazan con agilidad por el pequeño cerro. Parece una pelea del Siglo XII, pero no, sucede en uno de los sectores residenciales más conocidos de Medellín. Es una comunidad denominada Mil Espadas, y desde mediados del 2007 se reúnen todos los sábados durante la tarde en la Villa del Aburrá con la intención de recrear diferentes combates, logrando transformar de esta forma un interés común en un encuentro original y constructivo. “Iniciamos con esa fiebre que uno tiene desde pequeño: blandir una espada cual caballero de la corte del Rey Arturo: ser un Tristán, El Fuerte. La pasión por los libros y posteriormente por los videojuegos nos llevó a cuestionarnos sobre la creación de un juego de roll”, comenta Lucas Gómez, fundador de Mil Espadas y conocido como Blusber, mientras enfatiza en el ideal del juego: incitar al conocimiento, buscando así la perfección del individuo, no sólo como particular, sino como componente de una sociedad.

¡A luchar! Los diferentes clanes, encargados de formar a partir de los gustos de sus integrantes una cultura propia, le dan inicio a lecturas medievales, contextualizando así la batalla a comenzar. Comandados por su líder, los enfrentamientos se hacen cada vez más numerosos y rigurosos a través de las voluptuosas mangas y el resistente monumento. Poco a poco los participantes son aniquilados por elaboradas estrategias mientras el resto continúa la pelea

hasta conseguir una victoria. Entre carros y bullicio, la fuerza del jugador estremece semana a semana el campo de batalla. El juego consiste en agrupar los clanes, los cuales deben luchar por alcanzar un objetivo principal: obtener el estandarte definido al principio del juego (banderas, cartas de navegación), eliminar al Rey (Regicidio), apoderarse de las tierras de los diferentes clanes (Asedio al Castillo, Mantener el Puente), o simplemente Valhala (confrontación física hasta lograr eliminar al contrincante). Para protegerse usan diversos trajes que representan la época elegida por cada uno de los combatientes, al tiempo que se acompañan por distintas armas: espadas, escudos, hachas, entre otros. Estas son elaboradas con materiales sintéticos y una espuma comprimida de alta densidad que simula caucho. “No me acuerdo del día, ni de la fecha en que jugué por primera vez, pero sí recuerdo que fue excelente. Jugué descalzo, con un alfanje negro lleno de espuma. En algún momento durante el juego cogí el estandarte. Desde ahí ya todos me recuerdan como Nagash”, explica Pablo Ortíz, estudiante de Comunicación Audiovisual en la Universidad de Medellín.

Un espacio público El juego es de participación libre. Fácilmente se pueden encontrar niños y mujeres en la plazoleta. “Hay personas ignorantes que dicen que eso es de locos, pero a mí no me importa”, comenta Golber, un jugador de octavo de bachillerato, quien admite que pelear amistosamente es una de las actividades que más disfruta. “Mi mamá no me pone problema, y a veces hasta traigo a mis amigos”, afirma. Y como él, existen diversos integrantes que durante breves momentos dejan atónito a más de un transeúnte. Una gran cantidad de mujeres se encuentran enlistadas para el momento de pelear. Con un alto nivel de coraje deciden enfrentarse a los jugadores más fuertes, y aunque son tratadas con respeto, en la arena todos son guerreros.

A través de la ciudad se vive con furor el espíritu guerrero de las batallas.

Las tácticas para construir los armamentos son consideradas un secreto entre la comunidad de jugadores.

Comportamiento modelo Aunque ocurren accidentes que dejan lastimado a más de un competidor, al final de la jornada no existen reproches entre participantes. El respeto por el contrincante va más allá de la amistad que pueda o no existir. Sobre la plazoleta, cercana al ágora de la Villa, sólo participa quien asuma las reglas con honestidad. Su presencia allí cuenta con un permiso de la Oficina de Espacio Público de la Alcaldía de Medellín. Y si bien en un principio los encuentros generaban controversia, ahora sólo causan admiración entre los habitantes de los bloques contiguos al lugar del encuentro. “Al inicio hubo muchos problemas. Las personas no entendían qué era lo que estábamos practicando. Insinuaban: ‘Éstos están entrenando paramilitares, son unos satánicos, sólo vienen a fomentar la violencia’… sin comprender que Mil Espadas es todo lo contrario, es un espacio para promover la tranquilidad, el sosiego. Eso ya pasó, ahora la gente viene a vernos”, expone Blusber. Después de cuatro horas de combates, persecución y estrategias el juego termina. Aún así, la mentalidad guerrera de estos jóvenes continúa hasta el próximo encuentro. La creación de espacios apropiados en los que las personas puedan encontrar una vía para expresarse es su único fin. “Sólo así se logrará una integración total entre la ciudadanía” concluye Nagash.

“incitar al conocimiento, buscando así la perfección del individuo”


“Algunas veces el agua calma su sed en mi propio vaso”

Leer para creer y escribir para soñar Efraín Londoño efrain.londono@gmail.com

Maria Juliana Yepes mariajulianayb@yahoo.es

Además de escribir lo que piensa y siente en forma de poema y prosa, Teresita es una escritora estimada por sus amigos, que disfruta de la comodidad de su casa y la compañía de su familia.

Sus libros La comprensión natural y sensata de los avatares de la vida le mereció el reconocimiento de su talento entre los talleristas. Las tertulias, las lecturas y sus compañeros crearon un ambiente de familia donde logró expresar sus más profundos sentimientos.

Al escribir sobre su padre, Teresita lucha entre preservar la intimidad familiar y serle fiel a la historia que quiere contar.

Son las 10:00 de la mañana y aún falta para que sea la hora del almuerzo. En la casa de Doña Teresa Yañez de Cuberos ya se siente un delicioso olor a sopa que no sólo deleita el olfato, sino que antoja al gusto. Ella es una abuela y escritora que nació en Gramalote, Norte de Santander, un pequeño pueblo cafetero, montañoso, caluroso y alegre de la región nororiental de Colombia. Es la décima hija de once hermanos y desde muy niña inició su interés por la literatura. Al recordar su infancia, sonríe ruborizada y se acomoda en el sillón rojo de la sala, mientras se toca uno a uno sus dedos, como si este gesto le permitiera contar detalladamente lo que para ella significó esa etapa de su vida en la que comenzó a enamorarse de la lectura: “Desde pequeña disfrutaba de los cuentos y como yo no creía mucho lo que me leían, me propuse leer por mi cuenta para que no me engañaran”. El descubrimiento de la literatura exaltó tanto su imaginación que no era extraño escucharla hablar sola en los potreros, donde le cogía las orejas a los terneritos para contarles secretos. Ser acusada de “boba” por parte de sus hermanas puso en duda –según ella- su capacidad mental, lo cual logró aclarar el día que consiguió entrar al colegio, donde una monjita le hizo caer en cuenta de su potencial.

Su primer libro “De este lado de los sueños” fue publicado en 1992 para conmemorar los 40 años de la Biblioteca Pública Piloto. Allí los temas principales rememoran la niñez al lado de su familia, contados desde las diferentes experiencias del ser humano: amor, sufrimiento y melancolía, evocados con un estilo natural y sencillo semejante a su personalidad. En 1997 se publicó en Cúcuta, en reconocimiento al talento santandereano “Barco de papel”, con el apoyo de la Cámara de Comercio de la ciudad, y 10 años después salió a circulación su tercer libro “Plegaria del agua”, dedicado a sus familiares difuntos, donde se evidencia la tristeza y el temor que provoca la muerte, pero también la fuerza, y el amor que vienen con su aceptación.

En la intimidad de su casa Teresita asiste a diario a misa de siete de la mañana. Su fe en Dios supera lo que otros puedan decir de Él: “Prefiero no leer los libros que hablan mal de Dios... cuando se ponen a decir cosas en contra de la fe paro y cojo otro libro para no dejar la lectura...no sé por qué algunos escritores creen que el ser ateo los hace mejores”.

Al regresar, la mañana entera se la dedica a su hogar, el resto del tiempo hace lo que más disfruta en la vida. pequeña disfrutaba En ocasiones, contempla algunos pasajes de la obra de Virginia Woolf y de Porfirio Barba Jacob, cuentos y como yo escritores a los que admira profundamente y menciona en Plegaria del Agua.

“Desde de los no creía mucho lo que me leían, me propuse leer por mi cuenta para que no me engañaran”

Evocando sus amores

Cuando Teresita comparte sus historias y proyectos lo hace de una manera sincera, afable y espontánea. Está a punto de publicar su nuevo libro “Ánfora de barro”, sus vivencias y emociones dejarán al lector en un plácido ensueño.

Una mujer que descubrió en las letras un estilo de vida. Ha llorado, ha roto páginas de sus cuadernos, pero continúa firme en su vocación de escritora. Lee y escribe todos los días porque eso la hace sentir feliz. “Siempre tengo un libro bajo el brazo, están por toda la casa, desde que recuerdo es así, cuando pequeña mi papá nos los regalaba y en las estanterías no cabía ni uno más”. La relación con su padre y la muerte de un hijo fueron determinantes en su producción literaria. Cada uno en diferentes etapas de su vida influyó en su necesidad de narrar historias. Desde muy niña su padre le infundió la paciencia y la constancia a la hora de leer, y su hijo era el reflejo de lo que ella sentía al envolverse en la escritura. La muerte de su hijo en 1989 cuando apenas estaba en la Universidad, le sirvió de impulso para darse a conocer como escritora. Él asistía al Taller de Escritores que ofrecía la Biblioteca Pública Piloto, dirigido por el maestro y escritor Manuel Mejía Vallejo quien después de esto invitó a Doña Teresa para que participara en el taller. Además de forjar una gran amistad y convertirse en su mentor, fue como un padre para ella, dice Teresita.

Teresa escribe sentada en su silla favorita donde recibe los rayos del sol que entran por el patio donde están sus macetas de flores rosadas.

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La guerra la hizo ciega, la vida sensible

Ver la vida con sonidos y sombras Santiago Higuita xantiago1107@yahoo.es

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Después de quince años de vivir entre la luz y los colores, Mónica Betancur se vio obligada, por tres balas inoportunas, a aprender a disfrutar del mundo de las sombras.

Camina, camina, camina. Se terminó la jornada en el IDEM 12 de octubre, Mónica sube las escaleras. Por las calles empinadas, Medellín se ve más bonita. Son las 7:32 de la noche. Cruzó la calle, llovía, de frente… Mónica Betancur y la bala en su cabeza.

pintar paisajes ni jugar de la misma manera. El proceso fue difícil, había que aceptar la situación. “De un momento a otro estoy ciega”.

Vivir la ceguera Después de terapias para reincorporarse en la ciudad el proceso fue lento. La rehabilitación de los familiares fue más dispendiosa que para ella misma. Entender que hay un ciego en la familia y que desde ese instante iban a cambiar las dinámicas dentro del hogar, no era fácil de asimilar.

En el barrio Castilla, al noroccidente de la ciudad, Jairo Betancur y María Eugenia están enamorados. De las ganancias de su oficio, conductor de bus, pretende construir un hogar con el bebé que viene en camino. El 29 noviembre de 1977, María Eugenia está en el hospital fría, joven, inexperta. Acaba de tener una niña: Mónica. Con la abuela, en el barrio El Picacho, vive el tío Orlando, otros tres familiares y Mónica. En el segundo piso María Eugenia sola. Jairo fue asesinado por la policía y la niña quedó con cinco años, apegada a Orlando y a su abuela. Años más tarde, en la escuela urbana integrada El Picachito, Mónica Betancur culminó con éxito la primaria. Ya se notaban dotes de inteligencia aplicada y destrezas con el balón de basket. Al IDEM 12 de octubre llegó con los tenis puestos y lista para comenzar a hacer parte de la selección de baloncesto. Sexto, séptimo… una pausa.

La tragedia Las milicias urbanas comenzaron a apoderarse del barrio. Ya los de aquí no pueden pasar allá y los de allá no pueden ser dueños de aquí. Pamm, pamm, pamm, suenan disparos después de las siete de la noche. Las calles ya no son tranquilas. Hay que traspasarlas entre la niebla de las balas y el humo de la pólvora. Esquive, blumm. Fue 1992 y en Medellín no paraba de llover. Mónica salió 25 minutos después de terminar las clases y comenzó a subir las lomas del Picacho. Tenía miedo. Estaba lloviendo. Suenan disparos. La muchacha quedó tendida sobre la calle húmeda, en su cabeza tres balas que le

La ceguera para Mónica es la posibilidad de descubrir nuevas estéticas, mientras camina la ciudad.

rozaron la cara. La moña de su pelo se empezó a volver medio agua, medio sangre. Se oían las sirenas en el hospital San Vicente de Paúl cuando entraron con ella inconsciente en una camilla. Perdió mucha sangre y tenían que intervenirla inmediatamente. ¿Quién puede firmar los papeles de la cirugía? ¿Quién está a cargo de la niña que llegó herida de bala?, ¿dónde…? Muchísimas preguntas le hacían a Orlando su tío en la sala de espera. Él firmó la autorización y a la pequeña la dejaron tres horas en cuidados intensivos. No respondía. Garantías de vida no le daban.

Mónica no desfalleció, tocó puertas, se preparó y no se rindió. Entró estudiar en el INCI (Instituto Nacional para Ciegos). “Sí, ya no puedo pintar de la misma manera, jugar baloncesto o correr con las mismas ganas...” respondía ella a quien le preguntaba cómo se sentía. Ahora lee braile, tomó cursos de orientación y movilidad. Encuadernación. Habilidades cotidianas que le tocó aprender, para volverle a pegar los hilos a la marioneta en que se convirtió su vida. En el ITM, campus Castilla, terminó el bachillerato al tiempo que estudiaba inglés en CISOR (Escuela de Ciegos y Sordos). A esta mujer le tocó desprenderse de sus ojos y comprar bastón. La ciudad comenzó a adquirir para ella una estética diferente. Las

calles, los edificios, hasta las personas se ven con sonidos y sombras. Pero sigue adelante. No ve, pero sí reconoce. Aprendió a estimular otros sentidos a tal punto de percibir la incomodidad de la gente con un mismo sonido. La señorita Betancur es una arriesgada de tiempo completo. En su afán de oportunidades entró a trabajar en el SENA como promotora comunitaria y líder en discapacidad. El reto de la U. de A. no quedó atrás. Se inscribió en un semipresencial de lengua materna. Al tiempo compró otra vez el formulario y colocó licenciatura en lenguas extranjeras. Pues sí. El examen a las 2.30 p.m con monitor a bordo para los discapacitados. Oiga y responda, oiga y no sé. Resultados dos semanas más tarde. Sí pasó, Mónica está terminando tercer semestre en la U. de A. Ahora, a sus 30 años vive sola en un apartamento al frente de la Universidad. “No en las urbanizaciones, eso es para estrato seis”, me contó mientras sentado en su cama veo una nevera pequeña, unos cubiertos, la toalla que acaba de entrar para que no se moje con la lluvia; un buso y un computador. Entre todas esas cosas está ella, que camina con seguridad como lo que realmente es, una vidente más en un mundo de invidentes.

Pasaron cinco días después del accidente y en la pieza del hospital la gente rezaba. Mónica no veía nada. Ya respondía a las estimulaciones del cuerpo, pero de luz, nada. Había que practicarle varias cirugías estéticas para restituirle los daños del impacto en la cara. Después de varios días, ella todavía no ve. La noticia no fue fácil. Para ella, una joven de caderas anchas, cabello rizado y ojos claros, el mundo se acabó. No había nada que ver. Ya no podría

Ser licenciada en Lenguas Extranjeras es la meta que tiene ahora. La U. de A. es el espacio donde se forma para ser una profesional comprometida.


En La Habana dos generaciones narran su país

Entre café y gaseosa, conversaciones sobre Cuba

Historias de una Cuba, desde lo cotidiano, desde personas comunes que habitan esta isla que suena a Son, sabe a frijoles negros y arroz, y deja recuerdos eternos en sus visitantes.

Los viejos anhelos La brisa entra por las ventanas de la pequeña casa del 5º piso. Afuera se siente cómo el mar choca contra el malecón y resuena melodioso. Un sonido que se mezcla con el de los timbales y las maracas que llenan de música de fondo a esta Habana, donde un café espeso es la excusa para conversar. Las manos marcadas por los años de doña Lorenza sirven la bebida caliente. Su esposo, un moreno simpático, sonríe a su lado. Fotos de su hija cuelgan en las paredes de la sala. “Ella es músico, estudió desde los cinco años y ahora vive en Italia”, comentan orgullosos. Don Rolando bebe su café negro y menciona que gracias a la revolución su hija pudo estudiar dignamente. “Cuando yo era pequeño no tenía ni siquiera zapatos para ir a la escuela. La situación de nosotros los negros y de la mayoría de los cubanos era muy difícil, éramos muy pobres pero en Cuba también había muchos ricos blancos a los que ni siquiera podíamos acercarnos”, rememora con cierta tristeza don Rolando. Su relato habla de oportunidades, de luchas por el poder, de un joven cubano que decidió hacer una revolución junto con un amigo argentino de amplia visión social y muchos más jóvenes que soñaban con un país más justo, de educación gratis y niños vestidos con sus rojos uniformes, de un sistema de salud que atiende sus necesidades y de raciones alimentarias, que nunca alcanzan.

Ana Maria Restrepo A. arestrepo86@gmail.com

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La conversación comienza a tomar un tono político. No es raro, en La Habana siempre se habla de política, de historia, de héroes inmortalizados en bronce que adornan las plazas públicas, de mandatarios y jefes de Estado, de países amigos y países que apoyan un bloqueo económico que impide el comercio y le dificulta la situación a esta isla que no puede autoabastecerse. “El bloqueo es complicado”, asegura don Rolando mientras termina su café. “Si algo se daña aquí y alguna pieza es norteamericana o de países del bloqueo, no hay nada que se pueda hacer”. Doña Lorenza advierte a su esposo que sea prudente, pero él no deja de explicar con esmero el país en el que vive y compararlo con otros. Ella recuerda contenta el viaje que hicieron juntos. “Cuando fuimos a visitar a nuestra hija nos dimos cuenta de cómo viven allá afuera, hay más comida, más para comprar, pero yo no dejo de querer a Cuba, aquí la gente es más feliz. En Europa trabajan mucho y no tienen ni tiempo para sus hijos”, comenta esta morena que siente, a pesar de los problemas, que sus raíces están aquí. “Nosotros tenemos mucho que agradecerle a esta revolución”, concluye esta pareja por cuyos ojos han pasado las tiranías y las utopías, la miseria y el intento por mejorarlo todo y que aún hoy reconocen un sistema que los tuvo en cuenta, sin olvidar, como muchos compatriotas suyos, que no todo salió como esperaban.

Sueños de ahora En el mismo edificio, justo en la casa del lado, existen otras historias. En una silla reclinable, con un vaso de kola Ciego Montero, descalzo y con un hablado rápido Yoset, un joven cubano, también relata su país. “Yo entiendo que el pueblo cubano quiera a la revolución, todo eso trajo cosas buenas para el país, estoy de acuerdo con la calidad del estudio y de la salud, pero ¿para qué todo eso si no tenemos oportunidades?”, se pregunta mientras bebe su gaseosa.

La Habana es un retrato del pasado, que perdura en las imágenes, en los edificios que parecen desplomarse con el tiempo y en el desfile de autos antiguos que ocupa diariamente las calles.

Natalia Villa D. nataliavilladiez@gmail.com

Él es un joven de 24 años que estudia actuación en La Habana, tiene su familia en Camaguey, la más grande provincia de Cuba, y hace pocos años decidió buscar otra forma de vida en la capital, decisión que le ha traído más problemas. “En este país si naciste en Camaguey tienes que trabajar para Camaguey, si no se te dificulta el pago del trabajo y siempre te van a estar vigilando”, asegura Yoset. Oportunidades son pocas las que ven los jóvenes cubanos, “tienes que ser muy bueno

Yoset vive la paradoja de los jóvenes cubanos: llenos de capacidades y con pocas oportunidades.

“Cuando fuimos a visitar a nuestra hija nos dimos cuenta de cómo viven allá afuera, hay más comida, más para comprar, pero yo no dejo de querer a Cuba, aquí la gente es más feliz. En Europa trabajan mucho y no tienen ni tiempo para sus hijos”

en lo que haces para que logres salir de Cuba o trabajar directamente para el gobierno. Ellos son los que tienen más beneficios, porque para salir con la novia a una discoteca o a tomar algo, si eres un cubano del común, en la salida de un día te gastas la mitad del sueldo. Son cosas que cualquier joven quisiera hacer, pero aquí no se puede”. En La Habana no existen concesionarios de automóviles, las casas se cambian por trueque con otro y los llamados lujos se consiguen con la otra moneda, el peso convertible cubano, conocido como CUC, que equivale a 24 pesos cubanos. Lo de las dos monedas hace que la compra y venta sea selectiva. “En Cuba se gana en peso no en CUC, a este sólo tienen acceso los turistas, los que trabajan en ese sector o los cubanos que tienen familia en el exterior”, explica Yoset. El relato termina y entre el café y la gaseosa están dos generaciones que comparten una revolución feliz para los primeros y lejana para los otros. Quizás ahora, cuando su mayor símbolo, Fidel Castro, se retira de su cargo, sea sinónimo de nuevas ilusiones para los jóvenes de la Cuba de hoy como lo fue hace 49 años para los de antes.


La Habana en primer plano Textos: Natalia Villa D.- Ana María Restrepo Fotos: Ana María Restrepo A. arestrepo86@gmail.com

Retratos. Primeros planos que reflejan tiempo vivido. Tradiciones, superstición, vida cotidiana y música, ese interminable Son de maracas y tambores entonado por el simpático coqueteo de los cubanos que se siente en sus bailes, se oye en sus cantos y se ve en sus rostros.

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En la calle Bolívar, cerca de la estación Prado está el Bazar. En semana las ventas son dentro de los pequeños locales, pero los fines de semana los chécheres se venden afuera. Cuba también es música de siempre, salsa, trova y son. Música del recuerdo que habita cada esquina.

Entre líquidos reveladores y su rudimentaria máquina este hombre captura en fotos de las de antes los recuerdos de los turistas frente al Capitolio.

Músicos de esquina, de bar, de cafetería que regalan sonrisas entre melodías afrocaribeñas, identidad de la cultura cubana.

También hay lugar para lo turístico, para sus visitantes. Este cocotaxi, hace referencia a un presente que transita calles y edificios aferrados a otros tiempos.

Mitos, leyendas, supersticiones, anhelos y creencias hacen parte de la religión afrocubana de los Orishas. Entre el humor, la fantasía y la cultura, la santería también se desplaza a las calles.


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