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A casi un año y medio de la última maravilla para la industria textil
La transformación del banano en nanofibra 2
Carla Giraldo Duque. carlagiraldoduque@yahoo.com
Siendo sensatos una planta de plátano o banano es para casi todos sólo lo evidente: generosa productora de fruta madura, bananitos congelados, banana split y compota para bebés. Pero los ojos de Piedad Gañán, ingeniera química que lidera desde hace 11 años el grupo de investigación de nuevos materiales en la UPB, descubrieron que esta planta también es útil para la creación de una fibra natural de calidad. Al principio la idea del grupo de investigación era buscarle aplicaciones alternativas a las fibras tradicionales, pues la tendencia mundial era que podían ser usadas en el sector automotriz, para las piezas internas de los vehículos. Así, empezaron con la planta del fique, pero enfrentaron el problema de trabajar con un producto que tenía temporadas en que escaseaba y estaba limitado a la producción de cabuya.
Hace ocho años un grupo de investigadores de la UPB trabaja para crear nuevos materiales con una fibra extraída de la planta del banano. Ahora, de la manipulación de la celulosa que contienen estas fibras, es posible crear una nanofibra ideal para el sector textil. manipulada nanométricamente, es decir a partir de sus átomos y moléculas, produce un nuevo material, una nanofibra. Esta nanofibra, que está muy cerca de conseguirse, es la que genera expectativa en el sector textil, pues en palabras de la profesora Piedad Gañán, “estos materiales que se pueden producir a partir de la celulosa de las fibras de la planta del plátano y banano, pueden ser manipuladas para variar la composición de las fibras y así mejorar propiedades particulares de éstas, como la flexibilidad y la resistencia. “Lo principal para la industria textil es la producción de no tejidos, que es en lo que nosotros estamos trabajando, también la creación de fibras largas, pero eso es algo más a futuro”.
La nanotecnología está en furor por estos días y las nanofibras, aplicadas al sector automotriz y a “Tuvimos que abandonar la la biomédica, también. planta del fique, y hace ocho Hasta donde se conoce este años trabajamos con fibras grupo es el primero que que pueden ser extraídas de puede aportar una fibra otros cultivos como la caña para el sector textil con de azúcar, la piña, la palma este procedimiento. Una africana y el banano, pues posibilidad que se dio en el De la manipulación de los átomos y moléculas de la planta del banano puede en estos casos el producto camino, porque como dice salir una nanofibra tan natural, resistente y flexible como la estaba necesitando como tal ya tiene un Piedad, “la motivación era el sector textil. mercado y son los desechos crear materiales a partir -hojas y tallos- los que se de residuos, si ahora resulta que sirve usan en la producción de la fibra. El fique Al principio fueron los mismos investigadores para lo textil o para la construcción, por el contrario sólo se cultiva por la fibra y quienes en los laboratorios extraían la fibra excelente”. sus desechos aún no son comercializables”, natural de las hojas y tallos de la planta afirma Piedad, quien sabe que su del plátano y banano, pero ahora, es la La ventaja de este proyecto de investigación se volvió más estratégica, al comunidad de la región del Urabá la que se investigación es muy grande, pues la tener como materia prima los más de tres encarga de esa parte del proceso, para que preocupación por la protección del medio millones de toneladas anuales de residuos los investigadores se puedan dedicar a hacer ambiente se ha traducido en leyes muy del cultivo de banano. su trabajo: usar la fibra para la creación de rígidas para muchos sectores, entre nuevos materiales. ellos el textil, pero con la posibilidad La Fundación Social Corbanacol tenía la de comercializar esta nanofibra natural, misma inquietud del grupo de investigación: Hasta el momento se han creado algunas se daría solución a varias dificultades. darle uso a la excesiva cantidad de residuos aplicaciones para esta fibra, es el caso de un Además, que el cultivo de banano y que producen estos cultivos, por eso proyecto que se hizo el año pasado con el plátano estén dentro de los primeros se unieron, así mientras unos conocían Metro de Medellín. Y ahora aparecen nuevas productos de exportación colombianos, la región y a los productores, los otros alternativas, porque de la fibra también asegura que va a haber materia prima dominaban el factor técnico y científico. es posible extraer una celulosa, que para rato.
Nada vale nada si no es mío
Editorial
Margarita María Orozco A.
Partamos de un planteamiento del periodista Ryzard Kapuscinski: el mundo está habitado por personas diferentes. Esto es un hecho y una verdad indiscutible, sin embargo, a pesar de ello existe una obstinación por encausar a las personas a pensar, actuar y resolver los problemas de la misma manera. Tomar esta actitud es asumir una visión demasiado cerrada frente a la vida. Es inquietante que en Colombia el hecho de pensar diferente, sea causa de malestar e inquietud. ¿Qué hacer frente a alguien que no comparte mis propios puntos de vista? La famosa frase de “quien no está conmigo, está contra mi”, toma vigencia y se convierte en regla de vida. Por eso, lo mejor es ponerse el “tapaojos” y mirar solo en la misma dirección, hacia donde se dirigen las mayorías. Desviarse de ello o liberarse de ese condicionamiento puede resultar peligroso. Tener esta actitud no es para nada saludable. Si se fomenta de manera constante que no es posible pensar diferente y que quien así lo haga es peligroso -porque va en contra de las mayorías - se pierde la posibilidad de aceptar la diferencia con respeto y confianza, aún más, en la oportunidad de construir una sociedad civilizada. A la luz de Kapuscinski, podemos reflexionar sobre las actitudes que los seres humanos asumen frente al otro. La primera de ellas es propia de quienes no aceptan la diferencia. Si el otro no comparte mis puntos de vista y no puedo entenderme con él de manera abierta y civilizada, lo mejor es atacarlo, eliminarlo por las vías de hecho. Plantea el periodista polaco: “la guerra es el fracaso del ser humano, al revelar la incapacidad de entenderse con los otros, de meterse en su piel”. Existe una segunda posibilidad, si bien menos violenta, igual de atemorizante: la indiferencia. Se observa cuando las personas al ver al otro en los semáforos, en la pobreza, en el desplazamiento, en la inseguridad, para no tener contacto con ellos, buscan refugiarse, levantar muros para aislarse y garantizar su propia seguridad. Actitudes como las anteriores generan apatía y falta de compromiso social. “Todo el mundo puede vivir como le dé la gana, solo que bien lejos de mí, si esa gente no pertenece a mi raza, mi religión, mi cultura”. Es la doctrina de la desigualdad humana, concluye Kapuscinski. Pero no todo está perdido. También existe la posibilidad de reconocer en el otro su diferencia y aceptarla, bajo una premisa fundamental: el otro es igual a mí, sin importar su condición social, porque “tengo la obligación de ser responsable de él”. Cuando se asume una actitud de estas, puedo llegar a un encuentro con el otro, marcado por la solidaridad, la alegría y la admiración; de igual manera, se puede generar un sentido de piedad y acompañamiento en el dolor. Aceptar al otro como diferente es la posibilidad de asumir la responsabilidad de ser humanos y buscar la dignidad para cada uno, sin importar su condición social. ¿Será que los colombianos le podemos apostar a esto? En cada uno está la respuesta.
Caricatura
Partamos de algo, todos hemos pirateado algo en la vida, el tema es que al parecer a algunos (perdón, a muchos) les queda gustando, lo siguen haciendo y ya no le ven nada de malo, les parece algo normal, algo que tristemente parece inherente al colombiano. Y es que cuando se justifica esta acción siempre surge la respuesta económica: “que los libros son muy caros”, “que para qué voy a comprar el último disco de tal artista si ya lo encuentro en Internet gratis”, o “para qué ir a cine si en el semáforo está la película antes del estreno”; en fin, justificaciones nada justificables si pensándolo bien siempre hay plata para todo pero nunca hay plata para nada; para nada que reconozca el sentido de fondo que tiene la legalidad. Porque la ilegalidad, que para algunos termina volviéndose lo más normal en este mundo de paridos sin valores (o mejor, de paridos con valores pero sin memoria) en el que todo da lo mismo, trasciende otras esferas (es una cadena) que, digamos, pueden comenzar en la universidad con la copia de un párrafo extraído de un libro o de Internet sin citarse (“profe, yo no sabía que eso no se podía, era una frasecita no más…”), argumenta la inocencia del estudiante; y luego continúa en el trabajo cuando ya el plagio no deja ningún cargo de conciencia, ya hace parte de la personalidad del delincuente (“jefe yo le bajo esas foticos de Internet que nos sale más barato, no compre el banco de imágenes ni cámara, para qué”); porque digamos que cuando alguien comete lo anterior es un bandido que no respeta el esfuerzo del otro, las ideas del otro, el tiempo del otro, la delicadeza del otro y termina por relativizar esos valores de respeto que, pareciera, van con maletas a bordo en un galeón sin rumbo. Puede que para muchos, cuando se habla de este tema, los calificativos de bandidos o delincuentes sean agresivos, pero dejémonos de eufemismos y no apoquemos la gravedad, el daño que se comete cuando no se respetan los derechos de autor, cuando se compra ilegal, cuando se llenan las memorias USB`s, por ejemplo, de canciones que no tienen sello discográfico o que no se pagaron, lo que se hace es no valorar el esfuerzo de unos músicos, de un equipo técnico, de un equipo de grabación y producción y simplemente se quiere consumir sin criterio. Razón tenía mi abuela cuando afirmaba que “lo que nada nos cuesta hagámoslo fiesta” y sumémosle que como ese disco que se piratea, ese libro que se fotocopia, esa película que se ve entre sombras no fue hecha por mí pues nada importa, cada quien verá qué hace, que sean honrados los demás. Puede que cuando usted termine de leer este artículo le dé lo mismo; porque igual como en este mundo todo da lo mismo, todo es igual, la legalidad significa que no me descubran, que el cargo de conciencia se me pase pronto (cuando da), entonces volteará la página y al verificar cuánto dinero tiene en sus bolsillos puede que piense que aún no es suficiente para reflexionar, para ser honrado, para darle el valor a las cosas y a las personas …, el tema es que se nos olvida que en esto de los valores, antes que dinero, lo que se necesita es convicción, es querer aprender y respetar lo que hay detrás de cada cosa.
La responsabilidad frente al otro
Rector: Monseñor Luis Fernando Rodríguez Velásquez / Decana de la Escuela de Ciencias Sociales: Esperanza Hidalgo Urrea / Directora Facultad de Comunicación Social: Margarita Llano Gil. / Jefe de Área de Periodismo: Maria del Socorro Correa Jaramillo. / Editor: Juan Carlos Ceballos Sepúlveda. /Jefe de Redacción: Carlos Mario Cano Restrepo.• Periodistas: María del Pilar Camargo Cruz • Carlos Mario Cano Restrepo • Lucas Burgos Álvarez • Manuela Gómez Quijano • Laura Julieth Mendoza Arroyave • Orianna Garcés Osorio • Sergio Andrés Restrepo Alzate • Dayana Andrea Quintero Cardona • Maria Juliana Yepes Burgos • Mónica María Samudio Valencia • Angélica María Cuevas Guarnizo • Viviana Andrea Londoño • Mónica Ospina Rodríguez • María Alejandra Britto • Rosa María Pérez Rivas/ Fotografías: Viviana Andrea Londoño, • Carlos Mario Cano Restrepo • Rosa María Pérez Rivas • Sergio Andrés Restrepo Alzate • Mónica Ospina Rodríguez • Angélica María Cuevas Guarnizo • Maria Juliana Yepes Burgos • María del Pilar Camargo Cruz / Foto portada: Viviana Andrea Londoño / Ilustración: Diana Álvarez / Diseño: Ana Milena Gómez / Diseño y Diagramación: Editorial UPB • / Impresión: El Mundo /Universidad Pontificia Bolivariana • Facultad de Comunicación Social.• Dirección: Circular 1ª. 70-01 bloque 7. Teléfono: 4159042.• Correo electrónico: pcontexto@gmail.com • ISSN 1909-650 X
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Durante 20 años, niños y jóvenes se acercaron a los libros
La promoción de lectura
perdió un espacio en Medellín 4
Por considerar que se puede seguir realizando desde los Parques bibliotecas, la Secretaría de Cultura Ciudadana tomó la decisión de suspender el Servicio Móvil de Lectura. Rosa María Pérez Rivas rosampr77@yahoo.es
Laura Yulieth Mendoza lauris2444@hotmail.com
Docentes, niños y promotores de lectura, manifiestan su inconformidad y su preocupación por sentir que Medellín perdió uno de los mejores proyectos para formar lectores y escritores: el Servicio Móvil de Lectura. Esta dependencia hacía parte de la Secretaría de Cultura Ciudadana de la Alcaldía de Medellín, desde donde se coordinaba una serie de servicios: promoción de lectura en escuelas y colegios de barrios y veredas de Medellín, Cajas Viajeras, además de los proyectos “El Escritor y su obra” y “El Juego Literario”. Una de las instituciones afectada por esta medida es el Centro Educativo Fabio Zuluaga (C.E.F.Z.), ubicado en el corregimiento de San Cristóbal. Su Directora Martha Dionny Tobón desarrolla actualmente un programa llamado Leyendo Sobrevolamos el Mundo en donde un grupo de niños de la escuela recorren los días sábados los distintos sectores de la vereda para compartir diferentes textos con las familias. “Con el Servicio Móvil de Lectura y el Juego Literario se contribuía no solo a labor social que se viene dando en Medellín, sino también a la transformación cultural que se está implementando en la comunidad”, afirma.
No termina, se transforma Para Luz Stella Peña Bibliotecóloga, Especialista en Gestión de información y funcionaria de la Secretaría de Cultura Ciudadana: “el Servicio no se acaba, se seguirá implementando a partir de las ocho bibliotecas que hacen parte de la Secretaría”. La funcionaria indica además que el Servicio Móvil trabajó muchos años con unas instituciones las cuales deben tener ya un proceso, un acumulado, una ganancia y que si el trabajo estuvo bien hecho el educador ya está en capacidad de replicar de lo que recibió por 20 años. A pesar de ello, la profesora Alba Lía Buriticá del C.E.F.Z ha intentado mantener viva la pasión por la lectura en sus estudiantes, pero es consciente de que no es fácil: “He ido a la biblioteca San Javier y me prestan la Caja Viajera, yo la traigo y hago la labor de promotora de lectura, a veces dejo de hacerlo porque la biblioteca queda muy lejos de la vereda y si los niños dañan los libros hay que pagarlos”.
La Secretaría de Cultura Ciudadana debe garantizar desde los Parques Biblioteca, los servicios personalizados que prestaba el Servicio Móvil de Lectura.
Desde el Servicio Móvil, los textos seleccionados para cada Caja Viajera se hacían de acuerdo con la población a la que iba dirigida, se tenía presente el contexto y la edad de los participantes. Un proceso en el que también se involucraban a los alfabetizadores que con el Servicio se fueron forjando como Promotores de Lectura. “Fue muy interesante llegar al Servicio Móvil. Uno llegaba y se encontraba con capacitaciones para ser promotor de lectura era bastante agradable, a uno no le soltaban un grupo fácil, siempre contamos con el acompañamiento de promotores expertos, así que nos preparábamos muy bien, y leíamos los libros antes de trabajarlos con los niños y jóvenes”, recuerda Andrés Felipe Valencia. El Juego Literario era un proyecto en el que se pretendía contribuir a la formación de lectores y escritores. Cada año se trabajaba un escritor, nacional o internacional, quien al final de un proceso de tres meses realizaba una visita a Medellín. Durante este tiempo se hacían actividades lúdicas y creativas para que el encuentro con el autor invitado fuera inolvidable. “Para los niños era una emoción muy grande saber que se iban a encontrar con el autor del cual venían leyendo sus libros; saber que podían hablar con él, que lo podían tocar y que lo podían ver, se volvía toda una fiebre para ellos”, afirma Alba Mary Cano López ,docente de Liceo Concejo de Medellín. “La institución siempre hizo parte del Juego Literario y uno tristemente vivió el proceso de que le fueran quitando recursos”, agrega.
Propuestas Las esperanzas que el Servicio Móvil continúe aún no se diluyen y las propuestas para el Secretario de Cultura continúan: “El Servicio Móvil se acaba, pero quién garantiza que va a ver una persona responsable de las Cajas Viajeras y del Juego Literario que además se encargue de solicitar los contactos para traer los escritores”, indica Blanca Nelly Múnera, Promotora de lectura de La Biblioteca Comfenalco. Por su parte, Andrés Felipe Valencia, quien se formó como promotor de lectura afirma: “no se le puede negar la oportunidad a los niños y más a los que habitan áreas rurales de Medellín a que toquen y sientan lo libros como suyos”. “Señor Secretario de Cultura, si quiere que lo recordemos, si quiere haber salido con la satisfacción de que salvó diez, quince, veinte jóvenes de cualquier vicio en la ciudad y los metió en el vicio de la lectura, haga inversión en el Juego Literario, que está prácticamente muerto, hay que revivirlo”, solicita Alba Mary Cano López, Docente del Liceo Concejo de Medellín.
Además de recibir las Cajas Viajeras, los niños tienen derecho a una adecuada promoción de lectura.
Los 7 mil libros del Servicio Móvil de Lectura ya fueron repartidos en los diferentes Parques Biblioteca de la ciudad. El pequeño espacio que ocupaba en la biblioteca de La Floresta y desde donde se planeaban las diferentes actividades quedó completamente vacío.
Historias de la carrera Abejorral y de sus diurnos y nocturnos habitantes Lucas Burgos Álvarez loock88@gmail.com
Los habitantes de calle son “(…) una evidencia dolorosa de una sociedad inequitativa, desigual, injusta, pero a su vez, se muestra como una especie de grito insistente de rebeldía, desacuerdo, desaprobación frente a muchas prácticas y realidades sociales que deberíamos confrontar”, concluye la Investigación ‘La Otra Ciudad y el Habitante de Calle’, realizada por la UPB y su facultad de Trabajo Social. Abejorral, Carrera 48. Nueve y cincuenta de la noche. Un soldado del ejército custodia la calle detrás de un poste de luz como un vigía itinerante. Tiene un fusil calibre 5.56 al pecho, su mano derecha empuña el mango y su izquierda sostiene el cañón. Está listo. Dos, tres, cuatro y cinco soldados más aparecen desde el interior de la carrera y vienen en línea recta muy bien organizados, están cercando Abejorral y requisando a quien se encuentren. Seis, siete y ocho más, se vislumbran levemente caminando hacia San Juan (calle 44). Es un ‘Operativo Fantasma’ ejecutado por el Ejército Nacional en busca de “armas blancas, convictos y criminales de todo tipo”, comenta el Cabo al mando. Él y ninguno de los que está a sus órdenes, da nombres. Y no son sólo ocho los que custodian la carrera. “Hay hartos hombres”. El Ejército los ha diseminado en grupos alrededor de Abejorral. En este hay cerca de 28 soldados.
Viviendo de la misericordia de Dios llegada de los soldados. El Cabo envía sus hombres a controlar el asunto. “No le vayan a pegar”, grita él, cuando de soslayo, me quita la mirada. A las diez y quince de la noche, ya sin la presencia del Ejército, la carrera vuelve a la normalidad. Desde las sombras empiezan a emerger como negros fantasmas los habitantes de calle que allí residen o que simplemente pasan por ahí. Se les ve otra vez en actividad. Algunos pasan de esquina a esquina con su casa al hombro (dos camisas y una ruana o un costal con cachivaches), de cuadra a cuadra, en busca de ‘base’ (bazuco) mientras otros retornan a las basuras y en cuclillas comienzan a hurgarlas.
Zona de tolerancia Entre los Huesos (calle 41) y San Juan, Abejorral es una Zona de Tolerancia. No importa nada ni nadie. A la hora que sea, de día o de noche, se puede oler el fuerte pegante y el azucarado olor de la base. Pase. Tenga. Hágale. Tome. Los jíbaros se mueven. Quienes consumen lo hacen tranquilos: asientan su cambuche donde pueden, y combinándose con la oscuridad, o con la basura, encienden su pipa para ponerse bien ‘gatos’.
A las siete de la noche empezó el operativo. Ya están terminando, y salen de allí luego de capturar a tres supuestos ladrones. Abejorral está sola y no se ven más que las sombras generadas por las pálidas luces de la noche y uno que otro soldado, que camina detrás del pelotón.
“A mí me sostiene la calle. El vicio, mi niño. El vicio me quita la enfermedad, si me duele algo me fumo una pipa y de una. Eso es lo que me da la vida, estoy es enfermo de no fumarme el otro, pero no tengo”, comenta Jairo quien a sus 24 años ya recorrió las calles, callejones y aceras de la ciudad. “Cuando no estoy aquí, estoy allí, cuando no estoy allí, estoy allá (…) Yo duermo donde me coja la noche, el cansancio y el agotamiento”, comenta, y sabe que “no todo el mundo sobrevive” en ellas.
“A los indigentes casi no los levantamos, les quitamos las armas blancas (lo mismo hace la policía). Se los lleva uno al calabozo y allí les va mejor”, comenta el Cabo mientras se dirige al parque San Antonio pasando por el puente peatonal. Allí, una indigente tiraba botellas de vidrio al piso a la
Sin embargo, pese a las precarias condiciones de vida que dan las aceras de Medellín, la libertad que la calle brinda seduce a muchos. “La libertad (…) Me gustó la calle, probé el sacol y me adecué”, comenta Alexander, tendido
de espaldas a un viejo muro gris descascarado de Abejorral, entre las calles 41 y 42. Él vive debajo del puente de San Juan y se vino para acá a ver qué se lograba levantar. En la carrera hay chatarrerías y en una de ellas ya lo han puesto a trabajar. Es tuso y tiene todo el rostro tatuado: desde el lado izquierdo de su frente se comienza a bifurcar un tribal, que termina en el lado derecho del mismo dando forma a un ojo. En la oreja izquierda tiene tatuada una calavera y en el centro de ésta tiene un arete improvisado con un alambre, que puede medir 12 centímetros. En el lóbulo de la oreja derecha tiene un yin-yan. Los tatuajes se los hizo en Bellavista. - ¿Por qué estuviste preso? - Por muchas cosas (…) Soy vicioso, pero soy un noble trabajador. A su lado hay varios indigentes que se arriman a la pared y en cuclillas se fuman tranquilos su base. Sin embargo, muchas veces su quietud se ve estropeada por la policía que, según Alexander, “lo montan a uno al camión a palo y lo bajan a palo”, y que según Jairo, “cuando no nos encienden a pata, nos encienden a bolillo, y cuando no, nos encienden a pata y a bolillo”. En el paradero de buses Cuando no se está “soplando” droga, se está pidiendo plata. Todas las noches en San Juan con Abejorral está Carlos, un habitante de calle, flaco, menudo y cojo, de unos
45 años que hace las veces de despachador, esperando a cambio cualquier moneda. “Yo pido porque necesito. No tengo casa ni plata (…) Yo estoy trabajando. Trabajo sin moverme”. Al lado de los buses está el puente peatonal que, en su base, sirve de baño público pese al letrero “Prohibido orinar aquí”. Esta norma, como muchas otras, es violada aquí en la noche. - Si pudieras hablar con el Alcalde ¿qué le propondrías? - ¿Y hablar con el Alcalde… Pa’ qué? - ¿Por qué estás en la calle? - Me gusta estar en la calle. - ¿Y por qué? - Me gusta estar en la calle y ya.
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Medellín, ciudad de contrastes gastronómicos
Entre empanadas, hamburguesas Carlos Mario Cano Restrepo carwansophia@yahoo.es
y chocolates con nitrógeno
Las calles están llenas de sabores y sensaciones que deleitan el variado paladar de los medellinenses. La comida popular, la rápida y la de vanguardia son ejemplos de esta exquisita realidad.
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olor a empanadas de iglesia, las que revuelve para que no se peguen. Además de la abundancia, muchos medellinenses -por miedo a lo desconocido- evitan probar nuevas comidas. Pese a esta realidad, para Juan José Piedrahíta, la riqueza gastronómica de la ciudad está en la comida popular, que nació del mestizaje de lo indígena, lo español y lo africano.
Para Alba Velásquez la ciudad no sólo sabe a comidas: “Medellín sabe a pujanza, a echaos pa’ lante porque no nos varamos”, dice mientras frita sus empanadas cerca a la Iglesia El Calvario de Campo Valdés
El olor que salía de la cazuela hacía la boca agua, cuatro trozos de pezuña flotaban en los fríjoles verdes, el guiso, la arepa y el aguacate completaban el primer plato. Era sólo el principio de un buen almuerzo en el Restaurante Jaime.
“La comida popular es la mejor, porque con esa fue con la que nos criaron a nosotros”, añade Alba mientras la gente que sale de misa, en Campo Valdés, se le acerca y compra las empanadas que tienen cáscara crujiente y masa suave. Son pequeñas y no tienen carne, pero el guiso con cebolla y tomate se encarga de llenarlas de sabor. “Por comer tanta hamburguesa y tanto chuzo estamos dejando la tradición de la comida antioqueña”, concluye Alba. Ella tiene razón, según el Chef Juan José Piedrahíta hay en la actualidad un cambio de tradiciones gastronómicas en Medellín, influenciado por la entrada de las multinacionales de comidas rápidas a la ciudad.
Salgamos a comer
Las paredes de color verde fosforescente, estaban llenas de letreros y contrastaban con el azul rey del zócalo. Los colores del restaurante, ubicado en San Juan con la 65, buscaban llamar la atención de la gente que a las dos de la tarde aún no había almorzado.
- Buenas noches, bienvenidos. - Hola, nos hace el favor y nos da un Combo con “Bigmac”, papitas y gaseosa. - Con mucho gusto. - ¿Cuál es el toque secreto de sus hamburguesas? - La agilidad en el servicio.
“Qué hubo, ¿le pudo?” preguntó una de las meseras a un comensal casi moribundo por el volumen de fríjoles que había comido. “Es que siempre es mucha comida”, añadió. El plato, además de los fríjoles incluía chicharrón frito, banano, arroz, tajada de maduro, ensalada, mazamorra y bocadillo.
El lugar, ubicado en la Avenida Las Vegas (Cr. 48 No. 30S-40), tiene mucha luz, la música ambiente y la velocidad de entrega hacen que el acto central sea comer. La hamburguesa está empacada en una caja, las papas fritas y la gaseosa complementan la comida.
Abundante, barato y conocido Al paisa promedio le gusta lo barato, lo conocido y la cantidad. “Eso nos viene de la prosperidad y la abundancia de las fincas”, dice Juan José Piedrahíta Bustillos, Chef de la Corporación Colegiatura Colombiana, quien añade que esa idea se ve claramente en dichos como “todo hijo trae su arepa debajo del brazo”. Una opinión similar la tiene Alba Velásquez: “Para qué nos vamos a decir mentiras, el paisa prefiere cantidad que calidad, sino mire esos platos de fríjoles que se come”, afirma mientras destapa su fritadora y deja salir un
“Los paisas han aprendido a salir a comer en la calle, este cambio en el estilo de vida hace que se pierda la interacción y lo humano”, dice el Chef Juan José Piedrahíta, quien comenta que una de las principales riquezas de la gastronomía popular callejera es el contacto cercano con aquel que prepara los alimentos, además de toda la camaradería que se da mientras se espera la comida. Pese a que el aviso muestra la hamburguesa gigante y apetitosa, en la realidad es mucho más pequeña de lo que se piensa. El pan es blando, al igual que la carne, las salsas se encargan de darle un buen sabor y las papas fritas -con la dosis precisa de sal- saben muy bien
siempre y cuando estén calientes. Termina la comida y ya no hay razones para estar allí, sólo queda la puerta de salida.
El Cielo es la vanguardia En Medellín, además de la comida popular y las comidas rápidas existen otros lugares en los que se buscan nuevas experiencias con el gusto. La mayoría de restaurantes de este tipo están ubicados en El Poblado, en la Calle de La Buena Mesa y en los alrededores de las principales vías de este sector. El Cielo es uno de ellos. Allí la cocina se convirtió en un laboratorio, ya no hay toques secretos: fueron reemplazados por técnicas modernas como la cocina al vacío, la inducción y la cocina de aires. Las técnicas son tan innovadoras que hasta los mismos meseros deben explicar a sus clientes los platos, que allí se llaman momentos, que se van a comer. “No se asusten, lo que ustedes van a comer es un chocolate blanco congelado con nitrógeno líquido, que está a -196º c.”, les dice el mesero mientras la pareja de comensales cierra los ojos para comerse ese bocado de chocolate. La sensación es la de tener un confite seco en la boca, que al estallar quema suavemente la lengua y el paladar. El chef de este restaurante trata de jugar con la expectativa de las personas que lo visitan y se llama Juan Manuel Barrientos, un joven de 24 años que tiene como propuesta gastronómica para la ciudad la búsqueda de nuevas sensaciones, texturas y sabores. En El Cielo “comer es un placer para todos lo sentidos” dice su chef, esta realidad no es muy diferente en el resto de la ciudad, porque no importa si es en Campo Valdés, El Poblado o San Joaquín: la delicia de una buena comida está por encima de cualquier precio y cualquier sazón.
Para el chef Juan José Piedrahíta la comida popular tiene mucha riqueza por el trasfondo histórico que guarda: “hay que rescatarla y hacerla visible, revaluar las presentaciones, las porciones y el contexto”, concluye.
Un proyecto que beneficia a 628 instituciones en la ciudad y el país
Alimentar con valores Cada día, 300 niños del barrio la Mano de Dios, reciben desayuno y almuerzo, en un comedor que funciona al interior del templo. El proyecto que beneficia también a un grupo de ancianos está basado en un método que inculca valores y promueve la dignidad de la persona. Mónica Ospina Rodríguez osro31@hotmail.com A las once y media de la mañana cuando termina la oración, salen de la capilla cien niños que en orden pero con prisa, se dirigen hacia una de las doce mesas dispuestas en el amplio salón del templo que les sirve de comedor. Un suave murmullo se levanta en el ambiente junto con el olor del menú del día: sopa de pastas, ensalada, carne y arroz. En la comuna 8, en el centro oriente de la ciudad y después de subir por las estrechas calles de Villa Tina, donde las casas se incrustan en la montaña y la vista imponente de Medellín abarca el paisaje, se llega al barrio La Mano de Dios. En el templo que lleva el mismo nombre del sector, sirve de comedor para los habitantes del lugar. Cuando todos están sentados en su respectiva mesa, los recipientes que contienen el alimento empiezan a pasar de mano en mano, y cada uno se sirve la porción justa, tal como las hermanas del Sagrado Corazón les enseñaron. Mónica Vanessa Úsuga, una de las niñas beneficiadas explica cómo lo hacen: “se sirven dos cucharadas de arroz y una de carne”; y con mucha amabilidad, pero con la impaciencia que causa el hambre, le pide a su vecino que apure con la ensalada.
Entre bocado y bocado la niña comparte acerca de los modales que aprendió, esos que a veces se le olvidan en su casa y que su mamá le recuerda debe tener siempre en cuenta: no regar la comida, no hablar con la boca llena y mucho respeto con los compañeros en la mesa.
Instinto materno De la cocina sale con una bandeja llena de vasos con jugo de mango. Una mujer baja y delgada recorre las mesas y entrega a cada niño su sobremesa, cuando la bandeja queda vacía, se dirige a un extremo del salón y acaricia la cabeza de una pequeña niña que come ávidamente. Después de decirle unas palabras al oído, la besa y sigue su camino de vuelta a la cocina. Como exigencia del programa, en contraprestación a la alimentación de sus hijos, las madres deben asistir por lo menos una vez a la semana a preparar la comida para ellos y los otros niños. Algunas afirman: “desde que los niños están en el programa, volvimos a sentirnos madres, pues salíamos a trabajar desde muy temprano hasta altas horas de la noche, ahora es menos y podemos dedicarles el tiempo suficiente a nuestros hijos”. En la cocina, después de terminar el primero de los tres turnos de cien almuerzos,
Con los uniformes puestos almuerzan antes de salir para la escuela.
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Allison Manuela tiene tres años, ya come sola y por eso pudo ingresar al programa de alimentación
las cinco madres que laboran diariamente tienen todo impecable, tal como lo aprendieron en la capacitación previa recibida por la Secretaría de Salud de Medellín para empezar su labor en el templo comedor. Ésta además de ser una exigencia de sanidad, es un valor agregado que les posibilita emplearse como cocineras en restaurantes, una vez sus hijos hayan salido del programa. La capacitación es una de las estrategias dirigidas a los padres de familia, en este proyecto, con lo que se busca involucrar a toda la familia: a los niños con la alimentación y a los mayores con clases de carpintería, modistería, danzas, entre otros. Alma Agudelo madre de cuatro hijos dice “como yo soy desempleada y mi esposo acaba de quedar sin trabajo, es de gran ayuda todo lo que nos dan aquí”. Una obra que se multiplica El proyecto de templo comedor nace de la idea de transformar el alimento en un vehículo para formar en valores, además de sobrepasar el umbral de desnutrición con el que entran los beneficiados al programa. Cuando un niño de escasos recursos tiene todos los días su comida porque la sociedad le está brindando esta posibilidad, se siente valorado y digno, por lo tanto más adelante no va a pensar en opciones violentas. Como este modelo de templo comedor existen otros trece, algunos quedan en: Santo Domingo Savio, Vallejuelos, en la vereda El Pinar de Itagüi, la Maruchenga y París en Bello y dos más en los municipios de Turbo y Sahagún. Es un trabajo conjunto con trabajadores
sociales, médicos, nutricionistas y odontólogos voluntarios que se encargan de llevar un control de todos los menores que entran al programa de alimentación. Una vez terminan de almorzar los niños se levantan de sus mesas, unos con el uniforme puesto se dirigen a sus escuelas y otros salen a la cancha que ellos mismos decoraron con pinturas de niños enormes con grandes sonrisas, esas mismas que se ven reflejadas en sus caras, porque después de tener el estómago lleno queda el corazón contento.
Saciar el hambre La fundación Saciar es un banco de alimentos creado por una familia en 1999. Son receptores de donaciones que hacen varias organizaciones con productos que ya no se comercializan en sus almacenes, como maquillajes, bolsos, juguetes o alimentos que por tener una magulladura los clientes no compran pero que están en buen estado. Con esto se benefician 628 instituciones que atiende una población cercana a las 60 mil personas. Esta fundación cuenta con la colaboración de 120 voluntarios que se encargan de clasificar las donaciones y reempacarlas en bolsas sin marca, para evitar la comercialización, de esta manera se tiene la certeza que la ayuda va a cumplir su función además de ser una protección para los benefactores.
El negocio de la chunchurria
Los buenos aires de la grasa
Veinte planchas metálicas con pequeñas ruedas e inmensas sombrillas se extienden a lo largo de la vía. Un olor a grasa que emana de ellas atrae a algunos transeúntes para que prueben la popular chunchurria, a la vez que espanta a otros que no soportan el penetrante aroma de los trozos bañados en aceite. María Juliana Yepes Burgos mariajulianayb@yahoo.es Los noctámbulos invaden las aceras. Se encuentran indecisos porque no saben si comer primero para luego embriagarse o engañar a la borrachera con la comida. Hay algo de lo que no dudan: el plato que van a ordenar, el más aclamado de la calle Ayacucho, en el barrio Buenos Aires. Una bandeja de chunchurria y un par de arepas será el menú que calmará el apetito, no sólo de los habitantes del sector sino de aquellos que llegan exclusivamente a divertirse en sus reconocidos bares, y a degustar en el “Palacio del colesterol”, como se conoce el lugar. Los vendedores ambulantes encontraron en la chunchurria un sustento económico. En el barrio comerla se volvió tradición. También vienen personas de diferentes partes de la ciudad en busca de ella. No es raro escuchar el silbido que sale del conductor de una aparatosa camioneta con vidrios polarizados, llamando la atención del vendedor, al que le piden dos bandejas con “ñapa”, una para los niños y otra para los padres. Los carritos se encuentran ubicados en la cuadra contigua a la iglesia Nuestra Señora de Buenos Aires. La música de los diversos bares acompaña el chirrido de la carne en las planchas metálicas. La gente se aglomera en torno a los puestos, mientras esperan a que esté listo su pedido tomándose una cerveza en cualquier tienda o cantina vecina. En esta calle todos tienen que ver con la chunchurria, ya sea para comerla o detestarla.
En el reino de la grasa Las tiras enrolladas, gordas y blancuzcas están adobadas y empacadas en baldes de pintura, por manos expertas como las de “el Mocho”, vendedor de chunchurria desde hace 26 años, ágil al manejar la espátula y las tijeras, a la vez que se sostiene de su muleta de madera. Él oculta con recelo los aliños que hacen que su producto sea reconocido y codiciado “en Colombia, Miami y Europa” en palabras suyas. Él necesita de dos ayudantes que le colaboran trayendo los baldes con la chunchurria, también se la
El carrito de “el Mocho” es el más asediado por los comensales porque ellos mismos reconocen que es donde se consigue la mejor chunchurria de la ciudad.
entregan a los clientes que vienen en los carros y no se quieren bajar. Uno de ellos es su hermano, quien también es su socio. Los dos se ríen y trabajan juntos durante toda la noche. Cada semana compran mil libras en la Feria de Ganado. En fin de semana logran vender hasta 400 libras, lo que serían 10 baldes de tripas de res. El precio de la chunchurria varía según la cantidad y la gula de sus clientes. Hay de dos mil hasta cinco mil pesos, en vaso de plástico o bandeja de icopor. Sus consumidores son igual de diversos: la familia, la pareja de novios, y hasta el viejito que no piensa en los efectos del colesterol en su cuerpo. Juan Fernando Alzate, cliente asiduo de “el Mocho” asegura que el mejor punto de la chunchurria es cuando está tostadita. Por su parte, Andrea Suárez quien reside en ese barrio, asegura que nunca en su vida probará “esa cosa” porque para ella “eso nunca lo limpian bien”, además que considera que la grasa la engordaría mucho. La gorra y el delantal blanco contrastan con el color requemado del plato principal. Esa fue la condición de los de Espacio Público, además de recibir cada seis meses asesoría en cuanto a manipulación de alimentos. “Aquí hay mucha gente que no se preocupa por entregar un buen producto…no les importa si a la gente les puede hacer daño o no”, refiriéndose a la limpieza que se debe tener en la zona de trabajo. “Mi objetivo es montar una empresa donde le pueda ofrecer a los almacenes de cadena mi producto, por eso trato de mantener aseado este puesto”, afirma Wilmar Quiroz, su verdadero nombre, mientras pregona a quienes pasan por allí, lo enviciador que puede llegar a ser el chicludo bocado.
Al ritmo de la comida La 49 no es sólo reconocida por sus manjares no aptos para vegetarianos, también es concurrida por los bares y discotecas que la asedian. Las mesas y las sillas se camuflan entre las materas que cuelgan de las paredes y del techo del Bar Jardín Clarita. “Ausencia” de Héctor Lavoe es la canción que conquista los oídos de las parejas quienes no se resisten ante el ritmo de una buena salsa. Las mujeres toman de la mano a sus parejas y se las ponen en la cintura, mientras los giros y movimientos de cadera se cortejan de sonrisas coquetas alentadas por el alcohol. El bar alegra esta calle desde hace 43 años. Fueron pioneros en la venta de arepas de chócolo, chuzos y todo tipo de comida a la plancha, según Lina Arias sobrina de Aníbal Duque, su fundador. El sábado es el día que más se llena. Gente de toda la ciudad llega al Jardín Clarita con ánimos de emborrachar sus preocupaciones. Su relación con los vendedores de chunchurria es de interés mutuo. Ellos atraen la gente por su vianda, y el bar cuenta con los visitantes que cansados de bailar acuden a estos puestos. “Yo vengo mucho a este bar…la música es variada y la atención es muy buena…cuando quedo con hambre, salgo y me como un vasito de chunchurria”. La jornada laboral de la grasa se termina con el cierre de lo bares a las dos de la mañana. Los últimos borrachos se marchan a sus casas con el último vaso del codiciado bocado. La calle está vacía. El olor a manteca sigue en el ambiente y sólo desaparece cuando los aires de la montaña bajan desde Santa Elena hasta llegar a Buenos Aires. “Todos tienen derecho a pensar lo que quieran…yo nunca he oído que alguien se haya muerto por comer chunchurria” dice “el Mocho” mientras remueve el aceite pegado y se prepara para culminar la jornada de trabajo.
“Por el amor y la dedicación que le pongo a mi trabajo me va muy bien en las ventas” dice “El Mocho”.
En el Centro de Medellín y en Buenos Aires la alimentación tambalea
Vendedor infractor, María del Pilar Camargo Cruz ccmariadelpilar@hotmail.com
consumidor desprevenido Como si la oscuridad de la noche dejara ciegos a los consumidores, como si los manipuladores de alimentos sólo pensaran en su bolsillo, como si el control de la Secretaría de Salud de la Alcaldía de Medellín fuera débil. bre de su producto. El óxido que se desprende del plato picapapas se confunde con varios pedacitos de papa recién cortada, en su superficie están impregnadas la humedad y la suciedad de un polvo gris. En el plato picapapas hay una masa húmeda y grísea de restos de papa que parecen ser de días anteriores. La mujer no se percata de su falta, actúa tranquila como si cumpliera la norma.
El manipulador de alimentos no puede portar joyas, éstas acumulan suciedad y pueden producir accidentes con la maquinaria.
Por las calles del Centro de Medellín desfila una pareja que no deberían serlo por el bien de todos: el delantal blanco y la infracción. Verlos juntos es incoherente y hasta peligroso. Algunos vendedores de comida callejera creen que con ponerse de blanco ajustan todas sus cuentas. No saben que su conducta pone en riesgo la salud del consumidor.
Luego, en el cruce de la calle Ayacucho con la Avenida Oriental, al lado del templo San José, está el cuarto vendedor infractor de delantal blanco. Permite fotografiar su negocio. Posa ante la cámara, agarra una tijera de sastrería y corta la chunchurria que está fritándose. A su carro están sujetadas dos pipetas de gas con una cadena gruesa que tiene candado, ambas están al lado de la plancha, la superficie en la que se cocinan los alimentos. Su negocio está cerca de una caneca instalada por la Alcaldía de Medellín, tiene dos bolsas negras colgadas de su carro y un basurero sin tapa, sucio. El mismo vendedor expone al aire libre unos veinte chorizos y tres platos con alimentos que están en venta.
La Secretaría de Salud de la Alcaldía de Medellín realiza visitas a los negocios de comida callejera de la ciudad y verifican que los vendedores estén acreditados como manipuladores de alimentos. Esta certificación sólo la reciben si asisten a capacitaciones -ofrecidas por el Sena y otras entidades privadas- que abarcan los temas exigidos por el Decreto 3075 del 1.997. No obstante, el comportamiento de algunos vendedores de comida del Centro de Medellín y Ayacucho en Buenos Aires deja mucho que desear. O los vendedores asisten desinteresados o es nula la efectividad de algunos cursos sobre manipulación de alimentos. La única certeza es el riesgo que corren las personas que consumen la comida callejera. Los ciudadanos están propensos a sufrir enfermedades como intoxicación bacteriana, diarrea del viajero, cólera y hepatitis A. Ángel Piñeres, representante legal de Prosanear ¬-Programas preventivos en saneamiento y riesgos del consumo-, una empresa privada que ofrece capacitaciones en manipulación de alimentos, reconoce que la principal necesidad de los vendedores es aprender sobre salud pública. Piñeres critica la duración de la capacitación que para los comerciantes particulares cuesta diez mil pesos: “diez horas no son suficientes para sensibilizar al comerciante”.
Salud expuesta La basura es el peligro más notorio en los negocios que manipulan alimentos. Un vendedor que tiene su delantal blanco cocina chunchurria en La Playa con Junín, está a menos de un metro de dos canecas de Empresas Varias de Medellín que están colmadas de basura y de diez bolsas grandes de desechos. Más adelante, en el cruce de Sucre con La Playa se encuentra otro vendedor que ni siquiera con el famoso delantal cumple. Él tiene cerca de 50 años y confiesa tener su negocio hace 25. Sólo vende perros calientes, su carro no tiene techo y en su superficie hay una olla con un fondo ennegrecido que contiene el agua en la que calienta las salchichas. Hay tres cajas plásticas destapadas que perdieron su color blanco por la suciedad, sus tapas tienen restos de comida y polvo que parecen ser de días atrás. Las servilletas están amontonadas en un vaso expuesto al aire libre. Si se acerca a la Avenida Oriental con La Playa encontrará una mujer que porta su delantal blanco, vende ‘papa mugre’ y el utensilio que corta la papa cruda que ella llama plato picapapas es un altar al nom-
Limpiar y desinfectar los utensilios, equipos y superficies antes, durante y después del proceso de preparación de los alimentos es un deber del vendedor.
En unas cuadras más arriba, en Buenos Aires, también se infringe la reglamentación: cuatro hombres atienden un negocio de comida rápida, dos de ellos no tienen camisa, sólo visten con el delantal blanco y blue jeans, uno de ellos tiene tres anillos en su mano derecha, con la que cocina y en su cuello carga tres cadenas, quien le ayuda a preparar los alimentos no tiene un gorro o malla para cubrir su cabello, un requisito obligatorio que debe cumplir el manipulador de comidas. Los seis vendedores protagonistas de lo que lee son sólo un 0,02% de los cerca de 30 mil establecimientos que hay en Medellín. Aunque la comida callejera sea para algunos una delicia, si no se asume una responsabilidad por parte de algunos de los comerciantes, algún día terminará siendo una amenaza incontrolable para la salud pública.
Vendedor responsable Mantiene limpio y desinfectado el lugar de trabajo. Conserva las canecas de la basura con bolsas plásticas, tapadas y limpias, y los alimentos empacados, separados y protegidos. Ubica la pipeta de gas fuera de la zona de preparación de alimentos, en un lugar fresco y aislado.
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Un sabor que se rechaza en la ciudad
Hospitales ya no ofrecen sopa de arroz con carne molida 10
La mayoría de los pacientes no dudan en rechazarla. Su mala reputación es tal que pueden encontrarse personas que se resisten a probar la alimentación que ofrecen en los centros hospitalarios. Sin embargo, la realidad dista un poco de la mala reputación que tiene el servicio. Viviana Andrea Londoño Calle vivi1909@hotmail.com Mucho vapor de ollas y un ruido permanente de los fogones que trabajan sin cesar, pocos murmullos y muchos aromas. Este es el ambiente que se vive en la cocina de un hospital de la ciudad, en el que varios cocineros vestidos de blanco pelan papas, hacen pan o preparan la carne en utensilios enormes con capacidad para más de 200 porciones. En la actualidad detrás de cada plato que llega a la boca de un paciente hay todo un equipo que trabaja para que la calidad de los alimentos sea cada vez mejor. La sopa sin sabor y la carne molida, como única posibilidad de elección, quedaron relegados y sólo están en los recuerdos de los que tuvieron que comerlos hasta hace varios años. Hoy el panorama es diferente. Además de cocineros, los hospitales cuentan con el apoyo y la supervisión de nutricionistas, chef especializados que aportan su sazón para satisfacer las variadas necesidades de los pacientes. “El reto más grande que tiene la organización es cambiar la imagen de los visitantes y el público en general”, asegura Marleny Hernández, encargada de la alimentación del hospital Pablo Tobón Uribe.
y termina cuando se introducen las bandejas que llegarán a los cuartos de los pacientes. Como en cualquier institución que preste servicios de salud, las normas de higiene abundan: los trajes parecen diseñados para brindar higiene al máximo, vestidos de blanco cubiertos por delantales, gorros, tapabocas y unas botas blancas de caucho buscan que sea poco lo que se impregne en los platos de aquellos que trabajan en su elaboración. Los recipientes y maquinaria en general parecen de una familia de gigantes. En las marmitas, ollas de gran tamaño, se pueden preparar hasta 300 platos de sopa. La persona encargada de la etapa preliminar puede pelar más de 65 kilos de plátano cuando algún plato del menú lo requiere. En el San Vicente de Paúl, preparan casi 3000 platos diarios. “Las cantidades son enormes, pero a pesar de esto no pierden el sabor casero”, así lo asegura Elsy Arango Echeverri, nutricionista encargada de la supervisión en el hospital Pablo Tobón Uribe. Ella tiene que probar todos los alimentos antes de ser llevados a los pacientes. Cada día son seis sopas, cuatro carnes y cuatro jugos, además de los huevos que se preparan en la mañana, los postres y las ensaladas.
Más de 100 dietas deben ser ensambladas a diario en el hospital Pablo Tobón Uribe.
Equilibrio entre salud y variedad El servicio se parece cada vez más al que prestan los hoteles en alimentación. Algunas bandejas se decoran con manteles y flores para que los pacientes disfruten más la comida. Cada mes se cambia el menú que se programa por semanas y también se puede variar la ración del día por una comida rápida. En el Pablo Tobón Uribe cuando un paciente está inapetente, el chef lo llama para ofrecerle diferentes opciones que van desde ensaladas de frutas hasta gratinados y pastas.
Calidad en el servicio De ahí que la cocina de un hospital sea como cualquier área de producción de una gran empresa. Allí cada uno de los encargados de la alimentación tiene una función asignada y cada proceso, un lugar respectivo. Son cuidadosos a la hora de mezclar los alimentos. Los jugos se preparan en un sitio y los cárnicos en otro, así mismo sucede con las verduras y la panadería. El proceso empieza por pelar los productos desde el día anterior
Las cocineras deben tener un nivel básico de educación y el carné de manipulación de alimentos.
La alimentación de los hospitales es responsabilidad de empresas externas prestadoras de servicios que ofrecen sus servicios en varias instituciones de la ciudad, el país y el exterior. Los alimentos no son sólo para los pacientes, también lo es para los empleados del los hospitales y en algunos lugares, como en el San Vicente de Paúl, ofrecen servicio de restaurante para la venta externa. El menú es estándar y solo varía según las normas de nutrición que indiquen los médicos de acuerdo con las necesidades del paciente. En el Pablo Tobón Uribe realizan encuestas a diario, en el San Vicente de Paúl cada seis meses, los resultados indican que los usuarios están satisfechos. El esfuerzo de las empresas es alto, la buena calidad y la variedad son notorias. Sin embargo la percepción y mala opinión parece irreversible. La necesidad de alimentación va mucho más allá de calmar el hambre y sobrevivir. Es importante que cada bocado otorgue placer, significado y saciedad. “Lo que buscan los hospitales es lograr un equilibrio entre la salud y el gusto por lo que sus esfuerzos están encaminados a cambiar la mala opinión que se ha creado por tantos años”, concluye Deisy Henao del Hospital San Vicente de Paúl.
Una nueva faceta en el noroccidente de la ciudad
La 68 transformó
a Castilla
“Yo tenía que ser ciego, sordo y mudo. Es por eso que llevo en este barrio más de 50 años. Y por eso sigo vivo”, comenta Ramiro Restrepo, testigo de más de un asesinato al frente de su barbería. Hoy ya no se preocupa por esto. La fiesta y el arte, y no las balas, son las que mandan la parada. Andrea Quintero dayann_andrea@hotmail.com Limpie el polvo, organice sillas, compre el mango y pagué las cervezas ¡El espectáculo empieza! Son las siete de la noche en el Bulevar de Castilla y entre sus visitantes empieza a crecer un ambiente festivo al son de la música. Los bares y discotecas abren sus puertas, y con llamativas luces, buscan incentivar el interés de gente que merodea el sector. “Parce, ojo se le llevan el camión por estar tomando cerveza”, le dice un camionero al otro afuera del bar La Guardia, ubicado sobre las cuatro cuadras del bulevar que atraviesa a Castilla. La 68 es una angosta carrera de dos carriles. Sobre ella fue construido el bulevar, emblema y orgullo del barrio. Gracias a éste el comercio logró convertirse en el principal sustento económico para los pobladores del sector. Hoy, el sentido de pertenencia hacia el vecindario es aún más grande. “En un principio esto no era sino solares. Por estas lomas no se veía ni un alma. Con las remodelaciones se puso mejor. Por estos días es imposible sentirse solo en Castilla”, comenta Leonidas Márquez, habitante del sector desde los años 50’, al tiempo que se mece en su silla con la esperanza de encontrar un rayito de sol entre el nubloso cielo que parece tragarse, ante sus ojos, el sur de la ciudad.
Un buñuelo gigante La majestuosa arquitectura de la Iglesia San Judas Tadeo hace de entrada al bulevar, en la calle 98 con la 68. En su cabecera, el colorido vitral resplandece a la mirada de sus visitantes, mientras la inmensidad del atrio pone en evidencia la cantidad de fieles que posee. Cada miércoles, después de unos cuantos campanazos, los habitantes del barrio Castilla son testigos de la peregrinación que se hace en nombre de su santo, encargado de mantener viva la esperanza latinoamericana: San Judas Tadeo, santo de los imposibles. A la entrada del templo es común toparse con Don Jesús Zapata, conocido como “El lotero de las perras”. A su lado, siempre fieles a su dueño, están cautelosos Niño, Señorita y Peluche. Durante el día estos cuidan sigilosos la bolsa de ganancias, y haciendo alusión al arduo entrenamiento que recibieron de su jefe, realizan cuanta maroma se les pide para complacer a los compradores que atraviesan las escalas. “Si no me ayudan a vender, ellos saben que no hay comida”, comenta Don Jesús. Una cuadra más abajo de la Iglesia, en la 68 con la 97, está ubicada, desde hace 42 años, la Barbería Legar, sitio de encuentro de algunos caballeros que vieron comenzar a don Ramiro Restrepo, su dueño, en el negocio. Allí, durante el ocio del atardecer, entre apuestas de dominó y naipes, la pasión que evocan las nueve guitarras colgadas en la pared alienta al barbero, que con máquina en mano, afeita barbas bajo el ritmo de un tango interpretado, en la mayoría de los casos, por sus amigos. Más adelante, en la 68 con la 96, se encuentra la Buñuelería Kuwait, famosa desde 1997 cuando ganaron el concurso de freír el buñuelo más grande del Área Metropolitana. Buscando la victoria, los vecinos del barrio se unieron para amasar lo que terminó en una bola de 1.65 cm. de diámetro, y desafiando la física, demostraron que todo buñuelo, sin importar su tamaño, se voltea solo.
Los cortes clásicos son los favoritos de don Ramiro. A su parecer, los jóvenes de ahora parecen con un serrucho de iguana.
Hoy en día es frecuentado por jóvenes fiesteros que buscan rematar su rumba.
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El cambio entre la cálida tarde y la estruendosa noche hace parte de la magia de Castilla.
“Imagínese uno a las dos, tres de la mañana, bien copetoncito. A esa hora y en ese estado no dan sino ganas de comer grasita”, dice Jorge William Arboleda Echeverry, dueño del local. En las madrugadas un olor a buñuelo fresco y empanada frita comienza a esparcirse por varias cuadras de la 68. Sin escapatoria, los visitantes se rinden ante el aspecto provocativo de la comida, y aún con el sabor del último buñuelo en sus bocas, se entregan sin limitaciones a la dicha que proporciona el único restaurante abierto a esa hora. Una historia con arte Entre los habitantes de Castilla las expresiones artísticas son actividades cotidianas. En sus calles se encuentran murales y mosaicos que destacan una mentalidad cultural, impulsada por diferentes personajes desde la década de los noventa. Una de ellas es Yuliana Tamayo, licenciada en artes plásticas de la U. de A. y nieta del barbero. En su opinión son pocos los artistas que realmente colaboran con el progreso de las comunidades. En su mayoría, estos exponen su arte desde una posición muy subjetiva, debilitando así el interés que la gente pueda tener hacia estas actividades. Debido a esto, junto con otros artistas del barrio, se creó “Amig@s para la Cultura”. Uno de ellos es Fredy Serna, responsable de varias obras urbanas y fundador de la galería-bar La Jíkara, ubicada también sobre la carrera 68. Este lugar busca sensibilizar a la comunidad desde la recreación lúdica, promoviendo así la integración de las comunas como una forma para la solución de sus problemáticas sociales.
Entre tazas de café con leche, servidas por Don Ramiro, Yuliana revela uno de sus objetivos: continuar exponiendo, a través de su arte, el legado que su abuelo construyó. Resaltar las tradiciones, por medio de actividades culturales, logra poner en evidencia la nueva cara de Castilla. Por sus calles, “el arte ha hecho maravillas”.
Y después de la oficina… ¡a bailar!
Angélica María Cuevas Guarnizo angelicamcuevas@gmail.com Mónica María Samudio Valencia moniksamudio@gmail.com
La salsa y los números se hicieron hombre El investigador y candidato a Doctor en Ingeniería Ambiental, combina la academia con la pasión por los ritmos latinos.
12 Uno, dos, tres aplausos. Mambo que rico mambo, mambo hay mambo…
En la Universidad La salsa aquí no es la protagonista. En la oficina no hay ninguna canción que ambiente el lugar, sólo las palabras y las carcajadas acompañan el relato de Iván. El hombre tranquilo y espontáneo, nos mira a los ojos con firmeza y mueve las manos tratando de dar forma a cada anécdota. Cuando habla del grupo de investigación, términos como amistad y convivencia resaltan en la descripción, reconoce que dentro del equipo de trabajo es importante la cercanía: “es necesario entender que somos diferentes, por ser latinos tenemos muchas particularidades, somos distraídos, no investigamos igual que los europeos. A nosotros nos unen los ritmos, cosa que no pasa con ellos…somos más alegres”.
“Yo no salgo de la cabina a bailar, pero yo en la cabina estoy bailando internamente”
En su amplia oficina, en la Universidad de Antioquia, Iván se desconecta por un momento del computador y despeja el escritorio. -¡Qué hubo compa!- los saludos apurados a los estudiantes que pasan interrumpen el entusiasmo con que describe su afición por la salsa, son las mismas personas que al verlo en la cabina de El Tíbiri se extrañan. Viernes en la noche. Las escaleras ubicadas en la carrera 70, debajo de una pizzería, atraen con compases de salsa a los transeúntes que cruzan desprevenidos la calle. El Tíbiri emana un viento caliente que se olvida con rapidez al sentir la música que con fascinación pone Iván, encerrado en una pequeña cabina que sólo le permite dar unos pasos a los lados. Mueve sus manos con rapidez para tomar el siguiente disco compacto. Lluvia, nieve. Lluvia con nieve. La canción comienza a sonar y sus letras no se parecen en nada a lo que sucede. El sudor en los cuerpos de los bailarines es la única lluvia que se percibe. Iván sube el tono de voz para saludar, sonríe y se concentra en la próxima canción. “La estructura melódica y armónica de este género tiene una característica muy importante, y es que suena a como es el barrio y la calle: directo, rudo, ácido”. Creció en un ambiente donde varios “Pedritos Navaja”, jugaban fútbol en las tardes y robaban tenis y tablas para amasar plastilina en las mañanas. En el Popular 2 sonaban las balas y el descontrol se hacía rumba. La salsa que en esa época sirvió de banda sonora a las comunas de Medellín, sería utilizada después en El Tíbiri para alegrar los pasos de las parejas. Con los años Iván ha forjado una cultura dentro del lugar. Cada viernes le inyecta al público una dosis de ritmos diferentes, que abren la mente de quienes escuchan y bailan. El proceso ha sido largo, según Iván, no es fácil hacer que la gente se vuelva receptiva a sonidos que en muchas ocasiones son desconocidos, sonidos que no sólo inciten a bailar sino que a la vez tengan un contenido que indirectamente eduque, música que llame a la alegría y al goce. Cada canción tiene su intención. Mientras habla la energía se le escapa por las manos.
Para él, el objetivo de GASURE (Grupo de Ciencia y Tecnología del Gas y Uso Racional de la Energía) no se limita a la producción de resultados en tiempos record. Como Director de la línea de investigación de Motores se encarga de fomentar un sentido de pertenencia por el grupo, sabe que lo importante en el campo de la investigación es sacar adelante un proyecto, pero lo fundamental es el equipo humano y su crecimiento como personas desde un proceso académico. Ahora que hace parte del mundo universitario, reconoce que su primera experiencia laboral le permitió ver la realidad de otra manera. Su paso por
Industrias Vera, a principios de los 90, le abrió los ojos frente a la explotación laboral que se evidenciaba en la época. Vivir de cerca la discriminación hacia los empleados y comparar esa situación con los discursos de igualdad, promulgados en la Universidad, provocaron en él la construcción de un pensamiento crítico frente a la realidad. Sube el tono de la voz y se ríe cuando se acuerda de los problemas que les causó a los dirigentes del campo de concentración, como llamaba a la compañía.
Días intensos La vida de este investigador no tiene tiempos ni jornadas, es difícil cumplir aquí y allá: el doctorado, el grupo, la familia, el bar. Todo el día en la oficina, entre papeles, libros, el computador y la calculadora, contrasta con las noches vibrantes, calurosas y alborotadas adornadas por discos de vinilo, compactos, y cervezas. Llegar en la noche a El Tíbiri no es un sacrificio. El gusto por la música y el compromiso con el público es lo que lo motiva, no la necesidad de ganarse unos pesos. En la cabina las canciones de La 33 y la Sonora 8 se fusionan con las de Rey Barreto, Eddy Palmieri y Tito Puente, ellas cobran vida en sus manos. La investigación es su manera de aportarle al desarrollo del país, hace parte de los profesionales que buscan soluciones a través de su campo de acción y que se comprometen con el futuro de Colombia. Con 36 años, no duda en afirmar que la búsqueda de la felicidad es el motor de su vida, disfrutar de cada momento, de cada proyecto, de cada canción. Piensa que no es posible pasar desapercibidos por la vida, que es necesario buscar la manera de dejar un rastro de nuestro paso por el mundo.
Iván está convencido de que a través de la música es posible instalar los primeros eslabones para que toda una cultura se transmita
Grupos de jóvenes crean su espacio en la ciudad
Tribus urbanas
importadas para Medellín A pesar de llegar con sus influencias a la ciudad en las décadas de los 70`s y 80’s, éstas subculturas se dividen en diferentes expresiones: a los metaleros y punkeros, se les unen además los emo y los góticos. Orianna Garcés oriannagarces@yahoo.es Semillero de Periodismo Público. Recostados sobre el monumento a los niños masacrados en Villa Tina, está una pareja de jóvenes punkeros, con el pelo enredado, una palidez extraña en los rostros y envueltos en ropa de cuero negro. Mientras se observan con la mirada perdida, comparten los audífonos de un “I-Pod” a la vez que se pasan bocanadas de humo de marihuana. En la otra esquina un “Skin Head”, pasa mirando feo al jíbaro que sin disimulo saca la droga del hueco del alcantarillado y la reparte entre sus diversos clientes: metaleros de cabelleras largas, punkeros desaliñados, raperos de pantalones anchos y hasta jóvenes y adultos vestidos con ropa casual. Todo sucede en el Parque del Periodista, iluminado en las noches por una tenue luz amarilla que permite ver las sombras del humo de los cigarrillos encendidos. Es uno de los pocos lugares donde confluyen personas de todas las tribus urbanas.
flote las minorías. En Medellín son versiones de esas expresiones del extranjero, son modelos copiados”, Según Santiago Restrepo, Filósofo de la UPB y Magíster en Estética de la U. Nacional, La finalidad de estos movimientos es servir como pretexto a los jóvenes en proceso de crecimiento, que necesitan hacer parte de un grupo o “guetto”, y que atraídos por la música y la moda empiezan a encontrar una identidad.
Cuidando el territorio Las tribus urbanas son una alternativa para conocer la ciudad, es otra manera de habitar sus espacios e identificarse con ella. “Es más fácil que un joven que hace parte de un grupo social salga y conozca la ciudad que uno que no lo tiene y se queda encerrado en la casa y luego se convierten en el niño raro o ‘freak’”, dijo Diego Villegas.
Entre los lugares habitados por los metaleros para reunirse están los bares oscuros y cerrados. Ahí sólo brillan las luces de la barra y suena música de grupos como Iron Maiden, Black Sabath y Judas Priest. Algunos de ellos se encuentran en el Parque del Periodista, la Villa de Aburrá y el Cerro del Ángel, en Bello. A los llamados electrónicos es fácil verlos en la Avenida 33, en Envigado y en el Parque Lleras. Algunos frecuentan el B-Lounge, un bar donde la iluminación tenue, los colores vivos, las formas geométricas y los sofás, propician el ambiente para escuchar techno, tribal, dance y otros ritmos. Otros grupos como los “skaters” frecuentan espacios con rampas y tubos como el “skate park” ubicado en el Estadio, y otros lugares públicos como la Terminal del Sur; por su parte, es común ver a los “rastafaries” divertirse en bares de la Calle San Juan como Caribbean’s, Root’s y Kingstown.
Fenómenos pasajeros
Según el gótico Diego Villegas, estos movimientos comenzaron durante los años 70’s y 80’s en época de industrialización y desarrollo, cuando algunos jóvenes de Medellín viajaron al exterior y llegaron con influencias de modelos externos, cargados de música y ropa extraña que impulsó la gestación de tribus urbanas al interior de los barrios.
Las tribus son temporales y se modifican con la entrada y salida de la gente que las conforma, esto piensa Diego Villegas: “No hay una forma programada, tiene mutaciones y cambios, se adapta a la geografía y a la cultura y por eso empiezan a ser muy importantes las pintas, que varían aquí en Medellín”.
Las mallas, las crestas de colores en los cabellos, las pulseras metálicas, las tablas de los skaters, maquillajes negros y las chaquetas de cuero que en esa época eran miradas con extrañeza, hoy son comunes en las calles y parques de Medellín. Con el tiempo todas ellas se acomodaron a las particularidades de la ciudad y de las personas que las usan, y le agregan su toque personal.
Este fenómeno termina cuando cada individuo es confrontado con situaciones comunes en la sociedad como el matrimonio y el empleo. “Todos somos iguales, nos mueve lo mismo, estudiar, trabajar, conseguir pareja. Cuando este momento llega, muchos siguen en la movida social, disfrutando y participando de su grupo, pero integrados en la sociedad”, agregó Diego.
Todas estas características identifican a estos grupos de jóvenes que desde hace unos años crecieron y se convirtieron en tribus urbanas: metaleros, góticos, “rastafaries”, punkeros, “skaters” y emo hacen parte de aquellos que cada vez se consolidan más como lo que ellos creen ser: subculturas. Las tribus “son manifestaciones de la postmodernidad, donde salen a
Dichos movimientos aún siendo temporales o copiados del extranjero, siguen generando identidad a partir de la música, la ropa y pensamientos diferentes, que transforman a los jóvenes en interventores de la ciudad, esa que se “convierte en el espacio para realizar sus fantasías urbanas”, concluyó Santiago Restrepo.
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Sorpresa por clasificación de Colombia a los Juegos Olímpicos en Tiro con Arco
Las flechas viajan a Beijing
Sergio Andrés Restrepo Alzate serchos84@gmail.com Maria Alejandra Brito Botero mabb19@hotmail.com
Los deportistas alistan sus arcos para lanzar al centro de la diana y disparan. Esta rutina la realizan en forma constante para la preparación del campeonato en el mes de Julio.
Triunfo luchado
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Los arqueros toman la posición adecuada, luego las flechas las enganchan dentro del arco y con fuerza estiran la cuerda mientras ubican el centro de la diana que está a noventa metros.
Cuando las integrantes del equipo de Tiro con Arco escucharon que habían clasificado a los próximos Juegos Olímpicos, sintieron que el esfuerzo de entrenar de martes a domingo, durante ocho horas diarias valió la pena.
Para lograr el cupo a los Olímpicos, el seleccionado colombiano participó en la Copa Mundo, realizada el 4 de julio de 2007. Allí vivieron uno de los momentos más tensos al enfrentar a Turquía, país legendario en este deporte. Ana María cuenta que “ambos equipos empataron, por lo que se resolvió a través de la fita, es decir, la suma total de puntos en las cuatro distancias en las que tenían que competir”.
En esta competencia en la que se logró el cupo a los Olímpicos, el equipo obtuvo el noveno lugar, pero China ganadora de la competencia, por ser la sede, tenía su participación asegurada. Por tal motivo Colombia subió al octavo lugar, y eliminó a otros países potencias en la disciplina.
Ana María Rendón y Natalia Sánchez, dos arqueras antioqueñas, junto con la caleña Sigri Romero y la suplente bogotana María Victoria Echevarría, conforman la selección femenina colombiana en esta disciplina que se disputará desde el 8 de agosto en Beijing (China).
“El mejor perdedor fue Colombia”, piensa la joven de 22 años, integrante del equipo femenino de Tiro con Arco, quien agrega que “muchos se contentaron y otros se asombraron” porque en el país no es muy común este deporte.
Las cuatro jóvenes tienen como propósito traer una medalla de bronce al país, por ello viajarán el 28 de julio y serán las primeras representantes de Colombia en las justas Olímpicas, lo cual representa un reto para las deportistas.
Una vez lograda la clasificación a los Olímpicos, se realizó la competencia nacional con las mejores arqueras colombianas, donde Ana María ratificó su participación en los Juegos. Desde ese momento, junto con el entrenador principal, el Coreano Myun Know Park y el asistente colombiano Ángel
Sobre el deporte Para Iván Gómez, uno de los monitores y miembro administrativo de la Liga de Tiro Con Arco, este deporte es muy incluyente, porque no tiene una edad máxima, además se distinguen varias categorías de jugadores como: los cadetes, que van hasta los 16 años, juveniles, entre 17 y 25 y la categoría de mayores. Aunque a algu nos deportistas se les exige mayor entrenamiento “hay pelaos que llegan con el indio por dentro, porque son muy buenos, porque tienen esa esencia por dentro”, agregó Iván.
Barrios, la joven arquera trabaja para corregir y perfeccionar las técnicas deportivas, porque individualmente el año pasado al equipo no le fue bien, a diferencia de la categoría por grupos donde Colombia se destacó.
La experiencia La trayectoria de Ana María Rendón es larga. Ella inició con los Juegos Bolivarianos donde le otorgaron cuatro medallas de oro y una de plata, “después vinieron Juegos Centroamericanos, en ese obtuvimos el tercer puesto por equipos”, posteriormente vinieron los Panamericanos realizados en Río de Janeiro donde ganó medalla de bronce y oro en categoría equipos. La deportista cuenta que conoció el Tiro con Arco en unas vacaciones recreativas, no muy comunes, fue allí donde se enamoró de este deporte: “me ‘encarreté’, me pareció algo muy lindo, muy extraño, nuevo, e innovador”. Pero el ingreso al mundo del deporte no es casualidad, por el contrario es una tradición familiar, sus padres practicaron por algún tiempo carabina, mientras su hermana se inclinó por el Tiro de pistola.
Tipos de arco: Arco recurvo: Es el más largo que existe. Tiene una sola cuerda, y se utiliza para competir en los Juegos Olímpicos. Arco compuesto: Este arco es de más precisión, viene con poleas y al observarlo parece tener tres cuerdas. Es utilizado en las competencias mundiales.
Lucha por un cupo Mientras la selección femenina de Tiro con Arco está clasificada, la categoría masculina aún no obtiene su cupo para Beijing. Este es el caso de Diego Torres, considerado por los entrenadores de la Liga como el mejor arquero en la modalidad Recurvo y quien ha obtenido medallas de plata en campeonatos como ‘la batalla de Carabobo’ en Venezuela realizada el año pasado, y los Juegos Panamericanos de Brasil.
Ana María, estudiante de Ingeniería de Las distancias máximas para hombres y mujeres son 90 y 70 metros respectivamente. En ambas Producción y categorías el trayecto mínimo de competencia es Calidad del de 30 metros. Politécnico, descubrió la pasión por esta A diferencia de Ana María, disciplina a los ocho años, al Diego Torres de 21 años ingresar a la liga de Tiro y Caza aún lucha por un cupo a los antioqueña, en la que estaba olímpicos, porque para él esta incorporada el Tiro con Arco. es una oportunidad que se Junto a ella y a poca distancia están otros seis deportistas quienes también entrenan. Estos jóvenes toman la posición adecuada, mientras las flechas son enganchadas dentro del arco, luego con fuerza estiran la cuerda y ubican el centro de la diana para tirar hasta 70 metros.
definirá en Francia a partir del 23 de Junio, país en el que se realizarán las competencias mundiales para elegir los cupos faltantes, por eso “hay que matarse” para lograr hacer los 300 puntos que le afirmarán su participación en estas justas.
Para formar lectores: bibliotecas y librerías en todas partes
Fomentar el vicio
de la lectura
El desconocimiento político de los ciudadanos está fundamentado en la carencia de un hábito lector, una ciudad que no lee es una ciudad miope. 15
Manuela Gómez Quijano manuelita85@gmail.com A Luis Bernardo Yepes, Coordinador del área de Fomento de la lectura en Comfenalco, no le avergüenza decir que cuando termina de leer un libro lo primero que hace es abrazarlo. Tampoco duda mientras afirma que su vicio es la lectura y que son los libros sus compañeros inseparables. Hace más de 25 años comparte con la gente la pasión que despiertan las historias escritas y le apuesta a formar una ciudadanía lectora, critica y participativa. Todas las mañanas envía un poema corto a sus compañeros de trabajo, costumbre que sus amigos llaman la pausa literaria. Versos de amor y política son los que por seis años han detenido un instante las horas laborales de Comfenalco. Tu pelo habrá crecido, canto en mi soledad y lo acaricio, dicen las palabras del poeta Juan Gelman que Luis Bernardo escoge una mañana para empezar el día. “Con el amor les muestro que la lectura es un regocijo y con los temas políticos los obligo a pensar un rato.” “Yo empecé a escribir para vengarme de lo que había leído como dice el poeta argentino Macedonio Fernández”, comenta este Bibliotecólogo de La Universidad de Antioquia, que no se considera un escritor de oficio sino aprendiz de escritor. El señor del paraguas y Bolas en el cielo son algunos de sus cuentos, ganadores de concursos nacionales de escritura, Caperucita roja y el ataque de los lobos es la novela inédita que acaba de terminar. Su inclinación es por la literatura infantil, pasión que lo llevó a perseguir por 20 años la sombra de Caperucita Roja, atesorando versiones literarias y objetos relacionados con este cuento del francés Charles Perrault, que después de varios siglos sigue despertando interés en los lectores del mundo.
¿Por qué leer? Hay que leer para ser libres, para no pensar como lo hace el 80 por ciento de las personas y ser capaz de ver más allá de una verdad que te quieran imponer, por eso vale la pena leer. Pero es importante leer no sólo la palabra escrita, encerrarse en la lectura de los libros puede marginar a la gente de una realidad que también es un universo poético. Por tanto, hay que leer libros y leer el mundo, en una dialéctica que permita disfrutar y entender la vida. ¿Medellín es una ciudad lectora? Yo creo que Medellín no es una ciudad lectora. Antes la defendía, porque al dedicar mi vida a promover la lectura, decir que no hay lectores en la ciudad,
Aunque prefiere la poesía y las novelas de corte irreverente, Luis Bernardo es un lector sin prejuicios, le gusta leer de todo.
es decir que yo no he hecho nada, pero cuando veo el desconocimiento político o ciertas intolerancias de los ciudadanos, pienso que los antioqueños no estamos leyendo.
¿Y para que Medellín sea una ciudad lectora? Lo que debe buscar la promoción de la lectura es crear un entorno favorable a la lectura, es decir que los ciudadanos irremediablemente se vuelvan lectores así como hay barrios en donde irremediablemente nos volvemos asesinos. Se debe crear un equipamiento en las ciudades que cuente con bibliotecas públicas en los barrios, bibliotecas escolares en todos los colegios y librerías en los diferentes municipios.
¿Cómo hacer que los jóvenes lean? Cero cantaleta, cero castigo, cero imposiciones, solamente hagan clubes de lectura, reúnalos, déles un libro atractivo y significativo para ellos, un encuentro cada ocho días para hablar de las páginas leídas. Todo alrededor de una buena conversación. En últimas lo que yo busco no es un hábito lector, pues esto es algo mecánico y calculado, por mi podemos hablar de la lectura como vicio, volver a los jóvenes viciosos por leer.
¿La experiencia de la lectura puede cambiar la vida? Sí, indudablemente un libro te cambia la vida, cada libro te la cambia. Alguna vez escuché en el club de lectura de Comfenalco, al escritor José Libardo Porras decir que cuando terminaba un libro, era tan distinto que salía a la calle y le daba miedo que sus amigos no lo reconocieran.
¿Por qué cree que un cuento como Caperucita Roja escrito en el siglo XVII, todavía inspire a lectores de todo el mundo? Creo que esto sucede porque un personaje como Caperucita Roja se ha acomodado a las diferentes épocas de la humanidad, Caperucita es un personaje muy esperanzador, no tiene que obedecer un esquema, ella transgrede la norma y es capaz de hablar con un lobo. Caperucita no está esperando un príncipe azul, ella piensa en vivir la vida, por eso ha trascendido esta historia.
¿La lectura del pueblo puede ser un peligro para los gobiernos? Para los gobiernos totalitaristas la lectura siempre será un peligro, será subversiva. Los grandes totalitaristas del mundo cierran los medios de comunicación y las bibliotecas públicas. Pero la lectura siempre será favorable a los gobiernos justos, para ellos al contrario la persona que no lea es peligrosa.
Una clínica de ternura que devuelve la vida a los regalos más queridos
Mi juguete Sonriendo despertó Fotos: Sergio Andrés Restrepo Alzate serchos84@gmail.com Textos: Ana María Restrepo Arestrepo86@gmail.com
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Como homenaje al hombrecito de madera que por su nariz hecha pedazos y su pierna en tres partes astillada tuvo que visitar el viejo hospital de los muñecos, nació la clínica de muñecos “Pinocho”. Este es un lugar especial, que atiende enfermos con cierta particularidad: ositos de felpa, marionetas, trenes eléctricos, bebés de caucho, pasta o porcelana y hasta viejitos y renos de navidad.
En este lugar, casi ningún juguete “muere”. Ricardo busca la manera para que los elementos dañados o perdidos puedan ser reemplazados por nuevos o por donaciones dejadas por otros juguetes.
Ricardo Escobar es el “médico” especialista en muñecos, que ha dedicado 34 años de su vida no solo a devolver la vida a los juguetes, sino también la alegría a sus dueños.
Los visitantes más comunes son los niños que dejan en manos de este “médico” la salud de sus regalos más queridos, aunque también están las señoras apegadas a un juguete que tienen desde niña y que les traen buenos recuerdos.
Los instrumentos de cirugía son el cautín, las pastas, el taladro, los aerógrafos, el compresor, las pinturas y tijeras, la pega, los destornilladores además del champú y las telas.
Las enfermedades más comunes de los muñecos son: La falta de ojos, los “mochos” de brazos y piernas, la podredumbre de los cuerpos de algodón, oxidación de las platinas o porque alguna parte del cuerpo está quebrada y no se ve normal.