ISSN 1909-650X
Sin información no hay opinión pág. 4 El intrincado panorama cultural pág. 8 y 9
¿Ciudad cultural?
El Tablado: un teatro sin sede pág. 10 Saramago: ensayo sobre un gigante blasfemo pág. 14
Jesús Abad Colorado
Facultad de Comunicación Social - Periodismo UPB - Medellín, Septiembre de 2010, No. 25
Carta a Alfonso Cano, de las Farc El pasado 20 de julio, la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) le concedió el premio, en la categoría Opinión, al periodista Carlos Alberto Giraldo Monsalve por su columna “Carta a Alfonso Cano, de las Farc”.
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El popular Capeto, egresado de nuestra Facultad, periodista de El Colombiano y actual docente de Periodismo V, en noviembre próximo viajará a Mérida México para recibir el premio, durante la Asamblea número 66 de la SIP. Felicitamos a Capeto y compartimos con ustedes el texto premiado.
Carlos Alberto Giraldo Monsalve carlosgi@elcolombiano.com.co No sé si usted reciba, lea, se interese y tal vez responda esta carta, pero es mi obligación escribírsela, señor Guillermo Sáenz Vargas, cuyo alias es Alfonso Cano, máximo jefe de las Farc. Le escribo compungido por la muerte de los esposos Leida Rosa Úsuga y Pedro Antonio Hoyos, y de su primo Elkin Hoyos. Los tres eran campesinos de la vereda Cuchillón, en Dabeiba, Antioquia. Los tres murieron destrozados por minas terrestres, de esas que llaman antipersonal. Los tres eran gente humilde, en extremo. Pedro
vivía de jornaliar. “No dejaron nada, ni tenían seguros”, según sus familiares y vecinos. Tenían tres hijos de 6, 9 y 12 años. Los dos mayorcitos resultaron heridos cuando el grupo familiar cayó en un campo minado. La familia Hoyos Úsuga regresaba del colegio de los niños, al caer la noche del jueves 5 de noviembre, y su madre pisó una mina que le destrozó el cuerpo. “Sentimos un fogonazo y tierra encima... mi mamá cayó y empezó a temblar”. Después, tratando de ayudarla, Pedro y Elkin pisaron otra mina. Pero lo más terrible, señor Alfonso Cano, es que los tres niños, bajo la oscuridad de la noche y la lluvia de la madrugada del viernes, vieron morir a sus padres desangrados sin poder hacer nada ni recibir ayuda alguna, porque sus demás familiares y vecinos temían salir y pisar otras minas. Dice una crónica escrita en este diario: “La madre, mal herida de muerte, sacó fuerzas para aconsejar” a sus hijos. “Les pidió que se portaran bien, ‘que le hicieran caso a su hermana mayor’, que iba a cuidar de ellos”. Leida Rosa besó a sus hijos, les dio la bendición y se persignó. Luego murió desangrada en las piernas de uno de sus pequeños. Le cuento, señor Cano, que la evacuación de los cuerpos no resultó menos penosa: los campesinos
metieron los cadáveres en hamacas que colgaron de guaduas y así, a pie, los llevaron al casco urbano de Dabeiba. No sé si usted, señor Cano, tenga tiempo de leer estas líneas en medio del acoso y los combates que libran sus hombres con el Ejército Nacional. No sé si usted esté incomunicado, tal vez, por las limitaciones que le imponen la guerra y su seguridad, pero esperaría que piense en esas tres víctimas y en los centenares de civiles (y también soldados) mutilados y muertos por esas minas. Hace cuatro años, mientras esperaba para entrevistar a un jefe de su guerrilla en el oriente de Antioquia, vi cómo sus hombres fabricaban estopines y detonadores para esas minas, por decenas, cuando llegaba la noche. Me asombraron su febrilidad y el hecho de que ellos sonrieran y conversaran amigablemente como si estuvieran armando las piezas de un juego. No sé si, anestesiado en sus sentidos y su humanidad por lo delirante de este conflicto, a usted le importe que la gente muera de esa manera atroz, miserable. Que los campesinos sufran tanto y sus niños sean castigados por las armas de un ejército irregular que dice defenderlos, pero que, la verdad, así sólo ahonda su pobreza y su orfandad.
Reconocimiento a Juan Carlos Ceballos, quien fuera nuestro editor “A Juan lo conocí desde que estudiábamos Comunicación Social-Periodismo, él aquí en UPB y yo en la U. de A., y la vida nos llevó a construir una amistad que hoy aprecio como un gran tesoro. Hemos sido amigos, compañeros de trabajo y hasta socios en un sueño llamado Utopía Urbana que dejó una huella imborrable en nosotros y entre los alumnos y egresados de la UPB, U. de A. y U. de M., con quienes tuvimos la suerte de trabajar. Por eso doy fe de la entrega y cariño con el que se dedica a la formación de comunicadores socialesperiodistas”. Beatriz Elena Marín Ochoa. “Una nueva generación de Contexto revivió hace algunos años y quien más entusiasmo le puso a la tarea fue sin dudas Juan, un hombre sencillo que se volvió el capitán de ese barco donde tantas tardes nos la pasamos ‘filosofando’ sobre ser o no ser periodista, un periodista de calle eso sí, no de escritorio y boletines de prensa. A ese Juan le debemos el empujón para cogerle amor a las historias invisibles y a las noticias que nadie contaba, a esas, las de la calle, las del barrio, las de una ciudad tan viva como Medellín. Se fue Juan pero el barco cogió fuerza y el entusiasmo se quedó pegado a las paredes de esa sala de redacción que estrenamos y que se volvió nuestro refugio de viernes por la tarde y donde Juan dejó de ser sólo profe para volverse colega, cómplice y amigo”. Natalia Villa Díez. “Juan Carlos supo entender y hacernos entender que el papel del periodista es estar al lado del
ciudadano, y que su tarea es reivindicar el derecho a la información de la sociedad (derecho, no favor). Además nos enseñó que el periodismo se hace desde el rescate de las ‘otras voces’, las que no tienen ruedas de prensa ni oficinas de comunicaciones; y que la sala de redacción es un espacio que tiene que vivirse para realmente alcanzar el título de ‘periodista’”. Carlos Mario Cano Restrepo. “Lo que hizo usted, profesor Ceballos, no lo hace cualquiera. Dirigir un periódico universitario es complejo, enredado, desgastante y muy angustiante. (Lo notábamos cada vez que proponíamos un nuevo tema y teníamos el periódico en las manos). Gracias por dedicar gran parte de su tiempo a enseñarnos que la ciudad no es sólo lo que sale todos los días en los periódicos ‘oficiales’; que la verdadera Medellín está en las sillas de un bus, en el bar de la esquina, en la ‘chunchurria’ del barrio y la vida caótica e indiferente del vendedor ambulante. ¡Gracias!”. Mónica Samudio Valencia. “Juan Carlos me enseñó que las cosas que valen la pena son las que cuestan, y Contexto es un buen ejemplo de ello. Si alguien de esta Facultad sueña con ser periodista, no va a encontrar mejor escuela que este periódico. Él, desde su experiencia como educador, le supo dar todo el valor que tiene esa palabra. Juan Carlos enseñó a todos lo que debe hacer un periodista responsable en un país como el nuestro”. María Juliana Yepes Burgos.
Se inaugura nuevo CPA “La Iglesia comunica”. “La Iglesia le tiene ganas a los medios”. “Ante todo somos medios y tenemos que transmitir la verdad y el bien”. Estas fueron algunas de las frases de Monseñor Ricardo Tobón, Arzobispo de Medellín, durante la inauguración del Centro de Producción Audiovisual “Monseñor Alberto Giraldo Jaramillo”. El nuevo Centro de Producción Audiovisual de la UPB, está conformado por un moderno estudio de televisión y una sala educativa; además posee salas digitales de edición de audio y televisión, salas de realizadores y productores, archivo audiovisual, almacén, sala de copiado y transferencia de formatos, y el área de producción del canal interno de televisión de la Universidad, que próximamente se pondrá al servicio de la comunidad educativa en plataforma Ethernet, para el diseño y la emisión de programaciones alternas. En un área de 1.450 m², la Universidad construyó, también, nuevos puestos de estudio con tomas eléctricos adosados a las columnas, servicio de internet inalámbrico y rampas inclinadas que garantizan un fácil acceso.
Aprobada Maestría en Comunicación Digital La Facultad de Comunicación Social-Periodismo de la Universidad Pontificia Bolivariana tiene un nuevo posgrado. Se trata de la Maestría en Comunicación Digital, un programa totalmente virtual que nace a partir de la evolución de la Especialización en Periodismo Electrónico, que llegó en julio pasado a la sexta cohorte. Esta Maestría fue aprobada por el Ministerio de Educación Nacional en junio pasado y comenzará a ofrecerse en enero de 2011. La convocatoria se abrirá durante el presente semestre. Este programa no sólo está dirigido a comunicadores sociales sino a profesionales de todas las áreas del saber interesados en las múltiples potencialidades de las tecnologías de información y comunicación (TIC), en lo que tiene que ver con contenidos, alcances de las redes sociales, participación ciudadana, gestión de conocimiento, nuevos modelos de comunicación, cibercultura, mercadeo virtual y aplicación de las TIC en diversos espacios organizacionales.
Premiados Mírelos bien. La sonrisita que los abunda delata la alegría que sienten. En sus manos, como si ya fueran veteranos en su oficio, un nuevo galardón que los acredita como los mejores. Como “un lugar común” en sus vidas, a sus escasos veinte y algo, ya se van acostumbrando a los reconocimientos. Laura Julieth Mendoza Arroyave y Carlos Mario Cano Restrepo fueron merecedores de un premio del Círculo de Periodistas de Antioquia (CIPA) por su labor en el periódico CONTEXTO. “Usted ya estuvo por estos lados”, le dijo Azael Carvajal, presidente del CIPA, a Carlos Mario cuando les entregó el reconocimiento.
Habrá más ojos pendientes
Para Laura este premio es gratificante pero la llena de compromisos personales y profesionales. “Genera exigencia pues habrá más ojos pendientes”. Dice Laura que el trabajo sobre “Hambre en Medellín, un problema de equidad”, con el cual ganaron la Mención de Honor en los Premios CIPA, marcó su vida: “aprendí como periodista, como persona conocí problemas”. Comienza a decir Laura y entonces recuerda que “para los niños hay programas alimentarios, pero los viejitos se están muriendo de hambre”. Laura asume que en el Periodismo hay que tener los sentidos muy abiertos para poder entender y explicar la sociedad. Pensando en ello llegó hasta las casas de sus entrevistados. “Fue muy duro –insiste- ver los niños durmiendo en costales”. Pero si fue duro verlo, igual de contundente fue acercarse a ellos. “Se me hizo un nudo en la garganta cuando les pregunté cómo dormían en el piso y uno me contestó: ‘nos abrazamos para que no nos de frío’”. A Laura le encanta leer a Truman Capote y en cinco años se sentiría “realizada” haciendo videos, escribiendo, trabajando con comunidades. De nuevo sonriente, esta morenaza dice “trabajando con comunidades” y, no sé por qué, pero es muy fácil creerle.
El que es caballero repite
Carlos Mario, pese a su juventud, reivindica el periodismo sin afán, el que se hace y se aprende en la calle. Y sobraría decirlo de saber que uno de sus autores preferidos es el maestro de maestros: “Ryszard Kapuscinski nos enseña a ver el Otro igual a uno”, dice ceremonioso. Para Carlos Mario lo mejor del periodismo es la posibilidad de contrastar versiones. “Es muy bacano ir de la cifra a la gente”. Él siempre va de afán, siempre de prisa, siempre en algún proyecto, sin embargo admite que le gusta escribir periodismo y notas sueltas. Además, dice que admira a la periodista antioqueña Patricia Nieto y considera que su “declaración de amor” (prólogo del libro Llanto en el Paraíso), es un verdadero hito del periodismo. Carlos Mario admira en igual medida la labor del día a día de los reporteros, y sueña con trabajar en la revista Semana o en el periódico El Espectador, los cuales lee por la postura crítica de estos medios. Sin embargo, en cinco años se ve montando su propio medio de comunicación: “Un cibermedio que contenga información local y regional”, dice ajustándose sus gafas, y uno casi certificaría que en 10 años se estará ganando nuevos premios de periodismo con su proyecto.
Editorial Nuestra “cultura” en Medellín va bien. En ello coinciden la mayoría de conocedores y expertos sobre el tema. La ciudad ha avanzado en cuanto a la actividad cultural: se destina un gran presupuesto —quizá mirado con envidia desde el Ministerio de Cultura que no alcanza la cifra de inversiones del ente municipal—, se organizan eventos con gran despliegue mediático y publicitario. Asimismo, se apoya a los creadores mediante estímulos y becas. No hay pues mayores reparos en quienes observan esta realidad sin el rigor y el análisis que lo requiere. Algunos observadores, sin embargo, coinciden que eventos como los Juegos Suramericanos, el Congreso Iberoamericano de Cultura, el Festival Internacional de Tango Ciudad de Medellín, la Feria de las Flores, entre otros, son simplemente “eventos vitrina” para mostrar la ciudad. No obstante, otros analistas menos optimistas consideran que no es del todo positivo organizar tantos eventos suntuosos cuando la “movida cultural” en la ciudad no es constante y los que se organizan con un aire más local no tienen público. Ahora bien, en Medellín se habla constantemente de “cultura”, pero de lo que en realidad se trata es de actividades culturales. El término cultura va más allá del espectáculo y de la creación. Si nos atenemos a la definición que recoge la Ley 387/97, en tanto “es el conjunto de rasgos distintivos, espirituales, materiales, intelectuales y emocionales que caracterizan a los grupos humanos y que comprende, más allá de las artes y las letras, modos de vida, derechos humanos, sistemas de valores, tradiciones y creencias”, podríamos decir que el panorama no es tan alentador: en la ciudad se trabaja por eventos pero no se ve un norte claro de hacia dónde se quiere llegar a partir del trabajo cultural. Si la cultura “es lo que nos hace”, los trabajadores de la Cultura podrían entonces preguntarse por lo que “nos hace medellinenses” o “lo que nos hace antioqueños”. En nuestra “cultura” cargamos un gran peso de costumbres y de estereotipos, alimentados en gran medida por una tradición chauvinista (“somos los primeros”) y por los medios masivos de comunicación. A la cultura antioqueña “y, por ende, a los medellinenses, ‘nos hace’ la malicia, el empuje, el amor desmedido por el terruño”. Sin embargo, esos rasgos a veces los hemos transformado y surgen nuevas formas alimentadas de ellas: “la cultura del atajo” (“consiga plata mijo…”), “la cultura de muerte” (“la vida no vale nada”) y sus sucedáneos (el contrabando, el narcotráfico, la corrupción de nuestra dirigencia, entre otros males). La actividad cultural debería repensarse. Parafraseando a nuestro Nobel, deberíamos pensarla como un proceso formativo alterno que además de “ayudarnos a descubrir quiénes somos”, “nos inspire un nuevo modo de pensar”. La actividad cultural en Medellín nos puede y nos debe ayudar a construir una nueva cultura. Una nueva sociedad. Una “que se quiera a sí misma”, como lo planteó Gabo, donde el respeto por la vida sea el imperativo ético, pero que también sea capaz de respetar al otro con sus tradiciones y creencias. Una nueva cultura medellinense que, “más allá de las artes y las letras”, como lo plantea Vargas Llosa, ejerza su ciudadanía mediante el debate y la elección de buenos gobernantes. Toda una apuesta por el futuro de nuestra ciudad.
Caricatura
Rector: Monseñor Luis Fernando Rodríguez Velásquez / Decana de la Escuela de Ciencias Sociales: Esperanza Hidalgo Urrea / Directora Facultad de Comunicación Social-Periodismo: Margarita Llano Gil / Jefe de Área de Periodismo: María del Socorro Correa Jaramillo / Editor: Guillermo Zuluaga Ceballos /Jefe de Redacción: María Juliana Yepes Burgos / Periodistas: Laura Betancur Alarcón • Korina Melisa Daza Zapata • Federico Duarte Garcés • Juliana Londoño Villegas • Laura Julieth Mendoza Arroyave • Rosa María Pérez Rivas • Andrés Felipe Salgado Céspedes • Jorge Andrés Santos Gómez • Juliana Sosa Góngora • Laura Suárez Díaz • Juan David Villa Rodríguez • María Juliana Yepes Burgos / Editora gráfica: Natalia Botero Duque / Foto portada: Jesús Abad Colorado / Diseño y Diagramación: Ana Milena Gómez Correa, Editorial UPB / Impresión: El Mundo / Universidad Pontificia Bolivariana • Facultad de Comunicación Social-Periodismo • Dirección: Circular 1ª. 70-01 bloque 7 • Teléfono: 3544557 • Correo electrónico: pcontexto@gmail.com • ISSN 1909-650 X
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El oficio del periodista en la mira
Sin información
no hay opinión
Meter un ave en una jaula no es el único método para impedir que vuele; también se le puede quebrar un ala. El animal sana, las plumas salen de nuevo y aparentemente todo sigue igual, aunque nunca más podrá emprender el vuelo. La mayoría de los zoológicos del mundo realizan esta práctica, con lo que logran que hermosos ejemplares, mutilados, caminen por los prados. Hay quienes dicen que no importa, que eso está bien, que los animales logran su alimento y además entretienen. Pero el ave no existe para eso. Así como los hombres tampoco existimos sólo para comer y respirar; necesitamos volar. Volar podría entenderse como relacionarse con el mundo, con otras culturas, con los seres humanos. Y para que esto ocurra es necesario el saber, el cual se da a partir de la información. Se denomina saber el mejoramiento de la calidad de vida de las sociedades. Precisamente por eso la información es un derecho inalienable y el periodismo y su correlato, la libertad de prensa, son grandes conquistas de la civilización. La libertad de prensa no siempre se coarta metiendo al periodista en la cárcel; también se puede hacer obstaculizando su trabajo, quitándole garantías, atemorizándolo, es decir, quebrándole las alas. Y quien más pierde es la sociedad que requiere la información para construir la opinión pública. Por tanto podemos afirmar que el comunicador es esperanza de la sociedad y, además, que es un derecho humano disponer de información veraz. Desde que el ejército más poderoso del planeta se metió en Irak, en 2003, lo primero que hizo el gobierno que lo envió fue coartar la libertad de prensa, quebrarle las alas. Los periodistas fueron incorporados, es decir, se les carnetizó, se les uniformó de camuflado y se les condenó a moverse sólo con las tropas. Los argumentos para hacerlo abundaban y el principal fue el referido a la seguridad. Pero recordemos que el concepto de seguridad no surgió solo, sino que es hijo de una estrategia política: la guerra internacional contra el terrorismo, que consiste en crear un enemigo externo para imponer la unión en el interior; así se logra una frágil unidad política que no surge de los proyectos sino del miedo. Y el miedo amenaza la libertad. En el pasado, otro gobierno norteamericano había metido las tropas en un país lejano, en la Península de Indochina en Vietnam, y las cosas no le habían salido nada bien, pues la opinión pública, iluminada por los reporteros que mostraron la crueldad del ejército, exigió la retirada. Ésta es la razón fundamental por la cual ahora ya no se permite al
reportero hacer su trabajo libremente y por tanto la sociedad se queda completamente desorientada y es manipulable porque no hay opinión pública. De la guerra en Irak, que ha costado la vida de miles de civiles, a los que se suman más de cuatro mil soldados norteamericanos, no hemos visto más que las luces multicolores iluminando la noche de Bagdad. Nunca hemos visto las casas de familia destruidas por esos misiles ni las víctimas, porque los reporteros no han podido hacer bien su trabajo. Pero, a pesar de ello, se las han arreglado para permitirnos saber del saqueo realizado a los tesoros iraquíes que estaban bien guardados en museos o de la amenaza que se cierne sobre monumentos históricos en Babilonia, Uruk, Samarra, ciudad de la Torre de Babel o Ur, la patria de Abraham. Jean Marc Bouju es un reportero gráfico que en 2003 ganó el premio World Press Photo con una obra que conmueve lo más profundo del ser humano, el dolor y la tristeza sobrecogen al espectador. En ella, como se ve en la imagen, un prisionero de las tropas norteamericanas que tiene la cabeza cubierta con una bolsa negra, sentado en el desierto, cubre con sus brazos a su aterrorizado hijo de cuatro años que recién dejó de llorar. La tomó en el desierto iraquí. Para una entrevista de la BBC dice que cuando lo hizo andaba con un batallón y después de obturar sintió miedo de que le quitaran la cámara y sin poder verificar la calidad la escondió. Es paradójico que el Estado creador de la primera constitución democrática, gestor también de la primera enmienda (libertad de expresión y de prensa, entre otras), amenace a un reportero con dejarlo sin su instrumento de trabajo. Pero eso está ocurriendo en todo el planeta. Aquí en nuestro país el periodista tiene las alas quebradas, no puede cubrir el conflicto, no puede cubrir los enfrentamientos en las ciudades, porque eso no está dentro de los intereses de las multinacionales mediáticas. Además es sabido que si no hay información clara y veraz no hay opinión pública, lo que facilita a los poderes librarse de los verdaderos controles al no tener que enfrentar esa poderosa “molestia”. Si supiéramos qué está pasando en nuestros campos, en nuestros llanos y selvas, en nuestras ciudades y en sus barrios, es seguro que por la participación ciudadana podríamos imponer las soluciones. Así funciona la verdadera democracia. Pero estamos marginados porque no contamos con información veraz, sólo se produce un sonsonete a partir de algunos acontecimientos que son repetidos hasta el cansancio por las emisoras de mayor sintonía y por la “gran prensa”. También es importante entender que un periodista no es un aventurero que se mete donde sea para hacerse rico y famoso. Denominamos periodista a quien gracias a su trabajo intenso, sacrificado, metódico y a su capacidad de poner en común y construir con otros, se hace un profesional. Para él, saber es autonomía, criterio e independencia. Sin embargo, necesita al Estado que lo proteja, al Estado justo, aquel que garantiza la libertad de expresión y el derecho humano de estar informado (que es uno de los que brinda a la sociedad la oportunidad del desarrollo). Foto Archivo BBC World
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Ramón Arturo Maya Gualdrón ramon.maya@upb.edu.co
Las facultades de Comunicación Social son esperanza social. Ellas son instituciones hijas de la democracia y la libertad. Pero cuando en los diferentes Estados el autoritarismo y el populismo se van extendiendo como un cáncer y los poderes políticos y económicos le quitan los medios de comunicación a las sociedades para meterlas en una “borrachera” melodramática, producida por el amarillismo y la lucha por el alto rating, a dichas facultades se les hace imperiosa la necesidad de enseñar a volar.
La sangre que tiñó los lienzos
“El artista tiene un compromiso con su propia muerte”
Alberto Vélez es un pintor de Itagüí sin ansias de protagonismo, a quien no le importa morir ni tampoco ser olvidado. Por eso, a través de su pintura y sus actos, toma la vocería de las problemáticas que lo rodean. 5 Jorge Andrés Santos Gómez jorgeandressantos@hotmail.com
¿Hasta qué punto puede el artista intervenir en la realidad violenta del país?
¿Qué agravios sufrieron los que formaban parte de esos movimientos?
Hace 30 años decidió retratar la violencia que atravesaba el país en una obra titulada Apocalipsis, que estuvo acompañada de un activismo social en el que fue víctima de intimidaciones y testigo de la mordaza puesta sobre sus compañeros.
Todos los artistas han estado inmersos dentro de esos procesos históricos. Ahora, que nos quieran decir que no vale mirar hacia allá, que la academia no quiera decir hoy en día nada sobre eso, que todo el mundo le saque el cuerpo al problema, es otra cosa. Pero el verdadero papel del esteta, en cualquiera de los campos del arte, es hacer lectura de su entorno y esa lectura del entorno tiene que vivir con las tragedias humanas.
Ahí hubo muertos. Yo fui amenazado. Según cuenta la gente, yo estaba en la lista de ‘Don Berna’ y fui el último en darme cuenta. Pero hablar de que el miedo no nos deje hacer, es ser parte de ese miedo colectivo. Hay que entender que uno vino aquí a morir, y ese estadio que hay entre la vida y la muerte hay que vivirlo. Es mejor vivir corto tiempo en esos procesos que vivir una larga e inútil vida.
¿Qué lo llevó a pintarle a la muerte y a la violencia? Yo nunca le he pintado a la muerte, ni tampoco he tenido la idea de hacerle una apología a la violencia. Lo que pasa es que el papel del artista es trabajar alrededor de lo que la vida le da, y cada uno documenta su época. Lo que yo hice fue retratar mi tiempo histórico a través del arte, siendo más cercano a lo que sucedía que a los estilos y modas del arte.
¿Cómo interpretar, entonces, su obra Apocalipsis? Apocalipsis nace como una respuesta a la violencia y la cultura que nos trajo el narcotráfico. Todo problema que esta mafia tiene lo resuelve con la muerte o el asesinato del otro, sin importar si el que muere es mi enemigo o si es alguien que por azar iba por la calle. Entonces es muy extraño que hombres como Pablo Escobar y su gente pongan bombas indiscriminadamente, buscando eliminar lo que ellos llaman su enemigo, y resulta que enemigos nos volvimos todos.
Tratando su obra sobre la muerte, ¿por qué no hay cadáveres en ella? El cerebro es el que maquina las cosas, porque él es el que mueve cada partecita de nuestro cuerpo. Y la sociedad siempre se ha empeñado en castigar y torturar el cuerpo, porque es el que comete el delito. ¿Y al que maquina quién lo condena?
Hombres y mujeres nuestros han sido asesinados y enjuiciados por pensar el país. Entonces lo que hacen es, a través del medio colectivo, decirnos que eso no vale la pena, porque si lo hacemos nos matan. El artista tiene un compromiso con su propia muerte.
¿Qué lo llevó a hacer parte de movimientos culturales y sociales en Itagüí? Cuando uno piensa en el arte no puede pensar aislado de la sociedad. Esto nos trae como consecuencia la muerte, la persecución por parte de los ‘paracos’, las amenazas. Todo el mundo lo ha vivido en este país porque aquí no se soporta al que piensa, al que quiere cambiar las cosas. Itagüí, a través de los movimientos culturales, logró que la gente tomara conciencia sobre el agua que tomaba. Itagüí tomaba pantano y mierda. Entonces, se empezó a pensar en el agua limpia, en el asfalto de las calles, en muchos cambios sociales. Lo que Itagüí es hoy se lo debe a esos tiempos.
¿Qué opina de la violencia que hoy en día sufre el Área Metropolitana? Cuando usted habla de la violencia actual de los ‘pelaos’, está hablando de la indiferencia de nosotros. Es que esos son los hijos de los asesinados hace 15 años, y son los hijos de nuestra indolencia. El ‘pelao’ de hoy es la tragedia de todo lo que hicimos ayer y toda nuestra permisividad. Cuando asumamos el compromiso de que nosotros somos culpables de eso, ese día aprenderemos a resolver.
¿Qué opina sobre los movimientos artísticos que aparecen en algunos barrios como respuesta a la violencia? Los artistas nuestros se amparan en que lo inmediato es lo que es el arte. Pero ¿cuál es la calidad del producto? Es que el arte está más allá, el arte es el eje espiritual que puede reordenar la vida de los pueblos. Necesitamos artistas, sí, pero de gran valor. Hoy en día todo lo que tiene ruido es lo que atrae la masa y el arte no es de masas. Eso olvídelo. ¿Tanto artista? Yo no me como ese cuento.
Jorge Andrés Santos Gómez
Alberto Vélez compartió con Contexto esa experiencia y su visión sobre el papel que el artista debe desempeñar en Colombia.
Queda preguntarse: en nuestro país cómo se masifica y se reproduce el pensamiento de un solo cerebro de esos. Porque cuando mucha gente defiende a fulano es como si ese fulano no hubiera cometido los hechos y los atropellos que todo el mundo sabe.
¿Cuál es el papel del artista con respecto a la violencia? No es el papel de la compasión; es el papel de la claridad de un estado del alma de los pueblos nuestros, que tienen un duelo colectivo.
“Apocalipsis nace como una respuesta a la violencia y la cultura que nos trajo el narcotráfico”.
El carnaval, una propuesta desde el arte para el desarrollo social
“La disculpa es el arte,
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Detrás de un futbolista puede haber un poeta, detrás de mil imágenes de dolor un mimo-clown. Aquí, en la casa de la Corporación Circo Medellín, hombres con máscara, recuerdan que su vida pudo ser peor. Korina Melisa Daza Zapata koridaza@hotmail.com Estaba ahí, rodeado por presidiarios. El país extranjero, que parecía ser sólo el encanto del mar y los barcos, quedó en la nostalgia. En el Centro de Rehabilitación para Menores Maranguita de Lima, Perú, Didier contaba a los presos su vida antes de ser mimo, payaso y mago. A sus espaldas, un hombre fornido, calvo y de acento español lo miraba atento. Fue él quien lo salvó. Contrario al estereotipo tradicional del misionero, Rubén es un hombre de apariencia agresiva y camisetas ceñidas al cuerpo, que le gusta escuchar rock y bailar con una escoba como guitarra eléctrica. En este momento se encuentra en Perú y ayuda, gracias a la mímica y el clown, a otros jóvenes, al igual que lo hizo con Didier. Él les sirve de ejemplo a personas como Sebastián, un narcotraficante colombiano de unos 24 años recluído en el Centro de Rehabilitación. Didier conoció al hermano Rubén mientras dirigía la escuela “El hogar de la alegría” en el barrio Doce de Octubre. Cuando tenía ochos años se vino de Santa Fe de Antioquia con su madre para Medellín, y se radicaron en la casa de su abuela. Por esos tiempos, Didier no sabía qué era celebrar un cumpleaños, la Navidad; ni siquiera conocía el placer de tener un comedor para tomar el alimento en familia. Se dedicaba a romper ventanas y a despertarse tarde. Su madre estaba en otra sintonía, sólo tenía tiempo para trabajar en una casa de familia. “Éramos no sólo muy pobres económicamente, sino también muy pobres de mente”, comenta el mago, sentado sobre el asfalto mojado porque acaba de llover. Después llegaron las drogas y lo que él llama esas “fiestas de la mafia”, en las que administró por un tiempo el expendio de su primo. De forma paralela, aparecieron los Titiritrastos y el grupo juvenil de la escuela. Acompañados por Rubén se quedaban los martes y
Mónica Ospina Rodríguez
pero el objetivo es la vida”
jueves en las tardes para disipar sus historias de desplazamiento, maltrato, hambre y violencia con la mímica y el clown, a cargo de Carlos Álvarez, el mimo-clown más famoso de Colombia quien sería, en un futuro, su tutor. Con Carlos montaron obras como Alegría o Corazón de circo que aún presentan, pero en enero de 2006 el hermano Rubén se embarcó a Inglaterra a seguir con su misión. Después de esto, el apoyo se diezmó. Para ensayar sus obras no les facilitaban los espacios, ni les ayudaban con la escenografía. El grupo se empezaba a fragmentar por malos manejos económicos. En ese momento Didier decidió contactar de nuevo a Carlos Álvarez, quien unió su sueño de tener un circo al de estos jóvenes y, en esa confluencia, se creó la Fundación Circo Medellín que se encuentra en una casa cerca al Parque Biblioteca de Belén.
La búsqueda de la máscara Son las 8 de la noche del 25 de agosto del año en curso, en la casa de Carlos Álvarez. Bajo una iluminación tenue de amarillos quemados, el mimo creador del mimo-clown toma una copa de Brandy, le ofrece otra a Didier y le dice: Las familias, generalmente, necesitan una oveja negra ¡Alguien a quien echarle todas las culpas y las mierdas! Entonces, inconscientemente, generan drogadictos, ladrones, asesinos y putas que canalicen sus frustraciones. Pero eso no son ustedes, no pueden quedarse con ese rol que les impuso su familia y la sociedad.
“Una nación que no deja florecer su arte está condenada a quedarse sin alma”. Gabriel García Márquez
Didier parece ido, cansado y con sueño, pero intenta escuchar a su maestro. El hombre busca la máscara cansado de ser lo que no es —comenta parafraseando a Alejandro Jodorowsky— “Somos seres expansivos, creativos y buenos. Cuando el circo y el carnaval llaman a la puerta, con sus colores y brillos, el alma quiere salir y con ella todo lo bueno. Por eso la mayoría de mimos o payasos somos gente triste que se pone máscaras para buscar la alegría y hacerla nuestra”.
“Entre los que se han dedicado a hacer llorar…” “…Nosotros nos hemos dedicado a hacer reír”, ese es el lema de la Corporación Circo Medellín, una casa en la que viven seis jóvenes y Milo Silva, un perro blanco y negro de dos años. Limpian su casa cada lunes, hacen tareas en el comedor y construyen faroles y escenografías para iluminar las tablas. Las horas trascurren entre risas y la música de los diferentes computadores. Andrés cocina el arroz con leche y al fondo se escucha Leo Dan que canta: “Mary es mi amor, sólo con ella
vivo la felicidad…”. Cuando está listo el arroz, Didier se asegura que todos estén en la mesa para poder comer. Su padrino no se olvida de ellos y le envió unos chocolates de licor a Didier para que compartiera. Asimismo, se piensa retirar de las misiones para irse a vivir con él en España. Rubén se siente orgulloso de su obra con estos jóvenes a quienes ha sacado de situaciones de violencia y degradación gracias al arte. Como diría Rudolf Steiner (el mayor exponente de la pedagogía Waldorf, un enfoque educativo basado en el arte): “Sólo se llegará a un arte para el desarrollo el día en que lo bello, lo puro y lo libremente humano llegue a comprenderse con el intelecto y a compenetrarse con el deber. El día en que el arte se vincule con el entorno social, ese día los programas basados en él darán resultado”. Sobre la misma teoría, Carlos Álvarez fantasea con un circo en el Cerro Nutibara donde los jóvenes vayan a aprender, a difundir sus creaciones y puedan realizar anualmente convenciones internacionales de circo. Así, habrá que ser como Julio Verne; luchar y luchar hasta que se logren las metas, porque como afirma este mimo de trayectoria “La disculpa es el arte, pero el objetivo es la vida”.
La década de los ochenta y noventa
Los tiempos del arte comprometido Hace veinte años, a la par del surgimiento de bandas delincuenciales como Los Mondongueros, Los Nachos y Los Gomelos, aparecían grupos culturales que sentaron una posición crítica frente a la barbarie de la violencia. Laura Betancur Alarcón laurabeta.alarcon@gmail.com
Un líder comunitario baleado en su barrio, un grupo de chocoanos desplazados y jóvenes amantes de música caribeña que hicieron bailar a su comunidad, son algunas de las historias que Muchachos a lo bien le mostró a Medellín en 1998. Ese mismo año, la Corporación Cultural Nuestra Gente, bajo la dirección de Jorge Blandón, cumplía once años de promoción cultural en el barrio Santa Cruz, ubicado en la comuna 2. Organizaban conciertos de tendencias musicales opuestas, como punk y metal, que permitieron el diálogo entre los jóvenes de diferentes estilos. Uno de ellos era Fabio Garrido, líder de la banda Frankie ha muerto, que buscó cantarle a esa ciudad “que arde en las noches”, como la denomina en sus discos. Estos proyectos artísticos son una de las tantas iniciativas culturales, que desde los ochenta intervinieron barrios, teatros, parques y calles de una ciudad de toques de queda y masacres cotidianas. Una Medellín, no tan lejana a la de hoy, que paradójicamente dio a luz cientos de propuestas creativas que le apostaron a resistirse a la guerra.
Movilización social
Archivo de la Corporación Cultural Nuestra Gente
Según el sociólogo de la Universidad de Antioquia Omar Urán, en su investigación “La ciudad en movimiento”, hubo tres factores determinantes en la sociedad de los ochenta: las desmovilizaciones de grupos insurgentes como el M-19 y el Ejército Popular de Liberación (EPL), que propiciaron la organización delincuencial en los barrios; la subcultura del rock en español; y el narcotráfico, que creó un estilo de vida ligado al consumo suntuario. Esto condujo a que en 1990 la Administración local creara, en cooperación con el Gobierno, la Consejería Presidencial para Medellín, dirigida en principio por María Emma Mejía. Este organismo focalizó el trabajo con jóvenes de comunas populares. En el primer año de la década, también se constituyó el Plan de Desarrollo Cultural de la ciudad, que según Marta Elena Bravo, experta en gestión cultural, “fue pionero en el país y en las políticas de valoración del patrimonio y estímulo de la creatividad”. Otro aspecto fue la Constitución Política de 1991 que, en el artículo 103, comprometió al Estado con la organización, promoción y capacitación de asociaciones civiles. Asimismo, se incrementó en la ciudad la presencia de ONG que mediaron entre el Estado y los sectores sociales. Algunas de ellas
Personajes del performance “Medellín, una ciudad de colores” de 2006.
son el Instituto Popular de Capacitación (IPC), la Corporación Región y Corporación Convivamos, que impulsaron a los jóvenes en las expresiones artísticas. Tal panorama llevó a que en la ciudad, según estadísticas de la Corporación Paisa Joven, se identificaran 567 organizaciones juveniles en 1996, en contraste con las 173 bandas delincuenciales conformadas por jóvenes en 1998. Además surgieron 125 bandas de música rock entre 1990-1995.
“Ustedes tienen historia”
En 1994, la Fundación Social y Corporación Región iniciaron la serie televisiva Muchachos a lo bien, transmitida por Teleantioquia, cuyo objetivo “era hacer un trabajo social a través de videos, con los jóvenes y las comunidades, diciéndoles: Ustedes tienen historia, una identidad, no pueden ser sólo carne de cañón de la guerra”, afirma Óscar Mario Estrada, comunicador social-periodista, realizador de algunos capítulos. Doscientos jóvenes de toda la ciudad participaron en el casting documental, que buscaba historias de líderes y artistas. La novedad del proyecto fue que cada capítulo tenía un director diferente —entre ellos Víctor Gaviria y Luis Alirio Calle— lo que permitió la heterogeneidad de miradas sobre la ciudad. Para Estrada, la serie invitó a reflexionar por los valores esenciales de cada comunidad y la ética. Sin embargo, no sólo el Gobierno estimuló la intervención social a través del arte. La Iglesia Católica también aportó con la creación de escenarios como la Semana por la Paz en 1993. Otro ejemplo de ello fue el trabajo comunitario de la parroquia María Rosales del barrio Santa Cruz con jóvenes como Jorge Blandón. En 1987, él y otros vecinos crearon la Corporación Cultural Nuestra Gente. “La motivación era resistirnos a morir en una esquina, a morir por las balas. Teníamos la urgencia de proponer un camino distinto, el de la cultura”, afirma. Una biblioteca popular, un grupo de teatro y un lugar para adultos mayores fueron propuestas inéditas en la comunidad. Mientras Nuestra Gente se dedicaba a la labor social, otros como Frankie ha muerto con sus canciones buscaban exteriorizar el dolor individual. “No cambiamos la sociedad medellinense; lo que sí se hizo fue catarsis. Llegó un momento en que fueron tantas muertes, que ya no le cantabas a la tuya, sino a la de todos”, afirma Fabio Garrido, vocalista de la banda.
Panorama actual
Para Blandón, la siembra cultural de hace veinte años está dando buenas cosechas. “Hay posibilidades de acceder a parques bibliotecas o centros culturales. Cosas que no tuvimos en nuestra juventud, hoy las tienen los chicos”, dice. Sin embargo cree que todavía faltan políticas públicas que reconozcan el quehacer de los artistas y gestores. En cuanto a lo audiovisual, para Óscar Mario Estrada hace falta un proyecto interesante: “Me parece que la televisión se ha institucionalizado. Es casi el apéndice de la Gobernación o de la Alcaldía”. De igual manera, Garrido sostiene que no se ha tratado en profundidad el rock y que los macro-procesos culturales relacionados con la música son deficientes. Si hace veinte años el reto de los gestores culturales era encontrar maneras de constituir sus proyectos artísticos, ahora se preguntan sobre cómo mantenerlos y mejorarlos, formando públicos cada vez más conscientes de una ciudad que sigue recurriendo al arte para transformarse.
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Se necesita consolidar un proyecto cultural inclusivo, sensible y descentralizado.
El intrincado panorama cultural de Medellín 8
María Juliana Yepes Burgos mariajulianayb@gmail.com
Líderes, agentes y políticas culturales juegan un papel fundamental en la construcción de ciudadanía. La reflexión sobre cada uno es primordial si se quiere consolidar una idea de cultura dentro de la sociedad. Una reflexión constante sobre el panorama cultural de Medellín es necesaria, sobre todo cuando mayor parte del presupuesto municipal se está invirtiendo en cultura. Gestores culturales y expertos analizan las fortalezas de la ciudad para considerarla realmente cultural y cuánto le falta para alcanzar esa categoría. La realización de grandes eventos en Medellín ya no es algo nuevo. Desde la administración del ex alcalde Sergio Fajardo Valderrama, la educación y la cultura son los ejes bajo los cuales giran los procesos de desarrollo de manera transversal a los demás retos propuestos en los ámbitos político, económico y social. Desde que Alonso Salazar Jaramillo asumió el cargo en 2008, el objetivo principal ha sido proyectar a Medellín como una ciudad turística y cultural en el entorno nacional e internacional, con la organización de eventos de gran magnitud como los pasados Juegos Suramericanos 2010 y la tercera versión del Congreso Iberoamericano de Cultura. Asimismo se ha buscado fortalecer, desde el Plan de Desarrollo Cultural de Antioquia, la creación de políticas públicas y espacios culturales y educativos que permitan acercar a las personas al arte y sus manifestaciones, posibilitando la inclusión y sensibilización frente lo artístico como forma de construir ciudadanía. No obstante, la realización de ferias, fiestas y encuentros debe trascender y
Andrés Felipe Salgado Céspedes and_fel05@hotmail.com
plantear interrogantes al sector cultural, a las entidades gubernamentales y a las ciudadanos en general, quienes son los encargados de definir la ruta que debe seguir la ciudad en materia de cultura, y los responsables de la creación y renovación constante de las políticas culturales. Dichos actores también tienen la misión de reflexionar sobre el verdadero impacto social y la inclusión que han logrado estos eventos, teniendo en cuenta la producción cultural y la importancia que tienen las corporaciones artísticas dentro del proyecto cultural de Medellín. Marta Elena Bravo de Hermelin, experta en gestión cultural, afirma en su libro Itinerarios culturales 1985-2007, que el trabajo cultural encaminado al desarrollo “requiere de formulación de políticas y planes culturales” que tengan solidez desde su concepción “y, sobre todo, en su ejecución, seguimiento y evaluación”. Además, insiste en que ahora la cultura no sólo está ligada “al destino de los individuos y de la sociedad”, sino que también es un factor económico determinante en el mundo por el manejo de las industrias culturales y el turismo cultural.
Eventos: ¿para todos?
El Festival Internacional de Poesía, el Festival de Tango, el Festival de Porro, la Fiesta del Libro y la Cultura, entre otros, muestran un panorama positivo en cuanto a la ampliación de la oferta cultural. Las personas que hacen parte del gremio cultural lo reconocen y evidencian una mayor valoración de su labor por parte de los organismos oficiales. Germán Aurelio Arias Alzate, presidente de la Asociación Nacional de Directores Escénicos de Colombia (ANDE), opina que la realización de eventos y la mirada que se le da ahora a la cultura en Medellín hacen parte de un fenómeno real e interesante que rodea la ciudad: “Uno llega a Medellín y siente que hay propuestas de desarrollo, una inquietud, una búsqueda”.
El secretario de Cultura Ciudadana, Luis Miguel Úsuga Samudio, concuerda con esta apreciación y afirma que: “Estamos haciendo ese trabajo con mucha fuerza. Hemos logrado la construcción de un lenguaje común. Hay espacios como los parques bibliotecas, las bibliotecas públicas escolares, el Jardín Botánico, que son espacios que educan a la gente y construyen sociedad”. La encuesta realizada en 2009 por esta Secretaría, adscrita a la Alcaldía de Medellín, reveló que un 35.9% de los ciudadanos participó en el último año en actividades deportivas, recreativas o culturales, superando la participación en política, marchas y otras actividades colectivas. Esto sustenta el incremento en la participación ciudadana en procesos culturales, el aprovechamiento de programas que buscan estimular la creación artística, la gestión cultural y la generación de espacios educativos y recreativos, como Salas Abiertas, los Presupuestos Participativos y el otorgamiento de becas. Sin embargo, líderes y gestores culturales también asumen una postura crítica frente a la inversión que se está haciendo en dichos eventos y los efectos positivos que generan a largo plazo para la ciudad. Pedro Adrián Zuluaga Duque, director del Festival Internacional de Cine Sinfronteras, dice que “esos grandes eventos son importantes porque ayudan a mejorar la imagen violenta de Medellín, pero no son suficientes. La ciudad tiene que entender que la cultura no son sólo eventos, cifras de asistencia, conciertos”. Desde esa misma posición, la Declaración de México sobre las Políticas Culturales, se sugiere que no se puede pensar la cultura y sus logros desde los números, sino desde los cambios sociales que se están gestando en los barrios y cuyos resultados se verán a mediano y largo plazo. Juan Álvaro Romero Botero, director de la Corporación Ziruma, dice que “es impresionante que en los Juegos Suramericanos le hayan dicho al gremio cultural y artístico que nos presentáramos sin ganar un peso, mientras el director del Circo del Sol sí se ganó la plata. La intención de los Juegos fue muy buena, pero nosotros también teníamos mucho que aportar; desde la dirección y el recurso humano pudimos haber logrado algo impactante”. “Faltó creer en lo nuestro”, puntualiza. Igualmente, Juan Diego Alzate, director artístico de la Corporación Arca de N.O.E, afirma que los eventos, “más que traer un beneficio directo a la comunidad, son una vitrina para posicionar la ciudad internacionalmente como destino turístico. No se promueve una cultura de la ciudadanía como tal”.
Políticas culturales: un trabajo en red Sexta Fiesta de las Artes Escénicas. María Juliana Yepes Burgos
Uno de los puntos esenciales que se tiene en cuenta al momento de elaborar y aplicar una política cultural es la
El primer objetivo: formación de públicos
Cuando se habla sobre el concepto de desarrollo cultural se tratan temas como la formación de públicos, vital para que una ciudad se considere cultural. Salas Abiertas y las Becas de Creación Artística, entre otros proyectos, se presentan a la ciudadanía como una apuesta desde la Alcaldía para fortalecer la apreciación artística de Medellín. Sin embargo, existen diferentes opiniones sobre cómo se debería dar esa formación y quiénes son los encargados de liderar dicho proceso. Marta Elena Bravo también propone en su libro que el proceso de formación de individuos y de grupos sociales debe centrarse en “la educación de la sensibilidad”, determinada por la capacidad de asombro frente al mundo, la posibilidad de una apreciación estética y de robustecer la expresión creativa. A partir de esto, se puede considerar que la participación del sistema educativo es determinante en la formación de un ciudadano cultural. Mónica Sepúlveda expone: “Creo profundamente en la formación de públicos desde la familia y la escuela, donde se puede construir el concepto de ciudadano cultural. La educación y la familia deben trabajar fuertemente en esa sensibilización, dejando de lado la visión del espectáculo”. El cortoplacismo impide que la intervención social muestre los efectos esperados. Un macroproceso cultural sólido posibilita una transformación paulatina pero segura que permite, a su vez, una mejor distribución de los recursos del Estado. En la ciudad, la educación y el desarrollo cultural aún no logran una coalición que les permita construir un público sensible frente al arte y sus manifestaciones. Esto tiene que ver con las fuerzas que se ejercen desde la política y el manejo de intereses o
María Juliana Yepes Burgos
inclusión, entendida como la forma de integrar a las personas a los procesos recreativos, culturales y de aprendizaje de una ciudad. Mónica Sepúlveda López, coordinadora del pregrado en Gestión Cultural de la Universidad de Antioquia y docente investigadora, considera que las políticas culturales no están bien conjugadas para que los procesos culturales sean sólidos. “Se presentan inequidades en términos de inclusión, porque mientras se gasta mucho dinero para los eventos, no se invierte en las organizaciones o corporaciones que en últimas son las que aportan a largo plazo a la ciudad”, dice la docente. La realización de estos eventos es importante en cuanto ubican a Medellín en el mundo, afirma Elizabeth Moncada, coordinadora técnica del nuevo Plan de Desarrollo Cultural 2010-2020, que se encuentra actualmente en la etapa de redacción antes de ser presentado oficialmente en noviembre. “Los grandes eventos deben encontrar un equilibrio respecto a los más pequeños. Si seguimos pensando en los eventos separados de los procesos, entonces dejamos la parte formativa, creativa y de construcción de ciudadanía”, dice Arboleda. En la Declaración de México sobre las Políticas Culturales, también se afirma que el proyecto cultural de la ciudad debe ser construido por toda la sociedad y no únicamente por élites que se queden con todos los beneficios. Se enuncia allí que “la cultura procede de la comunidad entera y a ella debe regresar”. El macro proceso cultural debe pensarse a futuro si es que se desea construir una política íntegra que se pueda plantear en el Plan de Desarrollo Cultural de la ciudad. “Los procesos son valiosos si hay constancia. El impacto de lo que está pasando en Medellín a nivel artístico y cultural no se va ver ahora, sino con el tiempo; en este momento estamos madurando procesos”, opina Juan Álvaro Romero.
percepciones particulares de cada gobierno. A esto se suma “el problema de que ahora la cultura se percibe desde el mercado. Eso vacía de sentido el arte y la formación de públicos”, precisa la profesora Sepúlveda. Juan Diego Alzate opina que la mejor opción para que un público se forme es desde la enseñanza, pero que el sistema educativo al encontrarse permeado de los afanes y requisitos burocráticos, no le dejan a la escuela, colegio o universidad la posibilidad de mantener un proceso serio. A pesar de que el apoyo de la Alcaldía de Medellín y la Secretaría de Cultura Ciudadana es cada vez más evidente, la necesidad de mostrar resultados de gestión por parte de los entes municipales inhabilita que los proyectos y corporaciones culturales puedan ejercer una labor más eficiente. “Los proyectos que nos aprueban son de tres a seis meses o un año, además te dan unos indicadores con unos tiempos determinados que muchas veces logran afectar esos procesos”, dice Alzate. Asimismo, el fomento a la creación artística es un asunto fundamental para que el valor de la apreciación sea asimilada por el público. “Si tú formas a alguien en artes escénicas, esa persona, así sea que en algún momento de su vida decida hacer cualquier otra cosa, siempre va a volver a un teatro. Lo mismo sucede con el cine y la literatura”, señala Alzate. Los entes educativos como actores culturales, tienen un papel dentro de la sociedad y una serie de responsabilidades que cumplir: la formación, la investigación y la extensión. “Es preguntarse qué puedo aportar como institución educativa desde la creación de programas académicos que permitan fortalecer el sector cultural, la formación de públicos y la participación ciudadana; además, cómo desarrollamos desde la universidad investigaciones que contribuyan a entender la ciudad y sus dinámicas culturales, para que sirvan como soporte en la toma de decisiones de las políticas culturales de la ciudad”, propone María Adelaida Jaramillo González, directora del Departamento de Extensión Cultural de la Universidad de Antioquia.
La carta de navegación cultural de Medellín
Después de la realización de cuatro foros para la construcción del Plan de Desarrollo Cultural 2010-2020, donde se reunieron diferentes organizaciones, corporaciones, y gestores culturales junto a un grupo de ciudadanos, se ponen en evidencia las falencias que tiene la ciudad desde el plano cultural y los retos que debe asumir el nuevo Plan para superarlas. Se plantearon diferentes temas para reflexionar: la cultura como motor de transformación de la ciudad, la interculturalidad como invitación al reconocimiento de los otros, el desarrollo de procesos de patrimonialización capaces de movilizar a la ciudadanía y la
concepción de la cultura como acuerdo social para la construcción del territorio. Actualmente, se está elaborando el primer borrador del Plan que, una vez listo, entrará en discusión con el Consejo Municipal de Cultura que es donde tienen representación todas las áreas culturales (teatro, danza, música, artes plásticas, entre otras). Luego se pasará a la toma de decisiones. Juan Álvaro Romero considera importante lo que se ha hecho al recoger testimonios en los barrios de Medellín, donde se encuentran las corporaciones y líderes culturales. Por otro lado, reconoce que hace falta más entrega de los mismos líderes, quienes cumplen un rol determinante en los espacios de discusión para la consecución del Plan. “Si en la reuniones se va a discutir algo económico asisten todos, pero si se van a discutir los lineamientos para la creación del Plan de Cultura nadie va”, dice. Otro asunto a considerar dentro del Plan es que para la mayoría de los grandes eventos que se realizan en la ciudad, se cuenta con una contratación internacional para su producción. Esto ha generado un clima de inconformidad en los artistas de la ciudad, pues la mayoría sienten que las ganancias se la están llevando contratistas de otros países y no se están quedando en las manos de los locales. También es necesario tener presente en el nuevo Plan la relación entre los gremios culturales y qué tan unidos están trabajando: “El teatro es de lo que más se ha desarrollado en la ciudad y la música va por buen camino, pero hay que mirar qué le puede aportar el teatro a la música y la música al teatro. Necesitamos aprender a trabajar en equipo, ya que somos un gremio con tendencias individualistas”, concluye Juan Álvaro Romero. Entre los afanes por desvirtuar el concepto de violencia que tiene Medellín como referencia, algunos gestores sienten que al mismo tiempo la ciudad se está saltando unos pasos previos para que ésta logre tener una oferta cultural fuerte. “Pienso que las entidades públicas están en un proceso de limpiar la imagen de Medellín y de separar tajantemente lo que ocurre en ciertos barrios para mostrar una idea diferente de la ciudad en el exterior. Es como con una obsesión de mostrar una ciudad que quizá no existe aún, y que si bien tiene una serie de territorios que se presentan para el turismo, todavía cuenta con unos problemas muy complejos por resolver”, expresa Pedro Adrián Zuluaga. Sobre esta situación, Tomas Lowy apunta en la Revista Iberoamericana de Educación, que “es imprescindible diseñar un plan estratégico realista que acepte nuestras carencias más primarias”. En Medellín, entonces, se deben nutrir y generar procesos culturales a partir de la riqueza con que cuenta, integrando a la ciudadanía, a los organismos oficiales y al gremio cultural alrededor de objetivos claros de desarrollo y crecimiento para el futuro.
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Teatro, montajes… ¿acuerdos?
“El Tablado”
se quedó sin tablas
De la casa que sirvió como comodato a la corporación artística El Tablado durante casi cinco años, hoy no se sabe si tiene inquilinos y mucho menos quiénes van a ser sus próximos responsables. Laura Suárez Díaz laurisud@gmail.com
construcción. Fue por eso que el municipio decidió comprarla para ofrecerla en comodato* al Teatro El Tablado.
Ubicada en una esquina de las solitarias calles de Prado Centro, se encuentra la imponente casa y antigua sede de la Liga de Ajedrez; que hasta el año pasado fue asentamiento de la corporación artística El Tablado, entidad que desde su nacimiento, hace 27 años, no ha tenido un espacio propio. Con el objetivo de brindar proyección a actores profesionales, egresados, profesores y estudiantes de la Escuela de Teatro de la Universidad de Antioquia, Mario Yepes creó esta agrupación teatral que lleva el mismo nombre de El Tablado. “Cuando yo llegué en el 2001 estábamos sin sede y teníamos una temporada en el Pequeño Teatro. Duramos ahí un año, pero nosotros teníamos otra idea diferente de formación de público, entonces decidimos salir”, dice Diana Betancur, representante legal y directora de la corporación.
La sede de la discordia
Andrés Felipe Salgado Céspedes
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Desde que la agrupación cultural llegó a la casa, comenzó a realizar cambios; sustituyó elementos y adecuó el espacio para sus montajes. El Tablado llegó a realizar 113 funciones de teatro en un año, cinco exposiciones de artistas plásticos y cinco conciertos con más de tres bandas. A finales de 2007, durante la administración de Sergio Fajardo Valderrama, “hubo una intervención de parte del municipio. Ellos dijeron que iban a arreglar los techos y resultaron arreglando sólo la parte de atrás del patio. Como la espumaron sin tomar medidas, los bajantes quedaron torcidos y las canoas quedaron mal instaladas. Nosotros quisimos dejar constancia de eso con fotos y cartas; incluso ese proceso se llevó hasta Contraloría, pero teníamos que seguir trabajando”, dice Diana Betancur. En 2009, la casa fue declarada Patrimonio Arquitectónico de la ciudad por su diseño e historia. La Fundación Ferrocarril de Antioquia es la encargada de su restauración. Según la directora de El Tablado, al grupo teatral se le informó que tenía una semana para salir de la casa. Sin embargo, el tiempo era poco, por lo que se amplió el plazo hasta agosto. “Entonces le preguntamos al Secretario que si nosotros nos salíamos de la sede ¿qué iba a pasar? y él dijo: no va a pasar nada, simplemente que la casa va a estar más bonita”, asegura. Durante el recuento de la restauración, la Fundación Ferrocarril de Antioquia encontró que “los techos estaban en muy mal estado y había goteras por todos los lados”, así como lo plantea el director de la entidad, Álvaro Sierra. “Nosotros presentamos una propuesta de restauración y se la entregamos. Con base en esos planos ellos realizaron otra propuesta: una estructura de tres por cuatro metros. Pero ahí sólo cabe una silla, una mesa pequeña y un actor, es decir, es un espacio muy reducido. Entonces Mario Yepes le dijo personalmente a la Fundación Ferrocarril de Antioquia: nosotros no podemos ser cómplices de una inversión de tan alto dinero para que ustedes digan que están construyendo un espacio escénico en el que no cabe un grupo mínimo”, expone Diana. En noviembre se detuvo la restauración de la sede. “Entonces de ahí en adelante ha sido una discusión eterna”, dice la directora de la entidad teatral.
En qué va el proceso Con carteles que manifestaban su inconformidad por no tener sede, el grupo teatral El Tablado participó en el desfile inaugural de la Sexta Fiesta de las Artes Escénicas.
Tiempo después, El Tablado se presentó en el Teatro Metropolitano de Medellín por varios meses con la obra Abelardo y Eloísa. Sin embargo, al no obtener amplios ingresos, la junta directiva del Teatro Metropolitano decidió acabar con la alianza entre las dos entidades. En ese momento, la corporación inició una campaña para conseguir sede. Una carta enviada por Mario Yepes al alcalde de la ciudad, que en ese entonces era Luis Pérez Gutiérrez (2001–2004), en la que se exponían las necesidades de la entidad cultural, fue el primer paso. Al no recibir respuesta alguna, “empezamos una redada en toda la ciudad para que la gente apoyara la función de El Tablado”, afirma Diana Betancur. Para el 22 de diciembre de 2003, la licitación para obtener una instalación en la que pudieran prestar sus servicios, fue aceptada. Casualmente, la Liga de Ajedrez necesitaba vender la casa en la que desarrollaba sus labores para trasladarse a la sede nueva en la Unidad Deportiva Atanasio Girardot, y obtener recursos para terminar su
Después de varias reuniones entre Luis Miguel Úsuga, secretario de Cultura Ciudadana del municipio de Medellín, y Diana Betancur, representante legal de El Tablado; en la que participaron como mediadores Carlos Ballesteros y la Corporación Medellín En Escena, se determinó que la casa no volvería a servirle como sede a la corporación cultural. Sin embargo, la Secretaría de Cultura Ciudadana le propuso a El Tablado acabar con el comodato por un arreglo en común, con lo que la entidad no estuvo de acuerdo. Por ahora, la casa donde una vez funcionó El Tablado no tiene vigía y las consecuencias del proceso jurídico aún no están claras. Las dos partes están representadas por abogados del municipio. Además de eso, “el tiempo exacto de la restauración no está definido porque estamos trabajando con unos poquitos recursos que han ido llegando y hemos ido adelantando el trabajo”, dice Álvaro Sierra. El Tablado está sin sede y esperando que el proceso legal se defina antes de que finalice la administración de Alonso Salazar, para saber si sus labores quedan suspendidas por los próximos cinco años, sanción que le será impuesta si se comprueba que incumplió el contrato establecido cuando aceptaron el comodato. * Según la RAE es el contrato por el cual se da o recibe prestada una cosa de las que pueden usarse sin destruirse, con la obligación de restituirla.
Arte y cultura para todos en el municipio de Itagüí
La Montaña que Piensa Waldir Bolívar
A 40 minutos del Parque Principal de Itagüí, en el corregimiento Pico Manzanillo, se encuentra La Montaña que Piensa. Para llegar hasta allí es necesario un recorrido por el barrio El Rosario, El Progreso y la vereda El Pedregal.
En febrero de 2010 empezaron a ejecutarse en La Montaña que Piensa talleres de teatro, danza, chirimía, guitarra y artes plásticas, dictados de manera gratuita por talleristas de la Casa de la Cultura de Itagüí.
Rosa María Pérez Rivas rosampr77@yahoo.es
En geografía se define a las montañas como grandes elevaciones naturales de un terreno. Algunos consideran que en ellas está la más sublime de las cualidades que inspiran a los seres humanos. Para la religión es un lugar simbólico en el que se puede estar en presencia de Dios y, para los habitantes del municipio de Itagüí, referente de arte, cultura y entretenimiento. Cuando los itagüiseños escuchan hablar de La Montaña que Piensa, expresan sentimientos íntimos que denotan lo orgullosos que se sienten con este proyecto, el cual busca promover el desarrollo cultural en la zona rural de Itagüí, establecer una relación con lo urbano, generar identidad y sentido de pertenencia en sus habitantes, para que estos participen de las diferentes manifestaciones artísticas que se ofrecen en el municipio. El proyecto nació en 2005 coordinado por Gustavo Alberto Campos Gil, director de la Corporación Teatral La Tartana, que en busca de crear un espacio cultural y educativo para todos los habitantes, presentó una propuesta a la Administración Municipal de Itagüí. El objetivo era que ésta descentralizara la cultura y acabara con esas barreras económicas, territoriales y sociales que impedían que los habitantes del corregimiento Pico Manzanillo accedieran a las actividades artísticas y culturales que se realizaban en el municipio. En 2008, bajo el apoyo de la Administración, se aprobó la iniciativa. Empieza la adecuación de una casa finca ubicada en la vereda El Pedregal, una de las ocho veredas que tiene el corregimiento —donde está ubicada actualmente la Montaña— y la construcción de una sala teatro. La Montaña que Piensa y el teatro se inauguraron el 24 de octubre de 2009 como respuesta a lo que un día fue un sueño y “se inicia una búsqueda para construir nuevas dinámicas de participación social en el
corregimiento”, dice Carlos Mario Posada, coordinador del Área Cultural de Itagüí.
Ejemplo de talento, pasión y servicio Diego Alejandro Ossa Marín camina por la carretera destapada que sube a la Montaña. Al transcurrir unos minutos, niños y jóvenes se agrupan a su alrededor. Diego, artista plástico e historiador, es el profesor encargado de dictar el taller de Dibujo y Pintura. Él tomó la decisión de encontrarse con sus estudiantes, subir hasta la Montaña y cuando finalizan los talleres volverlos a llevar. “Es una manera de que sus padres se sientan tranquilos y les den el permiso a sus hijos para asistir”, dice Diego, que sin importar las condiciones de clima está siempre puntual a la espera de estos jóvenes artistas. Su enseñanza se basa en la libertad; proporciona las técnicas de pintura y cada niño escoge su enfoque. “Trato de hacer una clase muy personalizada: al que le gusta el retrato lo trabaja, al que le gusta la figura humana lo hace, y así con cada estudiante”, afirma Ossa Marín. Además, realiza visitas a fincas aledañas a la Montaña, para que los jóvenes aprendan desde lo cotidiano y desde la diversión. Estiven Pabón, participante del taller, recuerda el día que asistieron a la finca de un vecino en la vereda: “Cogimos cartón y aprovechando el pantano nos deslizamos durante un buen tiempo, la pasamos muy bien. Luego el profesor extendió sobre el suelo papel y nos dijo: El pintor no está supeditado a un lápiz o un carbón, cojan un vaso y junten cuatro colores de tierra y empiecen a pintar”, dice Estiven. Con esa tierra los estudiantes dibujaron. Cada uno le agregaba lo que quería: hierba para los árboles, piedras para los ríos. El profesor no desaprovechó la oportunidad y empezó a explicarles la teoría del color. Estiven afirma que ese día aprendió mucho y lo hizo desde la recreación.
Este profesor empírico en las artes plásticas también se interesa porque sus estudiantes aprendan a ver y a escuchar. Cuando sale a caminar con ellos habla de la situación de violencia que se vive en el sector, con la idea de generar momentos de reflexión ante la problemática que se ha presentado en la vereda. Para él lo fundamental es transmitir amor por el arte, la literatura, la historia, y asegura que la Montaña tiene vida desde la comunidad y desde su participación constante en las actividades que allí se realizan.
El futuro de la Montaña El Municipio pretende que La Montaña que Piensa sea en un futuro un lugar turístico. “Lo que buscamos, además, es que todos estos talleres que se dictan se conviertan en actividades productivas para que los participantes tengan su propio sustento y vendan sus creaciones a los turistas que llegan”, dice José Alberto Saldarriaga, ceramista y profesor de Sensibilización con el Barro. En el teatro de la Montaña (con capacidad para 150 personas), por otra parte, continúan los eventos culturales el día sábado para darle oportunidad a los artistas locales e internacionales de socializar su proceso y el trabajo que han realizado: “Los eventos artísticos que allí se presentan son de calidad, es una estrategia para que las personas de la zona urbana se interesen en subir y en conocerla”, dice Jairo de Jesús Cárdenas, administrador de Proyectos de la Casa de la Cultura de Itagüí. Cárdenas agrega que la cultura es algo que le aporta al ser humano y lo ubica en otra perspectiva, entregándole unos elementos y unas herramientas para mirar su entorno, mirarse a sí mismo y enriquecer su mirada desde lo estético y desde lo ético. En La Montaña que Piensa el sentido de pertenencia, la búsqueda de valores, el interés y el amor por la cultura, le ha permitido a los habitantes de Itagüí mirar la vida y vivirla a través del arte.
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La Minorista: un lugar para escuchar historias
Juliana Londoño Villegas julilon04@hotmail.com
Coge el cuchillo, lo ladea, lo afila. Lo clava por la oreja derecha, luego por la izquierda. Voltea la cabeza y la abre por la mandíbula. En menos de dos minutos, desaparecen los pedazos de carne y la cabeza de cerdo queda en hueso. Jaime Ramírez es carnicero desde los diez años. Aprendió sobre el oficio acompañando a su papá todos los días desde que estaba pequeño. Hoy tiene 36 y maneja los cuchillos como
Jimy no ve pero tampoco es ciego
si fueran sus propias manos; con agilidad, rapidez y destreza. Los coge con firmeza y los entierra en la carne, sin miedo, a pesar de no ver nada de lo que está haciendo; quedó ciego cuando tenía veinte años. ¡Ciegooo, pilas con las cajas! ¡Jimy, que a cuánto vende la cabeza! ¡Oiga, usted es que no ve! Cuando el “Ciego”, “el Gago”, “Jimy” o Jaime llega a La Minorista, las charlas son constantes y él las disfruta. Jaime camina moviendo su bastón, de ciento veinte centímetros, de un lado para otro. Cuando siente que éste se choca con algo, se detiene y dice: ¡Pilas pues los piso! “Siga, siga Jimy”. Ingresa por la entrada principal de La Minorista, pasa por la cafetería Qué ricura y saluda: Doña Gloriaaa, ¿cómo está?
David Castro y Mateo Escobar
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Ser la sombra de un invidente durante tres días es una experiencia que asombra. Tratar de ponerse en los zapatos de él, es una ambición que permite preguntarse dónde están los límites de la imaginación.
Jimy trabaja diariamente de cinco de la mañana a cuatro de la tarde. Su agilidad con los cuchillos no pasa inadvertida. En media hora arregla 30 cabezas; en una semana, 900.
-¡Qué más Jimy!Sigue moviendo su bastón y saludando a la gente que reconoce por su voz. Entra a la sección de carnicerías y hace un recorrido por cada una de ellas. Buenos días, ¿me va a pagar hoy pues? Veinte, treinta, cuarenta y cinco, y dos y ocho. Cuarenta y ocho y no pida más que quedé pelado. A medida que Jaime recibe los billetes los toca por la mitad y escucha atentamente los números que le dicen. Yo la verdad no reconozco mucho la plata. Confío en las personas y pues por lógica sé que si me dan mil pesos pueden haber dos opciones: un billete o varias monedas. ¡A la orrrden, la carne fresca! Caballero, señorita, ¿qué buscaba? ¡La última cena de la rata, veneno de ratas a mil, a mil, a mil! En la sección de carnicerías hay vendedores de venenos para ratas, vendedoras de cobijas, carretilleros y hasta mensajeros en bicicletas. ¡Cómalo, cómalo, el rollo, el rollo! ¡La carrrrne fresca! Caballero, ¿cómo la buscaba? El piso está cubierto de sangre seca que cae de los cerdos muertos colgados del techo de los locales. El olor a crudo, a mortecina, a marrano muerto. La variedad de carnes exhibidas: solomo, copete, pierna, chuleta, cadera, sobre barriga. Los chorizos colgando, las tripas de algún cerdo sobre una bandeja sin refrigerar, los baldes llenos de agua mezclada con sangre y jabón, el calor insoportable y un montón de luces de neón, hacen de la sección de carnicerías un lugar donde los sentidos se agudizan tanto que cada vez se van sintiendo menos. Lo que se oye, aturde; lo que se huele, marea y lo que se ve, se mezcla. Jimy se acostumbró tanto a los olores que cuando respira en la carnicería nota el aire igual al de cualquier lugar. Su nariz siente la carne desde pequeño. Después de quedar ciego desarrolló sus oídos mucho más y los ruidos
fuertes le estorban de vez en cuando. Sus ojos ya no ven pero su imaginación permanece intacta. Todavía recuerda casi todo lo que conoció. Era 22 de septiembre de 1995. Jaime estaba en el sector del Estadio cuando le dispararon. Cuatro balas le entraron por los ojos y le salieron por detrás de la cabeza. Dos en cada uno. Me tiraron fue a matar, pero uno todo en la vida se lo gana, nada es gratuito. Yo estaba por el camino equivocado. ¿Que si me importó? No, qué va, yo no le di importancia a la ceguera. Todo está en la mente. Carnes Toledo es la carnicería donde trabaja Jaime. Un local pequeño, con un refrigerador lleno de carnes crudas sin refrigerar y tres básculas para pesarlas. Ana es la cajera, “el Negro” es el encargado de dejar impecable el vidrio del refrigerador. El resto del personal son Jorge, Mario y Jimy, los carniceros. A las cuatro de la mañana le llega una mercancía a Jimy que tarda en arreglar hasta las cinco y media. Encima de su camisa del Once Caldas y su pantaloneta blanca, se pone un delantal del mismo color, se lava las manos y los brazos con jabón dos veces. Se pone un guante especial en la mano izquierda que amarra con un caucho, coge el cuchillo en la derecha y el afilador en la izquierda; lo afila tres o cuatro veces y empieza la labor. Parado al frente de un poyo de aluminio, con el cuchillo y el afilador en sus manos, coge una cabeza de cerdo, la toca y cuando siente la punta de la boca desliza su mano hacia arriba y clava el cuchillo haciendo un hueco por la oreja izquierda. Voltea la cabeza, otro hueco por la oreja derecha. Vuelve a voltearla, coge la mandíbula y la abre. Los sesos quedan al descubierto, Jimy los coge y los tira a un lado. Vuelve a buscar la cabeza moviendo las manos por el
Durante el tiempo que tarda arreglando cabezas de cerdo, Jimy se concentra en ellas. Mantiene su cabeza inclinada hacia abajo como si pudiera ver lo que está haciendo, como si sus ojos fueran la guía para no cortarse o no hacer un hueco donde no es. Tiene que ser milimétrico, no se puede equivocar, tiene que ser perfecto. Cuando veía era más rápido, ufff, el doble. Pero uno va conociendo las cabezas; esto tiene que ser muy exacto porque sino se lleva el dedo. Nunca se ha cortado. Se ríe y dice que primero lo cortan sus compañeros de trabajo que él cortarse cuando parte la carne. ¿Que si es como si cerrara los ojos? ¡No, hombre! Usted con los ojos cerrados tiene luz todavía. Ser ciego es ver todo en negro. Es como si te pusieras dos parches y encima dos vendas negras, muy apretadas. Jimy no cree en Dios, dice que está ciego porque la vida misma le cobra a uno las cosas y que todo lo que pasa es un previo aviso. Si yo no hubiera quedado ciego, quién sabe dónde estaría hoy. Por eso no me importó perder la visión, yo seguí mi vida. Jimy vive con su mujer y sus seis hijos: Adriana Yanet, Valentina, Isabela, Eliana, Sebastián y Joan Sebastián. La mayor tiene los años que lleva ciego, quince, y el menor tiene seis. No conoce a ninguno y es lo único que extraña de no poder ver. También me hace falta ver de vez en cuando a las mujeres, pero sí me gustaría conocer a mis hijos. Habla con frescura, no se detiene a pensar en lo que está diciendo. Sus ojos hundidos y grisáceos no se ven mucho. Escucha atento todo lo que pasa a su alrededor y dirige su mirada a las personas que le hablan como si pudiera ver. Después de arreglar las cabezas de cerdo, pasa por la cafetería de doña Gloria y pide un café con leche. Busca un frasco con sus manos y con sólo acercarlo
un poco sabe que es ají y no azúcar. Coge el de azúcar, lo abre, sirve un poco en una cuchara, calcula cuánto hay moviéndola con sus manos, coge otro tanto, la toca con sus dedos y la echa al café. Hay días en los que Jimy trabaja desde las cuatro de la mañana. Hay otros, en los que llega a La Minorista a las nueve y media. Se baja del bus y desdobla su bastón, comienza a moverlo de lado a lado. Grita saludando cuando siente alguna voz conocida, se ríe, sigue caminando. ¡Pilas pues los piso! Camina con pasos ágiles, marca parada cuando llega a una esquina y dice que reconoce todo por las distancias, por la cantidad de pasos que da desde un lugar a otro, así hasta llegar a su trabajo. En medio de cuchillazos, de gritos, de ventas ambulantes, de carretillas llenas de carne, de luces de neón, de refrigeradores, de chorizos, de más y más carnes, Jimy siempre está pendiente de su celular. Con el brazo salpicado de sangre y sin terminar de arreglar las cabezas de cerdo, contesta.
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David Castro y Mateo Escobar
aire, la encuentra, la coge, la toca y empieza a despedazarla hasta dejarla en hueso. Estira los pedazos de carne y lanza un cuchillazo, la va girando, estira otro pedazo de carne y otro cuchillazo. Sin vacilación, rápido y sin dolor. Tiempo récord: dos minutos por cabeza. Cabezas de cerdo arregladas en una hora: 30. En una semana: 900.
Jimy siempre sonríe; una actitud que refleja la felicidad que lleva por dentro.
Diga… sí, quihubo… a mil cien… bueno, déjelas a mil, usted es el que manda… Yo termino aquí de arreglar una mercancía y salgo para allá… que esté bien.
y de nuevo, estira la carne, cuchillazo, estira, cuchillazo… Diez minutos más y los restos quedan picados.
pero de vez en cuando se va a un barcito por la Carrera 70 a mover su cuerpo al ritmo de esa música.
Su celular tiene un programa especial para ciegos, donde las teclas que va digitando se las va repitiendo un altavoz, pero Jimy tiene que saber la ubicación de éstas para poder grabar los teléfonos y nombres. Guarda su celular en el bolsillo del delantal y vuelve a la misma concentración de antes, vuelve a fijar sus ojos en la carne, vuelve a ser el ciego que ve con su imaginación.
A diferencia de los otros carniceros, Jimy no usa ni gorra, ni botas plásticas, ni pantalón. Los reemplaza por bluyín o pantalonetas, por unos Converse de cuadros con medias largas y camisetas de fútbol. Tiene más de setenta en su clóset, las reconoce por la textura de la tela. Tiene muchas autografiadas por jugadores, por ejemplo la del Once Caldas tiene la firma de Galván.
Como en la calle, en su casa hace las cosas por sí solo. Les cocina a sus hijos el desayuno, los despacha para el colegio, juega con ellos y cuando se tropieza con alguno en forma de chiste le dicen ¡Quihubo apá, parece que no viera!
En su brazos tiene dos marcas que le recuerdan su pasado cada que le preguntan por ellas; su brazo derecho está tatuado con “Eaco”, el justo del infierno, y el izquierdo dice Poison, que significa veneno.
A Jimy le gusta el fútbol, es hincha del DIM y suele ir al Estadio a verlo jugar. Tiene preferencia por ser ciego; lo dejan entrar a la pista. También juega fútbol todos los domingos en Itagüí o por el Estadio. Gracias al equipo de fútbol de ciegos ha conocido Brasil y Argentina. Dice que pudo ver los dos países porque su imaginación y el poder de su mente ven más que dos ojos con luz.
En la vida todo es bueno, el malo es uno. Yo me hice estos tatuajes cuando pensaba diferente, pero siquiera ya no los puedo ver, dice riéndose mientras se los toca. Ciego, ¿cuántas cabezas le faltan? Ya vamos terminando, ya vamos terminando. Después de tener todas las cabezas en hueso, coge los sesos y todos los pedazos de carne que les sacó y empieza a picarlos. Afila el cuchillo
Recuerda todo lo que conoció. Recuerda que una mujer con capul y pelo suelto no se ve tan linda como cuando se lo coge, recuerda los colores, los cuchillos. Recuerda cómo se baila salsa. Y lo hace, le gusta bailarla y piensa que todavía lo hace bien. No trasnocha,
Alguna vez, uno de sus hijos le pidió chocolate. Se lo hizo y cuando lo probó, la leche estaba vinagre. Don Mario, esta leche está vinagre. No Jimy, pues cómo si es de ayer. Muéstreme la bolsa. Jimy había confundido una bolsa de yogurt con una de leche, por eso siempre que va a cocinar abre las cosas con la boca para saber qué son. También ha probado mango biche con limón y detergente. Un día de trabajo, salió a descansar un rato, compró un mango y fue a pedir sal. La bolsa de la sal y del detergente estaban juntas, cogió Fab y se lo echó al mango. Jimy se mueve con facilidad en medio de carnes crudas, de calles y avenidas, de juguetes y niños, de salsa y fútbol, guiado por su bastón y por sus ojos de la imaginación y del recuerdo, que son los que ven realmente. Jimy no ve, pero tampoco es ciego.
Ensayo sobre
un gigante blasfemo
Juan David Villa Rodríguez juanda0812@yahoo.es
El día que recibió el Premio Nobel, Saramago agarró sus nostalgias, cinceló sus recuerdos más viejos, escribió todos los nombres de su pasado, dibujó los lugares de sus primeros días y ensambló un discurso simple y bello, más parecido a una rendición de cuentas a sí mismo que a una respuesta certera a sus porqués: ¿Por qué escribir? ¿Por qué dedicar la existencia a contar historias? ¿Por qué dedicarla a remover la propia memoria? Ese día, Saramago terminó su discurso pidiendo perdón “si les pareció poco esto que para mí es todo”. Se lo pidió a quien creyera que esos recuerdos, esos nombres y esos lugares sólo eran suyos y no del universo. Pero son del universo, no quepa duda, porque les dio eternidad con sus letras: téngase en cuenta que son ellos las esencias de sus historias. El hombre más sabio que conoció Saramago, seguimos en Estocolmo un día de 1998, se llamaba Jerónimo. Era pastor, era analfabeta y era su abuelo. Agarrando nostalgias y cincelando recuerdos, Saramago remembró una higuera, varias
noches cálidas de Azinhaga y a este abuelo Jerónimo recostado, “moviendo el universo con dos palabras”, contándole historias de otros tiempos, trayéndole voces de otras galaxias, susurrándole nombres de otros infiernos. Eran relatos que “sabe Dios de dónde sacaba” pero que el abuelo contaba haciendo pausas para que Saramago, “José” a secas en esos años de hace siete décadas, preguntara: ¿y después? Saramago no lo confiesa, pero fue así como el hombre más sabio le enseñó, sin querer, el arte de engañar lectores, de atraparlos en sus narraciones lentas y hechas de alma. Y pidió perdón por eso tan poco que para él era todo, porque confesó que sus personajes: la Mujer del Médico, Blimunda, Sietesoles, su María Magdalena, el Niño Estrábico, el Perro… no eran más que ese pasado suyo hecho literatura. Y que “esta voz que leyó estas páginas quiso ser eco de sus voces conjuntas. No tengo, pensándolo bien, más voz que la voz que ellos tuvieron”.
El comunista por un estado del espíritu La última vez que Saramago vino a Colombia sentó su larga figura al lado de Laura Restrepo en un teatro bogotano. Habló de un Dios en el que nunca creyó, y con quien tal vez ahora mismo está discutiendo sobre sus inexistencias. Volvió a decir que era comunista por un estado del espíritu, porque “sigo siendo lo que he sido, que sin convicciones no queda nada”. Y unos cuantos, más bien pocos en honor a la verdad, aplaudieron de pie entusiastas ante cada una de sus amables y preciosas blasfemias. Saramago fue eso, un gran blasfemo querido por pocos. Pero uno en el más sublime de los sentidos: uno de los que lo son por amar lo humano. Y fue en nombre de ese
Pedro Covo
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José Saramago se fue. Dijo la vicepresidenta del Gobierno español que se fue y se llevó las palabras. Pero no, las dejó todas: con sus blasfemias, su indignación y su profundo amor por lo humano.
amor que se peleó con todos, hasta con los comunistas. Dicen que cuando recibió uno de sus tantos honoris causa en alguna universidad portuguesa, ni ellos, sus copartidarios, fueron a rendirle el más justo de los homenajes. Su dolor por lo humano llegó a la máxima de sus expresiones literarias cuando escribió una novela que llamó ensayo, en la que quiso mostrar hasta dónde llega la crueldad humana, pero se dio fatal cuenta de que la maldad humana no tiene “hasta dóndes”. Bien sabía que los libros, incluido este Ensayo sobre la ceguera, no podían hacer mucho por los hombres. Los libros no salvan a nadie, eso lo sabía, pero ahí queda la esperanza que inyectan, de algo sirve. Es que puede ocurrir, se lamentaba Saramago, que un torturador llegue a su casa a leer.
Las Farc no ofrecen más que lo que el poder ha ofrecido siempre Como a Saramago le dolía la Humanidad, sentía como suyo el dolor de la guerra nuestra. Quizá muchos pensaron, cuando le preguntaron por las Farc, que haría buen uso de sofismas y volteretas lingüísticas para evadir la respuesta pedida. Pero eso no es de Saramago, lo suyo es la claridad del intelectual honesto: “Si el secuestro y la muerte son los métodos para cambiar la sociedad, entonces las Farc no ofrecen más que lo que el poder ha ofrecido siempre: ejercer fuerza contra los débiles”. No podía Saramago identificarse con quienes desprecian al ser humano. Por ello le preguntaba a las Farc “qué garantía de respeto por lo humano representan” si se comportan como criminales de la talla y porte de George Bush con sus secuestrados en Guantánamo y sus invasiones a naciones débiles. “Y cómo les explicamos a las víctimas, seguía Saramago, que el uno es terrorismo de estado y el otro terrorismo revolucionario”. Saramago confesó sentir justificada su existencia de hombre y escritor. Tenía el alma en Colombia y el resto en Lanzarote cuando un recién liberado por las Farc, Sigifredo López, comparó a Piedad Córdoba con la Mujer del Médico, un aguerrido personaje suyo que no perdió la visión en el Ensayo sobre la ceguera ni el aliento en el Ensayo sobre la lucidez.
José Saramago nació en Azinhaga, Portugal, en 1922 y murió en Lanzarote, España, el pasado 18 de junio. Recibió el Premio Nobel de Literatura y dejó para siempre maravillas como La caverna, El evangelio según Jesucristo, El memorial del convento, entre muchas otras obras literarias.
Pónganse en mi lugar, suplica el gigante blasfemo, miles de kilómetros me separaban de aquellas palabras y, el pobre de mí, deshecho en lágrimas, no tuvo otro remedio que refugiarse en el hombro de Pilar y dejarlas correr. Toda mi existencia de hombre y escritor quedó justificada. Se ha ido José Saramago dejándonos sus palabras y su existencia justificada. Se ha ido el último de los gigantes blasfemos.
Algunas notas entusiastas para mis ‘coleguitas’
Aprendiz de periodista y oficio editorial en México City 15
Carla Giraldo Duque carlis621@hotmail.com
A la hora de pensar en mi práctica profesional, ya sabía lo que quería. Editoriales y revistas de toda Latinoamérica me hacían ojitos hacía rato. Las mejores estaban en mi lista; nada de medios chicos de pueblos desconocidos como en el que yo nací, nada de ciudades intermedias y sueños limitados. Con lista en mano empecé a buscar en internet la mayor cantidad de datos de contacto que pude. Que el teléfono de la revista Nexos y la editorial Cal y Arena, los correos electrónicos de los directores de Procesos, Letras Libres, Matador y Algarabía. Lo más que pude encontrar de unos y otros. Cerca de mi casa la operadora de una cabina de llamadas internacionales se empezó a inquietar. Ella sospechaba de un mal de amores por mis visitas diarias, me miraba con lástima y hasta me llegó a fiar una cuenta pasada de cara, pues desde los primeros hasta los últimos días nunca se me quitó la carita de cólico nervioso. Ahora sé que esos miedos sólo hacían parte del prejuicio, de la impresión de estar telefoneando a editores e ídolos periodísticos de México para pedirles que me recibieran como aprendiz en sus empresas.
No escribí un solo correo electrónico, no hice ni una sola llamada sin pasión, sin sinceridad, sin ganas. Quienes escribimos cartas siempre esperamos respuestas, y en meses yo no tuve ni una sola, hasta que fue el correo electrónico que más dudé, el que más me intimidaba escribir, el único que no se hizo esperar. Le escribí en febrero de 2009 a Gabriela Olmos, jefe de redacción y hoy subdirectora de la editorial Artes de México y del Mundo. Era uno de los últimos correos electrónicos que estaba dispuesta a escribir y Artes de México era mi primera opción, una editorial de arte y cultura histórica para Iberoamérica reconocida entre los mejores, con premios que hablan de su gran labor, y dirigida por el escritor Alberto Ruy Sánchez y su esposa Margarita de Orellana. Qué iba a hacer yo entre estos maestros, yo, periodista junior, en mis palabras, párvulo con aspiraciones de editor y traductor. Y bueno, como la vida no te da sólo lo que quieres sino lo que necesitas, pues ahí estuve, aprendiendo lo que tenía que aprender con algunos de los mejores maestros, a veces los más inesperados. La crisis económica mundial desequilibró bastante a las empresas del sector editorial y cultural, Artes de México entre ellas, de eso también aprendí.
Cuando me pidieron que escribiera sobre esta experiencia de práctica supe de inmediato que para mí lo más importante era comunicar esto de dejar el miedo. Así parezca soso, cándido o demasiado emotivo, lo más importante es la valentía, el hacerte un corajudo e ir por lo que quieres desde el corazón. Pero es preciso que a la valentía también la acompañen una cuota de talento, disciplina, pasión por el trabajo bien hecho y humildad, sin la cual somos muy poco. No sé si la inteligencia con soberbia valga la pena. Mi Facultad me regaló durante cinco años una formación profesional tan integral como pudo y, aunque suene a discurso oficialista, la verdad es que ahora sí que entiendo lo mucho que sirve eso de la ‘integridad’ y el ‘humanismo’. Soy periodista por oficio y convicción, pero el haber recibido no sólo una formación en periodismo, sino también en las demás áreas de la comunicación y otros campos del conocimiento, sirve más de lo que creí algún día. El resto de mi historia en México es fácil de sospechar: ¡estuvo increíble! De mayo de 2009 a enero de 2010 viví un periodo de crecimiento profesional y personal hermoso. Llegue a un país y a una empresa que me recibió de la mejor manera, con calidez y calidad. En México y la editorial Artes de México fui en resumen: Carla Giraldo Duque, la aprendiz, la estudiante, la muy buena profesional, la admirada, la querida, la respetada, la más consentida, la buena compañera. La que nunca le dijo no ni a los trabajos de gran responsabilidad ni a los esfuerzos bastos, tampoco a las muchas fiestas ni a los inolvidables viajes, mucho menos a las cantidades absurdas de chile que terminé comiendo con cada uno de los mejores tacos del mundo: ¡Qué vivan los tacos al pastor y la cochinita pibil! Mi gratitud para todos y una invitación a arriesgarse, a dejar el miedo que no permite crecer ni expandirse en bienestar.
Un día rojo y azul en Buffalo ‘66 “I’m asking you to come there and make me look good. Alright? And if you make a fool out of me, I swear to God, I’ll kill you right there. Boom! Right in front of Mommy and Daddy. And I’ll tell you something else, you make me look bad... I will never ever talk to you again, ever. But if you do a good job, well, then you can be my best friend. My best friend that I’ve ever had. You hear me?”. 16
María Juliana Yepes Burgos mariajulianayb@gmail.com Rojos, azules y marrones resumen la paleta de colores de Buffalo ‘66, pura genialidad de Vincent Gallo, quien escribió, dirigió y compuso la música que convierte a esta película en un referente necesario del cine de los noventa. Indie si se quiere, por el planteamiento de la historia, la propuesta estética y la visión única de su creador, un reconocido actor de diferentes producciones independientes americanas, quien presentó al público en 1998 ésta, su ópera prima. Gallo realiza el filme en Buffalo, New York, la ciudad donde nació y se crió. Además, toma como una de las locaciones la casa en la que pasó su infancia, y en donde viven los padres de Billy Brown, protagonista de la historia interpretado por él mismo. Billy Brown, de chaqueta desteñida y zapatos rojos (como los de Dorothy del Mago de Oz), acaba de salir de la cárcel y debe presentarse ante sus repelentes padres. Layla será la ficha clave que usará Brown delante de ellos para aparentar una vida de sueño americano que en realidad no tuvo. Al mismo tiempo, el protagonista deberá buscar al hombre que lo llevó a la cárcel de manera indirecta, por no meter un gol en un partido decisivo para su equipo en el que perdió el dinero prestado de un maleante. Nada de esto suena muy atractivo hasta que el espectador se da cuenta, a través de los diálogos entre los personajes, de lo absurdo de las circunstancias por las que pasa el protagonista.
En esta ficción cada uno de los personajes parecen vivir en un mundo aparte del otro: el padre de Billy (Ben Gazzara) contradice su genio malhumorado al cantar en una escena “Fools rush in” frente a Layla (Christina Ricci). La madre (Anjelica Houston), luce un extravagante uniforme de fútbol del Buffalo Bills y no hace otra cosa que ver el último partido en el que salieron victoriosos en 1966, y al cual no pudo asistir porque justo ese día tuvo que parir a su hijo. Layla, por su parte, es una aprendiz de tap a quien Brown obliga a hacerse pasar frente a sus progenitores por Wendy, su joven y bella esposa. Christina Ricci se destaca en la configuración de este papel de manera sublime, por la delicadeza con la que interpreta este personaje vago y enigmático, de una naturaleza tierna y sumisa, que contrasta con la actitud agresiva de Billy. La película no sólo llama la atención por la historia que propone, sino que además cuenta con particulares detalles de filmación y edición que la matizan respecto a las otras. En distintas escenas se muestran planos insertos y superpuestos como un recurso narrativo para representar un flashback, lo que sorprende al ojo del espectador acostumbrado a la simple disolvencia o desvanecimiento de la imagen. Asimismo, el director presenta una serie de cuadros con un toque bizarro donde Billy, sus padres y la supuesta Wendy conversan. Buffalo ’66 es una película para los que aprecian el cuidado fotográfico de cada plano y la creación de una historia que evoca otros autores independientes. Además, dibuja la búsqueda estética de un director experimental y rebelde.