Contexto 38

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PERIODISMO UNIVERSITARIO

ISSN 1909-650X

El periódico de los estudiantes de la Facultad de Comunicación Social-Periodismo Medellín, septiembre de 2013 No.38

Distribución gratuita

Represa Troneras en el Municipio de Gómez Plata, Antioquia. Foto: Catalina Rodas Q.

Antioquia: agua e hidroeléctricas Antioquia es el departamento con mayor potencial hidroeléctrico en Colombia: genera el 28,6% de energía que consume el país. Las condiciones geológicas y geográficas de sus cañones y laderas permiten el funcionamiento de 45 centrales hidroeléctricas y la construcción de 6 más durante los últimos 4 años. El agua y la energía que esta genera con su fuerza y caída, son parte del desarrollo de los últimos proyectos de los gobiernos nacionales. Los proyectos de producción

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Informe

Explotación de fuentes hídricas La construcción de una hidroeléctrica tiene costos ambientales que se ven reflejados en el ecosistema.

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Análisis

minero-energética llegan a imponerse sobre ecosistemas y comunidades con una vocación agrícola, supuestamente errónea por las condiciones del territorio, según los planes de desarrollo. Con el cambio en los usos de la tierra, la pugna por acceder a las fuentes hídricas y los impactos ambientales y sociales que traen consigo los proyectos, queda en duda si estos realmente conducirán a un verdadero desarrollo para las regiones y no sólo para el crecimiento económico del país.

Las aguas negras de Hidroituango En Antioquia la locomotora energética prendió sus motores, alzando nubes de humo que cubren el cuestionamiento de su pertinencia.

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Análisis

Antioquia: agua con sed En Antioquia solo el 18.3% de la población rural tiene agua potable.


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Opinión

UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA CONTEXTO No. 38 Septiembre 2013

Antioquia: potencia hidroeléctrica de Colombia Beatriz Elena Marín Ochoa / beatrize.marin@upb.edu.co

Según los estudiosos de la hidrología, el agua hizo su aparición en el planeta hace unos 4.800 millones de años, cuando estaba repleta de volcanes en erupción y la corteza era muy caliente; entonces entre sus emisiones de lava expulsó vapor de agua y fue ahí donde empezaron a unirse los dos átomos del preciado líquido: oxígeno e hidrógeno. Así se formaron las nubes y al enfriarse dieron lugar a las primeras lluvias. Y desde ahí se inició un ciclo permanente, algunas veces se quedaba estancada y en otras volvía a ser vapor, nube y lluvia. A pesar de que llevamos millones de años observando este ciclo de la naturaleza, la abundancia de agua de la que se habla es un engaño pues de la que hay en el mundo, “más del 96% es salada, y del total de agua dulce más del 68% está ‘atrapada’ en forma de hielo. Otro 30% del agua dulce se encuentra en el suelo. Los ríos son fuente de la mayoría del agua dulce superficial que usan las personas, pues sólo constituyen 1.250km2, o alrededor del 0,0001% del agua total del planeta”1 y ésta es la apropiada para la supervivencia de los seres vivos. Desde los inicios de la humanidad el estudio del agua o hidrología, es un tema de interés. Se tienen datos de que en el 4.000 a.C. el Nilo fue represado para mejorar productividad agrícola y existen todavía evidencias en las ciudades más antiguas de los acueductos made in Grecia y Roma. Pero solo hasta el siglo XX los gobiernos comenzaron a proponer programas de investigación hidrológicos y de aprovechamiento del recurso, y Colombia no ha sido la excepción.

Gracias a su localización geográfica nuestro país cuenta con una privilegiada posición que le permite ser un país rico en recursos naturales, gozar de una variedad de pisos climáticos y ser una fuente importante de agua, al punto de ser considerado uno de los países con mayor riqueza hídrica del mundo. Plataforma humana (www.plataformaurbana.cl/plataforma) situaba en 2010 a Colombia con sus 2.112 m3/s en el puesto seis del ranking de los ocho países con el mayor volumen de agua en el mundo, donde rescataba del nuestro el acceso al agua potable y saneamiento, y el aumento en la calidad de los servicios en la última década. Por su parte, “Antioquia, en sus más de seis millones de hectáreas de territorio, cuenta con una oferta hídrica de aproximadamente 194 kilómetros cúbicos, lo cual lo ubica como uno de los territorios más ricos en agua en el ámbito nacional. Asimismo, cerca del 30% del territorio antioqueño está por encima de los 1.500 metros sobre el nivel del mar, lo cual habla de una geografía quebrada que, junto con un régimen de lluvias de 3.000 milímetros en promedio al año, ofrece enormes posibilidades para la producción de energía hidroeléctrica, abastecimiento de acue-

ductos y riego“. Esto afirmaba el profesor Mauricio Alviar Ramírez, de la Universidad de Antioquia, al hacer un llamado de atención a la ciudadanía sobre los usos de nuestro recurso agua y concluye que la posibilidad de tener bosques, pendientes y precipitación nos pone en un lugar privilegiado para ser competitivos en producción maderera, generación de energía y ecoturismo, pero esto requiere visión de Estado y políticas públicas adecuadas. Nuestra no despreciable riqueza se ha visto diezmada por el auge de la explotación minera, los cambios climáticos y el mal uso del suelo, pese a ello sus aguas han permitido que se desarrollen procesos de producción de energía a través de las centrales hidroeléctricas. “Se calcula que en Antioquia está más o menos el 33% de la producción de energía del país proveniente de hidroenergía, que es una energía catalogada como limpia y prácticamente puede duplicarse en los próximos años”2, Asegura Hernán Porras, asesor de la secretaría de Medio Ambiente de Antioquia.

Las hidroeléctricas “paisas” El departamento es una fuente importante

de energía para el país gracias a la generación que se produce desde sus plantas entre minicentrales y centrales hidroeléctricas que tienen inversionistas privados y empresas como Isagen y EPM. En la actualidad trabajan en Hidroituango cuyo proceso de construcción ha generado resistencias, controversias y la toma que vive la Universidad de Antioquia con los 300 campesinos que completan más de cinco meses de ocupación, desde el 20 de marzo3, en perjuicio de docentes y estudiantes de la Universidad. No han sido suficientes las promesas de la Gobernación sobre inversión en el área de influencia de Hidroituango, ni tampoco los pedidos de las comunidades en contra del proyecto. El sector gobierno se queja de la lentitud de las licencias, los afectados de que no se les escucha y quienes están ajenos se preguntan para qué las mesas de concertación previas al proyecto, qué pasa con los derechos humanos, la sostenibilidad y la participación de las comunidades en el proyecto. Cuando se construye una hidroeléctrica siempre hay una afectación en relación con el entorno y su parte locativa, pero se deben considerar los efectos sociales y ambientales, que además obligan por ley a

Foto: Diego Sánchez A.

compensar el entorno. A veces también es necesario mayor conocimiento de la comunidad en la reglamentación relacionada con la obra. Según Juan David Granada, ingeniero electricista del área de gestión de EPM, “las hidroeléctricas son muy importantes para el país porque la afectación de la demanda de energía afecta la economía y su crecimiento, no olvidemos que además el país está ubicado de forma privilegiada en el continente y esto le facilita construir centrales hidroeléctricas, una oferta

de mejor calidad, según la teoría de generación de energía, por ser las que generan menor impacto”. De todas formas Hidroituango con su presa de 225 m de altura, 20 millones de m3 de volumen y sus 2.400MW de energía en ocho unidades de generación es en la actualidad el proyecto más grande de este tipo en Colombia; ojalá se cumpla lo expresado por Juan Daniel Granda de San Andrés de Cuerquia en la página de EPM al referirse al proyecto: “Buena energía, buen futuro para la gente”.

1 IMTA (2013) ¿Cuánta agua hay en la Tierra? ATL en el portal del agua desde México. México. Consultado el 6 de agosto de 2013: http://www.atl.org.mx/index.php?option=com_content&view=article&id=5842:icua nta-agua-hay-en-la-tierra&catid=48:datos-estadicos&Itemid=478 2 Consultado el 13 de agosto de 2013 en el texto publicado con motivo de la celebración del día del agua, El recurso hídrico del Departamento de Antioquia está en riesgo en: http://www.antioquia.gov.co/index.php/ secretaria-de-medio-ambiente/7258-recurso-hidrico-antioqueno-esta-en-riesgo . 3 Al momento de escribir este artículo se pedía intervención de la ONU y la OEA para solucionar la situación.


CONTEXTO No. 38 Septiembre 2013 UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA

Editorial

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Que el desarrollo no traiga tanta destrucción / pcontexto@gmail.com

Preparamos una edición sobre Antioquia como potencia hidroeléctrica en Colombia, tema que se despliega en algunos artículos. En otros, el tema derivó en el problema del agua. Antioquia tiene condiciones topográficas, hídricas y geológicas que la hacen una potencia para la producción hidroeléctrica en Colombia. De hecho, sus 45 centrales producían, en 2010, el 28.6% de la energía del país. Y está en proceso Hidroituango, cuya primera fase entrará en funcionamiento en 2018. Este hecho es uno más de los tantos que se aprovechan para llenar de orgullo a los antioqueños, pues aquí siempre nos han convencido de que llevamos la delantera en múltiples aspectos. Los superlativos “mejores” y “más” han acompañado la comparación que los paisas hacen con sus compatriotas de otras regiones. Desde la universidad se tiene una mirada reflexiva sobre lo que se conoce como “desarrollo” y “progreso”, pues cada vez somos una generación más consciente de que, en ocasiones, ciertos desarrollos significan el sacrificio de recursos que son irreparables o irrecuperables. Por ejemplo: la movilidad que utiliza combustibles fósiles, que produce daño al aire y sustancias tóxicas para la vida; o la solución a ello, que supone los biocombustibles, o mejor biocarburantes, pero con el inmenso daño que produce el monocultivo a la tierra. Por esta razón, quisimos meditar sobre un asunto que supone sacrificar los recursos naturales que no somos capaces de producir para generar aquello que se podría hacer de otras maneras, con las que se logre el menor impacto para los seres vivos. ¿Hasta dónde el “desarrollo” justifica sacrificar el medio ambiente? Con nuestra inteligencia, los seres humanos podríamos poner más empeño en conseguir los recursos que necesitamos sin la destrucción de otros; por ejemplo, obtener energía (sin la cual en este tiempo parece imposible vivir) sin contaminar el aire, el agua o devastar la tierra (sin ninguno de los cuales viviríamos). ¿Si ya los han inventado o descubierto, por qué no designar más presupuesto para desarrollar otros proyectos de producción de energía que no tengan costos tan altos, desde el punto de vista humano y medioambiental? Y mientras lo logramos, por lo menos aceptemos que no es la mejor vía (por los efectos secundarios) y no hagamos del tema un asunto en el que se trate de mostrar solo bondades, como si no produjera pesadillas también. No se trata del hecho escueto de ser potencia hidroeléctrica; porque paralelo a ello, esa capacidad productora obliga a la modificación de la naturaleza porque implica desviar ríos, inundar vastas extensiones de tierra cultivable, desplazar animales, afectar el hábitat de insectos, plantas y, lo más importante, modificar la vida de comunidades humanas. Los perjuicios en temas sociales, medioambientales y culturales son opacados por las fastuosas noticias de los millones de dólares en ganancias, los megavatios de generación, la capacidad de abastecimiento, de exportación, de potencia hidroeléctrica, etc. Dos intereses se contraponen: por un lado, la necesidad humana de, casi, depender de la energía; y, por el otro, también el derecho de los seres vivos expoliados de su hábitat natural y tradicional, porque su territorio será usado para ‘el bien’ de un altísimo número de personas (y beneficio de ciertas empresas).

El periódico de los estudiantes de la Facultad de Comunicación Social- Periodismo

¿Por qué tenemos la sensación de que desarrollo y progreso no van de la mano? “El desarrollo es una fórmula estándar que ignora los contextos humanos y culturales”, asegura Edgar Morin en La vía, el futuro para la humanidad. Y muchas veces ese ‘desarrollo’ no entiende asuntos de tradición, cultura, arraigo o ancestros humanos y, además, daña para siempre partes de la tierra. Y aunque se entiende que la energía hidroeléctrica es una de las más amigables con el ambiente, por no producir gases que generen efecto invernadero, su producción afecta otros sectores, asunto minimizado ante los beneficios y lucros que se obtienen. “¿Cómo se puede llamar desarrollo a aquello que se basa en tanta destrucción?”, se cuestionaba Javier Moro cuando contó la historia de la destrucción de buena parte de la Amazonia brasileña, en la década de 1980. En el primer párrafo dijimos que la investigación derivó en el ‘problema’ del agua. Solo que la frase “el problema del agua” para nosotros, que habitamos en esta Antioquia, considerada como una de las regiones en Colombia con mayor riqueza biológica asociada al agua y, además, poseedora de un gran potencial hídrico, suena demasiado distante en el tiempo y en el espacio geográfico. Pero, aunque suene distante, no debemos permanecer ajenos al tema, máxime cuando precisamente por estar en un territorio rico en agua, nos hace estar en la mira de todos aquellos interesados en usarla para beneficios, que, muchas veces, son particulares. Algunos ‘futurólogos’ aseguran que las próximas guerras serán por agua. Y nada raro: en otro tiempo el agua era un bien público, pero cada vez más se habla de que al agua la están privatizando. En el texto ya mencionado, Edgar Morin asegura que en 1992 los Estados miembros de la ONU consintieron el ‘principio’ de que el agua no es un bien común sino un ‘bien económico’. Es decir, desde el momento en que el agua es captada y utilizada para el riego y el consumo, con unos precios que deben ser cubiertos y remunerados, unos capitales invertidos, el agua es un ‘bien mercantil’ con precio. Y aunque esta visión del agua cambió en 2010 cuando la asamblea general

de este organismo señaló al agua como un derecho humano, pareciera que en muchas esferas privadas y públicas, aquellas que ‘invierten capitales’ en torno a este recurso, continúan aprovechándolo como un ‘bien mercantil’. Solo que el sentido común permite deducir que nadie se debe apropiar, para vender, lo que no es capaz de hacer. Se entiende que llevar el agua hasta los grifos de las casas tiene un costo, por la comodidad que ello representa. Lo que no se entiende es que empresas privadas, como por ejemplo las de gaseosas, se apropien de un río o de cualquiera otra fuente de agua, para usarla como materia prima de sus ‘refrescos’ y una comunidad local ya no se beneficie de esa fuente hídrica porque una industria se la ha apropiado. Si una de las empresas de bebidas más conocidas en el mundo se jacta de que cada 24 horas se consumen en todo el planeta 1.600 millones de sus productos, ¿cuántos millones de litros de agua diaria se apropian para después venderla al consumidor? ¿Cuántas fuentes de agua, de los países ricos en recursos hídricos, son usadas por estas fábricas de refrescos? Según el informe de 2012, que la ONU presentó sobre los Objetivos de desarrollo del milenio, se estima que para el año 2015 unas 605 millones de personas en el mundo carecerán de “agua potable mejorada”. Así que los recursos naturales, que tienen que pertenecer a todos porque como humanidad no somos capaces de hacerlos, no pueden ni ser apropiados por unos pocos (para después venderlos con llamativas etiquetas de colores) ni tampoco ser destruidos so pretexto del “desarrollo”. ¿Qué hacer entonces? Creemos, desde aquí, que podemos invertir más dinero para desarrollar aquellos proyectos que nos aseguren la salvaguarda de los recursos naturales, los que no somos capaces de hacer: agua, tierra, aire; de lo contrario, estamos condenados a seguir perforando el camino hacia lugares de no retorno, plantados de inmensas mega estructuras, silenciosos y solitarios, porque los seres vivos habrán tenido que emigrar a regiones en las que la vida aún sea posible.

Rector: Pbro. Julio Jairo Ceballos Sepúlveda / Decana Escuela de Ciencias Sociales: Érika Jaillier Castrillón / Director Facultad de Comunicación Social-Periodismo: Juan Fernando Muñoz Uribe / Coordinador del Área de Periodismo: Juan José García Posada / Directora de Contexto: Ana Cristina Aristizábal U. / Jefe de Redacción: Laura Betancur A. / Fotógrafos: Hebert Rodríguez G. • Catalina Rodas Q. • Pablo Monsalve M. • Diego Sánchez A. / Redactores: Carolina Campuzano B. • Catalina Rodas Q. • Natalia Calderón R. • Camila Reyes V. • Laura Mejía M. • Juliana Gil G. • Laura Betancur A. • Diego Sanchez A. • Juliana Carvajal C. / Foto portada: Catalina Rodas Q. / Diseño: Estefanía Mesa B. • Carlos Mario Pareja P. / Diagramación: Ana Milena Gómez C. - Editorial UPB / Impresión: La Patria / Universidad Pontificia Bolivariana • Facultad de Comunicación Social-Periodismo / Dirección: Circular 1ª Nº 70 - 01 Bloque 7 / Teléfono: 354 4557 / Correo electrónico: pcontexto@gmail.com / ISSN 1909-650X.


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Opinión

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¿Periodista o generador de contenidos? Juan Pablo López / soyjplopez@gmail.com

En estos tiempos mi cerebro, de manera implícita, asocia el periodismo con un momento pretérito. Estamos subsumidos en una evolución tecnológica que deriva en la digitalización masiva de cualquier formato periodístico y que cambia ciertas reglas tradicionales que alguna vez hicieron grandes Capote o Talese.

¿Medellín con un río limpio y potable? Pablo Andrés Monsalve Mesa / pabloandresmonsalvem@gmail.com

En un día de sol, viajaba en bicicleta por la ciudad, miraba el cielo, observaba la poca gente, los colores, las sombras y sentía toda la magia que tiene Medellín en esos días de luz y calor. El reloj electrónico de La 33 marcaba 31 grados, miraba las calles y veía el vaho que salía de ellas por la alta temperatura del asfalto, aunque el viento era fresco y ambientaba la tarde. Era un domingo y pude recorrer algunos barrios con tranquilidad: Laureles, El Estadio y Los Colores fueron mis rutas, vi sus árboles, sus casas y sus aceras, algunas

Apología a la intolerancia Amalia Uribe Jaramillo / amaliacsupb@hotmail.com

La intolerancia es una forma de no conformarse con todo, o con ciertas aspectos. Por ejemplo, con la educación, aunque sé que es un tema en el que se hieren susceptibilidades, haré una salvedad para explicar por qué la intolerancia hacia este tema. Hay miles de personas que no pueden pagar un semestre de universidad, pero que, si lo hicieran, serían mejores estudiantes que la mayoría de las personas que lo pagan pero que, prácticamente, lo desperdician. No leen los documentos, les da pereza ir a las clases, no se interesan por la actualidad del mundo, no se saben una capital de otro país que no sea Brasil o Argentina y, si la saben,

La investigación y rigurosidad ya son palabras que vemos borrosas. La Web 2.0 ha limitado el ejercicio a los contenidos multimedia que, por la inmediatez, son normalmente vagos y no trascienden. De esta manera es como el ‘especialista en el manejo de la información’ se está rebajando a cualquier mortal que, con un dispositivo móvil, hace ‘periodismo’ cuando le dé la gana sin un solo día de academia. Ahora bien, no se trata de la negación a la evolución y, tampoco, de hacer demagogia por la añoranza de tiempos que fueron mejores, eso sería estúpido. Coincido con lo que dijo hace pocos años el profesor Camilo Jiménez, que se hizo famoso cuando renunció a su cátedra de Comunicación Social en la Universidad Javeriana porque la mayoría de sus estudiantes, unos nativos digitales, no eran capaces de redactar un párrafo sin errores. Pretendo con estas líneas hacer notar que la adaptación que vive el periodismo en los medios digitales no es la adecuada y preocupa que, quizá en un

mediano plazo, cuando la transición de lo análogo a lo digital se haya completado, se extinga lo que alguna vez conocimos como reportería. Y es que percibo que la palabra ‘periodista’, en la mayoría de los casos, es un eufemismo para las personas que, con aptitudes apenas rescatables, están posteando contenidos sin profundidad, casi que se limitan a lo informativo –claro, si es que por lo menos han corroborado la información en la pestaña de al lado–. No quisiera generalizar, pero la mayoría de los medios que enfatizan esfuerzos en sus presencias digitales, relegan la investigación y posterior análisis crítico. Además, no aprovechan las bondades de viralización, enganche y demás herramientas que sí traen consigo las TIC. Siento pues, colegas y lectores, que estamos perdiendo el norte. Concibo inadmisible que ahora tener buena ortografía ya no sea visto como un atributo básico para el periodista sino como un elemento diferenciador, y que la forma de adaptarse y competirle a la digitalización no sea con las dos acciones que consolidaron el ejercicio: la investigación y el análisis.

demasiado angostas para caminar; también pasé por La Playa, en el centro, donde se encuentran esas monumentales ceibas que dan sombra al suelo que hoy cubre la quebrada Aná o Santa Elena. Como vivo en el sur de la ciudad, me decidí por la vía del río para volver a casa. Cuando opté por esta línea rápida, que es acompañada por mangos, guayabos, guayacanes y muchas adelfas blancas y rosadas, tomé el carril de adentro para observar el río Medellín, ese ser solitario, callado y tranquilo que divide la ciudad en dos; ese que guarda basuras, piedras y algunos muertos, pero no porque él quiera, sino por unos habitantes que no aprecian el valor del agua, su riqueza, su importancia y que no han entendido que es necesario cuidarlo. El río Medellín fue canalizado entre 1943 y 1945. Nació libre y puro en el sur de la ciudad, sus aguas en este punto se pueden tomar con tranquilidad, o jugar con ellas y entrar en ellas para calmar el sofoco de una caminada. Lo triste o sorprendente es que a pocos metros las manos del hombre y sus grandes fábricas depositan cantidades de químico y sustancias que él recibe sin hacer ningún reproche, como si su destino fuera ser un botadero. Los ríos de América, Europa, Asia y África también tienen estos problemas. Solo el 6% del agua del planeta es potable y la contaminamos como si no fuera vital.

En la Antigüedad, ríos como el Ganges, el Éufrates, El Nilo o El Tigris fueron considerados por las comunidades como sagrados porque de estas serpientes de agua dulce venía la vida para sus cultivos, la ruta para sus viajes y el líquido para la supervivencia. Con estos ejemplos no quiero comparar los grandes ríos con el de nuestra ciudad, pero sí hacer la observación sobre el río Medellín, ese que, en los inicios de nuestra historia, fue utilizado para las empresas y para las mismas comunidades y hoy lo ignoramos. Empresas Públicas de Medellín cuenta con una planta de saneamiento del agua del río que es la de San Fernando, ubicada en el municipio de Itagüí; la otra, será inaugurada en 2015 en el municipio de Bello. En este viaje en bicicleta, con el sol en la espalda y con el suave paso del río, me hacía las siguientes preguntas: ¿Qué sería de Medellín, una ciudad con tanto movimiento, con un clima perfecto –aunque ha cambiado un poco-, si tuviera un río limpio y potable, donde sus habitantes pudieran disfrutar con un buen baño en un día de calor o simplemente estar al lado de sus aguas, mirar, observar y sentir su paso? Si es lindo mirarlo con su color oscuro, con sus miles de objetos flotantes, con sus olores, ¿qué sería de este río, que nos acompaña de día y de noche, que no para de recorrer la misma ruta, si fuera potable y manejable?

es porque sus cerebros sólo les da para acordarse de los países en los que ha jugado la selección colombiana de fútbol. En los últimos días he sentido más esta leve intolerancia-inconformidad con el público estudiantil. Sé que no todos tenemos las mismas aspiraciones ni los mismos intereses, pero si uno elige una carrera para considerarse profesional, o al menos para tener el tan anhelado título que exige la sociedad, sí debe existir un compromiso que identifique sus valores con los de la academia. El tema de las pasiones y los hobbies también tiene que ver con este compromiso porque, como estudiante que soy, uno no siempre lee los documentos ni asiste a todas las clases, pero al menos hay quienes, cuando no cumplen a cabalidad con los requisitos de la universidad, se comprometen con otros aspectos: leen un libro por decisión propia, van a museos, a exposiciones de arte, van a cine o, simplemente, tienen conversaciones enriquecedoras en otros escenarios. Alguna vez una compañera me dijo que ella no se apasionaba por nada, que no tenía película o cantante favoritos, que no hacía nada más que ir a la universidad. Fue triste, no porque fuera ella sino porque, como ella, hay muchos más. Hay quienes dicen que son más importantes los valores que el conocimiento, otros que este tipo de

críticas son de quienes se creen “intelectuales”. Pienso que esa intolerancia-inconformidad es la que permite (no en todos los casos, pero sí en los que son reprochables) cuestionarse más la vida, la sociedad, las situaciones negativas y positivas a las que nos enfrentamos diariamente. Critico muchos factores de mi ciudad, pero si lo hago es porque me duele, y de manera nostálgica, mas no destructiva, como otras personas lo creen. Me han dicho: “Es que vos como que no querés a tú país”, claro que lo quiero y me siento más colombiana cuando identifico en mí tantas cosas que critico de la cultura, pero eso no significa que no quiera cambiarlas, como la abismal apatía que tienen los jóvenes frente al estudio y al progreso. Porque la realidad no es la que uno quisiera ver sino la que es realmente y no se mide en números ni en cifras sino en sensaciones, en estilos de vida. Nuestra cultura es homogénea y si bien la intolerancia nos ha llevado a ser indiferentes y apáticos con la realidad, la inconformidad debería servirnos para ser mejores, para saber que hay asuntos que tienen que cambiar. Y sería interesante hacerlo desde la academia; el que no quiera estudiar que no bote la platica, que busque un trabajo o que se dedique a la labor social y le done esos 4 ó 5 millones que vale un semestre a alguien que sí quiera hacerlo.


ENTREVISTA

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Actualmente es docente–investigadora de la Escuela de Ciencias Sociales de la Universidad Pontificia Bolivariana. Foto: Hebert Rodríguez G.

La búsqueda de una justicia hídrica

Cuando el agua es más que H2O Laura Betancur Alarcón / laurabeta.alarcon@gmail.com

Historias sobre ríos, ritos, lagunas, desiertos y comunidades ha conocido Denisse Roca Servat en sus investigaciones por Latinoamérica acerca de conflictos socio-ambientales por el agua. Al conversar con ella resalta la relación de justicia social y agua, y comparte una visión desde la academia sobre el panorama latinoamericano en materia de gobernanza del recurso. “En Perú los pueblos indígenas de la parte más alta de la zona andina, tienen un ritual del agua con el que todos los años le agradecen los cultivos y las cosechas. Ellos suben a las partes más altas de la montaña, donde nacen justamente las fuentes de agua, y depositan en la tierra caracoles de mar. Estas comunidades nunca en su vida han ido a la costa, si los tienen es porque han hecho trueques con comunidades costeras. Con este ritual ellos quieren representar el ciclo de vida del agua, que empieza en la montaña, baja por Los Andes, se convierte en grandes cultivos, luego llega hasta la costa, desemboca en el mar y se encuentra con los caracoles. Es algo maravilloso”. Así describe Denisse Roca Servat, antropóloga de profesión, magíster en Ciencias políticas y doctora en Estudios de Justicia de la Universidad Estatal de Arizona, uno de sus aprendizajes durante su investigación en Arequipa, Perú. La investigadora y docente, que también hace parte de la Alianza por la Justicia Hídrica, dialoga sobre una perspectiva cultural del agua y cómo en la actualidad Latinoamérica lidera una propuesta social por la comprensión de un recurso limitado y necesario para la vida humana. L.B: En términos simples, ¿qué se puede entender por justicia hídrica? D.R: La justicia hídrica no la podemos simplemente conceptualizar en un significado preciso, sino que va a depender del contexto específico sobre

el cual nos hagamos la pregunta. La justicia hídrica nos desafía a pensar cómo nos relacionamos con nuestro espacio y nuestro territorio con respeto y solidaridad. No hay una sola definición de ese término, sino que son muchas maneras de imaginar el futuro. No debemos buscar soluciones instantáneas para los problemas, sino, más bien, comprender la raíz de los problemas. Lo que propone la red de justicia hídrica es acercarnos lo más posible a una sociedad donde haya más equidad, más igualdad, más democracia y participación, donde haya una relación con la naturaleza de igual a igual. Para ello es importante desentrañar cómo se manifiestan las injusticias hídricas en la realidad social. Habla de relación del hombre con la naturaleza. ¿Por qué reconocer al agua como un asunto no sólo biológico sino, también, cultural? Nos hemos olvidado que somos naturaleza por algún discurso bastante objetivo y positivista que trata de poner a la naturaleza como algo externo al ser humano. El agua es naturaleza híbrida. En el sentido que los procesos y las condiciones “naturales” o “ecológicas” no operan de manera separada de los procesos sociales y culturales, sino que coexisten. Al ver al agua solamente como un ente biológico hemos construido un discurso externo, lo cual hace que el agua sea un líquido que puedo controlar, contaminar, descontaminar, organizar. Nos olvidamos que el agua es una construcción social que delinea

una geografía y nos crea un territorio. Territorios que tienen múltiples comprensiones sociales y culturales.

es decir, convierten el agua en un bien económico o la utilizan como un insumo básico para producir mercancía.

En la actualidad se incrementan los conflictos por el agua, en relación con el acceso a las fuentes hídricas. Desde su perspectiva, ¿cuál es la real problemática que subyace a estos conflictos? En este afán del ser humano racional y científico de ver al agua como un objeto, cada vez hay muchas más luchas por apropiarse de este “objeto”. Estamos mirando el agua solamente desde esta perspectiva, y en ésta le hemos dado un valor utilitario y mercantil. Hay una lucha por querer apropiarse de fuentes hídricas para el beneficio de un tipo de industria o de interés en particular. Como no vemos al agua como la vida misma, que por ende debería ser un bien común, existe esta pugna por ver quién se puede apropiar más de este recurso.

En este mismo contexto, ¿cómo ha sido la respuesta de los ciudadanos en los distintos conflictos por el agua? Me parece que ha sido interesante. Hemos observado movimientos sociales entregados a la defensa del agua y el territorio. Por ejemplo, en Brasil ya ha habido un debate sobre la gran hidroeléctrica de Belo Monte en la Amazonía, los grupos indígenas se organizaron porque no querían el proyecto en su territorio, tanto así que lograron que actores famosos como el director de cine James Cameron de Avatar (que incluso dice que su película estuvo inspirada en esa problemática), fuera una figura de publicidad simbólica. Lamentablemente vemos que los gobiernos han sido muy reacios en tratar de conversar con los movimientos sociales. En Brasil, el movimiento logró momentáneamente hacer una pausa del proyecto, pero no llevó a pararlo definitivamente.

En el continente latinoamericano, por la llegada de proyectos minero-energéticos, se agudiza la apropiación de fuentes hídricas. En los estudios que ha realizado ¿qué relaciones encuentra en la forma en la que se dan estos conflictos en los distintos países? Es interesante ver cómo esos conflictos socio-ambientales se han internacionalizado, y tenemos que verlos de una manera más global, es decir, analizar qué importancia tiene Suramérica para el mundo. Hoy en día hay zonas en Europa y Estados Unidos que están en riesgo por no tener la cantidad suficiente de agua para la población y su industria manufacturera. Sus ojos, entonces, están en lugares como la Amazonía, que alberga muchísima cantidad de fuentes hídricas. En general, en mi investigación he constatado que en esos conflictos del agua existen empresas internacionales que están tratando de acumular la mayor cantidad de agua para utilizarla generalmente en beneficio de una producción mercantil,

Finalmente, en relación con todos estos conflictos por el agua, ¿qué panorama tiene en nuestro continente el derecho al agua? Es muy importante reconocer que de Latinoamérica están surgiendo muchos de los discursos alternativos en torno al agua. En Bolivia, después de las luchas por el agua en Cochabamba, que fueron en contra de la privatización, se ha trabajado de manera diplomática por proponer el derecho al agua. Justamente fue Pablo Solón, un político boliviano, quien en Naciones Unidas en Nueva York, propuso el derecho al agua como derecho humano. Son importantes los discursos de Bolivia o Ecuador, que están reconociendo el derecho a la naturaleza, no solamente en relación con los seres humanos sino ella en relación con su conservación. Son referentes internacionales.


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INFORME

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Construcción de hidroeléctricas

¿Un sacrificio necesario al medio ambiente? Laura Mejía Moreno / lauramejia93@gmail.com Juliana Gil Gutiérrez / julianagil95@gmail.com

La construcción de una hidroeléctrica tiene costos ambientales que se reflejan en el ecosistema. Para prevenir mayores impactos negativos es vital realizar una rigurosa planeación antes de construirla. Que baje el agua, que inunde, que se deslice con presión, con mucha fuerza, que haga girar las turbinas, que haga de lo cinético y de lo potencial algo eléctrico, porque la locomotora del crecimiento y desarrollo antioqueño ya echó sus ruedas a andar. Entonces que baje el agua, que empuje y que se quiten los bosques y que se corran los animales. Que se plante aquí, que se plante allá. Que se tale allí, que se tale allá.

Desocúpeme esto y lléneme este vasito de montaña con mucha agua. Abran paso que con caudal, altura y geología se hará una hidroeléctrica, que con estos tres vamos a sacar adelante estas tierras. ¿Tierras? ¿Adelante? Sí, tierras adelante. Pero tenga en cuenta que hay que retirar todo eso verde y hay que poner esto gris. Es que el progreso no sale gratis, en estas circunstancias siempre unos ganan y otros pierden. Y es que Antioquia es un territorio rico en agua. Cuenta con el más alto potencial hidroeléctrico de Colombia, y uno de los mejores de América Latina. Razón por la que empresas, públicas y privadas, han optado por explotar este recurso en busca de energías más amigables con el medio ambiente. La demanda humana de energía ha llevado al hombre a explorar nuevas formas de producción energética, como el aprovechamiento de los combustibles fósiles, la energía eólica, solar, hidráulica y nuclear. El agua es abundante en el mundo, pero es escasa en lo que respecta a las condiciones para el consumo humano. La distribución en el espacio y el

tiempo, junto con los eventos extremos, como sequías e inundaciones, la contaminación y otros elementos, hacen del agua un recurso limitado. Entre sus usos se incluyen el consumo humano, animal, agrícola, saneamiento, recreación, control de inundaciones y energía hidroeléctrica. Antioquia cuenta con ríos de montaña con grandes diferencias entre caudales, y para aprovechar este recurso, se construyen hidroeléctricas con embalses para la regulación de caudales y, como lo afirma Andrés Emiro Díez Restrepo, especialista en Distribución y Transmisión de Energía Eléctrica, de la Universidad Pontificia Bolivariana, estas se hacen “en beneficio de la economía y el progreso”. Con el objetivo de afianzar una economía estable y competente, se produce energía para vender y exportar, pero su producción deja impactos ambientales, negativos y positivos. La pregunta es: ¿La ley colombiana protege lo suficiente al medio ambiente como para mitigar y prevenir un efecto negativo en la fauna y la flora cuando

se construye una central hidroeléctrica? Beatriz Elena Moreno Restrepo, ingeniera ambiental, asegura que: “La construcción de una central hidroeléctrica genera costos ambientales irreversibles, transforma la dinámica de las fuentes hídricas, baja las condiciones de vida animal y vegetal en la zona de influencia y afecta a las especies que la habitan”.

Consideraciones ambientales La primera consideración que se debe tener presente, para determinar la gravedad del impacto ambiental, es la existencia de tres tipos básicos de centrales. La primera es la central con regulación o con “represa”, que consiste en el almacenamiento de agua a través de la construcción de un depósito o embalse. Es el caso de Guatapé, único embalse multianual con capacidad de almacenamiento de agua para varios años. La segunda clase es la llamada

La destrucción de la naturaleza es una de las consecuencias de la construcción de represas para generar hidroelectricidad. Los inmensos movimientos de tierra afectan la vida vegetal y animal que, casi nunca, se vueven a recuperar. Foto: Diego Sánchez A.


INFORME

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Hidroeléctricas y sismos Antes de construir una hidroeléctrica se realiza un estudio geológico para saber si los terrenos son propensos a sismos. De acuerdo con Juvenal Valencia Ramírez, ingeniero director de Supervisión del Proyecto Múltiple Montegrande, República Dominicana Integral S.A, “en ocasiones se ha detectado la Sismicidad Inducida por Embalses (SIE) que se presenta por el efecto de la carga de la columna de agua o por el incremento de la presión de poro en la estructura de los suelos que conforman la corteza terrestre. La determinación de la SIE solo se puede hacer cuando existe bastante información sismológica antes de construir el proyecto”. “a filo de agua”, en la que el agua pasa a través de un canal construido en el nicho del río y se toma únicamente lo que se requiere para la producción eléctrica, sin afectar las zonas vecinas, en particular los terrenos cultivables. Un ejemplo es la Central Hidroeléctrica de San Carlos o Represa Punchiná, con una capacidad de 1.240 megavatios. Por último, están las centrales de “captación de aguas laterales”, que se construyen en la orilla del río, y se toma el agua necesaria, como en las de agua afluente. Estas dos últimas, “a filo de agua” y “captación lateral”, son las que menos impacto ambiental producen, pues no fragmentan ni alteran el curso normal del río ni inundan áreas importantes. Sin embargo, y teniendo en cuenta que los ríos son sistemas lóticos, es decir, de constante movimiento y que los embalses, por su parte, son sistemas lénticos, con una dinámica de poca circulación, para generar energía mediante un embalse, una represa debe alterar el sistema del río y transformarlo de lótico a léntico. Cuando se realiza la construcción de un embalse, es decir, la transformación de un ecosistema lótico a uno léntico, y en donde se utilizan los tres recursos básicos para la construcción: agua disponible, diferencia de alturas y geología, estos recursos no son recuperables porque es muy difícil que se presenten los tres en un mismo lugar, por ello no es posible que haya energía renovable. Aunque sí puede haber energía limpia, porque no emite dióxido de carbono que incide en el efecto invernadero. Dentro de la planificación de centrales hidroeléctricas de embalses se debe ser consciente del tiempo de su vida útil. En la medida en que a la central le llega agua, también le llegan sedimentos y residuos que provocan que el depósito pierda volumen. De acuerdo con diagnóstico batimétrico previo (estudio de las profundidades) que se le haga a la central, se define cuánta sedimentación va a presentarse y se calcula el tiempo de utilidad de la hidroeléctrica, que normalmente es de 50 años en adelante. Sin embargo, los equipos que sirven para las operaciones son, a su vez, un factor determinante en el momento de calcular el tiempo de uso, pues reponer estos equipos resulta muy costoso.

Aspectos legales en Colombia Por otro lado, y de acuerdo con el Código Nacional de Recursos Naturales Renovables y de Protección del Medio Ambiente, “la construcción de obras de infraestructura como vías, embalses,

represas o edificaciones, y la realización de actividades económicas dentro de las áreas de reserva forestal, requerirán licencia previa”. Dicha licencia se otorga únicamente cuando el Ministerio ha comprobado que la ejecución de la obra no afecta la conservación de los recursos naturales y no renovables del área, y dictamina que “el titular de licencia deberá adoptar, a su costa, las medidas de protección adecuadas”. Según Germán Mira Vásquez, ingeniero sanitario y ambiental, “la mejor manera de prevenir cualquier tipo de efecto negativo sobre la naturaleza es mediante la planificación y realización de un estudio de impacto ambiental, un diagnóstico que permite identificar los efectos en tres componentes: biótico (organismos vivos), abiótico (factores físicos como la topografía, el clima, etc.) y social”. Además, es necesaria “la implementación de un plan de manejo ambiental, tanto para la construcción como para la operación, en donde se da atención a cada uno de los costos previstos”.

yecto y según los resultados obtenidos se otorga o no la licencia ambiental para construir la hidroeléctrica”. Una licencia es la autorización que da la autoridad ambiental competente para la ejecución de un proyecto, obra o actividad. En esta, además de los permisos y autorizaciones para el uso de los recursos naturales, se establecen obligaciones que debe cumplir el promotor del proyecto para corregir, mitigar y compensar los impactos ambientales. Se entiende que la licencia ambiental se otorga con base en los estudios técnicos y ambientales que entrega el promotor sobre el proyecto. En Colombia la política ambiental está dirigida por el Ministerio de Ambiente y su marco jurídico es la ley 99 de 1993. En lo que tiene que ver con la regulación ambiental para la construcción de obras se cuenta con el decreto 2820 de 2010, por medio del cual se reglamenta el trámite de licencia ambiental.

Comunidades afectadas y su posible compensación La compensación de los impactos ambientales se intenta cuando se restituye la cantidad de hectáreas de vegetación que fueron inundadas para hacer el embalse, por lo que las empresas deben buscar territorios donde se pueda substituir el área anegada. En el caso de la fauna, la empresa que construye la hi-

Algunos creen que es suficiente compensación cambiar la vocación agrícola del territorio, por la vocación turística. Foto: Pablo Monsalve M.

Durante este estudio se hace una evaluación de consecuencias, positivas y negativas. A cada posible alteración se le da una solución a partir de actividades de manejo ambiental que buscan mitigar los daños y están estructuradas e inscritas dentro de programas que atienden a todas las comunidades biológicas y físicas. El ingeniero ambiental José Urrego explica que “antes de construir una hidroeléctrica se hacen estudios de viabilidad del proyecto ambiental para identificar los impactos y valorarlos”. Luego de esto, las empresas constructoras deben aplicar medidas de manejo ambiental consistentes en evitar, prevenir, mitigar, compensar o remediar las secuelas de la construcción. “El Ministerio de Medio Ambiente evalúa el pro-

droeléctrica debe albergar los animales del sector inundado en zonas de compensación o en los nuevos espacios que se crean luego de terminar la represa. Cuando son represas, cuya área de almacenaje tiene la forma de un vaso, existen dos posibilidades: o dejar la flora o retirarla hacia otro lugar. Comúnmente hay mayor probabilidad de que dicha vegetación muera debido a que las tareas de compensación son difíciles de aplicar a un corto plazo y porque el proceso de crecimiento y adaptación de estas comunidades es lento y requiere un tiempo más prolongado para que este ecosistema resurja en un sitio diferente, en condiciones distintas y de una forma adecuada. Las comunidades terrestres y acuáticas también se ven afectadas en la

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construcción de una central hidroeléctrica. Según la ingeniera ambiental Sandra Bohórquez Flores, “cuando la represa está cerca del río las especies normales se ven afectadas porque el agua no tiene la misma cantidad de nutrientes, su velocidad no es la misma, cambia la temperatura y las turbinas provocan pérdida de peces”. Esto ocurre porque, cuando estos se acercan a la turbina, no son capaces de evitar la corriente y mueren enredados en los equipos. Bohórquez agregó que con la pérdida del bosque también se pierde diversidad de serpientes y aves porque no es fácil crear las mismas condiciones del ecosistema natural para que las especies subsistan. Hay un área delimitada para que cada uno de los organismos vivos de una especie supla sus necesidades. No obstante, una vez se inunda el territorio el espacio se ve reducido para cada organismo, de tal forma que la zona se disminuye y se concentra mayor cantidad de aves y animales terrestres por unidad de área. Daniela Mejía Moreno, médica veterinaria, asegura que con este tipo de invasión se crean condiciones de estrés para los animales, que se manifiesta en el aumento de la competencia entre los mismos de una especie y el aminoramiento del alimento. Una consecuencia que se le suma al efecto que tiene la inundación sobre el territorio, es el hecho de que el suelo adquiere una mayor humedad, se altera el microclima de la zona y se produce más lluvias debido a la evaporación. Durante el proceso de preparación del terreno para la posterior inundación, la tala de árboles debe ser meticulosa. De lo contrario, la biomasa estante (cantidad de materia orgánica e inorgánica en el entorno), se descompone y puede producir gases que afecten el ecosistema. Según Julián Aguirre Vélez, ingeniero ambiental y miembro del Grupo de Investigaciones Ambientales de la Universidad Pontificia Bolivariana, “en muchas ocasiones, la parte que se inunda para hacer la represa era cultivable o un bosque, y no siempre esa capa vegetal se renueva; en lugar de esto se descompone y genera dióxido de carbono (CO2) y metano”, gases que contribuyen al calentamiento global. La hidroelectricidad ha demostrado ser la energía más amigable con el ambiente. Lo asegura el ingeniero Andrés Emiro Díez Restrepo, en su artículo El ambientalismo práctico, “la hidroelectricidad es la fuente de energía más ‘agradecida’ con el ser humano, con un EROI (retorno de energía invertida) que supera los 40 puntos. Es decir: por cada unidad de energía invertida en la producción del cemento, acero y las obras civiles requeridas para las centrales, la noble fuente nos regresa más de 40 unidades en promedio”. En otras palabras, la fuente hídrica tiene la capacidad de producir una cantidad de energía superior a la cantidad de energía invertida en tiempo y dinero, es decir, a los costos de producción, para que la explotación del recurso sea rentable. Entonces así sí, que baje el agua, que no arrastre, que empuje, pero que no destruya, que se mueva y gire pero que no se desvíe, que fluya, que siga su curso. Que encienda luces acá y allá. Que no se tale allí, que no se tale allá. Que sea recurso, que sea fuerza. Pero sobre todo, que sea vida.


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Paradojas sobre la comprensión del recurso hídrico

Antioquia: un territorio de agua con mucha sed Laura Betancur Alarcón / laurabeta.alarcon@gmail.com

Aunque en el departamento se construya un proyecto como Hidroituango, al territorio lo atraviese gran parte del río Cauca y se cuente, incluso, con una empresa pública de servicios domiciliarios que factura 1.8 billones de pesos en ganancias netas, sólo el 18.3% de la población en la zona rural del departamento tiene agua potable. De Antioquia se ha dicho que la bañan cuatro grandes cuencas (territorio en el que todas las aguas afluyen a un mismo río): Cauca Medio y Bajo, Magdalena Medio, Porce-Nechí, Medio y Bajo Atrato y Caribe. Se ha escrito también que su topografía de profundos cañones y laderas le otorgan una “especial riqueza para la producción hidroeléctrica”, según informa el Anuario Estadístico de 2011 en temas ambientales. También se ha repetido hasta al cansancio en los círculos políticos y económicos que en este territorio de 9 subregiones, 125 municipios, 50 ríos y cientos de miles de corrientes hídricas, el agua es abundante y suficiente para cubrir las necesidades de consumo (de acuerdo con la información del anuario estadístico). Además, lo ratifica la Actualización del Estado del Arte del Recurso Hídrico en Antioquia realizado por la Cátedra Interinstitucional del Agua, en 2007. Sin embargo, las conclusiones de este mismo informe alertan acerca del desconocimiento que existe sobre la oferta hídrica, el estado de la calidad del agua y las problemáticas sociales que se producen por la falta de acceso. Esto significa que el agua no sólo es un líquido abundante, sino que se puede comprender desde múltiples dimensiones. Según las propuestas académicas y movimientos sociales, como el español Nueva Cultura del Agua, este recurso natural limitado es un “complejo hidrosocial”; es decir, es un líquido necesario para la vida humana y natural, una materia prima para la industria, un recurso natural para la producción de energía, un ordenador de los territorios y el clima, un derecho humano; incluso un patrimonio para las comunidades. No es sólo naturaleza, es también cultura. Y si el agua tiene tantas caras en sus usos y representaciones, y si de ella se habla tanto en los discursos institucionales, tiene aún más paradojas en su gestión en el departamento de Antioquia, puesto que la abundancia de los ríos tiene fuertes contrastes en relación con la vida en las fuentes hídricas, su acceso y la garantía del agua como un derecho humano y un servicio domiciliario.

Paradoja #1

“La gestión del agua debe estar basada desde la perspectiva de justicia, inclusive pensando no sólo en los seres humanos sino en toda la trama de la vida”, Javier Márquez Valderrama, defensor del derecho al agua. Foto: Pablo Monsalve M.

Aunque se hable de disponibilidad en todo el territorio departamental, como advierte la investigación El Recurso Hídrico en Antioquia del geólogo Óscar Mejía Rivera y Corantioquia, es muy variable la espacialidad en su ocurrencia; es decir, según el territorio, varía la posibilidad de acceder a las fuentes o el equilibrio en los caudales para utilizar el agua. Esto explica por qué en el Área Metropolitana hay menor oferta y poca disponibilidad del recurso que en otras zonas del departamento como la subregión de Urabá. Por esta oferta no se debe entender el acceso al agua potable sino la relación entre el número de personas que habitan el territorio y la capacidad de sus fuentes de agua. En áreas de mayor concentración de población, como Medellín, donde los procesos de urbanización son expansivos y afectan las microcuencas, se minimiza el porcentaje de disponibilidad del recurso por persona. De otro lado, las autoridades ambientales del departamento han logrado detectar los principales problemas en la gestión del recurso hídrico: la contaminación, el manejo inadecuado, la expansión de las fronteras urbanas y agrícolas, el vertimiento de aguas residuales a fuentes de agua, la mala disposición de los recursos sólidos, la deforestación y la degradación del suelo, entre muchos otros factores. Para ejemplificar la dimensión de los daños ambientales en el depar-

tamento basta citar que 406 de nuestras microcuencas (una microcuenca es el territorio que recorre una corriente pequeña) están en estado de amenaza, por tanto está el peligro el abastecimiento de agua para la población. Y aunque analistas apuntan a que esto sucede por la poca operatividad de los planes de conservación y de las políticas nacionales de gestión del recurso, también se explica debido a que en estas normatividades no se tiene una visión del agua como vida, y a la par de medidas de mitigación, las autoridades ambientales otorgan concesiones que pueden llevar a la muerte de los ecosistemas intervenidos (el ejemplo más claro es la contaminación por mercurio, procedente de las actividades mineras o la fragmentación de los ecosistemas con la construcción de represas). Se olvida que ríos y arroyos son en sí mismos ecosistemas que albergan comunidades de especies, que garantizan el futuro de los territorios. “No se ha entendido que si los ecosistemas desaparecen a la larga también van a sufrir las comunidades que dependen de ellos. De manera inmediata se puede recibir un beneficio económico por la producción energética, pero si el ecosistema se pierde es la comunidad la que carecerá como mínimo de fuentes de alimentos”, afirma María Isabel Ríos, investigadora del Grupo en Limnología y Gestión del Recurso Hídrico de la Universidad Católica de Oriente.


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Paradoja #2 De acuerdo con el Plan de Desarrollo Antioquia la más Educada 2012-2015, propuesto por el actual gobernador Sergio Fajardo Valderrama como ruta de gobierno, Antioquia requiere una nueva mirada al mundo rural, donde la “gran estrategia de desarrollo es ofrecer madera, agua potable, riego y energía”. Esto supone un giro de 360 grados en el uso de la tierra, puesto que en la actualidad la mayor parte del territorio se dedica al cultivo agrícola y el pastoreo. Se infiere que la apuesta de desarrollo económico se concentra en el agua y los datos lo confirman: para 2010 el departamento contaba con 45 centrales hidroeléctricas y se planeaba la construcción de 6 más, con la intención de duplicar la producción de megavatios mediante el Proyecto Ituango EPM que producirá 2.400 megavatios de los 2.443 que se planearon con las nuevas centrales. De otro lado, en los últimos cinco años ha aumentado el número de solicitudes de exploración y explotación de minerales en subregiones como el Norte (donde también se ubica el proyecto hidroeléctrico de Ituango) y el Suroeste. A finales de 2012 el Sistema de Información de Catastro Minero reportó que el 17% del territorio se encuentra titulado y para agosto de 2013 la Agencia Nacional Minera informó que en el departamento se concentra gran parte de las 2.836 nuevas peticiones para exploración minera en el país. Según Javier Márquez Valderrama, vocero del Comité Departamental en Defensa del Agua y la Vida de Antioquia, con estas acciones de solicitudes se está desmontando la gestión pública del recurso porque privilegia los asocios público-privados, más a escala interna-

cional, que en las regiones y la autonomía de los municipios. “Lo más grave que está pasando es la privatización de las fuentes, para usos como la megaminería, como los agrocombustibles, y la producción hidroeléctrica que implican el desvío de caudales y la creación de presas”, asegura. La paradoja en cuanto a quién accede a aprovechar las fuentes y con qué intereses tiene que ver con la concepción del agua en la legislación colombiana. El Código Nacional de Recursos Naturales Renovables y de Protección al Medio Ambiente, de 1974, concibe a las fuentes de aguas como inalienables, imprescriptibles y parte del bien público, y sostiene que los usos preponderantes son el consumo humano y la conservación ambiental. Sin embargo, David Sierra Sorockinas, abogado de la Universidad de Antioquia e investigador del derecho al agua en esa misma institución, asegura que en Colombia no ha habido una preocupación por priorizar con rigurosidad cuál debe ser el uso de las cuencas, quién debe acceder a las fuentes y cuál debe ser la retribución al Estado por su uso, puesto que se ha creído en el discurso de la abundancia de agua. Además, no se contempla en la protección de las fuentes la relación cultural que tienen las comunidades con sus aguas. “No hay normas claras para proteger el nivel social y cultural del agua. Hay una mirada ambiental, pero de corte económico: ‘Lo que usted dañe, me lo paga’. El impacto se mitiga con dinero”. La jurisprudencia de la Corte Constitucional tampoco ha dictado medidas para que se contextualice la dimensión cultural y social al ejecutar los proyectos, por tanto no se toman medidas directas y muchas de las problemá-

ticas terminan siendo evaluadas por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que sí comprende la lógica en

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términos de sanciones culturales y no sólo monetarias.

Falta la consolidación de una cultura por el agua, con la cual los ciudadanos sean los primeros en la defensa del agua como bien público. Foto: Pablo Monsalve M.

Paradoja #3 “En Antioquia, aunque aparentemente hay buena cantidad de agua, la disponibilidad del agua potable es baja. La gestión ha sido muy deficiente y es el servicio menos atendido”, asegura Luis Fernando Múnera López, ex funcionario de Empresas Públicas de Medellín y magíster en Aprovechamiento de Recursos Hidráulicos. La relación de potencial hídrico en el departamento con la condición y calidad de los servicios públicos de agua y energía son el contraste más fuerte en

María Isabel Ríos, magíster en Biología en la línea de Limnología, anota que se debe hacer conciencia sobre que lo ambiental, muchas veces olvidado, condiciona completamente lo social. Foto: Pablo Monsalve M.

estas paradojas del agua. Aunque se planeen en el territorio megaproyectos como Hidroituango, gran parte de la cuenca del río Cauca atraviese el territorio y se cuente con una empresa pública de servicios domiciliarios que facturó el año anterior (2012) 1.8 billones de pesos en ganancias netas, sólo el 18.3% de la población rural en el departamento tiene acceso a agua potable de acuerdo con el Anuario Estadístico de Antioquia 2011. Indicador que muestra el contraste con lo urbano, donde el 95,4% de la población sí cuenta con este servicio. Además, en un artículo académico del ingeniero Luis Fernando Múnera López se revela que aun cuando se habla de un 88,6% de cobertura en el servicio de acueducto, de los 125 municipios sólo 71 cuentan con agua potable, 46 con agua tratada no potable y 8 carecen de plantas de tratamiento. Incluso, siendo más precisos, en 28 municipios sólo hay un 50% de cobertura en su área rural. En la ciudad, por su parte, contrastan las cerca de 45.000 familias desconectadas de los servicios domiciliarios por parte de Empresa Públicas de Medellín. “¿Qué se gana Medellín con tener una gran empresa pública de servicios cuando tiene gente en su territorio sin agua ni canillas, y los que tienen acueducto no tienen dinero para pagar las cuentas por el agua?”, opina Javier Márquez Valderrama, quien también coordina el Programa de Cultura y Política Ambientalista de la Corporación Ecológica y Cultural Penca de Sábila. Para el antropólogo, a pesar de que EPM sea propiedad pública, se rige por una naturaleza comercial que le exige una rentabilidad económica sobre cualquier derecho social.

Lo que sucede, para Sierra Sorockinas, es que el agua es difícil de contextualizar jurídicamente. “El agua resulta ser una palabra muy común para todos, uno puede hablar sobre el agua y el otro puede entender algo distinto. No hay un sólo tipo de agua y cuando una regulación, por ejemplo la Ley Ambiental de Colombia (Ley 99 de 1993) habla de ella en términos de fuentes hídricas naturales, la Ley 142 de 1994 la aborda como un bien privado en relación con los servicios públicos”. Esta última normativa, por ejemplo, considera al agua como un insumo más para la producción de servicios domiciliarios, lo que para los movimientos ambientalistas permite que el agua se asuma como un simple bien mercantil y no un recuso necesario para la vida. Sin embargo, esto se contrapone a las disposiciones internacionales. Por ejemplo, la declaración de la Asamblea General de la ONU en 2010 señala al agua como un derecho humano y Colombia en 2002 ratificó la Observación general N° 15 del Comité de Derechos Económicos, Sociales y Cultures, como interpretación al Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales que dispone: “Para tener una vida digna es necesario acceder, disponer y tener en calidad óptima el agua”. Estos contrastes en cómo se concibe el agua desde las leyes se conoce como una “colisión de principios” en el Derecho. El agua de los ríos un bien público, pero al ser tratado por un operador y entregarse potable la convierte en un recurso privado, no obstante ya se ha ratificado que acceder a ella debe ser un derecho inalienable.


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Consecuencias sociales de las hidroeléctricas

Las aguas negras de Hidroituango Carolina Campuzano Baena / karo_k911b@hotmail.com Natalia Andrea Calderón Ruiz… / nancaru_95@hotmail.com

En Antioquia la locomotora energética ha prendido sus motores, para mostrar el progreso que deja a su paso, pero también para alzar nubes de humo que cubren el cuestionamiento de su pertinencia. Las hidroeléctricas no se detienen en Colombia a pesar del malestar que ocasionan en las poblaciones asentadas en su área de influencia y aunque generan mucho ruido en torno al bienestar que producen, en el departamento de Antioquia se han realizado llamados de atención para que se revise la forma en que estos proyectos perjudican los territorios cercanos. El deber ser de estas obras es generar energía de manera no contaminante para satisfacer las demandas de un territorio e impulsar diversos sectores como la industria. Pero la energía también se exporta, de modo que no solo se suplan necesidades nacionales sino que se obtengan excedentes para dar prosperidad económica a las regiones, según se pretende. El problema es que con la construcción de esos proyectos, se impone un modo de vivir ajeno a las comunidades, se desconocen las dinámicas sociales como sus valores culturales, la tradición histórica y las redes que allí se tejen. “Las poblaciones pierden un recurso fundamental para vivir: el agua, y con esta los recursos bióticos, los espacios para navegar, pescar u obtener oro”, comenta Neyla Castillo Espitia, antropóloga y Ph.D. en Arqueología e Historia Antigua. Este es el caso de la Hidroeléctrica Ituango, un megaproyecto que involucra doce municipios de Antioquia. Esta obra, que se espera esté lista en 2018, se consolidará como la más grande de Colombia al producir 2.400 megavatios, es decir, un aumento del 16% de la capacidad productiva de energía total del país. Hidroituango fue aprobada en 2008 para ser ejecutada por Empresas Públicas de Medellín (EPM) y el Instituto para el Desarrollo de Antioquia (IDEA). Si bien el proyecto en el río Cauca obtuvo los avales requeridos como la licencia ambiental en 2009, el malestar comenzó a evidenciarse en algunas comunidades que no fueron consultadas previamente al desarrollo de la hidroeléctrica desde el 2011, cuando inició la construcción. Entre ellos están pescadores, barequeros y agricultores; además de comerciantes, cocineras,

jornaleros y otros habitantes que se benefician y dependen de las actividades económicas en torno al río. En la Constitución Política de 1991 se crearon múltiples mecanismos de participación ciudadana; sin embargo, “cabe preguntarse ¿cuál es la efectividad real de los mismos?”, Interrogante que hace Gustavo Adolfo Higuita, especialista en Derecho Administrativo. Para Hidroituango no se dio la consulta popular previa, puesto que es necesaria cuando se certifica la presencia de grupos étnicos minoritarios como negritudes o indígenas en la zona a explotar. Dicha presencia no se ha certificado en ninguno de los doce municipios afectados directa o indirectamente por la obra. Se están realizando negociaciones sobre las condiciones de la expropiación (figura que permite al Estado quitarle a una persona la propiedad de su tierra a través de una venta forzada para un beneficio público). Afirma Jorge Mario Pérez Gallón, ingeniero y ex gerente de Generación Eléctrica de EPM, que la empresa tiene interés en hacer viable la construcción y operación del proyecto, y como su inicio ya es un hecho, se busca garantizar a los afectados que, aunque van a tener unas condiciones de vida distintas, el cambio será para mejorar. Pérez Gallón agrega

que “cuando se trabaja con comunidades la perfección no existe, pues no hay forma de pagarle a un ser humano el amor por su tierra y el dolor que le queda”. El abogado Higuita manifiesta que “las personas no solían estar organizadas antes de la llegada del proyecto, sino que esa necesidad surgió de la coyuntura”. Con el fin de llevar a cabo las negociaciones entre la comunidad y EPM, se creó una Comisión Tripartita conformada por un representante de propietarios, uno del Instituto Geográfico Agustín Codazzi (IGAC) y uno de Hidroituango, con el fin de conciliar necesidades. Como fruto de esta comisión se acordó un Manual de Valores Unitarios, en que se definió la compensación de las actividades económicas y productivas a entregar a la población impactada. La elección del representante de propietarios suscitó la reprobación de los campesinos, como lo afirma la organización Ríos Vivos, defensores de las zonas afectadas por las represas, quienes alegan que la Comisión Tripartita debe incluir un representante por sector productivo y no uno por todos, para asegurar la participación real en la toma de decisiones basada en el conocimiento de las dinámicas propias de cada uno. Según el ingeniero Pérez Gallón, son 182 familias las que habitan la zona de influencia directa del proyecto. Este dato, producto del censo realizado por EPM en los doce municipios, despertó críticas por parte de Ríos Vivos y aproximadamente 400 campesinos que viven desde el 9 de abril de 2013 en el antiguo coliseo de la Universidad de

Los campesinos refugiados en la U. de A., desde el 20 de marzo llegaron a la ciudad con el fin de pedir garantías para volver a vivir en sus territorios. Foto: Natalia Calderón R...

Antioquia. Estos últimos se consideran desplazados por la hidroeléctrica y el conflicto de la zona, el cual se ha agudizado por la construcción de una obra en la que están en juego múltiples y distintos intereses, por la valorización de tierras y por la defensa de un espacio que es corredor estratégico para grupos al margen de la ley. Censos no avisados, poco conocimiento de la vocación laboral de los habitantes, falta de garantías con el cambio y la inseguridad, injusticia en la compensación por las pérdidas, son las principales manifestaciones que hacen los perjudicados ante la Mesa de Mediación de Alto Nivel Regional. “Se están desconociendo los derechos de los afectados y se subdimensionan los impactos; las comunidades no tienen la oportunidad de decidir sobre su territorio”, afirma un representante de Ríos Vivos quien habla a nombre de la entidad y no a nombre particular. “Nosotros teníamos los ranchos en las orillas del cañón del río Cauca y cuando bajaron a numerarlos yo no sabía qué era ese ‘maldingo’ censo; después nos contaron qué era, pero ya se me había olvidado el número y ya pa’ qué, me quemaron lo que tenía”, afirma Ernesto Jaramillo, uno de los hombres que está resguardado en la U. de A., quien, desde los 14 años, barequea en Briceño. Para figurar dentro del censo, la compañía tuvo en cuenta la información de fuentes de EPM, registros del Sisbén y algunas encuestas. La dificultad con la que se encuentran es que no tienen cómo comprobar que ese es su lugar de trabajo o de residencia, pues muchos ni siquiera saben qué es un recibo y menos un registro en la Cámara de Comercio. “Lo que tendría que hacer EPM es demostrar a las personas que no son de ahí y no al contrario; las redes sociales de los habitantes son la única garantía que debe pedir la empresa”, especialmente en zonas rurales cuyo arraigo a la tierra es por tradición y no por registro de propiedad, lo que hace una hidroeléctrica es debilitar a las comunidades para que se vayan, expresa la antropóloga Castillo Espitia. El ex gerente de Generación Eléctrica de EPM, Pérez Gallón, niega que los campesinos sean desplazados por la obra; por el contrario, dice que muchos de los reclamantes son ‘vivos’, recién llegados a la zona para reclamar indemnizaciones. Para la antropóloga son los ejecutores de la obra quienes ignoran las realidades socioculturales y


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Hidroituango, obra planeada desde los años 60, cubrirá terrenos de los municipios de Briceño, Buriticá, Ituango, Liborina, Olaya, Peque, Sabanalarga, San Andrés de Cuerquia, Santafé de Antioquia, Toledo, Valdivia y Yarumal. Foto: Diego Sánchez A.

llaman ‘vivos’ a las los que tradicionalmente trabajan allí. EPM explica que la empresa hace estudios de impactos socio ambientales para desarrollar planes de manejo que permitan moderar los daños: evaluar los terrenos para las indemnizaciones y elaborar proyectos de acompañamiento para quienes deban cambiar de vocación productiva y trasladarse a otras partes. “Mi patrón, el río Cauca, es una gran empresa que recibe personas sin educación. Con Hidroituango lo que se hace es dejar desempleados a nuestras generaciones y a las que vienen”, alega Guillermo Bedoya, barequero oriundo de Sabanalarga. Sin embargo, se multiplica el discurso de brindar beneficio a las comunidades, que no se tiene muy claro debido a que las obras operan sobre proyecciones. “Es una enorme ignorancia la que tiene todo el mundo frente al proyecto, porque las personas hablan repitiendo un discurso que ha masificado EPM, que tiene el poder para emitirlo”, apunta Castillo Espitia. Y es que criticar a una empresa tradicional del departamento es muy duro para los antioqueños, agrega.

¿Para quién es el desarrollo? Mediante la Resolución 317 de 2008 la empresa obtuvo la declaración de utilidad pública e interés social de la obra otorgada por el Ministerio de Minas y Energía, conforme a la Ley 56 de 1981, con la cual explica a la sociedad la razón por la que Hidroituango representa un beneficio de interés general que justifica los daños sociales, ambientales

y económicos. El Gobierno debe cerciorarse de que el proyecto “sea sostenible en el tiempo y que sus beneficios sobrepasen mínimo una generación”, afirma el abogado Higuita. El 24 de julio de 2013 se inauguraron 11,6 kilómetros de carretera pavimentada que acortó el tiempo de viaje de Medellín a Ituango de doce a cinco horas, aproximadamente. Durante el acto, el gobernador de Antioquia, Sergio Fajardo Valderrama, aseguró que: “Una vía pavimentada, dignifica una población y significa inclusión, oportunidades, cercanía y competitividad”. Al respecto, Pérez Gallón asegura que antes de la construcción de la obra el departamento nunca destinaría un billón de pesos para invertir en vías, “pues si no es capaz de hacerlo el país, menos lo haría la gobernación; lo que es cierto es que la empresa no hace obras de misericordia porque las pavimentaciones también facilitan el proyecto”. La antropóloga explica que las hidroeléctricas funcionan con la lógica del mercado y buscan imponer un tipo de desarrollo, ajeno a las comunidades locales y que justifican con construcción de escuelas, centros de salud, pavimentaciones, abaratamiento de energía, agua y vivienda en los municipios. Afirma que utilidad pública no necesariamente es sinónimo de beneficio, pues lo público no significa mucha gente. Además, advierte que la idea de desarrollo es un señuelo con el que se vende el proyecto, cuando en realidad estas obras “dotan a las comunidades de una cosa que es obligación del Estado, pues no debería esperarse a la llegada de mega proyectos para su construcción”. Las ganancias de una hidroeléctrica dependen de especulaciones so-

bre lo que en un futuro demandará el país en energía. Según el ex gerente de Generación Eléctrica Jorge Mario Pérez, con Hidroituango, aunque Colombia tendrá una sobreoferta de energía, es necesaria para evitar crisis de este recurso como la de 1992, cuando el apagón en el gobierno de César Gaviria. “Se están estudiando las posibilidades de vender lo generado a una planta de producción de acero, desarrollar el Puerto de Urabá y abastecer parte del mercado centroamericano”, comenta, aunque aclara que la empresa sola no puede asumir esa producción y primero necesita establecer conexiones con otros países. La sobreproducción no garantiza que se bajen los precios de la energía en el departamento, pues a pesar de que Antioquia es potencia hidroeléctrica paga una de las tarifas más altas del país, debido a que los precios operan con un mismo esquema para Colombia, dado por la Comisión de Regulación de Energía y Gas, que, además, controla los servicios de electricidad y establece los costos. Por otro lado, los municipios reciben un dinero por tener en sus territorios un megaproyecto, de forma que las hidroeléctricas destinan de sus ganancias 10% para los afectados: 1.5% para los localizados en la cuenca hídrica, 1.5% a los sitios en los que está el embalse; además, otro 3% se revierte en las corporaciones autónomas regionales y el 4% en centrales térmicas. Esto se conoce como transferencias, que son utilizadas para saneamiento básico y mejoramiento ambiental. A pesar de las retribuciones económicas, algunos campesinos denuncian que por manifestarse en contra de

En Hidroituango, la Gobernación de Antioquia y el IDEA tienen el 52,89% de participación aproximadamente; EPM tiene el 46,47% y el 0,64% pertenece a accionistas minoritarios. la obra, les han vulnerado los derechos de reunión y expresión. “La fuerza pública no nos ha dejado ejercer una protesta social para reclamar unos derechos”, dice Gregorio, uno de los campesinos de Briceño refugiados en la U. de A. En la construcción del proyecto juegan diversos intereses: por un lado EPM dice que la actuación de Ríos Vivos contra Hidroituango es improcedente y por otro, algunos campesinos y el movimiento de defensa por los territorios declaran que la megaobra es la que ocasiona consecuencias sociales y ambientales a su hábitat. La pregunta que se hacen es si la verdadera forma de desarrollo que requieren las comunidades rurales es construir hidroeléctricas y se cuestionan por qué mejor no se llevan a cabo proyectos de carácter agropecuario y ecoturístico, pues si se impulsara la vocación campesina, habría más paz en los territorios.


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CRÓNICA

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Memorias de un pueblo antes y después de su represamiento

El Peñol de los recuerdos Diego Sánchez Alzate / fotodonto@yahoo.com.co Juliana Carvajal Castrillón / juliana.carvajal.castrillon@gmail.com

El Peñol de barrios como El Salvador, Alto Bodegas y Ratón Pelao, de calles empedradas, casas grandes y familias numerosas, es ahora el recuerdo, casi siempre desvanecido por los estragos del agua y cómo no, de la memoria, de aquellos que alguna vez recorrieron y vivieron en el Viejo Peñol, como es conocido actualmente. El lugar de estos recuerdos está ubicado en el oriente antioqueño y fue fundado en 1714, allí permaneció hasta el año 1978 cuando fue sumergido y trasladado a una nueva cabecera con el fin de dar cumplimiento a la última etapa de inundación para la construcción del embalse hidroeléctrico de Empresas Públicas de Medellín. La inundación se hizo en tres etapas: la primera fue en 1971 cuando se llenaron de agua los terrenos bajos cercanos al río. En 1973 se dio paso al agua para que llegara hasta inmediaciones del casco urbano, con un muro de contención, para que el agua no continuara hacia la cabecera municipal. Y, finalmente, en 1978 se permitió el paso completo del agua y el municipio quedó sumergido. Estella Alzate evoca en su memoria esas calles por las que corrió su juventud, a propósito de aquella canción que aprendió a cantar en el colegio gracias al padre Obedo: Pueblito Viejo; pero que a diferencia de la misma, ese pueblito al que no podrá volver con sus cantares ni morir en ese suelo que un día la vio nacer. En ese suelo sin pavimentar por donde pasaron una y otra vez las ruedas de su bicicleta, zigzagueante e inexperta, mientras la aprendía a montar. El Viejo Peñol era un pueblo muy tradicional, cuenta Estella. “En el pueblo no dejaban que las mujeres nadaran, bailaran o usaran blue jeans. Tampoco dejaban que estuvieran juntos hombres

Dos décadas después del represamiento al Viejo Peñol, como se conoce hoy el pueblo que fue inundado en 1978, sus habitantes, que abandonaron el municipio, recuerdan cómo era el pueblo antes de la represa y cómo cambió, además del pueblo, sus propias vidas.

Una cruz de hierro ubicada frente al balneario Puerto de la Cruz, es el vestigio que señala el lugar donde se encontraba la iglesia del Viejo Peñol. Foto: Diego Sánchez A.

y mujeres en la iglesia, todas las mujeres tenían que entrar con manto y había una nave para las mujeres y otra para los hombres. Así mismo, había escuela de niñas y escuela de niños”. La escuela de varones quedaba cerca del parque, desde donde hacía sus rutinarios viajes el rector Obedo hasta la escuela de señoritas, para enseñarles música. “Mi papá era feliz que yo estudiara en el

colegio de las monjas; recuerdo el uniforme, todo planchadito, con manga y cuello almidonado. Ya en quinto (diez) integraron todo y en sexto (once) los colegios eran mixtos.” El pueblo tenía casas muy grandes, podían ser de una cuadra entera. Eran cuadras de seis o siete casas, la casa de Estella estaba en la calle Alzate con la calle Chirria. En la calle Chirria estaban las cantinas y almacenes:

“Mujer que se veía en la cantina no valía nada, decían allá, por eso uno tenía que ir era a las heladerías. Una vez me invitó a la heladería un tío de Eugenia, mi amiga. Él me pretendía y me volé a tomar gaseosa y claro, me vio mi papá y cuando llegué a la casa me metió un manazo”, cuenta Estella con una sonrisa tocada de picardía. Casas con zaguán, puerta de madera

y ventanas con dos subdivisiones, las de arriba generalmente abiertas al saludo de quien recorriera aquellas calles empedradas, o a alguna señal conocida por los niños del pueblo para ir a montar en bicicleta o a jugar en la cancha de fútbol donde los llevaban a hacer educación física en las horas de escuela. El Viejo Peñol solo tenía un hospital y para llegar hasta él era necesario

cruzar un puente de madera “muy bonito, tenía techo y todo, y por ahí hasta pasaba el ganado”, describe Estella Alzate, seguida de su comentario de que por ahí cerca también vivía su novio Ramiro, y que al hospital iba adonde el odontólogo mandada por su papá. Aunque el agua también haya querido inundar un poco su memoria, Marleny Alzate sigue recordando vívidamente los personajes con que contaba el pueblo. “Leónidas Giraldo era de los adinerados del pueblo. Carlos Morales era el único fotógrafo, con una de esas cámaras en las que se metía debajo de una tela y decía: miren el pajarito. Blanca Urrea era la directora de la escuela de señoritas. Obedo Ocampo el director de la escuela de hombres. Además, hubo una cumbre de matemáticos ilustres como Bayardo Giraldo, profesor de matemáticas y quien escribió libros que tratan el álgebra como la de Baldor”. “¡Ah!, y cómo no –recuerda Marleny tras una corta pausa- don Demetrio. Él era médico tegua (médico sin título), vivía en una finca de Alto Bodega. Él se autoproclamó ateo, entonces cuando murió hicieron una tumba afuera del cementerio para él, porque no permitieron enterrarlo adentro. El hecho de ser ateo era muy extraño y además un pecado en un pueblo tan católico”.

El represamiento Desde 1932 se adelantaban estudios para entender el potencial hidroeléctrico del río Nare. Pero fue en 1960 cuando se firmó el contrato entre Empresas Públicas de Medellín y el Consorcio Integral de Medellín para permitir la utilización hidroeléctrica del río. En 1962 se presentaron los resultados de los estudios. “Estaba en cuarto bachillerato (noveno gra-


CRÓNICA

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En la vereda El Morro se encuentra una de las casas que sobrevivió a la inundación. Hoy es patrimonio arquitectónico, pues su construcción tiene más de 200 años de antigüedad. Foto: Diego Sánchez A.

do) cuando lo del represamiento. Mi papá, Luis Horacio Alzate, quería que yo fuera educadora, entonces me llevó a Marinilla para presentar las pruebas en la Escuela Normal Superior Rafael María Giraldo para hacer bachillerato pedagógico. En diciembre del 74 volví a Marinilla y presenté el examen y la entrevista. A finales de diciembre me dijeron que había pasado, le conté a mi papá y coincidencialmente él quería venirse para acá, para Marinilla, porque había un comentario de que iban a inundar el pueblo”, recuerda Estella. La primera etapa de la central hidroeléctrica, con capacidad de 280 MW (Megavatios) empezó a funcionar entre 1971 y 1972. La segunda etapa, la presa de Santa Rita, se elevó en 1982 y se incrementó la capacidad del embalse de El Peñol a 1.240 millones de metros cúbicos. Entró en servicio entre 1979 y 1980. En noviembre de 1976 se recomendó incrementar la generación en el complejo Guatapé, mediante tres proyectos: la desviación de las aguas de los ríos Nechí, Pajarito y Dolores a la cuenca del río Concepción. Después se reemplazarían las centrales generadoras por unas de mayor capacidad (de 40 MW a 140 MW). Estos proyectos fueron debatidos y se decidió ejecutar únicamente el correspondiente a las desviaciones de los ríos, que entró en servicio entre 1982 y 1983, es decir, se aumentó la energía del sistema en 339 GWh

(Gigavatios hora) al año. Según Estella ya llevaban cinco años diciendo que harían otro pueblo. “Si la gente no quería vender la casa, le daban otra en el Nuevo Peñol. Cuando yo estaba en el grado octavo, EPM ya era el dueño del Viejo Peñol. Un día nos dieron un paseo a todos los alumnos que no hubiéramos perdido una materia en el año, eso fue en el 72. Nos llevaron a Guadalupe cerca de Gómez Plata (donde estaban construyendo la hidroeléctrica) y nos mostraron cómo funcionaba. Nos dieron comida, charlas, montamos en teleférico; era raro que lo llevaran a uno a otro pueblo”. Marleny agrega que, además, cuando iban a poner la primera piedra del Nuevo Peñol, “llevaron a todos

los que quisieran del Viejo y EPM les dio almuerzo a todas las personas. Ese día habló el gerente de EPM y el párroco de apellido Ríos. Todo el mundo estaba contento. A mí me da mucha tristeza no poder volver al pueblecito, mucha gente se fue a Granada, Rionegro y Marinilla”. Esta misma situación se había presentado 11 años atrás con el municipio de Guatavita (Cundinamarca), y en las mismas circunstancias, para darle paso al embalse de Tominé. También, como en Guatavita, El Peñol cambió su concepción económica antes dedicada a la agricultura para dar paso al turismo y a la generación de energía. “En el Viejo había fincas de agricultura. Era un clima templado

en donde se cultivaba de todo. Mi abuelo era arriero, él cultivaba en grande, recogía los productos con muchos caballos y se venía por Cimarronas y llegaba a Rionegro o a Medellín para vender sus productos, se venía descalzo por ese camino, con maíz, yuca, café, plátano, entre otros. Con la llegada del turismo las fincas se aprovecharon para otras cosas y se perdieron. La economía cambió radicalmente”, cuenta Marleny Alzate. El proceso de negociación consistió básicamente en que los más adinerados del pueblo compraban las casas y las fincas a los demás para luego vendérselas a EPM: “Los intermediarios se aprovecharon de los campesinos al mo-

mento de vender las fincas. Se pagaban según los hijos desalojados; entonces a mi padre le compró una familia de más hijos para venderla más cara”, asegura Imelda Alzate. “Cuando se dio paso al agua, EPM compró lo que se estimaba que se inundaría, como el agua no llegó al punto de proyección, empezó a venderle otra vez a la gente. Eso pasó con la finca de nosotros. La finca se la vendieron a Lucero Aristizábal, cuando se murió se la dejó a la hija que puso el hotel El Embrujo”, agrega la otra hermana, Maria Elda. El represamiento cambió la vida de los habitantes de El Peñol y cómo no, al mismo pueblo, que hoy es un recuerdo. El recuerdo de un pueblo olvidado

El embalse de El Peñol abarca la cuarta parte del territorio de Guatapé y es el que mayor regulación tiene en el territorio colombiano. Foto: Diego Sánchez A.

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e inundado y que corrobora la cruz de esa vieja iglesia que se asoma desde lo profundo de la represa. “El represamiento llevó bichos y virus en la primera etapa: Santa Rita, Peñolcito… entonces me dio una alergia en todo el cuerpo, parecía una mazorquita. A muchas personas les dio lo mismo. A los pobres les daba carranchil y a los ricos alergias. Eso me dejó cicatrices, a mi papá le dio lo mismo y como a mí no me consultaron yo le robaba medicamentos a mi papá para echarme. Yo no dormía de la piquiña y bajé de peso por no dormir”, señala María Elda Alzate como una de las consecuencias que padeció, “aunque no tan triste como otras situaciones”, aclara. “El Viejo Peñol estaba ubicado geoestratégicamente en una especie de huequito. A la gente pobre le tocó irse al Nuevo Peñol. Por ejemplo, nuestra familia quedó regada en diferentes pueblos, eso es dividir la familia. Qué tristeza dispersar las familias así, en una época en la que eran tan unidas, todos eran conocidos. Al Nuevo Peñol llegaron personas con una estructura y forma de ser diferentes a lo acostumbrado”, resalta Marleny como una de las principales consecuencias. Pero agrega otra trascendental y peor como en tantos otros pueblos, “el represamiento fue poco antes de que empezara el problema de las guerrillas que se dio entre el 80 y el 90. La represa lo volvió turístico, entonces todos querían venir a construir fincas, casas y luego la guerrilla empezó a amenazar y la gente se fue; ahí comenzaron los secuestros, las matanzas. Si no se hubiera hecho la represa eso quizá no habría pasado”. Actualmente en la represa se hacen recorridos en planchón, lancha, bote o jet sky. Del Viejo Peñol quedan contados vestigios como la casa museo, ubicada en la vereda El Morro, que era propiedad de “don Demetrio” y que posee objetos antiguos que se constituyen en patrimonio cultural y arquitectónico. “Qué pesar haber perdido el pueblo original, como era de bonito”, concluye Imelda Alzate con un dejo de nostalgia.


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CUENTO

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Sueño de Agua Camila Reyes Vanegas / camaleonalbo@gmail.com

Heliodoro Cordonte no había cerrado los párpados en toda la noche. Su mujer Agustina Carretero había sufrido hasta el amanecer una fiebre, que le tenía el cuerpo ensopado y la cara lánguida, como si estuviera a punto de perder el espíritu. –Me voy a morir –le dijo mientras tiritaba. –Qué cosas dices mujer, ¡no digas tonterías!

todo era extraño. El calor abrasante del día no dejaba ver ni un alma en el camino; en especial, la de los niños que revolcaban el polvo con su pelota. O las mujeres que mecían sus pesados cuerpos en las poltronas. Ahora solo sabía que tenía que llegar a la tienda de Dorotea Milpez,

para siempre, de tal suerte que se enfermaron. –¡Necesito agua doctor! –le gritó. –No puedo hacer nada. –¿Y qué diantres ha hecho el alcalde? –Él también la ha contraído.

Se paró del lecho y se ensartó las pantuflas con la misma paciencia que mostraba cuando se levantaba. Caminó hasta la cocina y tomó de la repisa la tetera, una pequeña de color piedra que había recibido Agustina de su abuela, cuando le contó que iba a casarse con el hijo de Poseidón Cordonte. La reliquia aún sobrevivía en medio de los años y entre algunas ollas que se mostraban más sobrias para los quehaceres de la cocina. Por ello seguía siendo la preferida y cada vez que se presentaba una visita, era la indicada para hacer el té y también para aliviar los malestares del cuerpo. Abrió la llave para llenar la barriga de la tetera y para su sorpresa, no salió ni una sola gota. La cerró e intentó nuevamente con más fuerza. Una y otra vez. Pero con insistencia, la llave permanecía seca y ni una lágrima de agua se avistaba. “¿Cómo es posible?”, se dijo. Retornó a la pieza y su mujer, aún con los ojos temblando se retorcía en las frazadas, en medio del frío que le turbaba el rostro y el cuerpo. Tenía miedo de mirarla morir. Escabulló la mirada por la ventana y por momentos escuchaba sus quejidos en el delirio. –Iré por agua –le dijo cortante. Tomó una camisa y un pantalón ligero del armario, le besó la mano y salió angustiado por la carretera. En el recorrido, encontró la quebrada muerta en la que pescaba desde niño y un par de gatos agobiados, que ya no tenían aliento para corretear pájaros y cucarachas. No había ninguna explicación para aquellos sucesos y estaba decidido a encontrar su causa. Era domingo y

empinada que albergaba cientos de árboles y flores de todas las especies. Quería entender de una vez por todas por qué había desaparecido el agua. Cuando retomó el aliento descubrió que el misterioso grupo de figuras de las que hablaba Llamador, era una familia de vacas que con sus traviesos terneros se habían echado en el lugar, obstruyendo la salida del agua. Una de ellas, la más perezosa y gorda, que estaba preñada, tomaba los nutrientes del agua. Esa fuente vital que, al igual que los hombres, necesitan para vivir. Ellas, sorprendidas por la visita del extranjero, se sintieron atraídas cuando les mostró un ramal de pasto que había hecho durante el camino. Así las llevó hasta la otra colina arreándolas y les indicó otra fuente vasta de agua, que desde pequeño su padre le había enseñado en caso de perderse en el lugar.

Foto: Diego Sánchez A.

una dama de 35 años que nunca había querido enamorarse ni tener animales como compañía. Pero de nuevo, con sorpresa, el lugar estaba cerrado y solo se veía un letrero en rojo que decía: no hay agua. Las casas parecían fantasmas que se confundían unas con otras en medio del calor y Heliodoro Cordonte estaba a punto de desesperar. Creyó que también contraería la fiebre. Pero tan pronto divisó al doctor Rómulo Tifus, que llevaba a unos ancianos a su despacho, se dio tres palmadas en la cara para despertar y caminó rápido para alcanzarlo. –¡Necesito agua doctor! –No se preocupe, ella vivirá. –Usted no entiende, se está muriendo –le dijo agarrándole la bata. En ese momento, Rómulo le devolvió tres palmadas para que se calmara. Luego le explicó que más de la mitad de la población había adquirido la fiebre la noche anterior, porque en un sueño vieron que el agua de Corcombia se extinguiría

La tarde caía y enloquecido, Heliodoro caminó más rápido hasta el nacimiento que surtía de agua a toda la población. Realmente empezaba a temer que Agustina muriera; que los habitantes se volvieran locos y que enfermaran los animales. Llamador Montes, un hombre que vigilaba el agua y que se encontraba cerca, le advirtió que algo oscuro se había apoderado del lugar y que en la cima, donde nacía el agua, se divisaba un conjunto de monstruos de rara especie, que gemían e intimidaban con sus sonidos. Pero sin escucharlo bien y llenándose de valentía, Heliodoro cogió colina arriba hasta llegar a la cima; una muy

Concluida su misión para que el agua volviera al pueblo, caminó lo más rápido que pudo trocha abajo de la colina. Llamador Montes ya no estaba. Tomó un atajo para llegar a su casa y de paso, miró que la quebrada y el par de gatos deshidratados, habían revivido. Cuando entró a su casa caminó hasta la alcoba con las pantuflas empantanadas para buscar a su esposa. Pero ya no estaba. Gritó y gritó como loco hasta que la encontró, de espaldas en la cocina. –Por Dios, no grites. Ya te he servido el té. Cordonte sonrió. Su mujer estaba de nuevo en pie. Ya nada le podía quitar su tranquilidad, porque por lo menos, aquella noche alejaría todos los malos sueños que hicieran pensar que en Corcombia el agua ya no existiría más.

ACLARACIÓN En nuestra pasada edición 37 se publicó esta ilustración en el artículo “Niños maltratados, niños combatientes”, en la página 14, dibujada por Tohmás Restrepo. No tuvimos la precaución de advertir que dicha ilustración está basada en una fotografía de Jesús Abad Colorado. Así que pedimos disculpas a nuestro colega por la falta de precisión y le damos todos los créditos.


PERFIL

CONTEXTO No. 38 Septiembre 2013 UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA

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Juan Ricardo Mejía, el sutil Sebastián Trujillo Osorio / sebastros@gmail.com

Arquitecto, profesor, investigador en viviendas de emergencia, consultor del Área Metropolitana del Vallé de Aburrá, y la Empresa de vivienda de Antioquia (VIVA), y con estudios complementarios en Museología y museografía, en Austria, y Vivienda y Desarrollo Urbano, en Holanda. Es Artista. Inevitable preguntarle. Después de tanto recorrido académico y profesional ¿cómo llega uno a la creación plástica? “Mi formación y desempeño siempre fue en la arquitectura. Yo tengo una excesiva rutina de trabajo: hipercontrol de mi tiempo; como tengo tantos intereses, debo tener una asignación de prioridades en mis labores. No están regidas por una o por otra obligación, pues me doy libertades: a veces tengo mucha dedicación para el trabajo plástico y, en otras ocasiones, estoy dedicado a los proyectos arquitectónicos. Son semanas intensas antes de cada exposición”. Es también la unión de varias situaciones: durante 10 años, tuvo un negocio llamado Hierro contemporáneo, en el que diseñaba “objetos-función”, pero con contenido y un diseño conceptual muy fuerte. Con el tiempo, llegó un momento en el que empezaron a aparecer objetos sin ninguna función, pero que le parecían plásticamente muy potentes, aunque no servían para nada. “Eso estuvo asociado con otra situación personal: los hacía por ‘encarrete’. Esa acción tuvo una reacción de terceros; en primera instancia, el estímulo de unos galeristas de Miami, que dio como resultado un cierto apalancamiento, es decir, poder hacer lo que me interesaba tanto, pero que yo no lo tenía como una actividad concreta de producción plástica. Descubrí que mi hacer podía tener interés

para alguien. Siempre hubo una acción y una reacción”. No es entonces una experiencia planificada. Se va dando en el trascurso de su vida profesional, desde donde siempre existió mucho interés por las artes plásticas, la escultura y la pintura, pero como coleccionista y amante de la estética, propia de su profesión. Desde el 2006 ha desarrollado un trabajo artístico más juicioso y constante, y cada año tiene mayor eco y mayor compromiso de su parte. A la vez, ha tenido más respuestas de su público espectador. “El primer contacto que se hace en Miami es a través de un amigo que es artista; el segundo contacto, en Bogotá, tiene efectos similares, con un nuevo espacio de exposición que se abrió en esa ciudad. Y con varias exposiciones pequeñas, de manera colectiva, en el Museo El Castillo, la Universidad Nacional y en la UPB, de Medellín”. Su obra ha sido exhibida en Miami, en la galería Etra Fine Art con la exposición “Origami”, en el 2007 y “Espacios sutiles”, en 2011; la serie llamada “Cajas de luz” fue presentada en la “Galería Alonso Garcés” de Bogotá, en 2009. Este año hizo parte de la muestra comercial de Barranquillarte y de la subasta de arte de la fundación Santiago Corazón. El pintor Mario Vélez, conocedor de la obra de Juan Ricardo, conceptúa: “Tiene un gran valor artístico, me parece una

“Mi trabajo está alejado de conceptos abstractos”

Foto cortesía del autor.

obra absolutamente vigente, puede que no tanto en Medellín, es más internacional; tiene que ver más con el abstraccionismo venezolano; inclusive, por los colores, la forma y la luz, con la corriente del cinetismo. Es un trabajo importante. Con seguridad será un gran trabajo si lo sigue desarrollando”.

Polimorfismos Desde hace dos años trabaja en esta serie, que logra involucrar a todos los actores que, desde el principio, han estado en su trabajo artístico, y

“Todo mi trabajo es un tema de convicción, de logros de producto final, de comunicación con la gente; si esas dos cosas funcionan bien, hay un punto de partida”.

que estará durante todo el 2013 en cuatro lugares del mundo: en Medellín (Biblioteca UPB), en Miami (Etra Fine Galley), en Bogotá (LGM Arte Internacional) y en Winterthur, Suiza (Knoerle & Baettig contemporary fine art). Es una exposición de carácter itinerante, más integral que las anteriores, y está compuesta por tres formatos: Bosques radiantes, Tótems y Cortezas. “Desde mi percepción, desde el arte contemporáneo, creo que hay unos intereses por tener en cuenta: unas estructuras conceptuales muy complejas que sólo se entienden con una explicación profunda. Digamos que, en ese sentido, Polimorfismos es una reflexión más simple y concreta, en cuanto expresión plástica; por mi formación, y mi búsqueda por encontrar cierta simbología fundamental, desde unas narraciones simples, cualquier persona logra entender mi pro-

puesta, siempre y cuando tenga un mínimo concepto estético”. La serie tiene nuevo símbolos, entre orgánicos, imbricados y simples. Aparecen como dibujos y densidades, es una serie de interior-exterior, piel, carne. Muchas referencias a la arquitectura, todo su trabajo tiene un lenguaje común. “En Bosques radiantes, se intuye ya la vocación de Cortezas, en su posibilidad de ser tridimensionales; en Tótems cambia la escala y la materialidad, pero se sigue buscando ese golpe de estómago que produce emoción y que le llega a uno, algo interior y ventricular. Es una propuesta muy fuerte pero, también, etérea, muy sólida, pero blanda y colorida. En Cortezas, la cinética está expresada por el desplazamiento de los lugares, en Tótems, queda en el objeto”. No hay grandes intenciones de buscar reflexiones complejas. La obra tiene el interés de ser cambiante y de múltiples facetas; algo que se logra con la luz, los pliegues y los cortes.

Crítica y valor “Estoy desprendido del tema, abierto a escuchar lo que cada quien sienta o pueda decir. A mí me toca escuchar los elogios. Quienes han estado haciendo reportes de prensa, todavía están en un ámbito más documental, sin tomar ninguna posición”. En el catálogo de presentación de la serie Polimorfismos, Lucrecia Piedrahíta, curadora de arte, dice de la obra de Juan Ricardo: “El espesor sensorial latente en su obra se evidencia en la tensión y entrega de la luz y la sombra como sus cualidades de existencia. Una mirada selectiva de quien comprende la exigencia de materializar el

vacío, a través del dibujo, en pliegues de planos y contraplanos”. Sobre Cortezas y Bosques radiantes, y sobre sus esculturas, dice la curadora: “La concentración en la materialidad externa del objeto, subrayada por una impecable técnica, le otorga una realidad interna a las piezas, en donde se equilibra la semántica de las formas y las dota de una apariencia sólida, en comunión con la poética presente de una obra que se levanta en una intrincada red de hilos visibles e invisibles, que canalizan la virtud más coherente de la existencia, de quien hace arte: el corazón que late, el de las pulsaciones irresistibles”. Sus obras son apreciadas en el mercado artístico, y comercialmente tiene amplia acogida entre galeristas y coleccionistas, y eso lo explica por una convicción irrestricta, propia de su trabajo. Según Juan Ricardo, en lo que uno más crea, es lo que mejor hace: “Todo mi trabajo es un tema de convicción, de logros de producto final, de comunicación con la gente; si esas dos cosas funcionan bien, hay un punto de partida. La escultura tiene unos mayores costos; yo sé cuánto me vale hacer cada obra; comprendo las implicaciones de las comisiones mercantiles, y con esas dos variables, establezco cuánto vale la obra. Conozco mucha gente que vive del arte. Yo he tenido gran libertad de elegir las propuestas y mis compromisos laborales; no estoy creando con el único propósito de vender”. Para él, con una vida hace mucho tiempo definida, su ejercicio artístico es tranquilo. Simplemente, ha de preocuparse por encontrar una manera de desarrollar un proyecto, que plásticamente exprese una narrativa propia, a través de la luz, la textura, la forma y el color.


16 Reportaje gráfico

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Un cuerpo líquido y exquisito Hebert Rodríguez García / heroz20@hotmail.com

En estas imágenes el agua fluye. Corre entre las rocas atascadas en el caudal del río. Salta con furia al sentir la lluvia y el silbar del viento. Cubre las hojas con sus gotas cristalinas. Estas imágenes, plasman la vida. Somos agua y fluimos, corremos libres entre meandros y vegas. Estas imágenes resisten, sensibilizan y claman por un recurso del que nos hemos olvidado. ¿Y qué pasará cuando ya no estés, tú, agua en estas tierras? ¿Y qué pasara cuando ya no estés tú, agua refrescando mi vida?

Foto: Pablo Monsalve M.

Foto: Hebert Rodríguez G.

Foto: Pablo Monsalve M.

Foto: Diego Sánchez A.

Foto: Hebert Rodríguez G.

Foto: Diego Sánchez A.


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