Contexto 41

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PERIODISMO UNIVERSITARIO

ISSN 1909-650X

El periódico de los estudiantes de la Facultad de Comunicación Social-Periodismo

Medellín, abril de 2014

No.41

Distribución gratuita

CULTURA POLÍTICA:

Fotos: Laura Mejía / Juliana Gil.

DE LO IDEAL A LO REAL Las prácticas y las formas de nuestra política en Contexto Una nueva convocatoria a las urnas dejó no sólo las respuestas que muchos esperaban en los resultados electorales, dejó también preguntas en torno a la manera cómo se vive, se ejerce, se construye e, incluso, se deteriora la cultura política en Colombia. Entre el cierre de las elecciones para el Congreso y la expectativa de las votaciones para elegir un nuevo Presidente, Contexto propone una mirada analítica sobre

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Análisis

Voto a presión La principal amenaza para las elecciones ya no es la violencia. A la ciudadanía le caben responsabilidades.

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Reportaje

varias de las cuestiones que ilustran lo que debería ser, lo que es y en lo que se está convirtiendo nuestra cultura política. Este recorrido propone una perspectiva de las voces disidentes, del papel de las nuevas generaciones, el perfil de los políticos por quienes votamos y los lugares de los ciudadanos en este panorama.

La sombra marginada del poder Oposición política en Colombia.

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Informe

La manifestación del voto en blanco Protesta, movimiento social, fenómeno político.


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Opinión

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¿Bicentenario de la Independencia?

DE UTOPÍAS Y REALIDADES ELECTORALES Luis Daniel Botero Arango / danielboterocomunicador@gmail.com

El día de las elecciones tiene un olor y un clima distintos a los demás días del calendario regular. Por lo general, voto en la mañana para evitar las congestiones de última hora y no arriesgar mi participación, incluso porque siento que me ataca la ansiedad por recibir los tarjetones y marcar las casillas del partido y de los candidatos que previamente he escogido. Llego al sitio de votación acostumbrado, busco mi cédula en las hojas pegadas de manera rudimentaria en la pared para saber la mesa en la que debo sufragar y accedo a la requisa por parte de la Policía, como un ritual que acrecienta mis expectativas. El hecho de sacar mi cédula y no la tarjeta de crédito de la billetera para demostrar mi ciudadanía es un acto que, de forma extraña, me llena el ego ante los jurados de mesa y, ni qué decir sobre los nervios cuando recibí uno a uno cada tarjetón. Me acerco al cubículo, miro los papeles impresos, reparo cada rincón y siento el aroma característico de este momento, combinación de tinta y papel tostado. Tomo el lapicero e intento hacer la “X” lo más pulida posible, temiendo una anulación y, después de marcado, me quedo mirando el papel para mayor certeza. Así, con cada tarjeta. Doblo de la manera en que corresponden los pliegues e introduzco cada tarjetón en las urnas. La ansiedad pasa y llega una calma cargada de satisfacción, mientras recibo la cédula y el certificado electoral. Por lo que significa este día para mí, me he ofrecido para llevar un amigo hasta el municipio de Jericó y que ejerza su derecho, ya que es su lugar de origen y, por supuesto, de elección. Antes, aprovecho para visitar a mis padres y tomar un café mientras conversamos sobre la jornada y hojeamos la prensa. “Hoy es un día bonito para una democracia”, comento a mi papá, a lo que responde sin titubear: “Sí, pero esta política lo ha desvirtuado”, lo cual contiene de inmediato mi emoción e ingenuidad. Acto seguido, mi mamá confiesa no haber definido aún sus votos, para lo cual me presto de inmediato y comenzamos a hacer un mapa con la ayuda de alguno de los periódicos que observamos. Empezamos a descartar por partidos y por candidatos, según sus gustos. Al final, gana la percepción y se decide por personas que cree reconocer, pero poco sabe de sus realizaciones políticas. Hasta aquí ya son dos los indicios que me hacen pensar que este día tal vez no es tan especial y que no merece la pena ni mi emoción ni mi ansiedad. Me despido tranquilo porque creo haber contribuido en la decisión del

voto de mi mamá, respeto la manera de concebir su relación con la política y con los políticos que, tal vez, no vas más allá de algunas lecturas de prensa y de los noticieros de televisión. Me dirijo ahora hacia el centro de la ciudad para recoger a mi amigo y me encuentro una Medellín poco convulsionada a eso de las 9:30 a.m. de este domingo extraordinario. Una vez en la carretera hacia el suroeste, encontramos una vía tranquila y, sin traumatismos, llegamos al cabo de unas tres horas, incluso antes del tiempo pronosticado. “Antes en Jericó el día de elecciones no había transporte”, comentó mi amigo, pregunté por qué y la respuesta inmediata fue: “Imagínese por qué” y prosiguió: “incluso cerraban la flota en Medellín y la gente tenía que viajar el sábado y madrugar el lunes para regresar”. Sin embargo, pienso que la empresa de transportes podría aducir razones de seguridad para abstenerse de prestar el servicio, pero encadenado a otras historias pierde peso aquel pensamiento con el que trato de proteger mi sentimiento hacia la democracia. Una vez en Jericó nos encontramos con la mamá de aquel amigo y nos diri-

gimos al lugar de votación, se saludan e ingresan para ejercer su derecho. Después de unos minutos salen y, como si se tratara de una celebración anticipada, compartimos un café para intercambiar ideas. En medio de la conversación, dice la señora a su hijo: “Yo marqué sólo uno de los tarjetones porque se me olvidó preguntarle antes de entrar por quién había que votar, no llevé el pastelito”, a lo que mi amigo no sabe qué responder y simplemente acata a decir: “pero usted por qué no me preguntó antes”, y ella aduce que: “no sé, se me olvidó”; “¿Entonces no marcó Senado y Cámara?”, pregunta el amigo y ella contesta: “no, no los marqué”. No puedo evitar que se note mi actitud de sorpresa frente a la confesión y decido guardar silencio. Un instante de tensión invade el espacio de aquella mesa. De un momento a otro, la señora se levanta y dice que irá por una amiga a quien le puede hacer el “pastelito” para votar, en un intento por recompensar su falta. Efectivamente, aparece unos 10 minutos después para que mi amigo y yo apuntemos en un par de papelitos la recomendación del voto. Mientras hago uno de los “pastelitos”, se me pasa todo por la cabeza: ¿estaré actuando de manera incorrecta? En todo caso, me siento incómodo. Fue inevitable tocar el tema de la dificultad para votar, sobre todo por el manejo del tarjetón y surgieron varios comentarios alrededor: “eso es muy difícil para los campesinos”; “para qué admiten tanto candidato, eso debería tener un tope”, entre otros, que demuestran vacíos de pedagogía electoral y la falta de capacidad para enfrentar una jornada como esta. En ese momento tuve un sentimiento de profunda de-

solación y vi a una ciudadanía vencida y desarmada (sin argumentos) frente a la arremetida de las campañas, de los medios y de los supuestos favores políticos que debemos devolver con el voto, como si se tratara de una barata transacción que es preciso cumplir por unos proyectos con los que estos políticos se comprometieron hace unos años atrás, es decir, por sus obligaciones sin esperar nada a cambio. Nos acercamos hasta la casa del amigo para almorzar, con lo grato que es tener momentos para el disfrute de la “micro política” cotidiana, que es finalmente la que nos salva la vida en medio de las repetidas frustraciones con el medio ambiente que habitamos. Al llegar, nos recibe su papá y nos procuramos un caluroso saludo. Su pregunta inmediata es: “¿cómo les fue pues con lo del voto?” y nuestra simple respuesta del “bien”, va acompañada de la anécdota. De inmediato mi reacción es preguntarle si va a votar y, luego de un respiro, me dice: “¡Ah! Yo no voto por esos políticos”, en actitud del cansancio que entraña el descontento y la decepción, que no son más que la expresión de un deseo profundo de cambios y transformaciones. Así transcurre un día de elecciones como cualquiera otro en un país que se acostumbró a su destino, que no cree en su poder de transformación desde el ejercicio ciudadano, que se desapasionó y ha sido herido de muerte en su valor civil. Ahora deambula por las calles como un perfecto obediente. Creo que, a pesar de los bemoles de esta democracia nuestra, el próximo domingo 25 de mayo me levantaré y volveré a sentir ansiedad pero, sobre todo, con el deseo inmenso de ser un desobediente.

Cada elección es una oportunidad para poner en debate la visión de futuro del país. Foto: Miguel Spitaletta.


Editorial

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El buen gobierno necesita buenos ciudadanos / periodico.contexto@upb.edu.co

Los hechos de violencia fueron un problema superado con éxito en las pasadas elecciones legislativas, de acuerdo con los pronunciamientos del Gobierno Nacional, minutos después del cierre de las urnas el pasado 9 de marzo. Ahora, por encima de los actos violentos están los actos de fraude y corrupción en torno al ejercicio del voto, según el balance de organismos independientes que durante esa jornada se dedicaron a labores de veduría. De acuerdo con la Misión de Observación Electoral, una plataforma de organizaciones de la sociedad civil, independiente del Gobierno y del sector privado, en las últimas elecciones se reportaron 10 hechos de violencia, pero en lo que respecta a irregularidades y delitos electorales, fueron atendidas 3 denuncias por minuto. Y frente a esta situación, lo que debe generar preguntas es quiénes son los protagonistas de esos 2.000 hechos reportados en todo el país y de todos los que ocurrieron antes y después de las votaciones. Para más señas, la historia empieza con la inscripción de cédulas. De acuerdo con la Misión de Observación Electoral, en 200 municipios la población de votantes aumentó de manera irregular. Barranquilla y Sabaneta en Antioquia, fueron los dos casos más destacados. En el segundo de ellos, por ejemplo, se determinó la cancelación de más de 6.000 inscripciones. Y la historia sigue con la diferentes denuncias registradas por medios de comunicación, según las cuales programas gubernamentales se pudieron haber utilizado como promesa de campaña de algunos candidatos a cambio del voto. Un informe de la revista Semana consultó en el mes de enero a expertos y candidatos al Congreso de la República para aproximar a los 2 mil millones de pesos el costo de una campaña política parlamentaria. En 2009, el portal La Silla Vacía analizaba los montos otorgados por el Consejo Nacional Electoral para estimar entre 8 y 15 mil millones de pesos el costo de una campaña presidencial. Las sumas son exorbitantes y la pregunta lógica es ¿de dónde sale tanta plata? Aunque las autoridades establecieron mecanismos para fortalecer el ejercicio de rendición de cuentas, en torno a la financiación de las campañas abundan, más que comentarios, denuncias en torno a presiones sobre contratistas para

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favorecer a un aspirante cercano a la cabeza de la administración contratante, así como se ha llegado a tasar el costo promedio de un voto en 100 mil pesos a razón de los cuales se entrega el dinero en efectivo, aparatos electrónicos, mercados o insumos para construcción, como lo confirma la Misión de Observación Electoral en denuncias trasladadas a las autoridades competentes y que comprenden diversos segmentos socio económicos de la población, pues también a través de los medios se conocieron casos de oficinas y centros educativos convertidos en feudos de proselitismo electoral. El paisaje de las ciudades e incluso de las zonas rurales empezó a sobrepoblarse de vallas, avisos, pendones, pancartas, grafitis, tableros electrónicos, vehículos con perifoneo para promover a uno u otro candidato. Y en medio de tanta propaganda, el elector parece tener menos información. Nuestro columnista invitado en esta edición cuenta por ejemplo cómo allegados y familiares le pidieron su ‘concepto’ para saber “por quién hay que votar”, situación que también vivieron varios de los miembros de la redacción de Contexto. Y por esos vacíos entra la confusión, ejemplo de lo cual fue la propaganda política disfrazada de “pedagogía electoral” que se entregó a pocos metros de los puestos a los que acudían los electores. Esta historia continúa con varias preguntas simples: ¿sabemos qué pasó con nuestro voto? ¿Sabemos qué hace el candidato que elegimos? ¿Recuerda usted por quién votó hace cuatro años?

que votemos o en aquellas que hacen que nos abstengamos de hacerlo. En el segundo caso por lo menos, es imperativo hacer el ejercicio de revisar si de ese modo se ha efectuado el cambio de aquellas situaciones por las cuales decidimos no votar. Asumimos el debate político con más emoción que otra cosa. En junio de 2012, el país sintió la necesidad imperiosa de hacer un cambio sustancial en el Legislativo cuando se fue a dormir con un proyecto que prometía renovar el sistema de justicia en debate y se despertó con una ley que aprobaba beneficios a congresistas comprometidos penalmente. El hecho se sumó al prontuario compuesto por la financiación del combustible para los vehículos de los dignatarios, a los cuestionamientos frente al despilfarro de recursos públicos en material de oficina y otros bienes supuestamente requeridos para el desarrollo de las labores en el Congreso, a las dudas sobre el avance de proyectos importantes por las ausencias reiteradas de numerosos parlamentarios. Plantones, marchas, recolección de firmas, mucha indignación en el ambiente, muchos deseos de cambio de los cuales queda relativamente poco. Es lo que se infiere del alto nivel de abstención constatado por la Misión de Veeduría Electoral de la OEA durante los últimos comicios. De acuerdo con el comunicado oficial del organismo, “este fenómeno se suma al alto número de votos en blanco, sin marcar y nulos. Según los datos preliminares de la Registraduría, la cantidad de votos nulos ascien-

de a 10,38% en el caso del Senado y a 12,23% en la Cámara de Representantes. De acuerdo a la observación desarrollada por los veedores de la OEA, los datos sobre los votos nulos podrían explicarse, entre otras razones, debido al complicado sistema de sufragio que afecta el diseño de la boleta, así como los niveles de información y capacitación de votantes y jurados de mesa”. Tenemos el reto de mirar con detenimiento la forma en que se nos plantea el ejercicio de la política frente a la manera en que lo pensamos y vivimos como parte de nuestra cotidianidad. Un ejemplo de ello es el lugar dado en el escenario político a las propuestas divergentes. Por otra parte, no se puede desconocer el papel de la juventud como proponente de reformas desde escenarios que se apartan de la idea tradicional de la participación, hecho que incide en los cambios del perfil de las personas que optan a un cargo de elección popular, un escenario en el que hay altas y bajas y que es reflejo de nuestra idea de la participación y del poder. El voto en blanco y los debates en torno suyo, el auge de las iniciativas ciudadanas que promueven la participación política más allá del voto en un ejercicio más informado, crítico y comprometido, son parte del escenario de una nueva elección presidencial y son elementos que desde Contexto consideramos que plantean una agenda de debate que conduzca a que el buen gobierno también esté determinado por la acción de ciudadanos mejor informados y más comprometidos.

La responsabilidad del ciudadano Es inevitable recorrer toda esta historia y no preguntarse por el ciudadano; por quienes hacemos Contexto, por usted que nos lee. Porque cabe pensar hasta dónde el avance de las prácticas irregulares en torno a la participación electoral no ha sido facilitado por el terreno que cedemos los ciudadanos con nuestra apatía, nuestro desgano para exigir el cumplimiento de lo prometido a quienes les dimos nuestra confianza a través del voto. Hay que pensar entonces en las razones que nos están motivando para

Rector: Pbro. Julio Jairo Ceballos Sepúlveda / Decana Escuela de Ciencias Sociales: Érika Jaillier Castrillón / Director Facultad de Comunicación Social-Periodismo: Juan Fernando Muñoz Uribe / Coordinador del Área de Periodismo: Juan José García Posada / Director de Contexto: Joaquín Gómez Meneses. / Jefe de Redacción: Carolina Campuzano B. / Fotógrafos: Hebert Rodríguez G. • Catalina Rodas Q. • Andrea Nieto Y. • Pablo Restrepo G. • Diego Andrés Sánchez A. • Natalia Calderón R. / Redactores: Isabel Grisales M. • Carolina Campuzano B. • Natalia Calderón R. • Camila Reyes V. • Camila Bernal Q. • Juliana Carvajal C. • Laura María Echeverry J. • Juan Pablo López M. • Ángela Amaya M. • Juliana Gil G. • Daniela Ruiz L. • Pablo Restrepo G. • Andrea Nieto Y. • Diego Andrés Sánchez A. • Camila Restrepo G. • Camilo Londoño H. / Foto portada: Hebert Rodríguez G. / Diseño: Estefanía Mesa B. • Carlos Mario Pareja P. / Diagramación: María Isabel Franco / Impresión: La Patria / Universidad Pontificia Bolivariana • Facultad de Comunicación SocialPeriodismo / Dirección: Circular 1ª Nº 70 - 01 Bloque 7 / Teléfono: 354 4558 / Twitter: @pcontexto / Correo electrónico: periodico.contexto@upb.edu.co / ISSN 1909-650X.


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Opinión

No bote su voto Sara Uribe Arango / sarisuribe07@hotmail.com

Mientras se acercan unas nuevas elecciones, se escuchan voces que se refieren al voto en blanco. La Corte Constitucional lo ha definido como “una valiosa expresión del disenso a través del cual se promueve la protección de la libertad del elector”. Algunos analistas argumentan que se trata de una muestra de inconformidad de los ciudadanos por los políticos de siempre.

El país de la indolencia Carolina Campuzano Baena / karo_k911b@hotmail.com

A veces hace falta un poco de dolor: desafiar las estadísticas (una de las grandes mentiras, como dice Mark Twain) según las cuales somos el país más feliz del mundo y pensar en las múltiples razones que tenemos para no serlo, como ocupar uno de los primeros lugares en desigualdad, después de Haití y Angola; tener seis ciudades dentro de la lista de las más violentas del mundo; albergar miles de desplazados internos,

Un elogio al olvido truncado Juan Pablo López / soyjplopez@gmail.com / Twitter: @iHedonismo

Con motivo del Hay Festival, hace algunos días se escuchó una conversación que tomó tintes de debate entre el escritor colombiano Héctor Abad Faciolince y el prestigioso periodista y politólogo David Rieff, autor del libro “Contra la memoria”. Por si no lo sabía, Rieff es hijo de una señora que se llamaba Susan Sontag. Su reputación claramente lo precede, al igual que sus publicaciones que, en lo personal, me dejaron unas encrucijadas mentales de proporciones bíblicas. Vamos directamente a la tesis de Rieff: él, un norteamericano que ha cubierto las guerras de Irak, Bosnia, Palestina, Kosovo, entre otras, igual de sanguinarias, plantea que la memoria es el principal enemigo de la paz, a la que concibe como una acción intoxicante. Y aquí fue cuando los hemisferios de mi cerebro comenzaron a entrar en conflicto. Me decía: “Entonces, ¿este man lo que me propone es un Alzheimer que suprima rencores y el perdón?”. Si la escuchamos bien, no suena tan descabellada la idea. Es una postura que merece ser analizada con todo el rigor posible. Yo la extrapolé a temas banales de la cotidianidad y de inmediato me imaginé un orbe ideal: sin sufrimientos por desamores, sin la nostalgia por los ausentes… en fin, la vi como la

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Dice el artículo 9 del Acto Legislativo 01 de 2009 que: “Deberá repetirse por una sola vez la votación para elegir miembros de una corporación pública, gobernador, alcalde o la primera vuelta en las elecciones presidenciales, cuando del total de los votos válidos, los votos en blanco constituyan la mayoría. Tratándose de elecciones unipersonales no podrán presentarse los mismos candidatos, mientras que en las corporaciones públicas no se podrán presentar a las nuevas elecciones las listas que no hayan alcanzado el umbral”. La historia del país ha demostrado que el voto en blanco termina disminuyendo de las encuestas a las urnas, de manera que para obtener la mayoría absoluta necesaria, es decir 50% de votos más uno, todos los que se consideran votos de opinión (que resultan de un ejercicio libre y racional) tendrían que convertirse en votos en blanco… y quedaría faltando. En caso de triunfar el voto en blanco, habrá un plazo de diez días para que se presenten nuevos candidatos a elecciones presidenciales y las condiciones dejan sin posibilidades a los partidos pequeños y con

pocos recursos. El voto en blanco es un instrumento simbólico que, según dicen sus promotores, logrará avergonzar a la clase política. Si se consideran las irregularidades de las votaciones pasadas, además de los frecuentes episodios de comportamientos muy discutibles durante la campaña proselitista, no está tan claro que ese efecto llegue a darse. El voto en blanco es un instrumento limitado. Una gran parte del electorado que dice identificarse con el voto en blanco, en medio de su indignación, mantiene cierto desgano por estudiar a los candidatos, asistir a los debates y promover nuevas iniciativas. Por eso, es necesario reconocer que la responsabilidad sobre lo que hay que corregir no recae solamente en los políticos, también en los ciudadanos que venden sus votos o se mantienen indiferentes. No basta sólo el rechazo. Que se formen organizaciones promotoras del voto en blanco demuestra que sí es posible formular nuevas iniciativas. Además, deben ser canalizados los esfuerzos hacia programas que interpreten y representen las necesidades de la sociedad.

por no mencionar nuestras problemáticas sobre educación, salud y corrupción. ¿Y qué podríamos decir de esta democracia? El diagnóstico que hago de Colombia es de indolencia. Parece que eso es lo que sentimos por nuestro país. Al fin y al cabo, ¿qué tanto nos importa esto cuando Falcao está lesionado o se cae WhatsApp? Ya lo diría Carlos Palacio en su canción Colombita: “Culta y vulgar y diplomada en meimportaunculismo. Amnesia, ¿quién? ¡Amnesialand! El funeral y el carnaval te dan lo mismo”. Quizás no nos duele Colombia porque estamos narcotizados, (mal) acostumbrados o, tal vez, somos reacios al cambio al ver que las intenciones son buenas y los resultados perversos. Y ni qué decir de los (des) propósitos de quienes prometen que todo será mejor en sus manos. ¿Usted les cree? Antes de responder, considero mejor implementar el principio socrático de la duda y desconfiar. Creer en alguien no es negar sus errores ni ser ciegos frente a las heridas que se han zanjado a través de la historia en esta tierra, que se siguen abriendo y nos

recuerdan que no podemos descargar todo el peso de nuestra indolencia en unos cuantos políticos de turno: los pocos navegantes en esta tierra de náufragos, como diría Eduardo Galeano, pues los elementos que definen el Estado son la población, el territorio y el gobierno, no sólo este último. Por eso, yo aún le creo al Estado. Le creo a esta tierra, a las cadenas montañosas de la Cordillera de los Andes, a la fertilidad del suelo, al florecer de las orquídeas y al aroma del café; también le creo a los pobladores, a los colombianos. Bueno, tengo esperanza, pues diversos hechos recientes como el paro agrario, la protesta contra las reformas a la educación y a la justicia o el creciente movimiento en torno al voto en blanco, han mostrado que cuando los habitantes se conmueven, se mueven; aunque, al final, sí sospecho de quienes, cuando gobiernan, diluyen sus promesas y aumentan sus tretas, pues, contribuyen para que los ciudadanos, sin cultura política, de tanto verse defraudados, continúen anestesiándose frente al dolor que produce este país.

solución más pragmática para resolver cualquier pugna que presente la vida. Ahora bien, es fácil adoptar dicha postura cuando gran parte de la vida se ha vivido en una burbuja y el conflicto no le ha estallado en la cara a uno. Por ello, pacté con mi ser que por más seductora que sonara la idea de un elogio al olvido, en este debate moral y

ético no puede salir triunfante la impunidad. Consideré mediocre la idea de andar por la vida con ideas ambivalentes y sin conocer ni la verdad ni el perdón. El problema es que en este contexto colombiano, los que añoran una paz sin impunidad, la ven inherente al castigo, y peor aún, toman por sinónimos la paz y la victoria.


reportaje

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VOTO A PRESIÓN Laura Bayer Yepes / lauradesdibujada@gmail.com

Las elecciones parlamentarias del pasado 9 de marzo mostraron las debilidades de un sistema electoral en el que participan ciudadanos que no están bien informados, leen poco y, por tanto, no tienen criterio para apropiarse de la elección del poder. “Aquí no tenemos cultura de la lectura. En Colombia, supuestamente, se lee un libro y medio en un año”, afirma Carlos Montoya Suárez, colaborador de la Misión de Observación Electoral (MOE) y coordinador de la edición de Cultura Política del periódico La Pupila de Medellín. Dice Montoya que la atención del votante es un proceso histórico que no se puede cambiar de la noche a la mañana. “Que salga en un medio por lo menos genera dudas. Cuestiona y le da a la gente elementos para hablar. Para mí, se debe seguir difundiendo mucha información”, asegura el coordinador de La Pupila. “El problema es que estamos hablando de un entramado donde se mueve mucha plata. Los medios forman el voto de opinión y puede que sí cuente, pero hay que reconocer que hay mucha maquinaria para el movimiento del poder (…). Por eso es que el poder sigue siendo de familias, son siempre los mismos”, dice. Según la Registraduría Nacional del Estado Civil, el 9 de marzo se registró una participación de 14,3 millones de personas de los 32,7 millones convocados. La escasa participación se suma al número de votos nulos: alrededor del 10,38% en el caso del Senado y del 12,23 % en la Cámara de Representantes. Por esa razón, el exministro chileno, José Antonio Viera-Gallo, jefe de la Misión de Veeduría Electoral de la Organización de Estados Americanos (MVE/ OEA), expresó su preocupación por este fenómeno al término de las votaciones del 9 de marzo. Pidió a la Registraduría y al Consejo Nacional Electoral que traten de buscar un nuevo diseño del sistema electoral. Uno de los factores de este fenómeno es el diseño del tarjetón electoral en el que se marcan el logo de un partido y el número asignado a un candidato que el elector debe memorizar en el tiempo de campaña. La falta de memoria favorece la confusión. Según el artículo 263A de la Constitución Política: “El elector podrá señalar el candidato de su preferencia entre los nombres de la lista que aparezcan en la tarjeta electoral”. Basado en esto, en su columna del pasado 14 de marzo en El Colombiano, Luis Fernando Álvarez, afirmó que el tarjetón es inconstitucional: “En lugar de contener los nombres de los candidatos, el tarjetón ha sido diseñado como una planilla de números para un juego de lotería”. Y añadió: “Este tipo de conductas electorales han originado la pérdida de representatividad de los partidos, con un alto costo para la democracia, pues su presencia es absolutamente necesaria para

La principal amenaza para las elecciones ya no es la violencia. A la ciudadanía le caben responsabilidades eso, que debería saberlo cualquier ciudadano, no sólo un abogado. No nos han enseñado ese tipo de cosas ni a usarlas de una manera amplia”, apunta el colaborador de la MOE.

Consecuencias externas

La violencia, los delitos electorales y la invisibilidad de la acción de la justicia frente a la corrupción, son factores que inciden en el imaginario colectivo sobre la participación mediante el voto. Foto: Joaquín Gómez M.

el diálogo entre la sociedad civil y las autoridades formalmente constituidas”. Al respecto, Carlos Montoya Suárez, colaborador de la MOE, afirma: “A nosotros no nos han formado en cultura política. La fórmula del poder ha sido debilitar la educación (…). Algunos, a modo de respuesta, no votan o votan en blanco, pero los mismos congresistas enredan el voto en blanco porque son los que definen el tarjetón”. Falta recordar o falta querer recordar. Según la Fundación Paz y Reconciliación, fueron elegidos 69 candidatos con presuntos nexos ilegales: 33 en el Senado y 36 en la Cámara de Representantes. La Fundación había presentado una investigación que indicó que 131 aspirantes, 83 de ellos a la Cámara de Representantes y 48 al Senado, a ocupar una curul, estarían cuestionados por sus relaciones directas o indirectas con ilegales. “El hecho de que se mantenga en el Congreso una fuerza afín, de manera directa o indirecta, con el paramilitarismo y el narcotráfico, es lo que da lugar a los profundos cuestionamientos que, desde distintas posturas, se le hacen a nuestra democracia”, opina José Girón Sierra, analista del Observatorio de De-

rechos Humanos del Instituto Popular de Capacitación (IPC). “El trabajo de la justicia por investigar y castigar no parece haber generado el impacto necesario como para introducir cambios en las prácticas de los partidos políticos”, afirmó Girón. ¿Cómo se combate esta amnesia colectiva? Es menester hablar, leer e informarse. Los medios tienen mucha responsabilidad en estas tareas, pero existe otra cuestión: “Aquí hay miedo”, sentencia Montoya, “si las amenazas llegan hasta medios pequeños, muchos periodistas prefieren no hablar del tema, menos un ciudadano común. Hay motivos para no leer, para no hablar, y también hay gente interesada en que no se hable”. Y de esa misma forma, existen muchos motivos para no votar. Es posible que el sistema que los colombianos elegimos anule la participación de muchos, especialmente en el ámbito del voto. Pero hay otras formas de proceder. La ciudadanía no usa los otros mecanismos que tiene la Constitución para presionar. “Está el derecho de petición; las EPS pusieron a todo el mundo a aprender a hacer tutelas; la acción popular, cabildo abierto, plebiscito, referendo… no nos han enseñado

“El problema de estas elecciones no fue el riesgo por factores de violencia sino por fraude electoral”, sostiene Alejandra Barrios Cabrera, directora de la MOE. El día de las elecciones la entidad recibió en total 858 reportes ciudadanos sobre posibles irregularidades y delitos electorales. Las irregularidades más reportadas son la compra de votos y publicidad ilegal; en el 44% de las mesas observadas se encontró que hubo testigos con publicidad política. En el 21% de los puestos de 383 municipios observados por esta organización de la sociedad civil, durante el pasado 9 de marzo, no se presentaron condiciones adecuadas para votar. Estas situaciones, que son aparentemente operativas, pero que en muchos casos obedecen a intereses creados por las elecciones, se suman al fraude electoral y, entre estos factores, los ciudadanos terminan, a veces de manera consciente y otras más de manera involuntaria, al servicio de la maquinaria política. En Amagá, Armenia, Envigado, Itagüí, Jardín, Marinilla, Medellín, Sabaneta, Vigía del Fuerte y Yondó se denunciaron casos de compra de votos: presión a los sufragantes y tarjetas previamente marcadas, según los informes de la MOE. “Hay participación política y podemos ser hasta más políticos ahora, pero no se puede aportar mucho cuando la política se reduce al tema del voto”, afirma Montoya y añade: “Hay que ver cómo se replantea la cultura política, no alrededor de un mecanismo como el voto, sino del bien común”.

La Misión de Observación Electoral continuará recibiendo información ciudadana sobre fraudes electorales: Línea gratuita nacional 01 8000 112 101 www.pilasconelvoto.com Twitter y Facebook: #pilasconelvoto


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ANÁLISIS

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Divorcio entre la teoría y la práctica de la participación política en Colombia

CULTURA POLÍTICA: DE LO IDEAL A LO REAL Stephanía Quintero Cárdenas / stephania.stuffa@gmail.com Camila Reyes Vanegas/ camaleonalbo@gmail.com Daniela Ruiz Lozano/ daniruizlo93@gmail.com

De acuerdo con la Registraduría Nacional del Estado Civil, la abstención en la última jornada electoral en Colombia superó el 50% del potencial electoral. Hecho que, sumado a las reiteradas denuncias sobre irregularidades en torno al voto, que hicieron los organismos de observación, nacionales e internacionales, demuestra que es amplia la brecha entre el ideal y la realidad de la cultura política en el país. Para los politólogos americanos Gabriel Almond y Sidney Verba, la cultura política es “el conjunto de orientaciones, creencias y conductas políticas de los ciudadanos hacia el sistema político, hacia el individuo mismo como parte del sistema”. Cultura y política son dos términos que deben analizarse por separado. Según Norberto Bobbio y Nicola Matteuco, más que las costumbres de una región, la cultura es un conjunto de creencias y valores compartidos, de ideales, conductas, mitos y rituales que se pasan de generación en generación y que le dan un sentido de pertenencia a una población. La cultura política, de acuerdo con el sociólogo ruso Nicholas Sergeyevitch, es un asunto particular de cada país porque la cultura es única y su modo de ejercer y expresar la política es diferente. Los aportes de teóricos locales reafirman estos planteamientos. Mari-

sol Solano Rocha, licenciada en Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Las Américas, agrega que la cultura política tiene que ver con la manera en la que las personas perciben, creen, actúan y se relacionan con la política. A su turno, Hendys Paola Guzmán, socióloga y magíster en estudios urbanos-regionales de la Universidad Nacional de Medellín, expresa que “la relación entre la cultura y las diferentes instituciones ha cambiado desde mitad del siglo XX, cuando el ciudadano reconoce que es un actor político que puede participar y empoderarse”. Alude Guzmán al “abstencionismo activo” para referirse a los casos en los que el ciudadano se niega a participar en los procesos políticos institucionalizados, porque no cree en ellos o, simplemente, no le interesan, pero busca otras alternativas y espacios para ejercer su poder político, concretar ac-

Las estrategias de las campañas políticas en la actualidad buscan especialmente contrarrestar el desinterés de la ciudadanía. Foto: Laura Mejía.

ciones y compartir sus ideas con otros. De esta manera, según la socióloga, se amplía el campo de acción de la cultura política en nuevos modelos de participación que abarcan diferentes entornos a partir de las prácticas cotidianas. En Colombia, la cultura política, o la idea que actualmente existe de ella, se fundamenta en la Constitución Política de 1991, cuyo artículo 1 dice que Colombia es un Estado social de derecho, organizado en forma de República democrática, participativa y pluralista. En los artículos 103 y 95 se explican los mecanismos de participación ciudadana

como el voto, el referendo, el plebiscito, entre otros, y el deber del ciudadano de participar en la vida política, cívica y comunitaria del país. Pero la realidad plantea otro panorama en el que prima la “desmotivación política”, según analiza Armando Estrada Villa, excongresista, abogado de la Universidad Autónoma Latinoamericana y magíster en Ciencias Políticas de la UPB. Una situación que él atribuye a la mezcla de apatía, ineficacia de las instituciones, corrupción y clientelismo. Analistas como Uber Puerta, Carlos Andrés Pérez, Carlos Mario Idárraga y Francisco Múnera, resaltan que la educación ha sido un eje transversal para la “de-formación” de la cultura política y señalan sus vacíos en cuestiones de ética y valores como la tolerancia, la responsabilidad y la participación, situación que reduce la idea de lo político a acciones puntuales. Estos vacíos inquietan no sólo a los académicos, es una discusión permanente entre los profesionales en formación, quienes se consideran los primeros llamados a replantear sus percepciones frente a la idea de lo político. Así, por ejemplo, Juan Manuel Morales Gómez, estudiante de la Universidad Nacional, asegura que “aquellas actitudes que están entorno al ejercicio del poder y de construir normas, hacen parte de una identidad, de los elementos que constituyen la cultura política”. Añade Juan Manuel que, de acuerdo con la constitución de esa identidad, están determinado el papel de cada individuo en la sociedad, papel que se desempeña a escala micro y macro, entre la cotidianidad y el gran debate público.

A las crecientes cifras de abstención al voto, se suma el desconocimiento predominante sobre otros mecanismos y espacios de participación. Foto: Juliana Gil.


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En cualquier esquina. Los escenarios cotidianos son la evidencia fiel del estado de nuestra cultura política. Foto: Laura Mejía.

Los vacíos del debate político con el voto En las pasadas elecciones legislativas, de los 32 millones de personas en posibilidad legal para votar, sólo acudieron a las urnas cerca de 14 millones. Esto, según Mauricio Zapata Gallego, asesor de la Secretaría de Participación ciudadana de la Gobernación de Antioquia, “refleja una crisis y una alerta. Primero, porque la ciudadanía no encuentra dónde informarse bien y, segundo, porque falta educación para la democracia”. Al término de las elecciones legislativas del pasado 9 de marzo, el Secretario de Gobierno de Medellín, Wilson López Bedoya, hizo en exclusiva para Contexto un análisis de la participación de la ciudadanía durante la jornada: “La cultura política se evidenció cuando los candidatos ejercieron su derecho a ser elegidos y cuando la ciudadanía ejerció su derecho al voto”. Al mismo tiempo, el enlace delegado por el Gobierno Nacional para el acompañamiento de las elecciones en Antioquia, el Ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas Santamaría, hacía el análisis oficial de lo ocurrido y resaltó que la principal amenaza al proceso electoral no eran ya los actos violentos de grupos armados ilegales sino una amplia gama de delitos relacionados con el ejercicio del voto como la ‘compra’, el ‘trasteo’ de electores o diferentes tipos de presiones sobre quienes pretenden ejercer ese derecho de manera libre. En medio de las restricciones a las que se somete un servidor público durante un proceso electoral, el Secre-

tario de Gobierno de Medellín concluyó con un llamado discreto y a la vez vehemente: “No debemos permitir que otros elijan lo que nosotros mismos podemos elegir, ya que está en juego el desarrollo del país, y en nuestras manos el bienestar de las próximas generaciones’’. El llamado del funcionario es necesario. Según informes de la Registraduría Nacional del Estado Civil, más de dos millones de votos fueron anulados o no marcados. “Es preocupante que dos millones de personas no sepan cómo votar. Eso demuestra que nuestra cultura política es pobre, pagada y clientelista”, asegura Mauricio Zapata Gallego.

La cultura política de la vida diaria La familia, la universidad, la empresa y la escuela son algunos de los escenarios ‘micro’ donde se manifiesta la cultura política porque son espacios para el ejercicio de deberes, derechos, para la práctica de normas y el ejercicio de poderes. Los gobiernos escolares se han incorporado a la actividad de los centros educativos en Colombia como espacios para fundamentar la cultura política de los estudiantes, quienes viven la experiencia de elegir y ser elegidos y representar el interés común en los organismos de consulta donde se espera escuchar su voz. María Fernanda Guarín, expersonera del colegio La Presentación, asegura que “la experiencia y el cargo que tuve al ser representante de grupo, fue gratificante porque, por tener la última palabra en las deci-

siones que se tomaban en el grupo o tomar decisiones para fomentar una adecuada convivencia y mantener el orden, me sentía una líder y un personaje que debía, ante todo, ser imparcial entre sus compañeros y docentes”. En espacios como estos se evidencia la importancia del ejercicio de participar porque encierra la idea de ser tenido en cuenta. “Ellos también tienen voz”, se lee en la foto que decora la oficina de la Fundación Makiwaylluna, y en la que se advierte la imagen de un habitante de calle. Esta fundación está conformada por un grupo de personas que, con el propósito de dar de beber y de comer durante las noches a quienes tienen las calles de Medellín como sus propias casas, han aprendido a reconocer la cultura política en este grupo de la población, uno de los tres grandes que no ejerce el derecho al voto, además de los presos y algunos desplazados por la violencia. Juan Ceballos, fundador y director de Makiwaylluna, asegura que “el habitante de calle tiene una desconexión electoral porque o no tienen cédula o no son de Antioquia”. Óscar Valencia, compañero de Ceballos en la fundación, señala que “el 90% de las personas asumió la vida en la calle para no tener reglas”. Cada jueves, el recorrido de Makiwaylluna comienza en la calle Barbacoas y termina en el río Medellín, donde se ubicaron estos habitantes de las llamadas “ollas de vicio” desmanteladas por la Policía en la avenida León de Greiff. Juan Ceballos relata la experiencia del recorrido el pasado 13 de marzo y cuenta que las personas acudían no

sólo para reclamar la aguapanela y el pan que les dan, sino para contar cómo habían empezado a recogerlos en camiones para bañarlos y trasladarlos a otros lugares, en muchos casos a la fuerza, según pudo corroborar el equipo de Contexto con una fuente policial que pidió la reserva de su identidad. Este episodio refleja la idea de la participación política que predomina en sectores excluidos de la población como los habitantes de la calle. “Para la participación política de estas personas se necesita que la Fuerza pública no los violente. El Estado muchas veces no reconoce al habitante de calle como un sujeto de derecho, sino como objeto de un problema. Cuando realmente el problema es la drogadicción no la persona”, argumenta Ceballos. El abogado Diego León Quintero, asegura que “los ciudadanos buscan, según sus ideales, la manera de estar en coherencia con la cultura política que le aporte bienestar’’. En los espacios que se abren con el trabajo de organizaciones de la sociedad civil, como Makiwaylluna por ejemplo, existe otra oportunidad de contacto con los derechos y con el Estado a través del ejercicio de la participación. Entre tantas instancias, interlocutores y etapas del proceso, está la evidencia de los vacíos de nuestra cultura política.

La familia, la universidad, la empresa y la escuela son algunos de los escenarios ‘micro’ donde se manifiesta la cultura política...


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Ironías del A

LA SOMBRA MARG Carolina Campuzano Baena / karo_k911b@hotmail.com

Buitrago, asesor en comunicaciones políticas, al que se le suma Norman Correa Betancur, trabajador social, docente de Política Pública y Bienestar social, quien considera que ésta es necesaria aunque no cuenta con la fuerza política suficiente y se encarna en algunas figuras particulares. Además, hay algunos partidos representativos que, sin embargo, se ven desligados unos de otros como la Unión Patriótica o el Polo Democrático, que es considerado como verdadero opositor en los últimos periodos presidenciales con personalidades como Jorge Robledo Castillo, Iván Cepeda Castro o Carlos Gaviria Díaz. El caso de Álvaro Uribe Vélez no se considera, necesariamente, oposición, pues ésta no puede ser tan coyuntural ni atender a posturas similares ya que no se trata sólo de estar contra el Gobierno en algunos puntos, según Mauricio Montoya Vásquez y Tulio Elí Chinchilla.

Ante una eventual concertación para superar una parte importante del conflicto armado en Colombia, es importante recuperar la memoria sobre el debate político en el país. Foto: Joaquín Gómez M.

Sin garantías, estigmatizada, dividida y poco visible. Esas son algunas de las palabras que, unidas, describen el panorama de la oposición política en Colombia. Hablar de ella es como hablar de un mito: algunos niegan su existencia y otros la reafirman pero con dudas sobre su pleno ejercicio. Según Tulio Elí Chinchilla Herrera, abogado constitucionalista, Colombia es deficitaria en democracia y en garantías. Además de la pregunta sobre si hay o no oposición, está la que debe responderse en torno a si en Colombia se han dado las garantías para equilibrar poderes y evitar la tiranía de las mayorías. “Lo que no deja avanzar la oposición en este país es la ideología tan arraigada; acá hay oposición pero no garantías”, afirma César Augusto Duque Buitrago, asesor en comunicaciones políticas y de movimientos sociales. Por su parte, Víctor Barrera Martínez, politólogo y coordinador del Proyecto Violencia Política y formación del Estado del Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep), considera que en Colombia sí ha existido oposición aunque no ha sido tan benéfica y no ha hecho contrapesos positivos sino que trunca los procesos de reforma.

Del dicho al hecho… En la Carta Política de 1991 Colombia reconoce unas garantías: el artículo 112 dice que “los partidos y movimientos

políticos con personería jurídica que se declaren en oposición al Gobierno, podrán ejercer libremente la función crítica frente a este, y plantear y desarrollar alternativas políticas”. Allí se enuncian además sus derechos y esto no garantizó una democracia participativa. En cambio, los postulados que se hicieron no se cumplen a cabalidad o se desvirtúan. Para Chinchilla Herrera, “la normatividad colombiana es muy avanzada y está cerca de estados referentes de Europa, pero acá el problema es cómo funciona en la práctica, pues se ha estigmatizado no jurídicamente sino desde lo moral y político”. En la historia política reciente del país se evidencia, por ejemplo, que en el Frente Nacional se configuró un pacto de gobierno entre liberales y conservadores que en la práctica excluyó otras opciones políticas diferentes a las propuestas de ambos. El disenso y la opinión divergente no tenían eco en el poder ejecutivo ni en el legislativo. En muchos casos, las acciones represivas no permitían el ejercicio pleno de la expresión y así surgieron otras maneras de reivindicar los derechos.

“Uno hasta se explica la emergencia de los movimientos guerrilleros porque no habían podido expresarse en el asunto parlamentario y tuvieron que optar por otro tipo de opciones”, dice Reinaldo Spitaletta Hoyos, comunicador social-periodista y magíster en Historia. Así mismo, Gloria Elena Román, historiadora y activista política, considera que la gente estigmatiza al pensar en el caso de la oposición que realizaron las guerrillas y que tanto daño le ha hecho al país. No obstante estas explicaciones, cabe cuestionarse por qué aquí, donde se supone que debería haber garantías, las personas se arman. Hacer contrapeso para lograr el equilibrio, evitar el abuso del poder y controlar al Gobierno, son funciones de la oposición, aunque no son las únicas. Para Mauricio Montoya Vásquez, filósofo y magíster en Historia, ésta no sólo debe detenerse a criticar sino que también debe proponer. “Está difuso el término porque hoy la derecha hace oposición a la derecha, pero ésta tiene que hacer veeduría, denunciar y proponer, porque o si no vamos a terminar en lo mismo: la oposición se disfraza de populismo para ganar réditos electorales”, agrega. Aquí, por ejemplo, no existen espacios como el ‘gabinete a la sombra’ o la participación en las instituciones donde se genere equilibrio. Desde la financiación a las campañas y en el acceso a los medios de comunicación o a “la gran prensa”, falta equidad en las garantías que sólo favorecen a los intereses de unos pocos, según coinciden Chinchilla Herrera, Spitaletta Hoyos y Montoya Vásquez. Por eso, más que oposición, en Colombia hay opositores, dice Duque

Un ejercicio democrático lacerado “En un país donde haya una democracia real, la oposición haría un ejercicio muy diferente a nosotros: hacer que se cumpla la ley, el Estado Social de Derecho, como postulado básico de la Constitución”, comenta César Augusto Duque Buitrago, quien tiene en cuenta que en Colombia la oposición se hace desde una reivindicación de unos mínimos y lo grave es la descalificación de este ejercicio, puesto que ese es uno de los principales factores para que la oposición sea una minoría en Colombia. Calificar de guerrillero o apátrida a quien le dice al Gobierno que se está equivocando o al que tiene un pun-

“Los partidos y movimientos políticos con personería jurídica que se declaren en oposición al gobierno, podrán ejercer libremente la función crítica frente a este, y plantear y desarrollar alternativas políticas”. Artículo 112, Constitución Política de Colombia.


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Atrato Medio

GINADA DEL PODER to de vista contrario, es deslegitimar, por tanto, anular socialmente al otro, agrega Duque Buitrago. Sin embargo, esta práctica, junto con el arraigo de los principios conservadores en la sociedad y la falta de cultura política, hace que la oposición, como minoría, se vea más ‘minorizada’ y sin consolidación o apoyo popular. De ello se infiere que los colombianos, aunque conozcan los problemas del país, si no se ven afectados directamente, no hacen mucho porque los intereses particulares, la comodidad y otros factores como la indiferencia o el temor, hacen que la sociedad sea reaccionaria al cambio. Esta apatía se da, según Carlos Hinestroza González, magíster y docente en Historia de Colombia, “porque unas élites con muchos privilegios dejaron de pensar en los otros sectores y tratan de que Colombia reproduzca condiciones que le sirvan al capital internacional”. Al ver que las reformas no cambian las condiciones de vida, las personas dejan su interés de participar en la política. Otro factor es que la oposición no ha sabido articular los

desencantos en planes políticos que se consoliden como proyectos de Nación. Así, desde esa división, el abogado Chinchilla Herrera considera que otro problema del sistema político colombiano es el clientelismo: “muchas veces la oposición llega hasta que se negocia entrar al gabinete o se otorgan cuotas burocráticas”. Por eso, según Norman Correa Betancur y César Duque Buitrago, frente a la oposición, los colombianos tienen un voto de opinión, es decir, coyuntural y emocional, de fervor popular más que de apoyo incondicional, como sucedió en la contienda de Carlos Gaviria Díaz frente a Álvaro Uribe Vélez en 2006, la primera vez en Colombia en la que un candidato de oposición obtenía la segunda votación más alta, con más de dos millones y medio de votos. Según los procesos políticos en la historia de Colombia, esos casos son excepcionales, porque, si bien se reconoce la existencia de propuestas alternativas al poder hegemónico, muchas han sido silenciadas de diferentes modos: con asesinatos como sucedió con

la Unión Patriótica, generación de mala prensa o con destituciones, como plantean algunas voces en torno al caso de Gustavo Petro Urrego en Bogotá. Como consecuencia de esta situación se resiente la democracia porque no se permite la existencia de nuevos discursos que incluyen también a los ciudadanos. Para Spitaletta Hoyos, se han implementado diversos métodos de vigilancia y control que buscan sosegar los reclamos de la sociedad. Así, para lograr transformaciones más allá de un hecho coyuntural, como oposición, es apropiado estar vinculado al tema de la institucionalidad, según Mauricio Montoya Vásquez, aunque “otros elementos pueden convertirse en oposición como los movimientos sociales los cuales deben tener más papel dentro de la sociedad civil, aunque es necesaria la institucionalidad para organizarse”. Dentro de este panorama, todavía queda el deber de los ciudadanos, cuya función, como afirma el constitucionalista Chinchilla, es construir tejido social para formar un proyecto político no sólo desde lo contestatario sino desde lo propositivo.

El peso de los partidos en el país y en la región

Según el Programa de las Naciones Unidas para el desarrollo (PNUD), en América Latina, donde predomina el presidencialismo, es “más complejo identificar quiénes se ubican en la oposición de manera formal y quiénes realizan alianzas temporales o definitivas con quienes están en el Gobierno”.


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La política debe volverse un tema cotidiano para acabar con la apatía juvenil

De política como de fútbol Sarita Jaramillo Ramírez / saritajllor@gmail.com María Camila Carvajal Restrepo / mariakcr@hotmail.com

“¡El pasaje está muy caro! ¡Hay mucho tráfico! ¡Me robaron el celular!...” Así como los jóvenes hablamos de fútbol, de fiesta, de música y de tecnología, en situaciones como éstas estamos haciendo política, aunque algunos digan que no les gusta o que les es indiferente. La política es la manera como las sociedades resuelven sus problemas y administran los recursos. Cualquier posición, incluso el desinterés, ya plantea nuestra mirada. Pero cuando decidimos actuar y volver públicas nuestras ideas es que logramos que la participación sea activa y trascienda. “Los indicadores sociales hacen pensar que las cosas han ido mejorando; sin embargo, y en especial los jóvenes, la gente sigue insatisfecha, cree que nada ha mejorado, quizá por culpa de la manera como ha operado la política tradicional”, afirma Jorge Londoño de la Cuesta, Gerente general de Invamer-Gallup. Londoño cree que el pesimismo de los jóvenes “se debe principalmente al descontento con la clase política, que generó una sensación de no tener en quién confiar”. ¿Y cómo pedirles a los muchachos que participen en estos temas cuando todos los días se conocen escándalos de

corrupción y de mal manejo de poder? Los jóvenes tienen una apatía tremenda. “Se nota que les gusta el arte, el deporte y la música, pero jamás se comprometen con asuntos públicos. Eventualmente hacen algún comentario, como lo evidencian las redes sociales, pero son opiniones sin mucha claridad, sin coherencia ni responsabilidad futura, son una cosa más de moda”, afirma el abogado y profesor de la Universidad de Antioquia, Armando López Upegui. ¿Acaso la política es una moda? Más parece un paciente en coma de la sociedad, una especie de estorbo, un mal que en tiempo de elecciones se hace particularmente notorio. López Upegui considera que si compa-

ramos la participación juvenil de hace 30 años o más con la de hoy, podríamos decir que hay un retroceso. “Antes, los muchachos que participaban eran jóvenes que a los 17 años ya se habían leído a todos los clásicos, hoy ni saben quiénes son”. Este abogado cree tener una explicación para ello: “En el caso de Medellín, el narcotráfico hizo un daño irreparable a la juventud, la hizo perder el norte político e hizo que empezara a pensar de manera individual, no en sociedad ni en intereses colectivos, regla general de la política”. Hoy el factor socioeconómico parece determinar la participación política: “La clase alta ha ido adquiriendo más conciencia de la necesidad de la participación política de su juventud, por-

que ha entendido que es la dueña de este negocio llamado País y que tienen que aprender a manejarlo. La clase media necesita de trayectoria política para ser tenida en cuenta en los asuntos públicos, es una participación más partidista; y en la clase baja, el asunto es más contestatario, más de reclamación”, sostiene el abogado y profesor. No sólo el sistema se encarga de alejarnos de lo político, el desconocimiento de los muchachos los bloquea inmediatamente. Desde la Secretaría de la Juventud de Medellín se brinda información sobre programas disponibles para participar en la ciudad, tanto desde el sector público como del privado, explica la Secretaria de ese despacho, Valeria Mejía: “A veces los jóvenes no participan porque no se enteran de los programas de recreación, salud, educación, cultura. La responsabilidad es compartida, los jóvenes disponen de espacios para acceder a la información y la Secretaría está trabajando en estrategias que acerquen dichas ofertas a los jóvenes”. “Nuestra generación cree que la política es una cosa

muy seria y rigurosa, con gente cochina y corrupta”, afirma Gabriel Aramburo Gómez, Secretario de la Junta de Acción Local de El Poblado. Según este estudiante de derecho y apasionado por lo público y la participación ciudadana, la política genera repulsión en los jóvenes porque se ve como un esfuerzo, como algo aburrido, lleno de documentos y leyes que no entendemos. También, porque es muy corrupta y porque “bien hecha no da dinero”, según un dicho popular. Por su parte, Carlos Ospina Ramírez, Consejero nacional de juventud en Colombia, abogado y estudiante de Historia, considera que cuando se intenta que el joven participe en política y en lo público, se quiere que lo haga con los criterios y los cánones adultos, “hay que convertirse en un pequeño adulto si se quiere ser tenido en cuenta”, dice. Si los jóvenes desean participar en política con sus propios lenguajes y temas de interés, que son también legítimos, ¿por qué esto no puede ser llevado a un contexto público? Carlos Ospina Ramírez señala que la apatía general no es a los temas, porque todos tenemos siempre una opinión, es al lugar donde se va a discutir o los medios para hacerlo. “Es un lugar de desencanto, donde las decisiones las toman siempre los mismos. Un joven puede decir que para qué ir si no va a ser escuchado”.

¿Qué tienen hoy en común los jóvenes participantes? La juventud reafirma la validez de los escenarios y mecanismos no formales de participación ciudadana. Foto: CMJ, Medellín.

“Los jóvenes estamos asqueados de las viejas prácticas. Queremos

transformar y dialogar. Dedicarnos a transformarle la vida a la gente y no quedarnos en problemas políticos viejos y trasnochados”, dice el representante de la JAL de El Poblado. En Medellín hay una estructura de muchachos que participan muy activamente en los asuntos políticos de la ciudad. En temas de medio ambiente, de derecho de los animales y de derechos humanos, los jóvenes marcan la parada. La Secretaria de Juventud de Medellín afirma que: “Estamos frente a una generación interesada por los derechos humanos y el respeto por la diversidad. En el caso de los jóvenes de Medellín el ejemplo está en los movimientos mundiales y latinoamericanos, que expresan activamente sus ideas en espacios institucionales, formales e informales”. En su gran mayoría estos jóvenes son profesionales de las ciencias sociales e, incluso, de medicina, que tienen algo en común: querer transformar, tener una conciencia crítica para no atemorizarse. No tienen experiencia pero se tiran al ruedo para ganarla. “Me gustaría que en Colombia existiera una participación más crítica, más documentada e informada. La pregunta que debemos hacernos es con qué condiciones estamos participando los jóvenes hoy. Si están participando bien, desinteresados y críticamente”, concluye Carlos Ospina Ramírez. El Consejero juvenil agrega que falta mucho para que los jóvenes nos interesemos y hablemos de política como lo hacemos de deporte o fiesta. No hemos entendido que como hablamos de fútbol, sin querer ser futbolistas, también podemos participar en política sin pensar necesariamente en dedicarnos a ella.


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Con el tiempo cambia la política y también sus dirigentes

EL ANTES Y EL AHORA DE LOS POLÍTICOS COLOMBIANOS Juan Pablo Sepúlveda / juanpa.s_123@hotmail.com Mariana Benincore / benincoremariana@gmail.com

Entre los múltiples contrastes que caracterizan a Colombia están los de la política y de los políticos. Hombres y mujeres de diversos orígenes y tendencias buscan poner en práctica unos ideales en beneficio de las dinámicas del país y son protagonistas en la vida social de nuestra nación. dependiente y su lema de “transformar la política” triunfó con 210 mil votos en 2003 para comenzar una gestión reconocida y que cambió notoriamente la imagen de Medellín ante el mundo. Situación similar a la que vivieron Bogotá con Antanas Mockus y Enrique Peñalosa, así como Barranqulla durante la gestión de Alejandro Char, hombres de la academia, de la alta gerencia, del mundo empresarial, más que de la política.

La Constitución de 1991 de dio la posibilidad a más ciudadanos de dialogar más directamente con el Estado, de elegir y ser elegidos. Foto: Joaquín Gómez M.

La historia colombiana señala que la mayoría de los políticos antes de 1991, se encontraba inscrita sólo en ideologías liberales o conservadoras, de tal forma que únicamente 8 de 69 presidencias entre 1837 y 1990 no han sido de corte liberal o conservador. La Constitución de 1991estableció cambios que facilitaron la creación de nuevos partidos, y los políticos tomaron rumbos distintos a los partidos hegemónicos. Es así como, en 1998, se contaron alrededor de 80 movimientos inscritos para las elecciones y, acercándonos aún más a la actualidad, vemos cómo en los últimos comicios presidenciales las principales fuerzas políticas eran el Partido Verde y el Partido de la U, que no existían hace diez años. David Santos Gómez, docente e historiador, explica que con la nueva reforma se generó “una transformación cultural que no sólo se dio en lo social sino, también, en lo político” y agrega que con esto “se ha permitido mayor pluralidad del ejercicio democrático”. Sin embargo, muchas prácticas y principios de los políticos en la actualidad conservan tonos del pasado. El presidente de Asocomunal 11, Jorge Iván Ramírez Franco, quien ha tenido una larga trayectoria como líder político comunal, afirma que antes Colombia tenía una democracia representativa, “caldo de cultivo del clientelismo, dominado por gamonales a cambio de favores, que lógica-

mente después cobraban”, y añade que aunque hoy tenemos una democracia que busca una mayor participación, los gamonales o caciques (o sus segundas y terceras generaciones) aún manipulan con favores o con la denominada ‘mermelada’ en el debate político reciente. “Te diría que no hay mucha diferencia”, dice Esteban Escobar Vélez, el concejal más joven de Medellín en el período 2008-2011, cuando responde sobre la diferencia entre los políticos de antes y los de ahora. “Siguen siendo los caciques electorales los que nos gobiernan. El voto ‘amarrado’ y el de maquinaria se imponen. El voto de ‘opinión’ es voluble y depende del carisma del candidato, como siempre lo ha sido. Los políticos diferentes, de alternativa, son muy pocos”, afirma. Sin embargo, Esteban Escobar Vélez, también conocido como ‘Palillo’, ha demostrado una manera de hacer política dirigida a la participación y cultura ciudadana, una política hecha, según sus palabras, “con y para la gente”, donde se formen nuevos liderazgos y los jóvenes se enamoren de lo público. Es cierta la preservación de los dirigentes y la política tradicional, pero también se perciben en auge las manifestaciones de una política distinta. Muestra de ello es el proceso de Medellín, al menos durante dos periodos con alcaldes elegidos lejos de los sectores políticos habituales, cuyo precursor fue Sergio Fajardo, quien con una candidatura in-

Imagen de alto contraste

Un político colombiano de hoy y uno de hace 50 años tienen diferencias claras en su forma de hacer campaña, en su formación, su procedencia. Además, hoy también las mujeres son destacadas dirigentes políticas. Mientras que en el pasado los políticos eran vistos como ajenos y, tal vez, superiores a la sociedad, hoy quieren verse lo más cerca posible de los ciudadanos: “El concepto de la formalidad ha cambiado”, dice el docente David Santos Gómez. “Hoy los políticos quieren parecerse a la gente del común y tratan de decir ‘Yo soy uno más de ustedes’ para generar empatía”. Y no sólo es una tendencia de los políticos jóvenes, sino, también, de los más experimentados. Esto se puede ver en las nuevas formas de hacer propaganda, en el manejo de redes sociales y hasta en la vestimenta y en la aproximación a la comunidad. Los políticos tratan de llegar cada vez más a la gente, o simplemente de no alejarse de ella.

Mujeres al poder Desde que en 1954 se consagró el derecho de la mujer a elegir y ser elegida por el Acto Legislativo 3, reformatorio de la Constitución, se han oído crecientemente voces femeninas que lideran este país. Entre 1991 y 2010, se han elegido

en cada periodo un promedio de 10 congresistas. Según la información de la Registraduría Nacional del Estado Civil, en las últimas elecciones legislativas 717 colombianas se postularon para obtener un puesto en el Congreso: de ellas, 23 hacen parte del total de 79 senadores y 29 del grupo de 197 representantes a la Cámara.

Políticos no políticos La participación de personajes que no habían pertenecido a la política en el Congreso es un fenómeno con una historia de cerca de quince años. Entre el grupo de personalidades del espectáculo que aspiraron a una curul en las últimas elecciones legislativas se encuentra el humorista Juan Ricardo Lozano Amaya, más conocido como “Alerta” o “El cuentahuesos”, quien fue aspirante por el Partido Liberal con la propuesta de campaña de hacer cumplir los derechos de los niños. Finalmente, los 5.478 votos equivalentes al 0.03% de la votación de su partido, no le sirvieron para ser elegido. Peor fue la suerte del cantante Julio Ernesto Estrada Rincón “Fruko”, postulado por el Partido de la U y con apenas 1.624 votos. El actor Gregorio Pernía Maldonado, quien ya había sido candidato por el partido Cambio Radical y volvió a aspirar al Congreso ahora por la Alianza Verde en su lucha contra la corrupción y la discriminación, obtuvo 45 votos. La actriz Nelly Moreno, una de las primeras estrellas que en 1998 pasó de las cámaras de televisión a la Cámara de Representantes con 29.000 votos, declaraba al término de su gestión para el periódico El Tiempo que “nosotros no buscamos pantalla porque ya tuvimos bastante. No me emociona salir en televisión, me emociona hacer un trabajo serio, limpio y honesto”. Producto de la decepción con los políticos tradicionales, las elecciones en Colombia producen estas casualidades. José Roberto Álvarez Múnera, magister en estudios políticos y docente de la Universidad Pontificia Bolivariana, afirma que “cierta parte de la población desencantada se siente atraída por otro tipo de perfiles”. Esta situación es la evidencia de que una sociedad se transforma y lleva consigo sus paradigmas, sus leyes y, en efecto, las maneras de los políticos y sus campañas. Con todos los cambios, algo permanece y es que los protagonistas de la política son y seguirán siendo seres humanos.


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Con el impulso que le dio a la participación democrática, la Constitución de 1991 cambió la comunicación de las figuras de la política

ENTRE EL TONO Y LAS PROPUESTAS Mariana Parra /mariana.p1991@gmail.com

El artículo 1° de la Constitución Política de Colombia dice: “Colombia es un Estado social de derecho, organizado en forma de República unitaria, descentralizada, con autonomía de sus entidades territoriales, democrática, participativa y pluralista (...)”. Cada ciudadano tiene la posibilidad de ejercer con autonomía el poder político y los discursos cambian con el cambio que tuvo la Constitución. Los discursos políticos tienen que ver con el poder social y con el control que un grupo o institución ejerce sobre otras personas. Puede ser coercitivo, apoyado en aspectos físicos y morales, o discursivo, que implica valores éticos y morales. Así lo presenta Brigette Taryn Cortés Ortiz en su libro El discurso político del hábitat. Algunas consideraciones. Según la autora, el discurso es un acontecimiento porque cada palabra y gesto transforman lo que hay a su alrededor. En ellos están involucrados dos actores sociales en un tiempo, lugar y circunstancias. A su turno, el docente de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Pontificia Bolivariana, Olmer Albeiro Muñoz Sánchez, lleva estos planteamientos a nuestra realidad inmediata y señala que el discurso político ha cambiado con la Constitución Política de 1991. Según él, en tres ejes fundamentales: el primero tiene que ver con la participación de los partidos políticos y de los ciudadanos; el segundo es la proliferación de partidos políticos; y el vínculo de partidos políticos con otras asociaciones que se agudizó a partir del año 2000, con los nexos con narcotraficantes y paramilitares, entre otros. Según Muñoz, el discurso cambió de acuerdo con el contexto de los partidos políticos y sus candidatos. Por otra parte, Daniel Mauricio Patiño

Mariaca, también docente de la Facultad de Ciencias Políticas, discute los planteamientos de su colega y plantea que el discurso político, tras la reforma constitucional de 1991, era optimista frente a los cambios en la manera como se gobernaba en el país. No obstante, esos cambios realmente no han existido. Manuel Villa, docente de la Facultad de Derecho de la Universidad Pontificia Bolivariana, indica que cuando se adopta en 1991 la reforma a la Constitución y con ella el cambio hacia un Estado social de derecho, el discurso político se convirtió en algo más gaseoso: la emotividad superó a la racionalidad para convencer al ciudadano para votar por las ideas propuestas. Villa señala que en ese momento el discurso se tomó como un medio con el que el político se posiciona como la nueva alternativa para producir un cambio y alto impacto en la ciudadanía. Pero todo discurso político necesita mecanismos para ser conocido y para que se convierten en publicidad o en lo que se conoce como marketing político. Luis Fernando Estrada Sanín, quien fuera asesor del excongresista Manuel Ramiro Velásquez Arroyave, menciona que los candidatos, cuando se encuentran en la elección popular, tratan de construir una imagen que crea posicionamiento en los electores, pues la mayoría se da a conocer por medio de mensa-

jes publicitarios y voz a voz. El discurso que cada político plantea está justificado en los distintos medios publicitarios para captar la atención del posible elector. Estrada argumenta que: “Cuando una persona se lanza para ejercer un cargo público, utiliza frases para generar convencimiento como liderazgo visible, primero la familia, la hora del cambio, no a la corrupción, entre muchas otros”. Agrega Estrada que “el público más difícil es aquel que ha desarrollado más capacidad de análisis frente a las opciones de decisión y análisis de propuestas sobre quién votar y lograr identificar la unión de un mismo propósito común: candidato-elector”.

“El discurso político debe tocar las emociones y generarlas. Además, el lenguaje debe ser cercano a los ciudadanos, para que éstos se sientan identificados y conectados con la persona que van a elegir como próximo dirigente”. Francisco Javier Moreno Ordóñez.

Francisco Javier Moreno Ordoñez, asesor creativo de la última campaña presidencial de Antanas Mockus, indica que “el discurso político actual recae en el error de repetir siempre las mismas cosas, tales como: luchar por la desigualdad, la educación, etcétera y cada tema se ‘monta’ en una valla, lapicero, manillas, camisetas, para sobresaturar y generar contaminación visual”. Moreno plantea que los discursos políticos actuales tienen como fortaleza las redes sociales para llegar a los ciudadanos y con información valedera para ejercer luego el derecho al voto. Cita Moreno la ‘Ola Verde’, el movimiento de opinión que por su visibilidad y notoriedad sobre la base de mensajes construidos de forma abierta a la participación de los ciudadanos, sustentaba lo que parecía una victoria del exalcalde Mockus para la Presidencia de la República. Cada persona que planteaba una forma de apropiarse de las propuestas de campaña,

con la certeza de un cambio social, lo que además evitaba lo que Moreno considera una debilidad: “el “maquillaje” que se le da a los mensajes que se quieren dar”, lo que no era propio de Antanas Mockus como candidato presidencial reconocido por sus respuestas a veces ininteligibles y otras impopulares, como la ocasión en la que señaló la necesidad de incrementar los impuestos para operar los cambios sociales requeridos. En efecto, desde el impulso a la participación ciudadana en la Constitución de 1991, el discurso político en Colombia se ha consolidado como un puente entre políticos y ciudadanos, más que como un elemento para el debate y el tono de las campañas. Aumenta, cada vez más, la idea de “llegar al ciudadano”, como si estuviera distante o en una posición de desventaja, rodeado siempre por un aire de emotividad y a eso se adhiere el discurso político, en lugar de la formación de conciencia política en los ciudadanos.

La saturación de vallas y pancartas es un rasgo de la época preelectoral y una muestra de los argumentos que buscan convencer al electorado. Foto: Laura Mejía.


REPORTAJE

CONTEXTO No. 41 Abril 2014 UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA

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Protesta, movimiento social, fenómeno político

LA MANIFESTACIÓN DEL VOTO EN BLANCO Juliana Gil Gutiérrez/ julianagil95@gmail.com

¿Por qué votar? ¿Por quién votar? Y…si no se encuentra por quién votar, ¿existe una posibilidad diferente al abstencionismo o a elegir al candidato que se considere “menos malo”? El voto en blanco es una figura que ha tomado protagonismo en la escena política del país porque se ha tenido en cuenta como una opción a la hora de acudir a las urnas, pero fue poco el uso que se le dio durante un largo tiempo. Hoy se muestra como una oportunidad para el cambio. En Colombia, los problemas de corrupción y la desconfianza en los gobernantes ha deslegitimado la figura de las elecciones y con esto la credibilidad en el voto. El índice de abstención en las últimas elecciones legislativas que, según datos de la Registraduría Nacional del Estado Civil, superó el 57%, plantea el debate frente a elecciones que pudieron ganarse de acuerdo con los parámetros del sistema político colombiano, pero cuya legitimidad queda en duda ante la falta de participación de los votantes.

en blanco es “una expresión política de disentimiento, abstención o inconformidad, con efectos políticos”. Constituye una expresión del disenso a través del cual se promueve la protección de la libertad del elector y, además, tiene una alta incidencia en los resultados de las elecciones.

desconocimiento de las opciones que se presentan a los electores o, por el contrario, como consecuencia de un análisis que se ha hecho acerca de las alternativas presentadas en el tarjetón. El ideal en la democracia participativa es que se vote a conciencia y que se haga efectivo el derecho que tienen

El voto en blanco y sus consecuencias El profesor del departamento de Ciencias Políticas de la Universidad Nacional, sede Medellín, Raúl Alberto Botero Gómez, afirma que “el voto en blanco es una opción en el contexto de una democracia representativa” y una manera de “protestar frente a las opciones que existen”. Votar en blanco es una herramienta del ciudadano y, a su vez, una muestra de inconformidad con el sistema, pero su efectividad depende de los resultados finales de un proceso electoral. Si bien los movimientos en favor del voto en blanco son reconocidos y son muchas las personas que creen en su autoridad y capacidad de cambiar el sistema, el hecho demostrado en casos recientes es que votar en blanco no garantiza que llegue al poder la persona que no representa los intereses del sufragante. Según el concejal de Medellín, Luis Bernardo Vélez Montoya, “votar en blanco impide la llegada de personas buenas al poder”. Según el dirigente, el voto en blanco beneficia de manera indirecta a las clientelas y personas que hacen política con votos de maquinaria, porque ya tienen estructurada una estrategia que les permite mantener seguidores, mientras que el anterior afecta el voto de opinión.

Marco jurídico del voto en blanco De acuerdo con la sentencia C-490 de 2011 de la Corte Constitucional, el voto

los ciudadanos a elegir. De acuerdo con Juan Carlos Escobar Escobar, docente del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia y magíster en Ciencia Política, “el voto en blanco muestra tendencias e inconformidades con los candidatos y la forma de hacer política”. Estos asuntos pueden operar y tener consecuencias, pero para esto se necesita de un movimiento ciudadano de grandes proporciones. “Hay muchas maneras para protestar, pero votar en blanco permite hacer un censo de indignados para que los políticos conozcan cuántas personas los rechazan realmente”, argumenta Gustavo Bolívar Moreno, presidente de la Fundación Manos Limpias Colombia, organización promotora del voto en blanco en las pasadas elecciones legislativas. “El voto en blanco genera que los partidos manden mejores candidatos y así, el día que pongan candidatos ‘decentes’, se pueda votar por ellos”, agrega Bolívar. El voto, además de opinión y apoyo, es parte de la legitimidad inicial de un gobierno y una responsabilidad social que tienen los individuos que pertenecen a una democracia. La elección se hace legítima frente a los que votan, mientras que la abstención es ineficaz. El voto en blanco es una alternativa emergente que tiene como propósito cambiar el sistema político del país.

La opinión ciudadana Siempre con mejores resultados en las encuenstas que en las votaciones, el voto en blanco sigue siendo protagonista.

El artículo 9 del Acto Legislativo 01 de 2009 dice que: “Deberá repetirse por una sola vez la votación para elegir miembros de una Corporación Pública, Gobernador, Alcalde o la primera vuelta en las elecciones presidenciales, cuando del total de votos válidos, los votos en blanco constituyan la mayoría. Tratándose de elecciones unipersonales no podrán presentarse los mismos candidatos, mientras en las de Corporaciones Públicas no se podrán presentar a las nuevas elecciones las listas que no hayan alcanzado el umbral”. Antes de este acto legislativo, se necesitaba de la mayoría absoluta -es decir, la mitad más uno- para considerar al voto en blanco como “ganador” de las elecciones y, por consiguiente, convocar a nuevos comicios, pero -a partir del anterior artículo- sólo se necesita de la mayoría relativa o simple. En el imaginario de muchos ciudadanos

se ha tenido ésta como una opción que se suma al candidato que tiene la mayoría de votos. La Registraduría Nacional del Estado Civil afirma que “el voto en blanco no se suma al candidato que obtenga la mayor votación en las elecciones”, en el material educativo publicado para las pasadas elecciones legislativas, la autoridad electoral señala que los votos en blanco se contabilizan de forma independiente, al igual que se hace con los sufragios alcanzados por cada candidato.

No hay por quién Los votos en blanco resultantes en unas elecciones -al igual que los demás votos contabilizados- llevan en su esencia la voz del pueblo, en este caso, de un pueblo que no cree en la clase política del país. Esta declaración puede ser hecha por

“Votar en blanco es no votar en nada”. Luz María Cano, vendedora ambulante.

“No votar por nadie, pasar en cero, pero si funciona”. Sandra Muñoz, peluquera.

“Es una forma de mostrar desconcierto con la política que llevamos”. Fabio Nelson Muñoz, taxista.

Votar en blanco demuestra el interés de los ciudadanos en participar; el abstencionismo, no.


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REPORTAJE

UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA CONTEXTO No. 41 Abril 2014

Aumenta la notoriedad de los movimientos ciudadanos por el control político

LA POLÍTICA BIEN EJERCIDA ES AQUELLA QUE SE VIGILA Andrés Tabares Agudelo / andresacmilan@hotmail.com María Camila Salazar Ruiz / mariac.salazarru@alfa.upb.edu.co

La falta de conocimiento sobre los candidatos y sus propuestas, la poca confianza en el sistema electoral colombiano y el aumento de situaciones de fraude visibles, son las principales dudas sobre las elecciones legislativas del pasado 9 de marzo, según se infiere de los planteamientos que analistas y ciudadanos divulgaron a través de los medios de comunicación, gracias a los cuales cuatro horas después de cerradas las urnas, el país y el mundo supieron los resultados oficiales. Aunque es evidente la efectividad de las herramientas, fue notoria la ausencia de más de la mitad de los convocados a votar y señaló la urgencia de acciones que renueven la participación electoral en Colombia. Ante este problema, surgen soluciones planteadas por movimientos de ciudadanos, en su mayoría, sin afinidad política. Unos buscan ejercer un control sobre las entidades y personas que gobiernan y otros instruyen a los colombianos que aún no saben cómo está constituido el Congreso, por ejemplo. Una de esas iniciativas es Antioquia Visible, que surge en 2011, conformada por estudiantes del pregrado de Ciencias Políticas de la universidad Eafit, con el propósito de informar sobre la actividad legislativa de los congresistas antioqueños. Además, su directora, Alejandra Ríos Ramírez, magíster en Filosofía y docente, destaca la labor pedagógica que el grupo desarrolló en 2013 con charlas sobre cómo funciona el Congreso en Colombia para cerca de 600 estudiantes de colegios públicos y privados. Usted, amable lector, que ha recorrido esta edición de Contexto, ya habrá pensado en el papel de la educación en el problema de nuestra cultura política. Otros ciudadanos también lo han hecho y acuden a todos los recursos imagina-

bles, como las herramientas virtuales, por ejemplo. Creado por José Daniel Arbeláez Pineda, como proyecto durante su maestría en la Universidad de los Andes, “Tu voto responsable” es un proyecto que busca acercar al ciudadano, que se siente alejado de la política, no para convocarlo sino para llegar a él mediante aplicaciones móviles y a través de su portal web. “Más que mostrar los candidatos a las elecciones legislativas y presidenciales, es generar una conciencia mediante pedagogía electoral y conocimiento de nuestro marco electoral”, así describe su trabajo en época de elecciones el creador y director ejecutivo de “Tu voto responsable”. Con una herramienta más simple, pero en el mismo ámbito de lo virtual, se creó la iniciativa “Yo cuido mi voto” a partir de contenidos, mensajes e interacciones en la plataforma Twitter, una herramienta que les ha permitido a los gestores de la idea propagar su propuesta e interactuar con personas que constantemente hacen denuncias de delitos electorales, de acuerdo con las palabras de Camilo Cruz Merchán, miembro del grupo de estudiantes universitarios de Bogotá que desarrolló esta idea, decidido a ejercer control político.

El papel de las organizaciones de la sociedad civil

Según el DANE, el municipio de Sabaneta tenía en 2012 una población de 49.727 votantes, pero el censo electoral para este municipio, en 2014, es de 52.812 personas. “Las primeras quejas las recibimos de ciudadanos del municipio que notaron algunas irregularidades en la inscripción de cédulas y que estaban al tanto de lo que había ocurrido en elecciones pasadas. Varias llamadas telefónicas y luego algunas entrevistas personales, permitieron documentar el caso en el mes de marzo de 2013”. Así relató Álvaro Córdoba Obando, coordinador de la Misión de Observación Electoral para Antioquia (MOE), el comienzo de lo que sería, para él, el descubrimiento de uno de los mayores fraudes electorales en este departamento. La MOE se creó a finales de los años ochenta como iniciativa de organizaciones de la sociedad civil que buscaban cambios en la forma de hacer la política en Colombia. En 2006, éste se consolidó como un grupo de observación y control electoral con el respaldo de personas naturales, organizaciones internacionales y universidades, cuya participación consolidó un proceso alejado de afinidades políticas. Persistir en una tarea hecha con rigor le ha dado legitimidad al trabajo de esta organización. Es lo que se infiere cuando se escucha a Álvaro Córdoba Obando sobre las denuncias hechas en casos como el de Sabaneta: “Pusimos en conocimiento de la Comisión de Seguimiento Electoral de Antioquia las denuncias hechas por los ciudadanos. De esta manera se enteró a la Procuraduría, la Fiscalía y la Contraloría, quienes poca atención le prestaron al tema”, afirmó en entrevista para Contexto. Los mecanismos y herramientas de información para los electores fortalecen las iniciativas de la ciudadanía para el control social. Foto: Mateo García.

Según Córdoba, las autoridades se interesaron en el caso sólo hasta octubre del año pasado y confirmaron el incremento inusual de inscripciones. “La persistencia de la MOE en la búsqueda de mayor información sobre los fraudes e irregularidades, obligó al Consejo Nacional Electoral (CNE) a nombrar una comisión para analizar la situación. Sólo dos días antes de las elecciones esta comisión informó sobre los resultados y las decisiones”. Finalmente, el CNE anuló 6.053 inscripciones en el municipio de Sabaneta.

Control que traspasa las fronteras A principios del presente año, empezó a reconocerse, en Internet y en otros medios masivos, una campaña que promovía el voto en blanco por el Parlamento Andino, un órgano colegiado que nació en 1989 con la premisa de consolidar el bloque de países de la Comunidad Andina de Naciones en pro, según se lee en la Web del Parlamento, de “contribuir al afianzamiento del sistema democrático, de la paz y la justicia”. Pero la invisibilidad de sus resultados fundamentó el debate sobre la posibilidad de suprimirlo. Desde hace cuatro años un grupo de periodistas ha promovido esta idea. José Manuel Acevedo Medina, uno de los periodistas que promueve la supresión del Parlamento Andino, explica: “La Comunidad Andina está sobresaturada de instituciones, hay más de diez en esta comunidad. Los gastos que requiere el Parlamento Andino superan los 70 mil millones de pesos en los últimos años. Cada parlamentario andino le cuesta al país 23 millones de pesos mensuales y sólo se reúnen una sola vez al mes”. Más 3 millones de ciudadanos votaron en blanco al Parlamento Andino, y, como afirma José Manuel, “no fue porque a las personas no les haya gustado algún candidato, es porque en verdad el pueblo quiere suprimir esta institución”. De acuerdo con este panorama, la cantidad de información que circula y el acceso a las herramientas tecnológicas son factores que han fortalecido el control de los ciudadanos al ejercicio de la política y no se trata sólo de los movimientos. Un recorrido por las redes sociales puede mostrar que cada ciudadano puede convertirse en promotor de un debate informado que revitalice nuestra cultura política.


CRÓNICA

CONTEXTO No. 41 Abril 2014 UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA

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En el camino al puesto de votación

Disertaciones de un “neovotante” Laura Mejía Moreno / lauramejia93@gmail.com Miguel Ángel Spitaletta / miguelespitaleta@gmail.com

¡Levántese, levántese! Pero si es domingo y es muy temprano. ¡Levántese pues que tiene que ir a votar! Pero yo no quiero y además, no sé por quién. Levántese que sí sabe. Vea, va a votar por este señor que le va a dar trabajo a su tío. Sara, 21 años, “neovotante”, indecisa y presionada. Ese nueve de marzo ni la lluvia se asomó para no espantar a los pocos valientes y para que los perezosos evitaran excusarse en el clima. Fuimos 32 millones habilitados para votar ese día. 32 de los más de 47 y siete millones que somos. Una mayoría que definiría el futuro de los próximos cuatro años. Y aunque casi un millón 115 mil nos habíamos preparado para la ocasión e inscribimos la cédula, aquella fue una mayoría que, a pesar de estar indignada, brilló por su ausencia. De norte a sur, de oriente a occidente, en el centro y en la periferia, de arriba abajo y de izquierda a derecha, por todos lados se empapeló la ciudad. Las ventanas de los buses se cubrieron de rojo, azul, amarillo, verde. A las cañerías las taparon los papeles brillantes y desteñidos. Oiga, ¿usted ya sabe? ¿Saber qué? Que si votamos nos dan el 10% de la matrícula. ¡Ay, qué pereza! Va tocar ir, yo que quería dormir todo el día. ¡Noo, mija! Yo no pierdo esa oportunidad, un 10% es un 10%. Alejandra y Luz, 20 años, “neovotantes”, cautivadas por el beneficio económico. Desde finales de 2013 expertos, políticos, apolíticos, docentes, familiares y amigos discutían sobre la situación del país. Éstos refutaban, aquéllos se apoyaban y otros, como nosotros, dejábamos que los unos y los otros volaran por encima de nuestras cabezas, se agarraran de las mechas con argumentos que defendieran o sepultaran a los candidatos que se sentarían en las sillas del Congreso. En medio de esa pelotera de campañas electorales, de opiniones con o sin fundamentos, estábamos los “neovotantes”, los “votantes vírgenes”. Un grupo formado por temerosos que, a falta de contexto histórico, cultural e interés político, nos aterraba la idea de elegir sin saber, de hablar de candidatos, de voto en blanco, de participación y representación, de escoger a éste porque “según lo que dice mi papá o tal profesor es mejor que él o ella tome las decisiones por nosotros”. Aunque al otro lado de la balanza estaban los mismos “vírgenes”, pero en menor cantidad,

La falta de información es el principal factor que amenaza la participación efectiva en las urnas de los nuevos electores.

eso sí, pendientes de cada debate, tema coyuntural o propuesta relevante que afectara su cotidianidad. Un conjuntico de ciudadanos que daban la pelea a punta de preguntas coherentes y respuestas sustentadas. “María” ¿por quién vas a votar? No sé, no sé, todo el mundo me pregunta y yo no sé nada de eso. ¡Ah! Pero si ese es el caso, búscate en Internet que están los perfiles de los candidatos. ¡Ah! No, qué locha. Me da pereza, tengo mucho qué hacer. Además, el domingo no sé si pueda salir ni siquiera sé dónde me toca. María, 19 años, “neovotante”. Su falta de interés le produce pereza política. El primer día, como uno de estos “debutantes”, pasó entre paredes que se juntaban mientras se agotaba el tiempo para identificarse con un candidato, un partido político o, incluso, una ideología. Muros de presión social y autoreclamo, un “se lo dije” permanente e interno que conducía a la frase típica pero tan cierta: “quien no conoce su historia, está condenado a repetirla”. Y aquellos muros parecían más grandes al escuchar, de algunos que se tomaron la tarea de buscar en Internet una persona que, con su nombre, como candidato, y apellido, como partido, simbolizara o encarara los asuntos que le interesaban. Buscar en un perfil rapidito su trayectoria y sus opiniones sobre

la legalización del consumo de marihuana, el aborto, el matrimonio igualitario, la corrupción, la parapolítica, los procesos de paz, la posibilidad de que parejas homosexuales adopten o si defiende los derechos de los animales. En el camino a la votación, en ese recorrido hacia las urnas, la experiencia se torna confusa. Las calles, ocupadas por el Ejército y guardas de Tránsito viven una algarabía que embelesa. Entre tanto, gambeteando la “ley seca”, en cantinas y bares tradicionales, se escapan aguardientes furtivos para brindar por el posible triunfo del partido. En el Metro gratuito, en las esquinas repletas, en los pasillos de cemento con “informadores” de camisa blanca y tarjetas en mano como si estuvieran recetando la cura contra el mal de amores, se escuchan las quejas y los reclamos, las esperanzas y los conformismos del pueblo. El ambiente, hasta ahora desconocido de un domingo de elecciones, desconcierta al “neovotante” que se detiene a pensar en su elección, pero sólo unos segundos, hay que pasar la requisa y la revisión de los bolsillos se va hasta su integridad y la ética con la que tachará el tarjetón. Piensa si sus amistades o parientes influyeron en su elección, si vale más la pena darle puesto a un tío desempleado con ese voto o contribuir en el mejoramiento del sistema de salud. Da vueltas la cabeza de ese virgo, neovotante o primíparo sin criterio. Y llega el momento de escarbar en la memoria. En segundos, pasan la escasa o la mucha prensa leída, las redes

sociales, sentimientos de desesperanza en las voces de los amigos o familiares, el desaliento al oír que la mayoría –casi el 60%– no vota, el fantasma de la indecisión y el golpe súbito de realidad con la voz sonora y desparpajada de una señora que revela el voto a su amiga, mientras se pierden en la multitud: “Mi niño fue el que eligió. Él sabía que había que votar por…” Niños, jóvenes, monjas, ancianos. Con sombreros, jeans, pantalonetas, sudaderas, tenis, botas y votantes. Votantes que, jubilosos, tachan por su partido y otros pensábamos en votar antes de que se nos acabara el respaldo al candidato elegido. Sorpresa al recibir de un extraño la cédula entregada en medio de tanto aturdimiento. Pasada la primera vez con el voto, en aquel domingo de elecciones ya se podía apreciar con detalle el control en las esquinas, legal en unas, dudoso en otras, los servicios gratuitos de transporte, las ambulancias prestas a sonar y la debida calidad del Metro en el que muchos viajaban cabizbajos, algunos por dormir. En la calle, ya se veían no sólo votantes, también patinadores ejercitándose un poco y exhibiéndose otro tanto, artistas en la calle y otros que hacían la pantomima de la adhesión a uno de los de las pancartas en busca de un billetico que les salvara el día que se iba agotando en medio del letargo de domingo mientras en la cabeza de un “neovotante” pasa fugaz aquella primera vez, ahora metida en una urna de cartón.


16 Reportaje gráfico

UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA CONTEXTO No. 41 Abril 2014

ojo a las elecciones Periódico Contexto / periódico.contexto@upb.edu.co

En un recorrido por varios puestos de votación el pasado 9 de marzo, durante las elecciones legislativas, el equipo del periódico Contexto pudo recoger imágenes de aque-

Los movimientos políticos acudieron a todo tipo de recursos para convencer a las indecisas que acudieron al Palacio de Exposiciones de Medellín. Foto: Mateo García.

Cuestión olvidada. En las calles puede verse cómo los vestigios de contiendas pasadas se relacionan con el presente en el debate electoral. Foto: Laura Mejía.

llas situaciones que describen la manera cómo, a través de la participación con el voto, se hacen visibles los rasgos de nuestra cultura política. Testimonio gráfico.

Vigilancia estricta para que se cumpliera la prohibición de material proselitista, aquí aplicada a la promoción del voto en blanco. Foto: Miguel Spitaletta.

Con el argumento de hacer pedagogía electoral, varios candidatos entregaron material como este en algunos de los puestos de votación recorridos por Contexto. Foto: Periódico Contexto.

El desplazamiento a las urnas se convirtió en parte de la agenda en familia durante el fin de semana de elecciones. Foto: Laura Mejía.

La jornada electoral no afectó las rutinas de domingo de gran parte de los ciudadanos. Deportistas hicieron parte del paisaje en los puestos de votación. Aquí, en el municipio de Envigado. Foto: Laura Mejía.


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