PERIODISMO UNIVERSITARIO
ISSN 1909-650X
El periódico de los estudiantes de la Facultad de Comunicación Social-Periodismo
Medellín, mayo de 2014
No.42
Distribución gratuita
MEDELLÍN:
Foto: Juliana Gil.
NO TODO ESTÁ EN LOS PLANES
¿Quién vive? Págs. 5 - 14
Entre la ciudad planeada y la que día a día se vive y se construye en sus rutinas, hay personas con historias que determinan cuál es el curso que toma el desarrollo de la
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Análisis
Huellas del Foro Urbano Mundial El tiempo no borra los logros y los temas pendientes para Medellín
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Reportaje
urbe y quienes la habitan. Diversas miradas sobre la Medellín que tiene el recuerdo fresco del Foro Urbano Mundial que acogió.
Unos sueñan con irse, otros con regresar Medellín, entre la ciudad y campo
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Reportaje
Medellín para los habitantes de calle Una misma ciudad, diferentes mundos
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Opinión
UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA CONTEXTO No. 42 Mayo 2014
LUCECITAS DE MI CIUDAD Ramón Pineda / periodico.contexto@upb.edu.co
Y podemos darnos cuenta que está cada vez más insegura. Y no creernos el cuento de que es la más innovadora del planeta. Y aceptar que hay barrios sin vías en los que ya no hay espacio para una casa ni una torre más. Y preocuparnos por lo visibles que se volvieron los sin techo en el Paseo del Río -¿o no es por eso?-. Y renegar de la multiplicación de los vendedores ambulantes, y de que la Policía no esté cuando se necesita, y de los edificios que se llaman Hollywood, y de las cámaras del Tránsito, de los trancones, de las pirámides, del reguetón, del grillerío… pero si hay algo que nos reconcilia con Medellín, que nos hace sentir que, a pesar de todo queremos vivir aquí, es cuando es de noche, regresamos de un viaje y en el descenso por las autopistas de la montaña, vemos el valle iluminado. Hay algo que nos devuelve a la infancia en esa visión. Allá abajo, y hasta arriba, Medellín, sembrada de lucecitas temblorosas. Y entre ellas, o con ellas, uno trata de reconocer las calles de siempre, los edificios de siempre, esos que construyen nuestros mapas de la nostalgia. Y sí, ahí está esa, la más larga, la avenida que atraviesa el río de sur a norte. Y a su lado, y por su lado, la que traza los viaductos del Metro. Y San Juan y Colombia y La 33 y La 30, tan distinguibles de oriente a occidente. Y uno ve que en esas direcciones también hay calles derechitas como esa que sube por Castilla, o esa de las columnas del Cable a Santo Domingo que es una especie de autopista que sube hasta el cielo, hasta donde no llegan luces. Y en medio de la rutilancia del “Barcolombia”, y de ese medieval castillo de metal que es el Inteligente, y del bosque de torres de Babel que florecen en El Poblado, y del trencito de cajones que es Explora, y de los modestos rascacielos del Centro, también nos hablan, nos activan los recuerdos, esos baches, esas pocas zonas oscuras que crean, entre otros, el cañón de La Asomadera, las faldas de los cerros Volador, Pan de Azúcar, Picacho y -un poco- el Nutibara coronado por su pueblito paisa. Siete cerros tutelares tiene Medellín. Y más que las obras de progreso y de pujanza, más que los delirios de grandeza, tal vez lo que nos haga únicos, lo que en verdad nos pertenezca, sea ese poder de abrazar con la mirada casi la totalidad del valle que habitamos. No en vano Carrasquilla, Gonzalo Arango, Vallejo y hasta Jorge Franco, cuando se trata de hablar de la ciudad -de lo camandulera que es, de lo chismosa que es, de lo avara que es, de lo intolerante que es, de lo asesina que es- también han cedido a esa provocación de su paisaje.
Bien pueden tus habitantes, éstos que hinchan el ámbito de tu recinto urbano, irritarse los unos con los otros; bien pueden dedicarse mutuamente los peores de sus ceños, maldecir una mitad de la otra, como es de rigor en toda humana montonera; pero si alguno de estos fastidiados detiene la mirada en el medio físico en que se agita, tendrá que serenarse, como el niño añorante a la vuelta de su madre. Tus gentes, Medellín hermosa, no necesitan unas de otras para aliviar sus tedios y pesares: con tu naturaleza tienen. Lo dice el viejito Carrasquilla -es muy difícil imaginarlo joven- a comienzos del siglo 20, mirando desde arriba esa Villa de la Candelaria que no había crecido del río hacia occidente, que estaba acostumbrándose al alumbrado público -la primera iluminación eléctrica data de 1898, 150 lámparas alrededor del Parque Berrío- y, si mucho, el barrio más alto era Buenos Aires. Y desde más arriba de Buenos Aires, camino a Santa Elena, es de donde seguramente Gonzalo Arango pudo apreciar el valle para componerle a la ciudad esa declaración de amor, con cantaleta incluida, que es Medellín a solas contigo: Cuando a media noche salgo, en la terracita veo la ciudad iluminada, feliz bajo la fresca noche de verano. ¡Oh, mi amada Medellín, ciudad que amo, en la que he sufrido, en la que tanto muero! Mi pensamiento se hizo trágico entre tus altas montañas, en la penumbra casta de tus parques, en tu loco afán de dinero. Pero amo tus cielos claros y azules, como ojos de gringa… Inolvidable ese piropo, tan azulado como los días que Fernando Vallejo vive y ve desde su casa en el barrio Boston y desde Santa Anita, la entrañable finca de su abuela, a medio camino entre Envigado y Sabaneta. Y si las palabras del padre del Nadaísmo oscilan entre al amor y la recriminación por la ciudad, qué se puede decir de este otro mesías cuando en El fuego secreto exclama: Medellín, matadero, putiadero, rezadero, en ti nací y en ti me muero, lleno de asombro, de nuevo desde arriba, por ese valle que no deja de crecer: En una explanada de una curva nos detuvimos a contemplar el panorama: expandida, espléndida,
Medellín, la villa, que se ha pegado un estirón como de muchacho de quince años. ¡Y yo que la vi nacer! Bueno, es un decir, ella me vio a mí, pero nos llevábamos poco tiempo. Dos siglos en que por esperarme no avanzó nada. Pero aterrizo yo, me ve y le entra la locura: a correr, a crecer, a no dejar lote baldío. Ya llenó el valle, ya llenó las anexas montañas: a uno y otras los ha empedrado de luces. Que ahora, a mis pies, palpitan de intimidades… Cuánta pasión contenida allá abajo bajo esos techos, encerrada, aprisionada por un carcelero indetectable, implacable, quemándose sola. Medellín en la noche es bello. ¿O bella? Se va a preguntar luego en La Virgen de los sicarios para afirmar luego que todas esas lucecitas son almas, tres millones y medio de almas, las mismas que envió al cielo o al infierno, Rosario, la sicaria de las tijeras que Jorge Franco volvió casi real. Mientras ella agonizaba de un balazo -¿o de un beso?- su enamorado la recuerda y el narrador dice: Desde la ventana del hospital, Medellín se ve como un pesebre. Diminutas luces enquistadas en la montaña titilan como estrellas. Ya no queda ningún espacio negro en la cordillera, forrada de luces desde abajo hasta La Ceja… los edificios iluminados le dan una apariencia de tinglado cosmopolita, un aire de grandeza que nos hace pensar que hemos vencido al subdesarrollo. El Metro la cruza por el medio, y la primera vez que lo vimos deslizarse creímos que finalmente habíamos salido de pobres. Pero no fue así, no salimos de pobres. Estamos más pobres. Pero tenemos Metro y una ciudad Más Educada, y Más Innovadora, sede de campeonatos deportivos, de foros mundiales, con medios de transporte menos contaminantes, con una imagen más favorable internacionalmente, con cais periféricos, con esculturas de Botero, con más oferta gastronómica, con hoteles, con super discotecas, con “paisitas lindas”. Hasta razón tiene el mismo Franco cuando dice que algo muy extraño nos sucede con esta ciudad y expresa que a pesar del miedo que nos mete, de las ganas de largarnos que todos alguna vez hemos tenido, a pesar de haberla matado muchas veces, Medellín siempre termina ganando… basta con mirarla en la noche, desde lejos, para saberlo.
Editorial
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MEDELLÍN, ENTRE LOS LOGROS Y LOS RETOS PENDIENTES / periodico.contexto@upb.edu.co
Ya no sorprende hablar de la transformación urbana de Medellín. Ya no sorprenden todas las obras que le han cambiado más que la cara a esta ciudad empeñada en sanar las heridas de sus violencias, por más que sigan apareciendo y multiplicándose. Lo que sí puede ser sorpresa para muchos es lo que pasa más allá del asfalto, la manera cómo los que vivimos en esta ciudad le damos términos concretos a los planes, las proyecciones, las simulaciones computarizadas, nacidas en las promesas de gobierno de los últimos alcaldes. La transformación de esta ciudad, la más profunda, es la que ocurre en las personas y se refleja en su vida, en sus acciones cotidianas, incluso en los ámbitos más íntimos, donde se nota con más fuerza que el proceso no tiene pleno control. Cómo negar los usos diversos del tradicional Parque de Bolívar, que un sábado cualquiera es al mismo tiempo altar, escenario teatral, conservatorio de música, bar y megáfono de todos los colores políticos. Cómo desconocer la fama del Parque de los Pies Descalzos, en ese lado más vanguardista e internacional de la ciudad, por sus espejos de agua y lo que los niños hacen con ellos bajo la canícula. Rogelio Salmona, el arquitecto que diseñó el Centro Cultural de Moravia en Medellín, soñó a Bogotá en boce-
tos para un sendero que de la Avenida Jiménez en el centro llevara hasta las faldas de Monserrate en un trayecto de algunos kilómetros hacia el oriente, para alcanzar la cumbre al ambiente sereno de espejos de agua que proponía en su obra. Por otra parte, los más recientes planes de la Ciudad de la Eterna Primavera propusieron ponerles a las laderas orientales un monorriel para mover mejor a las miles de manos trabajadoras que a diario bajan por el sustento y suben por el descanso. Los 2’414.494 medellinenses que el Departamento Administrativo Nacional de Estadística proyectó para 2005, se van hasta los 2’441.123 en los números previstos para el año que corre. Es la gente la que determina qué ocurre con todas esas ideas. En Bogotá, en la obra de Salmona en la Avenida Jiménez que se quedó sin llegar a Monserrate, no se escucha el correr sereno de las aguas por el eje ambiental, no sólo por el ruido de la ciudad sino porque permanecen quietas pudriéndose al recibir lo que le sobra a los transeúntes: basura, cansancio, indiferencia. Tampoco por el oriente de Medellín pasa el monorriel proyectado: transitoriamente parece haber primado el llamado de los habitantes de la zona a pensar primero en la gente y luego en el cemento, que tampoco pudo llegar por los avatares de la gestión pública y sus presupuestos.
La banca de un parque puede ser para unos la sala de lectura, para otros un nido de amor y para otros más, la cama anhelada. Son los contrastes de una misma ciudad que acoge miles de personas con sus historias y sus puntos de vista. Con el propósito de reconocer algo de lo que hay entre lo planeado y lo vivido, esta edición de Contexto reconoce algunas de esas historias y nos abre los ojos a algunas de las realidades que debemos seguir reconociendo, como tareas pendientes, como orgullos inadvertidos, como fuentes de inspiración o como llamados a no perder nuestra sensibilidad en el espacio en el que vivimos. ¿Cuál es la mirada sobre Medellín de los cometeros que buscan sólo sus zonas verdes para echar a volar sus sueños? ¿Qué esperan de la ciudad los niños que viven rodeados de edificios y los que viven rodeados de montañas en la misma Medellín? ¿Por qué es que una niña que trabaja no tiene tiempo de hacer algo semejante? ¿Cuáles son las altas y bajas de la vida en el campo de esta ciudad? ¿Cuál es el carácter que se revela de ella a través del hábito de leer de su gente? ¿A qué suena Medellín? ¿Cómo se ve en los documentales que han registrado los personajes que le dan luz y sombra? ¿Cuál es la ciudad que les pertenece a quienes viven en sus calles? Es una mirada amplia –no completa, desde luego– a la ciudad que ha
logrado llevar de 68 a 77 años en promedio la expectativa de vida de sus habitantes en los últimos 9 años, a la ciudad que bajó un 26,5% su tasa de homicidios en 2013, que fue lugar de 1.310 espectáculos y eventos el último año, que tiene 86.200 niños hasta los 5 años con educación inicial gratis, la de los Juegos Suramericanos, la del único Metro en Colombia, a la que todavía se le reconoce en otros lugares el civismo de gran parte de su gente. La misma ciudad que se sacude de cuando en cuando con la recurrencia de los hurtos, con el absurdo de la violencia contra los niños, que aparece en la prensa internacional como destino de turismo para todo tipo de excesos que buscan hasta deportistas extranjeros; es la misma ciudad de quienes viven –queriendo o no- “a contra mano”: sin casa ni carro ni beca y muchas veces sin ley ni dios conocido. Evidentemente, el Foro Urbano Mundial ya pasó, pero sus huellas todavía están frescas. Esta es una mirada a la ciudad y sus avances, pero también a sus tareas pendientes y los logros y los retos todavía se mantienen. Los periodistas de Contexto, estudiantes de Comunicación Social y de la realidad de esta ciudad, han recogido historias que dibujan respuestas a estas preguntas; sólo algunas de ellas, las demás van por cuenta de ustedes, que también convierten en realidad esta idea que llamamos ciudad.
En memoria de Monseñor Darío Múnera Vélez (Q.S.O.P.) En un espacio pensado para la proyección del pensamiento bolivariano, es necesario agradecer la obra de un hombre destacado por su labor al frente de la Universidad Pontificia Bolivariana. Como Rector de esta casa de estudios entre 1988 y 1998, Monseñor Darío Múnera Vélez fue gran impulsor de la formación postgradual en programas de especialización, maestrías y doctorados. Además de una gestión evidente en la expansión física del campus de Laureles, en donde se destacan obras como la biblioteca universitaria, su huella es visible en la llegada de la Universidad a Marinilla, Bucaramanga y Montería para que desde las regiones continuara una obra por la que siempre manifestó afecto. Valgan estos apuntes para honrar el trabajo en vida de Monseñor Múnera Vélez, fallecido el pasado 7 de mayo en Medellín.
El periódico de los estudiantes de la Facultad de Comunicación Social- Periodismo
Rector: Pbro. Julio Jairo Ceballos Sepúlveda / Decana Escuela de Ciencias Sociales: Érika Jaillier Castrillón / Director Facultad de Comunicación Social-Periodismo: Juan Fernando Muñoz Uribe / Coordinador del Área de Periodismo: Juan José García Posada / Director de Contexto: Joaquín Gómez Meneses. / Jefe de Redacción: Carolina Campuzano B. / Fotógrafos: Juliana Gil. • Juliana Carvajal C. • Maria Clara Agudelo Z. • Laura Montoya • Laura Bayer Y. • Mauricio Atencia M. • Miguel Spitaletta • Juan Pablo Sepúlveda. • Mariana Bohórquez U. / Redactores: María Clara Agudelo Z. • Juliana Carvajal C. • Melissa Álvarez C. • Maria José Pinilla D. • Juliana Gil G. • Juliana Carvajal C. • Laura María Echeverry J. • Juan Pablo López M. • Ángela Amaya M. • Juliana Gil G. • Sarita Jaramillo R. • Mariana Parra M. • Carolina Campuzano B. • Laura Montoya C. • Laura Bayer Y. • Juan Pablo López • Miguel A. Spitaletta • Christian Camilo David • Mariana Benincore • Juan Pablo Sepúlveda • Mariana Bohórquez U. / Foto portada: Juliana Gil G. / Diseño: Estefanía Mesa B. • Carlos Mario Pareja P. / Diagramación: Ana Milena Gómez C. / Impresión: La Patria // Universidad Pontificia Bolivariana • Facultad de Comunicación Social- Periodismo / Dirección: Circular 1ª Nº 70 - 01 Bloque 7 / Teléfono: 354 4558 / Twitter: @pcontexto / Correo electrónico: periodico.contexto@upb.edu.co / ISSN 1909-650X.
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Opinión
Duró más de lo debido Rubén Darío Hoyos Castaño / ruben-hoyos@live.com
La séptima edición del Foro Urbano Mundial, realizado en Medellín del 5 al 11 de abril, ha sido la segunda de mayor duración. Siete días fueron los destinados por parte de ONU-Hábitat para desarrollar el tema de
El problema de las leyes Juan José Muñoz Gómez / juanjosemunozg@gmail.com
Una de las grandes y más desafortunadas falencias de la formación en Colombia es que se pretende corregir problemas propios de la educación con base en leyes y, en esta perspectiva de crimen y castigo, nos quedamos esperando penas más severas, pero sin dejar de sorprendernos cada vez más por crímenes más atroces. En Medellín, por ejemplo, una de las medidas con-
Unos cobardes, otros hipócritas Juan Pablo López / soyjplopez@gmail.com / Twitter: @iHedonismo
Un medio de comunicación está obligado, hoy en día, y pienso que siempre, a tener un contacto con el ciudadano, a tener una comunicación y seguimiento tanto previo
Una voz por la libertad Redacción Contexto / periodico.contexto@upb.edu.co
No sólo por su timbre y una dicción impecable, la voz de Javier Darío Restrepo es clara. La voz de Javier Darío Restrepo ilumina el panorama sombrío del oficio periodístico en estos tiempos. Ahora que estamos apabullados por la compra-venta de verdades, con los medios y los periodistas en
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Equidad urbana en el desarrollo-ciudades para la vida. La misma cantidad de días duró el pasado foro llevado a cabo en Nápoles, Italia, en 2010. Allí se habló del Futuro urbanístico mundial. A diferencia de los dos últimos foros, las cinco primeras ediciones no han durado más de cinco días. Inclusive la versión 2008, efectuada en Nanjing, China, fue la más corta con sólo cuatro días. Esta versión desplegó el tema de Urbanización armoniosa: el reto del desarrollo territorial equilibrado. A pesar de que este foro fue uno de los más concisos en cuanto a objetivos, muchos de estos temas siguen pendientes y no son tomados en cuenta. En Medellín, sólo tres de los siete días fueron realmente productivos e interesantes para los asistentes. Desde su inauguración oficial, el lunes 7 de abril, hasta el miércoles 9 de abril, se presentaron expositores y conferencias directamente relacionadas con el objetivo principal del Foro, Equidad urbana en el desa-
rrollo-ciudades para la vida, con la plusvalía de participantes internacionales como el Premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz. Los días previos, sábado 5 y domingo 6; y los días posteriores, jueves 10 y viernes 11, parecieron más para completar la programación de la semana y no dejarla sin actividad. En estos días se escucharon conferencias auspiciadas por grandes empresas privadas, lo que, de una u otra forma, sesgaba la información que recibían los asistentes. Cuando en un evento la mayoría de participantes son funcionarios oficiales de otros países, se hace muy difícil que permanezcan una semana entera por fuera de sus funciones. Por esto la concurrencia del Foro se vio reducida a más de la mitad luego del miércoles 9 de abril. Les queda a los próximos organizadores replantearse la idea de un foro de cinco días de duración como máximo.
tra el sicariato es la prohibición del parrillero hombre y, aunque las cifras parecen mostrar una disminución que a todas luces será temporal –hasta que los asesinos encuentren otras formas de matar–, en esta ciudad la vida sigue y seguirá valiendo ‘un huevo’. Así mismo, se proponen castigos más severos para quienes ataquen a otros con ácido, pero nunca nos preguntamos cómo llegó esta sociedad a estar tan enferma y a ser capaz de tales aberraciones. Se crean discusiones eternas sobre la legalización del aborto, mas no se establece una cultura de prevención. En Bogotá se pone en marcha el programa piloto del vagón femenino de Transmilenio, como si la segregación sexual -altamente discriminatoria- fuera la solución para que algunos hombres se controlen. Aquí, en Medellín, con cada hincha muerto después de un partido, se sugiere cerrar el Atanasio Girardot, como si los estadios mataran personas. Es que educar no es sentar a los niños 11 años en un salón para que se memoricen nombres y obras de
filósofos, valores, virtudes, normas, reglas, máximas y dogmas. Eso es perder el tiempo. Educar es proveer las herramientas para que nos demos cuenta de que pertenecemos a una sociedad y que las reglas se cumplen, no porque de lo contrario habrá penalidades sino porque tenemos responsabilidades y funciones y porque nada en el mundo, absolutamente nada, nos da el derecho para ocasionar el sufrimiento de otros. En este contexto, las leyes - aunque completamente necesarias como legitimadoras de las necesidades sociales- son una herramienta secundaria. Pero sigamos así, que haya mártires y víctimas en circunstancias cada vez más inhumanas, que los congresistas sigan promulgando leyes que fortalezcan los castigos, sigamos llenándonos de presos porque es más fácil hacer una ley en dos meses que educar durante años… después vemos cómo hacemos. Sigamos así, para que cuando en Medellín los sicarios empiecen a matar a pie, a todos los ciudadanos comunes y corrientes nos prohíban caminar.
como posterior al hecho noticioso. Los medios también deben ser la voz objetiva e imparcial del pueblo por medio de los hechos sociales, políticos, económicos y culturales, tanto positivos como negativos. ¿Qué pasa cuando tenemos un canal diferente de interacción, un canal que cambia y protege al que opina o ataca sobre un tema o una noticia difundida por un medio? Los resultados son desastrosos en los foros y espacios de interacción de los .com. Al parecer, no se contaba con las características reaccionarias, insensatas y agresivas de la sociedad colombiana. Digo “al parecer”. Los espacios “democráticos” se han convertido en una guerra virtual fácil de conjurar, cuyos combatientes se protegen en el anonimato detrás del computador, posición con la que adquieren licencia para lanzar barbaridades y atentar contra ideologías e, incluso, contra la integridad moral de los implicados en las noticias y los mismos periodistas.
Los medios, hipócritas en este caso, encararon la problemática, y al igual que cuando descubrieron una oportunidad con lo digital, aquí encontraron usuarios de larga permanencia en su sitio web, y eso ¿qué significa? Pues nada más que mucho dinero. Es inaceptable e irresponsable que los medios de comunicación no regulen los comentarios en sus foros y espacios, ya sea por conseguir más y mejor pauta o, simplemente, por negligencia. La situación llama a revisar los nuevos canales. Eso hace que sea imperativo que los medios recuerden sus códigos éticos y los adapten a la era digital. Pensar líricamente, con una negación, sólo llevará al medio de comunicación a un retroceso. La ética no es un mero capricho deontológico, es la base fundamental del éxito, la clase y el profesionalismo de los medios que establecen sus límites para apartarse de la transgresión ética y moral.
riesgo de ser intermediarios; todavía con las cicatrices del pobre debate político reciente, hay urgencia de claridades y los planteamientos de Restrepo -un estudioso, practicante y promotor de la ética periodística con 54 años de carrera- señalan caminos. Él aceptó la invitación de la Editorial UPB y el programa de Comunicación Social- Periodismo y volvió a la Universidad Pontificia Bolivariana para hablar de temas de actualidad en relación con la labor periodística. Empezó con un llamado claro: en circunstancias como las que vivimos durante la campaña política pasada con la extracción, venta y manipulación de datos, “el periodista debe tener un comportamiento ético superior”. Según Javier Darío Restrepo, en condiciones como las que antecedieron a la primera vuelta presidencial, la verdad se vuelve un instrumento al servicio de intereses diversos, pero finalmente particulares, de un grupo o un individuo. Se necesita otro tipo de seguridades, como las que el periodista puede ofrecer al lector: que
trabaja arduamente para que sus opciones individuales –que es legítimo tenerlas– no influyan en la información que se entrega. Según Restrepo, los periodistas “no tenemos derecho a los afectos políticos. Al menos hacia afuera. Predomina mi deber con la sociedad”. El de la independencia, es un concepto que necesita revisarse y no porque no exista sino porque se construye con las actuaciones cotidianas. Esta es una de las certezas que todos los días exige el oficio del periodismo. Otra fundamental, como lo planteó Javier Darío Restrepo, es la claridad del profesional en torno al propósito de su labor; hoy más que nunca se necesitan respuestas directas: ¿para qué somos periodistas? En su conversación planteó que los periodistas ofrecemos información para que las personas tomen decisiones a partir de ella y, de ese modo, tengan libertad. Responder a esta pregunta con sinceridad nos permitirá tomar nuestras propias decisiones y entender, lejos de la retórica, que el periodismo es un ejercicio por la libertad.
CRÓNICA
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Medellín, en los espacios y la mirada de los cometeros
LA CIUDAD DEL VIENTO María Clara Agudelo Zapata / mariaclara.agudelo@gmail.com Juliana Carvajal Castrillón / juliana.carvajal.castrillon@gmail.com
En la ciudad que unos llaman “La más innovadora”, de calles rebasadas por los carros, de pitos impacientes, de altos edificios y cerros olvidados, donde parece importar más el gris que el verde – porque se niegan a estas “nuevas” dinámicas o porque prefirieron quedarse en el pasado– todavía hay quienes siguen enamorados de los caminos de tierra custodiados por árboles, de la historia e imponencia de aquellos cerros, de las aves coloridas construidas por sus propias manos, que coquetean con el viento y que les permiten navegar el cielo. La Medellín de los cometeros es volátil, mágica, idealizada y contemplada desde las alturas que alcanzan sus alas imaginarias. Los espacios y el tiempo han cambiado y, también, la velocidad de sus pasos. Lo único que permanece intacto es la pasión por las cometas. John Sosa y Rubén Darío son cometeros hace 40 años, los mismos que llevan subiendo a ese que consideran el santuario del viento y el médico de las cometas: el cerro El Volador. El ritual de cada sábado los encamina a coronar las escaleras de San Germán, para tener un primer contacto con ese lugar donde cabalgan el viento. Usan botas de caminantes, botas que reconocen la senda y la historia de ese antiguo cementerio indígena, y que, como en los demás cerros, les hacen sentir el cuerpo diferente a como se siente cuando se camina sobre el asfalto. Sus prendas están dispuestas para recibir el sol de mediodía y la llovizna del poniente. En sus mochilas llevan los banderines que adornarán la cima de su santuario y en sus manos se les ven las varas de caña brava con las que le dan forma a las cometas construidas por ellos mismos.
El deseo de volar ¿Cuándo volaremos y cómo hacerlo? Quizá el primer soñador hipnotizado con el vuelo de los pájaros fue Ícaro, quien, embelesado por el viento y por las nubes, se acercó demasiado al sol con sus alas de cera, mientras Dédalo, su padre, lo lloraba. De ahí en adelante, muchos inventores, desafiando la gravedad y los límites de su condición, encontraron la muerte. Incluso antes que la escritura, hace aproximadamente 25 siglos, el hombre se ingenió otra manera de conectarse con el viento, un ave de la imaginación: la cometa. La primera, se dice, fue confeccionada en madera por Mo Zi, y desde entonces la cometa ha permanecido en la historia, independientemente de sus diversos usos: como medio de transporte en sus inicios –antes del avión–, como un desarrollo de la capacidad científica del hombre aplicado por Benjamín Franklin, Francis Rogallo y Peter Lyn; o como el medio para la primera fotografía aérea hace más de cien años por Arthur Batut Labrugiere. Hoy, John
En busca constante de espacios verdes para alzar vuelo, los cometeros son testigos del ritmo de urbanización en Medellín. Foto: Juliana Carvajal Castrillón / María Clara Agudelo Zapata.
y Rubén Darío le atribuyen a esta ave el poder de devolverlos a la infancia, a un estado de inocencia y felicidad explícitas en sus sonrisas, en el fervor de sus palabras y en la convicción de su vuelo.
¿Ciudad para cometas? Suelen tardar quince minutos en el ascenso. Cuando llegan a la “meca de los cometeros”, arman una Estación Meteorológica Casera (Emeca) que les sirve para medir el tiempo: hacen una lectura de las nubes, atan banderines a las varas y cuelgan de los árboles catavientos coloridos en espiral. La primera Emeca que hicieron se llamó Puerto Cody, en homenaje al inventor de la cometa, Emmanuel Franklin Cody. Pero no son los únicos entusiastas de estas aves a mano. Luis Carlos Cadavid eleva sus aves de tela todos los días. Le dicen Tako Kichi, que significa ‘Loco por las cometas’ en japonés y para sus colegas es un maestro. Tako Kichi le heredó a su hijo el entusiasmo por las cometas desde los ocho meses de edad. Ahora, con 22 años, Sandro, además de volarlas, también las construye y las vende. La idea surgió un día en el que le preguntó a un niño de 13 años con el que elevaba cometas en Itagüí qué hacía. El niño le respondió que era “jíbaro” y que su madre era quien lo surtía de drogas. Entonces decidió desplegar una alternativa de vida para los jóvenes del sector por medio de talleres de construcción de cometas para su comercialización. “¿Este man qué home?”, fue lo primero que dijo Andrés cuando vio a Sandro que elevaba sus productos, y ahora combina el BMX con las cometas
para desestresarse. Él es uno de aquellos adolescentes cautivos porque vio en la propuesta de Sandro una conexión con la naturaleza. Ha aprendido que se necesita conocer muy bien la tela y usar una buena madera para armar esas simulaciones de murciélagos que engalanan El Volador. Comparten anécdotas como se entrelazan sus cometas que recuerdan las palabras de Juan Rulfo: El aire nos hacía reír, juntaba la mirada de nuestros ojos, mientras el hilo corría entre los dedos detrás del viento, hasta que se rompía con un leve crujido como si hubiera sido trozado por las alas de algún pájaro. Y allá arriba, él pájaro de papel caía en maromas arrastrando su cola de hilacho, perdiéndose en el verdor de la tierra. La ciudad, antes verde y de extensos cañaduzales, se ha transformado y, con ella, su gente. El afanoso siglo XXI parece haber relegado una serie de aspectos que para John son fundamentales: el aire libre, recibir el sol y la lluvia, mover el cuerpo, caminar. Allá, en su santuario, los cometeros concuerdan en que se están agotando los espacios para hacer más dinámica la vida y esto responde principalmente a dos fenómenos: por un lado, la urbanización desmedida y, por otro, las prácticas de las personas. “La mayoría de la gente pasa el tiempo frente a una pantalla o encerrada entre paredes, pocas veces sale a recibir el viento”, dicen. Lugares como Pajarito, que era el sitio de veraneo hace unos 60 años, o las mangas de Niquía, sagradas para calibrar sus cometas, les han sido arrebatados. Hay pocos espacios y los pocos que quedan no se libran de ser objeto de alguna
construcción, como pasó en el parque Juanes. “Aquí no pueden ver un pedazo de manga porque ya quieren edificar ahí”, expresa Sandro con cierta molestia. El cerro El Volador es uno de los pocos lugares que los acogen en la ciudad. Si no tuvieran más responsabilidades, subirían todos los días. Por eso los sábados son sagrados. Desde antes del mediodía y hasta que cae la tarde, elevan, más que cometas, sus propias vidas. Descubren a qué suena la ciudad y la composición del paisaje que contemplan. Se adueñan del espacio y lo respetan, pues saben que allí llega el mejor viento de Medellín y, como dice Luis Carlos, “hay que gastar el viento aprovechando que aún no nos lo cobran”. Saben que si una cometa resiste los vientos que por allí pasan, podrán resistir los de cualquier otra parte.
Pasión eólica Estos cometeros no son los únicos que han imaginado, sentido y vivido así la ciudad. De hecho, una de sus fuentes de inspiración data del 30 de noviembre de 1923, cuando Manuel S. Acosta, más conocido como Salvia, realizó la hazaña de elevarse sobre la ciudad en un globo en cuya superficie había letreros publicitarios. Y aunque por un error infortunado el vuelo terminó en accidente, Salvia y su vuelo son un emblema para los cometeros de esta región. “Es imaginar la ciudad con el deseo de volar sobre ella”, explica John, decidido a escapar de lo terrestre, de los afanes de la economía y la innovación para abrirse, más que un espacio propio, otra ciudad completa: la ciudad de los vientos.
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CRÓNICA
UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA CONTEXTO No. 42 Mayo 2014
En la rutina de una niña trabajadora
CRÓNICA DE SOL A SOL Melissa Álvarez Correa / meli.korrea@gmail.com
El gran salón absorbe su pequeño cuerpo, aunque se sienta en la primera fila. Sus 45 compañeros hablan al mismo tiempo, mientras la profesora dicta y no parecen incomodar a Daniela. Se ve cansada y con ojeras, las manos sobre su rostro muestran la fatiga que a sus casi 14 años ya posee. Estudiar y trabajar no es fácil para ella que con su delgado cuerpo moreno es capaz de organizar verduras, pelar cebollas y despacharlas por ocho horas al día. Daniela podría ser confundida con una niña de 8 años, pero tiene 13 y está en quinto de primaria. Hace parte de los 168 niños que trabajan en la Plaza Minorista de Medellín para llevar el sustento a su casa, pese a que esto signifique dejar de lado el juego y el estudio. Su día comienza muy temprano. A las cinco de la mañana se levanta para ir a la escuela, se alista y deja su casa para caminar hasta la I.E Villa del Socorro, donde lleva tres intentos para aprobar el mismo grado y pasa de lunes a viernes cinco “largas” horas hasta las 11 de la mañana. Se sienta muy cerca al profesor como quien se interesa en aprender, pero su rendimiento académico no es bueno y es baja su atención en clase. Su cara, con la frente despoblada y seria, sus ojos negros rasgados, su boca rosada, su cabello rebujado y su cuerpo menudo están en disposición frente al gran tablero verde; pero su mente está volando en su mundo, en su trabajo, en su casa a donde la pobreza la obliga a llevar plata. Ella hace parte del 11.6 % de trabajadores, menores de edad, de la Plaza Minorista. A las 12m debe estar trabajando. Antes, va a su casa, se cambia la ropa y recoge su almuerzo. A su hogar la co-
mida la llevan ella y sus otros 4 hermanos, su madre es ama de casa y tres tías conviven allí también. Por esto la joven debe guardar de los diez mil pesos que le paga su tía -dueña de un puesto en la Minorista- al día, los 3.600 que valen los pasajes y llevar coca para frenar la desnutrición que tiene desde hace varios años. Si algo de dinero le sobra, lo guarda para ayudar a su madre y suplir sus propios gastos. Se monta al colectivo hacia el Popular 2 con la rapidez que la caracteriza en sus movimientos. Trepa y recorre las calles de los barrios Santa Cruz, Aranjuez, Campo Valdés, Prado Centro y San Benito, hasta arribar a la Plaza Minorista José María Villa, 25 minutos después. La ruidosa plaza es un universo fácil de recorrer para Daniela. Ubica sin problema el local al que debe llegar. Verduras, frutas, carretillas, puestos ambulantes, operadores de aseo y muchas personas que transitan, son obstáculos para llegar al sitio de trabajo, además de las miles de voces que se escuchan
Madrugar, estudiar, trabajar, trasnochar, madrugar de nuevo, estudiar más, trabajar como siempre, trasnochar otra vez. La vida de una niña que trabaja en Medellín.
Al ritmo de los adultos transcurre la vida de los niños que trabajan. En la Plaza Minorista avanzan proyectos para erradicar el trabajo infantil. Foto: José Vecino.
como una gran procesión; todo para ella es paisaje. Daniela conforma el grupo de las 340.000 niñas trabajadoras en Colombia. No tiene enfermedades diferentes a la desnutrición, pese a que su trabajo es considerado por el Convenio 182 suscrito entre Colombia y la OIT como una de las peores formas de trabajo porque pone en riesgo la salud de los menores de edad. Cuando un comprador llega, ella se levanta de donde se mantiene agachada y está pendiente de todo mientras su tía despacha. En general, las ocho horas que pasa en la Plaza Minorista se le agotan pelando cebollas, organizando verduras y cortándolas como su mamá le enseñó. “Ella dice que tengo que apren-
Entre la rutina del trabajo arduo, a veces se abre espacio una muestra del afecto propio de un niño. Foto: José Vecino.
der para cuando esté sola y tenga que cocinar y todo eso”, expresa la niña. En el momento en que contactamos a Daniela, en la Plaza Minorista hay otros 18 niños que hacen mandados o cargan bultos, situación ante la que está trabajando el proyecto Territorios Libres de Trabajo Infantil, por parte de la Fundación Juntos Construyendo Futuro. La niña culmina su jornada muy fatigada. Coge de nuevo un bus que la lleva a su casa, en la Comuna 2. Al tiempo que en la calle se escuchan niños jugar y saltar, ella sigue su camino a descansar. Su único deseo es dormir. No importa si tiene tareas, después puede reforzar. Sin embargo, su mamá siempre le dice que tiene que estudiar para “ser alguien en la vida”. “Si ella [su madre] me dice que deje el trabajo, yo lo dejo. Si me lo dice otra persona, no”, afirma con claridad la pequeña vendedora de verduras. En diferentes conversaciones, empleados y dirigentes de la Plaza Minorista que pidieron no revelar su identidad, sostuvieron que muchos menores entre siete y 14 años ya han dejado su trabajo. El reconocimiento de esta problemática desde el inicio del proyecto, en octubre de 2013, ha ido cambiando el panorama. Adultos que crecieron como trabajadores en la plaza afirman que no es un ambiente propicio para los menores. José Miguel Vecino, Coordinador del proyecto Territorios libres de trabajo infantil de la fundación Juntos construyendo futuro, explica que erradicar el trabajo infantil no es fácil con los niños que deben aportar dinero en sus casas, como Daniela. Comienza un nuevo día, Daniela se levanta para ir al colegio. Entra con desdén al salón y se sienta frente al inmenso tablero verde a escuchar y a ver lo que lleva viendo hace tres años: pasar su vida.
* Nombre cambiado para la protección de los derechos de la fuente.
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INFORME ESPECIAL
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Ciudad y campo. Voces y contrastes de la ciudad imaginada
¿QUÉ QUIEREN LOS NIÑOS? María José Pinilla Dávila / majo.pinilla@hotmail.com - @majopinilla Juliana Gil Gutiérrez / julianagil95@gmail.com - @JuliiGil
¿En qué ciudad crecen nuestros niños? La ciudad de los niños es la que determina el contexto en el que crecen y las realidades que enfrentan, específicamente en la casa, en el barrio o en la escuela. Allí es donde, entre otras cosas, observan en los adultos los modelos que influyen en su desarrollo sicológico y social. “A mí no es que me guste fumar marihuana sino que me llama mucho la atención el olor. Mi hermano ahora ya no fuma. Él fumaba con dos primos míos y otro primo. El otro primo se hacía muchas cosas, se inyectaba heroína y se ponía como loco”, cuenta un niño de 10 años de edad quien, junto a otros pequeños de zonas rurales y urbanas de Medellín, habló para Contexto* sobre la ciudad que viven y que sueñan. “Si el niño nace en un territorio peligroso, esto no implica que él lo acepte como suyo; sin embargo, durante su infancia no reconoce lo que es bueno o malo”, afirma Juliana Torres Duque, psicóloga de la Fundación Universitaria Luis Amigó. Dice, además, que el contexto en el que se nace y las realidades sociales y económicas que se afrontan, pueden disminuir los motivos de vulnerabilidad del niño. Añade Torres que la pequeña ciudad en la que habitan los pequeños y lo que ella muestra en sus realidades, logra influir de manera positiva o negativa en la creación del entorno de subjetividades e imaginaciones en el menor.
debe darse según el contexto socio-cultural al que pertenecen, con los requerimientos, ventajas y desventajas del medio en el que viven su proceso de crecimiento. Así lo plantea Karol Valderrama Burgos, licenciada en inglés y español de la Universidad Pontificia Bolivariana y dirigente scout de niños y niñas desde el 2004: “la educación termina siendo la pauta o punto de partida, en contexto, para que el territorio exista desde lo que las acciones constantes de los individuos -en este caso nuestros niños- realizan”, afirma. Este hecho muestra la importancia La concepción que los niños tienen de la ciudad depende del contexto en el que viven y determina su de pensar en ellos y su desarrollo físico y psicológico. Foto: Juliana Gil. forma de ver el mundo en el momento de pensar desde las políticas educativas en una ciudad, hasta las ac- queños… en relación con sus pares o se- expresan los niños con su territorio, inciones pedagógicas en la vida del hogar. res más pequeños, que pueden ver en dica que “es necesario trabajar con el Las voces expertas llaman a no ellos un punto de referencia en contex- medio ambiente para que los menores subestimar la función del niño a inda- tos reales”, asegura Karol Valderrama. den valor a lo que tienen”. gar por el territorio que desea. “No es darles una ciudad sino un espacio para que ellos la construyan”, asegura Jaime Giraldo Gil, coordinador del Área clínica El artículo 17 de Código de Infancia y la de atención psicológica de la UniversiAdolescencia (Ley 1098 de 2006) señala dad Pontifica Bolivariana. “Es que aquí podemos jugar en todas que: “Los niños, las niñas y los adolesPor eso, es importante balancear el partes”, cuenta una niña de 10 años, re- centes tienen derecho a la vida, a una acompañamiento al niño para que reco- firiéndose a su vereda. buena calidad de vida y a un ambiente nozca su papel en el territorio que habiEn el borde de la zona urbana del sano en condiciones de dignidad y goce ta e identifique cómo es el lugar al que Área Metropolitana, quienes viven tan de todos sus derechos en forma preva“A mí de la ciudad me gusta esto”, pertenece, sin necesidad de grandes cerca y a la vez tan lejos de las diná- lente”. cuenta una niña de tres años. “¿Qué es interferencias por parte de su acompa- micas urbanas, cuentan otras historias Mientras que quienes viven en lo esto?”, le pregunta su amiga, unos años ñante, sea éste un docente, los padres acerca de la ciudad y cómo perciben la alto de las montañas demuestran su ormayor que ella. “Pues la biblioteca”, o cualquier adulto con el que se relacio- seguridad, por ejemplo. gullo y satisfacción por vivir en un lugar afirma la pequeña de ojos brillantes y ne, quienes deben convertirse en motiLas historias, los cuentos y hasta los sin violencia -donde conocen a sus vecicon una sonrisa en el rostro. vadores del proceso de descubrimiento. chistes de los niños de la vereda Peñas, nos y encuentran espacios al aire libre La formación que reciben los niños, “Ellos, nuestros niños, se convierten en el corregimiento La Tablaza, munici- para recrearse-, aquellos que residen en tanto en el hogar como en la escuela, a la par en ‘formadores’... Sí, así de pe- pio de La Estrella, acerca de las diferen- la zona urbana manifiestan sentirse incias de vivir en las montañas y la rutina conformes con las dinámicas violentas de la urbe, muestran el nivel de arraigo que marcan a Medellín y de las que ale identificación que tienen con el terri- gunos de ellos, según afirman, han sido torio que habitan. testigos en algún momento. “Tranquilidad” es el mejor adjetivo “Yo quiero una ciudad sin violencia”, que encuentran para describir su forma afirma una niña de 12 años de edad de vida en un lugar alejado del movi- quien, en compañía de su hermana y miento y densidad de la ciudad. “Acá su prima, manifiesta su agrado por los hay piscina y está la cancha donde va- lugares que recorre, como el centro de mos a jugar… ¿para qué más?”, conclu- Medellín y la tienda de su abuela. Su deye uno de ellos. seo de paz y tranquilidad expresa la ciuNo obstante, cuando hablan de lo dad que tiene en mente, que observa que encuentran para pasar el tiempo, con ojos de niña, pero que, tal vez, los algunos de ellos afirman sentirse mejor adultos aún no han podido entender. en la ciudad. “A mí lo que me gusta de Fieles a su naturaleza expresiva, los Medellín es el ambiente”, comenta un niños de Peñas y los de Medellín no sólo niño de 10 años. “Eso es más grande, hablaron sobre la ciudad imaginada sino hay más cosas para hacer”, argumenta que la plasmaron en dibujos que comy da una opinión que es negada por el partimos en estas páginas y que pueden resto de niños que lo acompañan. decir mucho más que sus testimonios. Uno de los adultos que se ha asumido como acompañante de los niños en *Con el consentimiento informado de varios adulla vereda Peñas es Saúl Quintana Parra, tos responsables. En cumplimiento de la Ley, Con“Yo juego pistolero. Uno se esconde y cada uno tiene una arma y entonces hace ‘taque- taque’ con armas de palo”. Foto: Juliana Gil. líder comunal, quien sobre el apego que texto no revela sus identidades.
La educación, los niños y la ciudad
Mirando el mundo desde Una ciudad sin violencia las montañas
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ANÁLISIS
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El tiempo no borra los logros y los
HUELLAS DEL FORO
Sarita Jaramillo Ramíre Mariana Parra Montoya / Juliana Gil Gutiérrez /
El Foro Urbano Mundial en su séptima versión y el Foro Social Urbano Alternativo y Popular, que se realizaron en Medellín, tuvieron como temas centrales el derecho a la vivienda digna, el acceso a los servicios públicos básicos, equidad e inclusión de la ciudadanía -específicamente de los jóvenes- con perspectivas diferentes. El primero desde el punto de vista administrativo y el segundo desde el cuestionamiento de las políticas públicas e integración de la ciudadanía. La séptima edición del Foro Urbano Mundial (FUM) permitió que la ciudad fuera catalogada como la capital del mundo durante la semana del evento, un acontecimiento histórico para Medellín y el país. Además de un impacto social y cultural, el evento de ONU Hábitat también dejó marcas en la economía y permitió analizar las dinámicas presentes en las ciudades y evaluar qué aspectos se deben mejorar. De igual manera, el Foro Social Urbano Alternativo y Popu-
lar -que se realizó de forma paraleladejó en evidencia lo que, de acuerdo con la sociedad civil, le falta a Medellín para ser verdaderamente inclusiva y equitativa. En lo económico, el FUM permitió buenos resultados en el comercio y la hotelería de la ciudad, sectores que se vieron enfrentados a recibir la mayor cantidad de turistas en la historia, visitantes que acudían a un evento de carácter internacional. Para Liliana Lotero Álvarez, profesora de la Facultad de Economía de la Universidad Pontificia Bolivariana, “este evento aportó a Medellín un dinamismo en su actividad económica como comercialización, hotelería, restaurantes, transporte y demás servicios”. Precisamente, el World Urban Forum, en su nombre en inglés, es la principal conferencia mundial sobre ciudades, organizada cada dos años por ONU-Hábitat, que se convirtió -para muchos- en una feria de negocios, que
en esta versión tuvo como lema: “Equidad urbana en el desarrollo-ciudades para la vida”, en la que se consideraron temas centrales como planificación, equidad, seguridad, movilidad y gestión de servicios básicos. En el Foro Social Urbano Alternativo y Popular la sociedad civil, encabezada por la Universidad de Antioquia y diferentes ONGs, se convocó a foros para discutir y responder interrogantes como: ¿Dónde queda la igualdad? ¿Qué pasa con la pobreza? ¿En dónde quedan los desplazados por las mega construcciones? Además de confrontar ideas acerca de la vida digna en las urbes y la denuncia social. Con este propósito se realizó una marcha que tenía como objetivo pedir más oportunidades con respecto al derecho a la ciudad. Michael Kane, ciudadano estadounidense y miembro de la junta directiva de Hábitat International Coalition (HIC), red global que defiende los derechos vinculados al hábitat, la justicia social, equidad de género, sostenibilidad ambiental y defensa de los derechos humanos vinculados con la vivienda y con la tierra, cuenta que, “aprendí mucho en el intercambio de ideas para entender que en todas partes del mundo se viven los mismos problemas”. Sobre la marcha adelantada por los participantes del Foro Social Urbano Alternativo y Popular para pronunciarse sobre los temas de desarrollo en las ciudades, aseguró: “fue una de los mejores que he visto en la vida”. Kane contó que conocer a personas activistas en Medellín que trabajan por los derechos de la tierra rural fue una de las cosas más interesantes de la visita. De acuerdo con Luz Stella Carmona Londoño, ingeniera forestal de la Universidad Nacional de Colombia y doctora en Geografía de la Universidad Federal de Pernambuco, “el Foro Urba-
Marchantes durante el Foro Social Alternativo, paralelo al Foro Urbano Mundial. Foto: Juliana Gil.
La séptima versión del Foro Urbano Mundial contó con más de 10.000 participantes, quienes representaron a 160 países, mientras que el Foro Alternativo tuvo la participación de más de 3.000 personas de todas las regiones de Colombia y 30 países del mundo.
no Mundial fue la oportunidad de que pasara el mundo por la ciudad de Medellín”. Los grandes eventos como el FUM 7, que se enmarcan en la dinámica del marketing de ciudad, ponen a la localidad como un escenario temporal, donde los actores se toman el espacio por un tiempo determinado y permiten que quienes la habitan estén enmarcados en función de condiciones mundiales.
Retos de Medellín luego del FUM “Medellín tiene condiciones geográficas de grandes desafíos para la arquitectura y la ingeniería”, afirma Carmona Londoño, quien también señala que la capital tiene un “potencial geográfico increíble” por la posibilidad que ofrece de tener panorámicas de toda la ciudad y ser atravesada por un río que es, en teoría, un medio articulador. Diego López Chalarca, arquitecto y docente de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Nacional de Colombia afirma que, en el ámbito de lo físico, “Medellín tiene el reto de rescatar la matriz ordenadora que tuvo hasta los años 50 del siglo XX”. En estos tiempos el tranvía se constituyó como el medio de transporte principal, gracias a la facilidad que tenía para subir a sectores altos, ventaja que no tiene un sistema de transporte como el Metro; sin embargo, el paisaje cambió para finales del siglo XX cuando “la ciudad ya mostraba un paisaje totalmente desequilibrado desde el punto de vista urbano”, asegura López. Hace 60 años el Valle de Aburrá tenía una forma de crecimiento urbano coherente con su marco geográfico y su estructura ambiental. La ciudad existe en tanto se pueda recorrer, porque -de esta forma- se pueden entender sus problemas y contradicciones. López Chalarca cuestiona si se ha construido una ciudad para ser recorrida por los carros o por las personas porque “hablar de ciudades equitativas necesita considerar su habitabilidad y accesibilidad”. Cecilia Inés Moreno, directora de la Escuela del Hábitat de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de Colombia, cuenta que “Medellín está llena de retos en desigualdad, sostenibilidad y políticas públicas para mitigar los efectos ambientales del calentamiento global”; sin embargo, reconoce los avances que ha tenido la ciudad en mejoramientos y espacio público. Hoy las desigualdades están presentes en casi todas las áreas del desarrollo, la brecha entre ricos y pobres está cada vez más grande y cifras de la
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s temas pendientes para Medellín
O URBANO MUNDIAL
ez / saritajllor@gmail.com
/ mariana.p1991@gmail.com julianagil95@gmail.com
Según la página oficial del FUM, “Medellín ha ejemplificado su atención a las comunidades más vulnerables con soluciones de acceso a la movilidad, con una gobernanza inclusiva y con educación de calidad, sumado a la recuperación del espacio público y áreas verdes en la ciudad”. de las ventajas y avances que dejó a la capital antioqueña, el logro principal fue poner a Medellín en el panorama mundial como centro de discusión urbana y permitir otro nivel de la faceta
internacional de la ciudad, que lucha desde hace varios años por ser reconocida y catalogada como una metrópoli, con menos violencia y más equidad.
La marcha del Foro Social Urbano Alternativo y Popular se llevó a cabo el martes 8 de abril desde Puerto Nuevo, en Moravia, hasta el Parque Berrío. Asistieron organizaciones de la sociedad civil para clamar por una ciudad incluyente para todas las personas. Foto: Juliana Gil.
ONU indican que más de la mitad de la humanidad vive en zonas urbanas. Y Medellín, por su parte, es una de las ciudades más inequitativas de América Latina. La gente no va a parar de ir a la ciudad porque representa oportunidades, intercambio e innovación. Entonces, ¿qué vamos a hacer al respecto? Por eso hay dos caras, dos puntos de vista, porque entre el disenso se pueden escuchar diferentes pensamientos y llegar a algún acuerdo que nos incluya a todos.
Los dos foros terminaron hablando del gran reto de la equidad urbana, de cómo conseguimos que nuestras ciudades sean más equitativas e incluyentes para todos, aunque cada uno lo trata a su manera. En todo caso, con diferencias o no, es de admirar que Medellín haya sido escogida para estos encuentros y que en el mundo se esté haciendo el intento -oficial y alternativamente- por cambiar, mejorar o desarrollar las ciudades. Al final de la semana del FUM, luego de balances y promedios acerca
Que las ciudades ofrezcan condiciones equitativas para la vida digna. Uno de los ejes de debate del Foro Urbano Mundial. Foto: Juliana Gil.
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Reportaje
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UNOS SUEÑAN CON IRSE, OTROS CON REGRESAR Carolina Campuzano Baena / karo_k911b@hotmail.com Laura Montoya Carvajal / lao1406@hotmail.com
Una ciudad es un punto de encuentro creado por la voluntad de la gente para vivir en comunidad, de acuerdo con las concepciones de los urbanistas Richard Florida y Brent Toderian. Pero una ciudad también es un cuerpo articulado con calles, edificios y gentes que vienen y van, que intervienen lo natural para construir un paisaje urbano. Medellín es una ciudad, pero también es el campo, el suelo verde que representa la mayor parte de su territorio. La capital de Antioquia tiene cinco corregimientos Santa Elena, Altavista, San Cristóbal, San Sebastián de Palmitas y San Antonio de Prado. Estos dos últimos, son los más poblados de Colombia. Allí se encuentran también las veredas, la zona rural en la que la urbanización se abre paso. “Esto es el campo en la ciudad”, dice Jorge Velásquez Palacio, habitante de la vereda La Florida, perteneciente a San Antonio de Prado. Este corregimiento se está configurando como una extensión de la ciudad: concentra en su cabecera al 45.4% de los habitantes del suelo rural medellinense. En la parte más baja, alrededor de sus principales vías de acceso, se están construyendo grandes urbanizaciones, que lentamente ascienden por la cordillera hacia las fincas y caseríos campesinos. La distancia entre los que aún conservan la vocación agrícola y los que se sienten de “Prado”, es decir, del centro, es de pocas cuadras. El campo, que se resiste a ser totalmente ocupado por el cemento, presenta dos contradicciones. Por un lado, su abandono por parte de los campesinos, quienes no encuentran oportunidades concretas para su desarrollo; así, en los
corregimientos son pocos los jóvenes que se quieren quedar y dedicarse a las actividades agrícolas. Por otro, esas zonas rurales que unos van dejando, son acogidas por otros, quienes llegan de la ciudad y establecen otros usos para las áreas rurales. Los emigrantes van al campo no para vivir de la tierra sino para descansar, recrearse o hacer turismo. Porque el campo no da o “da tranquilidad,
habitante de San Antonio de Prado. Según se consolida en el Plan de Desarrollo Participativo del corregimiento: “El proceso de descomposición de la ruralidad próxima a Medellín, acompañado de un poblamiento desordenado, en buena medida ha sido producto de la inconciencia de los gobiernos locales y la sociedad en general”. Es decir, no se le ha dado la importancia suficiente a la ruralidad como pro-
mite que puede vivir de sus cultivos porque también recibe el dinero de una jubilación que le dejó el haber sido alfabetizador en Radio Sutatenza. “Uno quiere el campo pero no porque sea rentable sino porque es tan agradable recoger los frutos que uno cultiva; pero si uno se pone a analizar, eso le está ocasionando a uno más gastos”, comenta Noé Ubaldo Pérez Álvarez, presidente de la Junta de
El 75,5% del territorio de los municipios en Colombia es predominantemente rural, aunque allí vive el 31,6% de la población y ocupa el 94,4 por ciento del territorio nacional.
la JAC, se están acercando a esta realidad después de 18 años de insistencia, cuenta Pérez Álvarez.
Desarraigo en el campo El campo está en crisis, lo evidencian los campesinos de los corregimientos de Medellín y lo corrobora Diana Taborda Díaz, ingeniera agrónoma y directora de la Unidad
En la ciudad, un vehículo es casi un artículo de primera necesidad. Aquí es paisaje. Foto: Laura Montoya.
paz; pero no da plata”, como explica Jorge Iván Correa Cadavid, quien fuera agricultor; no obstante, desistió del oficio porque, según dice, esa vida es muy dura; ahora se dedica a alquilar sus tierras para que otros las cultiven. “Eso es por ahí pa’ pensionados, que tienen la comidita fija. Que si le cogió precio a un tomate, bien y si no, no”, agrega Jorge Velásquez Palacio,
veedora de alimentos y sostenibilidad ambiental. Es muy difícil vivir sólo como agricultor, dice William Londoño Grisales, habitante del corregimiento de Santa Elena, quien lleva cultivando, según relata, más de 60 años. “El campo no es desagradecido, acá nos enseñaron a trabajar y nos responsabilizaron de que así teníamos que subsistir”, cuenta este campesino, aunque ad-
Acción comunal (JAC) de la vereda El Frisol, ubicada en San Sebastián de Palmitas. Aunque este personaje fue criado en el campo nunca se dedicó a él; decidió estudiar contabilidad, profesión en la que trabajó por 40 años en Fatelares y, además, fundó una papelería en Bello con la que sostiene la finca en dicho corregimiento. El contador dice que sólo con lo que pro-
duce la finca no podría ni pagarle a los trabajadores pero él insiste en mejorar las condiciones de la vereda, la cual es una muestra de la ausencia del Estado, pues aunque allí se produce maíz, tomate de árbol, mora, truchas, aguacates y lulo, es casi imposible sacar los productos sin que se deterioren ya que esta vereda no cuenta con vías de acceso. No obstante, a través de convites y gestiones de
de Planificación Agropecuaria de la Secretaría de Agricultura de Antioquia. “Las poblaciones rurales están muy golpeadas, tienen problemas estructurales especialmente en la tenencia, legalidad y concentración de la tierra; además del poco acceso a servicios”; reconoce que el Estado tiene el deber de procurar a las personas una vida digna y garantizar sus derechos fundamentales.
INFORME
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EN LA WEB Encuentre el reportaje gráfico “UNA PARADOJA DE CEMENTO Y TIERRA” en la Web de Contexto periodicocontexto. wordpress.com
Las condiciones sociales y económicas actuales desestimulan el desarrollo de la agricultura en cercanías a la ciudad. Lo oficios urbanos parecen más rentables. Foto: Laura Montoya.
Las problemáticas no sólo se advierten en la zona rural de Medellín porque es un fenómeno nacional y quedó demostrado con el paro agrario, en el que las inconformidades expresadas no han sido resueltas del todo. Esta situación histórica del campo tiene diversas consecuencias, entre ellas, el desarraigo del territorio, que produce que los campesinos busquen lugares con mejores condiciones. La ciudad crea esperanzas e ilusiones de progreso y oportunidades, y al ver que el campo es difícil, que allí no se recupera la inversión que se hace, que el clima puede dejar en la ruina a una cosecha y a su cosechador y, además, que no importa que sea primero de mayo o 20 de julio porque hay que trabajar, los campesinos deciden migrar. Sin embargo, es probable que la decepción sea mayor porque la urbe no puede proporcionar las condiciones de bienestar para la población que llega, agrega Taborda Díaz, quien menciona la problemática que tiene la sobrepoblación de los centros urbanos como Medellín: “esto ejerce mucha presión sobre los recursos existentes y deteriora la infraestructura vial y de producción que existe en el campo”. “La vocación agrícola tiende a desaparecer porque dejan de ser veredas por ser barrios”, comenta Noé Pérez Álvarez, quien ve, como otros habitantes de los corregimientos, que las zonas
rurales se urbanizan cada vez más. “El campo empieza a ser inoficioso para convertirse en un campo de estatus económico”, explica Hernán Darío Gil Alzate, docente de Antropología de la Universidad Pontificia Bolivariana. Según cuenta Gustavo Adolfo Londoño Atehortúa, Santa Elena, su corregimiento, parece “de ricos” por los que viven en sus fincas pero trabajan en la ciudad: esto repercute para él en su casa de más de 70 años, ubicada en la vereda El Placer, que ya es estrato tres. A ese paso, dice, no podrán pagar los impuestos y deberán dejar el lugar. No obstante, si bien la ciudad empezó a darle mayor significación al tema de lo rural a partir del Acuerdo 62 de 1999 que consolida el Plan de Ordenamiento Territorial (POT), no comprendió de manera integral “la complejidad de la ruralidad, en cuanto no integra todas sus dimensiones (económica, cultural, social, físico-espacial y política)”, como se reconoce en el Plan de Desarrollo de San Antonio de Prado. Otra de las facetas del desarraigo se hace patente en la falta de interés de los jóvenes por el campo. Esto repercute, a largo plazo, en la disminución de producción agrícola. “Es preocupante que el relevo generacional no se está dando, aunque no se puede sólo tratar de entusiasmar a los chicos cuando en el campo no se dan las condiciones adecuadas
para que se enamoren”, explica Taborda Díaz. Los muchachos están haciendo lo que podría llamarse “el sueño de ciudad”, como categoriza Gil Alzate y esto lo saben muy bien los habitantes de los corregimientos. William Londoño cuenta que sus hijos “no se le midieron a la tierra” mientras Noé Pérez asegura que no quiso que sus descendientes se dedicaran al campo. Londoño Atehortúa relata las historias de sus estudiantes que se avergüenzan de decir que son de una vereda, aunque él cree que es un orgullo, pues es sabio quien elige vivir la tranquilidad del campo. “Soy silletero, de Santa Elena y todavía tengo tierra en los oídos. Siempre he defendido el campo, ellos no saben la calma en la que uno vive”, agrega. Su sobrino, Juan Fernando Londoño Giraldo, conserva la tradición silletera junto a sus primos y piensa que el campo es valioso, pero considera necesario aprender a conocer la tierra para
Medellín tiene un territorio que comprende 10.210 hectáreas de suelo urbano (27,1%) y 27.010 de suelo rural (71,8%); según el Plan de Ordenamiento Territorial.
poder cultivarla como es debido. Algunos miran con ilusión a la urbe y a otros les da desconfianza: Medellín resulta una ciudad desalentadora en cuanto a “la inseguridad, los servicios, tanto atropello en todo: acá tiene que vivir a la carrera como desesperado; en el campo está el sosiego; prefiero el campo a la ciudad porque todos los días es más complicado vivir en ella”, expresa Noé Pérez Álvarez.
Vocación agrícola Si bien Antioquia es en territorio mayormente rural, esta extensión no es necesariamente funcional. “No es tanto la cantidad de tierra sino su capacidad para producir”, indica Taborda Díaz. El suelo antioqueño tiene un 55% de pendientes fuertes, que anulan la competitividad de los cultivos tradicionales
y exigen mayor tecnificación y sistemas complejos de sostenibilidad. Esto último funcionaría, pero deben tenerse en cuenta factores sociales para que integralmente se le pueda dar una solución al conflicto del suelo campesino. “Antioquia puede ser potencia en la producción comercial asociado con cadena de valor, a la agroindustria, todo esto con base social consolidada y organizada con visión empresarial”, agrega la directora de Planificación Rural. Según explica, si se usan los suelos correctamente, pueden ser aprovechados para la agricultura forestal y la explotación correcta de la biodiversidad presente en el departamento; además, para generar negocios relacionados con el agua como la piscicultura, el turismo o la producción de energía, concluyó. Los campesinos saben que las actividades que realizan como agricultores son imprescindibles para las ciudades, por ejemplo, en el tema de seguridad alimentaria: si bien el departamento no ha tenido crisis, Antioquia ha recurrido a las importaciones de productos de otros países para suplir la demanda, explica la ingeniera agrónoma, quien, aunque admite que es preocupante el cambio de vocación en los municipios, nadie puede intervenir sobre su
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autonomía si encuentran usos de oportunidad diferentes como el turismo. Las soluciones a la crisis del campo “se tienen planteadas pero no son fáciles”, comenta la directora de Planificación Rural de Antioquia, pues este tema necesita mucha inversión en todos los sectores, desde la educación hasta la tecnificación. Para el docente Gil Alzate, la clave es hacer una reforma agraria que tenga como base la educación, entendida como la idea de cómo funciona el mundo. Plantea la necesidad de la educación campesina, que no se dirija solamente a los ideales citadinos del desarrollo sino también a los del campo. Como expresó Rafael Mejía, presidente de la Sociedad de Agricultores de Colombia, el campo está sobrediagnosticado, falta voluntad política y acción para mejorar las actuales condiciones de lo rural. “El futuro es que si el campo se acaba la ciudad no puede subsistir. Uno no valora las cosas hasta que no las pierde. La gente se está olvidando del campesino, estamos muy metalizados”, comenta Londoño Atehortúa. En contraposición con esta opinión, Richard Florida, experto en geografía y crecimiento económico, cree que el futuro del planeta está en las ciudades. Sin embargo, para la ingeniera Taborda no se debería hablar de una distinción entre lo urbano y lo rural, sino aprovechar de manera sostenible las potencialidades de los dos sectores; por ejemplo, extender las ventajas con las que cuenta la urbe como el acceso a servicios; de este modo, se podrían proteger lo rural y quitarle presión a las ciudades.
La periferia de Medellín está llena de contrastes como este, una resistencia a favor de la vida rural. Foto: Laura Montoya.
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CRÓNICA
UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA CONTEXTO No. 42 Mayo 2014
Un lado de la ciudad personificado en diversos rostros
EL PERFIL DE LA CIUDAD QUE LEE Laura Bayer Yepes / lauradesdibujada@gmail.com
¿Cuándo nació la Medellín que lee tal como podemos encontrárnosla hoy? Quizás en 2011, cuando el Plan de Desarrollo Local nos otorgó tres Eventos del Libro al año, o en 2007, cuando se realizó por primera vez la Fiesta del Libro y la Cultura. Tal vez, como lo indica el jefe de la Corporación Vivapalabra “Jota Villaza”, cuando estalló el ‘boom’ de la cuentería en 1988, o aún más atrás; 1958, cuando por las calles medellinenses se paseaban autores y seguidores del Nadaísmo. Todas las épocas han arrojado lectores diferentes que hoy tienen un espacio de convergencia, no sólo para leer sino para pensar la ciudad en torno a un tema que permea a todos los ciudadanos. Estos sitios donde se puede apreciar a la Medellín que lee son fáciles de reconocer: son lugares comprimidos para mentes que se expanden, con texturas y relieves que cuentan historias, con olor a hojas amarillentas de libros ancestrales y a tierra o asfalto mojado porque cualquier zona de esta urbe sabe acoger lectores, a quienes no los detiene ni la lluvia más torrencial cuando de leer se trata. La Medellín que lee se vale de la labor terapéutica de la literatura para sacar a la población de su trajín diario y hacer que celebre fechas importantes como el día del niño (26 de abril, Días del Libro) o el día del amor y la amistad (segundo fin de semana de septiembre, Fiesta del Libro y la Cultura), acompañada de manifestaciones y momentos culturales. Porque el objetivo general del Plan de Desarrollo Cultural de la ciudad 2011-2020, es “consolidar a Medellín como un espacio cultural abierto, equitativo, incluyente, deliberativo y diverso que promueve la implementación de políticas culturales al servicio de la ciudadanía”.
de manualidades, acolchado y hecho a mano para mostrar otra perspectiva en favor de su bienestar y mejorar sus condiciones de vida.
feria, estábamos como de luto y me pareció muy bonito hacerlo. Cuando uno quiere la lectura, estas cosas le tocan a uno ciertas fibras. No tenían en el programa que él se muriera y yo no quise que pasara desapercibido, porque aquí en Colombia fuimos muy desagradecidos con él”, argumenta. Recordar y reconocer la obra que dejó el Nobel de Literatura de 1982, en su paso por este mundo, se articuló perfectamente con el tema de “Fronteras” de los pasados Días del Libro, pues Gabriel García Márquez supo sobrepasar las barreras del tiempo y del espacio con sus letras, llegó a múltiples generaciones y lugares del mundo. Es el sueño que persiguen los colectivos como Mundo Creíble o la Biblioteca de EPM, organizaciones que en las carpas proporcionadas por la Secretaría de Cultura Ciudadana, se dedicaron a acompañar a la Medellín que lee en sus reflexiones. El colectivo Mundo Creíble es una agencia de diseñadores que busca que los pequeños de la Medellín que lee se enamoren de esta práctica a través de la lectura acompañada de la ilustración. En su carpa, muchos padres encontraron el mejor regalo para sus hijos en el Día del Niño: entrar en un mundo
La biblioteca de EPM, por su parte, se vinculó a la Feria Popular Días del Libro con tres actividades: Café Literario (un homenaje al papel de la mujer), Palabras que viajan (cartas escritas en la carpa y que la organización, posteriormente, manda por correspondencia a su destinatario), y Dedicatorias literarias (lectura de poemas al teléfono).
Los Días del Libro realizados en mayo en el barrio Carlos E. Restrepo de Medellín, sirvieron para conmemorar la obra del entonces recién fallecido Gabriel García Márquez. Foto: Laura Bayer.
EN LA WEB Visite el reportaje gráfico “La Medellín que lee”, en nuestro espacio en la Web: Periodicocontexto.wordpress.com
Por eso, la octava versión de Días del Libro, llevada a cabo en el barrio Carlos E. Restrepo el pasado mes de abril, buscó ser una feria popular para que sus visitantes reflexionaran sobre las fronteras que percibieran en su vida ciudadana. Como afirmó el director de los Eventos del Libro, Juan Diego Mejía, es popular porque sólo participan libreros locales, pero también es popular porque el habitante común de la Medellín que lee pudo vender o revivir el antiguo sistema del trueque para postergar la vida de los libros que ya no usaba. La ciudad que lee trajo a sus lectores 67 puestos de venta de libros, entre los que se destacan los del Centro Comercial del Libro (Pasaje La Bastilla) por vender títulos desde cinco mil pesos. Marlenny Mesa, la dueña de la librería Ratón de Biblioteca, de este mismo pasaje, se diferencia de los demás libreros: ella misma bordó un mantel para adornar su puesto, con pequeños botones de tela que representan las flores amarillas de Gabo. “Venía para una
Diego Ruiz, encargado del programa de promoción de lectura de la Biblioteca EPM, explicó: “nos unimos con estos programas por el tema de la frontera. La carta manuscrita, por ejemplo, es una práctica casi que anacrónica. Lo que quisimos fue romper la frontera del espacio-tiempo y viajar con la correspondencia física para que las personas que escribieran una carta a sus seres queridos llegara a los contextos nacional, regional y local”. Todas las discusiones de lectura y escritura que se llevan a cabo en la ciudad tienen su escenario en la Biblioteca de EPM. Sin embargo, inicialmente sólo contaba con bibliografía de temas especializados como ciencia, tecnología y medio ambiente; pero por la accesibilidad y la confluencia de usuarios, se tuvo en cuenta la invitación de los mismos para crear colecciones de literatura. “Los usuarios están constantemente sugiriéndonos nuevo material para el préstamo”, apunta Ruiz, “por eso estamos muy complacidos con el público itinerante que vino a los dos días del libro”, asegura, pues cumplieron el objetivo de, por medio de la personificación de figuras como Sor Juana Inés de la Cruz, Virginia Woolf o Emily Dickinson, entregar la invitación del préstamo de material de los autores abordados. Así es la Medellín que lee: itinerante. Aunque es una ciudad con un ritmo acelerado y con un promedio de lectura de 1,5 libros al año. Cuando llegan los Eventos del Libro, siempre encuentra la forma de vestirse con ropa cómoda, tener mochilas a cuestas que cargan letras, sentarse en las carpas y compartir con sus vecinos, caminar, contemplar y preguntar. Y estas acciones son indispensables porque lograrían “la formación para la generación, aumento o fortalecimiento de las capacidades de los ciudadanos, en el ejercicio y defensa de sus derechos culturales”, como indica el documento del Plan de Desarrollo Cultural de Medellín.
En las preferencias y hábitos de lectura de sus ciudadanos se reconoce también a Medellín. Foto: Laura Bayer.
Esta formación sería una alternativa para “la necesidad de la sociedad antioqueña para dedicarse al espíritu”, como asevera el director Juan Diego Mejía, refiriéndose a la transformación que la ciudad necesita. Con todo, los Eventos del Libro demuestran que la Medellín que lee es capaz de sanarse y reinventarse a sí misma.
CONTEXTO No. 42 Mayo 2014 UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA
Héctor Abad Faciolince ha suspendido sus oficios como bibliotecario y literato para convertirse, según él, en un profesor sin nada que enseñar por tres meses en Alemania. El autor que reclama celoso haber redactado más obras aparte de ‛El olvido que seremos’, habla sobre el periodismo y sus intimidades literarias. Entro a la oficina de Héctor Abad, que es más bien un cubículo de cinco metros de ancho por tres de largo. Me recibe Luz Dary Galeano, su secretaria, y me dice que el señor Héctor está “como atrasadito”, que lo espere un momento. 15 minutos después de silencios, entra con paso apresurado el escritor que detesta hablar de su propia obra. Saluda con mayor ligereza e ingresa a su despacho, donde lo esperaba otra persona. Hablan aproximadamente 10 minutos. Intento con ahínco escuchar a través de las paredes, sobre el tema de conversación. Concluyo que aquel hombre le estaba haciendo algún tipo de propuesta. Sale con un semblante indescifrable y de inmediato la señora Galeano me hace pasar. Apenas atravieso la puerta, su mirada, que entre afable pero exigente se camufla, me embiste y hace tambalear mi pose de seguridad.
¿Usted siente que le falta mucho por leer? Afortunadamente sí. No solamente de libros que ya se escribieron, sino de libros que se van a escribir… Yo sé que se van a producir muchísimas maravillas, en literatura, en ciencias…
¿Qué es lo esperanzador? ¿No coincide con ese imaginario colectivo que hay en el arte, en donde se piensa que ya todo está hecho? No, para nada, no tenemos ni idea. No sabemos qué nos depara el futuro. Va a haber cosas nuevas y absolutamente extraordinarias que a nosotros no se nos había ocurrido y nos van a llevar a pensar: “cómo es que no habíamos pensado esto”. Lo esperanzador es que nunca en la historia del mundo había tanta gente produciendo libros, produciendo conocimiento.
¿Qué textos les sugeriría como imperativos a estudiantes de periodismo antes de graduarse? [Silencio prolongado] A mí no me gustan los imperativos, pero sí me parece imperativo que los estudiantes de periodismo aprendan inglés y lean los grandes reportajes del latín de nuestros días. Los textos del New Yorker, del Washington Post, del New York Times, del The Guardian… Y no para escribir en inglés, sino para saber qué se hace en el latín de ahora.
¿El abrumador flujo digital, y el afán por la inmediatez de los medios está matando al periodismo duro de investigación? Pues no, al revés. Los medios ya no pueden competir con el entorno digital, se tienen que dar por vencidos. La noticia o primicia la va dar Twitter antes que la radio, la televisión o el periódico. Es por ello que los medios tienen que tratar de
Entrevista
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Más de 200 años de literatura
El escritor en pausa Juan Pablo López / @_Hedonista_
En su pausa, el escritor piensa en su trabajo como docente, su recorrido como autor y sus experiencias como periodista. Foto: Mauricio Atencia Montes.
fortalecerse en otras cosas, precisamente más en la investigación, en el reportaje en profundidad, en revelar lo que lo inmediato no puede revelar. Entonces los medios de comunicación sensatos que se dan cuenta cómo está funcionando el mundo, le tienen que apuntar a la investigación.
¿Cómo considera que está el periodismo en Colombia, a la luz de los avances y las tendencias tecnológicas, pero también a la luz del negocio mismo de los medios como entretenimiento y de la noticia como parte de la industria? Colombia es un país grande. No es el país pobre que nos enseñaron de niños, así la plata esté muy mal repartida. Lo que se produce en Colombia es como Colombia, un país intermedio. Es la tercera economía de América Latina, se disputa el cuarto lugar con Argentina. Yo creo que la economía es un buen diagnóstico de lo que se produce en periodismo y cultura. Yo diría que el periodismo de Colombia es el tercero o cuarto de América Latina.
Usted es columnista dominical, ¿ejercer la opinión lo hace a uno inmediatamente periodista? Es el tipo de periodismo que yo más he venido ejerciendo, que tiene periodicidad. Para mí la columna es un género especial que se podría llamar un “ensayo breve” que se publica en la prensa. Es un género literario con antecedentes importantes en Colombia. García Márquez se formó escribiendo “La Jirafa” en Barranquilla. Así se llamaba su columna que salía dos o tres veces por semana y que a él le dio algo que también hay que tener, y es una mano entrenada para escribir rápidamente lo que a uno se le ocurra.
En el 2013, narró una novela a través de trinos, ¿ha soñado con una forma multimedial distinta, innovadora e interactiva para presentar literatura? Yo creo que allí hay unas posibilidades nuevas que yo no fui capaz de explorar
hasta el fondo. No me gusta quedarme atrás, ni envejecerme con las herramientas tradicionales que aprendí. Mi mamá ha sido siempre un ejemplo para mantener la mente activa, esa mente que se maravilla con las invenciones de cada década. Hay que conservar una mente juvenil para estudiar las nuevas herramientas y así adaptar su arte a ellas. Yo intenté hacerlo en Twitter con el arte en el que me he especializado, que es la narración y la literatura y no me funcionó… Fue un fracaso, pero lo intenté y no estoy arrepentido.
Imagino que debe tener muy bien segmentadas sus listas por características de las personas que sigue en Twitter, pero ¿cuál es el personaje público que más odia en la red social?
Yo tengo cuentas con nombres secretos para seguir a los personajes que aborrezco. No los tengo en mi cuenta personal para no tener que verlos. Cuando quiero torturarme, me voy a esas cuentas de Twitter especiales donde sigo a los que detesto para enterarme qué dicen. Es casi como un deber, pero para eso necesito estar en el día masoquista, y no soy masoquista todos los días.
¿En qué circunstancia no le hace un elogio al olvido, y sí uno a la memoria? En casi todas se lo he hecho a la memoria, pero cuando celebramos los 25 años de la muerte de mi papá, publiqué un texto que se llama “Acuérdate de olvidar”, y dije que no iba a volver a esas ceremonias públicas de conmemoración. No quiero olvidar a mi papá, ni mucho menos que lo mataron, pero no quiero que mi vida se convierta en esa conmemoración perpetua. Yo creo que a mi papá lo que más le gustaría es que siguiéramos adelante.
¿Todavía le tiene miedo a la poesía? ¿Es el mejor medio para aprender a escribir bien en caso tal de que aprender a escribir “bien” se pudiera y no fuera un talento innato con el que se nace?
La poesía es el alcaloide de la literatura, por eso es una gran maestra de lengua literaria. Creo que en prosa no se puede abusar de la poesía. Hay autores que escriben demasiada poesía en prosa y así la vuelven cargada, pesada. Más que miedo a la poesía le tengo respeto como género para practicarlo, porque el mundo está lleno de mala poesía, y producirla bien es dificilísimo. Creo que estudiar algunas herramientas prácticas de la misma, como la métrica tradicional, puede ser de gran utilidad para el prosista o para el periodista.
¿Ha pensado en su epitafio?
No, pero sí tengo en el celular la música para mi entierro, la música que me gustaría que oyera la gente que me acompañe a tirarme a la tierra. Es una cantata de Bach, ‘Actus Tragicus’.
Sírvase citarme su frase favorita…
No creo que yo tenga una frase favorita, pero digamos que en los momentos de dificultad y desconsuelo, me repito mucho un poema de Antonio Machado, que dice: [Se toma una breve pausa para recitar de memoria los siguientes versos] “Sabe esperar, aguarda que la marea fluya // -así en la costa un barco- sin que el partir te inquiete. // Todo el que aguarda sabe que la victoria es suya; // porque la vida es larga y el arte es un juguete. Y si la vida es corta // y no llega la mar a tu galera, // aguarda sin partir y siempre espera, // que el arte es largo, y además no importa”. Una vez terminamos, Héctor le manifiesta un interrogante en tono amable a su secretaria: “¿Dary, ya vino la niña del Colegio Alemán? Ella le contesta rápidamente que sí, pero que se fue a esperar a la amiguita que no había llegado porque estaba en un taco. La niña, a la que había visto entrar al despacho en medio de la conversación, y que también había conseguido una entrevista con el literato colombiano, apenas tenía unos 13 años.
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CRÓNICA
UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA CONTEXTO No. 42 Mayo 2014
Medellín musical
OTROS ÁMBITOS PARA OTRAS VOCES Miguel Ángel Spitaletta / miguelespitaleta@gmail.com Christian Camilo David / chkdm@msn.com
Medellín es una ciudad cosmopolita por su diversidad cultural y musical. Tiene paisajes y formas simbólicas características que sirven para imaginar y concebir distintos modos de interpretar la música. Su sonoridad va desde una simple tonada en cualquiera de sus barrios, hasta la resonancia de una gran orquesta académica. Y es que la música no sólo sale de las grandes academias ni de las instituciones más severas o técnicas. Las notas polifónicas que atraviesan los oídos de algún sensible, pueden ser simplemente una expresión de arrebato, un frenesí callejero, un sonido versátil o una esencia convencional. En la Medellín nocturna existen varios lugares para la música espontánea. Puede uno sentarse a escuchar una improvisación con botellas de cerveza o de cualquier recipiente vacío, con latas, canecas de basura y hasta con un rin de bicicleta. La música se puede sentir en cualquier parque, bar, discoteca, terraza, calle o zona verde de la ciudad, sin tener que pagar por una entrada. En Calle 9+1, bar del barrio El Poblado, atestado de pinturas, fotografías, luces envueltas en una manguera o reposadas sobre una botella de Jack Daniels, imágenes sobre una pared y grafitis en cualquier corredor, se brindan conciertos el primer martes de cada mes. Allí se pueden sentir y fantasear los nuevos sonidos independientes que llegan de los lugares más recónditos de la ciudad. Cocteles, música para amenizar, comida y un ambiente de júbilo. La banda Rosellón fue la invitada esa vez para interpretar algo de música experimental. Un rin de bicicleta instalado sobre un resalto de carretera y percutido con una especie de varilla, un sintetizador, dos guitarras distorsionadas y un armónico ruido, expresaron aquella noche los tres integrantes de la banda. Se salen de cualquier estilo y exploran “rutas sónicas en contra del mainstream y las propuestas convencionales”, llenaron e invadieron de atmósferas coloridas aquel lugar de interacción melódica. Pero no sólo en un establecimiento comercial se puede escuchar la espontaneidad de la música. También en sitios como Ciudad del Río, Parque del Periodista, La Villa de Aburrá, y Carlos E. Restrepo, suenan a ritmo de bohemia los ecos de una guitarra, una armónica o una melódica, acompañadas por las conversaciones constantes e incluso por la lectura de algún libro. En Carlos E. Restrepo, barrio colmado de exhalaciones de humo de cigarros, de urapanes, guayabos, mangos, palmas, pencas, naranjos, nísperos, guayacanes y tulipanes, se vive ese ambiente musical enlodado de cultura que cada fantasma de otro barrio trae consigo. Llegan, sacan el violín, y se van juntando. En unas cuantas horas, son cinco músicos que interpretan una canción.
“Es que este es el lugar perfecto para lo que me interesa, no necesariamente suspirar arte musical, donde cada quien lo que se entiende por “experimental”, se desprende del gran sistema rutinario, sino que puede pasar desde un tema maquinaria de alienación, mistificación con toques de house hasta una pieza sin y cosificación, para ser gente y compar- sección rítmica, aunque ahora lo que tir un momento con todos y colmarse trato de hacer es encontrar el balance de música”, dice Ignacio Londoño, es- entre ambas cosas, lo experimental y lo tudiante de Derecho de la Universidad bailable”. Al norte del Valle de Aburrá, en la Autónoma Latinoamericana. Sabina, Buena Vista Social Club, biblioteca Marco Fidel Suárez de Bello, Los Cadillacs, La Sonora Matancera, Bob suenan obras de Agustín Barrios, Gentil Marley, Concha Buika, Gardel, Cheo Fe- Montaña, Francisco Tárrega y Gardel. liciano, Héctor Lavoe y Henry Fiol. To- La música natural y voluntaria aparece dos ellos caben en esa hectárea de la hasta en el lanzamiento de un libro, una plazoleta de Carlos E., lugar de gaiteros revista o una exposición artística. Las y clarineteros que entonan la melodía, miradas de los asistentes se concentran bongós que percuten el ritmo junto a en una guitarra acústica, en el joven que las maracas y la voz. Una voz desgarrada cierra los ojos al sonar de una nota y en y tenue que pareciera desvanecerse en las atmósferas que genera la conjunción un vibrato lejano. Caminando la ciudad, con un inquieto silencio y las sombras nocturnas, aparecen muchos estilos de espontaneidad musical. En una terraza, entre los sectores de Niquitao y Sandiego, tres jóvenes se dedican al rock alternativo con múltiples recursos sonoros. En esa casona, con la ciudad de fondo, ensayan cada sábado sus composiciones que van desde temas del asfalto hasta los vicios mundanos de la Medellín actual. Bajo, batería y guitarra. Pedales y un computador. Así, se exteriorizan los sonidos de Yak, banda local con 2 años de recorrido, que entre charlas y desconciertos, plasman un registro de la música espontánea. “Es nuestro espacio, que constituye otro universo, ahí nos montamos a tocar y sólo se piensa en vivir la música a través de nuestros sonidos y letras, que se hacen más volátiles con esta vista aérea”. Dice el guitarrista Daniel Betancur. Más arriba, en el barrio Boston se escuchan beats en una habitación. Un sofá, un clóset forrado con calcomanías, un televisor, un computador y un sintetizador mezclan el ambiente en el que Jaime Carvajal ha trabajado sus composiciones. “Mi proyecto Puntos Tres es el espacio en el que trabajo la La música de la ciudad es tan diversa como quienes la música electrónica, ahí viven. Foto: Miguel Espitaletta. me enfoco en producir
de obras de arte, libros, arreglos florales y un sofocante calor que hace abanicar a la maestra de ceremonia. En otro ámbito, en el sector occidental, propiamente en la Universidad Pontificia Bolivariana, suena la música sacra, esa que está destinada a expresar los sentimientos religiosos del mundo cristiano y de todas las culturas. Así la concibe el presbítero Diego Alberto Uribe Castrillón, profesor de Teología y quien asistió al Concierto de Cuaresma que tuvo lugar en la Biblioteca Central. En esta ocasión Dios es adorado por un dúo conformado por una pianista y un tenor. La vehemencia de sus interpretaciones permite que algunos asistentes disfruten de un trance que les hace ver como si dormitaran acariciados por los dolorosos versos de las Estaciones de Gonzalo Vidal (Viacrucis) y del Cristo del Calvario de Gabriela Mistral. Mientras tanto, los que continúan en la tierra fijan su mirada en el movimiento hipnótico de los dedos de la maestra del piano que se baten desiguales en número con un ejército de ébano y marfil. Fue San Gregorio —cuenta él con la seguridad que brinda el conocimiento— quien codificó las oraciones cantadas heredadas del pueblo de Israel y las propuso en las lenguas en que se enseñaba la fe cristiana: griego y latín. Luego, en la edad media, aparecieron con timidez la polifonía y algunos instrumentos que fueron novedad dado que durante siglos sólo había espacio para el órgano y una que otra arpa. Luego —sigue su narración con entusiasmo, mientras avanza a través del Renacimiento y el Barroco— la música adquiere una singular excelencia gracias a exponentes como Juan Sebastián Bach en el culto protestante o Mozart, maestro del clasicismo, quien compuso la música para las distintas celebraciones católicas. Y así prosigue hasta llegar a Colombia donde en la época de la Colonia se incluyeron partituras para polifonía, órgano y chirimía. En el altar del Templo Universitario, el populoso coro juvenil de la Red de Bandas de Medellín, se distribuye con agilidad. De lado a lado van poblando las cuatro escaleras como una bandada de golondrinas que se posa sobre los cables del tejido eléctrico. Van tomando su lugar de acuerdo con la estatura, adelante los pequeños y atrás los más grandes. El uniforme negro desdibuja su individualidad. Sólo se distingue una chica con el cabello color de fuego sintético que luego será la sensación, no tanto por su elección cosmética, como por su abrumador solo de voz.
EN LA WEB Lea y escuche la ciudad contada en esta crónica, en: Periodicocontexto.wordpress.com
REPORTAJE
CONTEXTO No. 42 Mayo 2014 UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA
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Una misma ciudad, diferentes mundos
MEDELLÍN PARA LOS HABITANTES DE CALLE Mariana Benincore / benincoremariana@gmail.com Juan Pablo Sepúlveda / juanpa.s_123@hotmail.com
En este escrito estarán los testimonios de Mauricio, Marta, Edwin y Leidi, 4 dueños de la calle en Medellín. Habitar un lugar no implica necesariamente llamarlo hogar. Pero un ser humano que vive en la calle no tiene otro sitio para habitar, y mucho menos para llamar hogar. Estos individuos no hablan por la ciudad, pero sí son dueños de ella por vivir allí. Para ellos, dentro de este lugar que llaman mundo -y más con un elemento como el del vicio, tan cotidiano y tan dañino- no existen reglas ni límites y, a veces, no hay ningún otro plan más que sobrevivir y satisfacer las necesidades. Aman su ciudad y también le temen. La relación entre un habitante de calle y la calle que habita no es fácil, a pesar de la costumbre. “Vulneramos las reglas que queramos vulnerar. Si algo no nos gustó, no nos gustó y ya”, expresó Edwin, habitante de calle casi toda su vida. “Uno vulnera una regla pero es que hay otros que también lo hacen. Ahí es cuando uno sale perjudicado y apedrentado”. Según el Concejo de Medellín, de 3’731.447 habitantes de la ciudad, 4.000 viven -o más bien sobreviven- en las calles, y aunque tengan una perspectiva completamente distinta sobre el entorno y lleven una rutina alejada a la de otras personas, sienten y necesitan lo mismo que los demás. Pero sin tener las mismas oportunidades que otros, ¿cómo puede -o cómo debería- un habitante de calle satisfacer sus necesidades básicas si el único medio que tiene es la ciudad misma? Ellos, lamentablemente, a veces están ubicados en un punto, en alguna calle, que la palabra ‘sociedad’ o ‘ciudadano’ no abarca, aunque sean seres humanos iguales a otros. Por esta razón su visión de la urbe es tan distinta. Y es que algunas cosas fundamentales para ellos pueden ser triviales para otros. Pero, ¿quién va a discutir con el hambre o con el sueño? Por ejemplo, para estos individuos puede ser normal acostarse donde y cuando el cuerpo lo reclame. A veces se les ve dormir en cualquier lugar con un gesto imperturbable, y parecen ser ajenos a la hora, al calor, al hambre y a la gente que los mira. Ellos simplemente duermen porque como seres humanos lo necesitan. Pero no es que esta situación sea precisamente fácil para ellos. Edwin relata, con una cara que muestra repudio hacia una realidad que le ha tocado vivir, que por más noches que haya pasado afuera, el pavimento duro y la noche fría nunca lo acogen bien: “uno en la calle no duerme (...)
A veces se sienten ciudadanos, a veces no se sienten nada. A veces son los dueños fortuitos de la ciudad, y otras, sus primeras víctimas. ‘Pipazo’ de desayuno, caminata al medio día y suelo sin cama en la noche. Sol, reciclaje, asfalto, basuco, mendicidad, arroz, cuchillo y algo de amor. Eso es lo que en ocasiones llena a esas personas de ciudad, de esta ciudad que es su hogar, su mundo. Cuando uno se queda dormido es por el cansancio. El peligro, el frío, la intemperie. Eso no deja dormir”. Y Marta, su compañera sentimental, confirmó lo que su pareja dijo, asiente y cuenta que le tocó escuchar y despertarse con el estruendo de la explosión cerca a Centro Día 1, que dejó 4 habitantes de calle muertos el pasado 22 de marzo. Edwin concluyó que quienes se ven durmiendo en la calle están lejos de la comodidad, y que su apariencia de imperturbabilidad se debe a los efectos producidos por las drogas y el cansancio después de 3 ó 4 días sin dormir. La ciudad es una dura e incómoda cama para ellos. Otra realidad para los habitantes de calle, en su vaivén con la ciudad, es la relación con la gente. Un paisa, que tiene fama de ser sociable y amigable, ¿seguirá siendo así cuando tiene de frente a un habitante de calle? A veces el miedo, el asco, la indiferencia, o la repulsión, son sentimientos que reflejan los ojos y gestos de los ciudadanos; sin embargo, la mirada de quienes están del otro lado es distinta: “no deberían tenernos miedo. Es más, a veces cuando estoy consumiendo y me ven, me achicopalo”, relató Edwin. Otra persona con algo qué decir es Mauricio, usuario de Centro Día y habitante de calle: “desde que llegué a esta ciudad he encontrado gente muy abierta”, manifestó. “Desde que estoy en la drogadicción he hecho amigos”. Aunque estos habitantes de calle reconocen y son conscientes de que físicamente comparten el mismo territorio con otros individuos, de alguna manera lo viven en otra dimensión, lejos incluso de los que se podrían considerar como los más cercanos: Mauricio, desde joven sin su familia, pero aún con algún contacto, mencionó cómo es encontrarse con ellos hoy en día: “[consumiendo] me he encontrado con mi familia, con un hermano varias veces, y yo pienso ‘¡Ay!, me pillaron’, y no me siento bien. Es como ver gente que está en un mundo distinto al de uno”.
Pero ese es su mundo, y está claro que conocen cada rincón. Incluso son conscientes de cómo se comporta la gente en ciertos sectores de la ciudad y se benefician de eso. Saben, por ejemplo, que es lucrativo ir a los sitios de restaurantes y rumba para abastecerse: “pidiendo nos va bien en La 70 y en Campo Valdés”, contó Marta con una sonrisa. Y saben, también, que pueden buscar droga casi en cada esquina y que, cuando la encuentran, “ya no se pueden relajar”, porque es este el detonante para los conflictos. “Me pongo a consumir y me transformo; empiezo a buscar pelea y a meterme con todo el mundo”, añadió. Otro ejemplo es Leidy, quien en su adolescencia decidió ser mujer en vez de hombre, y que aparte de sobrellevar las dificultades de la calle y la drogadicción, ha tenido que soportar la intolerancia y la homofobia. “Me tocaba reciclar, me tocaba dormir en la calle, me prendieron el cambuche donde yo estaba”, contó. “Me pegaron muchas puñaladas, me tocó prostituirme”. Sin embargo, muchos de ellos coinciden en que, además del tema del vicio o los conflictos, existen muchos ámbitos de la ciudad que se pueden disfrutar. Edwin, por ejemplo, ha viajado por lugares como Cartago, Armenia, Bogotá y Villavicencio, pero decidió instalarse en la Ciudad de la Eterna Primavera, pues el carisma de la gente y el apoyo que ha encontrado para salir adelante lo hicieron quedar. Edwin, Marta, Leidy y Mauricio tienen sueños para ellos como seres humanos y para su ciudad. Emocionados, con ojos brillantes que miran el futuro, cuentan: “nos mostraron cómo va a quedar la ciudad en 30 años, donde eran las ollas va a haber cambios, deberían hacer un refugio donde sea permitido consumir”. Esta ciudad, rodeada de montañas, con clima perfecto y gente amable, definitivamente es distinta para aquellos a quienes diariamente acompaña el hambre, el cansancio, la indiferencia, el vicio y la soledad. Aunque es evidente que la mayoría del tiempo tienen una relación caótica con la ciudad, encuentran en ella un sitio para vivir y al pedirles que definieran su ciudad, simplemente dijeron: “¿Medellín? Es una belleza”.
Para los 4.000 habitantes de las calles de Medellín, la ciudad se mueve a otro ritmo. Foto: Juan Pablo Sepúlveda.
16 Reportaje
UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA CONTEXTO No. 42 Mayo 2014
Un coctel de personalidades
MEDELLÍN A LOS OJOS DEL DOCUMENTAL Mariana Bohórquez Uribe / mar.b.uribe@gmail.com
El documental, como género audiovisual que se basa en imágenes reales, documentadas para recrear una historia o temática particular, ha permitido la divulgación de las múltiples historias, momentos, personajes y problemáticas de Medellín. En él hay una memoria audiovisual de la ciudad. Juan David Zuluaga Londoño, realizador audiovisual de Universidad de Antioquia Televisión, sostiene que es importante hacer documentales de las ciudades. Cita a Patricio Guzmán y añade que: “un país sin documental es como una casa sin álbum de familia”. “El ser humano tiene la necesidad de hacer memorias de su vida, y es que en sí la vida está hecha de memorias…Un mundo sin documental es un mundo con Alzheimer”. Estas imágenes permiten la confrontación de ideas y consolidan el registro de testimonios que ocupan un lugar determinado. Esto afirma, por ejemplo, los diferentes puntos de vista sobre las ciudades que se transforman en fuente de información para otros. Es lo que considera Luis Fernando Henao, estudiante de Comunicación Audiovisual del Politécnico Jaime Isaza Cadavid, quien explica que: “Por vivir en una ciudad de tanto contraste como Medellín, donde abundan las historias diversas e increíbles, es muy normal encontrar en el quehacer audiovisual, el querer mostrar aquello que nos parece más bonito, más adecuado para el tema que estemos realizando, o simplemente, aquello que consideremos puede llegar a vender más”. En Medellín, hoy es más fácil hacer documentales y productos audiovisuales, puesto que los realizadores cuentan con más apoyo y financiación, gracias a las convocatorias de la Alcaldía, la Gobernación, el Fondo para el Desarrollo Cinematográfico –FDC–, entre muchos otros actores que apoyan la producción audiovisual. Estas y otras alternativas mejoran el panorama en comparación con el de 10 ó 15 años atrás, según Adriana Mora, docente del área Audiovisual de la Universidad Pontificia Bolivariana. Los seres humanos son la esencia de la ciudad; toda obra artística posee un indicio de humanidad, puesto que ésta es la protagonista implícita y explícita del mundo, menciona Juan David Zuluaga. Los personajes de Medellín son la sustancia que enriquece el acontecer urbano y gracias a ellos es posible contar historias que dejan una imagen detrás del producto y que perdura con el espectador del momento. El concurso audiovisual Medellín para verte mejor, actualmente Antioquia para verte mejor, es un programa que promociona la creación y memoria audiovisual local y regional; desarrollado por el Servicio de información local del Departamento de bibliotecas de Comfenalco Antioquia. Desde allí, los realizadores audiovisuales, profesionales, aficionados o interesados pueden compartir sus obras con algún aspecto de la ciudad o del departamento como tema. Una selección hecha por Contexto entre las producciones de 19 años del certamen, muestra algunas obras que dejan ver la ciudad desde sus personajes y, con ellos, su territorio, su identidad y sus luchas.
Mago Fernandinny, de Juan Fernando Cañola Es la historia de “el único, el internacional Mago Fernandinny, donde el que más mira, menos ve”. Todas las carreteras de Antioquia están plagadas de avisos que promocionan este artista. Los caracterizan su fondo blanco y letras de rojo y azul, con estrellas del mismo color. Fernando Vanegas, el mago, es oriundo de Santa Marta. Aficionado desde pequeño, toda su vida ha realizado espectáculos de encantamiento e ilusionismo.
En su show “mágico-cómico”, lo acompañan payasos, malabaristas y fonomímicos, además de una ayudante que, según él, “siempre debe ser muy bonita”. “Paz y amor. Mago Fernandinny”, es la leyenda para expresar que en Medellín habitaba gente con corazón y buenos deseos en los avisos famosos durante los años ochenta, precisamente en aquella época particularmente violenta. Hoy, estas pinturas siguen siendo señales de vida de la magia de Vanegas.
Cronopios En su documental, Claudio Villa, relata la vida de Medellín a través de personajes como Samuel de Jesús Holguín, quien, cuando era niño, sufrió una trombosis y habita la Terminal del Norte desde que se fundó. Según cuenta en una de sus apariciones en el documental, no sabe qué edad tiene porque no conoció a su familia, pero sí que su condición de discapacidad no le impide ser feliz y alcanzar sus metas como la de sacar un disco y que su trabajo sea apreciado. Este trabajo también cuenta la historia de Dany, un travesti que, por 23 años, en el momento de la grabación hacía teatro callejero, actividad combinada con la venta de cigarrillos, tinto y perico cuando hay tiempo. De su vida, de sus avatares y de la fama que le dio precisamente haber aparecido en un programa periodístico de la televisión nacional, habla este documental que cuenta la Medellín de otros personajes que con su vida hacen la ciudad.
piensa que aquel que trata mal a un gay es por falta de educación, como aquel que rechaza a un indigente y, por ejemplo, los llama desechable. Para ella, desechable es un vaso, no una persona. Adriana Mora explica que, gracias al avance tecnológico, se ha facilitado el camino del documental más que la ficción y que este género audiovisual es un diálogo para la realidad, es una confrontación que invita a no olvidar la memoria colectiva que, según ella, desde los años 60 se ha querido recuperar en Medellín por medio del documental. En efecto, los realizadores audiovisuales aportan con sus trabajos en el reconocimiento de la urbe en sus diferentes registros, miradas y facetas que conforman la identidad de un territorio.
UN NUEVO TESTIMONIO
Las universidades son ámbitos desde los cuales el documental se mantiene activo. Estudiantes de la Facultad de Comunicación Social-Periodismo de la Universidad Pontificia Bolivariana preparan un documental sobre la historia de Dayani Quintero, artista que perteneció al colectivo clown Nariz Obrera que promueve la objeción de conciencia y quien desde pequeño tuvo que desplazarse de Granada, Antioquia por la violencia; la misma que hoy padece en las peleas de las bandas delincuenciales en el barrio Manrique- Guadalupe.
La Pintuco no es como la pintan El documental de Adrián Franco sigue el hilo de un secreto a voces entre los residentes de Medellín. Marta Pintuco era una dama muy conocida en los círculos sociales de la bohemia de la ciudad, donde se habló primero de su figura elegante y su expresión de una mujer inteligente y preparada. Sin certeza de su existencia, se dijo también que vivía en Lovaina, en Carabobo o en Palacé con Lima. Así mismo, se comentó que tenía dos tanques de oxígeno para “desemborrachar” a los amigos cuando se iban para la casa. Recorriendo algunas de esas versiones, el documental recoge, por ejemplo, las del historiador Rafael Ortiz, quien afirma que Marta existió porque los mitos suponen una persona donde se originaron. Él la cataloga como una de las grandes vedetes de Medellín. El periodista Héctor Rincón no está tan seguro de que la Pintuco pueda haber existido porque las pruebas de su existencia son contradictorias o no verificables y concluye que, como mujer de carne y hueso, sólo pudo encontrarse en la mentalidad y en la imaginería de las personas que vivieron en la ciudad en los años 50 y 60, ansiosa de abrirse a sus deseos.
Estrato cero Como parte de la serie Muchachos a lo bien, Germán Franco Díez cuenta la historia de Mery Rivera, un travesti que vive en Niquitao, nació en Urrao y se crió en el Chocó, se voló para Medellín por los malos tratos que recibía en su casa, por usar la ropa de su mamá y cortar sus pantalones con un cuchillo para improvisar batas. En el documental, los allegados hablan de Mery como una mujer trabajadora, buena hija y solidaria, víctima de discriminación por ser homosexual, que
Los documentales conforman una memoria de Medellín a través de las historias de quienes la habitan. Foto: Mariana Bohórquez Uribe.