Contexto Ed. 59

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PERIODISMO UNIVERSITARIO

ISSN 1909-650X

El periódico de los estudiantes de la Facultad de Comunicación Social-Periodismo

Medellín, Junio 2017

No. 59

Distribución gratuita

Foto: Delphine De Gryse. Página - Unidiario. Universidad de Manizales

QUE NO SE LO LLEVE EL TEMPORAL Mocoa y Manizales han dado muestra de que la solidaridad de los colombianos permanece firme ante las adversidades que imponen los fenómenos climáticos y ambos se han vuelto noticia recurrente, al tiempo que los pronósticos anuncian más lluvias en todo el país. En esta edición de Contexto, gracias a medios como Página y Unidiario de la Universidad de Manizales y a colegas de la Red Colombiana de Periodismo Universitario, compartimos con ustedes testimonios de personas que

dieron lo mejor de sí, para hacer frente a la emergencia en la capital de Caldas (páginas 8 y 9). En un recorrido por situaciones que exaltan valores humanos, presentamos una crónica del oficio de la tanatopraxia (páginas 10 y 11), que expone, además, las posturas de sus protagonistas frente a la dignidad, solidaridad, relación con el otro, con la vida y la muerte.

Lea en Contexto

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Este tiempo

Un tribunal sin vencedores ni vencidos La justicia especial para la paz

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Este tiempo

La lucha del feminismo en Medellín Las primeras voces

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Desde la Raya

De ciclista soñador a técnico inalcanzable El profe “Millo”


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OPINIÓN

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CULTURA Y CIUDAD, RESPONSABILIDAD COMPARTIDA Marcela Isabel Trujillo Quintero* / martruji@gmail.com

Me encontraba en el aeropuerto, ese laboratorio constante de culturas, haciendo un ejercicio que me encanta: el de mirona, cuando vino alguien al encuentro. Después de actualizar las respectivas agendas de la vida y el trabajo, era inevitable el lugar común: … y, ¿cómo ves la ciudad? Tratamos de responder ligeramente, no enfocarnos en las evidentes problemáticas y hasta buscar una posición que no nos condujera a la amargura. Sin embargo, fue necesario aceptar nuestra desazón, al hablar de temas que nos pasan por la piel, uno de ellos: la cultura y su papel vital en la ciudad. Discutir hoy sobre cultura en Medellín, es meterse de plano en una “vaca loca”. En este como en otros temas siempre habrá múltiples opiniones, pero, últimamente, al menos para quienes elegimos esta opción de vida, como yo, que he venido trabajando los últimos 10 años en la gestión, tanto desde lo público como desde lo privado, es inevitable sentir las alertas que vienen desde diferentes puntos. Ya sea porque procesos que son estructurales demoran su marcha o porque la relación entre la instancia pública y privada no ha logrado conectarse, al dilatar procesos que afectan el desarrollo cultural de la ciudad.

Cultura, desarrollo y ciudadanía Desde los noventa, el concepto de cultura se insertó en las dinámicas mundiales como uno de los pilares del desarrollo humano sostenible, discurso que se ha venido acuñando a conveniencia en lo público, alrededor de planes, programas y proyectos. Pero, ¡qué tanta y cuán real es la convicción que hay sobre ello? Esta sería la pregunta que deberíamos hacernos. En el actual Plan de Desarrollo de Medellín, por ejemplo, se estable-

ce en su primera dimensión la cultura ciudadana como pilar fundamental y transversal de todo el accionar público. Sin embargo, esta afirmación pareciera solo estar dirigida a tratar de divulgar de forma impositiva los comportamientos que, según la Administración, pertenecen a la esfera de lo correcto; es decir, acudimos a la instrumentalización del concepto de cultura ciudadana, en pos única y exclusivamente de una pretensión conductiva, “pórtate bien”. Seguramente, esto es bien intencionado y solo busca hacer llamados de atención al ciudadano que, en este caso, es tratado como algunos teóricos lo denominan: un “menor de edad”; ese que no ha hecho uso de su propio entendimiento y requiere ser conducido por otros. En aras de un objetivo, se infantiliza al ciudadano y se subutiliza el potencial de la cultura ciudadana, como herramienta potente de transformación. Las acciones emprendidas desde la institucionalidad para el fortalecimiento de la cultura ciudadana y su pretensión de generar cambios en los comportamientos, no parecen estar conectadas entre sí y durante el más reciente debate del Concejo de Medellín se concluyó que, existe una falta de continuidad en el tema. Esta obviedad (que aplica no solo para la cultura) evidencia que, más que procesos, hay un activismo basado en una idea particular del deber ser del ciudadano, al desconocer la diversidad como la mejor forma de construir ciudadanía. No temo decir lo que parece un secreto a voces: en Medellín nos asomamos a una crisis del llamado proyecto cultural, como se empezó a denominar, desde hace algunos años, a las acciones emprendidas por conservar, fortalecer, visibilizar, apoyar y fomentar una serie de prácticas y apuestas de manera continua, sin dar mayor lugar a las formas políticas y administrativas de turno, que a las de la cultura misma.

Sector, arte y cultura Es necesario entender el sector cultural como unidad y no como una isla, donde solo pueden ir los eruditos, creadores o artistas, hacedores de política, gestores y demás, sino, como una esfera amplia de la cual hacen parte, tanto los agentes, organizaciones e instituciones culturales públicas y privadas, como también la ciudadanía activa. Se ha vuelto natural descalificar el sector, excluir e incluir de manera caprichosa quiénes lo conforman y quiénes no, deslegitimando la importancia de pensarse en la diferencia. Lo que sí creo, es que de acuerdo con los ámbitos de acción, también se establecen los niveles de responsabilidad. Es claro que el Estado, en cabeza de la Administración Municipal, debe velar por el acceso y garantía de los derechos culturales, pero no puede ser un condicionante para la existencia o no de un proyecto cultural en la ciudad. También lo son las organizaciones y la ciudadanía quienes, a través de un ejercicio de control social, deben velar porque este se mantenga; ningún proyecto que además está respaldado por múltiples políticas públicas debe supeditarse al parecer de una administración, la responsabilidad de las instituciones y organizaciones también es urgente. No puede pasar que las voces agitadas se acallen, cuando la bolsa de los presupuestos se reparte, eso deja en entre dicho no solo sus argumentos, sino, sus verdaderas motivaciones.

Desafíos Son varios los retos que nos debemos plantear frente al papel del sector cultural en el desarrollo actual de la ciudad. La corresponsabilidad de los agentes, organizaciones e instituciones, que no solo supone su misionalidad, sino, que, exige nuevas formas de relación con lo

Acudimos a la instrumentalización del concepto de cultura ciudadana, en pos única y exclusivamente de una pretensión conductiva, “pórtate bien.

público, más allá de la exigibilidad. Asumir un aporte consciente en la construcción de ciudadanías desde la diferencia y su papel en una cultura para la paz, al tener claro el nuevo contexto nacional, que no puede ser desconocido ni por las organizaciones ni por la Administración Municipal, una veeduría activa, que vele por la continuidad de los procesos que han llevado a la ciudad a ser un referente de transformación social, desde el arte y la cultura, es fundamental. La Administración Municipal debe revisar su accionar en cuanto a cultura ciudadana, la imposición y la eliminación de la diferencia tanto de espacios públicos como privados, claramente no son el camino. Entender la continuidad de algunos ejercicios como forma de gobierno, no significa renunciar a la identidad, por el contrario, denota pensar en lo fundamental: el desarrollo colectivo. Por último, sería importante volver la mirada sobre asuntos que, en el ámbito mundial, hoy son protagonistas en el debate cultural. No es posible pensar la cultura sin el aporte, reconocimiento y valoración de la interculturalidad y sus diversas formas de entender, habitar y vivir la ciudad. La cultura nos define a todos y no obedece a una pretensión política ni individual. * Egresada Comunicación Social – Periodismo, Universidad Pontificia Bolivariana. Fue subsecretaria de Ciudadanía Cultural de Medellín, directora de la Corporación Circo Momo y de la Emisora UN Radio. Trabajó recientemente con el Ministerio de Cultura y actualmente con IDARTES en Bogotá.


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EDITORIAL

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FRENTE A LA POSVERDAD, LECCIONES FUNDAMENTALES periodico.contexto@upb.edu.co

Aunque parezca ocioso, es interesante saber cuántos de los asuntos de la agenda actual se llenan con palabrejas de artificio, para que todos hablemos de ellos sin llegar a ninguna parte. En Medellín, no digeríamos el asunto de la innovación con el reconocimiento internacional que se le hizo a nuestra ciudad, cuando ya el tópico era la resiliencia. Ahora, echados pa’lante, empujados por nuestra fama al torbellino de la actualidad mundial, nos animamos, con más tono que otra cosa, a discutir sobre la llamada posverdad. Postruth, célebre por la designación como palabra del año, por quienes tienen a su cargo el diccionario Oxford, faro de la lengua inglesa, sirvió como herramienta para explicar acontecimientos de la realidad mundial: la elección de Donald Trump como presidente en los Estados Unidos, la votación de Gran Bretaña a favor de su salida de la Unión Europea (Brexit, es el término que se acuñó en inglés) e, incluso, la negativa a los primeros acuerdos con las FARC en el plebiscito del 2 de octubre de 2016. Para los analistas, estos acontecimientos tuvieron en común características que se explican precisamente en la definición de posverdad, que el columnista mexicano Emilio Lezama expuso en el diario El Universal: “Circunstancias en las que datos objetivos son menos influyentes en la construcción de opinión pública, que llamados emocionales o creencias propias”. Es curiosa también la cantidad de nombres a los que se les atribuye la autoría del mismo término: desde el dramaturgo estadounidense de origen serbio Steve Tesich en 1992, el sociólogo Ralph Keyes en 2004 y el bloguero David Roberts en 2010, hecho que se suma a los afanes característicos de la llegada de todo neologismo, ara terminar de configurar el artificio con que se nos presenta como nueva, la que es en realidad una vieja discusión. De esa vieja discusión, uno de los escenarios ha sido el periodismo, que ha expuesto y subrayado la veracidad de la información como principio esencial. Por directo, el mejor intento de desempacar la palabra posverdad —el nuevo producto que termina renovando el debate— es el que la define como una mentira emotiva, sobre todo, porque acentúa el peso del individuo en el estado final de las cosas. Algo contrario a la razón de ser y al marco fundamental del periodismo: el contexto social, sustentado, de hecho, por la idea de lo colectivo, de lo común. La veracidad de la información está asociada a la verificabilidad de los datos, al ejercicio concreto que el periodista hace de recorrer el entorno de los acontecimientos para constatar, lo cual necesariamente implica mirar a lo colectivo, a la multiplicidad de actores y factores, que determinan ese contexto. Es por eso que, como bien lo plantea una lección fundamental del periodismo: las opiniones (no así los argumentos) no son verificables, porque son elecciones individuales.

El periódico de los estudiantes de la Facultad de Comunicación Social - Periodismo

De manera que en el periodismo, la discusión tiene raíces tan profundas y antiguas, como la distinción esencial que caracterizara el nacimiento de esta práctica, cuando los ingleses distinguían entre las historias y los comentarios (stories versus comments). Una cosa es informar, otra cosa es opinar, dice la lección esencial. Lejos del devaluado paradigma de la objetividad, la razón que sostiene esta premisa es el compromiso que sustenta el ejercicio periodístico y que, por múltiples razones —entre las que se cuenta posiblemente la infoxicación de los propios periodistas— parece olvidarse cuando, desde el sitial con que la ciudadanía privilegió a los medios, los periodistas damos prioridad a nuestros puntos de vista, por encima de los detalles de los hechos. Casos recientes demuestran la frecuencia con que los periodistas extraviamos

el compromiso primario con la colectividad, presas de nuestros llamados emocionales y nuestras propias creencias, en palabras del citado Lezama. Posverdad es, pues, una cuestión que interpela al periodismo desde hace mucho tiempo: la persistente confusión entre información y opinión, con las consecuencias nefastas que supone la sublimación irracional del individuo por encima del bien común, expresada, por ejemplo, en el crecimiento de todo tipo de fanatismos, en la crisis espiritual oculta, por el auge de numerosas expresiones religiosas y —tocando lo que nos corresponde— la factura cada vez más costosa en desconfianza, que la sociedad le pasa a los medios de comunicación que crecieron a su servicio, en lo que debe ser para nosotros el llamado más contundente a repasar y repensar las lecciones fundamentales.

Miembro de la Red Colombiana de Periodismo Universitario • Rector: Pbro. Julio Jairo Ceballos Sepúlveda / Decano Escuela de Ciencias Sociales: Ramón Arturo Maya Gualdrón / Directora Facultad de Comunicación Social-Periodismo: María Victoria Pabón Montealegre / Coordinador del Área de Periodismo: Juan Manuel Muñoz Muñoz / Dirección: Joaquín A. Gómez Meneses / Redactores en esta edición: Juliana Gil Gutiérrez • Tatiana Lozano Jaramillo • Juliana Restrepo Zuleta • Paulina Tejada Tirado • Valentina Vogt Albiser • Yorley Ruiz • Manuela Molina Cerezo • Camila Arango Echeverri • Sara Upegui V. (Desde la Raya) • Periodistas Página y Unidiario - Universidad de Manizales / Foto portada: Delphine De Gryse - Página - Unidiario. Universidad de Manizales / Diseño: Estefanía Mesa B. • Carlos Mario Pareja P. / Diagramación y corrección de textos: Editorial UPB / Impresión: La Patria // Universidad Pontificia Bolivariana • Facultad de Comunicación Social - Periodismo / Dirección: Circular 1ª Nº 70 - 01 Bloque 7 Oficina 401 / Teléfono: 354 4558 / Twiter: @ pcontexto / Correo electrónico: periodico.contexto@upb.edu.co / ISSN 1909-650X.


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OPINIÓN

¡Por fin! Y, ¿ahora qué? Juliana Gil Gutiérrez / julianagil95@gmail.com

La Corte Constitucional ordenó al Estado la recuperación del río Atrato, luego de años de una explotación aberrante por parte de la minería, todo porque el oro envenenó las aguas de esa arteria natural que pasa por Antioquia y Chocó. ¿Por qué? Simple: el río se estaba muriendo. De tantos gobiernos que permitieron su explotación desmedida, sus aguas estaban ya llenas de mercurio, aguas que, llegaban a la población y a la naturaleza misma de un territorio tan biodiverso.

Medellín, ciudad de todos Juliana Gómez Restrepo / juliana.gomezres@upb.edu.co

Después de la medida tomada por la Alcaldía de Medellín, de extender el pico y placa de seis dígitos durante la semana del 22 de marzo, se generaron opiniones encontradas, que aumentaron con la intempestiva re-

CRÍTICA DE CINE

Pizarro: Una lección de historia para comprender el conflicto colombiano Melissa Gil / melissa.gil@upb.edu.co

María José Pizarro aparece sentada frente a la cámara. Es una mujer que reclama a su padre, una mujer llena de preguntas que quisiera que su padre le respondiera, ella sueña con eso, dice que mientras está más cerca de hablar con él en sus sueños, se despierta y regresa a la realidad. De esta manera inicia el documental Pizarro, del director y montajista Simón Estrada. Desde el poster de la película, el director presenta a Carlos Pizarro, máximo comandante del grupo guerrillero

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¡Épico! La sentencia indica que el río Atrato es “sujeto de derechos”, que debe ser protegido y restaurado. Y, ¿ahora qué? Decenas de ríos hay en nuestra geografía, casi todos ellos explotados de alguna forma: minería, hidroelectricidad o desviados de su cauce, para que el humano explote el espacio que a ellos les pertenece. Sin embargo, el histórico fallo busca proteger, especialmente, de la minería ilegal, al ignorar que la minería legal también genera grandes impactos sobre la naturaleza… Quizá, las pocas diferencias entre estas dos actividades es que la primera paga impuestos y la segunda, no; que una es hecha —en su mayoría— por empresas extranjeras que explotan los recursos naturales del país y la segunda, por comunidades y mineros tradicionales. Pero, como muchos territorios del país, la minería ilegal en la cuenca del Atrato se vio manchada por la presencia de grupos armados al margen de la ley, como el Clán Usuga y el ELN. Este tipo de fallos históricos no están ocurriendo solo en Colombia. Recientemente, en Nueva Zelanda decidieron darle los mismos derechos de una persona a los ríos más importantes del país, específicamente la cuenca del Whanganui. Al tiempo, en India se les reconoció a los ríos Ganges y Yamuna como

“entidades vivas con derechos legales”. ¡Una dosis de oxígeno para el agua! Este tipo de fallos, que celebro abiertamente, trascienden el hecho de ser un hito en la protección de la naturaleza y se convierten en un intento por entenderla como un “sujeto” más de nuestro mundo, un componente clave para la existencia y equilibrio del planeta. No se trata solo de que los humanos necesitamos el agua, sino de que junto a nosotros también están los animales, tierras y árboles, que beben de ese mismo líquido para poder mantenerse vivos. Hoy nos hacen falta más decisiones como estas, que dejen a un lado el antropocentrismo, que tanto nos ha caracterizado, para comenzar a pensar, ¡por fin!, en el ecosistema que nos permite estar vivos. Después de siglos de explotaciones, hoy la humanidad comienza a darse cuenta de que el hombre no puede solo: necesita de la naturaleza, porque somos naturaleza misma. Y, ¿ahora qué? ¿Cómo hará el gobierno efectivo este fallo, cuando ya ha “legalizado” explotaciones a mediano plazo en la cuenca que, en caso de suspenderlas, significarían multas millonarias para el país? Una de las consecuencias de haber hecho de la naturaleza un negocio.

solución de levantar tal medida, pese a que el problema ambiental seguía vigente. En un principio, cuando se decidió que para mejorar la calidad del aire, los ciudadanos debían sacrificarse y no sacar sus vehículos particulares, al menos durante una semana, no faltaron las protestas y las constantes quejas. Sin embargo, el 26 de marzo, cuando Federico Gutiérrez levantó la medida, tacharon su decisión como un acto de improvisación y, tal como en el caso anterior, no faltaron las protestas, que expresaban contrariedad contra el alcalde. Por lo visto, ya sea que se traten asuntos como el del medio ambiente o la seguridad en los puntos “calientes” y en las calles, por todo se responsabiliza al alcalde de turno. ¿En cuánto se redujo el índice de homicidios? Y, ¿el de robos? Si la cifra es negativa, ¿qué hacemos nosotros como ciudadanos? Culpamos al gobernante, al argumentar que no es suficiente lo que hace por Medellín. Pero la pregunta que se debería

hacer es: ¿qué hacemos nosotros para cooperar con el progreso de nuestra ciudad? El alcalde no gobierna solo, él fue elegido como nuestro representante, pero es un ser humano con virtudes y defectos, si de tan solo un hombre dependiera el futuro de una ciudad, este no sería uno muy alentador. Si “obligamos” al alcalde para que reduzca índices de homicidios, robos o la calidad nociva del aire, todos debemos cooperar para que eso ocurra. ¿Es lógico que un ladrón critique el índice de hurtos?, o, ¿que un violador en serie opine la “horripilante” cifra de violaciones? Por eso, nosotros como ciudadanos debemos despertar y darnos cuenta de que con cada una de nuestras acciones, estamos aportando algo, ya sea bueno o malo. ¿Queremos que la ciudad en la que vivimos siga con los mismos problemas que le impiden avanzar? Yo creo que no, creo que todos soñamos con un cambio y ese cambio depende de nosotros.

M-19, en pantaloneta de baño, de la mano de su hija pequeña. Allí devela que en el documental no solo veremos al guerrillero y activista político, sino, al padre. El documental Pizarro, posiciona el discurso, de tal manera que sensibiliza a los espectadores. En la imagen vemos a una hija que extraña a su padre, que quiere entender el porqué de tantos años de ausencia y muestra las presiones a las que están sometidos los familiares de figuras como Pizarro; primero, en la clandestinidad de la vida en la guerrilla y, luego, como líder político. Sobre todo, para quienes cargan con el estigma de guerrilleros o terroristas. El testimonio de este documental no busca victimizar ni trata de esclarecer los hechos del atentado en contra de Pizarro, ni tomar una postura frente a los sucesos, lo que hace es acompañar a una hija que busca respuestas sobre la vida y muerte de su padre. En medio del documental, María José Pizarro dice algo muy importante: “Yo no puedo ver a mi papá como un terrorista desalmado”, de este modo accedemos a otra versión de la historia. El montaje de este documental no es lineal, las imágenes van del pasado al presente, todo con la intención de reconstruir la figura de Pizarro. Se presentan también múltiples emociones y sensaciones, porque se ve a un hombre desde diferentes facetas o aristas; en sus discursos, con su familia, en las armas, en la cárcel… En la primera aparición de Pizarro en pantalla, se ve caminando en el monte, por la selva, con una apariencia más “bohemia”, con su cabello largo, boina, manos en los bolsillos; la imagen de una época en la que se representan los ideales de una forma de lucha. Después aparece en una entrevista, con su cabello bien arreglado y hablando como un académico sobre política; cuadro siguiente aparece en su faceta de padre, esposo, donde solo se visualiza a una familia unida; todos estos momentos representan el mismo per-

sonaje en cada uno de sus roles, esos que invitan a la indagación y a mostrar que no existen villanos o héroes en la historia de Colombia, sino, personas con diversos ideales, que tomaron diferentes caminos para conseguir sus metas. Este documental es el resultado de una introspección a la historia de Colombia, a través de imágenes de archivo, para mostrar los hechos que marcaron la vida de Pizarro, donde el testimonio es central y permite un acercamiento a una figura desconocida como es Pizarro, el padre; también nos acerca a conocer un personaje de la historia del país y genera preguntas sobre la época y lo acontecido. Nos permite cuestionarnos: ¿qué tan cierta es la historia que nos cuentan en los medios?, ¿cómo aceptar la verdad del otro? Con las imágenes de archivo se pueden poner en perspectiva los acontecimientos y ver cómo los discursos de los medios de comunicación sobre un personaje varían con el paso del tiempo, por eso es necesario que los jóvenes indaguemos más y comprendamos que la historia de Colombia está llena de grises y que es necesario aceptar la postura del otro. Esta producción fue reconocida como el mejor documental para televisión en los Premios India Catalina en el año 2006 y recibió el galardón de “Colón de Oro”.

Con las imágenes de archivo se pueden poner en perspectiva los acontecimientos y ver cómo los discursos de los medios de comunicación sobre un personaje varían con el paso del tiempo.


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RASTROS

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UN ALMUERZO QUE LLENA EL ALMA Tatiana Lozano Jaramillo / Tatiana.lozano@upb.edu.co

En la calle Bolivia con la avenida Oriental, al frente de un parqueadero y cerca de una panadería, hay una casona verde oscuro de dos pisos, donde, de lunes a sábado desde las 11:00 de la mañana, se forma una fila de toda la cuadra frente a una puerta gris de barrotes. Es la Corporación Emmanuel y quienes hacen la fila son habitantes de calle, a la espera de recibir el almuerzo que voluntarios de la comunidad preparan para ellos. Adentro, las paredes son verdes y hay tres cuadros al óleo colgados en ellas: uno de San José, otro de Jesús de la Misericordia y otro del arcángel San Miguel. En el primer piso hay nueve cuartos que funcionan como oficinas y capillas. En la sala, larga y angosta, acomodan mesas blancas y sillas verdes de plástico, suficientes para sentar aproximadamente a 100 personas. Al fondo, están la cocina y el patio, espacios donde los voluntarios preparan 300 platos al día. A las 8:00 de la mañana comienza el trabajo. Hay que asear y organizar la casa, limpiar las mesas y sillas, pelar y picar revuelto para el guiso, verduras para la ensalada, empezar a cocinar el caldo y la carne. Siempre hay voluntarios. Hay días en que van cinco o seis, a veces llegan hasta veinte. Cada día van voluntarios diferentes y en la cocina tienen establecido un coordinador para cada jornada, que delega funciones y supervisa que todo esté listo a tiempo. Gladys Patricia es la coordinadora para los días jueves. Tiene dos hijos, es jubilada desde hace dos años y comenzó a venir a la Corporación hace un poco más de un año. También atiende a la Escuela Bíblica Yeshua, donde estudia La palabra. Mientras raya zanahorias, Gladys cuenta que acá las horas se le pasan volando, se siente alegre. Además, desde que viene a ayudar siente que está poniendo su granito de arena en la sociedad. Con la voz entrecortada afirma que en este lugar ha logrado ponerse en los zapatos del otro: “También lo hago porque sé que el día de mañana podrían ser mis hijos los que estén acá”. A las 11:00 de la mañana comienza la faena en la cocina. Para cada día hay un menú diferente. Hoy, sábado, es típico. María Inés, la coordinadora de hoy, deja de picar papas —no sin antes asegurarse que estén del tamaño correcto: 2x2— y se las lleva para empezarlas a cocinar. A eso de las 11:50 a. m. se empiezan a servir los platos del primer turno: una voluntaria sirve los fríjoles, le pasa el plato a otra para servir el arroz, luego, la garra, después, la ensalada y la arepa. Más o menos a esta hora llega Róbinson, el director del lugar. Róbinson lleva 17 años dirigiendo la Corporación Emmanuel. En su oficina hay una foto del papa Francisco, una del papa Benedicto XVI y otra del arzobispo de Medellín. Él cuenta que la Corporación surgió de un grupo de oración que buscaba hacer algo por la comunidad: “Acompañar la oración con acción”. Empezaron repartiendo desayunos: aguapanela con pan y una evangelización. Al principio, llegaban cuatro personas, luego, diez, veinte. Entonces un amigo suyo que trabajaba en la Mayorista le dio la idea de servir almuerzos y se comprometió a ayudar con la comida.

Este es el recinto en el que los usuarios reciben alimentos para el cuerpo y el espíritu. Foto: Santiago Burbano.

Empezaron a venir más y más personas. Hoy vienen más de trescientas. Róbinson trabaja en la Corporación tiempo completo, pero también estudia Teología en la Universidad Luis Amigó, es pintor empírico —los cuadros que decoran la casona verde son de su autoría—, toca piano y guitarra y predica en ceremonias, es casado y tiene cuatro hijos adolescentes. Aunque tiene una agenda muy atareada, siempre está en el comedor antes del mediodía, pues él es el encargado de hacer una corta evangelización, antes de servir el almuerzo. Son las 12:00 m. Uno de los voluntarios abre la puerta y entra el primer turno de 100 personas: mujeres, niños y ancianos. En los parlantes suena La niña de tus ojos de Daniel Calveti y los voluntarios cantan mientras terminan de colocar los platos en bandejas, para luego servir a los habitantes. Cuando terminan de entrar y sentarse, Róbinson toma el micrófono, pide silencio y comienza con la evangelización. Cuenta una parábola de la Biblia, la cual conecta con una reflexión: “…puede que ustedes digan: ‘yo ya voy a morir así, yo ya no tengo arreglo’; puede que la sociedad les diga: ‘ustedes son desechables’. Pero el que tiene la última palabra es Dios, por eso vamos a creerle a Dios y no a lo que diga la gente”. Luego, pide que cierren los ojos y hace una oración por la salud y protección de todos los presentes. “Amén”, cantan todos los presentes en el comedor y los voluntarios empiezan a repartir los platos. “Dios lo bendiga”, “la Virgen lo acompañe”, “mi Dios le pague”; son frases que se escuchan por montones entre los habitantes de calle, cuando los voluntarios les entregan su almuerzo o, bien, cuando están satisfechos y les retiran el plato. Víctor de Jesús es uno de los que recibe este alimento todos los días. Tiene 56 años y hace más de una década es desplazado. No tiene empleo, pide limosna en Junín y en la avenida Oriental y con eso puede pagar una pieza y comer. Víctor relata que, más allá de la comida que Quienes vienen a comer llegan también con sus historias. recibe en la Corporación —la cual es Foto: Santiago Burbano. una gran ayuda para su subsisten-

cia—, le gusta venir por la acogida que acá recibe, afirma que es un lugar donde no se siente discriminado. “Lo que hacen acá es una obra mandada por Dios”. Aunque la Corporación Emmanuel no es un centro de rehabilitación, Róbinson cuenta que, por medio de terapias ocupacionales con la psicóloga, han logrado sacar de la calle a varios habitantes. Uno de ellos es Ramón. Él trabajaba en la parte administrativa de Pollos Mario, hasta que, debido a las drogas, terminó en situación de calle. Después del proceso de terapias en la Corporación, Ramón logró dejar el vicio y, hace casi dos años, trabaja en una empresa en El Poblado. Sin embargo, no todo acá es color de rosa. Al ser personas provenientes de un entorno tan difícil, es natural que se generen conflictos entre ellos. Varias veces Róbinson ha tenido que intervenir en peleas en la fila. Cuenta que una vez tuvo que parar a dos personas que tenían cuchillo en mano. Cuando ocurren estos inconvenientes, Róbinson suspende a los involucrados y no pueden venir por un tiempo, a algunos ha tenido que suspenderlos permanentemente. Acá vienen personas de todas las realidades, desde analfabetas hasta profesionales de todas las regiones del país, incluso, extranjeros. Los voluntarios y Róbinson saben que el almuerzo que les preparan es, más que para llenar sus estómagos, una excusa para recordarles su dignidad, esa que tantos creen perdida. Para los organizadores es muy importante que los habitantes de calle se sienten en el comedor y no simplemente entregarles la comida afuera, por eso es parte fundamental que el almuerzo sea fresco y se sirva caliente. Mientras los habitantes almuerzan, Róbinson se para afuera a vigilar la fila y despedir a quienes van terminando. “Un día llegó uno de los muchachos y yo le di la mano y un abrazo y le dije: ‘hola, Manuel Fernando’ y él se quedó pasmado. Después, cuando se sentó, escuché que le dijo al compañero: ‘me llamó por mi nombre, a mí nadie en la calle me llama por el nombre’. Habrá quienes vienen solo por la comida, pero la mayoría encuentra acá más que eso”. En sus 17 años, la Corporación Emmanuel se ha convertido en un lugar seguro para los habitantes de la calle, donde encuentran respeto y aceptación. Un lugar de donde, tanto voluntarios como habitantes de calle, salen con el alma llena.


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ESTE TIEMPO

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La Justicia Especial para la Paz

UN TRIBUNAL SIN VENCEDORES NI VENCIDOS Juliana Restrepo Zuleta / juliana.restrepozu@upb.edu.co

¿Justicia Especial para la Paz? ¿Justicia transicional? ¿Qué es? ¿Cómo se aplica? ¿Es real? ¿Es una ficción? Tres salas, un tribunal, una unidad investigativa; 18 magistrados, asesores nacionales e internacionales, investigadores y fiscales; guerrilleros, funcionarios públicos, ciudadanos, inocentes y culpables; 102 senadores, 166 representantes a la cámara, dos cámaras, un congreso, un solo país y una sola expectativa del inicio de la justicia transicional, de la justicia y la Paz tan esperada por más de sesenta años. Los anteriores son todas las personas y entes estatales que componen la Jurisdicción para la Paz, pero en realidad Colombia sabe: ¿qué es la Justicia Especial para la Paz? Cuando se habla de justicia transicional, es importante entender que hay dos enfrentamientos de poderes que negocian qué delitos o conductas punibles van a ser condenadas y cuáles van a ser sus respectivas consecuencias jurídicas; es decir, el Estado y otros factores reales de poder, como lo menciona Ferdinans Lasalle, acuerdan las sanciones de determinados delitos. Se está frente a una justicia que no busca esencialmente castigar a los delincuentes, sino, que se quiere llegar a un convenio y a una justicia temporal, para solucionar un conflicto. Asimismo, es una justicia restaurativa, debido a que busca, que tanto la víctima como el victimario vuelvan las cosas al estado anterior; es decir, que a la víctima se le restablezcan sus derechos por medio del esclarecimiento de la verdad, la justicia y la garantía a la no repetición. Lo anterior, sin dejar de lado la justicia premial, que beneficia a las personas que acepten responsabilidad y estén dispuestos a colaborar con el restablecimiento de los derechos de las víctimas. “Como su nombre lo indica es una justicia de coyuntura, especial, que se da ante circunstancias especiales que invitan a sacrificar las prescripciones ordinarias en aras de buscar un fin mayor, un beneficio social, esto para lograr salir de una coyuntura y poder lograr un fin colectivo primordial, que para el caso de Colombia es la paz”, afirmó el ex magistrado de la Corte Suprema de Justicia, Jaime Arrubla Paucar.

Estructura de la Justicia Especial para la Paz La Justicia Eespecial para la Paz “desarrolla el punto cinco del acuerdo de La Habana, para la terminación del conflicto, en ese sentido, establece un sistema de juzgamiento; es decir, un sistema judicial que busca establecer cuáles son las personas que van a ser indultadas, amnistiadas o van a tener un tratamiento equivalente, por cometer delitos en el marco del conflicto o que van a ser juzgadas por delitos de lesa humana

“Él que no se acoja, pierde el beneficio y pierde el derecho, por lo que debe juzgarse mediante la jurisdicción ordinaria”: Jaime Arrubla.

y delitos conexos. Esto incluye a todos los actores armados que participaron en ese conflicto, tanto ilegales como las fuerzas armadas y el Estado”, aseveró Enan Enrique Arrieta Burgos, abogado especialista en Derecho Procesal y profesor de la Universidad Pontificia Bolivariana. Dicha jurisdicción se encuentra dentro del Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición, que es uno de los puntos fundamentales de los acuerdos aprobados en La Habana con las Farc, pues es por medio de esta que, se van a hacer efectivos los derechos de las víctimas. Dicha Justicia Especial está organizada en cinco salas: la Sala de Reconocimiento de Verdad y Responsabilidad y de Determinación de Hechos y Conductas, la Sala de Amnistías e Indultos, la Sala de Definiciones de Situaciones Jurídicas, la Unidad de Investigación y Acusación y el Tribunal para la Paz. Este último es quizá la Sala con mayor relevancia dentro del sistema de justicia transicional, debido a que es el encargado de castigar y juzgar a los autores de conductas punibles, con las sanciones establecidas en los acuerdos, que pueden ser la prisión, en los casos de crímenes de lesa humanidad, tanto cuando se acepte o no responsabilidad; pueden ser también penas alternativas, como la de reparación de infraestructura de zonas urbanas o la participación en programas medioambientales; o reparar los daños causados a las víctimas. Al Tribunal también se le atribuyó la función de conocer las apelaciones que se lleguen a presentar y de revisar aquellas sentencias de los combatientes de las Farc, que ya fueron condenados por la jurisdicción ordinaria, tema de gran controversia.

¿Quiénes van a ser procesados? Como lo afirma el acto legislativo aprobado por el Congreso de la República el pasado 13 de marzo, las personas que se van a acoger a la Justicia Especial para la Paz son: “todos los actores, tanto directos como indirectos, que cometieron delitos en el marco del conflicto armado”. Lo que quiere decir que no solo los combatientes de las Farc van a ser procesados por la jurisdicción especial, sino, que, también, van a ser juzgados, por este Tribunal, ciudadanos que cometieron delitos, las Fuerzas Armadas y el mismo Estado. Incluso, en determinados casos y cuando sea necesario, se pueden ver beneficiadas aquellas personas que ya han sido condenadas ante la jurisdicción ordinaria, pues dichos casos pueden “reabririse” y ser estudiados por la Jurisdicción Especial para la Paz. Este tema ha sido de gran controversia en el país, pues hay quienes consideran que ya existe “cosa juzgada”, lo que significa que ya se dictó sentencia condenatoria y, por esa misma razón, no puede cambiarse la decisión contenida en ella, precisamente, por seguridad jurídica. Pero hay otra corriente que afirma que en el derecho penal existe un principio fundamental, que es una garantía al conglomerado social y es el “principio de favorabilidad” o indubio pro reo (artículo 6, inciso 2 de la Ley 906 de 2004), principio que afirma que ante el conflicto de dos leyes penales se debe bus-

car la más favorable al procesado, pues se constituye así una garantía al ciudadano, que es investigado por el órgano acusador. “Las grandes críticas que se le hacen al reabrir sentencias, es que algunos creen que va contra la cosa juzgada. Pero existe un principio de favorabilidad que lo consagra la Constitución y es precisamente que el procesado tiene derecho a acogerse a un sistema de justicia que le sea más favorable. Además, lo más lógico es que en dicha justicia se acojan tanto los actores directos como los indirectos del conflicto armado.

SISTEMA INTEG

Comisión para el Esclarecimi verdad, convivencia y la No R

Sala de Amnistías e Indultos

Aplica y otorga amnistía e indultos sobre delitos políticos.

Unidad Investi

Investig


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Pero, las personas que no deben acogerse a este, son los autores de delitos que no tiene relación con el conflicto, como, por ejemplo, los falsos positivos, porque ese es un crimen de lesa humanidad y hace mal quien quiera aprovecharse de dicha justicia”, dijo Arrubla. El gran dilema que plantea un modelo de justicia transicional, es precisamente que se busca negociar la responsabilidad penal y establecer todo un sistema judicial, por lo que “nadie se va a someter para ser condenado en los términos ordinarios, para eso hay que buscar alicientes, atractivos, como penas alternativas, rebajas considerables de la pena, incluso, amnistías. Si eso se da, se duelen las victimas, porque creen que va a existir impunidad, que no se está haciendo justicia. Entonces, siempre que se aplica justicia transicional se presentan fuerzas de encuentro y opiniones divergentes. Por ejemplo; hoy el país está polarizado, unos dicen que quieren paz y otros justicia, pero, de todos modos, esta justicia nunca va a dejar contentos a sirios y filisteos”, confirmó el exmagistrado.

Oportunidades y riesgos “La Jurisdicción Especial para la Paz es el eje central de las negociaciones en La Habana y, en general, en los acuerdos de paz con las Farc, pues busca que se comprometan ambas partes a cumplir con lo acordado y, además, busca que se reconozcan y se hagan efectivos los derechos de las víctimas, que son el derecho a la justicia, a la verdad y a la garantía de no repetición”, afirmó el senador de la República, Carlos Fernando Galán.

Los puntos que más se han discutido, han polarizado al país sobre la justicia transicional y constituyen un riesgo, pues la Justicia Especial para la Paz puede terminar abarcando a muchas personas, por lo que se puede llegar a absurdos como la impunidad o las condenas favorables o desfavorables, a quienes no la merecen. También, se ha discutido el hecho que se puedan reabrir casos en los que ya se ha dictado sentencia condenatoria, lo cual enfrenta dos principios fundamentales: el de la cosa juzgada y el principio de favorabilidad. “La crítica más grande es que se desarticuló del sistema de justicia colombiano, por darle gusto a las Farc, muchos lo dijimos ante los mismos negociadores, ellos admitieron que era una imposición de las Farc, se logró eso. En la segunda negociación medio dieron un remedo la tutela , pero quedó totalmente desarticulado de la justicia colombiana, eso es grave, hoy tenemos una rama jurisdiccional totalmente aparte, que se llama Justicia Especial para la Paz, lo cual es grave, porque cambió el diseño de la Constitución y eso hace que la Constitución de 1991 cambie en muchos aspectos, entre ellos que la Corte Suprema de Justicia conozca muy poco sobre dichas decisiones y que solo en los casos de violaciones a los derechos, la Corte Constitucional pueda intervenir y tener conocimiento de dichos casos”, dijo Arrubla. A pesar de todas las críticas, discusiones y opiniones enfrentadas, la justicia transicional o, para el caso en concreto, la Justicia Especial para la Paz, es una “oportunidad para la búsqueda de la verdad y la reparación a las víctimas, pero esa justicia debe te-

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ner límites, por ejemplo, el caso de Diego Palacios no debe someterse a jurisdicción especial para la paz”, afirmó Galán. Es una nueva forma de buscar un equilibrio y llegar a la solución de un conflicto, lo que ya implica una oportunidad para la Paz, pues “este Tribunal no es un Tribunal de vencedores, aquí no hay vencedores ni vencidos, sino, que, por eso se busca un punto medio, en donde exista representación de las partes que están en contienda, por lo que los particulares pueden ser juzgados por este Tribunal, lo cual hace que sea conveniente para personas que de alguna manera cometieron delitos, pues pueden acogerse a dicha justicia”, aseveró Arrieta.

“El encuentro de tantas opiniones, discusiones y críticas son síntomas de que la justicia transicional está funcionando”: Arrubla.

GRAL DE VERDAD, JUSTICIA, REPARACIÓN Y NO REPETICIÓN

Unidad Especial para la Búsqueda de Personas Desaparecidas en razón del conflicto

iento de la Repetición

Justicia Especial para la Paz

d de igación y Acusación

ga delitos para: Remitir a Sala de Definición de Situación Jurídica Acusa ante Tribunal de Acusación

Tribunal para la Paz Resuelve las apelaciones. Revisión de sentencias. Establece condenas y sanciones cuando se reconoce o no responsabilidad.

Sala de Definición de Situación Jurídica Define situación jurídica de quienes no sean objeto de amnistías o indultos Cesación de acción penal.

Va a Sala de Amnistías e indultos Va a Sala de Reconocimiento de Verdad y Responsabilidad y determinación de Hechos y Conductas.

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Sala de Reconocimiento de Verdad, Responsabilidad y determinación de Hechos y Conductas

Recibe informes y acusaciones de conductas punibles en el marco y razón del conflicto armado Si no se reconoce responsabilidad, va a Unidad de Investigación y Acusación Si se reconoce responsabilidad colectiva o individual, va a Tribunal para la Paz


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Lo que no se llevará el temporal

LOS SAMARITANOS Mateo Peláez y Laura Serna Jiménez; Juliana Loaiza y Manuela Barco. Página y Unidiario. Medios de la Universidad de Manizales.

“Se acercó, le curó las heridas con vino y aceite y se las vendó. Luego lo montó sobre su propia cabalgadura, lo llevó a un alojamiento y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos monedas de plata y se las dio al dueño del alojamiento. “Cuídemelo —le dijo— y lo que gaste usted de más, se lo pagaré cuando yo vuelva”. Parábola del Buen Samaritano Lucas 10, 34-35

Así como hubo elementos que desencadenaron la emergencia ocasionada por el invierno en la ciudad de Manizales en abril pasado, también hubo factores clave para afrontarla y pensar en la recuperación, uno de ellos, tal vez el menos visible en el relato sobre aquellos hechos, es el factor humano. Los deslizamientos no echaron por tierra los mejores valores de los manizalitas. Gracias a la Red Colombiana de Periodismo Universitario, compartimos en Contexto varias historias ambientadas en los avatares del clima, que desafortunadamente son ya una noticia constante y que se basan en lo mejor que dejaron ver personajes genuinamente humanos. En Contexto creemos que esa será siempre una noticia extraordinaria. Los taxistas trasladan a los damnificados, los médicos atienden a los heridos en sedes improvisadas, grupos de voluntarios ayudan a distribuir alimentos y kits de aseo, veterinarios atienden desde perros hasta vacas… Esa es la otra cara de la noticia. Salomón Gutiérrez Jaramillo, desde muy temprano, transportó alrededor de 9 familias a los albergues en Fátima, de forma gratuita y está dispuesto a seguir haciéndolo, si es necesario. En Aranjuez, a eso de las 4:00 de la mañana del miércoles 19 de abril, los damnificados recibieron como una bendición tinto caliente, hecho por los mismos lugareños, para mitigar el frío que acompañaba la lluvia. Se les brindó, además, aguapanela con leche y

agua, “más que todo pa’ los abuelos y niños”. No ha faltado el desayuno y las ollas montadas en el parque, “en la caseta hay almuerzos también”: explicó, entonces, Blanca Iris Murillo.

Foto: Delphine De Gryse.

Foto: Delphine De Gryse.

Foto: Delphine De Gryse.

Foto: Delphine De Gryse. Foto: Delphine De Gryse.


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Mario: rescató cuerpos A las 8:00 de la mañana del jueves empezó a laborar Mario Castañeda Alonso en Persia. “En mi casa me dicen que vaya con Dios y que recuerde que hay una familia que me espera”: expresó este hombre al borde de un quiebre emocional. Lo acompañaban ocho rescatistas más. Este grupo, en 24 horas, encontró los cuerpos de 10 habitantes del sector. Mientras cavaban y destapaban vías cerca de la ladera inestable, Mario decía: “Es un riesgo para nosotros y la comunidad. Acá uno se entrega para ayudar a quienes lo necesitan”.

Jairo: dio aliento Jairo Antonio Pérez, del barrio González, perdió su vivienda y se dedicó a escuchar y dar consejos a quienes lo necesitaban. Siempre estuvo dispuesto a escuchar. “Todos somos del barrio, somos conocidos y entre todos nos ayudamos”: aseveró. Con la compañía de algunos rescatistas, se encontraron los cuerpos de tres mujeres, entre ellas una menor de 16 años. Su familia logró ser rescatada, cuando la casa colapsó. Su esposa y sus hijos se refugiaron en el barrio Campo Hermoso, en casa de uno de sus primos.

Felipe: dio ropa Felipe Rave, estudiante de la Universidad de Caldas, se dirigió a los barrios afectados. “Hace un tiempo tenía ropa recolectada para donar. Con lo que ocurrió, salí directo a la Torre del Cable, uno de los sitios de recolección”: contó. Muchas de las prendas de ropa que se iban a enviar a Mocoa, otra ciudad afectada por el invierno, fueron repartidas a las víctimas manizaleñas.

Eva: dio albergue Eva Mancera dispuso su casa para recibir víveres y dar albergue a Sandra y a sus cinco hijos. “Siempre es dar y ayudar de corazón, sin importar esperar nada a cambio. Somos todos hermanos”. Algunos hostales también abrieron sus puertas a los damnificados, para que pasaran la noche sin ningún costo, allí se les brindó desayuno, almuerzo y cena. Eva y Sandra no recibieron de inmediato información de desalojo o servicios de protección; de los parientes de Eva, Marleny Galeano perdió la vida, fue encontrada bajo los escombros.

Cecilia: dio alimento Con una estufa industrial y encabezados por el párroco de la iglesia San Antonio, en el barrio Persia, Cecilia Cuervo Álvarez prestó su casa para que ella y 10 mujeres más, como Sandra, Betty, Patricia y Alicia prepararan desayunos y almuerzos para quienes sufrieron las consecuencias del desastre. “Es la ayuda que presta todo el mundo, el corazón que le pone la gente a esta causa, nadie tiene nada de nada; todo lo donan y vienen a colaborar, eso es solidaridad”: dijo Cecilia mientras servía las primeras comidas de la mañana. Más de 300 almuerzos fueron entregados el primer día; 120 presas de pollo y 130 de espinazo es la cantidad que recolectaron las mujeres, luego de recibir ayudas de distintos puntos de la ciudad.

17 personas murieron, 500 familias resultaron damnificadas por los deslizamientos ocurridos durante las lluvias, que se presentaron la noche del 19 de abril en Manizales. Los hechos pusieron bajo la lupa el problema de la erosión de los suelos, producto del crecimiento de la capital del departamento de Caldas.


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Trabajo compasión

Y, ¿QUIÉNES CONSIENTEN A LOS MUERTOS? Paulina Tejada Tirado / paulina.tejada@upb.edu.co

“¡Venga pues mi muñeca que la voy a dejar bien hermosa! Le voy a poner el perfume que le gusta y le voy a hacer el francés pa’ que todos la recuerden bien bonita”: le dice Marcela a una abuela de 95 años, que yace acostada en una camilla de acero inoxidable, destinada para preparar los muertos de Jericó. El laboratorio queda en el piso de abajo de la casa de Momi —como le gusta que le digan—, quien desde los dieciocho años recorre los pueblos de Antioquia trabajando con la muerte, manipulándola, embelleciéndola. La abuela agradece en silencio, la acompaña el tarareo de alguna canción en la mente de Marcela. Con el coro, llega un baño con agua helada y jabón, el primer paso de todo el ritual higiénico, técnico y estético que es la tanatopraxia. En Jericó puede pasar hasta un mes sin muertos, pero, en Medellín, cada mes fallecen en promedio 1 400 personas. “La gente cree que todos los muertos son por homicidios y accidentes, pero esos apenas representan el 20 % del total”: sostiene Felipe Escudero, fundador de Skudmart, seguro de que el síndrome de los domingos sí existe. Dice que cuando la gente se siente sola, las enfermedades ganan la batalla. “Pero, ¡ah!, son solo tendencias, la muerte no tiene fecha ni hora”. Desde el otro lado del escritorio, Escudero relata orgulloso la creación de los productos Skudmart, para la conservación de cadáveres: trabajaba como conductor fúnebre, mientras estudiaba Ingeniería de Procesos, y un día llegaron 20 cuerpos a la funeraria; tuvo que ayudar a prepararlos y conoció las incomodidades del formol; que irrita los ojos, afecta el sistema respiratorio, da náuseas y genera insomnio, afecciones típicas de todo tanatopráctico y que Felipe quiso aliviar junto con su colega, Andrés Martínez, con el que vendía gominas y acondicionadores, además, pensaba en montar una peluquería. Sus productos fúnebres están reemplazando los derivados del formol. Paciente, me explica las fases de la descomposición: primero viene la cromática, inmediatamente después de la muerte, cuando la piel cambia de color, baja la temperatura corporal, la materia fecal se acumula y el colon se inflama. La fase enfisematosa llega a las 48 horas, el cuerpo se hincha por los fluidos retenidos. A los ocho días se desprende la piel del difunto, dándole inicio a la fase colicuativa. Finalmente, en la reductiva ya solo quedan los huesos. La labor de un tanatopráctico se resume en negociar con la naturaleza, la rapidez en la que nos convertimos en polvo. —¿Los preparadores están con difunto en este momento? —Le pregunta Feli-

Los tanatoprácticos hacen parte de un grupo de personas que han asumido su oficio como una oportunidad para reafirmar la dignidad del ser humano. Foto: La Estratosfera (laestratosfera.com).

pe con un grito decente a su secretaria, que está al otro lado de la oficina. —No señor, no ha llegado muerto ni tampoco hay ningún reportado de Medicina Legal para hoy. Además, están haciendo aseo —le responde. —¡Ah… bueno!, de todas maneras la muerte no espera. Al igual que en Jericó, el laboratorio de Skudmart queda en el piso de abajo. Diariamente llegan en promedio seis muertos, sin embargo, a las 11:00 de la mañana ningún coche fúnebre había aparecido. Felipe me acompaña y al terminar la hilera de escaleras, un auto azul oscuro, con la maleta bien grande, obstruye la puerta del laboratorio. Al darle la vuelta vi, sin esperármelo, unos pies muy, muy amarillos, en la segunda de las cinco camillas de adentro. Felipe tenía razón, la muerte no espera y en cuestión de segundos, le trajo al primero del día.

El proceso Conozco a Sandra, a Jhon Freddys y a Ánderson, este último practicante de la Funeraria La Esperanza. “Ya le voy a

traer la pijama”, me dice Sandrita, como me pide que la llame y me entrega en una bolsa transparente una camisa, un pantalón y un gorro azul, un forro para cubrirme los zapatos y un tapabocas, todo hecho de tela antifluidos. Mientras me cambio en el cuarto vecino, donde hay un microondas, tres mochilas y una cartelera con estrellas y corazones, que dice “tanatox”, tres de las cuatro personas siguen haciendo el aseo en el laboratorio. La cuarta, un hombre musculoso, alto, con los dientes afuera, de piel morena —excepto por sus pies, tan amarillos— y de unos 40 años eternos, reposaba en el impecable silencio de la muerte. —Échele mucho jabón —le dice Sandrita a Freddys—. A ella le gusta que queden bien limpios. Jhon Freddys lo enjuaga y le da comienzo a la función, mientras Ánderson aprovecha sus poros abiertos para afeitarlo. Sandra continúa organizando la sala, contándome entre risas, que cuando trabajó en Cúcuta fue famosa por ser mujer y arreglar muertos. “Éramos dos chicas en la funeraria, pero como Colombia es un país tan machista, nadie creía que fuéramos capaces con un trabajo tan brusquito. Después,

la gente nos comenzó a preferir, porque éramos más delicadas. ¡Fuimos la sensación!”. Eso hace más de diez años, ahora el gremio se caracteriza por la presencia femenina. Ella quería estudiar Medicina, pero la falta de recursos la llevó a tomar este rumbo. Sus familiares y amigos le decían: “¡Ay no! Usted tan chiquita, ¿cómo se va a meter a eso? ¿Es que no le da miedo?”. Con el tiempo, aprendió que no es cuestión de ser inmune al miedo o al asco, sino de ponerse en el lugar del otro, del difunto y de su familia, para hacer las cosas con amor. “¡Para el asco está el tapabocas y el truquito de aplicarle mentol, para que no huela tanto!” Sandra vio su primer muerto en segundo semestre de Tanatopraxia en el Tecnológico de Antioquia. Esta institución, junto con el Sena, certifican a los “arregladores de muertos” de Medellín, como les decían antes de que existiera el título de tanatopráctico. Siglos después de que los egipcios embalsamaran a sus faraones, los persas rellenaran a los difuntos con hierbas aromáticas y Alejandro Magno fuera conservado entre perfumes y miel. —Ahora sí. Ubíqueme la arteria carótida primitiva —le dice Jhon Freddys a Ánderson.


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—Aquí —la señala el practicante—. —¿Hago la incisión? Jhon Freddys asiente con la cabeza. Para poder que el líquido conservante recorra cada rincón del cuerpo, se abre esa arteria de nombre complejo, para quien que no entiende anatomía, así mismo, se perfora la yugular al otro extremo. Con la ayuda de la máquina inyectora, que almacena el químico fucsia y lo expulsa a presión por un tubo verde-azul, el líquido invade todo el sistema circulatorio. De esta manera, destierra la sangre y la saca por la yugular. Es un intercambio de fluidos. Un coágulo del tamaño de una mano adulta lo obstruye. Freddys lo saca y me lo muestra con mucha emoción y espera una expresión de asombro de mi parte. No tengo que fingir para darle gusto. El proceso dura aproximadamente media hora —se bombea un litro del químico cada tres minutos—, durante la cual una luz roja parpadea en la inyectora, mientras esta hace el ruido de un motor. Los hombres le hacen masajes al cuerpo, de los pies amarillos a la cabeza, para que no se quede rígido y el líquido pueda fluir dentro de él. Al terminar, cierran la yugular con un nudo, como amarrando un zapato.

Causa de muerte Este es un muerto por causa natural, por lo cual el procedimiento es más sencillo y tarda, más o menos, una hora para completarse. Entre todos comentan que a los de muerte violenta, que requieren un método diferente y más complejo, los llaman cuerpos chicharrones. “Por ejemplo, a los descuartizados hay que volverlos a armar”, me explica Sandra. Ella le recuerda a Freddys la noche en la que llegaron los cuerpos de la tragedia de Salgar. Los muertos fueron tantos, que había que saltarles por encima, para poder caminar. —Compañero, ¿músculo? —Freddys le llama la atención a Ánderson. —Ajá —responde el practicante con timidez. Freddys entierra una pinza de proporciones agigantadas en el estómago del difunto, que estaba muy, muy hinchado. ¡Pfffff!, se escucha como sale el gas, a la vez que el olor fétido e intenso a materia fecal penetra mi tapabocas. Tuve que aguantar la respiración, porque no apliqué el truquito del mentol. Entre los dos agrandan el orificio con unas tijeras plateadas y clavan la troca, un aguja de 65 centímetros que, como una aspiradora, va tragándose con fuerza todos los fluidos. “¿Cuáles? Pues la orina, materia fecal y jugos gástricos”, me explica Freddys. Para poder vaciar el cuerpo completamente, se perforan todos los órganos. El líquido succionado comienza a tornarse entre café y rojo. Como una bomba, el hombre recostado se desinfla en unos segundos. Sus costillas parecen tapizadas, la piel de la espalda roza con lo que era su barriga. Lo vuelven a inflar inyectándole Cavity, un líquido especial para la conservación y desinfección. Sus proporciones regresan. La extracción de todos los fluidos corporales es esencial para evi-

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tar sorpresas a los deudos, como que al difunto se le mojen los pantalones en plena velación. Ánderson aprovecha que tiene las manos libres para cortar y limar las uñas, mientras que Jhon Freddys introduce por la boca unas pinzas, hasta llegar a la tráquea. Luego de limpiarla, comienza a llenar toda la cavidad con pilas de algodones. Finalmente, cose la boca y pega los ojos con pegaloca. Hasta aquí llega el proceso de preservación. Fue todo un trabajo en equipo. “¿Si vió? Es mentira que nosotros traficamos órganos. Ya acabamos y no le abrimos nada. La gente es muy desconfiada, ¿no?”. “¿Y usted qué opina de este arte?”, interrumpe Jhon Freddys y me mira con el orgullo de un atleta, que cruza la meta de primero. Por supuesto, le relato que desmitifiqué muchas cosas, como que una persona fallecida no es fría, sino que está a temperatura ambiente, o que las bacterias necesitan oxígeno para vivir, por lo cual un muerto no conserva infecciones y un laboratorio de tanatopraxia es mucho más limpio, que la sala de emergencias de un hospital. El maquillaje es lo último que se hace y, sin embargo, es lo que define si el trabajo quedó bien hecho. Ánderson lava al hombre de pies amarillos nuevamente, mientras Sandra abre una caja que contiene todo un repertorio de maquillaje, pero en este caso, por ser hombre y tener tez oscura, solo le aplica una base líquida y un labial hidratante. Al lado del kit está la pinza rizadora, la plancha y el secador. “¡Se les hace el copetico si quieren! Normalmente la familia da las especificaciones, pero el cuerpo también habla y da la información que se necesita para arreglarlo”, detalla. Jhon Freddys, que lleva 18 años ejerciendo el oficio, lo aprendió empíricamente y ha procedido con todos sus tíos, primos, hermanos y abuelos que han fallecido, cosa que Sandra no ha querido hacer. “De que es difícil, es difícil, pero ellos me lo pidieron en vida y prefiero cumplirles ese deseo. De eso se trata, de devolverles la dignidad a quienes ya murieron. Esto no se hace por plata ni por deporte, es una cuestión de puro amor y vocación”, dice Freddys. Me despido de todos. El difunto quedó listo; uno más para el álbum de fotos que Sandra guarda del antes y después de las personas, que han pasado por las manos de su equipo.

Más allá de este mundo “Morir hace parte del ciclo de la vida y la muerte es lo más justo que existe: ella no escoge, solo llega. Uno sabe que se acuesta, pero no que se levanta”, me dice Sandrita, con su rostro acogedor y dispuesto, como queriéndome dar un consejo. Según ella, ese ha sido uno de los aprendizajes más grandes que ha adquirido en el oficio. Lejos de las instalaciones de Skudmart se encuentra la Funeraria Ochoa, en Envigado. Allí trabaja Esteban Torres y coincide con Sandra sin necesidad de conocerla. Lo único que tienen en común es que viven de la muerte… Tal vez eso los hace convivir más con la vida. “¡Somos esto!”, ¡tac!, chasquea los dedos. “Tanto narco, tantas peleas, tantos sacrificios por la belleza… ¿para qué? ¡Uno no es nada! La muerte tarde o temprano llega, como para que uno no viva con amor”.

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Los desarrollos en equipos y productos químicos y cosméticos han dignificado también el oficio de los tanatoprácticos. Foto: La Estratosfera (laestratosfera.com).

Esteban tiene 49 años, desde los 12 está preparando muertos y apenas el 10 de septiembre recibió su diploma de grados del Sena. Su padre era un ebanista de Envigado y elaboraba los ataúdes para la Funeraria Ochoa, su vecina. Un día, Esteban pidió permiso para curiosear a los muertos. Ahora es el administrador. Entonces no existían laboratorios, inyectoras ni tanta tecnología. Los difuntos se preparaban en su propia cama y los “arregladores de muertos” llevaban un maletín con la troca y una jeringuita incomparable con las actuales. “Solo les sacábamos los líquidos y les inyectábamos formol en las extremidades. La familia nos prestaba un balde para los fluidos que extraíamos y, al terminar, vaciábamos todo eso en la cañería”, recuerda. Mientras conversamos, nos acompaña una mujer maquillada, peinada con una moña y con las uñas pintadas de rosa encendido. Viste una camisa beige y pantalón café. Está acostada en una de esas camillas y tiene los pies muy, muy amarillos. Esteban ha tenido que reconstruir un cráneo con palos de escoba, arreglar a sicarios y víctimas de Pablo Escobar, cargar flacos, que lo dejan más cansado que los gordos, “por las energías pesadas”. Sin embargo, no es capaz de verse una película de terror. La Funeraria San Vicente es la más grande de Medellín y fue prácticamente el centro de formación para los “arregladores de muertos” empíricos como Esteban, es pionera en la implementación de equipos y técnicas traídas de Estados Unidos y Canadá. Emplea 20 tanatoprácticos, que arreglan en promedio 800 muertos al mes y cuenta con 63 coches fúnebres, entre ellos, el que transportó al difunto Hugo Chávez, quien fue presidente de Venezuela.

En una hora de estadía, veo llegar tres cadáveres, que acompañarían a los cinco que ya están acostados en el laboratorio. Por fortuna, las once camillas son suficientes para atender tanta demanda. Carlos Alberto Arcila, que trabaja allí desde los 18 años, me guía en un recorrido por todas las instalaciones. Hay mucho movimiento, todo es un ajetreo; los carros no cesan de entrar y salir, y los empleados, de vestido azul con corbata vino tinto, corren de aquí para allá. La muerte nos pone a correr a todos. Con colores de invierno, camina constante y con sus manos abraza sin escrúpulos, cuando menos —o cuando más— la esperan, pinta los pies de amarillo y da inquilinos a las camillas de acero inoxidable. A veces es un fin; otras, un nuevo comienzo. Los noticieros la definen en una estadística y los que aman, la condensan en lágrimas y gritos de desolación. Por algo así como un millón de pesos, con tapabocas y pijamas azules, los tanatoprácticos se atreven diariamente a vestirla, adornarla y ponerla bonita, para que cuando alguien acerque su cabeza a un ataúd y se despida de la cara de la muerte, esas lágrimas se frenen por un ratito y piense: “se ve que ya está descansando”.

El maquillaje es lo último que se hace y, sin embargo, es lo que define si el trabajo quedó bien hecho.


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Las primeras voces

LA LUCHA DEL FEMINISMO EN MEDELLÍN Valentina vogt Albisser / valentina.vogt@upb.edu.co

Ha pasado casi un siglo, desde que la ciudad presenció las primeras voces en contra del machismo y a favor de la igualdad. Cien años desde que la mujer, un aparente cuerpo sin ideas, se convirtió en una persona dispuesta a defender sus derechos y a ganarse su lugar. Sorprendidos estaban los capataces de la Fábrica de Tejidos de Bello, cuando el 12 de febrero de 1920, Betsabé Espinal, una obrera de 24 años, se les plantó de frente y les dijo que ese día las mujeres de la textilera no trabajarían. Y es que tenían muchas razones para protestar. No podían trabajar con zapatos, porque rayaban el piso y con ellos caminaban más despacio, según sus jefes. Se les pagaba menos que a sus compañeros hombres, por las mismas horas de trabajo y sus sueldos eran propiedad de sus padres o maridos, pues ellas eran consideradas incapaces de administrarlos. El día constaba de 12 horas de trabajo arduo y eran perseguidas sexualmente por sus superiores, quienes cobraban multas, si no accedían a sus favores. Lideradas por Betsabé, escribieron en un pliego sus exigencias y los nombres de los jefes que las sobornaban, negándose a entrar a la fábrica, hasta que no los despidieran uno por uno. Unidas alzaron la voz por sus derechos. Aquella joven, quizás, no supo, mientras convencía a esas 400 obreras antioqueñas a unirse a la causa, que esa era la primera huelga que se hacía en toda Colombia. Mucho menos, que eran las primeras mujeres que se manifestaban públicamente. Según Reinaldo Spitaletta, quien se ha dedicado a remover la historia de mujeres como Betsabé, en su ejercicio como periodista, “La huelga fue apoyada por la Iglesia y por todos los periódicos”. Con esa revolución, no solo lograron que se les concediera lo que exigían, también provocaron que las demás mujeres oprimidas por una cultura, que las mantenía a la sombra del sexo masculino, tomaran un poco de su coraje, para enfrentar la vida. Como si se tratara de una fuerza instintiva que despierta el deseo de hacerse escuchar, las batallas que se libraron en Medellín, coincidieron con las de otras mujeres que a miles de kilómetros buscaron lo mismo; que el género no condicionara la libertad. Clara Zetkin,

Betsabé Espinal, líder de las mujeres trabajadoras del sector textil en Bello, durante los años veinte. Foto: archivo Biblioteca Pública Piloto.

en el movimiento obrero feminista en Alemania, Emmeline Pankhurst en el movimiento sufragista británico, Julieta Lanteri como líder del Partido Feminista Nacional en Argentina. Impulsadas por los efectos de la Revolución Francesa, mujeres como ellas se encargaron de otorgarle a la mujer las premias, para propulsar sus propias búsquedas de igualdad. “Estas mujeres son las que abren el camino para la lucha de los derechos, porque el mundo de la mujer era más el mundo de lo privado, en lo público las mujeres no tenían ninguna incidencia”, así lo explica Spitaletta.

La revolución contra el qué dirán La mujer en la sociedad antioqueña, y en Medellín particularmente, tenía un rol importante; era en el hogar la encargaba de administrar el dinero, se ocupaba de la educación de los hijos, tomaba las decisiones. Pero dejaba en casa toda opinión, su voz perdía autoridad, cuando cruzaba la puerta y salía a una vida en sociedad marcada por la idea machista, de que sus libertades estaban supeditadas a las del hombre. Tanto así, que los manuales de urbanidad de la época reunían una serie de reglas protocolares especiales para las mujeres e, incluso, Manuel Antonio Carreño llegó a escribir que, “La mujer tendrá por seguro norte, que las reglas de la urbanidad adquieren, respecto de su sexo, mayor grado de severidad, que cuando se aplican a los hombres”. Muchas jóvenes crecieron repitiendo de memoria esas normas, convenciéndose a sí mismas de que todo lo que la sociedad imponía sobre ellas, era natural. Pero, seguían apareciendo quienes se lo cuestionaban. Ese es el caso de mujeres como Cecilia Jiménez, que se veían aplastadas por un destino injusto; sin posibilidad de elegir si casarse o no, sin optar por un futuro laboral, sin poder decir que no querían ser madres. “Crecí en una familia conservadora y mis padres invirtieron cada centavo que tenían en la educación de los hombres de la casa, mientras las mujeres nos quedábamos de manos cruzadas”. En la adolescencia, Cecilia empezó a ignorar las reglas que se le dictaban; tenía diversos pretendientes, no iba a misa los domingos, ni cruzaba las piernas, porque no pretendía comportarse como señorita. Sus actitudes recibieron repudio, pero, también, hubo otras mujeres que se unieron, porque compartían sus ansias de cambio. Fue así, como se dio cuenta que en Medellín, en plena década de los

El sector textil fue uno de los primeros que tuvo presencia masiva de mujeres en sus factorías. Foto: archivo Ministerio de Cultura.

cincuenta, muchas jóvenes pensaban como ella. “Empezamos a tener una conciencia feminista, entonces pegábamos carteles en las calles, salíamos a gritar cuando a una compañera no la dejaban salir de la casa, decidimos trabajar para poder ser independientes”. Hoy a los 78 años, Cecilia celebra cada avance en materia de igualdad. Les cuenta a sus nietas con frecuencia, aquellas historias que hoy para ellas son incomprensibles, pues las nuevas generaciones recorremos un camino sin tantas trancas. “Es importante que todas reconozcamos la valentía que tuvieron nuestras antecesoras, porque gracias a ellas, podemos vivir la vida que vivimos”.

Logros y contradicciones Entre la década de los sesenta y los ochenta, surge en el mundo la denominada Segunda Ola Feminista. En Colombia, las mujeres ya iban a la universidad, se ponían pantalón y se divorciaban. Poco tiempo había pasado, desde que en 1957 votaran por primera vez en el plebiscito convocado, para validar al Frente Nacional, instalándose en el ámbito público con mayor fuerza. Para Teresa Durand, investigadora en temas de género, “En los años siguientes el feminismo tuvo muchas caras, se interpretó de tantas maneras, que la verdadera esencia se ramificó en intereses individuales”. Con esto se puede explicar la tergiversación que sufriría el concepto a finales de los años ochenta y a principios de los noventa, malinterpretación aún presente alrededor del concepto. “Todavía la gente piensa que las feministas son unas pocas revolucionarias que no tienen mayores argumentos para su lucha, que sus supuestos aires de superioridad”, explicó Durand. Esto sumado a que, a los ojos del mundo, algunas feministas radicales le

declararon la guerra a los hombres, cuando en realidad la premisa básica era y, es todavía, la igualdad de derechos. “Esas mujeres que se vestían de hombre para llamar la atención, a los ojos de los varones eran una amenaza, además, porque ponían en tela de juicio la libertad que tanto anhelaban”, según Durand. Casi a principios de los años 2000, con una serie de logros alcanzados, pero con un sinfín de retos por delante, se le concede de nuevo validez a la feminidad y se entiende que esta no es sinónimo de debilidad. Se entiende, entonces, que para lograr igualdad, es necesario crear una red que proteja los derechos de las mujeres. En las últimas décadas, las mujeres colombianas han alcanzado importantes logros en materia de igualdad de género y se han empoderado de forma significativa. Hoy más de la mitad de las matrículas universitarias están en manos de mujeres. Según el informe anual de Ley de Cuotas, publicado en 2016, el 37,85 % de los cargos de las entidades de orden nacional son ocupados por mujeres. En ese mismo año, el 40 % de las pequeñas y medianas empresas colombianas nuevas fueron creadas por mujeres, según datos de la Cumbre de la Mujer Empresaria. Sin embargo, todavía hay mucho camino por recorrer, para que el género femenino esté realmente en igualdad de condiciones. Aunque el presente tienda a ser egoísta con la historia, lo cierto es que si mujeres como Betsabé hubieran podido vencer la caducidad del tiempo, hoy serían testigos de lo que sus actos valientes le heredaron a sus pares. Y a pesar de que aún no se pueda hablar de una absoluta igualdad y queden retos por delante, las mujeres han honrado sus legados. Si algún día el feminismo deja de ser necesario, será, en parte, gracias a la entereza de aquella antioqueña, que decidió luchar por lo que merecía en su condición de mujer.


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Un encuentro con el otro y su poesía

LA BUERTA DE LOS POETAS Yorley Ruiz / yorley.ruiz@upb.edu.co

Dios los hace y ellos se juntan... / o quién sabe qué demonios / quién sabe qué soledades/ o quién sabe qué tristezas... / (…) Colectivo de poetas / ¡Oh bandada! ¡Oh pesares / El trinar de los cantares / entre historias y elocuencias* Es lunes. Son las 6:30 p.m. Comienza la semana, el día busca descansar, el tráfico no se hace esperar y, poco a poco, las calles del centro de Medellín se tornan de otro color. En La Playa, al lado de Bellas Artes, un bar llamado La Buerta espera entre una luz tenue, salsa y cervezas, a unos habitantes de la ciudad de Medellín, que semanalmente se reúnen allí, rompen con la oscuridad, encienden las luces, paran la música y tras juntar dos o tres mesas, se sientan alrededor a leer poemas ajenos y propios.

El encuentro con el otro La noche avanza. Cerca de las 7:00 p.m. algunos rostros conocidos y otros nuevos se dejan ver en el bar, entre ellos el de Andrés Bustamante, un docente e investigador de la Facultad de Ingeniería Mecánica de la Universidad Pontificia Bolivariana (UPB), quien además de dirigir el encuentro, es uno de los creadores de la revista literaria La Bisagra. El interés de Bustamante por la literatura y el arte ha venido, en su vida, paralelo al de las ciencias exactas, pero fue hasta sus 20 años, que decidió participar en talleres de literatura como el de la Universidad de Antioquia o el de poesía en Prometeo, entre otros. Aprendizajes que, junto con la experiencia de sus amigos, inspiraron la creación de La buerta de los poetas, que existe hace más de tres años, un espacio para el encuentro con otras personas, otras voces, en un lugar de paso, que más que la crítica, invita a la escucha. Casi todos han llegado. Las primeras cervezas de la noche son puestas sobre las mesas, también, hojas, libros, cuadernos y celulares con documentos abiertos, todos estos disponen la primera parte del encuentro; antes de ello, Andrés da “los avisos parroquiales”, donde comparte información sobre próximos eventos literarios, que se harán en la ciudad y saluda a quienes van por primera vez. La lectura de textos de poetas nacionales e internacionales comienza.

Un espacio para la contemplación Entre hojas y libretas / entre siluetas y brumas / entre el sol, entre la luna / el alcohol y la sapiencia* A través de la voz de los asistentes resurgen poetas como Pessoa, León de Greiff, Emily Dickinson, Guillaume Apolinaire, Rogelio Echavarría, Leidy Yaneth Vásquez, Hilda Doolittle, entre otros, referentes personales que se convierten en descubrimientos para otros. Entre nombres conocidos y otros nuevos se intercambian acentos, silencios, lugares y sentimientos. Algunos cierran los ojos, otros ponen su mirada en un punto de la pared, otros agachan la mirada, mientras alguien lee. El silencio intenta reinar, a pesar del sonido de las motos y carros que pasan en frente del bar y de los murmullos de conversaciones que vienen desde la barra, aún en medio de esos ruidos, pareciera un acto sagrado, de contemplación y recreación personal, de lo que se va escuchando. Para Juan David López, un artista plástico de la Universidad Nacional, que va a La Buerta hace más de dos años, explica, que aunque definir la poesía es algo peligroso para los poetas, la entiende como un misterio: “Pienso en un misterio que toma a ciertas personas para poder devenir y cristalizarse por medio de la palabra escrita del ser humano, porque la poesía no solo busca a los seres humanos, es un lenguaje

El bar La Buerta hace trece años se llamaba La Huerta, pero por autenticación ante La Cámara de Comercio tuvo que ser cambiada al nombre actual. Foto: Yorley Ruiz.

En el centro Andrés Bustamante. La Buerta ha participado de espacios como el encuentro de revistas literarias alternativas de la ciudad y el Festival Alternativo de Poesía. Foto: Yorley Ruiz.

más expansivo, no se queda con el poeta”, además, en medio de su voz calmada y escondida, expresa cómo ha sido para él el trabajo con la pintura y la poesía: “Somos comunicadores con las artes plásticas, que son combinativas con el lenguaje poético, en mi caso. Pronto habrá eventos en los que podremos visualizar la poesía y poetizar la pintura”.

Más que un género literario Después de una ronda de lectura de otros poetas, se pasa a la segunda parte del encuentro, antecedido por la intervención musical del Maestro Cervantes, un hombre adulto, jorobado, de voz suave y mirada amable, que con su saxofón interpreta una o dos canciones, después de un receso en el cual algunos aprovechan para salir a fumar, pedir otra cerveza o hablar. De nuevo en su sitio, los asistentes toman la palabra, pero, esta vez para leer sus propios textos, algunos se levantan, otros los dicen de memoria y con las manos acentúan sus palabras y otros, simplemente, sentados en sus sillas con su celular, papel o libreta en mano, los leen, después de cada lectura se aplaude, se silba o se le hacen pequeños comentarios al poeta. Para Andrés Bustamante, la poesía hoy no tiene un definición única, pues según él, desde que apareció el verso libre con poetas como Dickinson, el poema ya

no tiene las mismas características estructurales ni de contenido, que tenía desde los griegos, los cuales podían ser cantados, por su características rítmicas, que permitían ser memorizados: “Ya ni si quiera pienso en el papel y ni en la hoja, lo pienso más como una forma de llegar por medio del lenguaje a la sublimidad. Un estado de percepción. La poesía es al algo transversal a la expresión y no un género literario”, explica. Por ello, dentro de La Buerta, no solo se comparten poemas, también, fragmentos de cuentos, ensayos, novelas e, incluso, se le ha dado lugar a pinturas y pequeñas obras de teatro: “Pensamos que una poesía que rompe con el género literario, ya pierde su forma, se convierte en algo transversal”.

Revista Lunario Aunque La Buerta no es un taller de poesía ni un espacio para la crítica de los textos de los asistentes, tiene su propia revista: Lunario, donde se publican algunos poemas de los participantes. Allí, se incita a la creación, pero siempre es una apuesta personal del poeta. El encuentro, según Bustamante, permite mantener vigente, el deseo de creación, algunos han llegado a publicar su libro de poesía como Paty David, una joven estudiante de Estudios Literarios de la UPB, quien hace varios años asiste a este espacio y sacó a la luz pública, su antología de poemas llamado Paranormal. Después de una o dos rondas de lectura, el encuentro llega a su final, alrededor de las 9:40 p.m., unos se van antes, otros se quedan hablando fuera del bar o se van para las Torres de Bomboná o el parque del Periodista y así en una noche anónima y corriente de lunes, el encuentro desaparece a la espera de uno nuevo, quizá con diferentes personas y nuevas voces, nuevos nombres. ¡Oh! ¡Retornad a la mesa! / bohemios de corazón / ¡Y recitad con vigor! / en “La buerta de los poetas”.

*Fragmentos del poema La buerta de los poetas de Andrew Sinsere Gil, poeta de este espacio literario.


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TARSICIO VALENCIA, TRAVESÍA POR LAS LETRAS Manuela Molina Cerezo / manuela.molinac@upb.edu.co

A propósito de los 100 años del natalicio del escritor Juan Rulfo, hablamos con Tarsicio Valencia, quien lo leyó y siguió sus pasos en un viaje a México. Desde entonces, no ha dejado de ser viajero. En su maleta lleva poesía. La lectura es por mucho el eje transversal en la vida de Samuel Tarsicio Valencia. Ante esas nuevas generaciones que por el afán de la tecnología, ya no leen como antes, Tarsicio añora una lectura más detenida, pausada y profunda. Este literato nato, de 61 años, lleva 35 como profesor. Ahora busca hacer ejercicios de lectura en voz alta, para que sus estudiantes sientan el ritmo y la musicalidad que tiene la oralidad de la palabra. Estos son muy abiertos a compartir sus propias lecturas y a escuchar las de los otros, para entrelazar sus tradiciones. Las letras lo han llevado a ser maestro, su vocación sempiterna, no contempla otra. Cree que es un sentir, algo loable y bello. Tanto así, que se enorgullece de alumnos suyos, que hoy son sus colegas en la misión de enseñar, como Juan Carlos Rodas, Ómar Carvajal y Santiago Restrepo. Sus nombres salen como versos de su boca. La cuestión es que ahora los estudiantes vienen más dispersos, tienen expectativas y búsquedas distintas a las tradicionales, dice Tarsicio. Por eso considera que “es muy importante ser maestro en las sociedades contemporáneas”. La tarea lo enfrenta a tener que adecuar su discurso y buscar la forma de asombrarlos ante el conocimiento. Es un curioso completo del saber: estudió Filosofía y Letras en la Universidad Pontificia Bolivariana, una maestría en Estética en la Universidad Nacional y un doctorado en Literatura también en la Bolivariana. Además, hace las veces de investigador, con preocupaciones alrededor del pensamiento, la literatura y las artes. Actualmente, dicta cursos en la especialización y en la Maestría en Literatura de la Facultad de Educación de la UPB. Tiene una hija, Susana, de 25 años. Es diseñadora de moda y ya está creando empresa. No vive con él, sino con su madre. Aunque la ha visto todos los días desde que nació. Siempre ha estado pendiente de su educación y de su bienestar. Ella ha significado para él una unión entrañable con la vida: es su gran maestro y esa es la fuerza con que vive.

La estación del poeta Tarsicio no solo es un lector empedernido, sino un escritor entregado. A los ensayos literarios suma los poéticos y, también, la poesía. Esta última para él es una reflexión entre la filosofía, el conocimiento y el asombro. Sus maestros, entre muchos otros, son el poeta ale-

Tarsicio Valencia recuerda con nostalgia el viaje mítico que tuvo en México. Foto: Manuela Molina Cerezo.

Encuentre más perfiles en periodicocontexto.wixsite.com/contexto mán Hölderlin, por lo místico; el poeta visionario William Blake y el poeta checo Rainer María Rilke, por lo esencial y lo inmenso. De hecho, su tesis de doctorado es sobre este último y se titula: Ser y sonido en Rainer María Rilke. Asimismo, lo inspira la poesía japonesa haiku de Basho e Issa. Comenta que allí se encierra una estrecha relación entre un macrocosmos y un microcosmos. De este lado del mundo, viaja en los haikus de Juan José Tablada, Mario Benedetti y Octavio Paz. Mientras Tarsicio enumera sus referentes, de repente, aprieta sus párpados como entrando en el recuerdo y menciona que no puede olvidar a los colombianos José Manuel Arango, poeta antioqueño, erótico y Raúl Gómez Jattin de Cereté (Córdoba). Le gusta una poesía vanguardista, juguetona y musical, como la de León de Greiff, Luis Vidales y Álvaro Mutis. “El hombre no sabe vivir en lo abierto. Nos refugiamos en los brazos de la amada, en los cuartos. Nos refugiamos, quizá, en la palabra”, afirma Tarsicio. Esos autores le regalan ese refugio: los libros. Considera que su biblioteca es hermosa, porque con los años, los libros han sido sus mejores amigos. La existencia lo llama al ejercicio de la poesía. La suya, dice él, es una poesía mística contemporánea. En ella plantea esa relación con los dioses, como bien lo dice: “El canto del poeta repara en las huellas de los dioses que ya se han ido”, como Orfeo, dios griego, que le ha señalado el canto de los árboles.

Cada mañana le pone un plátano a los pájaros que se acercan a su casa, le gusta verlos, oír su canto y pensarse a través de ellos. Vive con su perro, Luky, y no es capaz, por nada del mundo, matar a una araña. Los animales, dice él, nos dan historias maravillosas y le regalan música para sus poemas. Disfruta la vida en todos sus ámbitos. Le gusta el fútbol, por ser una metáfora del hombre contemporáneo: el estadio es un campo de batalla. Allí todos están en guerra y el arquero es el perro de tres cabezas, el cancerbero. Aunque su deporte favorito es el boxeo, porque exige que, quienes se enfrenten, tengan igual fuerza para que sea justo.

De la mano de Juan Rulfo

una iglesia, un jacalón vacío, como dice Rulfo, con cruces que chirriaban por la noche. Nadie existe”, cuenta Tarsicio. Tuxcacuesco fue ese pueblo caliente y solitario, que le recordó el mundo literario creado por Juan Rulfo. Recuerda que, en San Gabriel, entró a una cantina y le preguntó al cantinero por don Juan Rulfo. Por supuesto, yo lo conocí, le responde. En un lado la pianola con música triste, como la que le gustaba a Rulfo. ¡Claro!, pensó Tarsicio, este hombre, el cantinero y estas tierras vieron crecer a ese gran hombre. “Uno va como un Juan Preciado: vine acá, porque me dijeron que acá vivía don Pedro Páramo, mi madre me lo dijo y yo le prometí…”, rememora con nostalgia. Sabe que todos esos pueblos ficticios como Macondo no existen, pero son metáforas de lugares, donde está la ropa en el alambrado, se escuchan los pasos de los que ya se han ido y hay uno que otro viajero incansable, como Tarsicio.

Las letras lo llevaron en 1994 a México, donde permaneció durante un año, allí recorría las huellas que había dejado el escritor Juan Rulfo, en su faceta de fotógrafo. De su investigación, resultó el ensayo Juan Rulfo fotógrafo, acompañado de 40 fotos. El libro fue publicado en 1995 por la Editorial de la UPB, la Biblioteca Pública Piloto y el Taller El Ángel Editor. Estando en Ciudad de México, Juan Pablo Rulfo, uno de los hijos, le enseñó las cajas de zapatos donde guardaba las fotografías y un mapa que registra la región mítica de Jalisco. Allí está el pueblo de Sayula, de donde es originario Juan Rulfo y su obra Pedro Páramo fue inspirada en esta región del oeste de México. Durante tres meses viajó solo. “Iba en el día en camiones. Me quedaba en lugares como San Gabriel o Sayula, pero yo quería internarme Siempre que va al campus de la UPB, donde trabaja, Tarsicio en Tuxcacuesco: es Valencia saluda a este árbol con un abrazo. Foto: Manuela Molina Cerezo. una pequeña calle,


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Una historia de amor movida por la poesía

BAJO EL CIELO DE LOS POETAS COLOMBIANOS Camila Arango Echeverri / camilo.arangoe@upb.edu.co

“Ojos indefinibles, ojos grandes, como el cielo y el mar, hondos y puros, ojos como las selvas de los Andes: Misteriosos, fantásticos y oscuros”. Tus ojos, de Julio Flórez. Este es uno de tantos versos que Jairo Echeverri, de 94 años, recita de memoria, uno de los primeros que recuerda Ofelia Leal, de los tiempos en que ella y Jairo soñaban vivir como ahora, cuidándose el uno al otro, en un luminoso y apacible apartamento de Envigado. La poesía ha estado ligada a la vida de ambos. Cuando él la vio por primera vez, ella, con 17 años, cumplía un mes trabajando en Fatelares, una empresa del sector textil, conocida desde 1886. Ofelia tenía 11 hermanos y a su padre enfermo, por eso buscaba ayudar en su casa. Ella hacía cordones y, varias veces, su jefa le pedía ayudar a Jairo a despachar mercancía. “Yo creo que él se la sonsacaba para que dijera que fuera yo”, cuenta Ofelia. Él no le interesaba, llevaba dos años con un novio llamado Bernardo. Al año y medio, Ofelia se cansó, no solo de huir de Jairo, que la esperaba al salir del trabajo, sino, porque, ella, que vivía en Sevilla, estaba muy lejos de Fatelares, ubicado cerca de La Minorista. “Unas amigas me dijeron que me conseguían trabajo en la Editorial Bedout”, cuenta Ofelia. La nueva empresa quedaba a siete cuadras de su casa, así que no dudó y aceptó. “Pero fue pior (sic), porque Jairo más me persiguió”. “Las mujeres todas decían: ‘Ofelia, allá te está esperando el muchacho’. Es que él se quedaba allí plantado esperándome. (…)Me perseguía sabiendo que yo tenía novio”, cuenta ofelia entre risas. Sus amigas no tardaron en fomentar la relación con Jairo, quien tenía reputación de hombre serio y educado. Después de haber salido del Liceo Departamental de Sonsón, pasó al Seminario de Yarumal, “no tanto por convicción religiosa, sino, para prepararme intelectualmente, debido a que no había los medios económicos para eso”. Cuenta Jairo, que cuando se le exigió continuar como seminarista: “Saqué la disculpa de que tendría que cuidar a mi madre que, en parte, era verdad. Ellos lo notaron y se enojaron, así que más

fácil aceptaron mi carta de renuncia”, cuenta y recuerda el episodio con Tinieblas, de Rafael Pombo: Mas... ¡soy libre! y ¿para qué? Para enrostrarme a mí mismo EI caer a un hondo abismo Que otro ha cavado a mi pie, Y renegar de la fe, Luz de mi infancia serena, Y fiar a un grano de arena La eternidad de mi ser, Debiendo yo responder De la creación ajena.

Jairo conserva más versos en su memoria y el poema completo, en una libreta en la que recopila la obra de Rafael Pombo, uno de los autores colombianos, en los que Jairo concentraría sus estudios y que fue parte del Romanticismo: corriente caracterizada por su sentimentalismo y su amor por la belleza y la naturaleza. Como se lee en el artículo Ciclos de la poesía colombiana contemporánea y el libro Antología crítica de la poesía colombiana, este movimiento llegó hasta la segunda década del siglo XX, con autores como Diego Fallón y Epifanio Mejía; Candelario Obeso; y, luego, Enrique Álvarez Henao, José María Rivas Groot, Diego Uribe y Julio Flórez, el creador del poema Tus ojos, cuya obra cerró la historia del Romanticismo colombiano. Pero, la historia entre Jairo y Ofelia apenas comenzaba. Un día, mientras Ofelia estaba con su novio en la casa, sonó el teléfono, era Jairo. “Yo no sé cómo se consiguió el número”, dice Ofelia. Desde ese momento empezaron los celos de Bernardo y una lucha con serenatas y poemas. A la semana, Bernardo llevó una serenata como disculpa por su enojo, por la llamada de Jairo, quien repuso a la semana siguiente. “Yo mismo escogía las canciones, no dejaba que ellos pusieran las que, generalmente, ponen”, amplía Jairo. Las canciones podían valer hasta 100 pesos y a Ofelia le tocaba escucharlas encerrada en su pieza, pues su papá no le permitía abrir la ventana. Caminemos juntos de Los Panchos, Te juré mi amor…, dice Ofelia, al recordar algunos títulos. “Esa es muy bonita… Te juré mi amor enloquecido, no creo que sea posible ya ocultarlo”, entona Jairo la canción de Garzón y Collazos. Las peleas entre Bernardo y Ofelia crecían, con las serenatas de Jairo. Tras La pareja que floreció inspirada por los poetas colombianos. una fiesta en el Club Foto: Camila Arango Echeverri. Miraflores, auspicia-

da por la Bedout, Ofelia se quedó hasta las 12:30 de la noche, junto con su hermana Isabel, cosa que ya le había dicho a su novio. “Cuando al otro día, me llamó bravo, que yo estaba muy contenta allá, que porque estaba con Jairo. Que lo que pasaba era que yo quería salir de él”, cuenta ella. “Terminemos esta carajada, dejemos esto, tanta prevención y tanta cosa”, le dijo. Pero, no por eso le puso atención a Jairo. Pasó un año, para que Ofelia decidiera estar con él. Entonces, Jairo iba todas las noches a su casa, a sacar taburetes al corredor. “Se llegaban las 9.30 p. m y mi papá le daba cuerda al reloj, para que Jairo supiera que se tenía que ir”, cuenta Ofelia. Hablaban de muchos temas, él le contaba historias de la poesía en Colombia; que desde 1925, poco después de terminar el Romanticismo, se había creado un grupo de poetas llamado Los Nuevos, que uno de sus máximos representantes era León de Greiff, autor de Relato de Sergio Stepanski y Bajada de los búhos estáticos... Jairo también le dedicaba poemas. “A Ofelia se le ha olvidado que Jairo era muy romántico”, cuenta Olga Echeverri, su hermana menor, quien vivía soltera en la casa, en la que la mayoría de hermanas se habían casado. Olga recuerda cómo Jairo le recitaba algunos versos creados por él, que anotaba en una libreta que llevaba consigo todos los días: caligrafía impecable, versos en francés y en español y alguna que otra fotografía. Amarilloso y raído, el cuadernito permanece escondido entre la biblioteca de Jairo, quien recuerda de sus apuntes: Oh dulce niña pálida, que como un montón de or de tu inocencia cándida conservas el tesoro; a quien los más audaces, en locos devaneos jamás se han acercado con carnales deseos; tú, que adivinar dejas inocencias extrañas en tus ojos velados por sedosas pestañas, y en cuyos dulces labios —abiertos solo al rezo— jamás se habrá posado ni la sombra de un beso... Este poema de Jose Asunción Silva — quien fue reconocido por su voz íntima, considerado como modernista— hacía parte del repertorio esencial que la pareja disfrutaba, junto con las idas a cine en Junín —siempre acompañada de la madre de Ofelia— y algunos viajes a La Ceja, a conocer la familia de Jairo. El 7 de agosto de 1952, él le pidió matrimonio a Ofelia. “No le debía dar más caramelo, sino concretar las

Esta es la libreta que guarda los versos y las notas en Francés de Jairo. Foto: Camila Arango Echeverri.

cosas”, explica Jairo, “además, yo tenía fama de serio y debía responder a eso”. Cuenta él que en esa época, si no había matrimonio en dos años, se empezaban a hacer preguntas. Ofelia dudaba: ambos ganaban muy poco y ella tendría que empezar a dedicarse al hogar; Jairo debía mantener a su madre, pero ella, finalmente, dijo que sí. En la casa, que uno de los hermanos de Ofelia prestó para la ocasión, se hicieron las “vísperas”, una reunión de las dos familias antes de la ceremonia y de la que Olga, la hermana menor, recuerda el vestido beige con hilos dorados de Ofelia. El montón de oro del poema de Silva. Fue a las 7:00 de la mañana, bajo el cielo que inspiró a sus poetas, que la pareja juró amor, hasta que la muerte los separara. Se ganarían la lotería, harían una salsamentaría, para poder educar a sus cuatro hijos, dejarían su casa en Prado, la tienda que habían adquirido después de vender la salsamentaría, en donde sus nietos crecieron comiendo helado, se fueron a Envigado, juntos, como Jairo quiso siempre, desde que la vio, aquella vez, en Fatelares. “Aún recuerdo lo que sentí al verla. Fue como una especie de corrientazo”. Ya no le recita poemas tan a menudo, lee para ella el periódico, mientras Ofelia cocina. A veces, la poesía vuelve, de memoria como antaño, cuando algún hijo o nieto le pide un verso y él recuerda, por ejemplo, a Eduardo Carranza: Bien que sea entre sueños el infante, que sea enero azul y que yo cante. Bien la rosa en su claro palafrén. Bien está que se viva y que se muera. El Sol, la Luna, la creación entera, salvo mi corazón, todo está bien.


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DESDE LA RAYA

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El profe “Millo”

DE CICLISTA SOÑADOR A TÉCNICO INALCANZABLE Sara Upegui V. / desdelarayadeportes@gmail.com

Carlos Mario Jaramillo es el nombre del técnico que puso a pedalear, desde Santiago Botero hasta llegar al grande Oscar Sevilla, pero, antes de esto, el profe “Millo”, como le dicen dentro del mundo del ciclismo, llegó al profesionalismo en el año 1985 y compitió hasta 1996. Pudo ganar una etapa de la Dauphiné Libéré, pero, la victoria más grande en su carrera fue el triunfo en la Vuelta a Colombia de 1993. El técnico del actual equipo de Coldeportes Zenú Claro y quien es entrenador de la Selección Colombia de ciclismo de ruta, cuenta que desde pequeño nació su sueño en el municipio de Jardín: “Empecé como casi todos, en mi pueblo natal, donde primero fue un hobby, pero con el tiempo, la carretera destapada era mi segunda casa”. Recuerda, mientras señala varias bicicletas que pasan alrededor, las cuales, en aquel tiempo de los 80, luchó mucho por tener y las que montó en sus primeras carreras en Andes, Concordia y Amagá. Como todo soñador, decidió venirse para Medellín, lugar que le abrió las puertas desde el principio y en el que relata sus verdaderos inicios como ciclista profesional. “En dos años que llevaba, empecé a hacer varias carreritas y me fue muy bien, después de años de estar luchando, logré entrar al equipo de Antioquia, que lo patrocinada Castalia”.

Años de gloria “Millo” dice ser uno de los afortunados de esta carrera, no mira a los ojos, pero se siente orgulloso, de lo que ha logrado a lo largo de más de 37 años de carrera —tanto de ciclista como de entrenador— y presume, de la mejor manera, su larga trayectoria. “Logré en el ciclismo, como corredor deportivo, lo que todo ciclista quisiera hacer, hice lo que quise hacer: representar a Antioquia en varias oportunidades, a Colombia en 11 campeonatos del mundo, una olimpiada, estar en 6 Tour de Francia y carreras en España e Italia, las que quiera”. En 1996 decidió retirarse del pedal y emprender un desafío de la mano del profe Raúl Mesa, mentor y mano derecha en sus principios como entrenador. “Por algo llevo 17 años en esto, he manejado el programa de ciclismo de Orgullo Paisa, después pasé a Orbitel, que se convirtió en EPM-UNE”. Son tantos los equipos en los que Carlos Mario ha aportado su granito de arena, que por eso ha sido consagrado como uno de los más grandes técnicos de nuestro país, lugar, donde este deporte lleva la delantera, por tener los mejores profesionales del mundo.

La experiencia como un comodín “Es un cambio bastante duro, porque cuando uno está como ciclista, lo atienden, le dan todo, pero cuando pasa como entrenador, ahora es usted el que tiene que ir a dar absolutamente todo”. Con esta frase, nuestro protagonista encoge un poco sus brazos y suelta una pequeña carcajada. De seguro, no es la primera en esta entrevista, en la que con el tiempo, Carlos Mario pasa de ser una persona un poco intimidante, a ser un antioqueño tradicional, con el que se puede dialogar y tomarse un café. Con su experiencia en equipos de tan alta calidad, no demoró en adaptarse a su nuevo rol, dejando

atrás las viejas pedaleadas y montañas, que lo acompañaron por tantos años, abriéndole la vida al amor, la dirección y el aprendizaje. “Uno más o menos sabe cómo lo trataban a uno, entonces, la idea es siempre ser igual con los muchachos, lo cual es una gran ventaja, porque yo supe qué era sufrir como ciclista, entonces, ahora, sé lo que sufren ellos también”. Desde aquel momento, se enamoró de algo más que una Arrivée. Cuando el amor, por algo más que el ciclismo, le tocó la puerta: “Millo” realizó un cambio radical en la forma de entrenar a su pupilo y empezó a hacer énfasis en la escalada: Liliana Mesa, su actual esposa, nos contó acerca de cómo su padre intentó meterle, “hasta por los ojos”, a su actual aprendiz. “Carlos era muy querido y tímido, todos lo querían por eso, incluso, sus rivales lo admiraban mucho y yo creo que eso fue lo que me llevó a quererlo tanto”. Después de muchos años de casado, dos hijas fueron más que un merecido regalo para un corredor humilde, buena gente, simpático, que aprendió a escalar y, sobre todo, que aprendió a ser líder. “El cambio se comenzó a dar, cuando Raúl Mesa, mi papá, que más que su técnico o suegro, por muchos años, ha sido como un segundo padre para Carlos, fue quien lo convenció de sus condiciones y lo encaminó para convertirse en un campeón”, comenta Lili, una hermosa mujer que sigue de la mano de un grande, que antes, siempre trabajó para los demás, estaba para poner el paso, hacer marcación, lleve y traiga caramañolas y ayudar a perseguir. —¿Qué fue lo que tuvo que hacer? —Bajar unos kilitos, mentalizarse y aprender a subir montaña. Son tiempos que yo sé que a él le gustaría revivir, pero ahora es feliz como entrenador y lo quieren mucho todos los muchachos—. Le coge la mano, mientras le pica el ojo, en referencia, seguro, a los kilitos de más. —¿Extraña el pedal? —Demasiado, diría yo, por eso lo hago recreativamente y, obviamente, no soy capaz de dejarlo, porque le debo todo al ciclismo” —. Jaramillo, todos los domingos, intenta salir con sus hijas, así sea con la menor, que vive en Medellín, de ir a ciclovías, montar en los pueblos o subir hasta Minas. ¡Cómo no extrañar algo que trajo tanta felicidad! Hoy, en día, el municipio de Jardín (Antioquia), no solo es distinguido por la belleza de sus mujeres, sino, también, por ser la cuna y renacer del hombre, que con esfuerzo, humildad y superación, le devolvió la felicidad, hace muchos años, a todo un pueblo: el pueblo antioqueño. —Amo mi carrera y lo que ha traído en mi vida, por eso le agradezco a Dios por todo lo que hago, y soy muy apegado a él-. “Millo” es un hombre de fe, pues su devoción religiosa y su marcada creencia en el de arriba son las que él dice, han hecho su carrera cada vez más limpia.

Tokio 2020

Recuerdos del archivo del “Profe Millo”. Foto: cortesía.

—El ciclo olímpico empieza en el mes de mayo, primero debemos coger puntaje en competencias panamericanas, con miras a los 4 años restantes, después se viene una carrera en Italia para la sub 23, el Tour de l’Avenir Sub 23 y, lo más importante, el campeonato del mundo en Noruega y los bolivarianos—. Este año es, entonces, cuando Jaramillo emprende el rumbo hacia Tokio 2020, lugar donde espera

Carlos Mario Jaramillo sigue siendo protagonista como formador de nuevos ciclistas. Foto: cortesía.

dejar ese mal pasado, con una de las peores vivencias de su vida: la caída de Sergio Luis Henao en Río 2016. —Lo primero que se le viene a uno a la mente es la tristeza del corredor, son momentos de desesperación, pero me tocó entrar guapo y darle ánimos—. Y es que todo el país sintió el dolor de la caída, la caída de un grande, el cual, como dice “Millo”, prometía oro, por sus capacidades y profesionalismo. —Uno tiene que entrar a analizar todo, ir a la clínica, volverse psicólogo, si toca, pero a uno le dan unas ganas de llorar muy grandes—. Henao, ese día demostró tanta firmeza como la de su entrenador y Jaramillo espera la misma superación que él tuvo en el 93, después de ganar la Vuelta Colombia-Colmena. —¿Qué le falta a Colombia? —Como decía uno de los organizadores del Giro de Italia, “El mejor ciclismo del mundo es el colombiano”, pero, entonces, ¿por qué estos equipos no muestran el mismo rendimiento en las competencias internacionales? Todos los equipos europeos y grandes quieren tener un colombiano, lo han tenido y han obtenido los mejores resultados—, afirma “Millo”. —Hablo desde un Nairo, hasta un Esteban Chávez, Pantano, Henao y cantidad de escarabajos que triunfan en Europa, son corredores que uno empieza a nombrar, así estén en distintos equipos y todos son figuras—. —La empresa colombiana no ha querido invertir en el ciclismo colombiano, porque es costoso y es difícil armar un equipo así—, afirma Mauricio López, corredor y colega en los años 90 de Jaramillo , quien como su amigo, se queja de la poca ayuda económica que Coldeportes ofrece a ciclistas desde las inferiores y en lo mucho que debe crecer la infraestructura dentro del departamento de Antioquia. —Los corredores son los más grandes de sus equipos, “Millo”, en las olimpiadas, tuvo la mejor nómina de la historia de estos juegos, nos falta mentalizar más a los niños y tomar ejemplos como el de Carlos Mario, para entrenadores futuros—, cuenta López.

Más que orgulloso de su país y equipo Actualmente, “Millo” admite que nuestros escarabajos son cada vez más profesionales, siendo la mejor cantera de ciclistas y entrenadores, a lo largo de muchos años. —Estos muchachos se ponen la camiseta del país con mucho honor, con mucho anhelo y por eso están bien. Por esto el ciclismo colombiano goza de ser los mejores del mundo y demuestra la grandeza que tiene—, concluye.


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