Prólogo parte III la poesía es cosa de burros

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© Textos: David Acebes Sampedro © Prólogo: José Antonio Olmedo López-Amor © Diseño y maquetación: Iñaki Hernán © Cubierta: Puri Sánchez Depósito Legal: GU 15-2018 ISBN: 978-84-948207-0-0 La poesía es cosa de burros PiEdiciones ®Todos los derechos reservados Prohibida la reproducción total o parcial de la obra sin permiso del propietario de los derechos. Impreso en España Primera edición: http://www.piediciones.com edicion@piediciones.com




Platón utilizó los diálogos entre sus personajes para elogiar o refutar una causa; lo expuesto en cualquier debate puede defenderse o acusarse dependiendo del punto de vista de quien lo enfrente. Toda noción de reflexión debe incluir la crítica, la autocrítica y la digresión, pues un principio de desacuerdo es un buen comienzo para ir en busca de argumentos sólidos y sus motivos para defenderlos. En esta obra de Acebes Sampedro —ortónimo— la polivalencia del punto de vista —además de en su yo principal— pesa sobre, Carmina Davis y Sebastián Thèus, sendos heterónimos del autor; ya que mediante sus voces garantiza una cosmovisión que no puede ser acusada de reduccionista. En este sentido, Fígaro, El Duende y El pobrecito hablador —algunos de los seudónimos que utilizó Larra— aducen concomitancias con la poliedricidad del yo en los artículos de Acebes Sampedro. La necesidad de ser leído debe interpretarse con razón a las consecuencias benéficas que tal lectura puede aportar a sus lectores, lejos de considerarse un objetivo narcisista, cuando la sociedad colapsa y los valores humanos entran

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en crisis, ilustrar a los demás es un ejercicio de primera necesidad.

LEMA (Decir la verdad) La verdad es un bien escaso en este imperio erigido al eufemismo que llamamos sociedad. Para llegar hasta ella es necesario cribar hasta la saciedad la información. En “Nacho Vegas y la disforia postcoital” el autor reflexiona acerca de las fronteras entre un poema y una canción. Tema recurrente, el de delimitar el radio de acción de diversas disciplinas, ya que invita a desglosar mecanismos y propiedades de muchas cosas que demasiado a menudo mezclamos. No es fácil evangelizar en el pensamiento crítico. Acebes Sampedro concibe el mundo como un holismo poemático de hombres (hu) ecos, y como tal, entiende que su filosofía debe ser abierta, polivalente y polimorfa. Al igual que Larra, es lírico en su prosa y ácido en su

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crítica, cualidades necesarias para, no solo hostigar al lector desencantado del mundo, sino también motivarle su regreso a él. Cómodo bajo la etiqueta de “poeta cuántico”, Acebes Sampedro demuestra que de la exégesis de los presupuestos de la física cuántica es posible extraer los fundamentos para crear una doctrina mucho más fructífera y menos dañina que cualquier religión. No en vano, la ciencia axiomática y la hipótesis sofística vertebran La poesía es cosa de burros de una manera pedagógica, maneja sensatamente la inteligencia emocional de quien lo enfrenta, sin fanatismos, volviendo líquida la mente para que su avidez de conocimiento penetre hasta en el último sustrato de una verdad a la que se presume velada en lo natural. En sintonía con poetas como Gregorio Morales y pensadores como José Carlos Rodrigo Breto, este libro da pocas cosas por sentado y va más allá en su propuesta indagatoria acerca de la filosofía contemporánea, nada más y nada menos que su escrutinio a través de la poesía clásica.

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La poesía es cosa de burros cuestiona, señala, pervierte, empuja e inevitablemente certifica el nacimiento de un pensador.

POETAS SIN POÉTICA Hablamos de poesía, y por tanto, de poetas, pero denunciar la falta de criterio, de moral, de originalidad o de justicia, es perfectamente extrapolable a cualquier ámbito en el que todo ello ocurra. En el artículo titulado “Al señor Mas…” su autor nos ilustra acerca del asesoramiento que algunos políticos han recibido de poetas. En este caso, los bardos eran solo contratados para elaborar un discurso, no es preciso decir que no cumplir las promesas vertidas en dicho discurso y tratar de mantenerse en el puesto es en lo que demasiados políticos basan su política. Con un pretexto como este, Acebes Sampedro nos insinúa algunas preguntas: ¿Los políticos utilizan a los artistas? ¿Si un artista está capacitado para asesorar a un mandatario, lo está también para gobernar?

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Atrás queda la indignación de manuales completos de homologadas mentiras, y hablando de mentiras, en el mismo artículo aparece un soneto de título sospechoso, cuyo autor nos informa de que fue escrito hace dos siglos; este recurso, el de utilizar ejemplos metaliterarios, es afín al estilema del autor; tarea del lector es averiguar si esta, así como otras referencias bio-biliográficas que aparecen durante la obra, corresponden a una realidad sucedida y demostrable o a otra posible realidad que podría haber sucedido. El hallazgo lingüístico de “El espín de Ana” merece disfrutarse en último lugar, pues la ternura contenida en él, lo confesional, la verdad de un proverbial amor que permanece frente a lo adireccional, nos deja un insuperable sabor de boca después de haber recorrido innumerables sensaciones. Este libro demuestra a través de la prosa que no todo está dicho en la poesía. Si según la física cuántica —groso modo— para cada probabilidad de un sistema debe existir un universo en el que suceda, Acebes Sampedro nos previene, antes de idolatrar como original a un texto que no es más que una versión mediocre, de que en - 25 -


otras latitudes la belleza quizá no se corresponda con el estereotipo que tenemos de ella; nada deja de ser verdad porque no nos lo parezca; una niña dibuja garabatos sobre un poema con la misma poesía con la que un gato introduce en una caja a un científico para especular sobre su muerte. La obra ensayística de Acebes Sampedro, orgulloso padre y esposo, admirador de Salvador Dalí y Enrique Bunbury, merece un análisis exhaustivo que también introduzca una perspectiva diacrónica, algo imposible de abordar mediante las características de una antesala como esta. Su original crónica de una realidad cotidiana, diseminada en el tiempo, debe compilarse y estudiarse como una totalidad panorámica que revele tanto su organicidad, como su coherencia. Estoy seguro de que esto ocurrirá y será entonces, cuando la perspectiva del tiempo haya macerado a textos y lectores, que la grandeza de su pensamiento ocupará el lugar que merece. José Antonio Olmedo López-Amor Valencia, 4 de enero de 2018

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