Prólogo "El grito del cuervo"

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© Textos: Chechu López © Edición, maquetación y diseño: Piediciones © Diseño de cubierta: Puri Sánchez Primera edición: febrero 2019 Depósito legal: GU 25-2019 ISBN: 978-84-949665-3-8 Impreso en España Piediciones © 2019 Piediciones ® El grito del cuervo No se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de dichos derechos puede constituir un delito contra la propiedad intelectual. http://www.piediciones.com http://www.vocesdevanguardia.com (Librería online) edicion@piediciones.com


EL PASO DEL HOMBRE AL POETA

Cuando Puri Sánchez me propuso hacer el prólogo del libro que nos ocupa, sentí vértigo; aunque ya tuve ocasión de presentar físicamente la obra de algún colega poeta, no son lo mismo las palabras que se lleva el viento que aquellas que quedan plasmadas en el papel. Acepté el compromiso aun considerando que estas letras serán tan solo un tamiz de los pocos conocimientos que pueda atesorar poniendo una condición: que se me permitiera expresar mi opinión sincera sobre la obra sin que mediara la tan temida mano del editor, petición que estaba seguro sería admitida. Como imaginaba, así ha sido.

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Prólogo

He de decir que conocí al autor de este libro, precisamente, de la mano de su editora, lo cual ya era una garantía; al menos, de forma personal. Aunque no conozco mucho a López —cosa preferible si se trata de ser objetivo— sí he mantenido con él largas charlas tanto en torno a la poesía como a todo lo relacionado con cuestiones que afloran a la sombra del fruto de la vid. Dicho lo cual, voy a lo que me ocupa. Lo primero de todo es dejar claro lo que el lector no se va a encontrar. No se pueden buscar en este poemario —pues no se encontrarán— cataratas de colores, crepúsculos soñados o cualquier otro tipo de metáforas que nos transporten a un sueño cargado de ninfas o a un estado solo alcanzable mediante alcaloides que no forman parte del papel. Es la de López una poesía que escuece, que nos puede hacer rememorar momentos indeseables en nuestra propia vida, poesía que nace sabiendo que el autor ha derramado lágrimas de amargura

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Prólogo

sobre el papel donde plasmó la materia de la que se componen sus vísceras. El autor parece haber asumido determinadas inquietudes como ruta creativa y el resultado es un tipo de poema esencial, sublimado en tan pocos elementos —palabras— que cada uno se convierte en un signo que convoca mucho más de lo que nombra, más incluso de los que el autor cree convocar. Sus poemas dialogan incansablemente con el yo poético, en busca de una verdad que es probable que no exista o que nunca encuentre. Es aquí donde el verso hace las veces de torturador, obligando al poeta a desangrarse ante todos nosotros, aunque posiblemente es ese torturador —o látigo, como bien escribiera el poeta leonés Salvador Negro— el único que le comprende. Respecto a la parte formal, hay cosas que me han sorprendido en esta obra y quisiera comentar. No puedo decir que no sean positivas, pues

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Prólogo

creo que eso irá en función de lo que busque cada lector en el estudio y/o lectura de estas páginas. Lo primero que llamó mi atención fue la alineación de las composiciones, a la inversa de lo que dicta la ortodoxia editorial. Imagino que esta es una licencia que toman autor y editora, haciendo gala de su conocimiento mutuo, para ir a la contra de lo que dictan los cánones, quizá como reflejo del camino poético que pretende tomar el propio autor. Aunque incómodo al principio para un lector clásico como yo, uno se acostumbra pronto cuando vislumbra su intención; por tanto, nada voy a objetar al respecto más que señalar que creo —conociendo a su artífice— que es una forma como cualquier otra de «tocar los cojones». Es más, por ese conocimiento, puedo suponer cuál es su objetivo y reconozco que es cumplido. Otra cosa reseñable, desde mi punto de vista, es la ausencia de títulos en los poemas. Esto que parece una cuestión baladí puede tener ventajas e inconvenientes, pues, no siendo fundamental titular en poesía —como lo es en el microrrelato, - 12 -


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por ejemplo—, sí es cierto que obliga al lector a retornar al comienzo del poema en muchas ocasiones para tratar de comprender el sentido de la composición. Es decir, falta la referencia que nos daría el título, pero en este caso se puede y debe agradecer, ya que los poemas tienen la gran virtud de la justeza de versos, palabras y expresiones. A mi entender, la poesía de Chechu López, aunque oscura, tanto en palabra como en pensamiento, representa para el autor —y, desde luego, para todo lector que dialoga con el texto— no solo un retorno constante a su yo poético, tal como había señalado anteriormente, sino también al lugar en el que anidan la pesadilla, la muerte y, sobre todo, la duda existencial como algo antinatural y arbitrario dictado por dioses inexistentes. A través de su escritura y su memoria, en poemas magistralmente sintetizados —cosa que es de agradecer en los tiempos que corren— que no necesitan de más metáfora ni sobreadjetiva- 13 -


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ción que la necesaria, López invoca viejos fantasmas y estados de ánimo que pretenden explicar, libre de juicios o prejuicios morales, una galería de ecos en la cual se dan cita miedos y fantasmas que son universales. En ese tránsito no excluye el poeta a la voz y palabra de los vencidos, del hombre común de a pie, de su gente y de sus raíces; muy al contrario, parece querer empatizar con el lector hasta conseguir, en ocasiones, que él mismo rememore la eterna lucha que todo hombre o mujer tiene consigo mismo en muchas ocasiones de la vida. Es esta una poesía que podría estar escrita en piedra, pues el concepto de lo humano y sus dudas no han variado ni variarán jamás. López deja entrever lo más profundo de sus vísceras para mostrarnos a todos el sufrimiento que ese yo del que hablábamos ha debido sentir al escribir estas letras. He de decir que se percibe un cambio notable en la poética del autor. Sin duda, el estudio —no - 14 -


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sólo me refiero a lo literario, sino también a lo social y antropológico— va dando forma a un tratamiento de los versos, en cuanto a ritmo y cadencia se refiere, que amén de facilitar la lectura, da buena cuenta de la evolución alcanzada respecto a su poemario anterior. No obstante, no es este un libro para leer y olvidar en una estantería; aconsejo al lector que lo deje reposar y vuelva a emprender su lectura más tarde de nuevo para poder asimilar más profundamente, tras una primera reflexión, el mensaje que el autor nos quiere trasladar. Por otro lado, señalar que López hace uso, en varias ocasiones, de palabras que tienen, sin duda, una función simbólica y que sólo a él pertenecen y que, probablemente, solo él comprende. Por decirlo de otro modo y parafraseando textos milenarios, «quien tenga ojos que vea y quien tenga oídos, que oiga”. No se empeñen en traducirlos; disfruten, simplemente, de la poesía.

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Prólogo

Asturias, patria de algunos de los mayores exponentes de la poesía en lengua castellana, tanto en el pasado —si nos retraemos a generaciones como la del medio siglo, por ejemplo— como en el presente —donde proliferan los poetas que forman en sí mismos una nueva generación—, puede y debe tender la mano a este nuevo autor como valor en activo de su patrimonio literario y poético, un autor que nos muestra «la verdad» de la poesía, sin reparos. Como yo mismo escribí en una ocasión dirigiéndome al propio autor tras alguna conversación que fue a buscar la alborada, «ha muerto el hombre y ha nacido el poeta».

Iñaki Hernán Madrid, 13 de febrero de 2019

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