© Textos: David Acebes Sampedro © Prólogo: José Antonio Olmedo López-Amor © Diseño y maquetación: Iñaki Hernán © Cubierta: Puri Sánchez Depósito Legal: GU 15-2018 ISBN: 978-84-948207-0-0 La poesía es cosa de burros PiEdiciones ®Todos los derechos reservados Prohibida la reproducción total o parcial de la obra sin permiso del propietario de los derechos. Impreso en España Primera edición: http://www.piediciones.com edicion@piediciones.com
FRACTALES POÉTICOS
En definición de Benoît Mandelbrot, un fractal es un objeto geométrico cuya estructura básica, fragmentada o irregular, se repite a diferentes escalas. El término, propuesto por este matemático polaco en 1975, deriva del latín fractus, que significa quebrado. Existen fractales naturales como el romanesco, la coliflor o el erizo de mar. (Inciso paranoico: Aunque el término todavía no había sido propuesto por la comunidad científica, Dalí ya hablaba en 1954 de las “granulaciones logarítmicas del girasol y de la coliflor” como modelos a imitar en su arte. Igualmente, en el interior de su casa, Dalí guardaba
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la concha de un erizo de mar a modo de ornato doméstico). ¿Existen fractales en poesía? Sí, por supuesto. Existen –si nos atenemos a la imitatio– estructuras básicas (léase, versos), fragmentados o irregulares, que se repiten a diferentes escalas. Pongamos, como ejemplo, un verso de Ovidio: “Cum vice mutata qui sim fuerimque recordor”. Pues bien, este simple verso ha dado origen, a lo largo de la historia, a los siguientes fractales: –Si volse a rietro a rimirar lo passo (de Dante). –Quan’io mi volgo in dietro a mirar gli anni (de Petrarca). –Cuando me paro a contemplar mi estado (de Garcilaso de la Vega). –Cuando me paro a ver mi baxo estado (de Gil Polo). –Volviendo por las horas que he perdido (de Juan de Mal Lara). –Quando os olhos emprego no passado (de Luis Camoens). –Quando me paro a contemplar mi estado (de Sebastián de Córdoba). –Cuando me paro a contemplar mi vida (de Fray Luis de León). - 70 -
–Quando me vuelvo a contemplar los años (de Enrique Garces). –Cuando imagino de mis breves días (de Lope de Vega). –Cuando me paro a contemplar mi estado (de Lope de Vega). –Quando me paro a contemplar mi estado (de Alonso Jerónimo de Salas Barbadillo). –Quando vuelvo en mí considerando (de Gregorio de San Martín). –Cuando me vuelvo atrás a ver los años (de Francisco de Quevedo). –Quado me paro cotemplar mi estado (de Miguel de Colodrero Villalobos). –Mas quando a contemplar, tal vez me paro, (de Manuel de faria y Sousa). –Quando me paro a contemplar mi llanto (de Miguel Botelho de Carvalho). –Quado me paro a cosiderar mi estado (de Fray Paulino de la Estrella). –Quando reparo y miro lo que he andado (de Gonzalo de Córdoba). –Quando me paro a ver el duro (de Antonio de Solís y Ribadeneyra).
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Probada, en consecuencia, la existencia de fractales poéticos, creo oportuno aplicar las técnicas del análisis fractal a aquellos poemas, cuyos rasgos de simetría sean sospechosos de presentar propiedades fractales. De este modo, entiendo que si un poema es similar en el sentido mencionado a otro étimo, puede ser considerado fractal y, por tanto, tendría al menos el mismo valor intrínseco que el primero, pudiéndole sumar –a mayores– nuestras propias actitudes poéticas. Entiéndase: Si el poema X vale X. Tras la aplicación del método fractal a un poema, tendremos que Y es igual a X (valor del poema étimo) + Y (valor de las actitudes poéticas de Y). Para proceder a la aplicación de este método, necesitamos proveernos de dos elementos; por un lado, una alfombra de Sierpinski, conjunto fractal construido por el matemático (también de origen polaco) que le dio nombre y, por otro lado, un poema para ser fractalizado. Elijo el Soneto XIII de Garcilaso de la Vega. A Dafne ya los brazos le crecían y en luengos ramos vueltos se mostraban, en verdes hojas vi que se tornaban los cabellos que al oro oscurecían. - 72 -
De áspera corteza se cubrían los tiernos miembros, que aún bullendo estaban, los blancos pies en tierra se hincaban y en torcidas raíces se volvían. Aquel que fue la causa de tal daño a fuerza de llorar, crecer hacía el árbol que con lágrimas regaba. ¡Oh miserable estado, oh mal tamaño! ¡Que con llorarla crezca cada día la causa y la razón por que lloraba!
A continuación, creamos nuestra propia alfombra de Sierpinski y la aplicamos, directamente, sobre el poema. En este caso, nuestra alfombra contendría 40 agujeros blancos en los que podemos leer las 40 palabras que transcribo a continuación:
A Dafne ya los —— le crecían y ———————— se mostraban, en ————— vi que se tornaban los cabellos que al —————–
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De ———————– se cubrían los tiernos miembros, que — bullendo estaban, los —————————————– y en ————————————– —– que fue ———————– a fuerza de —————— hacía ————————————– ¡Oh ———————— tamaño! ¡Que con —————————— ——————————————.
Lo siguiente que hacemos es levantar la alfombra y comprobar el resultado. A Dafne ya los senos le crecían, y, tras duros pezones, se mostraban; y, en dos coletas, vi que se tornaban los cabellos que al moro seducían. De besos indecentes se cubrían los tiernos miembros que bullendo estaban: los francos glúteos que se postraban, y en tórridas posturas revertían. - 74 -
Aquel que fue tan solo un apaño, a fuerza de lamer, menguar hacía el bálano de un pene diminuto. ¡Oh bruñidas nalgas de gran tamaño! ¡Que con entrarlas disminuya al puto la sed infinita de mi sequía!
“Voilà”. He aquí un soneto nuevo, reescrito por un servidor, conservando sus propiedades fractales y que reinterpreto, desde un punto de vista erótico, dando lugar a una construcción poética completamente distinta, y que puede ser leída con detenimiento y placer. Adenda: En un futuro no muy lejano, se podría abordar la polémica cuestión de por qué determinados poemas, y algunos sonetos en particular, contienen propiedades fractales que les hacen ser más propensos que otros a la aplicación de este método. En tal sentido, me veo en la obligación de recordar el soneto remake que Jorge Fernández Gonzalo, ganador del premio Hiperión en 2004, compuso con ocasión de su imprescindible ensayo Filosofía zombi,
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y donde el autor describe la metamorfosis de su musa en lastimero zombi. A Dafne ya los brazos le caían, y en huesos y tendones se mostraban; y cual madeja vi que se tornaban los cabellos que ahora oscurecían. De pústulas y costras se cubrían los tiernos miembros, que aún bullendo estaban: los blancos pies en tierra se clavaban, y en inmundos andrajos se volvían. Aquel que fue la causa de tal daño, a fuerza de morder, menguar hacía el cuerpo de la ninfa, ya difunto. ¡Oh miserable plaga! ¡Oh mal tamaño! ¡Que con morderla disminuya al punto la causa y la razón que perseguía!
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LA POESÍA ES COSA DE BURROS
Sepan ustedes que Salvador Dalí aborrecía a Juan Ramón Jiménez, cuya hiperestesia enfermiza le repugnaba sobre manera. En cierta ocasión, Dalí y su acólito Buñuel firmaron al alimón un telegrama dirigido al poeta de Moguer, cuyo texto, provocador e hiriente, no debió de hacerle mucha gracia. Leamos la misiva: Nuestro distinguido amigo: Nos creemos en el deber de decirle –sí, desinteresadamente– que su obra nos repugna profundamente por inmoral, por histérica, por arbitraria. Especialmente, ¡merde! para su Platero y yo, para su fácil y malintencionado Platero y yo, el
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burro menos burro, el burro más odioso con que nos hemos tropezado. ¡MIERDA! Sinceramente, Luis Buñuel – Salvador Dalí. Suelo coincidir con las enseñanzas de mi maestro, pero por una vez voy a quitarle la razón y diré, por el contrario, que a mí sí que me gusta, y mucho, Platero y yo. Y ello, a pesar de haber leído su primer poema más de quinientas veces. Sí, han leído bien. Quinientas veces. Puede parecer una exageración, pero no lo es. Echemos cuentas. Teniendo en cuenta que un año contiene 365 noches y que, cada vez que nos vamos a la cama, mis hijas piden que les lea el primer poema del dulce Platero, y que yo, más que nada por variar un poco la lectura, lo leo un día sí y otro no, tenemos que, al menos, al año, leo el poema en cuestión más de cien veces. Dada la edad de mis hijas, me salen las cuentas y concluyo que, como mínimo, habré leído este poema unas quinientas veces. En consecuencia, no es de extrañar que un día me dejara influenciar por su soniquete modernista, por esa enigmática forma que tiene de
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rozar el corazón del lector, y que acabara escribiendo una estampa similar: “Platero, ¿por qué los niños huyen de ti? Tú estás en tu corral. En un rincón, preocupado. Entre cochambre y maleza. Bajo un sol ansioso que adormece la tarde. ¡Ay, Platero! Tú no entiendes nada. No comprendes con qué extraños artilugios, con qué sorprendentes trastos, juegan sus manos infantiles. Nadie te habló jamás de las consolas, de los videojuegos, de los juguetes de hoy en día. Hace un momento, intentaste una cabriola. Como un animal de feria, has pataleado en un charco. Incluso te has rebajado y has rebuznado largamente, como queriendo captar su atención. ¡Ay, burrillo! Ninguno de los niños se ha inmutado. A lo lejos, un niño le dice a otro: –Mira, estoy en la última pantalla. ¡Pobre Platero! Yo ya sé que no soy tu poeta. Alguien te dijo que Juan Ramón ya no estaba. Que estaba muerto. Tú no te preocupes. Yo también soy un poco poeta y puedo
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explicarte cómo son las cosas. Los niños han cambiado, Platero. Eso es lo que pasa. Prefieren la ciudad al campo. Viven en un mundo de dibujos animados. Y cuando vienen al pueblo, a tu casa, a tu corral umbrío y desordenado, se traen sus propios juguetes. De tanto mirar sus pequeñas pantallas, se han quedado casi ciegos. Ya no son capaces de levantar la mirada y ver todo lo que tú sí ves desde tu alta atalaya; el pequeño pajarillo, el pino amigo o la montaña lejana. ¿Qué le vamos a hacer? Todos hemos cambiado. Tú, también. Ya no eres aquel burrillo, de acero y plata, que vivía en Moguer. Eres negro y vives en mi pueblo. ¿Qué digo en mi pueblo? Tú vives en mi corazón, que es donde viven los burros y la poesía…” Como ven, queridos lectores, es puro sentimentalismo de poeta. Un pequeño homenaje “plateresco”. Un “retablo” costumbrista que esconde mi “fachada” de poeta…
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ÍNDICE Prólogo
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Al señor Mas… 31 Nacho Vegas y la disforia postcoital 39 El espín de Ana 49 Vicente Luis Mora, o el hijo apócrifo de Borges 59 Fractales poéticos 67 Lorca, según Peppa Pig 77 El loco al que llaman el rey 85 Teoría del caos 93 La poesía es cosa de burros 101 Aquí hay gato encerrado 107 El nacimiento de la música 119 Lo profundo es el aire 127 Las canicas de Sofía, o cómo deshacer el mundo 133 En la tierra del olvido 143 La manzana de la discordia 151 Lady Maratón 157 Todo tiempo pasado fue mejor 163 Cuestionario Proust 169 It girl 179 Polvo de jengibre, sombra de gazpacho 185