Puri Sánchez, Ayeres en la estafeta (Piediciones, 2016)
Querido padre:
Entre la vida y la muerte, confundiste el corazón con los pulmones. No obtuviste resultado, tu flujo de oxígeno no era cuestión de emociones. Amar —con toda el alma— y ser amado no era suficiente.
M
i padre era ebanista. Tenía tan sólo tres dedos en la mano izquierda, en la cual tenía una fuerza increíble. Los otros dos los perdió trabajando. Era calvo desde que yo tengo memoria. Le gustaban las tostadas con mucho ajo, las manitas de cerdo, la codorniz y los salmonetes. De beber, vino ¡Como dios manda!. Recuerdo el olor de su pipa cuando aún fumaba. Nunca olvidaré ni ese olor ni el del serrín de la fábrica donde trabajaba. Cuando le llevaba su merienda allí de niña, me recibía con una gran sonrisa. Aún recuerdo su mono azul y sus andares cuando venía hacia mi por aquella enorme nave llena de máquinas extrañas. Mi padre no tenía campanilla, pero se empeñaba en silbar. Por eso creo que silbar es algo importante, un privilegio.
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