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Testimonios arqueológicos

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Bibliografía

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Consideramos que los caminos empedrados de los que teníamos noticia debieron partir de la comarca de Vilcabamba para internarse en el corazón de la Amazonía. En Atalaya fuimos informados que alcanzaríamos uno de sus tramos en las inmediaciones de Poyeni, cerca de Matobeni o Marobeni.

En ambas orillas del Tambo tropezamos con grupos de nativos campas o ashánincas1. Estos selvícolas pertenecen a la gran familia arawak y están relacionados lingüísticamente con los panos. Constituyen la nación más numerosa de la Amazonía dado que bordean las 50 mil almas. Habitan zonas del Gran Pajonal y de la Pampa de Sacramento, territorios que circundan el Tambo-Ene. Antiguamente los ashánincas se mezclaron con gente de naciones vecinas, especialmente con machiguengas dando lugar a la etnia conocida como la de los cachimachiris, que se traduce por desnudos o calatos en quechua2. Uncunini, también palabra quechua, es aplicada por los llamados colonos (de origen andino) a todos los nativos que no portan vestimenta; signifi ca “quiero poncho”.

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La jornada de reconocimiento arqueológico en el área del Tambo debió reducirse a dos semanas, de las cuatro programadas. Esto se debió a que partiendo de Atalaya el 7 de junio de 1993, poco antes de acceder a Poyeni la expedición se vio repentinamente privada a proseguir. Sucedió que ashánincas armados por el ejército para defenderse de extremistas de Sendero Luminoso, nos impedían el paso apuntándonos con fusiles y fl echas. Afortunadamente nuestros guías e intérpretes, peritos en las diversas variantes del asháninca hablado en la región del Tambo, lograron convencerlos de que no éramos senderistas. En esta confusión tanto Sharahuatonqui o “espinazo de pez doncella” (o dorado / IIisha deauratus) como nuestro remero, prestaron excepcional asistencia a la expedición.

No obstante los contratiempos antes mencionados, la expedición cumplió con la mayor parte de sus objetivos. Por ejemplo, al internarse una y otra vez selva adentro llegó a identifi car y en algunos casos explorar antiguos cementerios sembrados con urnas funerarias; como el de Tsihuaptsi situado sobre la margen izquierda del río.

En lo que se refi ere a los caminos empedrados de penetración a la selva de factura incaica y de los que teníamos noticias, lamentablemente a estos no pudimos acceder debido a su ubicación más allá de Poyeni, territorio por entonces ocupado por Sendero Luminoso.

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Además de los cementerios con enterramientos en urnas a los que ya nos hemos referido, a nuestra expedición al Tambo le cupo el privilegio de identifi car y realizar una primera exploración de soberbios testimonios pétreos, aún no avizorados por los arqueólogos. Se trata de gigantescas esculturas y de varios conjuntos de petroglifos. Adelantamos que las esculturas pétreas en mención deben corresponder a testimonios de una pretérita y desparecida cultura amazónica.

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