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5. Los “pescadores primitivos” del litoral

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que provoca asumir que todos los que las hicieron tuvieron algún tipo de conexión histórica.

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Las evidencias señalan que en Sudamérica se fabricaron “cola de pescado” en obsidiana u otras piedras finas, desde el extremo sur de la Patagonia hasta por lo menos Panamá, tanto en los Andes como en las tierras bajas orientales. En América del Norte, tienen un equivalente en las puntas de la tradición Clovis, tanto por la calidad del trabajo lítico, cuanto por muchos detalles formales. En América del Sur, los contextos de cazadores patagónicos son los que mejor conocemos, tanto en la cueva Fell, en el sur de Chile —donde se encontró por primera vez—, como en la cueva de Los Toldos, en Argentina. Allí, la edad de esta “industria” se sitúa entre los 11 y 8 mil años antes de nuestra era, lo que indica un período Pleistocénico Terminal.

Los hallazgos de este “estilo” en el Perú son escasos y evasivos. En el nivel más antiguo de la cueva de Jaywamachay, en Ayacucho, con una fecha ca. 8000 a.C., se encontró un fragmento de una punta de este tipo, evidencia que indujo a MacNeish a proponer una fase llamada “Huanta”. Pero esta propuesta se ha mantenido a la espera de mayor información que permita demostrarla, asumiendo que se trataría de una fase previa al período inmediato posterior, llamado “Puente”. Paul Ossa identificó una punta “cola de pescado” en el valle de Moche, mientras que Claude Chauchat y Jorge Zevallos Q. encontraron otra en Piura, pero se trata de hallazgos superficiales. Seguramente, hay muchas más en otras partes y queda la expectativa de encontrarlas en contextos suficientes, no solo para establecer su edad, sino para conocer algo de estos viejos cazadores.

De cualquier modo, si en algún momento se prueba la relativa o absoluta contemporaneidad de estos hallazgos, se puede presumir un desplazamiento extensivo de sus talladores a lo largo y ancho de Sudamérica. En Patagonia, están asociados a la caza de animales pleistocénicos y, aunque en esta región hubo una extinción más lenta de este tipo de fauna, la edad de ca. 10000 a.C., no deja duda de su gran antigüedad, al menos coetá nea con su similar norteamericana —la famosa industria de “Clovis”— y el complejo El Llano, que representan la ocupación más antigua de los cazadores de tipo “Paleolítico Superior” en el continente. Si bien las puntas sudamericanas no son iguales a las de Clovis o Cumberland, tienen muchos elementos en común, incluido el detalle de una ligera acanaladura a lo largo del pedúnculo de las puntas de El Inga, que

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es un detalle tecnológico que estas comparten con las de Clovis y que es un factor diagnóstico de tal “industria”.

La asociación de estas puntas con animales extintos, como los mamuts del norte y los mastodontes sureños, puede permitirnos imaginar una población de cazadores de grandes animales, que fueron migrando de norte a sur junto a la megafauna de finales del Pleistoceno. Antes de adelantar cualquier especulación, hay muchos problemas por resolver, entre ellos cuenta el saber si es posible que cazadores similares —aunque no emparentados—, con finas puntas bifaciales y, al parecer, prácticas de pintura rupestre, estaban ya poblando en esa época el Bajo Amazonas, en las tierras llanas del extremo oriental del continente. De cualquier modo, todos ellos eran cazadores experimentados, que ya tenían una larga trayectoria en territorios americanos, cazando grandes herbívoros, caballos y otros habitantes de los bosques y las sabanas.

5. Los “pescadores primitivos” del litoral

El complejo Paijanense es mucho mejor conocido y —según Claude Chauchat— comprende puntas de proyectil pedunculadas, bifaces, raspadores laterales, denticulados e instrumentos de guijarro; esto es, una gran variedad de instrumentos que, con seguridad, tenían propiedades diferenciadas. Se conocen cada vez más lugares donde esta gente desempeñó algún tipo de actividad. Hay campamentos de vivienda, talleres para la elaboración de sus instrumentos y canteras como las de Chivateros. Las noticias iniciales fueron dadas por Rafael Larco Hoyle en la década de los años cuarenta, a base de hallazgos superficiales en la zona de Paiján, en la costa norte. Ahora los estudios incluyen excavaciones y prospecciones en varios lugares de la quebrada de Cupisnique, Chicama, Moche, Casma, etc. Las fechas C14 les conceden una antigüedad de ca. 8000-9000 a.C.

Gracias a los estudios sobre el Paijanense, se tiene también información sobre las características raciales de estos antiguos pobladores americanos. Chauchat y Lacombe encontraron los esqueletos de un niño y un adulto. Estos tenían rasgos antropofísicos distintos a los de otros esqueletos sudamericanos de la época, tales como los de Lauricocha en la sierra de Huánuco, Punin en la sierra del Ecuador, o Lagoa Santa en Brasil. Este descubrimiento deja planteada la posibilidad de diferencias entre los primitivos habitantes americanos, con una diversidad racial que puede implicar tanto diferentes “oleadas” de cazadores, como un proceso

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