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3. Las monedas-mercancías
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caminos, puentes, templos. En esta categoría de trabajo, cada cual sufragaba sus alimentos y bebidas. El curaca o cacique, a lo más, redistribuía algunos puñados de coca.
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Mientras que la redistribución de bienes de prestigio y lujo consistía en un verdadero pago hecho en especies por parte de los señores o autoridades, en beneficio de sus servidores y amigos fieles y leales.
3. Las monedas-mercancías
Veamos enseguida las monedas-mercancías. Estaban conformadas por productos que tenían valor de dinero para pagar y comprar. Hemos averiguado qué artículos poseían valor de moneda en el Antiguo Perú. O dicho de otro modo, qué cosas eran generalmente aceptadas para conseguir la conversión de un objeto o de un servicio.
Hemos encontrado que dichos medios dependían de los lugares, es decir, según las etnias que practicaban la referida modalidad. Así, en unas era la sal; en otras, la lana o el algodón o el maíz, etc. Sin embargo existían también artículos de aceptación universal o general en la totalidad de etnias, tales como el mullu, el ají y la coca: tres productos de común acogida. Hombres y mujeres les otorgaron el carácter de moneda. De manera que, gracias a ellos, el trueque simple y las equivalencias fueron superados. Mullu, ají y coca conformaban objetos que a la integridad de los ayllus les era imposible producir. Además, eran considerados elementos ceremoniales y raros; pero económicamente útiles entre pueblos culturalmente semejantes. Como recursos de cambio, servían para conseguir otras cosas. Aunque el mullu, aparte de instrumento mágico-religioso, servía también de ornamento y de medicina espiritual y sicológica.
Es posible que el florecimiento y prosperidad de los artesanos especialistas de la costa central y norte del Perú hayan sido los que acarrearon la aparición y desarrollo de las monedas-mercancías. Ellos transformaron al mullu, ají y coca en moneda natural, logrando que las transacciones se generalizaran y dinamizaran, favoreciendo incluso el comercio a larga distancia. Por cuanto, ya no era solo un producto el que podían adquirir con mullu, ají y coca, sino cualquier artículo en poca, mediana y enorme cantidad; porque estas tres monedas naturales podían ser cambiadas sin dificultades con otros productos.
Precisamente, la característica de las tres monedas-mercancías mencionadas es que no perdían su valor de uso, ya que podían ser utilizadas y
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también consumidas por sus poseedores. Lo que quiere decir que aquellas tres monedas-mercancías andinas no eran simples cosas, sino bienes económicos; pues calculaban las porciones para hacer las compras. En fin, eran objetos con poder adquisitivo, consideradas como bienes circulantes. Consecuentemente, mullu, ají y coca, fueron los frutos que gozaban de preferencia para intercambiar y rescatar (adquirir una cosa por otra), y debido a que servían para eso, fueron aceptados.
Coca y ají siguen siendo objetos de carácter utilitario, pues son materias de consumo de aceptación indiscutible. Constituyen elementos empleados para ritos, prácticas medicinales y para comprar. Hechos que aclaran el por qué fueron elevados en el mundo andino a la categoría de moneda-mercancía un producto de mar (mullu) y dos del suelo (ají y coca). El ganado nunca fue admitido en el Tahuantinsuyo en la categoría de moneda. En cambio, al mullu, ají y coca los aceptaron con agrado: el mullu, para ofrendar a sus dioses y como medicina espiritual; la coca, para agasajos que socializaban, para ritos y medicinas; y el ají, como sazonador de comidas. Desempeñaban un gran rol en todos los actos de la vida andina, desde el nacimiento a la muerte de las personas. Con ellos, podían abastecerse de todo, por eso procuraban allegar mullu, ají y coca para mercar cosas en cualquier momento y lugar. Es evidente que, con ellos, apareció la compra y la venta, activando cuantiosamente el intercambio.
Tales bienes (mullu, coca, ají) tenían, pues, el mérito de ser admitidos con beneplácito. Las chaquiras de mullu procedían de caracolas despostilladas, adaptadas para adornos y ofrendas, aunque a veces se preferían las conchas enteras como amuletos y panaceas. Las hojas de coca, secas y sanas, para ritos y aplicaciones terapéuticas; el ají, similarmente fresco y enjutos, para saborear sus alimentos. Chaquira, ají y coca eran objetos preciosos, porque gracias a ellos lograban “comprar” cosas que deseaban tener para saciar sus necesidades ideológicas y fisiológicas esenciales, porque desempeñaban un enorme papel ritual en los ritos de pasaje o en circunstancias críticas de la vida: nacimiento, adolescencia, matrimonio, muerte, ayni, minga, mitas, adivinación. La coca estaba ligada a los grandes y decisivos momentos de la existencia humana.
De todas las caracolas, las llamadas a cumplir este papel fueron tres: las Spondilus pictorum, las Spondilus princeps y la Strombus galeatus. Unas y otras imposibles de conseguir en el mar del Perú, por no ser propias de aguas frías sino tibias; por lo que urgía traerlas de los templados mares ecuatoriales, incluso desde Centro América.
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Las monedas-mercancías resultaron preciosas porque, merced a ellas, se proveían de todo lo que hacía falta (obsidiana, hachas, ropa, adornos). En virtud de ellas, se superaban los límites de los recursos y las restricciones impuestas por sus ecologías y economías; ya que el ayni, minga y retribuciones no podían satisfacer a plenitud las apetencias de los ayllus.
He ahí por qué estas primeras monedas andinas constituyeron los instrumentos más buscados y codiciados, para aplicarlos en la adquisición de otros objetos. He ahí, asimismo, porque los mullus ecuatoriales alcanzaron el valor más alto, logrando en los Andes centrales y meridionales el rango muy singular de genuinas monedas-mercancías, tal como lo reconoció también Paul Baudin.92
Por lo demás, en la documentación del siglo XVI se habla reiteradamente de estos instrumentos de cambio. En la montaña de Quijos (Archidona / Ávila) se cita la presencia de una moneda consistente en chaquira de hueso, es decir, de caracola, a la cual le daban el nombre de carato, la misma que en una Información de 1577 es descrita así:
Son unos hilillos de cuentas pequeñas de hueso, como abalorio, que contienen veinte y cuatro contenzuelas. E se alquilan por entre ellos por un día para trabajar, e dan sus comidas e resgates por ello y aun sus mujeres a los indios caminantes que van de unos pueblos a otros. Si les da voluntad del vicio de la carne, llaman a la mujer del huésped para aquella noche, e danle un carato de estos dichos por pago, y a la mañana siguiente vanse de camino sin ninguna pesadumbre del huésped. Cásanse de esta manera, en su ley, el que se aficiona a una india si tiene padres o parientes, igual hace ponellos por tantos caratos de chaquira y pagan por la iguala. Y otro día viene cargado de leña y paja e alguna comida de la tierra, y poniendo a la puerta de a donde vive la tal mujer y luego se le entregan.93
Se ignora si guardaban o no similitud con las chaquiras coloradas y blancas con las que los mindalas de Otavalo pagaban sus tributos a sus curacas, a diferencia de los runas campesinos. Los quijos, del este de Quito, debieron recibir gran influencia andina.
Por su lado, los padres José de Acosta y Bernabé Cobo insinúan que el maíz y, tal vez, algunos tejidos desempeñaron, análogamente, la función
92. Baudin 1928: 273-275. 93. Ortegón 1577: 14.
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de monedas-mercancías en focalizadas circunscripciones del perímetro andino. No hay datos de que otros productos hubiesen sido manejados como tales.
Así fue como el mullu, el ají y la coca permitieron que los productos circularan con celeridad, ya que con ellos conseguían cualquier cosa. De ahí por qué ya podemos hablar de compra y venta, por cuanto al dar una de estas monedas-mercancías se podía adquirir un objeto que iba a ser usado. Era, es manifiesto, un trueque, pero ya no con cualquier producto, sino con mullu, ají o coca, solamente.
Las fuentes escritas hablan ya de estas monedas mercancías en el Perú desde 1543.94 Y en cuanto a la coca, lo enfatizan Pedro Gutiérrez de Santa Clara y Juan de Matienzo.95 Estamos, por lo tanto, frente a una economía monetaria, pero con una moneda natural. Por lo restante, estas fueron monedas panandinas. Como vemos, no fueron muchas las monedasmercancías; bien que esas pocas facilitaron y simplificaron las transacciones. Cabe reiterar que no constituían monedas como las nuestras, pero desempeñaban muy bien la función de “dinero” en el sentido estricto de la palabra, porque eran cómodas intermediarias y medidas de valores.
La chaquira, derivada del mullu, conformaba una moneda interétnica o “internacional”, aceptada y tan estable como el ají y la coca. Quizás un poco hiperbólicamente podríamos decir que conformaban los dólares de aquella época: una “divisa” fuerte no sujeta a devaluaciones. No olvidemos que tenían poder para ser cambiadas con cualquier otro producto. Podían dividirse en porciones y por unidades, lo que posibilitaba el convenio o negociación; eran susceptibles de ser guardadas por su tamaño y durabilidad, por lo que, quien codiciaba, podía retenerlas y “atesorarlas” por su alto poder ceremonial (mullu, coca); pese a que la coca y el ají no perduran toda la vida. En fin, configuraban monedas arcaicas, y es posible que hasta las hayan acumulado como “capital”.
Lo que no sabemos son los montos de sus equivalentes. Por ejemplo, no conocemos cuántas vainas de ají o puñados de coca o sartas de mullu ofrecerían por una cabeza de ganado (Lama glama, alpaca). Pero, de todas maneras, permitió la brevedad de los intercambios, sin extinguir el trueque ni las equivalencias. Análogamente, no estamos todavía en condiciones de decir de cuándo datan las monedas-mercancías andinas. Lo interesante es
94. Vaca de Castro 1543: 469. 95. Gutiérrez de Santa Clara 1550, III: 170, 242; Matienzo 1567: 161-179.