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3. Los cazadores-recolectores del sur árido

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para cubrir el cuerpo de los muertos, tal como aparece en Paracas.32 En Telarmachay, el cadáver de una mujer joven, de la fase VI, tenía un grupo de instrumentos de trabajo que aparentemente estaba dentro de una bolsa, que bien pudo ser similar a la de Guitarrero II. Eso significa que, donde sea o quienquiera que descubrió el tejido, difundió rápidamente la manera de hacerlo, convirtiéndose en un utensilio de gran éxito para los cazadoresrecolectores de un extenso territorio, a menos que se hubiera reinventado en varias partes de modo casi simultáneo.

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Los hallazgos de Lynch y sus asociados nos ponen ante la evidencia de que en los Andes centrales el proceso de domesticación de plantas se inició casi al mismo tiempo que la instalación de los cazadores-recolectores en las cuencas serranas, en asociación con el aumento general de la temperatura y la humedad. No hay evidencia de ningún traumatismo social y los cultígenos se van integrando a la vida de la gente, de la misma forma como estas plantas se van haciendo dependientes de la manipulación humana, sus ciclos reproductivos, su mejoramiento y diversificación. Son muchos siglos en este proceso. Thomas Lynch invoca el argumento de una posible condición trashumante de los cazadores cordilleranos, favorable al acceso a los recursos de diversos ambientes.

Las evidencias permiten deducir que la gente, en cualquier región, tenía una organización social similar al modelo conocido como “banda” u horda, constituida por un grupo pequeño de personas que operaba como una unidad doméstica ampliada, con uno o más hombres adultos, un grupo de mujeres, los hijos de ellos y, eventualmente, algún allegado. La alianza hombre-mujer pudo ser de cualquier tipo y el sistema de pertenencia al grupo también. Generalmente son sociedades simples, donde las relaciones económicas se resuelven mediante mecanismos de reciprocidad simétrica entre “iguales” y donde las diferencias básicas están determinadas por divisiones según la edad y el sexo. Pero, por ahora, la información es insuficiente para saber más sobre estos niveles de existencia.

Sabemos que vivían en abrigos naturales o que los podían habilitar. De cualquier modo, la vivienda tenía más el carácter de campamento que de asentamiento estable. Desde luego, cada cazador podía ocupar la misma cueva o abrigo a lo largo de toda su vida. Hay abrigos donde no entran juntas —para dormir— más de 10 personas, aunque hay otros mucho mayores, donde además se puede disponer de espacio para varias

32. Engel 1960.

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actividades diferentes. Las tareas domésticas eran normalmente realizadas en los mismos abrigos o en sus cercanías. Esas actividades consistían en la preparación de las piezas de caza, que van desde el descuartizamiento del animal hasta el descarnado, limpieza y tratamiento de las pieles para los fines a los que se pudiesen destinar, y la preparación culinaria de todo aquello.

En la mayor parte de los casos conocidos, parece que las piezas eran trasladadas enteras hasta la misma cueva y allí se realizaba todo ese trabajo. Tal conclusión se desprende de los desechos de actividad que se encuentran en los suelos. Puede ser indicio de que en la cueva quedaba una parte de la banda —por ejemplo, mujeres, niños y ancianos— cumpliendo tareas domésticas que no requerían el traslado a otros lugares, tales como la adquisición de combustible y de recursos para la producción y conservación del fuego, o bien el lento trabajo de secado y ablandamiento de las pieles. En cambio, se requería salir afuera para cazar y también para obtener materia prima para producir los instrumentos (piedras especiales, madera, etc.). La cueva era el lugar indicado para disponer de huesos para lo mismo.

3. Los cazadores-recolectores del sur árido

La información de Guitarrero solo se refiere a los cazadores que vivían en las cuencas serranas del norte. El Callejón de Huaylas, donde se ubica Guitarrero, está en un valle templado, con laderas bien dotadas de tierras fértiles. Está asociado a montañas muy altas —al pie del nevado Huascarán (6,768 metros de altitud) —, con cursos de agua permanentes y acceso relativamente fácil, a corta distancia, de los productos animales y vegetales de varios ecosistemas. La situación de las cuencas áridas del sur, como la de Ayacucho, es diferente.

Ayacucho es una cuenca asociada a la sección sur del Mantaro. Es un triángulo de tierras de mediana altura —entre 1,800 y 3,000 metros— de unos 100 kilómetros de largo, que está cercado por un cinturón de punas de más de 4,000 metros de altitud. En el fondo, por donde cruzan los ríos que forman la cuenca del Huarpa, hay pequeñas vegas y valles; pero lo característico del paisaje son las laderas, de distinto grado de inclinación, que bajan desde la puna generando —en sus 2,000 metros de descenso acelerado— una multitud de pequeños paisajes, más húmedos los de arriba y más secos los de abajo. Es un triángulo, en forma de anfiteatro, cuya parte más ancha y más alta se encuentra al sur, donde está la actual ciudad

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